El piso de Erasmus

Sexo descontrolado en un piso de estudiantes Erasmus. Mi amiga Azucena me cuenta sus apasionadas aventuras estudiando en francia y cómo se dio cuenta de que el deseo se sentirse colmada era más fuerte que ella.

(Este relato, de lectura totalmente independiente, sería de algún modo una continuación de la historia comenzada en "Obsesión por una amiga". Por eso no repito la descripción de Azucena).

Pasaron unas semanas sin que ocurriera nada, sin ver a Azucena, sin interesarme por ella, incluso sin tener accesos de calentura con su recuerdo. Me sentía como un cornudo a pesar de que era a otro a quien ponían los cuernos. Pero ver a Azu penetrada doblemente por dos de mis mejores amigos y unirme luego a la orgía, por muy excitante y gozoso que fuera tuvo el efecto de aplacar lo que en parte empezaba a sentir por ella. Pero no solamente mitigó los sentimientos, sino también los deseos, la necesidad de follármela que había tenido casi cada minuto de mi vida durante los meses anteriores.

Ya era verano cuando me la encontré una tarde mientras volvía de comprar unos libros. Nos quedamos mirando y en lugar de surgir la pasión, el empezar a magrearnos locamente, tan solo decidimos entrar en un bar a tomar una cerveza. Ella seguía como siempre, tal vez un poco más delgada sin cabe. El sol veraniego, en su piel de por sí bastante morena, apenas destacaba demasiado.

Empezamos a comentar lo sucedido. Me contó que Gonzalo seguía sin sospechar nada de su cornamenta y que Fran la había mandado unos mensajes al móvil como sugiriéndola repetir la experiencia del almacén de la taberna irlandesa, mientras Pedro no había dado ninguna señal en la misma dirección cuando había estado con él. Casi llegamos a bromear sobre todo lo sucedido. Me estaba desenamorando, si es que siquiera había estado enamorado.

¿Lo habías hecho alguna vez? ¿Le habías puesto los cuernos a Gonzalo en todos estos años?

Tardó unos instantes en responder, como pensándose en decidir si hacer alguna confesión o no.

Esto..- comenzó. - Recuerdas el año en que estuve de Erasmus

¿En Lyon?

Claro, claro

Pues allí sí, allí pasó algo.

Azucena había pasado un curso, durante su carrera, de Erasmus en Francia. Allí vivía en un piso compartido con otros tres Erasmus, una chica y dos chicos. Gonzalo iba a verla aproximadamente una vez al mes, mientras ella volvía también a España con la misma periodicidad.

Cuéntamelo, anda.

Teníamos tiempo, había poca gente en el bar. En vez de llevarla a los servicios a joderla, que era lo único que se me hubiera pasado por la cabeza unas semanas antes, prefería que me confesara sus devaneos. Sus traiciones. Entonces sí volví a excitarme.

Te cuento, como empecé a cambiar

Azu empezó a narrar. Como las becas Erasmus no son tampoco económicamente para tirar cohetes, tuvo que compartir el piso, como decía, con otras tres personas. Su compañera de piso, María, una chica entre rubia y castaña clara, alta, cerca del metro ochenta, con ojos claros, azules, bastante bien formada, sobre todo con amplias espaldas fruto de sus años jóvenes de nadadora. Pero no es que fuera estrictamente nadadora, ya que no era precisamente plana. Un pivón en todas las acepciones de la palabra, con novio en España, claro. Más reservada que Azu, sin resultar arisca. Una chica maja, que quizá dejaba una distancia con el resto de la gente consciente de que su físico en muchas ocasiones resultaba turbador.

De los dos chicos, uno me lo definió como bastante guapo, Marcos, un tipo de uno ochenta, castaño y atlético, también con novia en España. De lo chicos que sabes que tienen que esforzarse muy poco para ligar pero sin llegar a ser empalagoso por ello como muchas veces pasa. Adorable. Fisicamente muy atrayente, por tanto.

El otro era David, un chico más retraído, intelectual, de pocas palabras en principio pero directo cuando se decidía a hablar. Sin ser ningún mister, era resultón e interesante para las chicas, sobre todo cuando se quitaba su coraza y dejaba fluir su conversación, lo cual pocas veces ocurría. No tenía novia. Quizá por su carácter, daba la impresión de buscar a la chica ideal.

Las primeras semanas iban pasando como si nada, mientras los chicos se iban conociendo, y descubriendo a las gentes del lugar o quedando con otros Erasmus de Lyon, también deseando que llegara el finde de la visita de sus parejas.

Poco a poco David, tímido en principio, se iba abriendo. Eso fue gracias a la simpatía natural de Azucena, que le dio la confianza necesaria. Empezaron a interesarse mutuamente el uno por el otro. De manera inocente, o esa creía de momento Azu, si bien distaba mucho de ser lo que le ocurría a David.

Muchas veces, en vez de salir, se quedaban a beber en casa, incluso entre semana. David y Azu se iban llevando cada vez mejor y en ocasiones les daban las tantas de la madrugada charlando de temas de todo tipo. Azu la hablaba de su relación con Gonzalo, los problemas de la distancia, la pérdida de la chispa del paso del tiempo. David de sus anhelos profesional, de su deseo de ser escritor, de viajar todo lo que pudiese.

Lo que Azu todavía no sabía es que el verdadero anhelo de David desde que vivían juntos era su culo. Luego se lo contaría todo. Era lo mismo que me había acabado por ocurrir a mí, como ya conté. No habían pasado ni quince días cuando se sorprendió masturbándose violentamente pensando, de repente, en que se follaba el culo de su compañera de piso. De ahí pasó a hurgar frecuentemente en la colada, en la ropa interior sucia de Azucena, que enrollaba sobre su polla haciéndose con ella las pajas más dichosas de su vida, eyaculando ahí sabedor de que iba directa a la lavadora sin que nadie lo viese. En muchas ocasiones, ya puesto, cogía también una prensa usada de Maria pues ella, también lo excitaba, pero lejos de la obsesión enfermiza que sentía por el culo de Azu.

El siguiente paso fue espiarla mientras dormía y ponerse a menearse la polla, con cuidado de no hacer ruido. También se sorprendió un día mientras ella fregaba, en que entornó la puerta de la cocina y aprovechando que no había nadie más en la casa se hizo una paja mirando el movimiento que hacía su culo al fregar. Fue delicioso, aunque casi lo descubre por el suspiro que exhaló al final.

Pero cuando mejor y peor lo pasaba, era con sus charlas. Había tenido pocas experiencias sexuales y le daba vergüenza hablar de ello pero consiguió llevar a Azucena a ese terreno, hablándola de si echaba de menos a su novio, más o menos intentando que confesara si se masturbaba aplacando el tiempo de las esperas. "Una mujer hace lo que tiene que hacer", acaba admitiendo riendo, muchas veces cogiéndole la mano en las risas y él acariciando su pelo de una manera que trataba de pasar inadvertida pero que estaba llena de sentido.

Azucena empezaba a sentir algo. En sus masturbaciones pensaba en Gonzalo y en tíos famosos, como siempre pasa, pero en sus fantasías empezó a incluir a Marcos, que consideraba que estaba muy bueno. Pero no a David, porque notaba que sentía algo especia por él. También se la hacían cada vez más largos los días separados de su novio, sin follar, aunque buen cierto que los polvos con Gonzalo ya era, tras cuatro o cinco años de relación, demasiado mecánicos.

Un día, David, regresó a casa a una hora en la que el resto normalmente estaba en clase. Ni corto ni perezoso, fue hacia el balde de la ropa sucia, cogió unas bragas de Azu y empezó su ritual, gritando para sí mientras se masturbaba de pie, andando de un lado para otro. Fue hacia el servicio, para acabar allí, ya que siempre era más fácil no manchar nada del piso y cuando abrió la puerta se encontró a la misma Azu, desnuda, secándose con una toalla en la mano. Había estado dándose un baño espumoso, de ahí que no percibiera ningún ruido.

La sorpresa de ambos fue monumental. Ella instintivamente se tapó, no sin que antes David percibiera sus tetas de medio tamaño pero con una consistencia que desafiaba a la gravedad, así como su coño la una mata negra medio rasurada. Todo este espectáculo hizo que su erección ni siquiera menguara a pesar de ser sorprendido y que ni siquiera atinara a guardar las bragas de Azu. Tras unos segundos de duda, se retiró acabar de ajear en su cuarto, sin importarle ya manchar, nada, pero le era imposible soportar la excitación. Siguió meneado su polla a punto de estallar y manchó abundantemente las bragas de Azucena.

Esa noche, cuando coincidieron en el salón de la casa, David quiso disculparse. De Azu solo recibió un somero "Eres un cerdo". Luego se volvió de nuevo a él

¿Cuánto tiempo llevas haciéndolo? Ahora entiendo por que siempre hacías la colada.

Había estado toda la tarde dándole vueltas a la cabeza y lo que la había molestado no érale hecho de que se masturbara con su ropa interior de hecho la provocó una cierta quemazón cuando le daba vueltas a la cabeza a la imagen, sino que fuera un chico porque el que notaba que sentía algo y que se le revelaba como un cerdo más.

Cuando me contaba estas cosas, Azucena también me confesó que cuando yo la acosé la recordaba mucho a David, porque también apenas atinaba a disculparme y no sabía poner excusas. Solo dejar que fluyera la excitación, acabando con años de bonita amistad por culpa del puro morbo.

Como no había montado ningún escándalo, David pensaba que su compañera de piso no estaba del todo enfadada con el juego que había descubierto que se traía con su ropa interior. A la mañana siguiente, ambos se levantaron antes que nadie. Cuando David entró a la cocina Azu se hallaba de espaldas, con el fino pijama como única ropa, dejando entrever su delicioso culo redondo. Inmediatamente, David se acercó, la agarró las tetas sujetándola a la vez los brazos y empezó a restregar su polla a la altura de la nalgas de Azu.

¿Qué haces? Para, cerdo.

Pero apenas se negó. Se dio cuenta que lo deseaba desde el día interior. Que la amistad se había transformado en algo más. David seguía simulando una enculada por encima del pijama de Azucena, tocándola las tetas y lamiendo su cuello con pasión. Después la soltó pero la opresión hacía que ella no pudiera cambiar de postura. Tampoco quiso. Se sacó la polla, pero entonces Azu, se asustó al notar como David se había bajado su pijama y mostraba una verga bastante interesante, de unos 18 centímetros. Dejó una de las manos, hasta entonces apoyada en la encimera de la cocina y empezó a masturbarle, mientras David le metía su mano izquierda por dentro del pijama y empezaba a masajearla su deseado culo.

Azu aceleró el ritmo de su paja. David pasó a ocuparse de su coño, metiendo hasta tres dedos, provocando los gemidos de Azu.

Ayyy, ayyy, qué haces!, ayyyy, síiiiiiii.

Al final, David no se pudo contener más y se corrió, aunque hubiera preferido continuar más, sobre todo haberse ocupado de ese culito que le volvía loco. Azu llegó a su vez al orgasmo y solo entonces se volvió y miró a los ojos a David. Cada cual volvió a su cuarto. Solo desayunaron cuando María y Marcos ya se habían levantado.

Lo que no sabía es que ya habían sido observados

María se fue percatando de la familiaridad de David con Azu. No del encuentro de la cocina, sino de los ojos con que David la miraba. Cosas que saben las tías de nosotros aunque lo nieguen. Siempre saben quién nos gusta. Más ella que, acostumbrada a hacer babear a los hombre,s en esta ocasión se había encontrado con uno que, sin despreciarla, estaba claro que suspiraba por su compañera de piso. Marcos era diferente. Flirteaba con María, flirteaba con Azucena, pero más que con pretensión de ligárselas (tenía novia, recuerdo, aunque la distancia es la distancia y la falta de cariño…) sino como quien habla de tiempo. Era un don natural, una suficiencia no cargante.

Una vez María descubrió a David mirando embobado a Azucena, o más bien a su culo, cuando ésta se levantó del sofá para llevar unos vasos a la cocina. Cuando apartó su mirada de esas deseadas posaderas se encontró con los ojos de María, que querían decir algo como "se te nota tanto". La sonrió, le sonrió, como guardando un secreto imposible de guardar.

Dos días después de los de la cocina, cuando Azu se estaba dando una ducha, David, imaginándose lo que había al otro lado de la puerta decidió actuar de nuevo. María estaba preparando la cena en la cocina y Marcos hablando por teléfono con su novia en su cuarto.

Dio unos toquecitos en la puerta del servicio.

¿Quién es?

Soy yo, date prisa. Dijo David, simulando que necesitaba entrar.

En cuanto Azucena descorrió el pestillo, abrió la puerta y se abalanzó sobre ella. Cerró la puerta tras de sí y la quitó la toalla. Mojada como estaba, resultaba imponente.

Te deseo, ahhh, te deseo, - Decía David.- Deseo tu culo.

Azucena contestó con algo que a mí ya me sonaba.

No puedo, no puedo, tengo novio.

Pero su resistencia fue mínima. Lo deseaba tanto como él, incluso se acababa de hacer un glorioso dedo en la ducha recordando el encuentro de la cocina. David comenzó a lamer todo su cuerpo mientras la tumbaba en el suelo del baño, antes de meter varios dedos en su coño. Luego descendió empezó a dar lengüetazos en su labios vaginales.

No, para, no quiero que follemos, no, por favor, ahhhh,ahhhh.

Se moría de gusto, de todas formas. David, sin embargo, no quería hacer nada que ella no quisiese. Se levantó, la miró a los ojos, la suplicaba:

Te deseo, Azucena, te deseo, tengo que metértela.

Deja que te la chupe, anda.

David accedió, como accedí yo el día en que Azu me hizo esa mamada de campeonato en el ascensor de su casa. Se sentó en la taza del water y Azu, apoyando sus rodillas sobre una toalla para no lastimarse con el duro suelo, le sacó la polla y empezó a metérsela en la boca. Besándola un poquito primero, lamiéndola entera después, como yo sabía que la gustaba hacer antes de mtérsela hasta la garganta por fin, para proceder luego a ir pajeándola cuando descansba para tomar algo de aire. David la agarraba por su pelo mojado, movía su cabeza y consiguió simular una auténtica follada, hasta que se corrió medio dentro medio fuera de su boca.

Ahh, eres impresionante, Azu, impresionante, te quiero.

Eso también me sonaba. David estaba rendido a ella como lo estuve yo después. Azu lograba que lo que parece simplemente deseo carnal uno lo sienta como amor. Sin ser la tía más buena del mundo, sin ser precisamente demasiado guapa, consigue forjar un deseo irrefrenable.

Salieron del baño sin ser descubiertos, o eso creían

Al día siguiente Azucena regresaba de clase como de costumbre. Cuando entró en casa preguntó en alto si había alguien pero nadie contestó. Una lástma, aunque mejor. No sabá hasta dónde iba a llegar con David. Tras esa comida de polla quizá demasiado lejos. Fue a beber agua al frigorífico y cuando estaba abriendo la puerta notó unas manos que a empezaban a palpar, que rozaban sus tetas, primero despacio, luego con más ardor, después ya claramente apretando, mientras notaba una polla suelta, y dura, en el vaquero. Empezó a suspirar:

No, noo, para, ahhh.

Tenía los ojos cerrados y jadeaba mientras sus tetas, ya durísimas, eran meneadas una y otra vez. Notó algo raro. Las manos se entretenían demasiado en la aureola de los pezones, y tardaban en bajar hacia su culo como la otra vez. Cuando abrió los ojos y dio un poco la vuelta a su cabeza vio que no era David quien la estaba tocando, sino Marcos, totalmente desnudo.

Sorpresa.- Dijo riendo un poco.

No, no, dejame, intentó zagarse Azu.

Tú veras, pero sé que no podrás resistirse.-

La volvió a agarar y la llevó hacia la mesa de la cocina.

Suéltame, coño.

¿Por qué? ¿No me vas a dar a mí lo que le das a él? – Azu cesó un instante en su resistencia.- ¿Te crees que no os visto y oído? Aquí en la cocina, en el baño, ahora serás mía y te gustará más todavía.

Azucena trató de convencerlo.

No, por favor, no hemos follado, solo han sido un par de momentos de excitación, un error

Pues conmigo si que vas a follar y si te resistes le contaré todo a tu novio cuando venga a verte.

Acto seguido, la dio la vuelta sobre la mesa de la cocina y la subió el jersey la y la camiseta. La tocaba las tetas, ya desnudas, a la vez que su polla se paseaba por su pantalón vaquero, sí, ese que marcaba el culo más perfecto del mundo.

Que pares, o me enfado.

Dijo para que menguara la resistencia de Azu. Ésta paró un poco y notó como Marcos la desabrochaba el pantalón y se lo bajaba un poquito. Hizo lo mismo con las bragas. Excitadísimo como estaba, no se detuvo a prepararle el potorro, que por otra parte estaba lo suficientemente húmedo como para que pudiera meterla hasta el fondo de un golpe. Había fantaseado mucho con Marcos. Y Marcos con ella, sabedor, gracias a su casual espionaje, de que lo guarrilla que podía llegar a ser.

Ahhhhhhh, - gritó Azu, con su cara sobre la mesa de la cocina.

Marcos empezó a dar ritmo cada vez más rápido a su follada, provocando unos enormes gritos de placer en Azucena.

Ahhh, ahhhh, ahhhhh….. síiii, ahhh..

Ves como te iba a gustar, - acertó a decir Marcos entrecortadamente, porque también estaba poniendo todas sus energías en el polvo. – Con David no ibas a tener suficiente, lo sabía.

Siguió trasportando a Azucena hasta el séptimo cielo, provocándola un orgasmo tras otro. La vez que mejor la habían jodido en toda su vida, me confesó. Además, Marcos parecía que no iba a terminar nunca. Era todo un experto, con su polla, describió, ligeramente más encorvada de la cuenta, pero que servía para proporcionar un placer infinito. Casi perdió la conciencia cuando se dio cuenta de que Marcos estaba eyaculando sobre su espalda, la leche no paraba de brotar de su rabo. Acabaron exhaustos.

Cuando se incorporaron de la mesa vieron que David les estaba observando, no le había visto llegar. No estaba disfrutando de la escena. Solo tenía cara de tristeza. Había sido traicionado, humillado y encima lo había descubierto con sus propios ojos.

Azucena intentó el resto de la tarde pedirle disculpas, argumentar que la había asaltado, que la había obligado, que amenazó con contar los suyo a Gonzalo. Sonaba poco creíble, porque David había contemplado los inmensos jadeos de Azucena.

Por la noche, se metió en la cama pero no pudo dormir, presa de la derrota. Decidió que la única manera de recuperar era al menos cumpliendo con su obsesión, la que uego sería la mía: follarse el culo de Azucena de la manera más salvaje posible. Ese culo que le había vuelto loco y que al menos Marcos no había forzado. Porque encima, manda huevos, se la había follado antes que él, sí, a su Azu.

Ya no le valía la mamada del otro día, ni que se dejara sobar. La tenía al lado, en otra habitación, sin pestillos, y además necesitada de perdón, por lo que seguramente no iba a negarse a nada si de verdad sus disculpas estaban siendo minimamente sinceras.

Intentó detectar algún ruido que indicara si había alguien despierto en la casa pero parecía que no. Se levantó y camino descalzo, sin hacer ruido (aunque esto cada vez le importaba menos), hasta la habitación de Azucena. Abrió la puerta con sigilo, se aproximó a la cama y se metió en ella. Azu dormía. Boca abajo. Comenzó a acariciarla por encima del pijama y cuando se percató de que iba a despertarse la tapó la boca con la mano derecha, mientras la izquierda indagaba debajo del pijama y de las bragas, camino de sus agujeritos.

Shhhhh cariño, soy yo.

Azucena intentó revolverse pero la incursión de David en sus bajos fue irresistible. Metió primeros los dedos en su coño, jugando con sus labios, provocando que se humedeciesen más y más. David notaba que empezaban a segregar jugos. La estaba poniendo a tono. La chica tuvo que poner la cara en la almohada para ahogar los gemidos que empezaban a brotar de su boca:

buufffff, aahhhhh,- se la oía emitir,ligeramente.

David siguió con su exploración. Paró para bajarla más el pantalón y las bragas, y para sacarse la polla. Cuando sus dedos volvieron a la acción se dedicó a su agujero trasero. Azucena sintió miedo.

No, paraaa, ahhhh

Te la voy a meter por el culo, me lo debes.

Lo dedos de David comenzaban a abrir su cavidad más estrecha, por la que además era virgen. Me quedé anonadado con esta revelación. Gonzalo debía de vivir en la inopia teniendo ese culo para él y sin aprovecharlo. Azucena entonces sí intentó liberarse de veras, pues lo de antes habían sido simples movimientos morbosos. Incluso dijo, tal vez demasiado alto:"Noooo". David detuvo el trabajo de sus dedos dentro del culo de Azu y supo que si quería metérsela tendría que ser ya. Así que sin pesárselo más, agarró su polla con la mano derecha, la puso en la entrada del culo de Azu y empezó a apretar.

Azucena no tuvo más remedio que claudicar y ahogar sus gritos, esta vez de dolor, de nuevo en la almohada. Si por la tarde había disfrutado como una auténtica cerda, ahora tal vez iba a sufrir demasiado. A David no le importaba. Estaba haciendo lo que deseó desde el mismo día que llegó a Lyon: penetrar violentamente ese dichoso culito, a lo que se unía otro deseo, el de la venganza. Así siguió, sin contemplaciones, sin preocuparse de causar dolor o placer. Pero lo que causaba era esto último. Azucena comenzaba a disfrutar de su sodomización

Sentía que la estaban reventando las entrañas pero no podía sino dejarse llevar, jadeaba contra la almohada, trataba de ahogar sus gritos, se retorcía de placer. Tanto como por la tarde. No sabía qué prefería, si follar por delante o por detrás. El caso era follar mientras se lo hicieran con esa garra, con esa pasión. David gritaba:

Síiiii, por fin, cuánto he deseado esto, cuánto lo he deseado.

Y seguía metiendo y sacando, con el culo de Azu totalmente dilatado, extasiado por haber colmado su fantasía.

Marcos ya se había dormido cuando algo le despertó. Pensó que estaría soñando, iba a volver a dormirse cuando notó algo. La necesidad de levantarse. Había oído un ruido. Se incorporó en la cama, aguzó el oído pero no escuchó nada. Sin embargo, tras la follada de esa tarde y tras haber visto cómo se lo pasaban David y Azucena otras veces, decidió levantarse. Lo que creyó oír se asemejaba a un gemido. Si no estaba en lo cierto siempre podía volverse a la cama, o tal vez animarse y asaltar la habitación de Azucena. O ya puestos la de María. Se estaba calentando solo de pensarlo.

Así que salió al pasillo y vio la habitación de Azucena entornada. En sus prisas y con su sigilo, David no había querido hacer el ruido de cerrarla. En realidad una imprudencia. Al acercarse Marcos sí que oyó cada vez más nítidamente los suspiros entrecortados. Llegó a la puerta y aunque entre la rendija y la oscuridad no podía apreciar demasiado, sí que fue lo suficiente como para comprobar que el jodido David volvía a estar a la carga. Como en la cocina o en el cuarto de baño, sin importarle la traición de esa misma tarde.

Cuando los descubrió en la cocina, mientras ella lo pajeaba, no dudó, vislumbrándoles desde la puerta entornada, en hacer lo propio, masturbándose hasta correrse copiosamente. La otra vez solo pudo escuchar sus jueguecitos dentro del servicio, imaginándose todo tipo de situaciones, dándole igual lo que estuviera pasando en realidad.

Pero ahora los veía. Se había follado a esa chica esa tarde pero casi disfrutaba más viendo como ese cabrón de David, al que había calificado en su fuero interno como un mosquito muerto cuando lo conoció, la estaba metiendo a Azucena toda su carne por el estrechísimo culo de la chavala, que culeaba cada vez más, pidiendo polla, mordiendo la almohada casi incapaz de reprimir sus gritos de dolor, ya enteramente de placer.

Se corrió casi a la vez que David se salía de Azu y derramaba toda su leche sobre la espalda de la suspirante chica, que había gozado de unos orgasmos inmensos aquel día. Marcos iba a apartarse para no ser descubierto pero se dio cuenta de que en lugar de retirarse, David se quedó abrazado a ella, para pasar toda la noche juntos. Como una parejita recién reconciliada

Por la mañana, Azucena se levantó temprano. Sorprendida por la decisión de David de quedarse a dormir junto a ella pero más aún con lo que había disfrutado por la sodomización. En Lyon estaba descubriendo placeres que no sabía ni que existían. La distancia de Gonzalo la estaba liberando, pero sobre todo la existencia de dos chicos insaciables e irresistibles que habían sabido encontrar la forma de excitarla de la manera justa para llevarla a los más intensos orgasmos, hasta cotas de goce que nunca hubiera pensado lograr.

En estas cavilaciones andaba, en pijama, mientras trasteaba por la cocina para desayunar cuando se abrió la puerta de la cocina. Era Marcos, que entraba con un bulto enrome en sus boxers, y una sonrisa en la cara.

Vaya noche que has pasado.

Es lo único que dijo y Azucena sabía lo que iba a pasar, dejó el cartón de leche que tenía en la mano y permitió que Marcos la diera la vuelta sobre la mesa, como la tarde anterior. Enseguida se encontró superexcitada y deseosa de que Marcos repitiera su follada. La encantaba esa polla tan arqueada, no tan gruesa como la de David pero más gustosa, más efectiva.

Marcos la bajó el pijama (no llevaba bragas tras lo de anoche) comenzó a introducirle dedos por el coño, también por el culo. Azu gemía ya, intentando controlarse, aunque esperaba que David y María se hallasen aún dormidos. Marcos se agachó para dar un par de lengüetazos que estremecieron totalmente a Azucena. Luego se incoporó y colocó su polla bananera a la entrada del ojete de Azu:

Sé que te gusta por ahí, te voy a hacer lo mismo que él esta noche.

Sí, vamos, vamos, rápido, metemela por el culo. – Se sorprendió Azucena diciendo.

Marcos no se hizo de esperar más y empezó a darla por el culo. La forma de su polla causaba un gran estremecimiento en Azucena, pues recorría toda su cavidad y mientras entraba y salida parecía que iba a romperla por dentro.

Sí, siiii, más, ahhhhhh, damela toda, tooooooodaaaaaaa….

Azucena estaba fuera de sí, hasta gritaba. Marcos intentaba controlarla metiéndola unos dedos en la boca para que se los chupase y amortiguara los gritos. Y seguía metiendo y sacando la polla del culo de la gata en celo que trataba de colmar.

Ahora entiendo por qué se le veía disfrutar tanto a ese cabrón anoche, qué cuuuuloooo, qué cuuuuuloooo.

Dame más, dame mássssssssss.

Así siguieron, durante unos minutos brutales. Azucena se corría una y otra vez, pedía polla, pedía más polla. Marcos pensaba que aunque se había tirado y había sodomizado a un montón de tías buenas, tal vez nunca había disfrutado tanto como con ese culito que ahora era suyo. Así siguió frenéticamente, sin ser capaz de controlar el momento en el que se corrió, regando las entrañas de Azu

Cuando me contaba estas experiencia, azucena admitia que el polvo y la enculada de marcos fueron lo mejor que la había pasado sexualmente, de igual forma que la mamada que me hizo a mí en su ascensor también era inigualable en su experiencia sexual. Yo no sabía si enorgullecerme o sentirm herido por lo que marco había conseguido en esa chica.

El sonido era inconfundible e imposible no oírlo. Alguien estaba follando en la casa. Los gemidos eran nítidos. María se estaba desperezando por el pasillo y se acercó a la cocina. Pensaba que se iba a encontrar a David y a Azucena, y que por fin el chico estaba cumpliendo sus deseos. Ya los había visto en varias ocasiones susurrando, como contándose secretitos y azorados cuando ella aparecía sorprendiéndoles. Aunque no imaginaba que su relación iba más allá y que le estaban dando al folleteo de lo lindo. Porque Azucena tenía un buen novio, que la había visitado varias veces y parecía un bueno chico y además porque David resultaba un chico demasiado honesto, casi hasta un romántico que estaría luchando por un amor imposible.

Por eso se quedó helada, casi dolida, cuando vislumbró por la rendija que dejaba la puerta un poco abierta de la cocina la escena de Azucena siendo penetrada violentamente por Marcos. Además por detrás. Encima la muy puta pedía más polla y ahogaba sus gemidos de placer. Parecía una perra en esa postura, con los ojos cerrados, dejándose llevar por el vaivén.

María empezó a excitarse, a acariciarse por encima del breve short que se ponía para dormir, pero paró, demasiado enfadada, dolida porque David estaba siendo traicionado. Intentó con todas su fuerzas dejar de mirar y lo logró. Bajó la vista y se dirigió a su cuarto.

Recibía en sus cabezas flashes de la sodomización de Azucena, notaba cómo se la seguía humedeciendo el coño, cuando chocó con alguien. Con David, claro, que parecía acabándose de levantar.

No podía dejar que siguiera. Se dirigía a la cocina, y temía que ya hubiera escuchado los gritos de placer de la chica que le gustaba, Pero al menos intentaría que no viese como disfrutaba de las enculadas que recibía, ignorando de que el pobre David ya había visto algo parecido el día antes

Hola, qué te pasa, en qué piensas.

Preguntó David, como un simple saludo al ver que la chica ni le había visto mientras caminaba. Era más alta que él. Guapísima, con una cara casi redondita. Lo mejor eran sus piernas tan bien torneadas. Sus brazos eran tal vez demasiado grandes, por esas espaldas de nadadoras. "Mete miedo" había dicho a sus amigos, en alguna de sus vueltas a España en esos meses, hablándoles de sus compañeras de piso. De Azu apenas hablaba, no sea que se le fuera a notar lo mucho que le obsesionaba.

Embelesado por el culo de Azucena, no había pasado de escuetas conversaciones con María en esos meses. Una chica por lo demás más inalcanzable todavía. Otra cosa es que muchas veces no hubiera distinguido entre la ropa interior de sus compañeras de piso a la hora de hacerse sus pajas.

En ese momento, David no comprendió por qué María se quedó parada en medio del pasillo, sin dejarle pasar hacia la cocina. Iba a hablar pero María no le dejó y le empujó hacia el cuarto de ella. No podía entender lo que estaba pasando, aunque solo de sentir las manos de la chicas sobre su pecho, haciéndole retroceder, ya notó que su miembro empezaba a cobrar vida, incluso se agolpaban imágenes en su cabeza, de folladas imaginadas con unas bragas o un sostén en sus manos.

María, por su parte, estaba dispuesta a impedir que su compañero de piso sufriera el shock de ver lo que pasaba en la cocina, así que se le ocurrió entretenerlo. Lo llevó hasta su cuarto y comenzó a besarlo. Pensaba que sería suficiente.

Lo que no podía imaginar María es que David estuviera tan influenciado por los acontecimientos de las últimas horas. Una cosa es que hubiera dado por el culo a Azucena y otra es que la hubiera perdonado por completo. Ahora tenía la ocasión de consumar una traición perfecta e incluso lo más probable es que el cabronazo de Marcos, por lo que sabía, no hubiera llegado a seducir en ningún momento a María. Así que se la follaría él antes.

Cuando la chica tomó la iniciativa e hizo que la besara, David se desató por completo. Empezó a tocarla por encima del short y enseguida procedió a meter mano bajo la fina tela. No llevaba nada más que eso y un top sujetador para dormir. María intentó zafarse:

No, más, no. – Se quejó.

David no iba a parar.

es lo que has querido, te voy hacer de todo.

María no sabía si gritar o pelear. Era un error. No pensaba que un simple beso iba a desatar esa reacción. Pero se vio sobre su propia cama, con David agarrándole los brazos con una mano, metiéndola los dedos en el coño con la otra, y besándola todo lo que no cubría el top. La quería violar. El chico cuyos sentimientos estaba teniendo el gesto de salvaguardar la quería violar.

David dio la vuelta a Maria para tenerla a merced y poder desnudarla del todo. Luego volvió a darla la vuelta. Ella tenía la súplica de que parase grabada en la cara.

Para, por favor, para, solo quería besarte.

Tengo que follarte, María, los siento- se disculpaba pero no iba a parar. – Estoy a cien.

María se revolvía y a David le costaba maniatarla. Por fin consiguió tener quietas sus manos y poner su dardo hacia el coño de María, que notó totalmente húmedo.

Pero tú quieres a Azucena.- Intentó, en un desesperado intento por que parara.

Pero es una zorra, necesito vengarme.- Dijo, cayendo entonces María en la cuenta de que su gesto ya había sido inútil, que David lo sabía todo.

Se la metió. María chilló de manera posiblemente audible. David, fuera de sí, sin darse casi ni cuenta de la tía buena a la que se estaba follando, solo cerraba los ojos y pensaba en Azu, sin mirar a María, sin admitir que, aunque ella había comenzado, la estaba forzando. El goce de placer fue increíble, acelerando sus envestidas a un ritmo enloqucido, solo con la imagen de Azu en su cabeza, pero jodiendo a esa rubia de uno ochenta de manera salvaje. Pero María, excitada con la imagen de la sodomización de Azucena por parte de Marcos y rindiéndose a su morbosa situación, empezó a jadear, a disfrutar, a gritar de placer.

Síiiii, siiiii, uhhhhh, uhhhhhhh.

Incluso se corrió antes de David, que tardó un buen rato en hacerlo, pues su frenesñí parecía dotarle de una capacidad de aguante inhumana. Además, pensó cuando volvió en sí, parecía que había dejado muy satisfecha a María. La tía buena estaba estirada en su cama, contoneándose suspirando, con cara de haber gozado de verdad.

Cuando fue a la cocina, se encontró a Azucena y a Marcos desayunando. La dio un beso a ella y ni lo saludó a él. Después apareció María. Después se fueron todos a clase. Casi siempre en silencio.

Por la noche María se levantó a beber un vaso de leche. No dejaba de pensar en el maravilloso polvo de la mañana. Había confirmado que David estaba enamorado de Azu, pero la consecuencia había sido una jodienda bestial para ella. Con un chico normalito. Si bien en alguna ocasión se había dicho a sí misma que Marcos podía interesarla, no suponía que iba a acabar en la cama con David.

Se acercó a la puerta de éste, quizá tentando a la suerte, pensando incluso en meterse en su cama y repetir la experiencia. Abrió la puerta pero la habitación estaba vacía. Estaba seguro de que no había salido, así que imaginó que estaba en la cama de Azu. Al parecer el chico no se andaba con chiquitas.

Se acercó a la habitación de su compañera y, ni corta ni perezosa abrió un poquito. Allí estaba David. La imagen era deliciosa. Azu, a cuatro patas, recibía lengüetezos en el coño de un David que a la vez se pajeaba. Los lametones provocaban supiros entrecortados en Azucena. La muy perra no tenía inconvenientes en dejarse hacer de todo por sus compañeros de piso.

Metemela ya, no esperes más.

La oía suplicar. David dejó de darle al manubrio y colocó la polla, que esa mañana había tenido tan gustosamente en su coño, en el culo de Azu. No se anduvo con contemplaciones. La ensartó en un movimiento brusco.

Ayyyyy. – No pudo evitar reprimir Azu,

David empezó la enculada y María se puso a mil. Se metía los dedos en el short pero no era suficiente. Dos, tres, cuatro dedos, se masturbaba al mismo ritmo al que David perforaba las entrañas de Azu,

Buena vista, eh.

Casi ni lo oyó a su espalda. Era Marcos, claro, que la apartó de la puerta, la cogió en brazos y la llevó al salón. Ella siguió masturbándose, sin parar. Marcos la colocó en la misma postura en que estaba azu, presto para ensartarla por el culo. Se desprendió de sus boxers y preparó su polla bananera. María estaba como incoscinte, aunque pudo decir:

Nunca me han dado por ahí.

Era una mezcla entre súplica de que tuviera cuidado o de darse cuenta de que ya era hora de que probara esa experiencia. Marcos escupió para salivarla el culo, pero no acertó. Tampoco se molestó en repetir el intentó. Se la metió. Poco a poco.

María se estremeció. La dolía, pero notaba todos sus rincones más profundos rozados por esa polla en forma de plátano. Cuando marcos comenzó sus mete saca, sin tenerla nunca completamente fuera del culo de María, la chica empecó a gemir.

síiiiii, siiiii, más, más!!!

No se controló. La daba igual que la oyeran. Estaba desinhibida totalmente e iba a disfrutar de su sodomización todo lo que pudiera.

síiii, síii, rómpeme, rómpeme el culo.

Estaba loca. No sabía si por culpa de la puta de Azucena, de David o de Marcos. Solo quería polla, que la reventasen, que la provocasen orgasmos.

Aparecieron en el salón David y Azucena. Habían terminado con lo suyo y había oído el ruido. Al levantarse y ver eso estuvieron un par de minutos sin saber qué hacer. Pero ya daba igual. Ese piso de Erasmus se había convertido en un nido de pasión sexual. Azucena no supo explicarme por qué decidió unirse sin más a lo que estaba pasando. El cúmulo de sensaciones de aquellos días era demasiado fuerte.

Se acercó a sus compañeros, sacó un poco la polla de Marcos del culo de María y empezó a chuparla. Mientras se tocaba el coño, lamía la polla de su compañero de piso y volvía a colocarla en su sitio: el ojete de María, que parecia muy dichosa con ese jugueteo. Luego, de una manera que rozaba ya el frensí total, imitó lo que habia visto alguna vez en las películas porno y empezó a acariciar el coño de María, a pasar sus dedos por el clítoris. Ésta se lo agradeció.

Ohh, sí, siiiii.

Marcos no dejaba de darla por el culo y Azucena pasó a colocarse debajo de su compañera, decidida a comerla el coño, Fue difícil situarse debajo de ella y Marcos, pero se acopló para intentar unos torpes lengüetazos que hicieron rabiar de placer a María.

Mientras, David, que se había corrido en el culo de Azu pocos minutos antes, volvía a estar en disposición de unirse al juego. Para ello, se situó delante de María, para que ésta ayudara a que su polla volviera a despertar. Lo logró fácilmente, y el tener el rabo de David en su boca amortiguó un poco los jadeos que la estaban provocando Marcos y David.

Vamos a follarnosla los dos a la vez. – Propuso Marcos.

Salió de María, se tumbó sobre la alfombra del salón y colocó a la rubia sobre sí. Ésta empezó a cabalgar furiosamente, totalmente húmeda como estaba. David se colocó en cuclillas y no tuvo más problemas para meterla en la entrada posterior de María. Era el segundo culo que se follaba aquella noche y la segunda polla que recibía su compañera.

Azucena no se estuvo quieta, se colocó de pie sobre la escena para que María le devolviera el goce que la había provocado antes. No se atrevía, pero presa como estaba de dos pollas acabó hundiendo su boca en el coño de Azucena. Mientras, por detrás, Marcos tenía a tiro su culo y la iba hurgando en la entrada con uno o varios dedos.

Cuando notó que María se había corrido un montón de veces, y viendo a Marcos en las últimas (David sabía que aguantaría mucho, al acabar de darla su leche hacía no demasiado), Azucena pidió su ración de pollas:

Ahora quiero yo lo mismo.

María se apartó entre sus últimos espasmos y Marcos dejó que fuera David quien se la metiera por el coño, como si supiera que aún no lo había hecho nunca.

Así que, en lugar de imitar la posición anterior. David colocó a Azu bajo él y se la comenzó a meter como si no hubiera nadie más, en la típica postura del msionero. Cuando pasaron dos o tres minutos, que Marcos respetó por una vez comprensivo, David se dio la vuelta, se tumbó, y entonces sí que Azu se sentó encima de su polla, presta a recibir la de Marcos, en la misma posición que luego vivió conmigo en la taberna irlandesa.

Empezó a recibir las dos pollas y a gozar como nunca pensó que se sentiría, penetrada por los dos lados. Los ritmos eran complicados, casi cómicos, pero la arrancaban espasmos de placer, hasta correrse como una loca, pidiendo más y más.

Marcos no pudo aguantar, se salió del culo de Azu, se aproximo al sofa, donde estaba una María exhausta, y arrojó su lefa sobre ella, en una amplia y potente corrida que terminó en el cuerpo desnudo de la rubia.

David siguió n rato más, volviendo a Azu de vez en cuando, mientras esta, cuando quedaba debajo, apretaba todo lo posible el cuerpo de David sobre ella, para sentir su polla todo lo posible.

Allí dentro se corrió David, jadeante, triunfante, con Azucena gimiendo dichosa de todo lo que había podido llegar a disfrutar.

Eso fue Lyon.

Azucena me miraba, entre avergonzada y suspirante, mientras recordaba los momentos de aquel curso.

Los escarceos sexuales siguieron en los meses que quedaban de curso, pero ya sin el componente de morbo que implica la novedad, lo prohibido, el descubrimiento de lo incognoscible. Más como una simple necesidad de colmar un poco el apetito sexual.

De vuelta, nunca lo olvidó pero pensó que janás se repetiría algo así. Hasta que empezamos con nuestros juegos y se dio cuenta de que no había sido cosa de una vez, que el morbo del deseo sexual formaba parte de ella.