El Perro (Continuacion del encuentro)
La relación que estaba manteniendo con Juan, era cada vez más intensa, me fui entregando a él, sin ningún reproche, me encantaba lo que hacíamos, en esos escasos días se había convertido en un experto
Agradezco a todos mis lectores que me han escrito, y les comunico que posiblemente esta sea mi ultimo relato. Gracias.
El perro ( Continuación del encuentro)
La relación que estaba manteniendo con Juan, era cada vez más intensa, me fui entregando a él, sin ningún reproche, me encantaba lo que hacíamos, en esos escasos días se había convertido en un experto.
Las tres noches se transformaron en cinco, mi esposo estaba bastante ofuscado, pero hice lo que sentía, a pesar de las consecuencias o el arrepentimiento de haber obrado equivocadamente.
Esa noche en la cabaña había un clima especial, no sé si porque había decidido ampliar la estadía, por el vino que habíamos tomado, pero realmente estaba muy gustosa de la situación.
Habíamos finalizado de cenar, y nos sentamos en la galería a disfrutar la noche, Juan me abrazo y beso muy delicadamente, me dejé llevar por sus mimos, mientras comenzó a introducir su mano entre mi blusa, para acariciar mis pechos carentes de sostén,
me agradaba lo que me estaba proporcionando, dejándome llevar por su impetuoso impulso, a la vez que iba desabrochando cada uno de los botones, hasta que afloro una de mis tetas, para homenajearla, con un fuerte chupón.
“Por favor Juan, anda gente, no deseo que me vean” le ruego, pero continuo alterándome segundo a segundo, hasta que metió su mano entre mi falda para sacar mis bragas
“No Juan, no por favor, vayamos adentro” volví a suplicarle, aunque no dejaba de atraerme la situación.
“Vayamos adentro y haz conmigo lo que te plazca”, con la idea de contenerlo, sin importarme demasiado cual sería su requerimiento.
Apenas entramos, completo de sacarme el resto de mi ropa, mientras sus manos continuaban tocando mi piel, hasta que me acostó en el suelo, tocando mi vagina hasta ponerla bien acuosa.
“Que quieres que te haga” me pregunta.
“Juan, hazme lo que desees” le respondo, ya bastante calentita.
Fue cuando llamó a Joey, el perro se acerco, ante mi cuerpo yacente para iniciar un rápido reconocimiento con su hocino, hasta ubicar la procedencia de esas emanaciones, mientras Juan abría mis extremidades, para dar mejor acceso a las búsquedas perrunas, apretujando mis pechos, hasta lograr emanar algo de mi leche materna, acercando la cabeza del animal, para lengüetear mis duros pezones, lubricándose cada vez mas mi vagina.
El nerviosismo y la ansiedad me sobrellevaban, mientras Juan, no dejaba de acelerar mis hormonas, tocando mis genitales, hasta que me hizo poner en cuclillas, para prepararme, si bien no estaba aun segura de hacerlo, creo que mi escusa de aceptar, era haberle dicho a Juan que hiciese lo que deseara.
El perro aprovechando, mi posición y la manera de mojarme, disfrutaba ampliamente
del manjar que le brindaba,
aparentemente sabiendo que sucedería, no dejaba de lamerme y rotar alterado a mi alrededor, como preparándome para esa atípica comunión.
Previo a ese ritual, me
sentía una doncella al ser entregada a una práctica, o a un ritual perverso,
donde la sexualidad es el ingrediente esencial, y mi cuerpo debería ser concebido
en carácter de ofrenda. Mientras mis pensamientos corrían por mi mente me hizo colocar la cabeza sobre el piso, aplastando mis tetas, elevando mi culo, exponiendo totalmente mis aberturas, hasta que reiteraron las lamidas del animal, desde mi vagina hasta mi ano, sublevando mi adrenalina. No me cabían dudas de que Joey, me estaba disponiendo, para luego completar la etapa final.
Me mantenía en esa posición, a la espera del acontecimiento definitorio, con mi corazón palpitando bastante acelerado, montándome más de un par de veces, para luego bajarse, mi respiración se hacía más entrecortada, previo a estos preparativos, Juan no dejaba de acariciar mi cuerpo, creo que tan o más expectante que yo.
Por fin, me montó, sintiendo su verga rozar entre mis glúteos, intentado introducirme su verga, en un alocado bombeo donde no llegaba a acertar con el objetivo deseado, hasta que hábilmente Juan lo ayudo, con cierta impaciencia, cuando sentí como mi cavidad era profanada por su pene animal.
Mi respiración parecía estremecerse cada vez más, ante
esa nueva sensación, mientras Joey iniciaba una serie de movimientos para intentar acoplarse. Apenas su verga, estaba en mi aposento, al sentir su contacto, previo a su fuerte impacto, gemí asombrada, sintiendo su calidez, y una alocada fricción sobre las paredes de mi membrana.
Sus patas se aferraron a mi acrecentada cintura, aumentando su agitación sobre mi contextura, a la vez que percibía como si su verga aumentaba su volumen, apoderándose de mi útero, mientras sus empellones parecían enardecerse a medida que se iba efectuando el bombeo, movilizando tanto
mi cuerpo como mis abultadas tetas.
Sentía muy cerca de mi cara, el ritmo que producía su jadeo, a la vez que sus patas me apresaban más fuertemente como para evitar que me escapase, proyectándome a un clímax muy
especial. Cuando su verga llegó a su máxima expresión, los movimientos mermaron aunque me producía la impresión que querer adsorber mi matriz, no tenía dudas que el crecimiento de su verga había tomado posesión de mi interior, comenzando al sentir ese contacto. Me sentía totalmente poseída por esa furia sexual e incontrolable, su verga parecía seguir creciendo en mi útero, apropiándose cada vez más, su bola que había llegado a la totalidad de su volumen, impedía su salida, quedando apresada en el interior de mi vagina, los movimientos se hicieron más lentos, fue en ese momento que su esperma cálida y cuantiosa comenzó a regar mi seno, en donde una ola de orgasmos comenzó a estremecerse en mi interior.
No me cabían dudas que era su hembra, y me encantaba reconocerlo, cuando un orgasmo arrebato mi cuerpo ensamblado. Su baba caía sobre mi espalda, cuando su esperma comenzó a regar mi claustro, me sentía algo deshonrada, por la situación, al sentirme abrazada por el animal, mientras me fecundaba con su simiente.
No podía creer que me estaba sucediendo, Joey no dejaba de poseerme como si fuese su par, era una escena totalmente obscena, salvaje e inmoral, pero a pesar de eso, llena de lujuria, tanto de la parte del perro, como mía al entregarme a su rudo instinto.
Traté de contenerlo, pero apenas acabó en mi interior, intentó salirse, no fue fácil, pero después de un esfuerzo su bola zafó de mis labios vaginales, acompañado de una cascada de su semen, cayendo al piso.
Lamio mi vagina, y posteriormente su verga roja, la agitación hizo que me mantuviese quieta intentando recuperar energías, pero Juan estaba demasiado excitado al ser espectador de esta loca escena, así que sin darme respiro, aprovechando mis aberturas ostentadas, me fue incrustando su verga, grité por la sorpresa, pero más por el conducto elegido.
Solo atiné a decir “Por favor…. ¡!!!!”, cuando ya mi ano era traspasado, penetrándome a través de la membrana intestinal, cuando sus manos, me apresaron la cintura para concluir introduciendo la totalidad de su miembro.
Sentí nuevamente una nueva dominación, cuando sus manos apretaron mis tetas, intuí
algo distinto en ese coito anal, había arrebato,
a pesar de ser Juan que termino llevándome a ese encuentro, algo le sucedió, celos, envidia, mi manera de gemir, disfrutando de ese encuentro, no sé realmente? Así que lo dejé que se desahogara, mientras sentía entrar y salir su pistón, con bastante fiereza, hasta que sentí su leche evacuarla en mi conducto. Apenas lo retiro, se lo mamé un poco, y le comente que me había encantado,
acurrucando mi desnudo cuerpo al suyo.
Durante el día subsiguiente no tuve contacto con el animal, aunque lo deseaba, pero Juan no me ofrecía oportunidades, y traté de no contradecirlo.
El ultimo día, pensamos en ir al bosquecito, estaba espectacular, nos equipamos para pasar unas cuantas horas, así que tomamos la moto y nos fuimos con el perro, lugar apacible, con bastante vegetación y su rio.
Apenas nos acomodamos Juan, comenzó a besarme, su virilidad se hacía presente bastante seguido, si bien no me agradaba mucho hacerlo al aire libre, por temor a que nos viesen, aceptaba sus caricias, tratando de contenerlo. Al rato se fue a bañar, quedándome con el perro, que estaba acostado a mi lado, me sentía feliz estar con ambos, aunque me entristecía un poco recordar que me iría al día siguiente. Cuando llegó Juan todo mojado, lo seque, sacándose la malla, que a pesar de venir del agua, estaba bastante alzado, hice caso omiso, pero me sonreí. El se acercó lo suficiente, para acariciar mi pierna, lo detuve, aunque siguió insistiendo.
“Juan, compórtate, no me gusta al aire libre, nos pueden ver” le digo, se calmo un rato pero reinicio su actividad después de un tiempo. Su insistencia y ver su verga activa, me había empezado a encender, pensé que algo podíamos hacer sin demasiado “escándalo”.
Continuó metiendo su mano entre mi corto vestido, palpando mis bragas, le tomé su pene, y así jugueteamos un rato, por supuesto que cada vez se hacía más dinámico, hasta que intento bajarlas, volví a contenerlo, pero ya había aprendido bien a tocarme, así que le permití desplazarla.. Levantó mi falda hasta casi la cintura, para toquetear mi sexo, que estaba bastante húmedo, fue separando mis piernas, para acceder con mejor facilidad, sin dejar de besarnos. Hasta que se hizo presente la intervención de Joey, que traté de disuadirlo, sin resultado positivo, así que comencé a gozar con su vivaz lengua, mi secreción ya estaban entrando en proceso, a medida que tanto uno como el otro, actuaban sobre mi cuerpo.
Fue eso suficiente para iniciar el deslizar mis bragas, que no hice demasiado intento de impedirlo. A partir de ese momento me deje llevar por los acontecimientos, cuando Juan comenzó a quitar mi camisola, permitiéndoselo, para después sacar mi sostén, a pesar de no ser mi deseo, ya estaba desnuda. Cuando Juan, muy hábilmente coloco mis piernas sobre sus hombros para comenzar a copularme, comencé a gemir, sin importarme demasiado si alguien podría vernos, su intenso bombeo y mis clamores eran patéticos.
El perro se incorporo, al comenzar a lamer por donde podía, activando ese coito alucinante, hasta que Juan me eyaculo, cuando se retiro el perro continúo lamiéndome, al sentir incorporado a mi sexo el semen de su amo. El hecho de no haber completado mi orgasmo, dejé continuar al animal, cuando Juan me giró, comprendí a que quería inducirme, acatando su intención.
Al darme unas palmadas en mis nalgas, sentí a Joey, apoderarse de mi cuerpo, que sumisamente lo acepté. Por supuesto comenzó a bombearme de inmediato, pero mi sorpresa fue cuando la mano de Juan la dirigió a mí dilatado y expuesto recto.
Cuando su punta encontró mi orificio anal, instintivamente traté de impedirlo, pero cada vez que penetraba un poco, me agradaba produciéndome una sensación distinta, ya era su perra caliente, dispuesta a contentar a su macho. Mi corazón latía apresuradamente y mi cuerpo empezaba a llenarse de transpiración.
Notaba que cada vez se introducía mas, cosa que me incitaba al permitir su intromisión, me dolía, pero lo toleraba, era una mezcla de sufrimiento y placer. Con determinada habilidad, su miembro comenzó su rítmica penetración, al dilatarse en mi interior, sentía dolor, pero era como que se fusionaba con mi excitación.
La verga de Joey, comenzó a penetrarme abruptamente, rozando las paredes de mi conducto, sintiéndola crecer como veces anteriores, pero por otro canal. Sus patas se aferraban fuertemente como para poder meterme la totalidad de su brutal aparato, sus uñas arañaban mis muslos.
Sentía que mi culo se partía, estaba siendo vulnerada por una bestia insaciable e incontrolada, dispuesto a satisfacer su intuición animal, no importaba por donde, solo se manejaba por su instinto. Lo sentía entrar dolorosamente centímetro a centímetro, a través de mi recto, a la vez que mis pezones eran adsorbidos por Juan, cada vez que salía me succionaba las entrañas y cuando entraba sentía empujar mis órganos internos. Supongo que cada vez más enrojecido por ese taladro de carne, palpitando mi esfínter ante esa intromisión.
El perro se deposito sobre mi espalda, mientras aprecié sus primeros infusiones regar mi interior, me excitaba, disfrutaba eso, a pesar del dolor, su bombeo era implacable y lleno de violencia, en donde mi culito era forzado sin mayor contemplación. Transportándome a una serie de orgasmos fantásticos. Esa invasión de mi cuerpo en pareja, me hacía sentir como la prisionera, como el objeto sexual, era el dispositivo del sacrificio, en donde cada parte se deleitaba con una de mis cavidades. No puedo negar que lo disfrutaba plenamente, sintiendo que cada vez me entregaba más a sus deseos.
En ese momento me sentí como vejada por esa bestia, me dolía bastante, sentía como que era infligida por lo que estaba haciendo. Cuando tanto su aparato y su bola extrema habían crecido totalmente, apresada en la salida de mi recto, para finalizar plenamente abotonados En ese instante sentí como que Joey, era mi dueño, que era el macho poseedor de su sumisa mujer-perra, permitiéndole todo, con tal de gozar de sus penetraciones. El calor de su esperma comenzó a regar mi conducto, eso fue la consecuencia de otro espasmo
Sentía como palpitaba su verga dentro de mi recto, cuando de repente el perro se giró y por primera vez quedamos abrochados, culo con culo, sentía palpitar su verga, que me producía una serie de espasmos, pero al sentir evacuar nuevamente su simiente por mi culo, fue el súmmum, gemía como una cachorra Trataba de retenerle las patas para evitar que me arrastrase y llegase a producirme algún desgarro en la zona enganchada.
Estoy casi segura que en ese momento alguien estaba observando ese aberrante coito, aparte de Juan que estaba nuevamente excitado, pero si bien no lo pude comprobar estaba convencida de que alguien nos miraba, creo que me estimulaba saber que estábamos en la mira.
Casi veinte minutos perduré en esa situación, Juan trataba de contenerlo, para evitar de ser arrastrada por el pasto. Cuando su verga se fue contrayendo, de un tirón la sacó de mi conducto, invadiéndome un fuerte dolor. Me lamio como para calmar mi sufrimiento momentáneo.
Prácticamente me desplomé en el piso, totalmente agotada por semejante acoso. Noté mis muslos rasguñados, me ardía mi culo y mis labios vaginales algo inflamado. Por suerte Juan me cobijo entre sus brazos en señal de contención. A pesar de mi temor de ser vista, permanecí desnuda, dispuesta a ser penetrada durante todo el tiempo que permaneceríamos en ese lugar, con mi organismo algo maltratado.