El piso
Un verano en el que el descubrimiento de la sexualidad centró todas nuestras inquietudes.
Durante una época de mi vida, y todavía era muy jovencita, las circunstancias se aliaron con las ganas de experimentar mi sexualidad, lo que me llevó a vivir situaciones que, al menos para esos años y para la edad que entonces yo tenía, resultaban bastante atrevidas.
Era verano y contábamos con un piso que tenían alquilados unos estudiantes. Uno de ellos era el novio de mi amiga, lo que nos abrió las puertas para vivir uno de los veranos más interesantes y desbocados de mi juventud. Todos los estudiantes se volvieron a a casa con sus familias para pasar las vacaciones, todos menos Chema, que decidió quedarse con mi amiga Isabel y disfrutar de un verano tórrido como pocos. No sé muy bien como ordenar cronológicamente todo lo vivido, pues las cosas sucedían sin más, a veces se precipitaban todas a la vez, lo que generaba una cierta confusión con la que aprendimos a desenvolvernos. Probablemente toco empezó con la ducha.
Llevábamos un tiempo frecuentando ese piso los fines de semana con la principal motivación de poder tener sexo con nuestros chicos de una manera confortable. A esa edad era todo un lujo poder disponer de un piso propio, o como si lo fuese. Chema era cinco años mayor que Isabel, estudiaba veterinaria y por esa razón disponía de un piso alquilado. Pero llegaron las vacaciones y convertimos ese piso en nuestro cuartel general de correrías. Como he comentado todo empezó en la ducha y por culpa de Cristina, otra de las amigas.
Cristina era una chica bastante alocada e imprevisible, capaz de meterte en un lío a las primeras de cambio. Pues a Cristinita no se le ocurrió mejor idea que ducharse con la puerta del baño abierta, expuesta a los ojos de todos. Obviamente, los primeros en enterarse fueron los chicos que corrieron a presenciar tan estimulante espectáculo. Su pareja, Juanjo, también era un tío muy extraño, nosotras decíamos que si era gay, pero lo cierto es que se pegaba unos polvos con Cristina de los que hacían época. El caso es que Juanjo se comportaba indiferentemente ante tal situación. No parecía importarle que los chicos estuviesen contemplando a su novia desnuda. Este hecho sirvió de detonante para todo lo que vino después. De momento, las duchas públicas se convirtieron en casi cotidianas, para todas y para todos, así que también nosotras podíamos disfrutar de la visión de sus cuerpos desnudos. Después, la desnudez salió del baño y se mostró indiferente por toda la casa. Era verano, hacía mucho calor y sin aire acondicionado, por lo que la ropa era un estorbo del que nos desprendíamos con bastante facilidad. Ni que decir tiene que todo esto favorecía el deseo carnal y los contactos sexuales, bastante más frecuentes que antes del verano. Pero a pesar de tanta lujuria, nadie se había atrevido a dar el paso de tocar a nadie que no fuese su propia pareja. Era una barrera que no se podía cruzar, una cuestión de honra y una cosa era la visión y otra muy distinta el contacto. Pero esta limitación no fue óbice para nuestras ganas de experimentar y de descubrir recorriendo caminos que tan solo unas semanas antes ni se nos hubiesen imaginado.
Como digo, ya nadie se molestaba por ver la desnudez de los demás mostrándose abiertamente por la casa, ni por ver u oír a las parejas dar rienda suelta a su sexualidad con la puerta del dormitorio abierta, expuestos a quien quisiese mirar. Pero el cambio cualitativo ocurrió una tarde cuando, mientras estaba en la cama follando con mi chico, otra pareja entró en la habitación y se acomodó en el sillón orejero del dormitorio con la sana intención de hacer lo mismo que nosotros. En un primer momento nos sorprendimos y nos hizo gracia el descaro con que se pusieron a darle, indiferentes a nuestra presencia. Semejante insolencia no podía llevar la firma de otra persona, Cristina.
Durante unos minutos, la perplejidad no nos dejó reaccionar y quedamos absortos observando aquel inusual espectáculo. Cristina se había sentado sobre Juanjo, dándole la espalda y de frente ante nosotros. Ella era como una muñeca rubia, pequeña y perfecta, de aspecto frágil, con unos pechos pequeños como copitas de champagne. Juanjo por su parte era más voluminoso y mucho más grande que ella, el punto y la i, por lo que Cristina parecía un juguete sexual que había cobrado vida en sus manos. Con las manos apoyadas sobre los brazos del sillón, la chica se movía lentamente arriba y abajo, introduciéndose por completo el pene de Juanjo en su pequeña vagina. Su cara denotaba un gesto de inmenso placer, disfrutaba plenamente de aquellos movimientos profundos y rítmicos que arrancaban de su boca unos excitantes gemidos que inmediatamente me pusieron a mil. Podía ver a la perfección como estaba siendo penetrada mientras arqueaba su cuerpo hacia atrás ofreciendo su cuello y pechos para que su chico jugase con ellos a placer. Nos estaba ofreciendo toda su sensualidad y con su maliciosa mirada nos provocaba para que también nosotros participásemos de ese juego. No hicieron falta palabras, enseguida las manos de mi chico tumbado tras de mi, se apoderaron de mis pechos y sus caricias se extendieron por todo mi cuerpo tratando de despertar un deseo que ya no necesitaba de preliminares. Me coloqué a cuatro patas, mirando a Cristina e inmediatamente sentí el miembro de mi chico introducirse en mi sexo. Fue una sensación excitante poder sentir en mi cuerpo aquello que también estaba viendo y que al mismo tiempo mostraba. Cristina sonrió e inmediatamente incrementó su ritmo y sus gemidos, incitándome a hacer lo mismo. Habitualmente soy discreta, pero en ese instante el cuerpo me pedía gritar para descargar toda la excitación que la escena me estaba producido. En ese momento, tan importante era ver como que te vieran, por lo que cambiamos de posición imitando la de ellos, para que pudiesen contemplar con mayor nitidez la penetración. Tumbado sobre la cama, con los pies apotados en el suelo, el pene erecto de mi chico esperaba ansioso la compañía de mi sexo, que dispuesta en cuclillas sobre él, me disponía a introducírmelo. En esa posición Juanjo y Cristina podrían observar con mayor detalle como me la metía. Estaba tan húmeda que resbaló casi sin quererlo hasta el fondo, notándola en mi interior con una profundidad inusual.
Competimos en este peculiar duelo entregándonos cada una con toda nuestra dedicación, tratando de ser lo más explicitas posible, gimiendo descontroladamente y moviéndonos salvajemente en busca de un orgasmo que necesariamente debería superar al de la otra. Cuando creía que al espectáculo solo le faltaba el apoteósico final, la osadía de Cristina superó todos los límites y, colocándose en cuclillas con sus pies sobre los muslos de Juanjo, se introdujo muy despacito toda la verga por su pequeño culo. Me quedé atónita con su atrevimiento, básicamente por hacerlo por un sitio por el que yo nunca lo había hecho, pero más aun por la desproporción entre su ano y el pene de Juanjo. Los gestos de incomodidad eran evidentes, incluso con algunas muecas de dolor, pero se había propuesto hacerlo y estaba dispuesta a superar las dificultades. Yo lo vi todo a menos de metro y medio, vi como su pequeño ano se dilataba enormemente para acoger ese pene que finalmente se ocultaba dentro de su culo. Tanto mi novio como yo nos quedamos atónitos, inmóviles, sorprendidos por lo que estábamos viendo. Cristina mantenía los ojos cerrados mientras se movía arriba y abajo insertada inmisericordemente. Su vagina se abría y cerraba como la boca de un pez al ritmo de las penetraciones anales, cada vez más rápidas y menos dificultosas. Ante semejante espectáculo nuestro ritmo decreció, centrando la atención en lo que estábamos viendo, y así continuó hasta que Juanjo rompió en un potente orgasmo que descargó completamente dentro del culo de Cristina. El gesto de alivio fue evidente cuando se vio liberada de semejante presa y el estado de dilatación en el que quedo de su ano era sorprendentemente grande, por el que derramaba sin impedimentos el abundante esperma que le había depositado.
Entretanto y por mi parte, continuaba cabalgando sobre mi chico, ahora como única protagonista del evento. Incapaz de imitar la osadía de mi amiga, tal y como estaba extraje su pene y me lo introduje en la boca, colocando mi sexo sobre la suya. Quería ofrecerle un adecuado colofón a esa improvisada sesión de sexo espectáculo. Estaba excitadísima y no podía dejar de mirar a Cristina y su ano chorreante de esperma que me seguía exhibiendo. Quería sorprenderla como antes había hecho ella, con una felación que superase todas las que había hecho antes, aunque ella no supiese como las hacía, pero que al menos me sirviera a mí para sentirme satisfecha y a la altura de mi amiga. Y para ello solo debía hacer una cosa, continuar con la felación hasta el final, hasta que mi novio se corriese, algo que ya me había pedido pero que todavía no había encontrado el coraje de hacerlo. Y este era el momento. Se la chupé con fuerza y lo más profundo que pude. Mientras mis labios recorrían su pene, mi lengua acariciaba su glande acompasando rítmicamente los movimientos de penetración. Y tanta entrega no podía demorar mucho el momento final. Enseguida note los característicos espasmos que precedían a su eyaculación. Mantuve su pene preso en mi boca mientras su cálido esperma brotaba e invadía mi boca. Varios chorros manaron impulsados por la fuerza de su orgasmo, a los que tuve que contener con la lengua para evitar atragantarme. Cuando la última gota de su semen había salido, reduje la presión y permití que se deslizase entre mis labios, recorriendo todo su pene hasta perderse en sus testículos. Finalmente liberé lentamente su sexo de mi boca y alcé la vista para transmitir a Cristina una mirada cómplice, obsequiándole con una sonrisa adornada por unas cuantas gotas del semen que todavía se deslizaban por mis labios.
Este hecho, muy comentado por todos ya que había sido seguido con especial atención debido a los gritos y gemidos que proferíamos, abrió las puertas para que a partir de ese momento no solo la desnudez, si no que también las relaciones sexuales explícitas fueran públicas y formaran parte de nuestros juegos comunales para el descubrimiento y experimentación de la sexualidad.
Pero eso es materia para otro relato.