El peón, su hermano y yo Segunda parte
Un encuentro en la selva misionera con dos hermanos de la zona
EL PEÓN SU HERMANO Y YO II
Ese fue el comienzo, luego de ese primer encuentro, y antes que el sol se escondiera totalmente salimos nuevamente a tomar un baño en el arroyo, pero ahora éramos tres.
Juan, su hermano, del que aún no conocía su nombre, y yo, entramos al agua, este segundo baño fue más tranquilo, ya no hubieron empujones, el nerviosismo del primero se había disipado en la cama.
Pude mirar con tranquilidad a los hermanos y preguntar cual era el nombre del segundo, era Darío, pregunté el apellido y fue una sorpresa oírlo, era Abdul, entonces me contaron que el padre era árabe y la madre descendiente de italianos, eso explicaba que, pese al parecido, uno era rubio y el otro blanco de pelo negro.
Durante este segundo baño también nos acariciamos los tres en el agua, los miraba y realmente no sabía con cual de los dos quedar, de Pablo me encantaba su altura y ese aire campechano, sencillo y transparente, de Darío, un poco más bajo que Juan, me resultaba sumamente atractivo, su cuerpo muy velludo, sobre todo de la cintura para abajo, cubierto de largos y lacios pelos negros que, me recordaba mucho a los faunos de las mitologías antiguas y se notaba que era absolutamente libidinoso y creativo en la cama.
Luego del baño y desnudos y mojados entramos nuevamente al la casa y nos sentamos en unas precarias sillas alrededor de una pequeña mesa, Juan se levantó y del viejo refrigerador sacó una botella de cerveza y tres vasos y comenzamos a conversar despreocupadamente.
Yo sabía que debía regresar al lodge, pero no quería desperdiciar la ocasión de volver a tener sexo con estos dos raros especímenes resultantes de la mezcla de razas tan común en esa provincia.
La cerveza comenzó a hacer efectos, una confianza natural comenzó a florecer entre los tres, me contaron que podían tener sexo tanto con hombres como con mujeres y cuando estaban solos y aburridos entre ellos.
Les conté que me pasaban cosas parecidas pero que con el paso del tiempo, yo ya tengo 35 años, fui prefiriendo cada vez más estar con hombres, sobre todo con hombres tan masculinos como eran ellos.
En algún momento, yo estaba sentado entre los dos, una de mis piernas se rozó casualmente con la de Darío, inmediatamente tomé conciencia de su cercanía, ahora, pero ya con intención de hacerlo volví a acercar la pierna a la de Darío y él no retiró la suya.
Seguimos nuestra charla con las piernas apoyadas la una en la otra, Juan percibió nuestro cambio y apoyó casi como al descuido su áspera mano en mi muslo, el proceso de excitación estaba nuevamente en marcha.
La cerveza se había acabado, Juan volvió al refrigerador a buscar otra, esta ver sirvió un solo vaso, me lo ofreció, yo aproveché para mantener por un momento mi mano sobre la suya, las vergas comenzaron a inquietarse, Darío me pasó el brazo por el hombro, se acercó y me dio un tremendo beso introduciendo toda su lengua en mi boca, mientras lo disfrutaba sentí que Juan se había prendido de mi verga y comenzaba con un sensual movimiento de sube y baja de la mano.
Corrió con energía la mesa se agachó y puso mi pija en su boca, yo lancé un profundo gemido que quedó ahogado en la boca de Darío, me prendí de su verga, acaricié esa mata de abundante pelo negro que rodeaba a tan soberbia herramienta y deseé profundamente que el momento no terminara nunca.
Nuestras bocas comenzaron a recorrer los cuerpos con avidez, los suspiros fueron haciéndose cada vez más fuertes el calor del momento comenzó a subir.
Nos levantamos casi al unísono de las sillas y nos dirigimos nuevamente al camastro, Darío fue el que unió la segunda cama a la primera para ampliar el campo de batalla, nos desparramamos en ellas.
Por momentos tenía la verga de uno y por momentos la del otro en la boca, ellos disfrutaban conmigo pero también se acariciaban entre ellos, por momentos tenía una pierna cubierta de pelos negros encima mío y por momentos una cubierta de vellos rubios, piernas musculosas, pesadas, masculinas.
En un momento Darío se sentó encima de mi cara, comencé a meter la lengua en su culo, no olvidaré sus pesados huevos a la altura de la nariz, el olor a limpio le pasé la lengua por el nacimiento de las piernas, me metí sus huevos en la boca, volvía a introducirle la lengua en el ojete mientras él se movía y suspiraba t5otalmente entregado al placer que podía brindarle.
Mientras yo hurgaba con la lengua en el culo de Darío, Juan tragaba mi pija enterita, cambiamos las posturas, Darío comenzó a intentar enterrarle la vega a Juan, yo quedé debajo de ellos y podía ver a centímetros de mi cara como tremendo cipote comenzaba su trabajo de entrar lentamente en el orto de su hermano, la calentura que tenía era tremenda, me acomodé de tal modo que pude acariciar con la lengua tanto la verga de uno como el culo del otro ayudando así a la lubricación de ambos, podía ver desde un primerísimo plano cual una película porno, como el orto se dilataba para permitir la penetración.
En un momento Darío retiró su herramienta del culo de su hermano y me la puso en la boca, habíamos perdido toda inhibición para es momento, podíamos hacer cualquier cosa, Juan cambió rápidamente de de posición y comenzó a mamarme el culo de un modo casi violento, ahora ambos se dedicaban a darme placer a mi, indescriptible momento.
Cambiamos nuevamente de postura, ahora yo de costado, Darío levantó mi pierna derecha y comenzó a penetrarme a la vez que me lamía el pie del mismo lado, mientras Juan ponía su verga a la atura de mi boca para disfrutar mientras me la introducía hasta la garganta.
Hasta ahí yo había experimentado antes, no era el primer trío del que participaba, luego Juan se acostó boca arriba, me senté a horcajadas sobre él mirándolo a la cara, por detrás tomé su verga, la apunté hacia mi ojete y comencé a sentarme lentamente sobre su tremenda verga, hice señas a Darío para que se parara en la cama, con los pies a cada lado del torso de su hermano y acercara su vega oscura para que pudiera disfrutar de ella en la boca, Darío se puso en la postura que le indicaba y yo disfrutaba con una verga en cada orificio.
Estábamos nuevamente totalmente transpirados y calientes como al principio, en un momento Darío de un salto bajó de la cama y se puso detrás de mí y comenzó a intentar introducirme él también cuando la pija de su hermano estaba totalmente dentro mío, fue una sorpresa, nunca había experimentado una doble penetración, traté de relajarme lo más posible para que lo pudiera hacer, era difícil, se levantó, trajo un gel para que lo ayudara, me untó el culo, era un gel que reprodujo un agradable calor en el orto, ahora cubrió con el mismo toda su verga y comenzó otra vez.
Indescriptible momento, su verga comenzó a entrar, para que pudiera hacerlo más cómodamente apoyé el torso sobre el de Juan, comenzamos a jugar con nuestras lenguas sentí bastante dolor, pero me encantaba, en un momento las tuva a las dos adentro, tratamos de movernos armónicamente los tres, cuando la pija de uno entraba la del otro comenzaba a salir, en tanto Darío desde atrás con su mano derecha comenzó a pajearme, tenía la mano con gel, sentí en la verga esa misma sensación de calor que había sentido momentos antes en el culo.
Me di cuenta que ya no podían contener más la eyaculación, yo tampoco, cambiamos nuevamente las posturas, se arrodillaron en la cama cerca de mi boca, luego de pocas sacudidas ambos acabaron encima de mi cara, tragué lo que pude, ellos acercaron sus bocas tomaron el semen que había quedado en mis mejilas con la boca y besándonos entre los tres acabamos con todo lo que había quedado en mi cara, yo me corrí sin siquiera tocarme.
Quedamos un rato acostados hasta que nuestras respiraciones comenzaron a serenarse, nos acariciamos durante un largo rato, me levanté, me calcé los bermudas, dejé la sunga verde porque no sabía como justificar la rotura, me despedí de ambos con sendos besos, tomé la picada y me introduje en el monte.
Regresé al lodge, me introduje en nuestra cabaña, mi mujer dormía plácidamente, tomé una ducha y me acosté a dormir, me costó hacerlo, recordaba cada momento vivido y deseé profundamente que pudiéramos repetirlo.
Todavía nos quedaban algunos días en ese lugar, lo último que recuerdo antes de que el sueño me venciera es que haría todo lo posible porque la experiencia se repitiera.