El placer de mi reina

Mi misión en esta vida es dar placer a mi reina. ¿lo conseguiré? no parare hasta conseguirlo.

EL PLACER DE MI REINA

Os voy a contar una historia tremenda que estoy viviendo desde hace un año con una mujer, con mi reina, y que actualmente domina mi mente y con ello mi vida.

Soy bastante tímido y las mujeres a pesar de encontrarme atractivo la verdad no saben cómo entrarme. No es que yo facilite las cosas tampoco.

La cuestión es que me encontraba en un evento en un hotel organizado por un proveedor de la empresa en la que trabajo. Vamos, que lo mejor eran los canapés y el vino de la Rioja, o al menos eso creía. Si que me fije que una morenaza espectacular charlaba con todos los hombres que como moscas a la miel se le acercaban. Gordos, feos pero con pasta. La única mujer de la fiesta.

En cualquier otra ocasión habría pensado: olvídate y a la comida que ésta ni te va a mirar. Sólo mira las carteras y la tuya no es la más potente. Pero era la principal cliente de la empresa. Y tenía que presentarme. Y allí me fui. Con la mejor de mis sonrisas. Acojonado pero sonriente.

Aproveché que por fin la habían saludado todos los presentes para acercarme. Hola soy el responsable industrial de GRUAS IFA. No había tenido el gusto de conocerla hasta ahora. Ahora olía su perfume. Nunca había sentido ese olor tan sensual, tan sexual. Y se me acercaba. Entonces la oigo. Vaya voz. Su hombre tiene que ser muy rico o un monstruo en la cama. Ella no hablaría con este lenguaje. Es alta 1,78 aunque no tanto como yo, 1,85. Ojos verdes oscuros. Profundos. Bajo algo la mirada y veo su vestido. Abierto por detrás. Sólo piel. Qué piel. Tengo que seguir bajando la mirada. Y ese culo. Redondo. JODER. Pero si la abertura del vestido llega hasta la rajita del culo¡¡¡.

Me sonrió. Claro, GRUAS IFA las que más se levantan. JAJAJA

Vaya si además de guapa tiene sentido del humor. Le caía bien. Era evidente. Estuvimos hablando animadamente. Era fácil conectar con ella. Por lo menos para mi. Habían pasado 20 minutos¡¡¡¡. Y parecía que acababamos de presentarnos. Se tiene que ir a su casa. Esto toca a su fin. Lastima.

Me besa. Y ahora en la otra mejilla.

De repente, noto que su mano derecha se despega un momento de mi espalda, y... me roza los huevos¡¡¡¡¡

Me mira. Mis ojos se fijan en ella y lo expresan todo. No reacciono. No puedo. ¿Quién podría?. Me guiña un ojo. JODER. Pero si encima es una guarra¡¡¡¡

Me encuentro mal- me dice. Pero si no la conozco y me trata como si fuésemos íntimos. ¿Me acercas a mi habitación en el hotel?. Y quién le dice que no. La sigo. Parezco su perrito faldero. No para de sonreírme.

Cuando nadie nos puede oírnos ya se para. No voy a pedirte perdón – me suelta a la cara. ¿Pero, por qué has hecho eso?. Porque quería – me susurra. Quiero que seas mi amante. ¿comooooo?. Esta tía está loca. Tremenda pero loca.

No te preocupes por nada. Llévame a mi habitación- me dice suavemente, al oído. Mi cara de gilipollas tiene que ser en esos momentos de foto, video o lo que se te ocurra.

No te pregunto si quieres porque se nota que lo estás deseando – me susurra al oido. Nos alejábamos por el pasillo.

Yo... esto... no sé... pero... - balbuceo. ¡CALLA! .. Yo callo. ¡BESAME!. Junto mis labios a los suyos. Ella me los humedece. Yo se los empiezo a mojar. Son carnosos. Introduzco mi lengua. Ella hace lo mismo. Su mano derecha me roza a mi "pequeña". No, ahora me la toca. Yo no lo impido. Ni loco. Ella sigue. Ahora me agarra los huevos. Fuerte. Me gusta¡¡ sus labios se separan un centímetro de mi.

Quiero ponerte a mil – me dijo. Que sepas lo que soy capaz de hacerte disfrutar para que sepas lo mucho que te voy a pedir. Quiero que seas mi rey. Ahora disfruta. Y vaya si ella me iba a hacer disfrutar.

Sus manos comienzan ahora a recorrer mi geografía. Con los ojos cerrados por el placer que me está dando.

Mis dedos comienzan la ruta que anticipa todo el gusto que voy a recibir al lado de una mujer como tú. Se pasean por tu abdomen para después, dirigir sabiamente mi curiosidad, por la atracción que despiertas, a otros puntos tan apetitosos como el que acabo de abandonar. Recorre con gozo esos pectorales marcados y duros donde los sensibles pezones ayudan a hacer una breve parada para saborear esa impresionable y respingona anatomía que concentra, no sólo en esta parte, todo el pulso que ahora estamos jugando. En este momento quisiera comerte, tengo tantas ganas de poseerte, de que estés dentro de mí y de estar dentro de ti que tengo que hacer esfuerzos para no devorarte. Tú compartes esa emoción y cuando mordisqueo tus labios te lanzas con igual pasión a devorar ese sabor a macho temerario que nos empapa.

De tus labios paso a tu mentón; de ahí, al cuello y avanzo hasta tu oreja que muerdo. Tu te mueves masajeando con tu espalda mi "pequeña" que ya está acerada y corpulenta. Tienes un modo de moverte felino. Te dilatas en el tiempo para que así llegue a comprender todo ese aluvión de conmociones que me estás haciendo sentir. Es un placer sin pausa y con la violencia justa, que se va sumando hasta alcanzar una nueva cima cada vez.

Una mata de un rubio suave surge de mi ombligo abriéndose paso hasta coronar un mástil de envergadura orlado con unos cojones generosos. Aún te resistes a tocarmela que ahora apunta hacia el techo con toda su soberbia; ¡y mira que lo deseo!

Eres como un gran Buda. Eres como ese plato que tanto nos gusta y del que te sirves hasta reventar. Tu intenso aroma desata el ansia de mi rabo, calienta mi deseo por tenerte entre mis piernas. Y me siento puto, ¡tu puto!

Sólo mis palabras, entrecortadas por tus besos obscenos, te sacan por un momento de la fiebre para prestar atención a mi ruego: "¡Quiero que me mames mi "pequeña"!

Tus ojos sonríen y sello esa sonrisa con un último beso. Me arrastro sobre ti. Me llega ya el sudor de tu sexo.

Tengo la boca húmeda, pues esa es la comida que me hace que se me caiga la baba y que mi "pequeña" reviente por tener una mujer brava como tú. Mi empalmada "pequeña", con el viaje que le estoy dando, llega a la altura de tu boca hambrienta y le pasas la punta de tu lengua por el contorno del capullo logrando que me retuerza de placer y la saludas abrazando tus humedecidos labios a mi magnífico prepucio.

Sabe a sexo- me dices entre jadeos. A litros de sexo en ebullición.

¡sabe de puta madre¡ - te digo. Pero quieres ver mi cara mientras me la chupas, quieres ver mi camino al éxtasis, cómo me muerdo los labios, cómo cierro los ojos ¡Quiero verlo todo y probarlo todo! – me dices.

Por eso, tu voracidad sigue lamiendo mi cuerpo. Un amante como yo, es un descubrimiento nuevo en cada embestida, uno de esos polvos que te encuentras una vez en la vida y que quieres que duren para siempre. Lo sé al relamer mis cojones cargado de aromas que te encandilan anunciando el tesoro que guardo en mi "pequeña", y lo revalido al pasar tu golosa lengua por mis muslos.

Mi "pequeña" está durísima y no quiere perder su perpendicular que momentos antes apuntaba al techo, por eso, mientras tú estas degustando todo mi cuerpo, mi "pequeña" tropieza con tus carnes.

Has girado paseándote lentamente entre mis piernas, casi como si te follara, poniendo todo mi peso en tu cuerpo para saborear pequeños bocados de un plato sensual como el mio.

Tu lengua toca la punta de mi capullo y suspiro y una sonrisa asoma en tus húmedos labios.

Tranquilo –recuerdas que te lo dije--, te va a encantar. Esta tarde no haré nada que no te encante, que no te haga gozar como realmente te mereces. Y me abres las piernas para que disfrutes de mi virilidad.

La base de mi "pequeña" es ancha, como de ocho centímetros, calculo; tras eso mi mástil surcado por venas que casi no disminuye de grosor hasta la mitad del recorrido; ahí.

Mi capullo de un rosa fuerte y carnal. A esto se une su amplitud de una forma casi cónica que remata en una punta afilada al máximo que me hace recordar a un arpón; todo eso arropado con la piel de mi prepucio.

La cabeza aún está empapada con tu saliva, pero en lo que has tardado en girarte unas gotas de presemen brillan en la punta de mi glande. Ese es el primer premio que te doy. Tu mano agarra mi "pequeña" por su base, mientras la otra juguetea con mis cojones.

De nuevo meneas la cintura como un gato y la punta de tu lengua me la lame. Suspiro, lo que te hace creer que no lo estás haciendo mal. Tu lengua recorre el contorno del glande y me estás derritiendo y que notas con mis sacudidas de izquierda a derecha.

Pero tu egoísmo busca demostrarme una vez más quien está al mando, así que dejas de chupármela por un instante y me haces poner de rodillas mientras tu mano, con movimientos acompasados, marca el tamaño de mi "pequeña".

Me preguntas si me gusta. Síiiii sí me gusta. Pues esto va a más. Terminaras viciándote.

Me has salivado al máximo. De nuevo vuelves a relamer esa carnal cabeza, sin dejar un resquicio por donde la aspereza de tu lengua no levante en pequeños jadeos. Tus labios besan ahora mi capullo y comienzan a abrazarlo para ir chupándome palmo a palmo la envergadura de mi "pequeña".

Tus labios se deslizan lentamente por esa viril suavidad envolviéndola centímetro a centímetro; tu lengua recorre todo el talle coqueteando con su amplitud sin dejar de empapar de abajo a arriba, de izquierda a derecha tan apetitoso manjar. Mi glande choca con el paladar y avanza en su camino.

Sientes que mi "pequeña" te arde. Intento acompasarme a tus impulsos, lo consigo rápidamente. Mis jadeos ahora son interrumpidos por un "¡joder!".

Tu mano sigue jugando con mis bolas, pero se desliza hacia la raja de mi culo¡¡¡ Hasta encontrar el ojete de mi ano. Sigues chupándomela, pues estoy disfrutando a tope. Las gotas de presemen encharcan toda la cabeza de mi verga que oscila con la mamada como si estuvieras consagrando los alimentos que vas a comer.

Simultáneamente a esa mamada, tus dedos comienzan a masajear mi ano con movimientos circulares que son ayudados por la extrema suavidad de mi ojete. Quieres probar su sabor – me sueltas. Así que por un breve instante dejas de chupármela para empaparme del sabor de mi culo. Como esperaba, supera las expectativas. Con el dedo empapado continuas con el masaje ahora más atrevido. Tu dedo llama a la puerta de mi cueva y entra hasta el recibidor para ahí volver a dar dulces giros.

Me tomas las piernas y las levantas para ver ese culo sonrosado. Es ahora tu lengua la que toma el revelo, la que se fascina al contemplar un culo redondo, terso y respingón. Tu lengua saborea todo el sabor de mi ano.

Estoy gozando plenamente, mi "pequeña" está tan empalmada por todo el placer que me haces sentir y que te doy, que comienza a dolerme pues está babeando por metertela a fondo. Mis jadeos aumentan. La punta de tu lengua tantea y escarba ese jugo en clara competencia con la "pequeña" que meneo con brío.

Mi repentina quietud y unos pequeños espasmos te anuncian que se acerca el momento. La punta de tu lengua sigue alojada en el ojete y unas pequeñas presiones te anuncian que te voy a correr como una puta.

¡Creo que..., que... que me... que me... voooo... voy... creo que... me voy a cooorreeeeer!

Tu mano se para en la base de mi "pequeña" y con la sensibilidad del momento nota como aumenta aún más el grosor de mi acerada masculinidad.

Quiero probar esa leche tuya que sacie la sed que me has provocado – me dices mi reina.

Mi "pequeña" apunta hacia tu golosa boca. Y un primer y abundante trallazo cruza limpiamente hasta la campanilla. Un rugido acompaña los siguientes latigazos ya en las paredes de tu boca que traga con una urgencia insaciable todo el semen que me corroe de placer y me agito en cortas sacudidas.

Es un orgasmo prolongado que explosiona en todas las partes de mi cuerpo y mientras tu boca limpia mi "pequeña".

Un hilillo de semen sale por la comisura de tus finos labios y se escurre, siguiendo el camino de tus delicadas formas. Con feminidad te tocas esos pechos, envolviéndolos con tus manos.

Ahora que te miro me cuesta reconocer esos senos redondos y rotundos; son tan perfectos que en otro cuerpo parecerían prótesis. Esa elegancia es la que define tu cuerpo. Eres esa mujer que haces que se me ponga dura como la piedra con sólo rozar tu belleza. La suavidad de tus rasgos acentúa esa feminidad que vuelve a subir otro peldaño al exagerar aquellas partes que reclaman una atención especial: tus pechos, tu culo y tu cueva. Esas tetas hiperbólicas y redondas que hacen emerger el invento de la mujer: tú; ese culo depilado, torneado y femenino que subraya el esplendor de tu belleza; y esa cueva de formas perfectas que pone un final grandioso a esa bella sinfonía que es tu cuerpo.

La leche ha llegado ya a tu mentón, ofreciéndome de nuevo la oportunidad de unir dos placeres: tus labios y mi semen. No es un beso el que te doy, ¡es un arrebato! Primero te muerdo la barbilla arrastrando ese jugo; después mordisqueo tus labios. La humedad del sexo sigue ahí, jugando a policías y ladrones.

Mi "pequeña" choca con tu cueva como husmeando la mercancía exquisita que me ofrece tu cuerpo. Tus uñas de gata en celo arañan mi aumentando mi fogosidad.

Esa voz me da la orden de despegue con una frase certera: tengo el culito ardiendo, que el muy picarón, con lo caprichoso que es, ahora se muere de ganas de comer.

Lo que mi reina pida, mi reina tiene, te contesto balanceando mi "pequeña" con mayor violencia. Pegas un grito agudo que estremece placenteramente todo mi cuerpo. Dile a tu culo, mi reina, que abra las puertas, pues papá ha llegado a casa y viene demasiado juguetón como para un polvo de hola y adiós. Papá Polla no quiere un polvo viejo y repetido. ¡Lo quiere fresquito para que le queme las entrañas, mi reina! Para saber que no está follando con una del montón, sino con el mejor culo de este mundo.

Tú sacúdele bien que mi culito está preparado para darle el mejor descanso al guerrero. Y sellas esa promesa con un beso que termina mordisqueando mi labio. ¡Tú dale! ¡Dale con todas tus ganas!, que yo te quitaré hasta la última gota de leche que te he puesto a hervir. Nunca como hasta entonces, tuve la leche de mi "pequeña" tan calentita.

Me incorporo. Ahí de pie, quiero que veas, desde donde estás todo, todo lo que te espera. De nuevo masajeas tus senos y tu mirada lasciva hace que pronto abandone el papel de dominante para ponerte mi polla a las puertas de tu suculenta boca. Ahora esa cueva de Alí Baba y los cuarenta ladrones comienza a mostrarme sus tesoros.

Con tus delicadas y afiladas manos traes a ese amigo que mira al techo a tu jugosa boca. Esos labios se abren en un beso, en el punto donde mi glande se junta con el prepucio, que hace restallar la punta de mi verga y abrirme a jadeos. Esas uñas juegan con mis huevos mientras tu boca se abre a la amplitud de mi "pequeña" devorándola, deleitándote centímetro a centímetro del material que saboreas.

Me pregunto, mirándote esa cara surcada por la excitación, cuántos kilómetros de polla habrás tragado. La respuesta no se hace esperar: muchos. No es sólo cómo succionas, sino la autonomía que tiene ese experto apéndice que gira sin descanso por el grosor de mi nabo, tomando sorpresivamente nuevas direcciones para hacerme descubrir zonas que creía dormidas.

Me tumbo sobre tu delicado cuerpo que momentos antes estaba adorando. Y mientras me deleitas yo sigo con mis gemidos besando a ese bello ejemplar.

El aroma de tu sexo fluye hasta mi cerebro obligándole a recordar que hay un culo de puta madre que espera hambriento. "¡Quiero tu culo! ¡Quiero tu puto culo!". Y tú paras esa mamada espectacular (nadie me la volvió a chupar como tú), y una sonrisa alumbra esos labios. Un hilillo de tus jugosas babas comienza a caer pero con una mano lo paras y lo reconduces a ese hijo pródigo a su hogar.

Al liberarte de mi peso flexionas las piernas quedándote como si fueras un ovillo y mostrándome ese aculo que me comería. Y eso es lo que hago. Y allí estoy, chupando, mordiéndote, metiendo mi lengua en tu ojete para saborear las segregaciones que tu esplendoroso tesoro almacena.

Tu ojete está abierto, está vivo, y se cierra y se abre presionando esa lengua que perfora tus entrañas. Creo que todo mi cuerpo sabe a ti. Siento que el veneno que me intoxica me reclama sólo una cosa: ¡follarte! Ese macho, que has encendido hasta que arda, sólo quiere eso: partirte por la mitad y saborear tus entrañas de reina.

Acerco mi glande a tu ano. Mi "pequeña" se estremece a la entrada de esa cueva, como una fiera carnívora que estuviera olfateando a su presa instantes antes de su feroz ataque. Tu esfínter está empapado, lustroso, y mis babas se deslizan placidamente. Te la meto de un solo golpe hasta la empuñadura. Tu grito precede al choque de mis huevos con tus nalgas. "¡Aaaaayyyyyyyyyy, cabronazo! Te la he dejado ahí, clavada.

¡Dale, dale duro!. En ese momento tus piernas, que hasta entonces estaban abiertas y flexionadas, se cierran poniendo tus tacones de aguja sobre mi pecho, clavándolos con la justa saña para hacerme perder el control. Ahora mi polla esta más acorralada que nunca y comienzo un mete y saca suave para que mi salvaje amigo se deleite con la destreza de un culo como el tuyo.

Me pongo de rodillas levantándote un poco esas posaderas que me están derritiendo, pues quiero acariciar esas piernas tan moldeadas, comenzando desde el muslo hasta la cima de tus pies. Tú comienzas a masturbarte y a moverte acompasadamente al ritmo de mis incursiones. Y noto que mi leche se abre camino hacia la base de mi "pequeña".

La aprisiono para evitar que mi leche llegue antes de lo esperado. La mano que antes te acariciaba acude a tus deseos y comienza a masajearte. Tienes el ojete tan abierto que me entran tres dedos con facilidad en tus paredes. Te estremeces y comienzas a moverte histérica.

Tus manos se deslizan intentando encontrar un asidero al que agarrarte pues el placer te está corroyendo. La raja de tu culo me anima a invitar a más amigos a tu hospitalaria casa. Así los dedos forman una flecha punzante y poco a poco se van introduciendo hasta llegar a la altura de los nudillos y se oyen en todo el hotel tus gritos en una sucesión sin fin. Tus tacones se clavan en mi pecho, el dolor es placentero y la envidia que siento por lo que estás gozando hace que desee sentir lo mismo que tú.

Parece que tu culo respira. "¡Sigue, por favor, sigueeee!" Cierro mi puño y me concentro en todo lo que está sintiendo mi mano. Estoy surcando tu intestino palmo a palmo hasta casi llegar a la altura del codo, me gustaría rasgar esas paredes y comenzar a tocar todo lo que por ahí se esconde; pero temo hacerte daño, y yo sólo quiero darte placer hasta que te corras porque sé que yo voy a disfrutar de lo lindo.

El placer resulta difícil de explicar y éste lo es más, es de esos que llama a la puerta y que uno corre a abrirle con prisas. Y acelero mi ritmo hasta acercarme a ese lado salvaje en el que todo se estremece, se derrumba, explosiona (¿Cómo describirías un orgasmo como ese?).

Observo tu cara y pareces a punto de morir, todo tu cuerpo, todos tus rasgos se achican, se convulsionan, se aprietan con nervio hasta que ese grito desgarrador, acompaña tus potentes descargas de leche.

Cuando terminas de gemir, quito mi puño. Una nueva agitación te sacude. ¡Pero no quiero dejar a tu culo huérfano tan pronto! Me quito el puño y te pongo a mi "pequeña" con una ferocidad salvaje. Te la clavo bien hondo para que no eches de menos ese puño que acribilló con gusto. ¡Ya no es el momento de andarse con chiquitas! Quiero dártelo todo y como te mereces: cómo la reina que eres.

Mi "pequeña" comienza una sacudidas urgentes y terminantes. Estoy fuera de control y a todo gas. Siento como los cojones se escaldan; como la leche se abre hasta casi reventarme. Y siento como te inundo entre sacudidas cada vez más urgentes, y como todo yo soy un guiñapo convulso.

Tengo mi polla clavada en ti. Me he mordido el labio. Cuando abro los ojos tú estás mirándome con cara embelesada y me derrumbo sobre ti.

"Ven aquí, gatito. Ven con mamá" Tu culo está chorreando semen, me apresuro a cogerlo al tiempo que quito mi polla. Quiero apagar mi sed y no hay mejor jugo que mi leche que bebo con codicia.

Tú sonríes dulcemente, comprendiendo con ese gesto sencillo, toda la pasión que despiertas en mí. Mi mano se dirige a tu tesoro, a ese culo tan femenino y singular, y recoge los frutos de mi ímpetu y te los ofrezco para que tú también bebas el mismo filtro que yo. Relames amorosamente dedo a dedo, sin dejar nada por escudriñar. Yo te correspondo relamiendo la mano exploradora que aún conserva todo el sabor y el aroma de una hembra particular como tú. Tu leche dilatan el orgasmo que estoy sintiendo. Me besas y nuestras lenguas se lían. Es un beso que no tiene fin pues cuando hay ternura y deseo nada se frena.

A mi reina