El peor castigo (1)

Un relato de fantasía, de otra epoca, con toma a la fuerza de una prisionera en un barco pirata.

EL PEOR CASTIGO

Me habían capturado en el Puerto de Tivoli, siempre fui una muchacha sencilla, ingenua y quizás ignorante de las cosas de la vida.

A pesar de que todo el pueblo decía que era hermosa todos los hombres me habían respetado mucho y era una especie de virgen viviente de mi pequeña aldea. Y era linda de verdad, una cintura pequeña, unas nalgas redondas y bien paradas como buena Napolitana y mis senos eran tan grandes que solían salirse de mi blusa con alguna frecuencia.

Tal vez por eso, cuando caló aquel barco pirata en la playa de mi pueblo y comenzaron a recorrer sus calles, me vieron y enseguida una maligna idea se cruzó por la mente de todos y enfrente de todos me llevaron, sin que nadie pudiese hacer nada por defenderme.

Ningún hombre me había mirado como ellos me miraban y menos me había tocado, pero esa humillación no era nada ante lo que me esperaba.

Allí estaba, atada al mástil, las gruesas cuerdas me lastimaban las manos y bajo el sol canicular me echaban agua fría para refrescarme y mantenerme limpia, si me iban a matar no entendía porque no lo hacían inmediatamente. Mi ropa hecha jirones por la pelea y por estar amarrada durante todo el día me dejaba casi desnuda y la vergüenza que sentía era horrible aunque no entendía por qué.

Entonces vi al grupo reunido en cubierta, sospeche que estaban apostando algo porque jugaban a los dados y se peleaban mientras me miraban y me señalaban, en ese momento no sabía que lo que apostaban era yo.

Claro que el Capitán no jugaba, se suponía que tenía privilegios y creía que tenía sus propios planes

Cuando llegó la noche, la luna llena y una suave brisa por fin me refrescaban un poco y creí que podría descansar por fin, pero uno a uno fueron subiendo los marineros y me rodearon, tomaban ron y decían toda clase de cosas

-Mira que tetas, se las voy a manosear hasta que se pongan moradas.

-Yo se la pienso meter hasta que grite de dolor

-Yo gané a los dados así que yo elijo perforarle ese culito hermoso.

-Jaja… mira, como que tiene hambre así que le daré toda la lechita a esa perra.

Uno a uno fueron pasando y me iban arrancando la ropa hasta que el último con un enorme cuchillo se me acercó y cuando creí que iba a matarme me arrancó los pantalones y quedé completamente expuesta a sus ojos. Todos se tocaban en la entrepierna y respiraban fuerte, pero yo no entendía.

El Capitán entonces los reunió y les dio una orden que parece que no les gustó, porque todos protestaron pero al rato se rieron vulgarmente al darse cuenta de la crueldad que iban a cometer.

Entonces el Capitán se acercó, y puso su dedo sobre mis labios, metió su dedo en mi boca y como la tenia seca me dio un poco de ron, luego mojo su mano y comenzó a tocarme todo el cuerpo, sin querer mi piel se erizaba y me faltaba la respiración. Tocaba con al punta de los dedos mis pezones ya endurecidos, bajaba por la curva de mi cintura y de repente puso la palma entera sobre mi cosita. Me sobresalte y todos se rieron, el capitán se volteo y les dijo:

Así quiero que hagan, háganla sufrir hasta que nos suplique que se la metamos por todas partes.

Así, uno a uno me rodearon, sentía sus manos por todo el cuerpo y yo pensaba que iba a enloquecer, un dedo se metía por la rajita y se movía rítmicamente mientras yo sentía que la humedad bajaba por mis piernas, era tanto que pensaba que me había orinado, pero era otra cosa, algo que ellos se untaban en las manos y lamían con gusto y placer.

Otro me mordía las tetas, chupándome los pezones hasta volverlos del doble de su tamaño.

Un moreno grande que tenia los dedos del tamaño de una mano me tocaba las nalgas y me iba metiendo los dedos entre el culo y me tocaba provocándome una sensación indescriptible.

Cuando mi cuerpo se retorcía con un placer que no conocía ya no quería que pararan y fue en ese momento cuando el Capitán dijo: Basta muchachos! Vengan para acá.

Todos se juntaron y sacaron de sus pantalones unos chorizos grandes y gruesos, todos se lo tocaban de arriba abajo unos más rápido que otros y en un momento de esas cosas brotaba un liquido blanco y espeso que recogían con sus manos y me lo untaban por todo el cuerpo. Me gustaba ese olor y lo único que lograba era que deseara que volvieran a tocarme.

Unos minutos después, se tomaron unas copas más y el Capitán les dio la orden de continuar la tortura.

Con sus cosas afuera algunos las tenían pequeñas y flácidas, otros eran de nuevo un tubo largo que apuntaba hacia arriba, sobre todo la del negro, una cosa inmensa que no entendía donde la guardaba entre sus pantalones.

Entonces me desataron, y comenzaron a tocarme con sus cosas, con las manos, con la boca, metían su lengua en mi cosita, mi cuerpo se arqueaba sin querer y gritaba de miedo y de placer, uno más me puso como un perrito y me pasaba la lengua por entre las nalgas mientras otro me halaba los pezones hacia abajo, me tiraban del pelo mientras sus cosas se restregaban contra mi cuerpo. Mi placer era inmenso pero al mismo tiempo sentía como si me matara , con una ansiedad entre las piernas de ser penetrada por aquellas cosas que ya me parecían hermosas. Cuando de repente, el Capitán se paró frente a mi y se sacó la suya que aun no había visto, no era tan grande como la del negro pero era gruesa y apuntaba firmemente hacia el cielo.

Estaba con aquella cosa frente a mi, tomo mi pelo y me levantó la cara hasta ponerme a su nivel, entonces me ordeno abrir la boca, yo seguía sin entender, pero ahí fue cuando de una me metió esa enorme cosa en mi boca. Agarraba mi pelo y hacia un movimiento de vaivén haciendo que se le chupara aquella cosa que a estas alturas ya me sabía a cielo.

Su ritmo fue acelerando y pronto tenía su leche en mi boca, que se escurría mientras todos pasaron a mirar el espectáculo.

Entonces el Capitán dio la orden de retirada y volvieron a beber. Yo, que no había querido hablarles ni una sola palabra ahora les suplicaba que volvieran a hacerme todas esas cosas, instintivamente llevé mi mano a mi cosita y comencé a sentir un gran alivio pero el capitán dio la orden de atarme las manos por detrás para que no pudiera tocarme. Así jugaron hasta el amanecer, cuando yo ya suplicaba que me la metieran toda, que me dieran más por la boca y miraba con ganas aquella cosa grande y gorda del negro para metérmela entre el culo.

Y esa es mi historia, y para darte un poco de la tortura que me tocó a mi, no les voy a contar sino hasta el próximo capítulo como terminó esta historia.