El pene de plastico III (parte 2 y 3)

Ha llegado el momento. Manuel finalmente se atreverá a proponerle algo a Leo, no sabe muy bien que o como lo hara, pero piensa que es necesario dejar en claro sus florecientes sentimientos por quien otrora fuese su mejor amigo.

…El éxito, en lugar de un anhelo universal, es una ilusión irracional que busca disfrazar nuestra condición de objetos sin razón. Podemos hacer muchas cosas, podemos hacerlo todo y sin embargo el éxito verdadero jamás nos llegaría; ya que este no existe más allá de la mente fantasiosa del hombre.

Aun sabiendo eso seguimos buscando la felicidad, obteniendo no más que un estado de transición entre las desavenencias presentes y las próximas. Ho, malvada vida, ¿qué tanto haz de insistir para que terminemos por rendirnos al hedonismo y a la realidad? ¿Cuándo saltaremos de este bote a la deriva? Ese con el que esperamos que algún día, podamos llegar a atracar en el espejismo que es el puerto de la felicidad…

Capitulo 3: Aceptación.

Parte 2:

Los días siguientes a la noche de copas con Leo fueron sensacionales, él siguió aceptando irse conmigo al salir de su trabajo y la mayoría de las veces termino quedándose a dormir en mi casa; por lo que todas esas noches las pasamos hablando y bebiendo, compartiendo nuestras vivencias e intereses, poniéndonos al día acerca de la vida del otro, esto con una gran rapidez.

Aquellas conversaciones me recordaron porque Leo y yo habíamos sido amigos en la juventud: cada punto de vista, cada interés, cada conducta y rasgo de su personalidad parecían encajar de manera perfecta con las mías, no por ser iguales, sino por ser complementarias entre si de un forma muy peculiar. Opinábamos lo mismo en temas que no nos importaban y diferente en aquellos que si, por lo que toda conversación que teníamos, de algún forma, terminaba convirtiéndose en un debate apasionado pero divertido.

En cuanto al tema del consolador, o los condones, no volvimos a tocar el tema. Creo que como a ambos nos daba un poco de vergüenza hablar de ello termino como un asunto de borrachos entre nosotros. De hecho, casi de nunca llegamos a tocar ningún tema de tipo sexual, más que alguna que otra mención de nuestras parejas anteriores.

Puede parecer raro que dos hombres adultos anden esquivando el tema del sexo, creo que la razón era una cuestión de recelo para evitar dar a entender que nos estábamos insinuando. El asunto de si alguno de los dos era gay o bisexual se había evitado en todo momento; sin embargo, en mi mente esto no se había quedo a un lado; todo lo contrario.

Yo quería tener algo con Leo, no era solo por el hecho de que me atraía física y personalmente, era por todas las cosas que habíamos vivido juntos. Yo nunca olvide que él fue mi mejor amigo, esa persona con la que jugaba todas las tardes, esa con la que compartí los secretos más íntimos de mi vida, ese que fue el primer chico que me vio desnudo y el primero que me masturbo. Confieso que estaba comenzando a enamorarme. Adicionalmente, me sentía culpable por la situación actual de Leo, es algo difícil de explicar, pero lo resumiré diciendo que no me gusta dejar malos recuerdos en la vida de otras personas y eso precisamente era yo para él.

La cuestión era que, aun cuando sabía que era absolutamente probable que él fuera gay, bisexual, o que por lo menos sintiera algún tipo de atracción por mi; no me sentía preparado para proponerle algo, sentía que era necesario dejar pasar un tiempo reconciliándonos y reparando la amistad rota hace tantos años. Bajo esa mentalidad fueron pasando los días, eventualmente Leo dejo de alquilar en el motel y trajo sus cosas a mi casa, agradeciendo el hospedaje y prometiéndome que no se quedaría mucho tiempo, cosa que deseaba que hiciera. De igual modo, con los días, nuestra relación fue mejorando mucho, ya no había mayor rastro de rencor o recelo; por el contrario, éramos puro afecto y compañerismo. Sin embargo ese afecto jamás llego a tocar el campo amoroso, ahí las cosas seguían tan frías como en un principio.

Pero finalmente, un día desperté decidido a que ese sería el día, ese en el que me declararía. No sabía exactamente que decir o que esperar, pero lo que si sabía, era que ese día iba a ser el día…

Me levante de la cama como un rayo y fui directo a su habitación, esperando poder despertarlo de forma amistosa para luego llevarlo conmigo a pasear. Pero cuando entre no le encontré dentro, lo único que había como evidencia de que alguien había dormido ahí, era la colcha del sofá cama que había sido descalzada en un intento evidentemente fallido de guardarla.

Le busque en el baño y luego en la sala; comprobando entonces que no estaba en ninguna parte. Iba a comenzar a preocuparme cuando de repente note una nota pegada al refrigerador. Me acerque a ella y leí que decía:

“Me levante temprano, tenía unas cosas que hacer.

No te preocupes, no es nada importante. Hoy iré yo mismo al trabajo, aunque no me molestaría que me pasaras buscando a la salida.

Que te vaya bien.”

Me decepciono un poco el saber que no podríamos pasar la mañana juntos, pero aproveche la oportunidad desperdiciada para ponerme a pensar en la forma de declararme a Leo, de forma que para cuando llego la tarde ya había armado una idea muy solida de lo que iba a hacer y había procurado bañarme y vestirme correctamente.

Por ser una ocasión especial no escatime a la hora de pasar tiempo frente al espejo y el resultado de ello había sido francamente bueno: me había vestido con un jean negro, zapatos de vestir y una camisa verde oscuro a cuadros que considere perfecta ya que me hacia lucir bien, mas no formal, y al ser de media manga permitía mostrar parte de los atributos de mis brazos; también me había peinado, perfumado y aseado en cada rincón y me había rasurado dejándome la barba al estilo candado. ¡Todo estaba listo para ir a mi McDonald’s favorito!...

Llegue cerca de las 9, tal y como me lo había propuesto. El local se encontraba inusualmente lleno y ya alguien había ocupado mi mesa de siempre, cosa que no me importo pues en realidad solo venia a llevarme a Leo, al que comencé a buscar con la mirada en cuanto entre. Me sorprendió no verlo tras el mostrador, aun no había terminado su turno se suponía que debía seguir trabajando. Pensé que seguramente había ido al baño, por lo que me recosté contra una pared a esperar a verlo regresar.

-          Llegaste temprano –Escuche la voz de Leo diciendo tras de mí.

Me voltee y comprobé que efectivamente era él.  Me sorprendí al ver que no vestía su típico uniforme color rojo, iba vistiendo con una chemise azul marino, unos jeans beige, zapatos de gamuza marrón y cargando un maletín de cuero negro, muy abultado; el cual jamás le había visto llevar al trabajo.

-          ¿Qué sucedió, saliste temprano? –Le pregunte en respuesta.

-          A, si… eso. –Entonces hizo una pausa y miro al suelo mientras dejaba escapar una risa forzada. –Veras, es que hoy… renuncie.

Le mire sorprendido mientras permanecía callado, creyendo que eventualmente me daría una explicación a su renuncia. Cosa que no sucedió.

-          Pero ¿Por qué? –Le pregunte entonces.

-          ¿Crees en serio que necesito darte una razón para renunciar a esto?... –Argumento señalando en dirección al mostrador en el que decenas de clientes se apilaban para dar sus pedidos, a una anciana que se quejaba a gritos porque la maquina no aceptaba su tarjeta de crédito y a los empleados llenos de acné moviéndose de un ladro a otro con desesperación... –La gente te trata como basura, en un mes me he hecho 15 ampollas con el aceite hirviendo, hoy toco la revisión y el gerente se quejo porque que atiendo mal y los otros empleados… ¡Todos son unos idiotas!… –Se quejo malhumorado, mientras sacudía su maletín.

-          Entiendo… -Le respondí. Hubo entonces un corto silencio y ambos nos miramos por un rato.

-          Bueno. Ya vámonos, tengo cosas en que pensar y gente a quien maldecir. –Dijo con cierta impaciencia al cabo de unos segundos.

Su petición me recordó de golpe todo a lo que había venido, y es que la razón por la que me quede parado sin decir nada era que me había percatado de que, dadas las circunstancias, necesitaba replantearme si ese debía ser realmente “el día”.

-          He… ¿ya comiste? –Le pregunte de forma espontanea.

-          No. –Respondió sin más.

-          ¿Quieres venir a cenar conmigo? Conozco algunos lugares buenos. –Le comente sonriendo halagadoramente. Tratando de ser lo más reconfortante y amable posible.

-          Por eso vienes vestido así ¿he?... –Comento luego de lanzarme una mirada suspicaz y mientras seguía observándome de arriba abajo, dijo. –Gracias, la verdad no me provoca ir a cenar a ningún lugar. Pero, puedo acompañarte si quieres.

En definitiva no era el momento más idóneo para mis planes de una cena romántica... si ni siquiera podía animarlo para tener una cena agradable, entonces no lograría convencerlo de nada más. A esas instancias, todo se reducía a tomar un plan alternativo o dejar todo para después.

-          ¡Vayamos a Burger King!... –Exclame en voz alta, muchos a mi alrededor incluso voltearon a mirarme y riñeron discretamente.

-          ¿Qué? –Inquirió Leo confundido.

-          Vamos a Burger King, pedimos comida para llevar, luego volvemos y nos la comeremos aquí, frente a tu gerente... –Le dije en voz baja, sonriendo al ver que él también sonreía con la idea.

-          Si… eso… eso no suena nada mal de hecho. –Admitió, dibujándose en el rostro una sonrisa picara y una mirada malvada…

Sonreí al oír esto, maravillándome por lo poco convencional que estaba resultando todo ¡y por estar resultando!... En el camino Leo y yo no paramos de reír comentando como seria la cara del gerente, éramos como dos chicos que se confabulan para gastar una broma pesada; cosa que nos recordaba bastante nuestra infancia. Teníamos años sin probar la algarabía.

Por supuesto, no paso mucho tiempo para que nos pidieran irnos una vez que llegamos al McDonald’s cargando con bolsas de comida enemiga… Ni siquiera nos dejaron terminar la mitad de nuestras hamburguesas, aun así sentíamos que las molestias había valido la pena, pues salimos del restaurant rejuvenecidos, casi literalmente. No parábamos de comentar lo gracioso que había sido todo y lo bien que se había sentido llamar la atención de esa forma; cosas como esa eran lo último que personas como nosotros haría (siendo ambos bastante introvertidos) y creo que por eso nos sentimos tan revitalizados. Yo ya me había convencido, ese iba a ser el día.

-          ¿A dónde vamos? –Pregunto Leo en cuanto gire en una dirección que no era la habitual a mi departamento.

-          Ya lo veraz, relájate. Solo te estoy secuestrando… –Bromee riendo...

Conduje por cerca de 30 minutos, durante los cuales hablamos realmente poco, Leo se dedico casi enteramente a mirar por la ventana, disfrutando de la bonita vista de la ciudad que se tenía desde la carretera en la que estábamos; yo en cambio, me mantuve atento al volante y a cambiar de CD de vez en cuando. El camino fue complicado, no lo conocía muy bien, pero finalmente llegamos a donde quería: se trataba de una zona apartada de la ciudad, una redoma no asfaltada, cubierta por piedras y rodeada de arboles, ubicada en el inferior de una pequeña montaña que había a las afueras de la ciudad. No se trataba de la típica escena romántica en medio de una colina con vista a las estrellas pues los arboles nos tapaban gran parte del panorama y mi auto no era un descapotable de los 70, pero cuando planee esto considere que el efecto de la soledad, la naturaleza, la tenue oscuridad de una noche de luna llena y el aire libre serian suficientes catalizadores para el romance.

Me estacione despacio, apagan el aire acondicionado luego de ello, atenuando el volumen de la música y bajando las ventanas sin dar explicaciones al respecto. Leo me miro extrañado y no tardo mucho en sonreír y darse cuenta de lo que ocurría.

-          Déjame ver si he captado tu mensaje… -Comento alegremente. –Te arreglas más de la cuenta, formas un campo de fuerza hecho con perfume alrededor de ti, me invitas a cenar a un lugar elegante; es decir, a Burger King… y luego me traes a… -Hizo un pausa corta para observar los alrededores y con una leve sonrisa, continuo. –Algo que perfectamente seria el lugar favorito del asesino zodiaco y… ¿Esperas en serio que no crea que tienes intenciones de llamar a la nave nodriza para que nos abduzcan?...

Reí alegremente y lleve una mano a su hombro, pudiendo sentir su delgado cuerpo estremecerse levemente. Se le notaba nervioso, igual que yo, pero bastante emocionado y feliz, al igual que yo.

-          Shu-Whan. Ve. Cajom. Lehk-traok-myd –Dije, fingiendo una voz robótica y señalándole con el dedo índice, mirándole en forma misteriosa. Causando una larga carcajada entre nosotros.

-          Eres único… -Me comento, aun entre risas.

-          Tú también Leo. –Le alague mientras le miraba fijamente a los ojos; había poca luz pero esta era suficiente para poder distinguir cada detalle de su rostro y en este se iba formando una sonrisa espontanea, al tiempo que sus ojos, semi-ocultos tras los lentes, se iban tornando más grandes y expresivos con cada instante.

-          Gracias –Respondió, casi en un susurro.

Permanecimos conectados por la mirada durante algunos minutos, no se me antojaba decir nada que rompiera esa mirada, pues me sentir tan a gusto y en paz que creo que me hubiera gustado estar así por siempre. Sentía latir mi corazón, que emocionado me llenaba el pecho de calidez y vitalidad. ¡Me sentía tan bien! Lamentablemente fuimos interrumpidos por una hoja de algún árbol, la cual entro deliberadamente por la ventanilla y golpeo a Leo en la cara. Ninguno de los dos comentos algo al respecto, pero aquello me sirvió para advertir que la magia del momento ya se había excedido.

-          Leo, desde hace un tiempo tengo deseos de proponerte algo. Hasta ahora siempre he creído que no era el momento correcto, pero pienso que en estos días hemos logrado llevarnos tan bien, que creo que es el momento para decirte que yo… -Suspire, guardando silencian por un momento, pensado en cómo expresar lo que creía que quería. lo que sentía que quería, mejor dicho. –Quisiera que pudiéramos intentar tener algo... –Dije finalmente, sintiendo mi corazón latir por la emoción.

Leo me miro fijamente, su rostro había permanecido imitable desde el encuentro con la hoja y seguía estándolo pese a mis confesiones. Él siguió sin responder por casi un minuto, por lo que comencé a preocuparme.

-          Tú en verdad me gustas, me gustas mucho. Y te quiero, te quiero porque eres mi mejor amigo, siempre lo fuiste. Se, o almenas intuyo, que yo también te gusto y por eso creo sinceramente, que si me das una oportunidad podríamos llegar a tener algo bueno.

Leo permaneció callado y a medida que pasaban los segundos su rostro se iba tornando más difícil de leer y su cuerpo se tensaba de una manera muy incomoda a la vista.

-          Supongo que podríamos… –Respondió finalmente, no muy convencido y con una mirada incierta.

Por un momento mi rostro se congelo, mi cuerpo quedo inmóvil y la agradable sensación de calidez en mi pecho rápidamente se remplazo por una perturbadora sensación de vacío.

-          Bien… Como que no luces muy convencido… –Comente con un poco de decepción -¿Por qué?…

El rostro de Leo dibujo una expresión incomoda y antes de reclinarse por completo sobre su asiento, dijo:

-          Tengo malas experiencias en mis relaciones, eso es todo.

-          Yo también las tengo. No me quejo de las personas que conocí; pero con la mayoría de ellas solo se trato de tener sexo y nada más, de vez en cuando intente dejarme enamorar, pero termino por no funcionar. –le confesé.

-          Ya lo dijiste entonces, dado que no somos buenos para las relaciones. ¿Entonces para que intentarlo conmigo? –Concluyo. yo vacile por un instante antes de contestar.

-          Porque tú no eres como nadie más que haya conocido. Eres especial por cosas que nadie más tiene. Me refiero a todas las veces que me pasaste las respuestas de los exámenes, las veces en que me quede en tu casa a ver películas de terror, las veces en que jugamos juntos, las bromas que compartimos, los secretos que nos contamos. Esas cosas significan mucho para mí.

-          Entonces te estás equivocando de persona, no quieres tener una relación conmigo. Quieres tener una relación con mi yo de 14 años. -Respondió severo. –Pero te entiendo, ese chico era alguien muy guapo… -agrego con ironía.

-          Lo era… –admití riendo. –Más bien lo es. Tú aun eres el mismo Leo de siempre. -y diciendo esto recline mi antebrazo contra el respaldo de su asiento, lo que me permitió acercarme tanto como para poder observar su rostro de perfil y confirmar mis planteamientos. lo hubiera abrazado de no ser porque la separación entre ambos asientos no me lo permitió.

-          No. No lo soy –Sentencio de inmediato.

-          Si lo eres… -Insistí en tono meloso, mientras que toqueteaba su oreja, aprovechando la cercanía de esta con mi mano.

-          Es graciosos que insistas con eso, porque hasta a mi me cuesta encontrar que tengo en común con ese Leo de antes. Tú Incluso me lo dijiste una vez.  –Comento con voz severa y seguidamente aparto la mano con que había estado tocándolo. –Así que te recomiendo que pienses mejor en lo que ibas a pedirme, porque te aseguro que aun no me conoces bien.

No tuvo que pasar ni un segundo para que yo hubiera terminado de confirmarme que efectivamente quería tener una relación con él.

-          Yo también he cambiado, todos lo hacemos, es normal. Pero eso no hace que olvide todo lo que vivimos. –Le asegure y a continuación, mirándole fijamente, le dije -Leo, yo respetare tu decisión; siéntete libre de rechazarme si es lo que quieres pues eso no hará que nada cambie. Sin embargo, quisiera que supieras que de verdad siento algo por ti y que yo…

-          ¡No te estoy rechazando ¿de acuerdo?!... –Me interrumpió repentinamente. -Eso sería muy tonto de mi parte. Digo, tu eres perfecto para mi si tienes en cuenta que hasta ahora eres la única persona que me ha cortejado sin estar drogado por hojitas de té mágico... -Argumento con esa peculiar ironía cínica que era tan suya. -La cuestión es, que creo que no me sentiría cómodo en una relación contigo. No estoy acostumbrado a estar con alguien que puede buscar algo mejor que yo...

Le mire totalmente confundido, pensando primeramente que todo era un chiste y comprobando que no era así al ver la cara de absoluta serie de Leo. Fue entonces que comencé a tener una leve intuición de lo que sucedía.

-          ¿A qué te refieres con eso? ¿te preocupa que te sea infiel?

-          No. –Dijo rotundo. -Aunque bueno, ahora que lo pienso, creo que eso también debería ser una preocupación… -Agrego. Haciendo que yo lo mirara con reproche. –Lo que quiero decir, es que no creo que yo sea adecuado para darte lo que buscas en una pareja. Yo no soy sociable ni carismático, no soy galán, ni cariñoso; no soy como tú. En resumen, podrías buscar a alguien mejor que yo. –Argumento divagando.

Le mire consternado, sintiéndome extraño y confundido. Preguntándome porque la conversación había llegado a producir esa clase de comentarios de su parte. Al momento de contestarle ni siquiera se me ocurría una forma de comenzar…

-          No entiendo porque lo dices. El hecho de que no seas como yo no quiere decir que no seas “adecuado” para mi… -Le dije, y pasado un momento agregue. -Lo haces ver como si no fueras suficiente para mí o algo así.

-          No lo soy –respondió entonces, sin titubear ni dudar.

-          No digas eso Leo. –Me lamente en voz alta, sin evitar fruncir el ceño. –No tienes razón alguna para decir eso.

-          Bien, creía que él hecho de haber sido comerciante de drogas y tú un graduado con honores en una universidad extranjera lo había dejado claro. -Dijo mordaz.

-          ¡No!... ¿Leo. a qué viene todo esto? ¿Por qué hablas así de ti? –Le pregunte, con cierto tono de preocupación. -¿Te sientes bien contigo mismo?

-          Te lo estas tomando muy literal... Solo olvida lo que dije, no fue en serio –Comenzó a decir, levemente irritado e incomodo. En un claro intento por evadir el tema.

-          Sé que fue en serio –Sentencie tajante. -Quiero saber porque dijiste esas cosas ¿en serio eso es lo que piensas de ti? ¿piensas que no mereces tener buenas personas en tu vida?

Leo suspiro frustrado y se llevo una mano al ceño, seguidamente me miro y no sin antes dedicarme una mirada de enojo, dijo:

-          Si pienso todo eso son asuntos míos, no tienes que hacer drama de ello.

-          Tengo que hacerlo; no simplemente por crear drama, es porque me preocupo por ti.

-          Si… eso lo has dejado muy claro –Respondió con notorio disgusto.

-          ¿Acaso te molesta? –le pregunte en consecuencia, intentado ser lo más condescendiente posible.

-          ¡SI!... –Exclamo abruptamente –Sabes, de hecho eso es lo que más me molesta de ti. es la única razón por la que dude de aceptar tu proposición. Tú intentas parecer tan sano, tan bueno y misericordioso con todos y más aun conmigo. pueda que todo el mundo te aplauda por ello; pero yo no lo hare, yo puedo ver en ti a una persona normal, tan malvada como todos los demás, que se oculta tras una pared de buenas intenciones y moralidad. ¡Yo no tengo esa pared y además la odio! –Exclamo al final.

-          No estoy fingiendo preocuparme por ti, mis sentimientos son sinceros. –Le respondí, un tanto indignado y amedrentado.

-          Eso es tal vez lo peor de todo… Que lo haces por convicción. Sinceros o no, a efectos prácticos son lo mismo. –Sentencio, mirándome con severidad y esperando una respuesta de mi parte. Cosa que no pude dar, ya que antes de poder abrir la boca Leo había comenzado a hablar de nuevo. -¡¿es que no lo ves?! Para ti es muy sencillo traerme aquí y proponerme noviazgo, sexo, compromiso, o lo que sea que fueras a pedirme. Para ti, tú y yo somos como dos viejos amigos que se llevan de maravilla y aunque tenemos algunos conflictos del pasado, las cosas no son más complicadas que eso. ¡pero para mí no es así! para mi, las cosa están lejos de ser fáciles. Nada es fácil cuando estás en el agujero en que se convirtió mi vida... –Exclamo con frustración, seguidamente tomo una profunda bocanada de aire y volteo a mirar por la ventanilla. –Confieso que te envidio por la facilidad con que lo ves todo.

Guarde silencio por un segundo, creo que fue mas una señal de respeto que un lapso para meditar lo que iba a responder, ya que lo que dije a continuación era algo que quería sacarme desde algún tiempo.

-          Entiendo que has tenido una vida difícil, que no te fue todo lo bien que querías, pero eso no significa que todo en la vida tenga que ser así. Yo puedo ayudarte a mejorar, puedo protegerte y apoyarte; hacerlo sin ningún compromiso, ya que es algo que deseo con todas mis fuerzas, no porque crea que sea lo correcto, sino porque en verdad quiero hacerlo. – le dije.

-          ¿y qué es lo que planeas lograr con eso? ¿tenerme en deuda contigo, expiar culpas? No gracias, paso de aceptar caridad. –Sentencio.

-          ¡NO! –Dije en voz alta y clara. -Yo no quiero que…

-          ¿O acaso tu plan es que seamos pareja para entonces, poder conseguir el único adorno mediocre que le falta a tu vida? –Inquirió rapaz, mirándome con disgusto.

-          ¡Claro que no! si te pedí eso fue porque lo sentía de verdad, no por satisfacer una necesidad absurda que tu insistes en crearme. Yo en verdad siento algo por ti, y aunque no es amor propiamente, sin duda se le acerca much...

-          ¡Solo cállate quieres! –Me interrumpió altanero y molesto.

-          ¿Por qué me hablas así? Solo estoy intentando ser...

-          ¿¡Quieres saber porqué!? Pues bien, te lo diré… ¡LO HAGO PORQUE TE DETESTO!… –Vocifero iracundo.

Oír aquello fue tan repentino que me hiso callar de inmediato y sentir un fuerte vacío en el estomago. No supe que responder a ello, y tampoco resultaría necesario, ya que Leo apenas comenzaba a desahogarse…

-          Lo admito, ¡te detesto!, ¡te detesto!, ¡te detesto!, ¡te detesto!... –Continúo gritando, cerrando los puños y golpeando con ellos su asiento. Su rostro por un momento se contorsiono en una expresión de ira y al cabo de un segundo volvió a la normalidad, no sin antes dejar brotar una lagrima casi imperceptible. -No te guardo rencor por lo de mi hermano, ni tampoco me importa todo el tiempo que estuvimos distanciados, ni siquiera me caes mal; sin embargo, aun así te detesto. ¡Te detesto! –Admitió con rabia, frunciendo el ceño y los labios y derrumbándose en el asiento al término de ello. –Y lo hago porque se suponía que yo debía ser tu... Tú fuiste quien triunfo y cumplió todos los sueños que alguna vez yo tuve en la vida y mientras que lo hacías, era yo quien se quedaba en casa de mis padres, fracasando en los estudios, el trabajo, las relaciones y en prácticamente todo. Y ahora, cuando estoy en el punto más bajo del foso, la vida tiene la crueldad de restregarme mi fracaso en la cara, contigo proponiéndome pareja.

Leo aparto la mirada hasta el suelo, sus manos se aprisionaron sobre sus rodillas y adquirió una actitud apesadumbrada e incómoda para intentar no llorar de rabia. Un silencio casi macabro ocupo cada rincón del auto. O bien mis oídos se negaban a oír; o bien, incluso la propia naturaleza se había detenido a admirar lo desalentador de aquel momento.

-          Lo siento. –Fue lo único que se me ocurrió decirle, ni siquiera me anime a darle una palmada en la espalda o algo similar, daba la sensación de haberse hecho muy frágil.

-          Da igual. –Dijo en voz queda. –Eso no soluciona nada en mí. –Se quejo frustrado. –Además… No tienes la culpa de eso, de nada, de hecho. –Admitió con descontento. creo que porque ese detalle le causaba aun más rabia.

-          ¿quieres que volvamos a la casa? –le pregunte al cabo de varios segundos sin que ninguno dijera nada.

-          Si no te molesta, solo quisiera poder salir, caminar y estar solo por un rato. –Respondió ensimismado.

Observe a mi alrededor, comprobando que no había nada extraño en la zona y seguidamente libere los seguro y le dije que abriera. No me agradaba en lo más mínimo dejarlo ir, incluso aunque estuviéramos en mitad de la nada, pero comprendía de sobra que no tenía sentido discutir su decisión.

-          Te estaré esperando aquí. Tomate el tiempo que desees.

Leo abrió la puerta y salió lentamente del auto, luego se dio vuelta y tomo su maletín, el cual se abrió mientras lo sacaba ya que se golpeo con los bordes de la puerta. Se produjo un ruido seco seguido de sonidos como de monedas cayendo y luego un montón de papeles quedaron regados en mitad del terreno baldío, a merced del viento y la tierra. Leo se agacho rápidamente para comenzar a recogerlos.

-          ¿Necesitas ayuda? –Le pregunte condescendiente, intentando reclinarme para ver la situación y poder ayudar en algo.

-          No, ya están todos. Gracias –Se apresuró a responder, nerviosamente.

-          ¿Seguro... para que quieres llevar el maletín contigo? –Le pregunte cuando finalmente se hubo puesto de pie. Él iba sosteniendo el abultadísimo maletín en su mano derecha, lo que me causo bastante curiosidad.

-          Asuntos personales. –Dijo evasivo, y antes de que pudiera objetarle, agrego. –Descuida. No volverá a soltarse. –Me aseguro, y a continuación cerró la puerta del auto y se dio la vuelta para empezar a marcharse.

Me quede solo. Sintiendo cierto descontento por lo mal que había resultado todo. Una leve brisa movía los arboles y pasantes ráfagas de aire frio entraban por la abertura de la ventanilla; la música de fondo seguía sonando muy levemente, casi imperceptible y en tanto que eso pasaba, yo miraba como Leo se alejaba del auto, caminando lentamente y con la mirada puesta en el suelo. Me fue imposible dejar de mirarlo, tenía una desagradable sensación de incertidumbre, como si dudara de que fuera a regresar. Me decía a mi mismo que estaba siendo irracional, que él solo quería estar a solas con sus pensamientos para poder calmarse, me lo decía una y otra vez mientras lo veía, pero aun no lo aceptaba.

Me alivie bastante al ver a Leo sentarse en el suelo, justo al borde de la carretera y de espaldas a mí. Aun así pase varios minutos vigilándolo, lo que termino por hacerme doler el cuello ya que tenía que voltearme desde mi asiento para verlo; él estaba bastante lejos. En un momento despegue la vista de él y me masajee el cuello, luego con la mirada recorrí el auto y fue entonces que me percate de algo brillante que había en el suelo del asiento del copiloto. El objeto llamo mi atención y de inmediato me incline para detallarlo. ¡Menuda sorpresa me lleve al ver que se trataba de una bala!

Cavile ofuscadamente acerca de que hacia algo como eso en mi auto. Estaba seguro de que yo no la traje; pues no uso ni me gustan las armas, no podía haber llegado hay por accidente ya que las balas no suelen ir por las calles siendo llevadas por el viento y los escombros, tampoco podía tratarse de una broma ya que yo nunca dejo las ventanas abiertas ni dejo a nadie entrar a mi auto sin mi vigilancia. Solo podía haber una explicación; concluí. Una extraña y perturbadora explicación: Leo…

-          ¡Leo! –Le llame, luego de haberme bajado del auto a toda prisa.

Desde su asiento en el suelo volteo a verme y rápidamente volvió la mirada a su posición original.

-          ¡Te dije que quiero estar solo por un rato! –Exclamo. su voz sonaba más aguda y quebradiza de lo normal.

-          Si, lo sé pero… ¡Solo quiero ver que estés bien! –Le respondí y entonces comencé a correr hasta él.

-          ¡Déjame en paz! –Grito.

-          ¡Encontré una bala en el auto!... –Exclame, cuando logre estar a unos 5 metros de él, deteniéndome al ver que comenzaba a erguirse del suelo lentamente. –Y yo solo… quería saber que no tuviera que ver contigo.

Leo termino de levantarse y seguía de espaldas a mí cuando entonces dijo.

-          Vete… –Su voz sonaba rota y llorosa, evidentemente melancólica. Entonces comprendí que mi instinto había estado en lo correcto.

-          ¡Leo, no! –Le dije.

Peor Leo no respondió, se limito a permanecer parado, dándome la espalda.

-          Supongo que llevas algo en el maletín, algo malo. Y si estoy en lo correcto, te pido que, por favor, no lo hagas; ni siquiera lo consideres, nunca.

Se hizo el silencio entre los dos, sin embargo este silencio era distinto de todos los anteriores. Explico, en cada segundo que duro, mas cosas de las que ninguno de los dos hubiera cruzado en todo el día.

-          Compre esto hace varios años… -Comenzó diciendo al cabo de un rato. –Fue solo por cuestiones de protección. La conserve porque algunas veces; como ahora, tenerla tan cerca me calma… me hace saber que aun tengo una salida más cómoda a los momentos difíciles. –Dijo en voz pausada y melancólica. -Hoy en la mañana salí a pasear con ella y… no nos divertimos mucho que digamos… -Agrego, riendo con tristeza.

-          ¡Lo que ibas a hacer no es una salida más cómoda!... ¡dámela! –Exclame, acercándome para intentar arrebatarle el arma.

Pero entonces Leo se dio vuelta antes de que yo pudiera hacer algo. Quedando ambos frente a frente, con el apuntándome con un reluciente revolver, que ni siquiera parecía saber sostener.

-          Solo quiero que me dejes solo por un rato, cosa que va a ocurrir… quieras o no –Dijo amenazante.

-          Leo es tu vida; valórala, eres una persona maravillosa que significa mucho para mí. Por favor, no lo hagas. no tienes razón alguna para hacer algo así. –Dije, omitiendo por completo mi peligrosa situación y desventaja.

-          Tenemos opiniones diferentes respecto a eso… tú no sabes cómo soy, no sabes lo que pienso o lo que siento ni tampoco cual es mi forma de ver la vida. ¡Así que no tienes derecho a decirme si tengo o no motivos para dispararme! –vocifero iracundo, apuntándome mientras su rostro se contorsionaba por la ira y la tristeza.

-          ¡Lo tengo! Creo que te conozco lo subiente para asegurar que vale la pena que conserves tu vida. –Le grite en respuesta y a continuación di un paso en frente en su dirección, haciendo que retrocediera y remarcara su apunte.

-          ¡Déjame solo! –Me ordeno a gritos. -¡Te lo advierto Manuel, vete! –me amenazo.

-          ¡¿O si no que?! –Le respondí desafiante. -¿Vas a dispararme? –Le inquirí, enfrentándole sin demostrar ningún tipo de temor. -¡hazlo! –Y diciendo esto comencé a acercarme lentamente a él.

Leo me apunto a la cabeza, amenazándome; sin embargo yo no me detuve, seguí avanzando y al ver que no era capaz de detenerme, Leo comenzó a dudar. Entonces su mano empezó a temblar y para cuando estuve a solo tres metros se vio obligado a retroceder, lo que me insto a seguir avanzando todavía más. Finalmente supuse que iba a ser incapaz de dispararme y al estar yo a menos de un metro de separación, sencillamente me abalance sobre él.

Forcejeamos por unos segundos, él en verdad no vio venir lo que hice por lo que desde un principio me fue fácil someterlo. Procure ser lo más rápido que pude en apresarle por los brazos y darle la vuelta para que quedara de espaldas a mí, de esa manera no podría dispararme, ni por accidente ni por deseo y me sería más fácil hacer que soltara el arma (Cosa que sucedió casi al instante). A continuación, lo rodee con mis brazos, sujetándolo con bastante fuerza, apretándole contra mi peche y dejándole inmóvil del torso para arriba.

-          ¡Déjame ir! –exclamo furioso mientras pataleaba y se contorsionaba.

-          Eso no va a ocurrir. –Le asegure, controlando cada uno de sus intentos de escape con gran facilidad.

-          ¡Suéltame!

Leo comenzó a luchar por escapar con un gran ahínco, pero yo frustre todos y cada uno de sus intentos. Él se sacudía, pataleaba, berraba y hasta intentaba golpearme al mover su cabeza hacia atrás, pero yo siempre lo detenía y por cada nuevo intento de lucha que hacia lo hamaqueaba de un lado a otro, mareándolo e intentando que dejara de resistirse. Estuvimos en esta situación durante un buen rato y esto comenzó a cansarme los nervios, así que me olvide de la poca delicadeza que había tenido hasta entonces y comencé a agitarlo de arriba abajo, usando mi torso como palanca y mis brazos como sostén, moviéndole tan rápidamente que no tarde mucho en provocarle nauseas. Solo entonces dejo de luchar.

-          Puedes intentarlo cuanto quieras y nunca podrás soltarte. Soy más fuerte, más persistente y menos vulnerable que tu, soy un obstáculo que simplemente eres incapaz de vencer –Le dije con voz pausada, ligeramente autoritaria pero extrañamente también calmante.

Estas palabras parecieron ofender profundamente a Leo, quien de inmediato reanudo su lucha con una ferocidad tal, que pese a su fuerza comparativamente menor logro hacerme ceder levemente; algo que causo que mi lado más violento brotara para dominar la situación.

Con mis brazos comencé a apretarlo muy fuertemente, causándole dolor y asfixiándolo sin contemplaciones, algo que eventualmente le dejaría sin ánimos de lucha en poco menos de dos intentos de huir.

-          ¡Va-vasta!... ¡vast!... –Se quejo rendido. Su respiración errática y jadeos a duras penas le dejaban hablar. Estaba agotado por las pataletas que dio.

-          ¿Tan rápido te rindes? –Pregunte, humillándole. –Es mejor, así puedo ir más rápido a lo que quiero. Leo, te voy a enseñar algo que parece que aun no has aprendido de la vida. Leo, escúchame; a todos nos gusta creer que podemos obtener todo lo que queremos, que somos capaces de vencer todo obstáculo y triunfar en todas las cosas que queremos. Pensar eso es útil; el optimismo casi siempre es útil. Sin embargo eso es una mentira. La realidad funciona de manera muy distinta. La situación actual es un ejemplo de ello: así como te está sucediendo ahora, de vez en cuando te encontraras con un problema que sencillamente será demasiado para ti, uno para el que no hallaras ayuda ni escape posible y vas fracasar resolviéndolo, no importa lo que hagas ni cuanto te esfuerces por ello.

Guarde silencio por un momento. Entre tanto, Leo permanecía inmóvil entre mis brazos, respirando mal y sudando copiosamente; parecía, además de ello, estar suspirando o quejándose en voz muy baja. No sabría decir si se encontraba llorando en ese momento, él tenía la mirada puesta al suelo y no podía ver bien su cara.

-          Puedes verlo metafóricamente: la vida se tratara de un patio de recreo y tú eres un niño jugando en el. Ahí tienes tus amigos y compañeros de curso, a las maestras que te vigilan, a los exámenes de matemática y a los juegos que te distraen antes de que suene el timbre. Todo eso es muy lindo y todo; pero, en ese patio también hay una clase particular de chicos, ellos constantemente andan buscando a niños pequeños a quienes molestan apresándolos para que no puedan correr con sus amigos. Son algo así como yo, en este momento… ¡Son tremendos pelmazos!… Y pues, esos idiotas buscapleitos simbolizan esa clase de problemas a los que no puedes hacerles frente.

-          ¡Déjame!. –Me pidió, casi como en murmullos.

-          ¿Y quieres saber lo peor de todo? –Continúe, ignorando su petición -Normalmente no es la casualidad la que se encarga de hacer que llames la atención de idiotas como yo. Casi siempre ellos vienen a ti porque algún niño, que buscar escapar del idiota que lo apresa, encuentra a otro niño al que pueden agarrar por él y entonces... Tienen a alguien que paga por sus platos rotos… ¡la vida no es más que un juego de voluntades! Todos somos un grupo de niños escapando de unos brabucones a los que no podemos vencer. Por si eso no fuera suficientemente injusto, como hay niños que son más débiles que otros; normalmente son ellos los que terminan cargando con los castigos de todos. Nuevamente, la situación actual es un ejemplo de ello:

Había aflojado un poco a Leo para dejarle respirar y estar más cómodo, pero al término de las palabras anteriores le apreté mucho más fuerte que antes, inmovilizándolo por completo y sacándole el aire.

-          En este momento, yo ejerzo poder sobre ti, soy el idiota que te detiene, el problema que te vence. Eres libre de maldecirme y odiarme por eso, pero antes de hacerlo, tienes que recordar que yo también soy un niño en el recreo…Te expondré mi caso: A mí, me da miedo que los idiotas del patio me encuentren cuando; por las noches, sepa que un buen amigo se ha ido y me sienta solo sin nadie con quien compartir mis más íntimos recuerdos... –Calle por unos segundos, sopesando esa posibilidad y comprobando que efectivamente me aterraba… -Yo también soy débil; a mi modo, por eso intento huir de aquello que puede vencerme, eso es lo que todos hacemos... Por suerte para mi, aquí estas tu, eres más débil que yo y he descubierto que puedo retenerte junto a mi sin importar con cuanto anhelo desees escapar. Puedes llorar, patalear, gritar y aun así no te soltare. Y créeme, no me agrada tener que hacer esto, pero no tengo opción, lo único que puedo hacer es sentir pena por ti, porque tú no tienes a nadie a quien pasarle las penas. Eres vulnerable y por eso toda tu vida has estado soportando lo peor. Eres miserable y lo triste es que nada puedes hacer, solo puedes correr, sabiendo que un día serás atrapado por otro problema, otro gran idiota como yo.

Levemente, en el trasfondo del sonido de la brisa agitando a los arboles, escuche a Leo a sollozar. Sentí que sus brazos liberaban toda la tención que hasta entonces habían mantenido y su mirada puesta en el suelo evidenciaba su sensación de derrota.

-          Claro que eventualmente podrías intentar acabar con tu vida tratando de huir de todos los problemas. Yo no podre evitarlo eternamente, no tengo ese poder. tampoco puedo decir con certeza que hay más allá de la cerca; meramente, podría tratar de asustarte para que creas que solo te esperan cosas malas ahí afuera, esperando que el miedo te detenga. Pero Leo, la cuestión es -Y poniendo mi mentón sobre su hombro, para con mi mejilla intentar secar sus lagrimas, dije: –Que si te detienes a pensar y dejas de huir como todos los demás lo hacen; tal vez, solo tal vez, podrías descubar que nada que te haga yo, el idiota, podría ser peor a lo que te harás a ti mismo si te mantienes huyendo por siempre. Cuando entiendes eso, entiendes que mientras más desesperadamente luches por escapar de tus problemas, mas dolor de causaras a ti y a los demás; es entonces, cuando entiendes que lo único que la vida nos pide es que seamos receptivos ante ella y aceptemos las cosas de la forma como son y no como queremos que sean.

La respiración de Leo para entonces se había hecho más profunda, sus sollozos se habían detenido y al menos por un segundo alzo la mira al horizonte.

-          Pueda que no siempre resulte agradable, pero es la forma de ser de las cosas. Si la aceptas, podrías llegar a descubrir que la única cosa que quería el idiota que te perseguía, era poder detenerte. –Y diciendo esto, afloje mis brazos hasta formar un suave abrazo alrededor de él. –Porque lo único que él quiera, era poder protegerte de los peligros y sin sentidos de escapar de tus problemas, de escapar eternamente de ti mismo. Pueda que incluso llegues a descubrir que la única cosa que ese brabucón quería, era poder abrazarte y brindarte paz y protección entre sus brazos, aun que sea por un instante antes de dejarte ir para siempre…

Mantuve a Leo abrazado muy suavemente durante algunos segundos más, luego lo libere de un todo y con mis manos comencé a acariciar cariñosamente aquellas partes que anteriormente habría sujetado hasta casi lastimar. Leo entonces se dio vuelta y quedo cara a cara frente su anterior opresor, mirándome sin saber que decir, sin expresar claramente ira o tristeza.

-          Te prometo, que si pudiera regresar en el tiempo me advertiría de lo mucho que terminaría sufriendo al perderte como amigo.

Me sentí entristecer. Durante todo mi discurso me había mantenido ausente de mis emociones, intentando mantenerme inalterable. Supongo que debí verme bastante triste, ya que Leo se acercó a mí y sin decir nada me abrazo, dejando responsar su cabeza contra mí pecho, quedamos en silencio, disfrutando de la calidez del contradictorio momento.

-          Lamento haber tenido que hacer esto. –Me disculpe mientras le acariciaba cariñosamente los cabellos con la barbilla. -Sé que no fue la mejor manera, pero tenía que tratar, tenía que pedirte que pensaras un poco antes de… irte…

Permanecimos abrazados por un largo. Estar así se sentía tan bien que ningún de los dos se atrevió a romper el momento.

-          Te quiero. –Le dije al cabo de un minuto, besando con cariño su frente.

-          Yo también –Respondió con voz llorosa. –Gracias. –Agrego al cabo de un tiempo.

-          Gracias a ti. por escuchar lo que tenía que decir.

Parte 3:

El viaje de regreso fue abrumadoramente silencioso. Leo callo dormido al poco tiempo de haber subido al auto y en ningún momento se me ocurrió encender el reproductor; no me apetecía que la música rompiera la quietud turbia de mis pensamientos. Necesitaba pensar a solas; cuando alguien a quien conoces y aprecias te dice que su vida es miserable, porque eso te perturba. Más aun cuando descubres que tiene un arma…

Llegamos a mi departamento para cuando eran casi las 2 de la madrugada. El estacionamiento estaba fuertemente iluminado, lo que me permitió ver muy bien la carita de Leo y maravillarme con la ternura que me provocaba verlo dormir acurrucado, sonriendo amenamente y respirando profundamente. Se veía tan adorable que daba pesar tener que despertarlo, pero tenía que hacerlo, no podía dejarlo dormir en el auto.

-          ¿Leo? –Le llame en voz alta pero no respeto. Estaba completamente dormido.

- Si tan solo tuviera condones y lubricante lo despertaría con media verga dentro... – Susurro mi conciencia en el momento en que Leo se dejando su boca entreabierta…

-          No, como crees… -Le reproche.

- ¡Solo míralo! Me da ganas de hacerle de todo...-Se excuso.

-          Si, lo sé… ¡pero hoy no!, ha tenido una noche complicada y merece paz. Tendremos que esperar más, esperar sin forzar al tiempo.

- Yo lo que quiero forzar es otra cosa…

Me reproche a mi mismo por permitirme esa clase de pensamientos. Normalmente no me preocupaba en ponerle freno a esa parte de mí que siempre jugaba para llevarme la contraria, pero los pensamientos que cruzaban por mi mente sencillamente no tenían cabida alguna en la mente de un humano civilizado…

- Está bien, no insistiré más. Solo despiértalo y subamos a dormir.-Dijo al final…

Desperté a Leo con mucha dificultad y entonces subimos a mi departamento. No hablamos durante el trayecto hacia el ascensor ni tampoco dentro del mismo, estábamos muy cansados y también algo perturbados supongo, pero al entrar a mi casa y comenzar a arreglar todo para irme a dormir escuche a Leo que me llamaba.

-          ¿Pasa algo? –Le pregunte al entrar a su dormitorio. Comprobando entonces que Leo ya se había preparado para dormir vistiéndose con una camiseta blanca de tirantes y unos pantaloncitos de algodón grises

-          No puedo sacar la cama –Me dijo señalando al sofá cama, que seguía tan maltrecho como el mismo lo había dejado en la mañana.

Servilmente me acerque para ayudar y tal y como lo había hecho la primera noche jale con todas mis fuerzas para extraer el colchón; solo que en esta ocasión, un sonido estridente acompaño la salida de este, se oyeron tornillos cayendo y vi como la base de la cama ahora permanecía colgando de una esquina. El sofá cama se había roto en los dobleces de la colcha, el oxido y el maltrato lo había vencido.

-          He… gracias –Dijo Leo, un tanto sarcástico, mientras observaba divertido lo que había hecho con mi sofá.

-          Se rompió por el oxido –Le dije luego de observar cuidadosamente la ruptura. –Es un sofá muy viejo, ya le tocaba su retiro.

-          Lamento que se rompiera, creo que es mi culpa. Nunca aprendí a guardarlo –Se excuso.

-          Descuida, no es tu culpa. Como ya te dije, es un mueble viejo… -Le recordé. A continuación, los dos quedamos viendo el sofá y entonces me percate de que debía darle un lugar donde dormir. –Te cederé mi cama, yo dormiré hoy en el sofá.

-          No, descuida. Yo dormiré en el sofá; es tu casa y lo menos que mereces es estar cómodo –Dijo él.

-          ¿Estás seguro? –Le inquirí.

-          Insisto… -Aseguro él.

-          Muy bien, como quieras. Ahí tienes las sabanas de siempre –Le dije, señalando a las fundas y almohadas que aun estaban tendidas sobre el colchón. –Buenas noches. duerme bien.

Le di una palmada amistosa en el hombro y fui a mi dormitorio mientras él recogía sus artículos de cama. Mis acciones siguientes fueron marcadas por una total premura: Me quite la ropa, me puse un pantalón de dormir, apague la luz y me metí a la cama; estaba tan cansado que ni siquiera paso por mi mente cepillarme los dientes o sacudir la cama, simplemente me recosté, me cubrí con las sabanas y me quede dormido casi de inmediato.

-          Manuel… –Escuche la voz de Leo llamándome e inmediatamente desperté, me erguí sobre la cama y comencé a buscarle. La habitación estaba oscura, tan solo podía distinguir una silueta borrosa que se paraba frente a la puerta abierta de mi dormitorio. –Disculpa que te despierte, pero es que me preguntaba si podría dormir contigo por esta noche; el sofá es de dos puestos y me es muy incomodo dormir hay. Si no es mucha molestia por favor.

Pase un par de segundos comprobando para mis adentros que en verdad me encontraba despierto y es que me parecía tan raro lo que acababa de oír que necesite comprobarlo.

-          ¿quieres dormir aquí?

-          Si, por favor. Si no es molestia. –Me respondió al instante.

-          …No, claro que no es molestia. –Dije pasados unos segundos, en los cuales no pare de pensar en cómo se suponía que debía interpretar la situación. –Ven…

Leo avanzo desde el umbral hasta mi cama, a la cual entro con total naturalidad. Yo continúe erguido, viendo como él iba disponía las sabanas y almohadas que traía hasta hacerse un nido cómodo junto a mí y terminar bocarriba, cubriéndose hasta la mitad del cuerpo con las sabanas.

Supe entonces que aquello no se trataba de ningún intento de seducción ni nada por el estilo, simplemente se trataba de un favor para dormir. Por lo que me recosté nuevamente, quedando el uno junto al otro, ambos boca arriba y con la mirada perdida en el techo.

-          Buenas noches… -Se me ocurrió decir, intentando con ello romper la tremenda tención implícita que abordaba la escena.

Pero él no respondió. En su lugar me miro y dijo.

-          ¿Manu? –Me dijo entonces. una extraña sensación de calidez me abordo al escucharle llamarme así (Era la primera vez en muchos años). A continuación Leo abrió la boca pero ningún sonido salió de ella más que ese típico leve gruñido de aquel que divaga sin saber que decir. –No, nada olvídalo. Buenas noches. –Dijo finalmente, luego cerrando los ojos y disponiéndose a dormir.

-          Si… que descanses –Dije con voz queda.

Intente practicar lo que predique: dormir y descarar. Pero me resulto imposible, aquella situación era un castigo especialmente cruel: hasta entonces me había costado mucho reprimir mis instintos bajos cada vez que tocaba, hablaba o si quiera miraba a Leo; todo el tiempo me lo había pasado luchando contra el deseo de lograr, o incluso forzar, el que algo más que una situación de amistad se produjera entre él y yo. ¡Y ahora lo tenía tan peligrosamente cerca de mí! tan solo un par de centímetros separaba mi brazo del suyo, juraría que incluso podía sentir mis bellos rosando contra su pie.

La puerta de la habitación había quedado abierta y desde la sala entraba un tenue resplandor que iluminaba el perfil de su rostro y su cuerpo, podía oír su respiración, sentir su calor y observarlo reposar. Tenía junto a mi todo lo que había querido conseguir desde la primera vez que lo vi y sin embargo no podía hacer nada para disfrutarlo; solo podía mirar, cosa que hice sin pudor alguno.

Muy cuidadosa y calladamente fui inclinando el torso para poder verlo en mejor detalle, aprovechando que estaba dormido y sería incapaz de advertir mi contemplación. Habían sido muchas las veces en que había tenido a Leo junto a mí, otras tantas las veces en que lo había visto con ropa de dormir; si bien, ahora se habían juntado ambas características, no era eso lo que convertía la situación en algo especialmente excitante, se trataba más de la serena quietud de la noche jugando a favor del erotismo más puro y visceral; porque estando tan cerca de él, incluso la sola visión de sus delgados y lampiños brazos me resultaba erótica y la sabana cubriendo todo lo que se encontraba por debajo de su cintura, lejos de inhibirme, me inundaba de curiosidad por saber cómo se moldeaba su piel halla en donde a los ojos comunes no se les permite mirar.

Entonces sucedió lo inevitable. Lo desnude con la imaginación y lo que vi fue tan agradable que no pude evitar remplazar la realidad ante mis ojos con la fantasía en mi cabeza; comencé a pensar como se comportaría si yo, estando desnudo, me colocara sobre él y comenzara a restregar mi cuerpo contra el suyo, como seria sentir el contacto de su suave piel contra los bellos de mi pecho, la calidez de sus manos deslizándose por sobre mí, como serian sus besos... y con cada creación que mi imaginación que iba colocando en mi mente, la sangre bombeada por mi corazón comenzaba a embargar en exceso una parte muy importante de mi anatomía, la misma con la que en determinado momento imagine estar hundiéndome en su ser, haciéndole estremecer por la súbita invasión.

Gemidos, quejidos, suspiros, a lagos, gritos y hasta lagrimas iban y venían dentro mi cabeza con cada salvaje penetración que imaginaba que le propinaba a su estrecho y cálido ano. Me imagine dominándolo, haciéndole sumiso ante mí, tal y como me gustaba hacer con mis demás parejas, imaginaba que mi gruesa y larga verga perforaba su ano tan intensa y deliciosamente que le hacía quedar abierto a mi talla para siempre. Literalmente lo convertí en el juguete sexual de mi propia película pornográfica en lo que fueron tal vez 2 o 3 minutos de mera observación visual. Mi verga estaba ya tan erecta que no puse reparos en deslizar mi pantalón lo suficiente para permitirle salir al exterior y entonces comencé masturbarme calladamente, imaginando que cumplía con todas esas fantasías.

Me abre propinado 5 o 6 jalones antes de caer en cuenta de la clase de cosas que estaba haciendo… ¿Cómo había podido llegar tan lejos? ¡Me estaba masturbando a solo centímetros de él, mientras tenía toda clase de pensamientos reprochables! Leo era especial para mí; me recordé, por ello no debía pensar en él como si fuera uno de los tantos otros que en el pasado habían ocupado ese mismo lugar en mi cama. Mi conducta había sido totalmente inaceptable, incluso si nadie la hubiera visto. Incluso si creía que nadie la había visto para ser más exactos, porque aun cuando nunca hubiera abierto los ojos, Leo había sido en parte consiente de mis movimientos todo el tiempo.

-          ¿Sabías que puedo sentirte respirando sobre mi cara? –Dijo repentinamente, aun con los ojos cerrados y con una voz adormilada y cansina.

Un nudo se formo en mi garganta y me paralice, cualquier pensamiento o explicación racional que pudiera haber pensado dar sencillamente desapareció de mi mente, me había quedado en blanco, teniendo que resignarme a ver con horror como Leo iba abriendo los ojos lentamente para comprobar lo que había estado haciendo junto a él...

Su expresión fue un suceso que jamás podre olvidar; una mezcla de sorpresa, espanto, risa y lujuria mezclados; una seña que sirvió como único elemento de comunicación durante lo que seguramente fue el momento de silencio más incomodo de mi vida.

Finalmente, luego de poder recuperar la conciencia que había sido arrastrada por la invasión de vergüenza, me erguí por completo y comencé a subirme los pantalones torpemente mientras me arrastraba para salir de la cama. Estaba tan avergonzado que creo hacer perdido casi por completo la erección para ese momento.

-          Lo siento… -Dije avergonzado y sin voltear a mirarle, justo cuando ya me encontraba al borde la cama. –Me iré al sofá…

-          ¡Manuel!

Entonces; al final de su llamado, sentí como las manos de Leo rodeaban mi brazo izquierdo y comenzaban a acariciarlo y apretarlo al tiempo que me jalaban hacia él. Yo me di vuelta y al hacerlo vi que no parecía enojado, sino todo lo contrario, tenía una notable expresión de placidez que encajaba con el agradable y cariñoso tacto de sus manos en mis bíceps.

-          Hoy tuviste un gesto muy bonito y amable conmigo; pero yo no supe como aceptar adecuadamente. –Comenzó a decir mientras seguía acariciándome el brazo –Te confieso que vine esta noche a tu cama, no porque el sofá fuera muy chico, sino porque quería hallar una manera de hacerte saber que yo… -Y un nuevo momento de silencio me torturo mientras esperaba a que Leo se atreviera a continuar –Si quiero... quiero ser tu pareja.

Su mirada cinchera y sonrisa entrecortada me reconfortaron tan enormemente como luego fue verlo comenzar a quitarse la camiseta, seguidamente el pantaloncito y finalmente los calzoncillos. Viendo esto sonreí como no creo haberlo hecho en años, y manteniendo esa misma sonrisa comencé a imitarlo, quitándome las únicas dos prendas que llevaba; mis pantalones de dormir y mi bóxer, esto con un cierto desespero.

Ambos nos miramos fijamente en el momento en que último calcetín suyo hubo tocado el suelo de la habitación. Era la primera vez en 12 años que estábamos desnudos uno frente al otro, su cuerpo adulto guardaba mucha relación con su versión joven: tenia la piel pálida y con algunas pecas, casi no tenia bellos en el cuerpo, era algo más alto que el promedio, como siempre lo fue, y a pesar de ser delgado y menudo tenía un gran porte y distinción. En cambio, el mío era bastante diferente, cosa que Leo dejo bastante claro cuando arqueo las cejas y silbo al contemplar el imponente conjunto que hacían mis 1,90 metros de estatura, mi musculatura de levantador de pesas y mi verga, que ahora completamente erecta apuntaba hacia él, exhibiéndose en toda su longitud e implorando por recibir el toque mágico de sus lindas manos.

Yo reí alegremente, esperando a que Leo superara su asombro y comenzara a tocarme de una vez por todas. Pero al final no pude resistirme y me acerque a él, besándolo en los labios.

Fue un beso intenso y prolongado, así decidí que fuera, ya que quería que ese que era nuestro primer beso en la boca fuera el más memorable que ambos tendríamos alguna vez. Tal fue la intensidad que proyectamos al beso, que mientras nuestros labios se frotaban y nuestras lenguas se tocaban, cada uno iba recorriendo el cuerpo del otro con sus manos. Yo acariciaba su suave y cálida piel mientras que él palpaba y frotaba mis músculos a su antojo, y a medida que él iba subiendo sus manos desde mi pecho hasta mis hombros, yo iba bajando las mías desde el suyo hasta finalmente llegar a su pene, que descubrí como una hermosa barra rosada de carne de 15 centímetros de largo, algo delgada pero muy suave y agradable al tacto. Era sumamente apetecible, sin dudas un miembro hermoso en muchísimos sentidos. Leo se detuvo momentáneamente En el momento en que mis manos tocaron su pene y comenzaron a masajearlo; luego seguido explorando mi cuerpo como si nada pasara, solo que ahora, cada caricia y apretón que me daba venia acompañada por suspiros y a veces hasta jadeos que dejaban en evidencia el placer que sentía.

Eventualmente, al cabo de un tiempo, sentí que sus manos se desprendían de mi torso y a continuación, una ráfaga inesperada de excitación me abordo cuando; por fin, sus manos se atrevieron a tocar la zona más intima de mi. Tuve entonces que separarme, pues quise presenciar en detalle su rostro cuadro apretara mi verga adulta por primera vez.

-          Es… enorme… –Comento flipado, a lo que yo reí mientras sus delgadas y muy suaves manos rodeaban mi verga, evaluando su dureza.

-          Gracias. –Respondí sonriendo ante el alago, esto sin dejar de masturbarle.

-          ¿mide 21? –Pregunto seguidamente, sin dejar de verme y sobarme la verga.

-          19. –Comente con sencillez.

-          Es larga, y también es gruesa… -Señalo, luego comenzando a reír. -¡Estas como quieres cabron! –Exclamo divertido, llevando ambas manos a mi verga mientras que ambos reíamos.

-          Tu también lo estas. –Declare, demostrando mi alegato al empezar a masturbarlo con toda la pasión que él me provocaba.

Y así estuvimos pues, masturbándonos mutuamente durante un largo tiempo, aunque yo diría que mas que masturbándonos estábamos explorándonos: Nos tocábamos, besábamos y mirábamos todo el tiempo, sin decirnos nada, tan solo dejándonos llevar por la curiosidad de conocer cada detalle del cuerpo del otro, esto mientras que nos ocupábamos de proporcionarle placer.

Ya para cuando parecía que la calentura no podía aumentar más a Leo se le ocurrió elevar de tono las cosas y comenzó a lamerme las tetillas. Yo suspire y arquee la espalda para dejarle mi pecho a su disposición, queriendo que su lengua me recorriera entero, sin embargo Leo tenía planes aun mejores: ir deslizando su lengua por la línea media de mi pecho, descendiendo hasta tocar con su mentón mi pubis y saltando luego hasta el tallo de mi verga; el cual lamio en todo su perímetro, toqueteándolo con la punta de su lengua, apretando con sus labios y mordisqueando de vez en cuando; haciéndome suspirar de gusto y derramar más de una gota de precum.

Eventualmente, el recorrido de su lengua termino por hacer que Leo tuviera su cara, y más específicamente su boca, a solo centímetros de la babeante y enrojecida punta de mi verga; que en cuanto toco por primera vez y por accidente sus labios, me proporciono un placer tan súbito que me hizo desesperar al grado de hacerme tomarlo por los cabellos y, lentamente, guiarlo hasta mi verga.

Leo no opuso resistencia, de hecho lo vi reír instantes antes de que mi glande se perdiera en su boca y esto le obligara a callar y a comenzar a chupar mis fluidos.

Progresivamente me fui hincando sobre él, metiendo un poco mas con cada movimiento; así hasta llegar a tener la mitad de mi verga dentro de su boca y esto sin que él experimentara ningún problema. Hay me detuve, dejando a Leo chupar, succionar y lamer a sus anchas. Se notaba que lo disfrutaba tanto como yo, quien no dejaba de suspirar y bufar de placer mientras recorría mi cuerpo y el suyo con mis manos.

-          Me encantas. –Le dije en cierto momento.

Leo no se preocupo en responder, es que ni siquiera parecía importarle respirar, él sencillamente me mamaba la verga como si le fuera la vida en ello y yo le dejaba muy en claro mi agradecimiento al acariciar sus cabellos y mirarle con una sonrisa de oreja a oreja casi permanente, que solo era interrumpida por mis muecas de placer cada vez que la punta de mi verga tocaba contra su paladar.

Estuvimos en la misma posición durante un buen rato, conmigo sentado sobre mis piernas y el recostado en paralelo a mí, esta termino por parecernos algo incomoda ya que no nos permitía mucha movilidad, así que yo le propuse adaptar la pose que mas me gustaba para el sexo oral, esta es, yo de pie al borde de la cama, mientras que él estaría boca arriba con una almohada bajo su cuello. En esa posición la penetración es monstruosamente placentera y me permitiría llevar mejor el ritmo, sin mencionar que ahora podría ver de frente su rostro cada vez que le sacaba mi verga para dejarlo respirar.

-          ¿Estás preparado? –Le pregunte cuando tuve mi verga a solo centímetros de su boca, justo antes de disponerme a entrar en ella.

Leo asintió sonriente.

-          Y ¿me dejas metértela entera?... –Me atreví a preguntar, recibiendo la misma respuesta…

Entonces, guie mi verga a los bordes de sus labios y lentamente me fui hundiendo en ellos, el peso de mi cuerpo me ayudaba a conferir fuerza y firmeza a mi penetración, que fue lenta y constante hasta llegar a la mitad de mi verga, momento para el cual pude sentir como tocaba los bordes de su garganta, y entonces seguí avanzando. Leo se conmociono ligeramente, cerrando los ojos y apretando los labios con brusquedad, llevando sus manos hasta mis glúteos y apretándolos con rudeza en señal de que me detuviera; yo así lo hice, espere pacientemente a que pasara esa reacción y luego continúe hundiéndome, causándole una nueva arcada por la que tuvo que hacerme esperar de nuevo. Fue lento y algo incomodo poder lograrlo, pero luego de varios minutos de meter, esperar y retroceder logre tenerle con mi verga enteramente dentro de su boca; fue entonces cuando comencé a bombearle, al principio de forma lenta, aumentando luego la velocidad hasta marcar un ritmo sumamente apasionado.

Sentía mis testículos golpeteando contra su frente, y veía con deleite como mi verga se perdía en su boca una y otra vez. Era demasiado delicioso; podía llegar tan profundo como quería, sentir su garganta contrayéndose alrededor de mi verga, sus manos apretando mis glúteos, escuchar el sonido característico de las esporádicas arcadas y ver su carita enrojecida por el éxtasis. Incluso la visión de la saliva derramándose por sus comisuras me provocaba placer y orgullo, tanto que llegue a sentir, al cabo de unos pocos minutos, que estaba a punto de correrme y entonces tuve que parar.

Le saque mi verga de la boca y comencé a restregársela tiernamente en la cara, dando círculos y leves golpecitos en sus cachetes. Leo entonces saco su lengua y empezó a moverla alrededor de sus comisuras, busca bando poder interceptarla en cada movimiento, y con cada contacto que ambas hacían, yo me llenaba de un placer y gozo tremendos. De vez en cuando también restregaba mis bolas contra su frente y entonces podía llegar a tocar su barbilla con la punta de mi verga, cosa que me encantaba pues podía ver su linda cara ser completamente atravesada por mi miembro viril. Eso me hacía sentir grandioso, hace hacia sonreír, y al verme, Leo sonreía conmigo.

Al contemplar la escena por algún tiempo, algo me hizo pensar que quizás, podía tener oportunidad de sugerirle que probáramos algo más… Algo que tenía muchos deseos de hacer: Penetrarlo.

Follar ortos me encanta… es lo que más me gusta de cualquier relación sexual; la cuestión era, ¿a Leo también le gustaría la idea?...

-          Leo… -Le pronuncie al cabo de un minuto, luego de retirar mi verga de su rostro y subirme junto a él a la cama -¿Me dejarías penetrarte?...

Leo me miro con una expresión difícil de describir: por un lado, parecía estar alagado por mi petición, cosa que se evidenciaba en esa sonrisa cómplice que esbozo de inmediato; pero por otro lado, sus cejas fruncidas y sus ojos que se entrecerraron evidenciaron una respuesta instiga de rechazo y temor. Podía comprender su reacción, al querer domar conmigo solo había querido decirme que aceptaba mi propuesta. Por su mente nunca debía haber cruzado esa posibilidad.

-          No se Manuel yo… –Respondió al cabo de unos segundos, su cara lucia ahora verdaderamente consternada y su voz tartamudeaba. –Yo, la verdad no tenía pensado hacer eso –Dijo, sonriendo avergonzado.

-          Tranquilo, no quiero que hagas nada que no quieras hacer –Me apresure a responder.

-          ¡No! No es que no lo quiera –Se apresuró a decirme entonces. –Es solo que no pensé que pasara y yo pues… -Sonrió nuevamente, riendo de manera espontanea y guardando silencio después.

-          Te prometo que seré paciente y respetuoso. Vas a disfrutar más de que cualquier persona te haya hecho gozar -y llevando una mano a su mejilla comencé a acariciarle mientras le sonreía.

Leo también sonrió y me miro fijamente a los ojos durante unos segundos. Los rastros de mi precum, su saliva y mis bellos no hacían más que hacer su rostro aun más hermoso que de costumbre…

-          Vale, te doy permiso –dijo entonces.

Yo le mire con alegría y le hice gestos para que cambiara de posición, él así lo hiso y al cabo de 5 segundos ya se había dado vuelta, tenía la almohada puesta bajo la espalda y había separado las piernas para dejar su trasero a mi total disocian.

Puse mis manos sobre sus muslos para separar aun más sus piernas y entonces vi por primera vez su ano rosado y fruncido, una maravillosa obra de la biología... En ese momento vinieron a mi mente un montón de recuerdos de mi infancia junto a Leo, recuerdos de todas esas veces en que, estando juntos, mas de una vez me dio curiosidad saber cómo sería ver a mi mejor amigo sin nada de ropa puesta; tampoco pude evitar recordar con cierta ironía la vez que descubrí el ano de Damián y pensé en ese entonces que era anatómicamente imposible poder meter mi pene en ese pequeño hoyo, y ahora, 12 años después, tenia frente a mí el ano más perfecto y estrecho que hubiera visto nunca y mi verga era varios centímetros más ancha y larga que antes.

Pude haberme quedado por horas admirando ese ano y evocando toda clase de recuerdos escondidos. La sola visión bastaba para maravillarme hasta el punto de querer perderme en mis pensamientos por siempre ¡Pero no había tiempo que perder! Debía ocuparme de compartir con Leo lo maravilloso del momento, ¡¿y qué mejor forma que rosando con la punta de mi lengua esa parte tan sensible que hay entre el ano y los testículos (periné)?!...

-          ¡Huug! –Con solo el primer roce fue suficiente para causarle el primer gemido… reí de ello, cosa que hizo a Leo avergonzarse ligeramente.

-           Tranquilo no te ceibas. Es normal… –Le dije alegremente. Leo me miro con amenidad y entonces devolví mi lengua a sus nuevas labores. Entre un lamido y otro se me ocurrió preguntarle -¿Nunca te habían hecho esto antes?

-          No, nunca pero… se siente… bien. –Me respondió entre suspiros.

-          ¿Y… te han hecho esto? –Le pregunte, pasando luego mi mentón por su periné. No me había afeitado el mentón en varios días, por lo que tenía una barba pinchosa con la que termine causándole tremendas cosquillas, haciéndole estremecer.

Ambos reímos por un rato y al cabo de unos minutos siguiendo con la misma practica, decidí que era momento de bajar hasta su hoyito. Entonces, luego de varias lamidas, trate de hundir mi lengua por primera vez en su ano y note que este oponía una importante resistencia, caí en cuenta de que era probable que hubiera algunos problemas...

-          ¿Eres virgen? –Le pregunte sin más.

-          He tenido algunos encuentros, pero nunca me han penetrado. todas mis experiencias han sido muy casuales y nunca llegaban a este punto. –Me confesó.

No supe como tomarme la noticia, me alegraba saber que tenia oportunidad de ser el primero en entrar en él, pero a la vez me preocupaba que hubiera problemas por el dolor o la dilatación. Considere prudente advertirle.

-          Si es tu primera vez te voy hacer doler mucho. ¿seguro que quiere seguir? –Le advertí.

-          Me prometiste que irías despacio. –Me recordó él.

-          Precisamente por eso te lo pregunto. Es que incluso si voy despacio te podría doler.

-          ¿Duele mucho? –Me pregunto, un tanto atemorizado.

-          La verdad creo que sí. He tenido parejas que se quejan cuando intento penetrarlos y eso que no eran precisamente estrechos...

Mi postura ante mis propias palabras era un tanto agridulce, por un parte era consciente de que tal vez Leo no sabía en lo que se estaba metiendo y sentía que hacia lo correcto al advertírselo; por otra parte, no podía dejar de sentirme asombrosamente estúpido por estar echado tierra sobre esa oportunidad. Leo no parecía tener el mismo conflicto de perspectivas: su mirada dejaba ver el temor y el arrepentimiento en cada rincón y había permanecido callado, meditando que decir a continuación, esto mientras conservaba esa mirada durante lo que para mí fueron demasiados segundos.

Por suerte, mi querido Leo no tardaría en aliviar mis preocupaciones de manera muy sorpresiva.

-          Quiero que lo intentemos. Pero, por favor, ve despacio.

Sonreí de oreja a oreja y sin pensarlo demasiado me arroje sobre él y le bese, nuestros pechos se juntaron y la punta de mi verga toco por primera vez el borde entre sus nalgas, como un pequeño presagio de lo que vendría.

-          No te preocupes, iremos a tu ritmo. No meteré ni un milímetro sin que me lo pidas primero. ¿bien?

Leo asintió y luego de darle un último beso me deslice nuevamente hasta tener la cara metida entre sus nalgas. Entonces lamí cada rincón de los bordes de su ano, presionando incesantemente con mi lengua para entrar.

-          Voy a comenzar metiendo un dedo. Avísame si te sientes incomodo y paro. –Le dije.

-          Bien.

Deposite un gran cantidad de saliva sobre su ano y a continuación, coloque mi dedo índice justo sobre este y comencé a hacer presión. Leo frunció el ceño y apretó los labios pero en un principio no hizo mayor queja. Seguí avanzando hasta casi tener la mitad del dedo dentro y entonces comencé a rotarlo en su interior, causándole reacciones contrastantes entre el placer y la incomodidad.

Antes de seguir insertando mas mi dedo, decidí que lo mejor sería ayudarme con  algo más que saliva, así que me detuve y lentamente lo retire de su interior para entonces poder ir a buscar el tarro de lubricante que había en mi cómoda y sumado a ello, también un condón.

-          ¿No te miran raro cada vez que los compras? –Me pregunto divertido al percatarse del condón que había arrojado junto a él, cuyo envoltorio dorado marcaba las letras “XL”.

-          A veces –admití riendo. –Las primeras veces me daba algo de pena. Pero luego me di cuenta de que varios adolescentes los compran también, supongo que lo hacen por curiosidad. así que cada vez que me la cajera me mira… Solo le digo que soy curioso…

Ambos nos reímos discretamente y aproveche el momento para meter de nuevo el dedo, ya previamente lubricado.

Estuve dilatándolo un buen rato mas, primero con un dedo, siempre preguntándole si se sentía incomodo o quería que me detuviera y él en todo momento no paro de gemir y gesticular con cada movimiento que hacía con mis dedos, algo que me mantuvo muy excitado durante todo el proceso. Al cabo de un tiempo le informe que metería un segundo dedo y él acepto con lago de recelo.

Le costó un poco al principio, ya que mis dedos son bastante gruesos, pero con el tiempo logro acostumbrarse y hacer que ambos entraran y salieran de su ano sin causar ninguna molestia. Hice lo mismo con un tercer digito y al considerar que un cuarto dedo seria problemático, ya que sumados harían un groso igual o mayor al de mi pene, decidí que ya era momento de pasar a otra cosa…

-          Aquí vamos Leo. Relájate y disfrútalo lo más que puedas. –Le dije mientras me ponía el condón y colocaba abundante lubricante sobre su ano.

-          Ok... –Dijo sin más, sujetándose las piernas por las rodillas para facilitar la postura de piernas al hombro, posición que habíamos adoptado durante todo el proceso de dilatación.

-          Recuerda, relájate y siempre que quieras que pare, dímelo. –Y diciendo esto, coloque la punta de mi verga sobre su ano, inhale profundamente y comencé a empujar.

Me costó creer lo fácil que logre hundir casi toda la cabeza de mi verga, no solo había hecho un buen trabajo de dilatación, sino que me había mantenido erecto a tope gracias a que en todo momento me habían carcomido las ganas de comenzar a penetrarlo de una buena vez. Pero lo que para mí fue fácil no lo fue para Leo, quien de inmediato cerró los ojos, frunció el ceño y los labios y hundió sus dedos sobre en la cama, tensándose irremediablemente.

-          No, no… relájate… relájate por favor –Le dije calmadamente, llevando una mano hacia su pene, que ya comenzaba a perder su erección.

-          ¡Dolió! –Fue lo único que dijo, mientras aun mantenía sus dedos clavados en la sabana.

-          Lo sé, lo siento, creo que se me fue un poco más de la cuenta. –Me disculpe, llevando una mano hacia su pecho para acariciarlo, mientras que con la otra seguía masturbándolo. –No volverá a ocurrir. Tu solo relájate y dime cuando quieras que continúe.

Pase 6 o 5 minutos sin moverme en lo más mínimo, solo acariciándole y masturbándole, logrando de esa modo que él recuperara y mantuviera la erección y que se relajara lo suficiente para evitar contracciones anexarías y dolorosas. Al cabo de ese tiempo, Leo ya no parecía tener problemas manejando lo que llevaba metido y finalmente fue el mismo quien me pidió continuar.

Obediente, me incline ligeramente sobre él para hacer palanca y poder penetrar con mayor facilidad. Lenta pero firmemente fui hundiéndome más y mas dentro de él, con cada centimito que introducía Leo dejaba escapar un gemido de dolor que me obligaba a detenerme durante un rato, luego continuaba y le acariciaba mientras le decía que pronto el dolor pasaría. Cuando finalmente logre pasar de la cabeza y asegurar una pequeña porción del tallo de mi verga, Leo me pidió parar; lo considere prudente ya que se le notaba muy incomodo, su cara estaba roja, había comenzado a sudar y su rostro fruncido y pene flácido demostraban que no estaba disfrutando mucho, se había tensado nuevamente, tanto que ahora su ano se contraía para hacerme ceder los valiosos centímetros ganados, obligándome a empujar para volver a recuperarlos, algo que le hacía exasperar mucho.

-          Tranquilo. estas bien, ya no falta tanto –Dije, casi como un arrullo.

Entonces, Leo dirijo una mano hacia mi verga y comprobó que realmente no llevábamos ni la mitad y que apenas estábamos comenzando…

-          ¡Mierda! Ya siento como que la tuviera completa –Comento, con cierto desespero.

-          No pienses en eso, solo cálmate. toma tiempo acostumbrarse. –le dije con ternura.

Leo jadeaba, ponía los ojos en blanco, apretaba los puños y de vez en cuando se llevaba las manos a la cabeza, su ano hervía y apretaba de manera asfixiante

-          … puedes seguir –Me dijo al cabo de pocos segundos. yo le mire extrañado y me quede inmóvil a esperar una confirmación. –Puedes seguir. –Repitió entre jadeos y muecas.

-          ¿Estás seguro? –inquirí. Realmente había pasado poco tiempo.

-          Si… -Respondió.

-          Bien, meteré hasta la mitad ¿estás de acuerdo?

-          Si, hazlo –Respondió, aunque por su cara no parecía para nada convencido, lucia más bien resignado; él solo quería poder romper con su suplicio de una vez.

Retire mis manos de su pene y pecho y las lleve hasta su cintura para poder asirlo con firmeza al momento de la penetración, luego acomode un poco mejor mis piernas y comenzó a empujar lentamente. Debo decir que costo y pese que lo penetre lo más lenta y suavemente que pude, en determinado momento tuve que empujar con fuerza para lograr meter, aunque fuese solo medio centímetro. Su ano aun estaba bastante estrecho y costaba mucho penetrarle. Entre tanto, las reacciones de Leo fueron del todo olvidables: se contorneo, cerro los puños, gimió, berreo y en determinado punto hasta chillo de dolor, pero en ningún momento me pidió parar; ciertamente, está resignado a dejarme penetrarlo por completo.

Al final, cuando por fin logre meter la mitad de mi verga, la cara de Leo había quedado enrojecida y tensa, expresaba descontento y dolor; me sentí mal por él, odiaba la idea de estarlo lastimando de ese modo, sobre todo porque yo comenzaba a disfrutarlo mucho ahora que las sensaciones de placer y estímulos sobre mi verga eran mayores. Yo siempre había sido activo y solo en esa ocasión pude notar lo injusto que a veces eran las cosas para quien actúa de pasivo.

-          ¿Quieres que paremos? –Le pregunte preocupado.

Leo no respondió de inmediato, permaneció un buen rato jadeado y retorciéndose. Parecía molesto y eso me preocupaba.

-          Es jodidamente grande. ¡Me duele! –Se quejo con frustración.

-          Vamos a dejar esto por hoy –Le dije condescendiente.

-          No. No las saques –Dijo de inmediato, casi en un susurro. –Dame tiempo. –Me pidió. –Solo… no te muevas. –Dijo, entrecerrando los ojos y gimiendo a causa de una contracción involuntaria que tuvo entonces.

-          Si crees que te está costando mucho excitamos parar. –Asevere. –Esto no está resultando placentero para ti.

-          ¡Solo dame tiempo! –Exclamo entre gemidos.

-          Podría lastimarte si sigo. –Le comente preocupado.

-          ¡Solo espérate! –Exclamo, levemente irritado.

Su decisión en parte me hiso feliz y al mismo tiempo me hiso sentir culpa y preocupación; pero bien fuera que me gustara o no, tenía que aceptarla y respetar su decisión. Pasaron más o menos unos 4 o 5 minutos y aun seguía sintiendo como Leo apretaba el ano de forma involuntaria, era obvio que no está logrando relajarse, pero aun así, pasado ese tiempo me autorizo a seguir metiéndole más verga.

-          Creo que mejor voy a comenzar a hacer ritmo con lo que llevo dentro. Así te dilatas un poco más, ya verás que lo sientes rico al ratito.

Acto seguido comencé a mover muy lentamente mi cadera de atrás hacia adelante. En un principio Leo se quejo, pero con mis constantes masturbaciones y caricias luego de un rato comenzó acostumbrarse y por mi parte, yo comencé a sentir verdaderamente el gusto de la cuestión. El ano súper estrecho de Leo me brindaba una sensación de fricción que nunca antes había sentido, aquella no solo era una cogida con una persona especial era una cogida especial por estar desvirgando su ano. Casi sin darme cuenta comencé a aumentar la velocidad de mis caderas, la sangre comenzó a fluir por todo mi cuerpo, energizándome y llenándome de vitalidad y al mismo tiempo la respiración de Leo se aceleraba sin freno. Él había llevado sus manos a mis muslos y gracias a eso podía hacerme saber, solo hundiéndome los dedos, cuando debía aflojar o aumentar mi ritmo. Pero, hasta ese momento no había podido alcanzar un ritmo verdaderamente placentero ni intenso, constantemente debía cuidar de no meter más allá de la mitad ya que le causaba dolor y ese cuidado cortaba levemente mi gozo porque hacía que la penetración no se sintiera natural ni fluida.

Repentinamente detuve mi mete-saca y me recline hasta quedar a centímetros de su rostro, seguidamente lo bese una, dos, tres y muchas otras tantas veces y él recibió con gusto cada uno de mis besos. En determinado momento me separe de sus labios, cortando lo que hasta entonces había sido una ola de besos sin freno. Le mire a los ojos, admito que no me sentía con derecho a pedirle lo que le diría a continuación, pero estaba tan desinhibido y con ganas de mas, así que no pude resistirme a hacerlo…

-          Me gustaría clavártela entera. –Le dije en voz muy baja, casia en susurros -¿Me dejarías?

Leo me rodeo con sus brazos y sus piernas y me atrajo hasta sus labios nuevamente. Seguimos besándonos como si no hubiera ocurrido nada. Yo reanude el ritmo de penetración suave y me olvide de todo lo dicho, hasta que repentinamente Leo me separo de sus labios y dijo:

-          Métemela. Toda… –siseo lujurioso.

Sonreí y le abrace con fuerza, luego me fui irguiendo lentamente, hasta quedar sentado sobre la cama con el apretado contra mi pecho. Entonces, la acción natural de la gravedad le hizo comenzar a deslizarse de recto sobre mi pubis, empalándose irremediablemente contra mi verga.

Solo la fricción de mis brazos y la presión de sus piernas alrededor de mi cintura impidieron que aquello fuera una clavada a pelo. Lenta, pero inexorablemente, Leo fue calendo sobre mi verga. Hubo quejas, apretujes y gemidos, de vez en cuando algún brinquito desesperado, pero nada se podía hacer, la propia posición término por hundirle mi verga completamente, llenándome de Placer.

-          Haggr –Gruño una vez que mis bellos púbicos tocaron sus testículos, luego abrazándose a mí con todas sus fuerzas, anhelando que el contacto con mi piel aliviara su dolor.

-          Tranquilo, ya pasara. –Le dije tiernamente, besándole repetidamente en la mejilla. –te admiro mi Leo, eres un valiente... no sabes cuánto significa para mi toda esta noche, te has portado tan maravillosamente que yo… -Y sin evitarlo volví a besarlo una y otra vez, olvidando completamente lo que había querido decir. –Te amo Leo –Dije entre besos, abrazándole tan fuerte como pude.

-          Y yo... –Respondió jadeando, clavándome los de dedos en la espalda en señal de dolor.

Estuvimos besándonos y dejando pasar el dolor durante un buen rato, casi sin movernos. Al cabo de este tiempo yo comencé a cogerlo con movimientos pausados y cortos al principio, que fueron aumentando con forme sentía que Leo se dilataba. No tardo demasiado para que esos movimientos se convirtieras en verdaderas embestidas dignas de película.

Leo berreaba, gemía y bufaba, ahora de una forma extraña y nueva, ya sus expresiones no eran únicamente de dolor, podía intuirlo y sentirlo en mi ombligo con cada vez que su pene, totalmente erecto, golpeaba contra mí.

Nuestra respiración era agitada, nuestros cuerpos sudaban y el contacto entre ellos era máximo. Cada parte de mi cuerpo tocaba el suyo y viceversa; podía sentir sus vellos, sus tenues músculos, sus dedos, su suave piel, todo cuanto de él era suyo me era consciente y tangible. Nuestra comunicación se había reducido a meros sonidos guturales, que pese a su primitivismo, permitan decirnos un montón de cosas que ninguna palabra podía confesar. Sobra decir que el placer me era extremo, sentía la totalidad de mi verga entrar y salir de su cálido, estrecho y suave interior y cada embestida que daba serbia para elevar el nivel de placer a niveles insospechados; literalmente, cada embestida me revelaba una nueva maravillosa sensación, nunca hasta entonces había tenido un sexo tan especial, humillaba tremendamente a aquella primera vez que tuve con Damián o con cualquier otra pareja de mi vida.

Pasamos alrededor de 10 minutos bajo el mismo ritmo, pausando algunas veces pero manteniendo la misma pasión e intensidad, Leo gemía de gusto, yo bufaba incesantemente y pesé al dolor en mis músculos y el agotamiento de Leo; ambos deseábamos que aquello nunca fuera a acabar. Pero finalmente Leo me pidió que me detuviera ya que algo le molestaba, habíamos llegado al límite de lo que un primerizo podía soportar. Sin demora lo solté, dejándolo caer suavemente sobre la cama, y le retire mi verga de su interior muy pausadamente; luego, velozmente me quite el condón, lo arroje al suelo y mientras que con una mano comencé a masturbarme con ferocidad, con la otra hacia lo mismo con Leo. Creo que pasaron almenas 30 segundos hasta sentir que estaba por eyacular.

-          ¿Dónde quieres las…

-          Embarázame… –Me interrumpió riendo.

Sonreí y veloz dirigí mi verga hasta su ano, le penetre totalmente y sin hacer pausa, haciéndole dar un ligero aullido de queja que fue rápidamente cubierto por mi berrido de placer… estaba eyaculando dentro de su ser.

-          ¡Ufffff!... ¡Dios mío!... Harrrgg –Fue lo último que alcance a decir antes de que mi garganta se convirtiera en una fuente de sonidos salvajes.

Mi verga se hincho a más no poder, chorros y chorros de semen emergieron de ella con una potencia y frecuencia impresionantes, nunca en la vida me había corrido así, jamás. El éxtasis era tal que me llevo a arquear la espalda y hacer que cada fibra muscular en mi se tensara de manera impresionante, escalofríos me recorrieron de punta a punta y la velocidad con la que masturbaba a Leo no tenia igual. Permanecí nublado de mi ser, transportado a una realidad de puras sensaciones y placer, una carente de tiempo y espacio, preocupaciones y dolencias; todo mientras seguía masturbado a Leo y berreando como un animal. Tal era mi absorción, que ni siquiera pude darme cuenta de cuando Leo comenzó a lanzar chorros de semen sobre mi mano y mi pecho. La suya también había sido una corrida monumental, que dejaría empapadas a todas las sabanas a su alrededor.

Leo y yo quedamos inmóviles, con mi pene aun dentro de su ano y el suyo siendo rodeado por mi mano, contemplándonos mutuamente, dejando nuestros fluidos derramarse sobre y dentro del otro. Me sentía tan feliz, nos mudábamos a los ojos, viéndonos con admiración y respeto mutuo, no recuerdo haber tenido un momento de intimidad tan profundo con ninguna otra persona en ninguna ocasión anterior. Sudábamos mucho y al tocarnos nuestra piel se adhería como queriendo hacerse una sola, nuestra respiración era tan intensa que se podía oír en todo el departamento y había un olor muy penetrante y sutil a nuestro alrededor; pero lo más reconfortante, era ver que compartíamos la misma mirada de placer y satisfacción sin paralelo; creo, que pocas cosas te hacen sentir mejor como hombre luego de un relación sexual, que saber sin lugar a dudas que tu pareja a disfrutado tanto como tú, saber que le has llenado no solo física sino emocional y espiritualmente también es, en mi opinión, el mejor premio que cualquier relación sexual puede darte, es algo que te alivia y halaga de forma sublime y sin igual.

Con el tiempo nuestras vergas comenzaron a perder erección y al cabo de un tiempo la mía se salió por si sola de dentro de su ano, que permaneció ligeramente abierto, llorando lagrimas de semen y contrayéndose espontáneamente, intentando recobrar su hermetismo pasado. La verga de Leo ya no era más que un blando y pegajoso pedazo de carne con el que podía juguetear pasándola entre mis dedos. Eventualmente nuestra respiración se calmo y las ideas volvieron al sitio que del que habían sido desplazadas por el éxtasis del orgasmo. Entonces, comenzó a surgir la ternura. Me recosté a su lado en posición lateral, quedándonos le uno junto al otro sin nada que decir, solo mirándonos con cariño. Con mi brazo izquierdo comencé a acariciarle el pecho y con el derecho forme una especie de almohada para mi, desde la que podía observarlo en su totalidad.

-          Me siento… abierto –Comento divertido, a la vez que consternado. Eran las primeras palabras que nos decíamos desde el orgasmo.

-          Eso es normal. –Le dije riendo con amenidad. –Vas a estar bien en poco tiempo. –y diciendo esto, lleve mi mano izquierda hasta su medilla y con mi pulgar comencé a acariciar su rostro

-          No tengo que esperar, me siento bien ahora mismo. –Respondió sonriendo, obligándome a dejar caer mi rostro sobre el suyo para entonces darle un cálido y sutil beso en la boca, que como un dulce licor me hizo querer repetir una y otra vez el contacto con sus labios.

Leo cerró los ojos y se acurro entre mis brazos mientras yo no paraba de besarlo, tenía una sonrisa de oreja a oreja cuando finalmente se quedo domado al cabo de unos 5 minutos. Tenía la misma cara de inocencia y dulzura de cuando lo vi dormirse en mi auto, solo que ahora me parecía todavía más dulce, ya que ahora lo tenía dormido entre mis brazos. Me hacía sentir tan bien saber que estaba protegiendo sus sueños ahora.

Yo también deseaba dormir, pero quise resistirme, pues aunque había muchas cosas que debía ordenar dentro de la placidez de los sueños, no me permitiría cerrar los ojos hasta no haber grabado para siempre en mi memoria aquella escena. Necesitaba que cada color, cada sensación, cada aroma y sentimiento se quedaran plasmadas para siempre en mi; toda mi vida había luchado por poder vivir un momento así, por poder ser el guardián y protector de alguien a quien amaba, alguien quien también me amaba. Veía con cierta diversión lo mucho que habían cambiado las cosas, entre mis brazos Leo se parecía más a un adolescente de 16 años que a un adulto de 26; sin embargo, cada vez que lo veía me transportaba a esos bellos recuerdos de mi infancia, esos tiempos en los que no importaba quien fuera más alto, atractivo, rico o importante. Él me hacía sentir joven, me había sentir igual a él, me hacía sentir sano y exitoso mas allá de toda comprensión, pues me hacía sentir feliz.

Sonreiría por una última vez antes de cerrar los ojos por el resto de la noche. Dejaría entonces la mirada puesta sobre él, notando como mis grandes y pesadas manos cubrían por completos las suyas, que eran delicadas y huesudas y almenas por un momento, las preguntas de si la vida tenía sentido, de si el futuro se deparaba sombrío o si la humanidad se estaba degradando sin ningún reparo, ya no importarían en lo absoluto. Sencillamente, sentiría que había valido la pena todo cuanto en la vida tuve que aguardar para conseguir ese momento.

Sentí los ojos aguárseme de pura felicidad. Una sonrisa sanadora y sincera, esa fue la última cosa que hice antes de cerrar los ojos y hacer que todo cuanto paso ese día se quedara para siempre entre la impérenme belleza de los recuerdos…

…fin…