El perdón

Mi hermana entra en escena y, como casi siempre, revoluciona todo. Pero solo ella sabe pedir un perdón sincero.

No es fácil describir las sensaciones que recorrían mi cuerpo en aquel momento. Acababa de tener un sueño húmedo, durmiendo la siesta junto a Angie, en su jardín, y me desperté sobresaltado en el mismo momento en que eyacule, con mi hermana descubriendome desde mi propia ventana y con Angie a mi lado acariciándome la cara.

-"¿Que haces ahí?", -volvió a preguntar mi hermana- "Luego dirás que te pasas el día estudiando".

-"Haciendome compañía" -contestó Angie- ."Lo vi solito y aburrido, y le invité a tomar el sol conmigo... no le culpes al pobre", contestó Angie, provocando una leve sonrisa en el rostro pétreo de mi hermana, mientras se incorporaba y caminaba hacia el muro que separaba nuestras fincas con la espalda desnuda, el brazo derecho cubriendo sus pechos y el sostén en la mano izquierda. Lejos de mi  vista, y de espaldas a mí, se lo volvió a poner.

-"Cada día más bonitas", le dijo mi hermana cuando se descubrió ante ella.

-"Gracias, cielo" -contestó Angie-. "Lo mío me cuesta mantenerlas firmes. Ya lo sabrás en unos añitos. Oye, ¿por que no te bajas y te echas un rato con nosotros?".

Seguía la conversación desde la distancia, recomponiéndome todavía. Me molestaba la humedad en la entrepierna y un ligero dolor de cabeza comenzaba a punzarme las sienes, mientras contemplaba la espléndida figura de Angie regresar hacia la manta y a mi hermana desaparecer de la ventana.

-"Creo que os voy a abandonar", le dije.

-"¿Por? Se te va a notar demasiado que esquivas a tu hermana", dijo Angie con picardía.

-"¡No! Nada que ver... necesito pegarme una ducha, llevo muchas horas al sol".

-"Y con los pantalones puestos" -dijo Angie, mientras me guiñaba un ojo-. "Ahí está la manguera ... o puedes ducharte dentro. O sube a tu casa y bajas de nuevo. Pero quédate un ratito más...", rogó.

En esto apareció mi hermana en el portal. Angie fue a abrirle, y ambas se saludaron con un pico.

-"Tu hermano... que dice que se va", le dijo a mi hermana, señalándome.

-"Oyee, que vengo yo...y te vas", respondió. Vestía tan solo una escueta camiseta de asas, el bañador de tanga negro e iba descalza.

-"¿Has dado la vuelta por el camino con esa pinta?, le pregunté.

-"¿Para venir aquí?¿Te vas a asustar ahora por verme el culo?", contestó.

-"Yo no... pero a algún viejo puede subirle la tensión. Ya sabes que a mamá no le gusta que vayamos en pelotas por los caminos", le repuse.

Tanto nuestra casa como la de Angie estaban algo apartadas, eran las últimas casas del pueblo. La suya daba a la parte trasera de nuestra casa, antes de adentrarse en pleno monte, y estaba mucha más recogida, pero mi hermana había salido por la entrada principal y había dado la vuelta por el camino público. Mi madre ya recibió quejas de alguna de las beatas del pueblo por mucho menos.

-"Mamá no está. ¿Y qué va a pasar?¿Van a decir mi nombre en la misa del Domingo?" -bromeó, mientras se quitaba la camiseta y se quedaba en tetas delante nuestra- "Ya sabes...ladran..."

-"Luego cabalgamos -completó Angie- ¿Estáis así todo el día?".

-"Ésta, que hoy está de luna llena" -le dije señalando a mi hermana, que se hacía una coleta justo antes de tumbarse al sol- "Más de lo habitual", sentencié, mientras Angie reía y mi hermana me sacaba la lengua de manera pueril.

Iniciaron ambas una conversación intranscedente de la que desconecté enseguida, buscando el momento de volver a casa sin parecer grosero con mi hermana, que ese día parecía sacar punta de todo lo que yo hacía.

-"¿Otra cerveza?", nos preguntó Angie.

-"¿Otra? ¿Cuantas lleváis ya?", contestó mi hermana, curiosa.

-"Jajjajajjaa, un par de ellas cada uno. No te asustes", justifico Angie.

-"No, si allá vosotros. A mi si que me apetece, que aún no llevo ninguna", lle repuso riendo.

-"Pues hecho entonces", dijo Angie levantandose.

-"Me tomo una y me voy, en serio chicas", les dije.

-"Vereeemos", contestó Angie, mientras se metía en casa con mi hermana para sacar birras para los tres.

Volvieron cada una con su botellín, y Angie con el mío, que me lo pasó alargando el brazo antes de volver a sentarse en la manta. Mi hermana, por su parte, se quedó de pie y posó su cerveza en el suelo.

-"Con vuestro permiso" -nos anunció, mientras se bajó el tanga delante de los dos y lo apartó a un lado, quedándose completamente desnuda- "Aquí no me ven las viejas, ¿no, hermanito?", me preguntó con sorna.

-"Estas en tu casa, cariño", le dijo Angie.

No contesté, y me concentré en beber mi cerveza mientras contemplaba a mi hermana sentarse en la manta, cruzando las piernas. Llevaba el sexo perfectamente recortado mostrando una tira de pelo muy corto alrededor de su raja , y se le notaba claramente la marca del tanga en su perfecta morenez, algo de lo que se dio cuenta Angie.

-"Este verano no has pisado la nudista, ¿eh?", le preguntó.

-"Muy poco... si voy sola y con tiempo, si. O con mi madre cuando está. Pero mis amigas solo quieren ir a la del centro. Así que cuando puedo, chumino al sol", respondió, provocando en Angie una leve sonrisa.

-"Haces bien".

-"Yo haré bien, pero tu en la playa haces topless y en tu casa...¿te tapas más?".

Angie no le contestó. Sonrió ligeramente y negó con la cabeza. "El contexto es distinto".

-"Si es por éste... tranquila, está harto de ver tetas" -dijo, señalando me con la cabeza- "De tocarlas no tanto, pero de verlas...", contestó, picándome de nuevo.

Sin entrar al trapo, acabé la cerveza de un trago y les dije que me iba.

-"Ala...¿no te habrás mosqueado?", dijo mi hermana.

-"No, de verdad... necesito una ducha y descansar un rato la cabeza... creo que me ha dado demasiado el sol", le tranquilicé.

Me despedí de Angie con dos besos y subí a casa. Me quité la ropa y la dejé hecha una madeja sobre mi cama. Entré en la ducha para quitarme el olor a semen y a sudor, enjabonándome a conciencia hasta el último rincón de mi cuerpo.

Salí del cuarto de baño completamente desnudo, y me dirigí a mi habitación en busca de ropa limpia. Tenía por costumbre perfumarme cada vez que que me duchaba, y me acerqué a la mesa para coger el frasco de colonia. No pude evitar la tentación y me arrimé a la ventana, asomando  la cabeza lo justo para no ser visto. En la finca, sobre la manta donde hasta hacía un momento estábamos los tres, solamente yacía Angie al sol, mientras el tanga y la camiseta de mi hermana seguían en el suelo, junto a tres cascos de cerveza vacíos.

"Donde se habrá metido ésta", imaginando que mi hermana habría ido a por más cervezas, o a mear. En ese momento Angie se incorporó, y me llevé la mas agradable de las sorpresas cuando pude comprobar cómo, sentada en la manta, se había quitado el sostén y sus pechos lucían al sol, procurando que hasta el último de sus rayos penetrasen en cada uno de los poros de su piel, sin más obstáculo que la pequeña braga del bikini rosado .

"Está preciosa", pensé para mis adentros, mientras intentaba descifrar en la distancia el generoso tamaño de su aureola, o el color de sus pezones. Sus tetas lucían firmes, poderosas, desafiando al horizonte sin ceder lo más mínimo por no tener el resguardo del sostén. Pensé, entonces, que por primera vez podía ver al natural los dos tesoros con los que mas de una vez había soñado. Incluso esa misma tarde.

Escondido entre las sombras de mi cuarto, arropado por la cortina como aliada, comencé a masturbarme.  Empecé por acariciarme el largo de mi polla con las yemas de los dedos, al tiempo que Angie, inquieta en la manta, quizás en busca de mi hermana, se movía nerviosa haciendo botar las tetas en cada movimiento, provocando poco a poco en mí una reacción consistente  Continué acariciándome los huevos y subiendo hasta mi sexo, agarrando con suavidad el pene y comenzando a agitarlo lentamente, mientras Angie estiraba las piernas, abriendolas levemente, y se apoyaba con la palma de las manos por detrás de la espalda, alzando ligeramente la cabeza y cerrando los ojos, dispuesta a recibir el sol en toda su plenitud, desafiando con sus dos pezones al infinito, mostrandolos a la vida. Mi polla estaba para entonces dura como una piedra, deseosa de penetrar ese coño oculto por el pequeño trozo de tela que tapaba ridículamente la anatomía mostrada, cuando sentí un aliento en mi nuca que me hizo palidecer.

Dejé de masturbarme súbitamente, apartando mi mano del miembro erecto como alejandola del pecado prohibido, cuando sentí una mano ajena recoger mi sexo huérfano y envolverlo dentro de sí, rodeandolo con unos dedos finos pero ágiles.

El aliento que sentía estaba acompasado con su respiración, cada vez más acelerada, del mismo modo que ganaba en intensidad la masturbación, mientras recibía en mi cuello pequeños mordiscos que me impedían girar la cabeza, avisandome de lo prohibido sin necesidad de decir palabra alguna.

Angie disfrutaba del sol, ajena a lo que estaba sucediendo, y el ritmo frenético de la paja, a punto ya de hacerme llegar, se frenó paulatinamente, comenzando a masajear me la polla en toda su longitud de un modo mucho más lento y calmado, provocando con ello la llegada del orgasmo en ciernes. Lo sentí venir, e irremediablemente estallé en una larga eyaculación que se derramó sobre el suelo de mi cuarto, quedándome completamente vacío.

-"Perdóname. Hoy no he sido justa contigo", me dijo al oído una voz dulcisima, al tiempo que sus labios envolvían mi mejilla.

Rendido, y sin darme la vuelta, me quedé apoyado en el quicio de la ventana durante un rato, a la espera de recobrar fuerzas. En unos segundos, mi hermana apareció frente a Angie tapada por un albornoz de seda estampado y muy cortito. Permanecí en silencio, intentando escuchar a lo lejos su conversación.

-"Te queda chulísimo. Te lo regalo", le dijo.

-"Gracias, es mono. Pero yo soy más de carne.", contestó mi hermana, dejándolo caer al suelo y mostrándose de nuevo desnuda ante la vecina.

-"Jajajjj, piénsatelo. Oye, ¿y qué ha dicho tu hermano?", le preguntó.

-"No, que no baja de nuevo, tiene mucho lío", contestó. "Pero si, ya le he pedido perdón. Tenías razón, que bien se queda una cuando se desahoga", apostilló, con esa media sonrisa. La sonrisa del desconcierto.

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