El placer a las 2 de la mañana

En la quietud de la noche los vecinos se lo montan. Qué delgadas hacen las paredes!

Todo empezó de una forma casual.

En la casa de al lado de la nuestra han vivido varias familias. Todas bastante normales. Buenos vecinos, podríamos decir. Tampoco es que nuestro barrio aquí, en un pueblo de Sevilla, tenga mucha vida, ya que se compone sobre todo de familias jóvenes que trabajan fuera.

Conozco más a los vecinos, casi, por el coche que tienen en vez de por sus caras.

A finales del verano pasado se mudó allí una familia más. Marido calvete sobre los 40. Ella igual más o menos de edad. Morena y de ojos oscuros. Siempre que me la he cruzado por allí en mallas y ropa deportiva. Y dos niños.

Lo cierto es que ni se les escuchaba. Se iban temprano, volvían tarde y había poco jaleo como peleas o gritos.

Con nosotros un hola y un adiós cuando nos cruzábamos y poco más.

Por mi trabajo suelo acostarme pronto. Por eso cuando llegó Navidad aproveché y más de una noche me quedé en el sofá cuando mi mujer se iba a la cama con los niños. Me echaba una copa y apuraba los minutos

Así estaba en una noche, con la polla hinchada viendo una porno y meneándomela. Cuando escuché algo. Serían las dos y media de la noche y me asusté. Puse el mute en la tele y subí a la planta de arriba por si algún niño se había caído o algo. Nada. Todo bien. Mi mujer y mis hijos dormidos.

Volví a bajar. Algo acojonado la verdad. Parecía que el ruido había desaparecido. Pero fue sentarme de nuevo en el sofá y otra vez. Parecía como algo arrastrándose. Pero en esta ocasión se escuchaba que era en la casa de al lado.

Su salón da contra el mio. Tenemos en una segunda planta los dormitorios y abajo salón, cocina, etc.

Aproximé con el corazón acelerado el oído a la pared.

A pesar de la pared, se escuchaba algo. Estaba claro que los vecinos se lo estaban montando. Una situación que me pareció de lo más morbosa, como demostró la erección brutal que tuve.

Es cierto que no se escuchaba todo, pero quizás por eso la situación era incluso más excitante. Mi imaginación se desbordó pensando en la escena.

Se escuchaba algún beso, alguna cachetada, el mueble arrastrándose algo y golpeando la pared. Algún suspiro, algún gemido, el sonido de la piel contra la piel. Y palabras sueltas que no se entendían más allá del “dame” y “no pares”

Para algunos puede parecer una situación tonta. Es cierto. Pero para mí me resultó de lo más excitante. Me hice un pajote descomunal tras escuchar como se corría la vecina.

Fue algo que no me puedo quitar de la cabeza. Tras esa primera experiencia he “puesto” más veces el oído y los he vuelto a escuchar algunas veces. Siempre a horas tardías, lo que me ha llevado a dormir poco algunas noches. Pero la espera ha merecido la pena casi siempre.

Además, en estos meses tras la navidad les he metido caña. Me explico.

Mi mujercita es bastante escandalosa en el sexo. Pero siempre le he dicho que se controle, por una mezcla de vergüenza de que nos escucharan vecinos, y de miedo por los niños.

Pero tras escuchar a los vecinos, le he dado rienda suelta. Ella no sabe el porqué pero me pone muchísimo que la escuchen.

Es imposible que no la hayan escuchado gemir y gritar.

Si nuestros salones están pegados, lo mismo ocurre con los dormitorios. Así que entre el golpeteo y sus orgasmos, más de una noche se la hemos dado a los vecinos.

Ahora, cuando nos cruzamos por la calle ellos y nosotros, además del hola y adios típico hay cierto brillo en las miradas.

Y me gusta

Mucho.