El placer de la reina

La hija de Tinuviel es reina de una pequeña nación. Como hija de la lasciva princesa, descubrirá el sexo de manos de su progenitora.

Mi padre murió en batalla, y mi abuelo en la cama por una fiebre. Así que cuando tocó elegir heredera, mi hermano enfermizo no podía heredar así que el pequeño reino de mi familia paterna fue para mí. Mi madre regentó durante mis primeros años, haciendo de madre y reina hasta que fuera mayor.

Yo estaba en mi habitación, sin nada debajo de mis piernas  y masturbándome. Pensando en el comandante de la guardia real de mi madre. Con una mano me masturbaba y con la otra acariciaba mi pecho. Así estuve hasta que llegué al orgasmo. En ese momento de placer llegó mi madre, que abrió la puerta y me pilló entera. Me tapé como buenamente pude, y me puse colorada de la vergüenza. Sin embargo mi madre no dijo nada.

–No te avergüences, eso es algo natural. ¿En quién pensabas?–dijo mi madre que se sentó al borde de mi cama con absoluta confianza

–En el comandante de tu guardia.

–Es apuesto, ¿verdad?

–Si–reconocí cabizbaja

–Vamos, tenemos una reunión con mercaderes, quiero que veas negociar a tus consejeros. En seis meses te dejaré el reino, y quiero asegurarme de que te he criado bien.

Avergonzada tras haber sido vista, me vestí sola. Mucha gente podría haber tomado su posición, pero en su lugar ella aceptó la regencia. Por mí, y por una traición del abuelo que le afectó muchísimo. Aún hoy día, dos décadas después sigue sin decirme que fue aquella traición. Una vez vestida acorde con mi posición bajé y me reuní con mi madre y los mercaderes. A pesar de que me aburría me esforcé en prestar atención. Sin embargo mi atención se vio desviada hacia un soldado de la guardia, no era de Hizunia. Era un elfo oscuro, pero formaba parte de la guardia real. Él también dirigió su mirada hacia mi, el comandante me parecía apuesto, pero el elfo oscuro me hipnotizó nada más verlo. Su comandante le llamó la atención y lo mismo hizo mi madre. Entiendo que ella quería enseñarme a reinar, pero a mi edad solo pensaba en una cosa. La negociación llegó a buen puerto, y los mercaderes se despñidieron de nosotros. Sin embargo mi atención seguía en el chico.

–¡Zendar!–el elfo oscuro corrió hacia mi madre y la saludó–Esta es mi hija, Daya. Veo que os mirabais mutuamente, te doy permiso para estar con ella. Necesita a un amigo joven, como ella.

–Si, señora regente.

Los dos salimos de la habitación. Miré al elfo de piel oscura y me sonrojé nada más verlo. Era muy guapo, me gustaba.

–¿Que haces con mi madre?

–Yo...yo…es una larga historia, majestad. Me reclutó y entrenó y me trajo consigo.

–Llamame Daya, por favor.

–Como desees.

–Quiero que me entrenes, Zendar. Mi madre ya lo hace, pero quiero hacerlo contigo, el entrenamiento por supuesto.

Se hizo un silencio muy incómodo, a los dos nos costaba hablar.

–No estoy acostumbrado a tratar con...bueno...ya sabes…

–Si…a mi también me pasa, me pongo nerviosa.

–Será mejor que lleguemos ya al patio, y nos pongamos a luchar. Pero no puedes luchar con ese vestido.

–Esperame en el patio, ya iré luego.

Me dirigí a mi habitación, y me quité el vestido. Me vestí con algo para luchar, y me recogí el pelo. Cogí la espada que me regaló mi madre, y fui al patio. Allí me esperaba Zendar. Agarré la espada con las dos manos y lo ataqué.

–Las hizunas sois muy raras–dijo mientras esquivaba mis ataques.

–¿En qué sentido?

–Había una soldado en el ejército, le gustaba pero no se atrevía a acercarse a mi.–me lanzó una estocada– Su forma de hacer contacto conmigo fue desafiarme a un duelo amistoso. Me ganó pero se ve que el duelo fue lo suficientemente bueno, pues se lanzó a mis brazos y poco después estábamos desnudos y abrazados.–le lancé una estocada que detuvo con su hoja–Y la rutina se repetía cada día. Lo hacíamos de mil posiciones distintas. Algunas veces era sexo oral, mutuo, o  aveces teníamos sexo salvaje.

–¿Qué fue de ella?–me detuve

–Planeabamos casarnos, pero en una batalla una flecha acabó con su vida.

–Vaya...lo siento.

–No pasa nada.

–Luchar es excitante, algunas personas fornican tras una buena lucha y otras se toman toda la cerveza que pueden y no parar hasta quedar inconscientes.

–Hagamos una cosa–guardó su arma y yo hice lo mismo–Tengamos un duelo.

–¿Y si pierdo que? ¿Te hago una mamada?

–Sí, y además tendrás que usar también tus pechos. Si pierdo seré tu esclavo por un día, y no apartaré la cabeza de tu coño

Lo cierto es que todavía era virgen, y lo único sexual que había tenido fue la masturbación y veo a mi madre en muchas ocasiones follando. Además de que por su boca pasan pollas y vaginas. Mi madre Tinuviel cuando se trata de sexo, disfruta muchísimo.

Me pensé muy bien su propuesta, no perdía nada la verdad como mucho podía acabar humillada pero también podía disfrutar carnalmente. Desenvainamos nuestras espadas  y nos enzarzamos en un combate serio. Zendar mostraba su destreza marcial, era buen combatiente pero yo también lo era. Lo arrinconé en una de las esquinas del patio, atacando sin piedad. Me dió una patada en la rodilla, y me sujetó desde la espalda. Entonces aprovechó para inmovilizarme contra la pared.

–Ríndete, has perdido.

–De acuerdo, de acuerdo pero suéltame

Zendar dejó de inmovilizarme y lejos de aceptar la derrota, le solté un puñetazo y continúe con la batalla. Se hacían notables las clases de mi madre. Sin embargo Zendar era mejor que yo, y más veterano. Al final ocurrió lo que tenía que pasar, me desarmó y me amenazó con el arma. Además en el transcurso de la batalla me hizo un corte en la mejilla.

–Has luchado bien, Daya, te has defendido.

–Gracias, ahora supongo que me toca…

–Es lo que acordamos, ¿no?

Le llevé de la mano a mi alcoba. Una vez allí cerré la puerta con llave. Agaché la cabeza con vergüenza, y me quité el vestido. Me quité la venda que tenía tapando mis pechos, y quedaron liberados.

–No son pequeños.

Zendar se acercó a mí y manoseó a gusto mis pechos, yo me deje tocar. Yo soy una mujer de palabra. El se quitó la armadura, y se quedó desnudo con una erección entre las piernas. El se sentó en la cama, y yo me arrodillé. Masturbé su miembro con una mano, y metí su polla en mi boca, pero al intentar meterla toda sentí arcadas. Imité lo que suele hacer mi madre cuando tiene una polla en la boca. Saqué la polla de la boca, y usé mis pechos para pajear su miembro. Zendar agarró una jarra y vertió el agua sobre mis pechos. Yo continúe mientras intercalaba mis pechos, con chupadas a la polla. Sin avisar Zendar se corrió abundantemente sobre mis pechos. Entonces para que mejorase la situación, mi madre tocó a la puerta.

Me levanté así tal como estaba, y abrí la puerta asomando solo la cabeza.

–No estoy... disponible–Tinuviel entró igual, con puerta o sin puerta.

–Le has pajeado con tus pechos, deja que te limpie

Cerró la puerta, y con su propia lengua limpió todo el semen de mis pechos. Me dio unas palmaditas en la espalda y miró a Zendar desnudo en la cama. Me sentí  extrañamente cachonda cuando mi madre me limpió el semen de mis pechos.

–Veo que te estás divirtiendo.

–Perdí una pelea y es lo justo.

Me acerqué a mi madre lentamente, y la miré fijamente. Besé sus labios, a lo que ella respondió de igual forma. Me quité la ropa interior, quedándome desnuda ante ella. Llevé su mano a mi vagina, para que notase mi excitación. Ella me abrazó mientras me besaba con pasión en los labios. Y entonces la desnudé yo también, quedándose nuestros pechos rozandose. Me di la vuelta y vi a Zendar con la polla dura otra vez, disfrutando del espectáculo.

–¿Quieres perder la virginidad?

–Si, mamá.

–Zendar, acuéstate en la cama.

Mamá me llevó de la mano hasta la cama. Me dió un beso, y me animó a ponerme encima de él. Con un poco de miedo e inseguridad en el cuerpo, me senté encima de él, haciendo que su polla entrase dentro mía. Exhalé un gemido de dolor, pero no me detuve ahí. Al principio me dolía, pero ella estuvo ahí para animarme a seguir. En cierto punto el dolor dio paso al placer, permitiéndome gemir de gusto. Entonces se alejó de mí, y puso su coño en la cara de Zendar, haciendo que él le comiera el coño. Cuando sentí que llegaba, aceleré la cabalgada y sentí su semen dentro mía. Al mismo tiempo yo tuve un orgasmo, pero no me levanté. Mi madre siguió moviéndose encima de la boca que Zendar hasta que ella tuvo un orgasmo. Ambas nos acostamos a ambos lados de la cama, yo sonreí de gusto por el polvo que tuvimos.

–Mi coño parece un bollo de crema–dije mirando mi vagina a la que se le escapaba semen.

–Más tarde usas el hechizo para evitar un embarazo.

–Yo os dejo, me habéis dejado seco.–dijo Zendar el cual se retiró

–Ha sido mejor de lo que esperaba, hija mía.–la volví a besar

–¿Esto no es incesto?

–Eres tu la que me ha besado.

Aquella noche no pude dormir. No podía parar de pensar en mi primer polvo. Me encantó y mi cuerpo pedía más. Necesitaba el sexo como el comer, me debatía entre mi madre y Zendar. No sólo me gustaba una persona del mismos sexo, sino que esta es mi propia madre, pero la polla de Zendar… Y así estuve hasta que me decidí a salir fuera de mi alcoba, e ir en busca de mi madre o del elfo oscuro. Mi madre debía estar follando u observando las estrellas. Por suerte cuando emprendí la búsqueda de mi madre recibía un masaje de una esclava muy guapa. Era una elfa oscura. La esclava iba desnuda tal y como mi madre lo iba.

–Vos debéis de ser la reina de estas tierras.

Me quedé sin palabras cuando se dió la vuelta, y mostró sus atributos. Su cuerpo sudoroso parecía esculpido por los mismos celestes. Todo en ella era perfecto, me ofreció una tímida sonrisa cuando me vio.

–Majestad, desnudese, y acuéstese junto a la fuente. Como su madre.

Lo hice, la chica simplemente sonrió y seguí sus órdenes. Mi madre me miró, y me guiñó el ojo.

–¿Q-quien eres?–dije nerviosa

–Me llamo Carin, como mi collar puede desvelar, soy una esclava. Ya sabes que tu madre estuvo fuera una temporada, en ese tiempo me compró y me sacó del prostíbulo en el que trabajaba. Pasé de darle masajes con final feliz a todo el mundo, a dárselos a tu madre.

–¿Y... estás feliz? ¿No quieres ser libre?

–Majestad, la libertad no existe. Todos somos esclavos y esclavas de algo o alguien.

–¿Y yo de que soy esclava?

–Eres esclava de tus siervos, pues lo que representas, lo eres gracias a tu pueblo. Sin embargo tú pueblo no te necesita a ti.

–Necesitan protección y liderazgo, y eso puedo dárselo yo. Ellos necesitan una ama que los haga sentirse seguros.

Dejó de masajear a mi madre para pasar aceites corporales por mi cuerpo. Mi madre no intervino, se quedó callada mientras nos escuchaba.

–Exacto, ¿pero quién te da seguridad a ti?–preguntó Carin.

–Mi madre, no se que haría sin ella. De todos los que me sirven, mi madre es la única que me transmite confianza. Se que estará allí para mí si se lo pido.

–Amor madre-hija, eso es muy bonito y especial.

–¿Y tú qué relación tienes con mi madre?

–Se me hace imposible no adorar a tu madre y a sus hijas.–enfatizó el "hijas"–Cuando era puta, una de las diosas me otorgó el don del hermafroditismo, la de veces que me corrí en tu madre.–me estaba excitando el escucharla hablar sucio–Por desgracia volví a la normalidad femenina al dejar de ser una puta.

–Yo me retiro a dormir, hija mía, te presto a mi esclava Carin, será tuya hasta que te anuncies que te casas.

–Hasta eso habrá mucho tiempo.

–Ya, que lo paséis bien.

–Tu madre parece un regalo de los dioses, mi querida ama.

–Si, ella siempre ha sido guapa, pero la guerra la ha convertido en una mujer mucho más atractiva.

–¿A que si?

–Yo...he besado a mi madre y me ha gustado.

–Y a ella también.

–¿En serio?–levanté mi cabeza e intenté mirarla

–Si, y por eso estoy aquí contigo. Le da miedo el incesto, porque si le gusta entonces no podrá parar.

–Es lo mismo que le ocurre a mi hermana, una vez que le gusta algo no puede parar. Y con lo aventurera que es, le va a traer problemas.

–Y como mascota sexual da gusto tenerla.

–Esa desgraciada con lo morbosa que es no me extraña que pruebe las cosas más obscenas. ¿Y habla de mi? ¿Me tiene envidia?

–No, dice que le gusta ser un espíritu libre, hacer lo que quiera y cuando quiera.

–Estaria bien que viniera a verme alguna vez. ¿Sabes que? Ahora que mi madre dejara el palacio pronto, la llamaré para que esté conmigo una temporada. Seguro que le gustas.

–Dese la vuelta, majestad.

–Llamame ama, me pone más. O dueña, me excita mucho.

La esclava reaccionó sonriendo.

–Ha llegado la hora del final feliz, mi ama. Prepárese.

Estaba acostada sobre el mármol, en mitad de mi palacio, desnuda con mi esclava también desnuda al lado de una fuente. Y aún así no sentía vergüenza ni reparos en hacerlo ahí mismo. Miré al cielo y me preparé para lo que fuera a darme. Supe lo que iba a hacer cuando sentí su aliento en mi entrepierna. Cuando comenzó su comida de coño, arqueé mi espalda y gemí. Solo había empezado. Si esto era el sexo oral entonces bienvenido sea. Gemí alto para Carin, se le notaba la maestría. Si ella hubiera tenido pene habría sido suya. Mientras continuaba recibiendo la comida de coño, vi a Zendar espiándome desde la lejanía.  En vez de reprenderle lo llamé. Carin lo miró un momento, y continuó.

–¿No tendrías que hacer esto en tu alcoba?

–Tienes razón, pero es de noche. Tampoco creo que pase nada por disfrutar.–respondí entre gemidos

–Es tu decisión.–me fijé en el miembro erecto del elfo oscuro.

Le hice una señal para que se acercara y él se bajó los pantalones y sonrió. Me metí su miembro en la boca. Por segunda vez. Y así fue como le volví a hacer sexo oral mientras me hacían sexo. Gemía en su boca del placer que me daba la esclava, mientras Zendar parecía disfrutar de la mamada. Por alguna razón que aún no comprendía porqué me encantaba tener su polla en mi boca, sentir que la llenaba toda. Continué así hasta que ambos nos corrimos, tanto yo como él. Me lo tragué todo y le limpié su miembro. Me levante desnuda frente a él.

–Carin, por favor, coge mis ropas, las tuyas y vente a mi alcoba. Tu, también te vienes, esto del sexo mola. Y más cuando eres la puta reina.

Le cogí de la mano, y casi que lo arrastré hasta mi alcoba. No creo que pase nada malo por disfrutar de los placeres carnales, la diosa luna nos permitió sentir placer por algo. Aunque eso tampoco significa que me vaya de vacaciones a un prostíbulo. La verdad es que mi madre es una hedonista, pero de las de verdad.

–¿Y si te ven?–preguntó Zendar mientras íbamos de camino a mi alcoba

–Disfruten de las vistas, y que se den una buena paja.

Cuando llegamos a mi habitación, me encontré una vista que no creía que me encontraría. Mi madre desnuda, y sentada bebiendo vino. Nos hizo un gesto queriendo decir que nosotros a lo nuestro. Zendar se lanzó a mis labios, y yo no tuve otra que tirarme a la cama. Caí boca abajo, lo que pareció ser una señal para que él me empotrase. Mientras yo tenía vistas de mi madre, él apoyó su miembro en mi culo.

–Por el culo otro día, Zendar. Ahora quiero disfrutar, no que me empalen el culo.

Carin llegó y dejó la ropa en un rincón . Tinuviel la hizo sentarse con ella. Sin avisar Zendar me penetró. Arqueé la espalda y gemí. Zendar tomó las riendas y comenzó a cabalgarme de forma salvaje. Y yo gemía para él de puro placer. Madre y esclava se daban placer mutuamente mientras se besaban con auténtica pasión. Mientras Zendar agarró del pelo y continuó usándome cual yegua. De vez en cuando me azotó en el culo. Yo me volví a correr cuando el eyaculó en mi interior.

–Joder, ha sido...vigorizante.

–Zendar, vuelve a tu alcoba. Déjanos solas.

Yo me acosté en el cama, para descansar un poco de la follada que me acababan de dar.

–Eso está mal, hija mía. No eres su perra.

–¿De qué estás hablando?

–No eres su perra, tu no le das placer a él, él te debe dar placer a ti. Tu eres la reina, y él es un simple soldado. No olvides eso, y no cometas los errores de tu hermana.

–¿Y que debería hacer? ¿Cómo debería actuar?

–Aquí me tienes como sujeto de pruebas.–se señaló mi madre así misma–Trátame como a tu sierva, se que sabes hacerlo.–asentí

–Ven frente a mi, ahora.–ordené con autoridad

Mi madre vino frente a mí y esperó una orden.

–Arrodíllate, Zendar.

–¿De qué vas, nena?

–Soy la reina, arrodíllate, ahora–mi madre me obedeció–Besa mi mano.–y ella lo hizo.

Mi madre se me quedó mirando, y yo no supe que más decir. No entendía a mi madre, no quería tener sexo conmigo por miedo a lo que pudiera pasar, pero ahora estaba obedeciendo mis órdenes. Y me moría de ganas por sentir sus labios, y sus caricias.

–Carin, acércate.

–¿Qué deseas?–preguntó  agachando la cabeza

–¿Tenéis en palacio esos arneses que usáis en los prostíbulos?

–Si, ¿quieres que vaya a buscarlo?–asentí

–¿Crees que debería ser dominante con Zendar?–pregunté a mi madre, y está se levantó

–Creo que debes mostrar que eres una reina. Eres una mujer, y si te muestras como lo suele hacer tu hermana, muy probablemente pierdas el respeto de tus compatriotas.

–¿Y tú qué?

–Yo sé cómo hacerlo bien, las sacerdotisas de la luna me enseñaron parte de su arte. Si eres como Talia acabarás mal, querida mía. Fuera de Hizunia una mujer como yo, o como ella, es considerada puta. Allí fuera las mujeres deben ser recatadas, sumisas y deben dar muchos hijos.

–¿Y si hubieras nacido fuera de nuestra tierra?

–Si no hubiera nacido princesa, me hubiera hecho sacerdotisa lunar o maga. A las sacerdotisas lunares no les exigen nada de lo que a una mujer se le suele exigir. Pueden hacer todas las mamadas y orgias que les de la gana a las muy putas.

Carin llegó con el mencionado arnés, con un ariete de tamaño considerable. Miré a Tinuviel y arqueé una ceja.

–Es más grande de lo que me imaginaba.–Carin me lo dio.

–La ama Tinuviel expresó su deseo de enseñarte a ser reina en la cama. Me gustaría darte un par de lecciones de como deberías ser en la cama.–propuso Carin

–De acuerdo–acepté la idea de Carin

–Verás, los hombres en su mayoría son todos iguales. Humanos o elfos, creen que las mujeres son suyas para follarlas. Tu puedes elegir ser la puta de Zendar, o ser la ama de Zendar. Estar para él, cuando esté lo desee, o que él esté para ti cuando tú lo digas. Ponte el arnés, y acuéstate en la cama.

Hice todo lo que ella dijo. Ella se acercó a mí hasta que se puso encima mío. Recuerda estar encima. Ser tú la que introduzcas su miembro en ti. Se sentó sobre la polla de mentira y gimió. Puso su mano en mi cuello y comenzó a montarme. A moverse hacia arriba y abajo con sensualidad.

–Con la mano en el cuello le recuerdas–dijo mientras gemía–quien manda. Como hacen chupasangres y hombres lobo, que sepa que tú eres la jefa y ama. Mientras le montas y le miras fijamente. La mirada es muy importante.

Me sentí intimidada por la esclava, en verdad sus indicaciones estaban funcionando. Me levanté un poco para alcanzar su rostro y besarla. Entonces de repente se levantó.

–Dame el arnés, voy a enseñarte una cosa.

–¿No quieres correrte?–le pregunté

–Tu madre ya me dará un buen meneo con el arnés.

Entonces el arnés se lo dió a mi madre.

–Verás, tu madre sabe mostrar que sus amantes la necesitan. Cuando el sexo le ha encantado, lo agradece con una mamada. Así, si quieres más, debes hacerla gritar de placer. Tu debes conseguir lo mismo, que necesite complacerte para tenerte.

–Tu lo que quieres es que adiestre a Zendar como mi juguete sexual.

–Exacto, eso querida ama, es lo que voy a enseñarte. Y tenemos todo el tiempo del mundo.