El perverso juego de un matrimonio (1)

Un matrimonio hace de la infidelidad un juego morboso en el que la esposa le pone los cuernos al marido aparentando ser la más casta y leal de las mujeres.

TÍTULO : El perverso juego de un matrimonio 1

El marido llegó a su casa excitadísimo. No paraba de empalmar y su pequeña polla era, una y otra vez, manoseada por fuera del pantalón. Estaba nervioso, cachondo perdido y sólo pensaba en la furcia de su mujer y en el juego tan morboso que se traía con ella. Se frotaba la bragueta repetidamente mojando los slips negros de líquido preseminal. Eran cerca de las 10 dela noche y el muy cornudo no había parado de trabajar durante todo el día mientras su golfa seguro que se estaba hartando de nabo de otros. La casa permanecía en silencio y sólo los jadeos ansiosos del esposo se escuchaban entre sus paredes. Se colocó impaciente al lado del teléfono. Conforme se acercaba la hora, el corazón le latía más deprisa, acentuándose el manoseo en sus genitales. Iba vestido con un traje azul marino, camisa azul claro y corbata roja haciendo juego. Llevaba puestos unos calcetines negros de ejecutivo, zapatos negros y unos slips bien ajustados, que no marcaban paquete pues Román Palacio no era muy dotado que digamos. Llevaba sólo unos minutos junto al aparato cundo éste sonó. Lo cogió de inmediato, balbuceando...

Dígame- dijo con timidez

¡ Hmm...ohhh...ahhh...sí..sí...cabrón..así, así..metemé ese pollón de gloria que tienes...cacho maricón...joder...cómo me follas bandido..ahhhh.....que como sigas me vengo..hijoputa....qué gusto...y no el que me da el.gilipollas de.mi marido...más quisiera..tener esa verga que tú gastas...cabrón...que me corro.....- decía a gritos su mujer, al tiempo que se interrumpía la llamada.

Aquello le puso más a tope y ya no paraba de tocarse el duro paquete. La muy ramera estaba jodiendo con otro y sabía ella lo mucho que gustaba a su amor oírla en aquellas circunstancias. Román se puso más burro y esperó de nuevo en el teléfono. Los minutos se le hicieron horas, pero pronto sonó de nuevo:

Sí..dígame.

Hola corazón , soy tu mujercita...- dijo ella con voz melosa y más apaciguada

Hola cielo...estoy ya en casa ¿dónde estás tú?.

Estoy con Puri en la cafetería Las Rosas, hemos estado comprando y luego hemos ido a misa de ocho.

Estupendo...espero que seas buena, pues ya sabes que los celos me consumen..con lo apetecible que tú estás.

Pero, tonto, tú sabes que no hay más hombre que tú...y que eso que tienes entre las piernas me vuelve loca... y tu ya me conoces...lo sincera que soy...

Ya, ya lo sé mi amor...pero te quiero tanto...

Bueno, estaré en casa en unos minutos pues estoy muy cerca ya...esperamé

Sí cariño...hasta ahora mismo.

La pareja terminó de hablar. Rápidamente Román se preparó para recibirla. Como vivían en un chalet de la urbanización Maravillas, el esposo lo había preparado bien para saciar su voyeurismo. Estaba rodeado de una altísima tapia para evitar miradas indiscretas. En el amplio salón había un gran mueble de madera noble, ideal para ocultarse y con la visión adecuada para no perder detalle de todo lo que pasara en la estancia. Caliente al máximo, se introdujo en el mueble-mirador y sentado esperó a a que llegase su esposa. No cesaba de tocarse el paquete.

Pronto escuchó cómo Dolores, su mujer, abría la puerta y encendiendo las luces comentaba a su acompañante:

Pasa cariño, que no hay moros en las costa y el cabrón de mi marido no llegará al menos hasta las 2 o las 3 de la madrugada, el muy hijo de puta seguro que está por ahí de fulanas, gastándose el dinero...por eso que le den por el culo...que tú y yo vamos a disfrutar como locos y ese va a llevar más cuernos que ninguno...además con ese pollón que tienes...negrazo de mi vagina...

Claro que sí...Loli...lo que tú digas, que mi verga es toda tuya –contesto el corpulento negro con acento africano.

El esposo se quedó estupefacto al ver que la tía se había trajinado a un negro también y que con toda probabilidad tenía que gastar un cipote enorme.

Continuará.