El peregrino negro. un polvo sin compromiso

Un polvo sin más compromiso que la necesidad de ambos en la coyunta

Sentado en el poyo del lavadero tras mi andadura peregrina, y andaba muerto de sed por la calorina del día, que era de temer, en esas estaba disfrutando del agua del fontarrón, cuando llegó un coche un tanto desvencijado con la muisca a toda pastilla, el cual aparcó sin contemplaciones delante de mis narices, perturbando mi tranquilidad y gozo.

Se abrió la puerta del coche y salieron de él dos chuchos buscando el agua del pilón y luego por ende se fueron a por el pan de mis manos, oliendo de paso mi bragueta, lo cual ya me puo en guardia.

Del coche salió una enorme madura, con vestido mediano y aberturas a los lados, que me dio las buenas tarde o lo buenos días, según fuera el caso. Y delante de mi con la puerta abierta del coche me mostró una amplia culera, y el naciente de unas bragas rojas, a cuyo olor fue unos de lo chuchos que recibio una coz de la dueña y señora del lugar.

Se fue la buena señora hacia la casa cargada de viandas y los chuchos detrás suyo a la espera de que cayera algo.

Volvió al rato la señora al coche pero ahora por la otra puerta, y dejando ver un buen par de melones,  y tras levantar la vista me preguntó si necesitaba algo, raudo y veloz y con educación le dije que una buena siesta, ella no fue menor en su contestación y tras examinar mi entrepierna, me dijo de sopetón, que lado de la cama prefería… Quedé de piedra, pro no era cuestión de arrugarse, por lo cual me fui detrás de aquellos perniles.

La cosa era u amasijo de revueltas cosas, la cocina un caos, y la cama un revoltijo de ropas y frazadas, cuando me invitó a escoger el lado de la cama ideal para la siesta, los chuchos ya estaban instalados en la amplia cama.

Dispuse que mejor era el lado izquierdo, por aquello de poder escapar si era necesario por la ventana, estaba tentando el colchón, cuando la buena madura de tetas blancas y colgantes y como no, de buena armadura hizo acopio de su lugar en el lado derecho del colchón, haciendo arrumacos a sus chucos, como para darme celos.

Lucía uno de esos tangas para culos prietos pero amplios, que dejaba ver unas carnes blancas y sueltas, y una abundante pelambrera alrededor de su chumino dado lo abultado del lugar. Nos acostamos a modo de cuchara, y sin ni siquiera preguntarnos el nombre de cada uno, me cogió el rabo en toda su dimensión intentando darle dimensión y longitud, para lo cual reclamó la ayuda de sus amigos que a chasquido de sus dedos pronto se pusieron gustosos de lamer el nabo que la buena señora lubricado con su saliva.

Cuando ya el rabo tenía las dimensiones adecuadas , se puso la buena moza a cuatro patas, para que yo procediera  a la monta, ante lo cual no me hice mucho de rogar , hice a un lado el tanga, me agarre a la potrancas y sin más lo sentí por la madura por el trabucazo que le iba a meter.

No se esperaba aquella metida tan fuerte y descomunal, pues viendo a la rubia, culo en ristre. Era una delicia meterse por entre aquella pelambrera y buscar los carnosos labios en los cuales perderse, los dos teníamos ganas pues tras un intenso  mete y saca le llegó el orgasmo y una tirada de mis cojones  para que le llegara en dicho estadio a lo más hondo y así fue como fui con todo dentro de la buena señora que no dejaba de dar ayes, por el buen polvazo recibido.

Nos quedamos enganchados, mientras los canes retozan por entre nosotros buscando los restos del polvo.

Tras unos cuantos minutos de reposo y duerme vela  pronto la madura la sentí amarrase al príapo y ponerlo  como una longaniza de cantimpalo, de nuevo a buena moza se puso a cuatro, pero me invitó a su otro agujero que no opuso resistencia y pronto fue perforado hasta el mismismo fondo para goce y disfrute de la señora que se retorcía y jaleaba ella misma restregándose el chumino a base de bien, fue concluir el pollonazo, cuando me dio las gracias por el polvo y diciéndome que de camino vendría su chorbo me invitó a seguir mi camino.

Eso sí con el sentido del deber cumplido

Gervasio de Silos