El perverso juego de un matrimonio (2)
Román, el cornudo esposo, desde su estratégico escondite se regodea viendo como su mujercita se lo hace con el negro y las corridas y los orgasmos empiezan a dispararse...
TÍTULO: El perverso juego de un matrimonio 2
Román, escondido en el salón, no perdía detalle. No pudo evitar bajarse los pantalones y los slips hasta los tobillos y abriéndose de piernas empezar a machacársela como un poseso, intentando no correrse. La tenía durísima, descapullada y la mano derecha iba y venía a lo largo de la picha en un vaivén frenético. Se le cortaba la respiración y más al contemplar cómo la pareja se liaba en un magreo lujurioso y vergonzante. Dolores permanecía de espaldas y el negro se daba el lote con ella desesperadamente. Se besaban como locos y las manos de él manoseaban con descaro el culazo de la hembra levantando la falda y apoderándose de sus opulentas y rollizas nalgas blancas. Le esposa era sobada a base de bien, y el marido podía ver el tanga negro que se metía por el trasero macizo de la infiel casada y también los descubiertos muslazos y piernas con las medias negras transparentes sujetas por los broches y tiras del liguero. Las manos de ella se perdían en la bragueta del macho y allí sólo se escuchaban jadeos de placer y respiración entrecortada. Después de larguísimos minutos, la mujer se fue arrodillando ante el acompañante y apenas tardó unos segundos en descubrirle una herramienta genital tan grande y gorda que el marido- espía dio un respingo.
¡Vaya tranca qué tamaño - dijo para sí el cornudo
La verga era descomunal, gigantesca, y tan gruesa que las manos femeninas no podían albergarla. El capullo parecía una gordísima seta y los cojones eran abultados, enormes. Dolores inició una mamada tremenda y su lengua no cesaba de lamer aquel tronco prodigioso mientras sus manos pajeaban aquella maravilla. Chupaba y chupaba y se la metía hasta donde podía. Pronto se puso de perfil, pues no quería que el del armario se perdiese detalle de lo mamona que era. El puto negro se deshacía de gusto, gemía y aguantaba la mamada por lo potente que era:
Puta qué bien lo haces anda sigue sigue..descárgame pedazo de putón ohhhh ahhhh mmmmmm ...¡¡¡
Román, con más cornamenta que nunca, se encendía con la mamada-chupada. Tuvo que parar varias veces de pajearse pues la leche se le venía encima. Dolores mamaba aquella dura morcilla con tal pasión que parecía ser la última cosa que iba a hacer en su vida. Al tiempo, excitadísima, ella misma empezó a masturbarse como una burra, y sus dedos se agitaban con violencia en su chumino que ardía pegajoso hasta el punto que orgasmando brutalmente hizo que el negrazo se corriera también sin que sus labios se despegaran del pollón Gimió, su cuerpo se vapuleó y aguantó que la lefa entera se depositara en su boca atragantándola y poco le faltó para vomitar. Con la boca llena de leche, aturdido el negrazo por la corrida a borbotones, la muy taimada se dirigió hasta la puerta y como por un descuido apagó la luz del salón. Acto seguido, se dirigió, medio tambaleándose, hasta el armario de su complicidad y por uno de los agujeros estratégicos, que ella conocía tan bien, por el más grande, fue soltando le leche del negrazo en la boca abierta y hambrienta del marido que la recibió entera al tiempo que se la tragaba y saboreaba y se corría como lo cabrón que era.
Perdona cariño apagué la luz sin querer qué polla tienes qué joya guardas entre los muslos- le dijo al de color.
El negro estaba sacudido por la lechada que había soltado y la polla, aunque ahora morcillona, continuaba teniendo un tamaño impresionante.
Román olía en su escondite a semen y a sexo, con los pantalones y las piernas mojadas de leche. Por las comisuras de sus labios se escapaban aún los goterones de la lefa del negro semental. Intentaba recuperarse, cuando vio cómo su mujer zarandeaba al negro y le hacía bajarse a su negro pilón:
Venga cariño, ahora me tienes que dar tu ración de lengua y polla, venga mi macho
Como una experta prostituta se deshizo del suéter que se ajustaba a sus tetazas llenas, mostrando de inmediato unos senos opulentos que se marcaban en un sujetador negro. El negrazo se arrimó a la tetona con los pantalones ya caídos. Dolores se desabrochó el sostén y cogiendo sus melones se los ofreció al dotado semental:
Toma, anda saborea estos pechos mira, mira cómo se me ponen las puntas tan duras como la pipa.
La hembra lucía unos pezones gruesos, oscuros y desafiantes. El macho se aferró a ellos con un ansia tremenda mientras ella se hacía de nuevo con su cipote gordo y lo masajeaba como si se tratara de la tranca de un caballo:
Joder qué polla tienes maricón una no se puede hartar con este rabo qué consistencia...sí...anda chúpamelos mmmm ahh qué regusto tengo ¡¡¡
El africano manoseaba las sandías de la señora y casi se comía materialmente sus pezonazos de hembra salida y en celo. Ella le brindaba una paja exquisita y pronto la verga adquiría de nuevo consistencia y rigidez, sin que las manos de la mujer pudieran con aquella cosota tan grande y carnosa. El macho no paraba con las tetas y ella detuvo la masturbación para quitarse la falda, apareciendo tan sólo con el tanga negro que apenas ocultaba su pelambrera y con unos excitantes porta-ligas negros de encaje.
El mirón del marido se volvió pronto a excitar con la escena, viéndola así tan puta con las medias, los ligueros, el minúsculo tanga y esos zapatos negros que calzaba de alto tacón y de puta refinada por el vicio y los hombres trajinados. Su pija se enderezó y de inmediato se la estaba cascando, sintiendo un placer estremecedor.
De inmediato la pareja se situó para una buena comida de coño.
Dolores se espatarró en un amplio diván y él se encargó de quitarle el tanga manchado por los jugos desprendidos de la voraz vagina. Ella se abrió de muslos y ofreció su tesoro genital, facilitando la labor de la lengua al abrirse con los dedos las labias mayores de la concha babosa:
Toma cabrón comete esta almeja..si..así dame la lengua hijo puta..siiii que rico está más, más deprisa mariconazo que me vengo pronto..ohhhh .venga gemía ahora la esposa, gritando y convulsionándose toda, mientras que el macho se amorraba a su chocho como si no existiera otro manjar.
Román se la cascaba como un adolescente oyendo los alaridos de su esposa y el conjunto de obscenidades que se escapaban de sus puercos labios de mamona incurable. La lengua del negro iba y venía a lo largo de la raja vulvar, concentrándose en el clítoris y haciendo que Dolores se corriera de verdad con un grito de placer:
Ya yaaaaaaaaaaaaaa ..mmmmmmmmmmmmm ¡¡¡¡
El marido no fue menos y soltó de nuevo su leche, ahora en menor cantidad. Se estaba agotando pero aquello merecía la pena.