El placer de palacio 2
Los elfos son famosos por su destreza en la batalla, pero también por su abierta sexualidad. Tienen una festividad en la que todo el mundo tiene sexo, el festival del amor y la fertilidad. Aquellas que no quieren tener hijos son llamadas putas de hoguera.
Padre había rasgado las ropas de mi madre y estaban teniendo sexo duro, el cual mi madre gozaba. Mi padre era un hombre robusto, y fuerte mientras que el cuerpo de mi madre era más pequeño y tenía aspecto frágil. Aunque tampoco mi padre iba a romper a mi madre, su cuerpo era más delgado pero elástico.
Ella estaba sobre una mesa, él la penetraba el culo sin detenerse. Ella pedía más mientras nombraba a los dioses. Salía y entraba sin piedad mientras ella gemía.
–Me corro–avisó mi padre
–Dentro
Ambos acabaron, pero él no salió de ella todavía.
–Está mal espiar a tus padres mientras estos fornican–dijo mi padre azotando el culo de mi madre–¿Esa mascota tuya no te satisface?
–Estaba buscando a mi hermana y mis dos pollas favoritas. Os encontré a vosotros follando como animales. No sabía que a mamá le gustase el anal.
–Al igual que a ti te gustan las mamadas y tener sexo en público.
–La verdad es que no lo sabía, pero me excita muchísimo
Desvíe la mirada hacia la entrepierna de mi padre.
–Que grande–expresé sorprendida
–A no ser que quieras metertelo en la boca puedes irte.
Me sentí tentada a hacerlo pero si me atrevía con mi padre, estaba rebasando una línea que no se debía cruzar. Si le chupaba la polla, mi padre querrá más y yo tendré que dárselo. Él es un hombre dominante en la cama, como ya dijo mi madre. Mi madre se puso detrás mía, y llevó sus dedos a mi entrepierna. Una de las debilidades de mi mamá es que una vez que probaba placer no podía parar hasta quedarse satisfecha. Se volvía loca hasta que la dejaban bien follada. Yo tenía el mismo problema, es algo que tienen los de su raza y que yo he heredado.
–Dejalá, vamos–dijo él con la polla erecta
Él también entendía que había una línea que si era cruzada no había vuelta atrás. Sin embargo mi madre bajó mi vestido, e inmovilizó mis brazos para evitar que tapara mi cuerpo desnudo.
–Ven esposa mía–la agarró del brazo, y la tiró sobre la mesa–Vístete y vete
Me volví a tapar con el vestido y salí de allí. Mi corazón latía a mil, pero habíamos conseguido no hacerlo. Aunque yo lo deseaba, estaba muy excitada. Seguí buscando a los tres, y me los encontré en la alcoba real.
Mi hermana les estaba haciendo un baile erótico. Yo me senté en la cama e hice de espectadora. Me callé la situación que tuve con mis padres. Myl se acercó hacia mí y me animó a unirme a ella. Aunque más que unirme a ella, me dió varios besos mientras me sacaba a frente a los dos y me iba desvistiendo.
–Aquí tenemos a la nueva bailarina, la princesa Tinuviel. Venida de muy lejos, es una yegua de lujo–dijo Myl a mis espaldas dándome un manotazo en el culo–Arrodíllate, yegua.
–¿Qué haces?–pregunté a mi hermana
–Domarte, eres como mamá y eso te hace manipulable. Tu me has obligado a hacerlo a cuatro patas, aunque me gusta, y en ausencia de nuestro hermano serás mi mascota–empezó a masturbarme con sus dedos lentamente
–Myl...ahh tus dedos–me arrodillé como pidió y se detuvo–Por favor, sigue.
–¿Qué polla eliges?–me recogió el pelo y me hizo una trenza
–La hermafrodita
La hermafrodita se levantó y se acercó hacia mi. Se quitó la túnica y su polla erecta se puso contra mi cara. La metí en mi boca y mi hermana siguió masturbandome. Me encantaban esos juegos que teníamos entre nosotras y ser sumisa.
Me apoyé en las piernas de la hermafrodita mientras la miraba en plena mamada. Saqué el miembro y lo besé.
–Sabes muy bien, hermafrodita.
–Que buena serías como esclava–dijo la hermafrodita gimiendo.
La ignoré y me dediqué a aquella mamada, hasta que la hermafrodita eyaculó. Por suerte, por lo menos para mí, soy inmune a su influencia mágica. Tocaron la puerta. Me levanté y así desnuda acudí a la puerta. Era un mensajero. Lo abrí, era de un viejo amante.
–¿Quién es?–preguntó Mylanna
–El cabrón de Tael, él fue mi primer amante. Estando en el exilio fue él y no mi primer esposo el que me desvirgó e incluso me preñó. Por suerte no lo tuve, pero después de eso aprendí una valiosa lección. Tener cuidado con quién lo hago y como lo hago. Para un hombre es fácil fornicar, pero una mujer puede quedarse embarazada, y será de mí de quién contarán rumores.
–¿Por eso no quieres tener sexo sin protección?
–Me gustaría esterilizarme mágicamente, tengo dos hijas pero nunca me dejarán.
–Majestad–dijo mi humano, que manoseó mis pechos–Me gustaría montarte–besó mi cuello
–Hazlo–me dejé manosear por mi mascota, lo hacía bien–soy tu yegua por hoy–me froté contra su entrepierna
–En el banquete real, frente a todos, que sepa ese Tael que no folla tan bien como yo.
–Cuando lleve unas copas de más, o así será en teoría. Se montará un jaleo, con suerte una orgía.
–De acuerdo, eso me gusta. Ya quiero que llegue el momento
El banquete era por la noche, mi padre había invitado a todo el mundo. Los hizunos tenemos una noción de la sexualidad bastante abierta, no sería la primera vez que montamos una orgía. De hecho al ir a la guerra también mujeres, en ocasiones tras una batalla, la mayoría acababan follando. Por eso se suele decir que la guerra forja las familias.
Recuerdo mi primera batalla, no lideraba. Lo hacía mi amante, yo estaba ahí para aprender. La ganamos y como celebración, cada quien encontró con quien follar. El campamento se llenó de gemidos, de gente fornicando. Paseé por aquel campamento. Había mujeres que se dejaban follar, mirando a sus amantes o como perritas, otras montaban a sus amantes. La verdad es que ese día se lo merecían, había sido una batalla muy dura. Mi hermano enculaba a una soldado, mientras esta pedía más a su príncipe. Me encontré a un soldado cachondo al que le vi meneándosela. Me había salvado la vida así que decidí agradecérselo como mejor sabía. Le hice sentarse en una silla dentro de una carpa, y aprovechando su erección, me coloqué de rodillas. Lo desnudé y me metí su polla en la boca. Después de las batallas es donde aprendí a hacer mamadas, a mis soldados les encantaban mis mamadas. Salí de la carpa, y me crucé con Tael.
–Se está celebrando el festival del amor y la fertilidad, han encendido una hoguera y las medialuna están recitando sus cánticos.
El festival del amor y la fertilidad se celebraba cada dos años, había sido paralizado por la guerra. Sin embargo los soldados y las sacerdotisas habían decidido reanudarlo allí mismo. Me encantaba ese festival, era una orgía increíble de sexo y placer. Tael tenía una amante, que también era mi amante. No sentía celos, es más, estaba encantada de que su amante me tuviera como amante.
Lo único malo del festival de la fertilidad era su propio nombre, no se podían usar hechizos anticonceptivos. Si te quedabas embarazada, deberías casarte, a no ser claro que no hubieras visto a quien te inseminó. Por eso las hizunas optamos por la posición del perrito, si le damos la espalda a nuestros amantes, no tenemos por qué tener hijos. Por eso en el festival las hizunas decidimos no ver con quién éramos folladas. Fui a la hoguera que se había formado. Normalmente en el festival se solía quemar la ropa, por suerte las medialuna habían traído mudas de sobra para dos ejércitos enteros. Me acerqué a las sacerdotisas, que me desvistieron, recogieron mi armadura y la ropa que llevaba debajo la quemaron. Me dibujaron tatuajes de ritual, y me hicieron comer unas hierbas. Esas hierbas eran una droga desinhibidora. Contonee mis caderas y unos brazos me abrazaron. Sabía que era Tael, pero si no sabía quién era no había embarazo. Me puso a cuatro patas, y metió su polla en mi vagina. Otras muchas mujeres fueron a la hoguera y se pusieron en la misma posición. Quienes nos poníamos a cuatro patas frente a la hoguera éramos llamadas putas de hoguera, las putas de hoguera éramos usadas para lo que ellos querían a cambio de no tener hijos. Mi hermana era también una puta de hoguera. Todas las putas de hoguera gemimos de placer y algunas también de dolor, mirando a la hoguera. Era un maravilloso espectáculo, nosotras estábamos en el cielo. El apodo era un insulto, a las elfas que no queremos hijos, los hechizos anticonceptivos están muy mal vistos pero como si a la hora de follar los prejuicios fueran importantes. Tael agarró mis pechos mientras me follaba. Él eyaculó dentro de mí, y yo tuve un orgasmo. Tael me dió una moneda dentro de una bolsita, era lo que se hacía en el festival con las putas de hoguera. Se nos daba dinero por nuestros…."servicios", una forma de humillarnos y coaccionarnos. Lo sentí salir de mi interior, y una lengua acudió a mi vagina. No podía saber si era la misma, pero me limpió y me hizo sexo oral. Yo me retorcí de placer, sabía cómo hacerme disfrutar. Mi hermana Mylanna ya había recibido tres monedas, y recibiría tres más. Le estaban follando la boca, y le estaban practicando una doble penetración. Una puta de hoguera me pasó una poción fabricada con esa droga, aumentaba el deseo sexual. Tomé un poco y se lo pasé a la siguiente. Tuve otro orgasmo con la lengua de aquella persona. Me di la vuelta y era una de mis guardaespaldas, me dió una moneda y me sonrió. También era puta de hoguera. Otra polla acudió a mi. Le hicieron hueco, y vi su bolsa. La tenía llena.
–Mamadas de una puta–dijo con una sonrisa
Ambas nos cogimos de la mano mientras éramos folladas salvajemente. Muchas se cansaban de ser putas de hoguera así que sucumbían a la manipulación de este festival. Otras muchas descubríamos nuestra sexualidad, servía para descubrir mujeres que no deseaban a hombres, y viceversa. Así siguió durante toda la noche, para eso la droga. Al día siguiente volvimos a la fortaleza en la que debíamos asentarnos. Podía saberse cuántas habíamos sido putas de hoguera por nuestra forma de andar. Yo estaba terriblemente adolorida, no era la primera vez que me ocurría. Me encantaba el festival, era de cinco días pero al día siguiente acababa destrozada físicamente. Pedí a las sacerdotisas que nos atendieran. Me untaron una crema que tenía que sanarme el dolor. Así que estuve en cama, desnuda y cansada del día anterior. Varias horas después estaba más recuperada, pero decidí no formar parte del festival. Me quedé observando en el balcón, acudió a mí Tael, venía con su esposa.
–¿Por qué no estáis en el festival?–pregunté
Yo estaba desnuda de cintura para abajo, no tenía ganas de sexo.
–¿No bajas?
–Dile a la sacerdotisa mayor Nile que suba aquí, Tael, te lo ordeno como tu princesa y déjame sola.
Obedeció a regañadientes, su amante se acostó en mi cama. La miré con cara de pocos amigos y la hice irse. Tardó en venir la sacerdotisa. Me abrazó y me besó con cariño.
–Tu hermana ha llenado dos bolsas ya
–Quiero que el festival se acorte a tres días, mañana será el último. Se oficiará la misa, y se repartirán pociones anticonceptivas entre las elfas que lo deseen. Estamos en guerra y no deseo prescindir de más gente.
–Pero…
–Hacedlo. Además Tael come de mi mano, aceptará. No quiero que se me desobedezca. En un par de meses solicitare el mando de un ejército completo.
–Sí, majestad.
Aquél día aprendí una valiosísima lección, el festival quedaría relegado a momentos de paz. Festival del amor, la paz y la fertilidad, así pasaría a llamarse. Entre hombres y mujeres que esperaban un hijo, se fueron mil soldados que echamos de menos. Se lo propuse a mi padre y aceptó.
Ahora que estábamos en paz, faltaban medio año para que fuera el festival. No sé si iría, de momento pensaré en lo de esta noche. Cómo no era el festival, daba igual que final hubiera, no tenía que preocuparme por embarazos. Con el juego que teníamos la mascota y yo, lo pasábamos bien. Era la primera vez que proponía algo arriesgado y que mereciera la pena. Durante todo el día estuvimos recibiendo a los nobles, y los estuvimos alojando. Además llegaron mis hijas, una de ellas era reina de en el extranjero, y otra se había hecho a la mar. No me dio tiempo al sexo. Por fin llegó la noche, tocaba discutir asuntos políticos con los vasallos. Nos habíamos vestido para la ocasión. No merece la pena contar de qué fueron esos asuntos, estuvimos hasta las tantas de la noche discutiendo. Para descansar trajeron la comida y bastante alcohol. Tael tenía esposa, su antigua amante. Estaba embarazada, de su cuarto hijo ya. Era todo un monumento a la fertilidad masculina.
Mi humano empezó a manosearme de vez en cuando, y si me tocaba las tetas o me besaba, me aseguré de que Tael estuviera viendo. Sobre todo le gusta tocar mis pechos, mientras bebía estrujaba un pecho. Acabé por hacer que sacara su mano de ahí, pero fue a mis piernas. Al lado de mi humano estaba mi hija menor, Taelia. Ella solo lleva uno, pero es toda una puta del festival. La última vez que mi hija Taelia asistió tenía unas cuantas monedas, y había disfrutado mucho. Mi otra hija estaba en la otra punta de la mesa, con mi padre. Taelia se estaba besando con mi mascota.
–¿Qué haces, hija? Es mío
–Me aburro, mamá. También tengo derecho a divertirme–ella metió su mano debajo de su bragueta
Mylanna me miró y guiñó un ojo.
–Escuchad, escuchadme–dijo Mylanna llamando la atención–Todavía faltan meses para el festival del fertilidad, la paz y el amor. Sin embargo me gustaría que algunas putas de hoguera, presentes aquí nos hicieran una demostración de lo que nos espera. ¿Quién se anima?
Me levanté junto con mi hija, una joven noble hizuna famosa en el festival por llenar bolsas con monedas, una soldado de la guardia real y mi otra hija, que aún no había encontrado marido. A mis hijas les gustaba el festival, y se colocaban en las hogueras a espera de casarse. Los nobles aplaudieron y nos animaron. Nos terminamos nuestras cervezas y despejamos la mesa. Nos desnudamos y usamos nuestros brazos para apoyarnos en las mesas. Mis hijas estaban a mis lados, sonreí a ambas. Todas las pollas entraron a la vez en nuestras vaginas, haciéndonos gemir a la vez a las putas. Taelia tuvo un orgasmo instantáneo. El humano tardó en correrse dentro de mi coño, yo estaba encantada con su follada y sonreía como una tonta. La primera en retirarse fue mi hija mayor, con tres monedas. La segunda fue la soldado, que había atendido a seis, y sin ayuda de alcohol mi hija Taelia consiguió ocho. Solo quedamos la noble puta y yo, a pesar de que mi cuerpo no podía más, solo por ganar aguanté. Nos detuvimos cuando no había nadie más para follar. Gané yo, era tan hermosa y tan atractiva que la mayoría tardaba poco en correrse. Lo celebré. Vi que la hermafrodita estaba entre los participantes. Mi padre y mi madre estaban fornicando.
Durante el resto de la noche les atendieron prostitutas pagadas en abundancia.