El Periodista

Como periodista me enteré y comprobé cosas extrañas que ocurren en tierras lejanas.

El Periodista.

Mi profesión de periodista me ha llevado a diversos lugares del mundo. No quiero exagerar pero he visitado más de cincuenta países, desde grandes con Estados Unidos o China hasta pequeños como San Marino o Mónaco. En particular he debido andar mucho por África.

En una oportunidad, debido a grandes inundaciones en los caminos de salida, debí permanecer dos semanas en una localidad perdida en medio del mapa. Su nombre me resulta difícil de pronunciar y mucho más de escribirlo correctamente.

Allí me alojé en el mejor hotel que había, con suerte de dos estrellas, por lo cual era bastante aburrido. Eso me llevó a pasar bastante tiempo en un bar cercano muy concurrido y me dediqué a platicar con los parroquianos mientras bebía cantidades de té Earl Gray.

Allí me enteré la existencia de un campo de entrenamiento de mujeres para distintos servicios. Me intrigó mucho el asunto y comencé a interrogar a mi interlocutor, que finalmente me invitó a conocer el lugar. Él, Nicolás, era el abogado que atendía los asuntos legales de "las Fieras", nombre del campo mencionado.

Al día siguiente muy temprano en la mañana partimos para el lugar. Según me explicó tenían entrenamiento en varias especialidades.

Putas

Pony Girls

Trabajos en minería

Esclavas Sexuales.

Las putas estaban destinadas, como puede imaginarse, a satisfacer las necesidades de las caravanas de camiones que pasaban por el lugar.

Las Ponies, para divertimento y realización de trabajos en reemplazo de mulas, caballos y bueyes

Los Trabajos en Minería eran los más pesados. Explotaban algunas minas de oro cercanas.

Esclavas Sexuales. Todas destinadas a exportación. Los altos precios que se pagaban por ellas no permitía a ningún lugareño poder acceder a esos placeres.

Mi interlocutor me sugirió ir directamente al pabellón de entrenamiento de las esclavas sexuales y me aclaró:

-Ese es un lugar en el cual se reúnen las especialidades anteriores. Si conoces bien este pabellón, conoces todos.

Traspusimos una puerta de hierro y nos encontramos con otra puerta de reja de generosas dimensiones. Imaginé que sería muy pesada.

Dos esclavas eran las encargadas de operarlas. Para franquearnos el paso, comenzaron a empujar la pesada puerta. Luego de mucho esfuerzo quedó el canino libre para que pasáramos. De cerca puede observar el cuerpo de las dos mujeres que apenas cubrían su chocho con una diminuta tela. Me sorprendió ver la cantidad de marcas producto de numerosos castigos.

-¿Quieres ver algo fuerte? Vamos al pabellón 3.

Conforme nos acercábamos puede observar a un hombre que traía una mujer vestida con una túnica, un collar metálico con una correa que era la que justamente manejaba el hombre.

Tenía las manos esposadas en la espalda y portaba también grilletes en los tobillos pero se la veía muy tranquila como quién va de paseo.

Nicolás me comentó entonces:

-Llegamos justo a tiempo. Comenzará una sesión de tortura sobre esa mujer. Podrás observar lo rigurosos que son en esa tarea.-

-No parecía estar muy asustada, considerando lo que me dices ¿Ella no sabe que la van a torturar?-

-Seguramente sí, pero ya lo acepta como algo natural. Debe estar en la fase final de su entrenamiento. Entremos al pabellón.-

Había un pasillo con varias puertas en las cuales se leía: "Azotes"; "Electricidad"; "Violaciones"; Suspensiones", etc. La joven era conducida a la de Azotes y allí entramos nosotros.

Quién la conducía le quitó las esposas, los grilletes de sus tobillos y la cadena de su collar. Luego le removió la bata y procedió a atar sus muñecas en alto y sus tobillos bien separados. La joven tenía un hermoso cuerpo y presentaba sólo algunas marcas.

Nicolás me invitó a sentarnos en unos sillones frente a la joven que estaba siendo atada y tomó una hoja con datos de la esclava y el castigo que recibiría. Ésta es una trascripción de la misma:


Esclava. María del Rosario Gutiérrez. Se presentó espontáneamente para ser entrenada y luego cedida a quién debiera servir.

Edad: 25 años.

Tiempo de entrenamiento: 6 meses.

Castigo, primera parte: 200 azotes distribuidos así:

100 azotes en la espalda y culo con látigo número 7 (Mango de 60 cm., cola de cuero trenzado de 160 cm., rematado en 6 colas de 30 cm. cada una con bola de acero en la punta)

60 azotes distribuidos entre los muslos y 10 cm. por encima de ombligo con látigo número 7

30 azotes en las tetas con vara flexible de 120 cm.

10 azotes entre las piernas, dirigidos al coño con disciplinas de diez colas con nudos cada 7 cm.


Cuando terminé de leer pregunté sorprendido si esa era solamente la primera parte.

Sí, seguramente luego tendrá que pasar a alguna otra sala. Generalmente de aquí van a la de violación y luego a la de electricidad.

Una vez atada, quién iba a castigarla tomó el látigo en sus manos. Era realmente un instrumento de temer.

El primer azote fue dirigido al culo, en su parte media, pero debido a la longitud del látigo, la cola rodeó el cuerpo de la joven, golpeando las bolitas de acero en el bajo vientre.

A pesar de lo riguroso del azote, la joven María del Rosario no emitió quejido alguno. En la posición en que estaba, le era completamente imposible defenderse. Todo su cuerpo quedaba a merced de su torturador. Se fueron sucediendo los azotes junto con la aparición de marcas muy notables sobre la piel morena clara de la muchacha.

Cuando había recibido alrededor de treinta azotes comenzó a emitir algunos gemidos. A estas alturas su culo estaba completamente cubierto de marcas y todavía faltaban setenta. Algunos más fueron dirigidos al culo y luego los restantes a la espalda. Justamente los azotes que castigaban la espalda también lo hacían en las tetas con las bolitas de acero.

Al finalizar los primeros cien azotes, la esclava gemía con desesperación. Luego de dejarla que se calmara parcialmente y con el mismo látigo comenzó la flagelación de la parte delantera que ya había sufrido los embates de la punta de ese látigo.

Los primeros azotes fueron dirigidos apenas por encima de la entrepierna, otros a la altura del ombligo y algunos más a los muslos. María del Rosario estaba exhausta y casi no se quejaba mientras su cuerpo se cubría de más y más marcas. Al finalizar los 60 azotes, su cara, bañada de lágrimas, estaba inclinada sobre un costado. Todavía le faltaban algunos castigos

Luego de unos minutos, el hombre encargado del castigo tomó la vara de 120 centímetros y se dispuso a azotarla en las tetas. Yo no podía siquiera imaginar el dolor que le causaría y menos podía imaginar que ella se prestara sumisamente a semejante tratamiento e incluso que haya sido ella misma la que prefirió ser entrenada así.

Su verdugo levantó la vara y la impulsó con fuerza directamente a sus tetas. El impacto fue terrible, dejando de inmediato la marca sobre los pezones. Nuevamente la joven se contuvo para no gemir, aunque en su estado hasta quejarse, gritar o sollozar le implicaba un esfuerzo por encima de lo que podía.

Sin detenerse continuaron los azotes en las maltrechas tetas hasta completar el número de 60. El estado en que quedaron las mismas era indescriptible. Cubierto de marcas rojas y moradas, parecían muy diferentes a las redondas y turgentes que habíamos visto una hora antes.

Quedaban todavía los diez azotes entre las piernas, dirigidos directamente a la concha. A solicitud de Nicolás nos habían alcanzado las disciplinas que usarían con la joven. Era realmente un instrumento escalofriante. Uno se podía imaginar lo que era que los nudos en los tientos de cuero hicieran impacto en tan delicada parte.

Cuando María del Rosario recibió el primer impacto, no pudo contener un prolongado gemido que se repitió en los diez azotes que recibió en su coño. Sospeché que no llegaría al orgasmo por unos días aunque fuera cogida en las mejores condiciones. Seguramente el dolor que le produciría cualquier penetración le eliminaría cualquier excitación que tuviera.

El abogado Nicolás me comentó que finalizaba así la primera parte del castigo. El paso siguiente era la violación. Según me explicaron serían tres los hombres que la violarían. Los tres penetrarían sus tres agujeros pero cada uno de ellos se correría en un agujero diferente. Luego sería colocada de manera tal que por medios mecánicos sería penetrada con un emulador de falo, en la vagina y el culo con movimientos de pone y saca. Algo así como una máquina masturbadora.

Efectivamente, luego de una media hora la condujeron a la sala "Violaciones". Casi sin mediar palabra uno de los hombres que esperaba en la misma, se desnudó y acercó el falo a la boca de la joven que de inmediato la abrió y comenzó a chuparla.

Cuando ya había adquirido un buen tamaño, el hombre la retiró de la boca y la enfiló a la vagina. Apenas comenzó a introducirla, la joven no pudo reprimir su expresión y dolor. Los azotes que minutos antes había recibido en los labios vaginales los habían sensibilizado de tal manera que el roce provocaba un dolor inmenso.

Luego de unos minutos de movimiento el hombre le ordenó darse vuelta y relajar el culo para penetrarla por allí. Obedeció de inmediato y pesar de lo dolorido que estaba su culo, se separó los glúteos para facilitar el acceso. Casi de inmediato, un empujón hizo entrar la verga hasta el fondo, arrancando un gemido de María del Rosario.

Sin demasiado apuro continuó entrando y saliendo del agujero mientras gruesas lágrimas corrían por las mejillas de la joven. Poco después una buena carga de leche era depositada en su culo.

Terminada la primera violación, se acercó el segundo de los hombres que luego de hacérsela mamar se la introdujo en el culo y finalmente en la vagina, donde se corrió.

El tercero era un joven de no más de 25 años que cuando se desnudó ya tenía la verga erecta. Comenzó sodomizándola, para luego pasar por la vagina y finalmente por la boca de la joven. Lentamente metía y sacaba el falo de la boca de María del Rosario. Parecía no tener apuro en correrse.

Cuando finalmente se corrió, el semen llenó la boca de la chupadora que no alcanzó a tragarlo totalmente y parte corrió por su mejilla.

Habiendo sido penetrada por los tres, fue ubicada entre dos aparatos con cilindros que terminaban en adminículos con forma de pene. Uno fue introducido en la vagina y otro en el culo. Luego se pusieron los motores en marcha. Ambos cilindros entraban y salían de los agujeros de la joven con regularidad, pero debido a los dolores de los recientes azotes, María del Rosario aun no podía correrse. Estuvo sometida con estos aparatos por más de media hora pero no logró correrse, sino por el contrario su dolor fue en aumento. Cuando se detuvieron los motores, el alivio se vio reflejado en su rostro.

Unos minutos más tarde todos nos trasladábamos a la sala "electricidad". No se necesitaba ser muy sagaz para imaginarse que muy pronto debería soportar desde la picana hasta descargas en todo su cuerpo.

Fue fuertemente amarrada a una camilla metálica. La joven estaba boca arriba con las piernas separadas y algo levantadas con los que su concha y ano quedaban expuestos. El encargado de torturarla conectó un cable a la camilla y el otro a una varilla, que acercó a uno de los pezones de María del Rosario.

Sin duda la descarga fue muy fuerte porque a pesar de lo exhausta que estaba la joven dio un grito de terror mientras su cuerpo se convulsionaba. La varilla iba de una a otra teta para luego bajar hasta el ombligo. Los gemidos continuaban. Luego la varilla bajó más hasta llegar a la entrada de la vagina, apoyándolo en los propios labios. Fue entonces cuando el gemido se hizo más fuerte todavía.

Así debió permanecer unos segundos, mientras todo el cuerpo se movía sin control. Un momento más tarde retiró el electrodo del cuerpo de la joven, quién demoró unos minutos en tranquilizarse. Fue entonces que el abogado me explicó.

-Las torturas con electricidad suelen demorar bastante ya que es un castigo que deben aprender a soportar sin dificultad.-

-Creo que no podrán soportar mucho más sin desmayarse por lo menos.-comenté.

-No crea. Antes de llegar a esto los muchachos les hacen algunas cositas para que sus cuerpos se entrenen. Seguramente ahora seguirá con algunas descargas en el agujero del culo y quizás le introduzca el electrodo en el recto o la vagina. Entonces sí que gritará con fuerza.-

Efectivamente la varilla comenzó a acercarse al la entrada del ano y luego de tocar el esfínter, comenzó a empujar para introducirlo en el recto. María del Rosario gemía, gritaba, y se revolvía dentro de lo que sus ligaduras le permitían como nunca imaginé. Sin embargo cuando luego de retirarle del recto comenzó a penetrarla en la vagina, se podía imaginar lo que estaba sufriendo la muchacha.

-Esto les viene bien porque las esteriliza. De esta manera se las puede violar todas las veces que se quiera que nunca más queden embarazadas y para disponer a gusto de una esclava eso es bastante importante.- me comentó mi interlocutor.

Desde que habíamos entrado al pabellón habrán pasado unas tres horas, en la cuales María del Rosario había recibido toda clase de humillaciones y castigos. Ahora era llevada nuevamente a una celda en la cual se repondría del castigo recibido para luego reiniciar otro.

Nicolás me invitó entonces al pabellón de las putas.

-Si quieres podemos pedir cogernos a alguna de las putas que ya están listas para comenzar a trabajar en su especialidad que habitan este pabellón. Verás qué profesionales y educadas que son y puedo adelantarte que hay unos ejemplares muy buenos.-

Te agradezco pero por hoy he tenido suficientes emociones. Quizás otro día vuelva.-Así nos despedimos.

Por mi parte había quedado horrorizado de lo que había visto. Lo que más me costaba entender que varias de estas jóvenes venían por su propia voluntad. ¿Qué sentirían ellas cuando eran torturadas? ¿Qué esperaban encontrar en el futuro? ¿Verdaderamente gozaban con los castigos? Eran muchas preguntas que pensaba formularle a Nicolás cuando lo encontrara en el bar por la noche.

Efectivamente, luego de cenar fui al bar para encontrarme con Nicolás.

-Tengo varias preguntas para hacerte luego de lo que vimos esta tarde. ¿Por qué alguna vienen por su propia voluntad? ¿Qué esperan conseguir?-

-Mira, yo soy abogado y no adivino. Quizás algún psicólogo te pueda responder. Lo que sí puedo asegurarte que pasado el momento del castigo, ninguna se arrepiente de estar allí. Un caso distinto es el de las mujeres que son traídas a la fuerza (y hay varias en esas condiciones). Luego de severos castigos aceptan su destino y se convierten en dóciles putas, esclavas o lo que sea.-

-¿Crees que cuando son violadas verdaderamente sufren o gozan?-

-Ya te he dicho, no soy adivino. No lo sé pero creo que en un principio no gozan, luego se acostumbran y también gozan del polvo aunque sea forzado.-

Estuve a punto de poner un cable a la redacción para indicarles que me quedaría unos días más para interiorizarme del asunto, pero mi interés de volver a mi lugar habitual me hizo desechar la idea. Quizás más adelante vuelva a conocer con más detalle "Las Fieras", ese lugar de entrenamiento