El peor pirata de la Historia [Caronte]

Jack Sparrow tiene competencia. Estas son las andadas de Francisco, el peor pirata del Siglo XXI.

"GRAN OFERTÓN

Sólo 19’99 €"

Francisco no era hombre de negarse a las ofertas para qué nos vamos a engañar, es más, era toda una víctima de la sociedad de consumo. Su casa era, a efectos prácticos, un almacén de cosas inútiles: Los cuchillos coreanos, el exprimidor de limones, la vaporeta con 57 utensilios, tres aspiradores, una máquina de picar carne, y la estrella de su colección, un astrolabio parlante que ni siquiera recordaba dónde había comprado, eran sólo la décima parte de "Los cacharros del Francis". Y es que, Francisco, oferta que veía, oferta que compraba.

Por eso, cuando vio los DVDs de la trilogía de "Piratas del Caribe" con escenas extras eliminadas, contenidos añadidos, tomas falsas, escenas inéditas, la "Macarena" cantada por Jhonny Deep y con comentarios del tipo que les llevaba el café a los que crearon al kraken por ordenador, no se lo pensó dos veces.

  • ¡Ésta tiene que ser mía!- y vaya si lo fue. Ya de paso, también se compró un reproductor DVD que estaba de oferta, que el suyo ya tenía cuatro meses y seguro que estaba anticuado.

Esto fue el viernes por la tarde. El sábado por la mañana se levantó pronto para comprar veinte bolsas de palomitas (una oferta de "pague nueve y llévese diez" no podía dejarla pasar), y cinco botellas de refresco de cola (del más barato que había) y se dispuso a ver, íntegramente, sin interrupciones y de seguido, más de nueve horas de películas, escenas, comentarios, créditos y demás relleno de cuatro DVDs en los que se desglosaba su ofertón del viernes

Normal que acabara tal y como acabó


  • ¿Y esos cangrejos?- Los expertos en psiquiatría que más tarde estudiarían su caso no dudarían en afirmar que la conducta de Francisco a posteriori se debería a esa escena, después de horas de visionado, donde un enloquecido capitán Jack Sparrow persigue por las áridas arenas de un desierto a los miles de cangrejos que se llevan su barco. Obviamente, la irrealidad de la imagen era sólo perfectamente posible porque el personaje del amanerado Jhonny Deep estaba en el país de los muertos, como si los fiambres no siguieran las normas de la lógica y la coherencia como todo el mundo.

Pero, para desgracia de muchos, alivio de otros, y entusiasmo exacerbado posiblemente sólo por parte de Francisco, la película continuó.

  • ¡Los cañones! ¡Disparad los cañones!- El televisor, de haber podido hablar algo más que la apabullante banda sonora de la película, seguramente habría gritado "¡No me chilles al oído, tío pelma!". Pero como los televisores no están construidos para insultar a sus compradores, el aparato tuvo que aguantar la verborrea de su exaltado dueño, que saltaba en el sofá, esparciendo palomitas por doquier, cada vez que los cañones bramaban y disparaban una nube de humo de la que surgía su bola de hierro.

A Don Alonso Quijano se le secó el cerebro de tanto leer libros de caballerías. El proceso de Francisco Pérez fue, si cabe, mucho más rápido y destructivo. Claro está, en épocas de Cervantes no existían los DVDs… De haber existido, sólo Dios sabe lo que hubiera sido del pobre Quijote.

En pleno apogeo de la batalla entre la Perla Negra y el Holandés Errante, y cuando más encendido estaba Francisco, de pie sobre el sofá, expectante a ver quién se llevaba ése último cañonazo que hundiría la nave en el tormentoso remolino del mar, un sonido se impuso al de los cañones.

Un timbre.

Tan abstraído estaba nuestro protagonista en el filme que ese repentino retorno a la realidad lo sobresaltó. Perdió el equilibrio y cayó del sofá, precipitándose tras el respaldo del mismo, donde su cabeza golpeó desafortunadamente con unas figuras de enanos de jardín (otra más de esas ofertas que Francisco no pudo dejar pasar, a pesar de que lo más parecido a un jardín que tenía era una maceta cuya semilla no llegó a germinar porque Francisco jamás la regaba).

Si alguna neurona le quedaba sana después de ocho horas ininterrumpidas de "Piratas del Caribe", la figurita de Gruñón acabó por matarla del todo, perdiendo su miserable vida de enano de interior en el intento.

  • Oye… éste no contesta…- musitó Lucho a Javier, viendo que su amigo Francisco, con el que habían quedado para irse de cañas, no les abría la puerta. Tras ella, les llegaban los cañonazos y la música a todo trapo de la película.

  • Tiene la tele a toda hostia y no nos oye. Espérate, que sé dónde guarda la llave…- Respondió Javier bajando las escaleras de nuevo hasta el portal, donde la señora de la limpieza, que mantenía la puerta abierta, le volvió a increpar por "pisarle el frega’o, hombre ya".

Una vez metida la mano en el buzón y extraída con mucho esmero la copia de la llave de casa Francisco, el amigo volvió a plantarse ante la puerta.

Cuando abrieron la puerta, se encontraron a su amigo bocarriba, inconsciente, habiendo asesinado con su cabeza al pobre enanito Gruñón que a nadie le hacía ningún mal.

  • ¡FRANCIS!- exclamaron ambos.

  • ¡Coño! ¡Que se nos ha matao!- se echaba las manos a la cabeza Lucho.

  • No, aún respira… sólo se ha metido el josconcio padre.- Javier estaba tratando de reanimar a suaves bofetadas a su amigo.

  • Que no, tío, que no respira, que eso son gases de la descomposición de los cuerpos, que lo vi en el "C.S.I."

  • Mmmmfff

  • ¡Ves como no está muerto! ¡Qué mierda de C.S.I. ni que hostias fritas! ¡Ya vuelve en sí!

  • Argh… Maldición… ¿Qué acaesció? ¿Quién me dejó viendo las estrellas?- gruñó, con voz ronca, Francisco.

  • ¿Eh?

  • Te has pega’o el josconcio padre, tronco, que has deja’o al pobre enano pa’l arrastre… no le ha quedado sana ni la punta del gorrillo…- le explicó Javier.

  • ¿Mas qué es esa jerigonza en la que habláis, tunante? ¿Dónde está mi barco?- pidió explicaciones el "pirata", ayudado a levantarse por su colega.

  • ¿Francis? ¿Estás bien?

  • ¿Francis? ¿Cómo osáis recortar una sola de las letras de mi nombre, escoria? ¡Sabed que estáis hablando con el Capitán Francisco Nau, "El Olonés", terror de los siete mares! ¡Un respeto hacia mi persona o haré que os corten la lengua!- exclamó Francisco, o en quien él se había convertido.

  • ¿Qué le ha pasado a éste? Se ha quedado medio tonto con el golpe…- por si acaso, Lucho dio unos pasos hacia atrás, no fuera a ser que lo que antes era su amigo sacara de la nada un sable pirata y lo ensartara como un pincho moruno.

  • Francis, coño… ¿Qué te has fumado? ¿Quién es el camello que te lo vende?

  • Maldito malandrín, ¡No pienso decirte una palabra más hasta que no regrese a mi barco! Mas… ¿Dónde he estoy? ¿Qué extraña sala es ésta? ¿Dónde está mi glorioso navío?- preguntó, observando a su alrededor con curiosidad mientras Javier se llevaba a lucho a un rincón.

  • Ay la hostia, nano… que éste se ha dado muy fuerte en la chola…- le susurró.- Corre, llama a una ambulancia, tío… yo trato de calmarle…- Lucho asintió a las peticiones de su amigo, hasta que trató de mirar nuevamente a Francisco.

  • Hay un problema…- Lucho tragó saliva.

  • ¿Qué?

  • Se ha ido.

Javier se dio la vuelta. Allí donde hace cinco segundos estaba su amigo, ahora sólo había aire… y los pedazos destrozados de un enano de jardín.

  • Ya verás la que se va a armar… Va a ser fina.

  • Extraña ciudad, no hay duda… ¿Dónde he ido a parar? ¿Dónde estará mi barco?

Francisco caminaba por las revueltas calles de Vigo, mirando con grandes ojos todo aquello que para él era nuevo.

  • ¡Tu puta madre, cabrón! ¡Aparta gilipollas o te meto una somanta de yoyas que no te levantas en tu vida, mascachapas!- le había espetado un conductor de uno de esos extraños y velocísimos vehículos, que ni siquiera eran tirados por caballos, antes de marcharse tan ruidosamente como había venido en cuanto Francisco dejó libre el paso de cebra.

Francisco no había hecho mucho caso, es más, la mitad de las palabras ni las había entendido. Había seguido su camino sin inmutarse, intentando encontrar su barco, hasta que algo conocido le hizo detenerse ante el cristal de una tienda.

A Francisco se le iluminó el rostro y una sonrisa llenó su boca. Por fin objetos conocidos.

Sin dudarlo, entró en la tienda.

El letrero rezaba:

"Martín Herrero, antigüedades militares."


El móvil de Javier empezó a sonar y el joven no tardó en descolgarlo.

  • Lucho… ¿Lo has visto?

  • No, pero creo que sé lo que le ha pasado.

  • ¿Qué?

  • Mira, hay científicos que piensan que las conciencias de nuestros ancestros quedan atrapadas en la información genética que recibimos en el momento de la concepción, de tal forma que, por decirlo así, nuestros antepasados quedan "encerrados" en nuestra cabeza… He buscado información y… ¿Te acuerdas de ese nombre que nos dio? ¿Francisco Nau, "El olonés"? Pues era un temido pirata del siglo XVII… por lo que sé… pudo ser un antepasado lejano de nuestro Francisco y éste, al recibir el golpe en la cabeza recibiendo una información audiovisual tan recurrente en la vida de Francisco Nau, ha podido creerse el pirata de su tatara-tatara-tatarabuelo y

  • Lucho, una pregunta… ¿Dónde estás?

  • En la biblioteca, ¿por qué?

  • ¿Por qué? ¿POR QUÉ? ¿NUESTRO AMIGO ESTÁ POR AHÍ CREYÉNDOSE EL PUTO BARBARROJA Y TÚ TE VAS A LA BIBLIOTECA? ¿TÚ ERES TONTO O ES QUE TU MADRE ES VIRGEN? ¡¡¡QUIERES SALIR A BUSCARLO, DESGRACIA’O!!! ¡Que de ésta acaba en chirona!

  • Vale, vale… ya voy, ya voy… joder qué violento.

  • ¡AAAAAAGGGGHHHH!- le gritó desesperado Javier al móvil, colgándolo luego.

  • ¡Que m’han roba’o! ¡Un tío loco! ¡Que se creía un pirata!- clamaba un hombre, a la puerta de una tienda.

  • No, si ya verás…- suspiró Javier, acercándose, y sufriendo un amago de infarto al ver el rótulo de la tienda. "Antigüedades militares"

  • ¿Qué se ha llevado?- preguntó el policía.

  • Dos sables y un arma de avancarga del siglo XVII…- explicó el tendero.


  • ¡Deténgase ahora mismo!- la imagen de un desequilibrado apuntándole con un arma del siglo XVII fue suficiente para que la joven pisara el freno de su Citroën a fondo, haciendo rechinar todo el coche y deteniéndose milímetros antes de llevarse por delante al desequilibrado de turno.

  • ¿Q-qué quiere?

  • ¡Salga ahora mismo!- gruñó el agresor, yendo hacia la puerta y buscando el abridor de la misma.

  • ¿Q-qué va a hacerme?

  • ¡Que salga le he dicho!- Francisco, al no entenderse con el mecanismo de abertura del coche, comenzó a atacar la puerta con puñetazos y patadas.

  • ¡De acuerdo, de acuerdo, de acuerdo! ¡Pero no me haga daño!- clamó aterrorizada Marina que, en sus tres meses de carnet, estaba sufriendo su primer robo de coche. Y posiblemente, también el más extraño que sufriría en toda su vida.

Marina abrió la puerta y Francisco, cogiéndola del cuello de la camiseta, la echó fuera del coche, tomando él el puesto de la mujer. Cerró la puerta y miró los mandos del extraño vehículo.

Desde el suelo, Marina observaba atónita cómo el hombre parecía dialogar mentalmente con su Citroën. Silencio. Tensión. Malas miradas de parte del pirata.

Cuando Francisco descubrió que el coche no andaba diciéndole "Arre", sacó la cabeza por la ventanilla y se dirigió a Marina, que lo seguía mirando entre el miedo y la incredulidad.

  • ¡Suba!

Marina negó con la cabeza y Francisco repitió. Ella volvió a negarse. Tras pelearse nuevamente con la puerta, el "pirata" se decidió a salir por la ventanilla y obligó a Marina a subirse de nuevo a su coche a punta de sable, previa apertura de la puerta de parte de la muchacha. Rodeó entonces el vehículo, para entrar por la otra puerta, con la que se volvió a pelear.

  • ¡ABRA!- Marina obedeció y Francisco tomó asiento en el sitio del copiloto.- Ahora… ¡Lléveme al puerto! ¡Tengo que encontrar… mi barco!

Javier se cruzó con el coche en que iba Francisco, pero no se fijó en él. Estaba más preocupado por si veía salir a su amigo lanzado por alguna ventana, tras haberse dado al pillaje.

  • ¡Javi! ¿Lo has visto?- Se encontró con Lucho en la enésima esquina que dobló.

  • No, pero sé que ha atracado una tienda de antigüedades militares.

  • ¿Para qué iba a hacer eso?

  • ¿Tú qué crees?

  • Ah, claro… las armas mortales y todo eso… claro… pirata… no había pensado en ello

Javier juntó las manos, y parecía que estuviera orando… Nada más lejos de la realidad. Si las hubiera mantenido separadas, habría terminado por lanzarse al cuello de Lucho, y apretárselo hasta que su cara dejase de ponerse morada.

  • A ver… vamos a tomar las cosas con calma… tenemos que pensar como un pirata… ¿Por dónde se mueven los piratas?- se calmó Javier, aclarándose.

  • Por el mar

La respuesta, por obvia y sencilla, no dejó de ser reveladora. Los dos amigos se miraron y, al unísono, exclamaron:

  • ¡EL PUERTO!

  • ¡Quillo! ¡Tu puerca madre "cabronaso" !

"El andaluz", un esforzado trabajador en el barco temático "Galeón Göteborg", una de las mayores atracciones del puerto de Vigo, salió volando del barco, acabando con un chapuzón en las aguas.

  • ¡Reclamo este barco para mí mismo!- gritó Francisco, elevando uno de sus sables piratas.- ¡Nunca he gobernado un galeón, pero siempre hay una primera vez!

  • ¡Oiga! ¿Qué se piensa que está haciendo?- Vestido como un antiguo navegante, el uniforme para cuando habían funciones a bordo del barco, un fornido gallego se acercó a Francisco, que lo miró con los ojos inyectados en furia.


  • ¿Por dónde estará?

Lucho y Javier corrían por el paseo marítimo, buscando algún rastro o indicio del paradero de su amigo, o del tatarabuelo de su amigo, que para el caso, pues lo mismo daba.

  • ¡Ayayayay!- hacia ellos corría un fornido hombre semidesnudo, palpándose con ambas manos su mejilla izquierda, que comenzaba a mostrar un preocupante moratón. Sí, se dijeron… era un buen indicio.- ¡Está loco! ¡Está loco! ¡Llamad a la policía, a la Guardia Civil, a los GEOs, a los hombres de Harrelson! ¡Dios mío, está como una puta cabra!- chillaba el hombre.

  • ¿Qué ha pasado?- le interrogó Javier.

  • Un… un loco… ha secuestrado el Galeón Göteborg, me ha pegado una paliza y me ha robado la ropa

  • Ay la hostia… Francisco…- murmuraron entre sí al unísono los dos amigos.


  • ¡Soltad amarras! ¡Arriar las velas! ¡Timonel! ¡Rumbo a mar abierto!- gritaba Francisco, más solo que la una sobre la cubierta del barco.- ¡Non fuyades, cobardes!- exclamó, al darse cuenta de su soledad.- ¡Las ratas siempre son las primeras en huir del barco!

  • ¡¡FRANCISCO!!- exclamaron Lucho y Javier, encaramándose como pudieron a la cubierta del barco.

  • ¡Argh! ¡Otra vez vosotros! ¡Pues ahora más vale que me ayudéis a sacar este barco de aquí u os pasaré por la quilla!- exclamó, señalando a ambos con la punta de su sable. El que había robado en la tienda, aclaro.

No cabe duda de que, arma en ristre, vestido con aquellos ropajes a similitud de la antigua vestimenta marina, Francisco asemejaba todo un pirata.

  • Esto… ¿Lo de pasar por la quilla irá de broma, no?- sonrió forzadamente Lucho, tratando de darle un codazo a Javier con su brazo izquierdo, sin embargo allí ya no había Javier ni nada.

  • Yo me lo tomaría en serio…- respondió el amigo, ocho metros más atrás, mientras desataba una de las sogas que mantenían arriadas las velas.- Los piratas no solían tenerle mucho aprecio a las vidas de sus semejantes.

  • Glups


  • Así me gusta, marineros, que os esforcéis por el barco… ¡En cuanto logréis arrancar el barco, limpiáis la cubierta!

  • ¡Sí, hombre! ¡Y si quieres te…!- En ese momento, Lucho descubrió lo convincente que es notar el cañón de una pistola en la sien. Aunque sólo tuviera un disparo, y estuviera hecha a imitación de las del siglo XVII, con uno de esos balines le sobraba para atravesar quince cabecitas como la suya.- Esto… ¿Te la repaso bien con KH-7?

Ante la sorpresa de Javier y Lucho, y la satisfacción de Francisco, la multitud de velas arriadas se hinchó, aguantando el envite del viento aunque su funcionalidad primera hubiera sido sólo estética. Con un extraño crujido de maderas, el Galeón Göteborg, el primer galeón pirata del siglo XXI, comenzó a surcar lentamente las olas.

  • ¡Coño, se mueve! ¡Hostia qué mareo!- Lucho se tambaleó sobre la cubierta

.

  • ¡Bien hecho!- se alegró enormemente Francisco, viendo el barco avanzar y alejarse poco a poco de tierra firme.

  • Oye, ¿Tú dónde te crees que nos lleva?- le susurró al oído Lucho a Javier, siguiendo con la ardua tarea de asegurar bien los cabos.

  • Pues espero que no muy lejos. Creo que nuestra comida se reduce a una bolsa de papas que llevo en el bolsillo.- respondió, mientras ayudaba a su amigo con la gruesa soga.

  • ¡Pero qué tipo de nudo es ése, botarates! ¡Sois, sin duda, la peor tripulación que he ten…!- El exabrupto murió en la boca del pirata. Sus ojos estaban clavados en un objeto a la izquierda del barco.- ¡A babor! ¡Colocad el barco en posición de ataque! ¡Cargad los cañones!

Lucho y Javier se miraron entre sí y luego se dieron la vuelta. No tardaron en reconocer su objetivo. El buque escuela "Elcano" permanecía atracado, seguramente vacío, pero imponente y arrogante allí donde se viera.

  • ¡Por fin un barco normal! ¡Disparad los cañones!

  • Esto… Francisco… que… que no hay cañones… que los que hay son de poliexpán y no sirven para disparar… Están para hacer bonito.

  • ¿Hum? ¡SABOTAAAJEEEEE!- berreó el pirata alzando violentamente los brazos al cielo.

  • ¡AaaaaaaahhhHH! ¡Hostia qué susto! ¡Cabrón!

De repente, algo interrumpió al pirata. El rugido fino de un par de lanchas que rodearon al enorme barco.

  • ¡Le habla la guardia civil! ¡Devuelva el barco y entréguese!

  • ¡Mo! ¡La benemérita! ¡La hemos cagado!- Lucho se echó las manos a la cabeza y trató de ocultarse tras un barril.

  • ¡Jamás me atraparéis vivo! ¡Si queréis mi barco tendréis que luchar por él!- Francisco se había subido al castillo de proa, enarbolando uno de los sables en la mano derecha.

  • ¡Baja de ahí, coño, que te van a meter un tiro entre ceja y ceja!- Javier estiró a su amigo hacia sí, sacándolo de la línea de tiro de los Guardias Civiles.

Sin embargo, mientras Javier y Francisco estaban en proa, veinticinco metros atrás, ya cerca de la popa, tres guardias civiles ya habían abordado el barco. Se miraron unos y otros.

Francisco levantó su arma.

Los guardias civiles, también.

Javier miraba a unos y a otro y se mordía las uñas.

Lucho seguía escondido, murmurando "Yo no estoy aquí… estoy en mi cama, durmiendo, y me despertaré enseguida… yo no estoy aquí… ¡Maaaamáaaaa!"

  • ¡Baje el arma y nadie saldrá herido!- gritaba uno de los guardias civiles, el de mayor rango, acercándose lentamente al pirata.

  • ¡No me cogeréis vivo!- gruñía Francisco.

"Aquí hay que echar mano del ingenio o van a cargarse a alguien."- se dijo Javier.

  • ¡Capitán, un kraken a estribor!- gritó Javier, señalando a mar abierto. Francisco, por instinto, dirigió la mirada también hacia la derecha del barco.- ¡Ahora, coño!- les gritó Javier, animándoles a echarse encima de su amigo, cosa que hicieron automáticamente, desarmándolo en el acto mientras éste profería insultos a la corona de Felipe II.

"Extraño secuestro de un barco en el puerto de Vigo.

Un hombre, al parecer con un trastorno mental, y creyéndose un Jack Sparrow de la vida real, secuestró ayer el Galeón Göteborg, un barco temático, del puerto de Vigo, y se internó con dos rehenes varios metros mar adentro, hasta que fue interceptado por las autoridades.

El hombre, al parecer, estaba armado con un par de sables y una pistola antiguos, fruto de un robo en una céntrica tienda de la ciudad. El detenido ha sido puesto a disposición policial y está a la espera de juicio por varios delitos…"

Durante días, los noticiarios y columnistas se llenaron la boca con las andanzas de Francisco, y más de uno acertó al achacar su locura, aunque con más hilaridad de la debida, a la trilogía de "Piratas del Caribe" que, en ese tiempo, logró batir récords de ventas de DVD’s. En el Top Manta duró casi un año la pasión por Jack Sparrow, sin saber que, la culpa de todo, la tenía un antiguo pirata español que ahora tramaba su escape y su vuelta a los mares desde la habitación de un sanatorio mental desde donde se veía el mar.

Nadie supo si, en aquél manicomio, Francisco recuperó su conciencia o su antepasado, Francisco Nau, siguió dominándolo hasta el fin de sus días.

Lo que estaba claro es que jamás volvió a perder una partida jugando a "Hundir la flota", ganando diez años consecutivos el campeonato del manicomio.