El Pensionista

La vida reúne en una pensión a un hermoso mozalbete y a la hija de la dueña que está más caliente que el techo del infierno y quiere a toda costa ser desvirgada por el chico.

Mi nombre es Jeanette y tenía tan sólo 17 años cuando ocurrió todo esto. Se puede decir que tengo una linda familia, salvo a que en algunas situaciones discutimos. Vivo con mi madre, mi padre y mis dos hermanos; Jessica de 13 y Raúl de 10. Mi casa es una pensión. Mis padres rentan algunas habitaciones, más almuerzo y otros derechos.

Estábamos a fines de febrero, y muchos estudiantes se iban a la capital, en donde yo vivo, para estudiar a las universidades, e incluso gran mayoría de los pensionistas que tenemos son estudiantes universitarios. Era una tarde muy calurosa, en la que solamente usaba una polera sin mangas corta y sin corpiño, en donde se mostraban con toda plenitud mis enormes tetas erectas que marcaban sus no muy disimuladas protuberancias en la polera. Yo era muy desarrollada físicamente con respectos a mis pares, tanto así que mi pecho ya medía más de 100 cm., y todo natural. Yo soy delgada y muy torneada. Tengo mi culo bien parado ya que practico muchos deportes como natación, volley, ciclismo, etc.

Algo extraño ocurría en mi casa. Un taxi se estacionó frente a mi casa, y de él bajó un chico de unos 22 o 23 años aproximadamente, lleno de paquetes y bolsos. Él era el nuevo pensionista. Mi madre salió a recibirlo y ayudarlo, pero el peso de los paquetes era enorme y por eso mi madre me llamó. Bajé las escaleras con expectación y fui a ayudar a mi madre. Salí hasta donde estaba el taxi y me encontré con el pensionista nuevo. Algo extraño me ocurrió. Apenas lo vi mi cuerpo se estremeció, no sabía qué me ocurría. Comencé a calentarme poco a poco mientras observaba de reojo el enorme paquete que tenía él en su entrepierna. Yo creía que era al menos de unos 20 cm.

Luego de un rato volví a la tierra y empecé a trasladar los bolsos. Al cabo de un rato todo estaba listo. Mi madre habló unas palabras con él y luego subió las escaleras para buscar algunos documentos que requería. Yo, en cambio, me quedé sola con él dentro de la habitación que le correspondía. Estaba un tanto nerviosa y sin pensarlo comencé a hablarle.

  • ¿Te gustó la habitación?.- Pregunté yo

      • Sí, me agrada. Es muy fresca. ¿Cómo te llamas?.
      • ¿Yo?... eh, Jeanette. ¿Y tú?.
      • Yo soy Martín, y tengo 23 años.
      • ¡Ah! Yo tengo 17 pero pronto cumplo los 18.
    • Seguíamos conversando y en ese entonces llegó mamá con algunos formularios en la mano. Mientras mi madre le hablaba de las condiciones de la casa, Martín me miraba fijamente y sonreía casi con morbo. Lo mismo hacía yo.
    • Pasaron los días y yo buscaba cualquier pretexto para verlo. Bajaba sin explicación y siempre solía conversarle varios minutos, y cada vez que lo hacía iba disminuyendo el tamaño de mis prendas, para que así me mirara más mis facultades físicas.
    • Yo nunca había hecho el amor. Todas mis compañeras de escuela ya conversaban acerca de su virginidad, y las que ya no lo eran hablaban acerca de sus experiencias. Para mí me era muy aburrido tener 17 para 18 y ser virgen, teniendo tan bello cuerpo. Nunca había tenido un novio, sólo romances pasajeros. Martín era el objetivo de mis ansias, era él quien me descongelaría y me haría sentir en la gloria, era él quién me haría, por primera vez, el sexo y era él quien me haría ser mujer. Yo necesitaba hacerlo, era mi deseo más anhelado. Fue entonces cuando me fijé en las veces que él se duchaba que eran como a las 18:30. Vigilé cuidadosamente esa tarde y decidí sacarle el pestillo o el picaporte a la puerta para que ésta estuviera abierta. Una vez que él se metió al baño esperé unos minutos y luego entré yo, para que pereciese un accidente. Yo estaba completamente desnuda a la hora de entrar al baño, y Martín también lo estaba. Lo miré fijamente, sobre todo su enorme pene que ya se comenzaba a levantar. Él, en cambio, me miraba fijamente mis duros y erectos pechos. Me acerqué sensualmente y lo abracé, hundiendo sobre sus fuertes pectorales mis enormes y calientes pechos. Luego de un par de caricias empecé a pasar mi lengua por toda su boca, y él hizo lo mismo. Íbamos al mismo compás, en dónde mi saliva se estaba mezclando con la mía. Pero todo éste sueño se desplomó cuando escuché la voz de mi madre que me llamaba. Me puse una de las toallas que estaban encima y subí la escalera hasta llegar a mi habitación, en donde me vestí nuevamente y le dije a mi madre que me tardé un poco porque me estaba dando una ducha. En la noche me fui a dormir, pensando en lo que había ocurrido. Estuve a punto de perder la virginidad, a punto. Mientras pensaba acerca de lo ocurrido, empecé a meter suavemente mi dedo dentro de mi conchita, que estaba muy mojada, y seguramente fue por todo el éxtasis que sentía. Luego de un par de retoques saboreé mi dedo que estaba igual de mojado que en mi vagina.
    • A Martín todas las tardes me lo encontraba, al principio me miraba culpable y cabizbajo, pero con unos tiernos besos en los labios que le daba de sorpresa, su actitud cambio.
    • Pasaron 3 semanas desde lo ocurrido en la ducha, y yo ya no soportaba más. Mis ganas eran infinitas y cada vez que me sacaba las pantaletas, éstas aparecían estiladas de mi dulce néctar de la perdición. Eran tantas mis ganas de follar que ni masturbándome iba a lograr alcanzar aquel placer divino al cual Martín me tenía sometida. Pero un día, mi madre se me acercó para preguntarme acerca de algunos preparativos y regalos para la fiesta de cumpleaños de mi hermana. Luego me dijo que iba a ir al centro comercial para comprar. Mi alegría fue intensa, ya que Martín ya había llegado de su universidad y mi madre no estaría en casa. Tampoco lo estaría mi padre, ya que estaba viajando por México y mis hermanos se fueron a dormir a casa de mis tíos. ¡Yo estaba sola!
    • Esperé a que mi madre tomara el bus y se fuera. Luego cerré las puertas para estar más segura y me dirigí a la habitación de Martín. Caminé por el pasillo sin hacer ruido y observé por la puerta que estaba semi abierta. Vi algo sorprendente: Martín estaba con su manguera de unos 25 cm. En la mano, y ésta estaba más erecta y parada que nunca. ¡Ohhh! Si supieran lo que fue estar ahí. Sentí todo mi coño estremecerse suavemente y cuando vi al suelo encontré algunas gotitas de mi jugo vaginal que seguramente cayeron de tanto placer al ver a Martín. Yo vestía una minifalda roja y la parte de arriba de mi bikini negro tornasol, que me hacían ver más cachonda que una puta. Sin intención, moví la puerta y ésta se abrió. En esos instantes volví a ver a Martín y a su enorme y cada vez más erecto pene jugoso. Martín sintió el ruido de la puerta y volteó rápidamente. Al verme a mí, su mirada cambió rotundamente de una de placer a una de morbo y éxtasis. - - - ¡¿Y tú qué miras?!.- preguntó él
      • Eh, eh.. yo.-
      • ¡No vas a hablar!.-
    • En esos instantes no hablé ni media palabra. Martín se me acercó y violentamente me acostó en su cama cerrando la puerta fuertemente.
      • ¡¿Dónde está tu mamá?!.
      • Eh, ella está haciendo unos trámites y no hay nadie en toda la casa.
      • Bien, entonces hoy nos vamos a divertir, niñita. ¡Ja,ja,ja,ja,ja!
    • Al principio me dio miedo su enérgica actitud. Me sacó violentamente el sostén y me empezó a lamer los pechos. Mi calentura estaba tibia aún pero mis pechos estaban más cándidos y alegres que nunca. Nunca en mi vida los había visto tan parados y duritos. Sentí la lengua que recorría mis pezones de manera fuerte. Luego comenzó a pasarme su suave lengua por todo mi cuello haciéndome gozar como una loca. Llegó a mi boca y nos divertimos tanto haciendo piruetas con mi lengua y la de él. Abrimos nuestros ojos y nos miramos fijamente, nos besamos, pero ésta vez fue un beso tierno y pude sentir el sabor y el calor de su lengua. Martín bajó lentamente sus manos y sacó mi faldita, quedando solamente con la menuda bombachita metida en toda mi raja. Mientras Martín estaba montado sobre mi cuerpo, yo comenzaba a dar vaivenes hacia delante tratando de meterme su verga en toda mi vagina. De repente Martín tomó su verga y me la empezó a rozar con mi clítoris. Gritaba como una puta. Le dije que me la metiera toda y así lo hizo. Abrió mi conchita húmeda y sentí el glande de su pene en mi interior, pero eso era sólo el comienzo. Me preocupé del tamaño de mi vagina y miré el pene de Martín que ya iba por los 30 cm. ¡Algo magnífico! Me la metió lentamente y cuando ya iba por los 20 cm. mi vagina no aguantaba más. Gemía de dolor y placer a la vez. Pero insistí y le dije que no me importaba si me reventaba, sólo quería tener ese palo de placer dentro de mí. De un tirón me la puso toda dentro de mi vagina. Yo no daba más y al fin había conseguido lograr el gran orgasmo. Martín la sacó y me la empezó a meter rápidamente. Fue algo maravilloso. Yo creo que son muy pocas las putas mujeres que logren buscarse un macho con un objeto de placer de ese calibre. Luego partimos con mamadas y chupadas. Nos pusimos en posiciones para hacer el 69, yo abajo y él arriba cada uno lamiéndonos mutuamente. Después yo bajé y tomé el pene de manera que pudiese sacarle toda la leche que pudiera. Subía y bajaba las manos intensamente y una vez que ya había logrado sacar una buena cantidad me la iba esparciendo por todo mi cuerpo, mi boca, mis pechos y mi vagina. Él jugó con mi clítoris haciéndome chillar y gemir fuertemente. Gracias a Dios que no había nadie en casa. Seguíamos mamando, metiéndola y sacándola, chupando. ¡¡¡Ufff!!! ¡Fue algo GENIAL!.
    • Pasó el tiempo y nosotros teníamos sexo casi todos los días, excepto cuando yo estaba en periodo fértil. Con Martín nos enamoramos y cultivamos un amor esplendoroso. Ahora yo tengo 25 años y estoy casada con él. Tenemos 2 hijas y somos muy felices, sobre todo en las noches cuando sacamos de sí nuestros placeres sexuales. - -

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