El placer de hacerte mía (5)

La más tierna, dulce y bella historia de amor llega a su final.

Con el corazón a punto de romperse en mil pedazos y dispuesta a rogar y suplicar, me lancé de rodillas a sus pies aferrándome a cualquier posibilidad de salvar nuestra relación, haría lo posible y hasta lo imposible por retenerla a mi lado, intenté decirle tantas cosas, pero de mi boca no salía ninguna palabra, quizás la conmoví, porque tiró el sobre al piso, se arrodilló frente a mí y me abrazó pidiéndome que me calmara.

No decía nada más, sólo que dejara de llorar, que todo estaba bien, pero sus palabras carecían de significado para mí, nada, absolutamente nada estaría bien si ella no estaba conmigo, intentó levantarse, pero no se lo permití, me pidió que fuéramos a la cama, que necesitábamos hablar, pero eso me parecía injusto, yo aún no tenía voz, y no sabía si ella estaría dispuesta a esperar a que desapareciera el nudo que tenía en mi garganta; puso sus manos a cada lado de mi rostro y limpió con sus pulgares mis lágrimas, en ese momento pude ver que ella también lloraba, talvez aún me quería, esa era mi única esperanza.

Me tomó de la mano, recogió el sobre del piso y me incorporó junto con ella, cerró la puerta que permanecía abierta y prácticamente me arrastró a la cama, yo no quería sentarme, pero me obligó a hacerlo, en cuanto lo hice se sentó a horcajadas sobre mí y dejó caer el sobre a un lado de mi cuerpo; tomó mis manos y las colocó suavemente sobre sus glúteos, pasó sus brazos por detrás de mi cuello y lentamente acercó sus labios a los míos, no la besé, fue ella quien me besó a mí, yo sólo me dejé hacer, pero ese beso no era como los demás, había algo diferente, algo que en ese momento no logré identificar, ¿una despedida?... ¿un reencuentro?... no lo sé, no logré descifrarlo; se separó lentamente de mi boca privándome del placer de sus labios, mi mente estaba en caos,

¿Qué pasará ahora?, ¿Se levantará y se irá?, y si lo hace... ¿Seré capaz de detenerla?... ¿O de retenerla a mi lado?

Me miró sonriente y preguntó

"¿Ya estás mejor?"

, a penas recuperando la voz pude responder un

"Sí"

casi inaudible, pero la estaba engañando, nada estaba mejor, nada podía estarlo sin ella, me dio un pequeño beso y levantó el sobre de la cama, ante mi mirada temerosa, lentamente abrió el sobre y sacó una hoja membretada, le dio vuelta y la extendió frente a mis ojos para que pudiera leer, mi alma casi salió de mi cuerpo sólo con ver el logo del membrete, era el de una clínica privada de fertilización; con ansias empecé a leer, y me encontré con que se había practicado una inseminación artificial hacía casi dos meses, mediante esta carta se le estaba informando que el resultado de la prueba de embarazo había sido positivo, las lágrimas volvieron a inundar mis ojos, pero esta vez eran de felicidad, Susan la había llevado con un amigo muy cercano de ella que atendía ese consultorio, dada la proximidad, le pidió que los rasgos del donante coincidieran con los míos, me sentí la persona más dichosa del mundo entero en ese momento... mi princesa no me abandonaba, estaba formando una familia conmigo.

Entre besos me confesó que tenía miedo de decírmelo sin antes estar segura de ello, además que quería que fuera una sorpresa, había estado muy preocupada por el resultado, por eso estaba tan distante, y también porque la situación se le estaba saliendo de las manos y la presión de no decirme la estaba matando; ya sabía que yo había malinterpretado las cosas y que tenía miedo de perderla… la vieja chismosa de Mike se lo había dicho, sólo a él le confesé mis miedos, así que por consiguiente, de seguro Susan y hasta mis padres estarían al tanto de todo.

Tiré la hoja al suelo y me abracé a su cuerpo con infinita delicadeza, la besé de tal forma que casi desfalleció en mis brazos, comenzamos a quitarnos la ropa mientras se nos hacía imposible separar nuestros labios, quedamos totalmente desnudas en muy poco tiempo, me acomodé en la cama y atraje su cuerpo hasta quedar a horcajadas sobre el mío, me incorporé hasta quedar casi sentada, aprovechando esta posición besé su boca… sus mejillas… bajo su barbilla… su cuello y finalmente… sus senos, me dediqué a lamerlos y acariciarlos, bajé mis manos a su trasero y lo apreté suavemente, traté de seguir bajando mi boca, pero mi posición no me lo permitía, así que me recosté totalmente en la cama atrayéndola por sus caderas hacia mi boca, besé su (como siempre) depilado pubis y la escuché gemir, deslicé mi lengua entre sus pliegues hasta encontrar su clítoris y la vi aferrarse desesperadamente a la cabecera de la cama, deslicé mis manos suavemente por su vientre hasta llegar a sus pechos, los acaricié en forma circular mientras mi lengua derretía su sexo, me moví un poco para poder penetrarla con la lengua, cuando lo hice, echó su cabeza hacia atrás con los ojos cerrados y emitió un profundo gemido, bajé mis manos momentáneamente hasta sus caderas y apreté su cuerpo contra mi cara, la volví a subir y bajar un par de veces marcando el ritmo de su placer, pude ver sus pechos balancearse ligeramente de arriba abajo, moví mi nariz de forma que pudiera rozar su clítoris cada vez que su cuerpo descendía, subí mis manos hasta sus pechos para acariciar sus turgentes pezones y continué desplazando mi lengua por todo su interior tratando de llegar a su punto G, cuando lo logré, los movimientos de sus caderas aceleraron levemente el ritmo y sus gemidos hicieron eco en la habitación, vi su cuello tornarse ligeramente brilloso, empezaba a sudar, no sabía si el "ejercicio" le haría mal a su estado, así que la agarré firmemente por la espalda y sin dejar de mover mi lengua la empujé suavemente hacia atrás hasta recostarla en la cama, sus piernas quedaron sobre mis hombros, una de sus manos sobre mi cabeza y la otra aferrada al borde de la cama, puse una mano sobre su vientre ejerciendo leve presión y acaricié su pubis con mi pulgar, la otra mano se encargó de acariciar sus pechos, mi lengua continuó moviéndose en su interior por inagotables minutos en los que pude ver y oír cuánto disfrutaba de mis caricias; cuando su intenso orgasmo finalmente llegó, bebí de su sexo el delicioso néctar de su ser.

Esa noche pasamos horas besándonos, no hubo parte de su cuerpo que no fuera besada por mis labios o acariciada por mis manos, no pensé que me pudiera dar más felicidad de la que ya tenía, pero me equivoqué, pues descubrí que la felicidad, cuando se ama de verdad, no tiene límites.

Desde ese día decidí no asistir más al despacho, después de todo prácticamente se manejaba sólo, le dediqué todo el tiempo posible a la niña de mis ojos, a cuidarla, mimarla y complacerla absolutamente en todo; sus antojos me mataban, le dió por utilizarme de bandeja cada vez que se le ocurría comer algo y casi siempre, yo terminaba siendo el plato fuerte, la deliciosa tortura empeoró cuando empezó a pedirme helado de vainilla, pero siempre terminaba siendo helado de Nicole, así que me convertí en su sabor favorito de helado.

Cuando su cuerpo empezó a dar los primeros indicios de cambio, comenzó a sentirse fea, gorda e incluso vieja; trataba de que yo no la observara cuando se vestía, se arropaba más de lo normal y hasta intentaba evitar que yo la tocara.

Me costó mucho hacerla ver que ante mis ojos simplemente era la mujer más bella del mundo, me encargué de borrar esos pensamientos con muchas caricias, besos y mimos, traté de describirle las sensaciones que me provocaba hacerle el amor en su estado, pero nunca encontré las palabras adecuadas, siempre me quedaba corta al describirlo.

La primera vez que sentí al bebé moverse bajo mi mano fue una sensación absolutamente maravillosa, pero siempre era superada por una mejor; la acompañé a todas sus citas médicas prestando especial atención a las recomendaciones del doctor, el día que le practicaron el primer ultrasonido casi me desmayo de la impresión, pese a la insistencia del doctor, no quisimos saber el sexo del bebé, decidimos que sería una sorpresa, pero las dos deseábamos que fuera una niña.

Con el pasar de los meses, descubrí que el bebé se movía cada vez que me escuchaba hablar, así que me dediqué todo el tiempo que pude a leerle, cantarle y hablarle de cualquier cosa; Michelle se reía de mí al escucharme hablar de cuanta tontería se me ocurría, pero le encantaba verme tan feliz, a mí me fascinaba darle besos al bebé sobre la piel de Michelle... bueno, era una oferta que no podía rechazar, un maravilloso 2x1 que posiblemente satisfacía a tres.

Una que otra vez visitamos a Mike y Susan, pero lo más que hacíamos era hablar por teléfono con ellos, ya que estaban súper atareados con sus preciosos gemelos, un niño y una niña, Mike decía que era mejor así, de esa forma tendrían más probabilidades de emparentar con nosotras. Mi mamá, aunque a distancia, no perdió el contacto telefónico con ninguno, después empezó a visitarnos más seguido, el día que no recibíamos llamada de ella, era porque venía en camino para cuidar de los bebés de Mike o porque estaba con nosotras.

El día tan esperado llegó; mi mamá, Susan, Mike, la hermana de Michelle e incluso los gemelos esperaron pacientemente en el hospital hasta saber noticias de Michelle, nunca pasé momentos más tormentosos que esos; dividiendo mi angustia en dos y mi corazón en mil, recorrí los pasillos del hospital queriendo gastarlos, mi mente torturada, me ofrecía un sinnúmero de fatídicas posibilidades que no hacían nada más, sino elevar mi sufrimiento a niveles descomunales, hasta que por fin recibimos noticias...

"Todo salió perfecto, las dos están muy bien..."

el doctor que atendió el parto de Michelle nos dio la noticia con una sonrisa de satisfacción pintada en el rostro.

"¿ Las dos?"

pregunté con incredulidad interrumpiéndolo.

"Sí, ha sido una niña, y tanto ella como la madre están en excelentes condiciones, tal parece que la madre estuvo muy bien cuidada durante el embarazo y eso ayudó mucho"

"¿ Las dos?"

pregunté insistentemente con cara de idiota, como si no hubiera obtenido respuesta alguna; mi mamá, Mike, Susan, la hermana de Michelle y hasta el doctor, se rieron de mí, pero a mí me parecía increíble saber que Michelle había dado a luz a una niña… a una pequeña princesita.

Cuando por fin pude ver a mi pequeño angelito, tuve que sostenerme muy fuerte de lo primero que encontré, porque mis piernas flaquearon al instante en que la vi, una Michelle en miniatura... un pedacito de mi dulce amada.

No me permitieron entrar, me dijeron que la llevarían al cuarto de Michelle, así que me fui a esperar frente a la habitación, hasta que se apiadaron de mi alma en pena y me dejaron entrar, Michelle me esperaba con el rostro fatigado pero sonriente, y yo emocionada como estaba, no esperé a que salieran de la habitación el doctor y la enfermera, me dejé llevar y le di el beso más dulce y tierno que pude susurrándole cuánto la amaba.

Minutos después llevaron a nuestra bebé y pude cargarla por primera vez en mis brazos, la tomé con mucho cuidado como si estuviera hecha de cristal, le di un beso en la frente y la puse a un costado de Michelle, le hablé bajito para no despertarla, pero de inmediato abrió sus preciosos ojitos azules al reconocer mi voz, desorientada e inquieta, hacía mil intentos por ubicar a la dueña de la voz, que repentinamente había enmudecido por la emoción, sólo se tranquilizó cuando volví a hablarle, pero esta vez más cerca de su carita; con movimientos torpes de sus cortos bracitos trataba de alcanzar mi rostro, así que tomé sus diminutas manitos entre mis dedos y las puse cada una sobre mis mejillas, le susurré hasta que se durmió nuevamente, le di un otro beso en la frente y la dejé descansar, me acerqué a Michelle y tuve que susurrarle para que nuestro pequeño angelito pudiera dormir tranquila.

"Michelle, mi amor, no sabes lo feliz que me has hecho princesa, te quiero, te amo, te adoro...

-besé suavemente sus labios y después toda su cara, sonrió débilmente por el agotamiento-

¿Ya decidiste cómo la nombrarás?"

casi sin fuerzas respondió a mi pregunta.

"Sí, se llamará... Anna Nicole... Anna por mi mamá y... tú deduce por quién se llamará Nicole"

en ese momento mi mente colapsó, no tenía palabras para expresar la felicidad que invadía mi cuerpo, mi alma y mi corazón.

"Michelle...

–abrí la boca, pero ninguna palabra salió de ella, mis manos intentaron torpemente manifestar lo que mi boca no podía, pero tampoco lo lograron, sólo pude hacer que mi princesa sonriera tiernamente, la besé otra vez mientras mi mente trataba de organizar ideas-

Te amo Michelle... muchas gracias, mi amor, no te imaginas lo que eso significa para mí"

"Yo también te amo Nicole"

nos besamos por un momento, pero ella necesitaba descansar, así que me recosté a su lado y acaricié su cabeza hasta que se quedó dormida; observé embobada cada movimiento que cualquiera de las dos hacía, hasta que me lo impidieron las desalmadas enfermeras cuando llegaron para sacar a la bebé (y a mí) del cuarto.

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Hoy en día, mi mamá se ha vuelto una constante en nuestras vidas, la verdad es que no puede separarse de Annie (como yo la llamo o Nicky como la llama Michelle)... no la culpo, nadie puede, todos hemos sido víctimas de sus encantos, se ha adueñado muy fácilmente del corazón de los que la rodean.

Me parece increíble, pero cada día estoy más enamorada de Michelle, se ha convertido en el objeto de mi adoración y el centro de mi devoción.

Muchas veces me descubro añorándola aunque esté sentada a mi lado, queriendo sentirla aunque su lengua me esté provocando un intenso y delicioso orgasmo, deseando tenerla aún cuando mi boca mima cariñosamente su pezón y mis dedos la penetran suave e incesantemente queriendo llevarla al cielo.

Siempre anhelé poder enamorarme, encontrar a esa persona que llenara ese gran vacío que había en mi corazón, poder entregarle todo lo que soy y recibir lo mismo a cambio, pero lo que la vida me ha regalado es muchísimo más de lo que alguna vez esperé tener.

Recuerdo vagamente, que alguna vez en mi niñez pensé en encontrar al hombre de mi vida... lo que nunca imaginé fue encontrar a la mujer de mis sueños.

Esta historia no deja de ser escrita, simplemente deja de ser narrada...

FIN