El pene de plastico II
Leo se ha propuesto descubrir la verdad sobre su hermano, sin saber que lo que ocurrirá le hará cambiar para siempre la imagen que tenia de este
…El hombre no tiene nada verdaderamente especial, carece de trascendencia y es un objeto más en una innecesaria existencia. La vida es innecesaria, todo cuanto hacemos en ella es un intento desesperado por negar la inequívoca razón de la existencia: Nada.
La vida misma es un error y todo en ella lo es también ¿Entonces, para que arrepentirse del mal causado?
"Bien puede decirse que la vida es un episodio que viene a perturbar inútilmente la sagrada paz de la nada" Arthur Schopenhauer…
Capitulo 2: arrepentimientos.
Parte 1:
Aquella resultaba ser una noche particularmente acogedora, la brisa suave que había afuera producía ese indescriptible y relajante sonido del viento que se mece entre los arboles mientras va acariciando sus hojas, la luna iluminaba tenuemente la habitación, la temperatura era idónea, las sabanas se sentían muy frescas; todo era perfecto pero, aun así, el sueño seguía evadiéndome. Mi cuerpo se sentía agotado, mis ojos ardían y, aun así, mi mente no dejaba de trabajar mientras repasaba una y otra vez en lo que había sucedido horas atrás.
- ¿Ha sido correcto? - Preguntaba mi conciencia. –Has tocado el pene de Leo, lo meneaste. hasta te has corrido en sus manos; nunca habías hecho tantas cosas prohibidas juntas en tu vida. – Me reprochaba.
- Lo sé.
- Y aun así, sigues preguntándote si ha estado bien, y sigues sin darte respuesta…
El sonido que hacía a cada hora el reloj cucu en la habitación de Leo me advirtió que eran ya la 1 de la madrugada. Había estado pensando por cerca de una hora desde que me había ido a acostar y aun me sentía tan a la deriva y confundido como cuando había empezado.
- Te dejaste llevar. ambos lo hicieron. – Dijo tajantemente mi conciencia.
- Lo sé, lo sabemos –respondí, recordando lo distante que había estado Leo para con migo y lo evasivo que había sido con el tema durante todo el día.
- ¿Dejarse llevar es malo?
- No lo se
- Ya veo, no sabes si ha estado bien. Pero, sabes que te ha gustado... Tocaste su pene y te ha gusto… ¿Por qué? –Pregunto, hundiendo sus imaginarios dedos en la llaga…
- No lo sé.
- ¿Hacen los hombres eso, es moral, es permisible, tan siquiera es natural?...
Mi silencio fue su respuesta.
- ¿Eres gay? –pregunto mi conciencia con voz fría.
- ¡NO! –exclame dentro de mi mente, gritando a todo pulmón.
- ¿Es Leo gay? –continuo…
- ¡NO! –exclame de nuevo, pero esta vez mi mente me forzó a detenerme para pensar mejor en mi respuesta –No… No lo sé. –dije casi en un murmullo.
- ¿Es Manuel gay? – insistió .
- Yo no….
- No lo sabes – Me interrumpió, y sus palabras fueron como fríos cuchillos que rebanaron mi lengua desde la raíz.
Nuevamente hubo silencio. La noche parecía hacerse más oscura, la brisa había cesado y toda la habitación comenzaba a sentirse más fría, más distante, más extraña y ajena que nunca.
- ¿Tan siquiera has considerado que pudiste haber sido irrespetuoso con Leo? – Pregunto con severidad.
- No lo fui. En cualquier caso, él fue quien comenzó todo –Objete.
- ¡Ha! Tal vez sea cierto eso; pero insisto ¿Qué tan respetuoso fuiste tú?... ¿Sabes a que me refiero?
Yo lo sabía… por tanto ella sabía que yo lo sabia… ¿Pero, de que serviría tener conciencia y moral si no es para rendir ovación al masoquismo?
- Me burle de su pene, y eso estuvo mal. –confesé finalmente luego de algunos minutos de silencio.
- ¿Y dime, cuantas veces te aprovechaste de esa actitud en Leo, o cuantas veces pudiste parar y no lo hiciste? al menos dime ¿había otra cosa que te importara en ese momento además del mero gusto que te hacía sentir que otra personara te tocara? –inquirió severamente.
Un nudo en mi garganta se formo y, temeroso por la ola de culpa que vendría pronto, cerré los ojos con fuerza y me removí entre las sabanas queriendo ser tragado por ellas y transportado hasta la inconsciente y fría paz de la nada.
- Lo admito; fui un pelmazo.
- ¿Dime, que clase amigo se burla de las carencias de sus seres queridos y se vanagloria en sus momentos de debilidad, alimentando con ello su primitivo deseo de ser vanagloriado, exaltado y envidiado? –Vociferaba mi conciencia.
- ¡Yo! –Exclame con voz quebradiza.
- Cierto… tu… - Dijo con voz de despectiva, asqueada –Tu… tu…. ¡TU!.. solo algo como, tu…
“¿En verdad crees que la tengo pequeña?” escuche a una voz decir, y por no saber si era alguien más o solo parte de una alucinación por falta de sueño me quede en silencio sin responder. Era demasiada casualidad…
- Sé que estas despierto, no has dejado de moverte y eso molesta en la litera de arriba –Dijo Leo.
- Lo siento, es que no puedo dormir. Tratare de no moverme –Respondí con voz queda.
- Descuida no es por eso que no puedo dormir, es que no he dejado de pensar…
- Sí, yo también he estado pensando. –Me limite a decir.
- Supongo que quieres hablar de lo que paso. –Dijo él. Era la primera vez que tocaba voluntariamente el tema.
- Si no te molesta, si. -respondí
Escuche a Leo dejar escapar un suspiro y tras unos segundos, este dijo.
- No sé qué pensaras de mí Manu. Pero quiero que sepas que no soy gay, no lo soy. –Dijo, y su voz sonaba nerviosa, como la de aquel que hace una afirmación sin saber cómo comprobarla. -Te lo juro. así que no tienes de que preocuparte, lo de hoy fue solo por curiosidad.
- Tranquilo Leo, yo estoy seguro de que no eres gay. –respondí, mientras los gritos de mi conciencia me recordaban que mentía.
- No mientas, sé bien que lo estas pensando. Sé que estas dudando de mi hombría –Argumento con total firmeza, y yo nuevamente me quede sin saber que decir. ¿acaso mi mente era un libro abierto para todos?...
- No, no es cierto. Yo confió en ti, sé que no eres eso. –Respondí al cabo de unos segundos en silencio –Además, ¿Cómo puedes estar tan seguro de lo que pienso? –Comente, fingiendo reírme.
- Porque… -Leo suspiro y luego de un rato prosiguió –Yo he estado en tu situación.
- ¿Cuál situación? –Le pregunte intrigado.
- Una vez, Damián y yo nos masturbamos. él me agarro la verga y comenzó a jalármela, lo hizo solo, sin que yo se lo pidiera.
Me quede callado sin saber que responder. Aquello resultaba una gran sorpresa.
- En el monto quise quitarle la mano, pero entonces él me explico que todo era normal, que solo estaba ayudándome, haciéndome un “favor”, así que me deje hacer. –Continuo Leo, al ver que no había respuesta de mi parte. -Tenía como 11 años y apenas estaba comenzando a masturbarme, no sabía nada de sexo y tenia curiosidad. Mi hermano era el único que me contaba de esas cosas, me dejaba ver sus revistas y dejaba que le hiciera preguntas. –la voz de Leo se había tornado nerviosa y débil, casi clandestina y llegado cierto punto adquirió un tono de preocupación muy remarcado –Yo confié en él, incluso sospechando que era gay. Pensaba que lo que hizo estuvo bien, que era normal, que era de hombres normales; eso fue lo que él me dijo. Pero ahora… que vi aquello en el baño y que repetí la experiencia contigo, pues la verdad no sé qué pensar.
Guarde silencio por casi un minuto, encajando piezas en mi cabeza para lograr entender todo cuanto había ocurrido.
- Ya, por eso es que necesitabas tanto saber si tu hermano es gay. –Concluí finalmente.
- Si, necesito salir de las dudas. Disculpa no haberte dicho todo esto antes, pero le jure a mi hermano no decir nada y pues, sé que puedo confiar en ti para todo pero yo…
- Lo entiendo, no quisiste traicionar su confianza –Le complete.
- Exacto. Y, en verdad discúlpame por lo que hice hoy pero… la verdad no sé cómo explicar lo que paso. Solo te aseguro que no soy gay, no me gustas ni nada de eso, es solo que…
- No importa Leo, ya déjalo. No te preocupes por eso, tú vas a ser mi mejor amigo sin importar que seas. –Le asegure amablemente.
- ¡Yo soy normal!... –exclamo tajantemente, rehusando aceptar mis consuelos –Pero, igual gracias –Agrego al final.
- Leo. Si necesitas que te ayude con lo de tu hermano, lo hare sin problemas. –Sentencie.
Leo no respondió de inmediato, pasaron de hecho casi 60 segundos en los que nadie dijo nada y justo para cuando yo comenzaba a preocuparme porque mi comentario fuera mal interpretado, Leo hablo.
- Gracias amigo. Eres genial –Dijo él.
- Gracias. Tu también –Respondí sonriendo felizmente, aun sabiendo que no podía verme.
Finalmente había paz en mi mente, todo tenía sentido, todo estaba en orden. Ninguno tenía culpa, solo había sido curiosidad provocada por el hermano de Leo, podíamos dormir tranquilos. La noche se hacía acogedora nuevamente, mis ojos por fin se cerraron y un agradable calor recorrió mi cuerpo preparándome para dormir. O al menos intentarlo…
- Y por cierto, tu verga es más grande que la de mi hermano. –Agrego Leo repentinamente, reviviendo de nuevo aquel tema que si darme cuenta había logrado evadir...
- Mira, disculpa por lo que dije sobre tu verga Leo, no debí. –Respondí al cabo de unos segundos de silencio y mi voz sonaba culpable mientras lo decía, lamentaba tener que tocar aquel tema. -Te juro que todo fue un chiste.
- No te disculpes, sé que solo estabas echándome broma. Pero te lo digo en serio, cuando me masturbe con mi hermano se la vi. la suya es un poquito más larga que la mía, pero no mucho. Cuando él me la vio, me dijo que la tenia grande para mi edad y por eso pensaba que la iba a tener más grande que tu… -Dijo, con cierto dejo de decepción en su voz
- Discúlpame –repetí, sin saber que mas decir; casi había ignorado el detalle sobre el pene de su hermano.
- ¡Que no te disculpes! –insistió él, riendo. –Pero dime la verdad ¿crees que la mía sea pequeña?
Yo fruncí los labios y sin querer hacerlo respondí con total honestidad.
- No lo sé. Yo solo he visto 2, la tuya y la mía. Tú sabes más de eso, has visto 3.
- En ese caso, es pequeño supongo.
- No, no lo es… -Me apresure a corregirle, sin detenerme a pensar si estaba equivocado -Leo mira, tu medida está bien, no tienes ningún defecto; así que no te preocupes porque seguro que con lo que tienes harás feliz a cualquier mujer. –Le argumente.
- Pues si mi medida está bien. Eso quiere decir que la tuya esta mas que bien –respondió él, haciéndome sentir profundamente incomodo.
Resultaba difícil para ambos aceptar críticas o halagos. Éramos chicos normales, pero teníamos algún que otro problema de autoestima; Leo solucionaba eso cubriéndose de una falsa cortina de orgullo propio y yo me recluía del mundo exterior para evitar comprobar mi falta de adaptación.
- No sé, supongo… pero eso no me importa. Uno tiene que ser feliz con lo que se tiene, así sea mucho o poco –Señale.
- Es cierto. –Dijo al final de un corto silencio. –Y yo soy inteligente, soy guapo y también simpático. tu solo eres vergon –Dijo riendo alegremente.
Reír con su ocurrencia, pese a sentirme incomodo y en cierta forma culpable por hacer que esa conversación si quiera tuviera lugar. Pero con eso, almenas sacaba de mi conciencia el peso de no saber cómo había tomado Leo lo que había dicho sobre su pene.
- Tienes razón… -Dije entre risas –Leo, dejemos la conversación para después, tengo sueño y quiero dormir. –Le dije en tono amistoso.
- Cierto, ya es tardísimo y hay que dormir.
- Buenas noches, que descanses. –Le dije.
- Buenas noches a ti también. Me alegro tener esta conversación.
Y finalmente, a los pocos segundos me quede dormido, sonriendo plácidamente y sabiéndome envuelto entre la calidez de aquellas mismas sabanas sobre las que hacia unas horas yo y mi mejor amigo habíamos disfrutado la mejor paja de nuestras vidas…
Desperté a la mañana siguiente con unas ojeras tremendas y una apatía monumental. Eran aproximadamente las 11 AM cuando me levante de la cama (luego de mucho esfuerzo por cierto) y me percate que Leo ya no estaba en la litera de arriba. Salí de la habitación con el pijama aun puesto, que consistía en una camiseta blanca sin mangas y unos pantaloncillos azules de Godzilla bastante holgados; entonces me percate que tampoco había nadie en la sala.
- ¿Leo? –Le llame.
El sonido del inodoro descargándose sonó tras de mí y seguidamente el sonido de una puerta abriéndose me hicieron voltear para ver a Leo salir del baño. Aun vestía su graciosa pijama de dinosaurios, por lo que supuse que no llevaba mucho tiempo de haber despertado.
- ¿Qué? –Pregunto en tono casual.
- Nada, solo que no te había visto.
- Pues aquí estoy. –Dijo mientras se sentaba en el sofá y encendía la televisión.
- Si ya veo –Dije riendo levemente y posteriormente me dirigí al baño a orinar.
- En la cocina hay cereal y hay leche en la nevera. –Escuche decir a Leo mientras terminaba de expulsar las últimas gotas de orina.
- Vale.
Al terminar baje la cadena y salí del baño en dirección a la cocina y efectivamente había sobre la mesa una caja de Zucaritas. Lo que note que también había eran dos tazones vacíos, cada uno con una cuchara en ellos… conociendo a Leo como lo conocía, faltaban 3… 2… 1… segundos para…
- A por cierto. –Le oí decir desde la comodidad del sofá. -Ya que estas en la cocina, te agradecería un mundo si me trajeras un plato de cereal a mi también…
Exhale con frustración y fui sirviendo los platos con cereal mientras una sonrisa cruzaba mi rostro. Había sido ingenioso, debía admitirlo…
Serví los platos de cereal y los lleve hasta la sala, donde solíamos comer para estar viendo la televisión.
- Aquí tienes. –Le dije mientras le entregaba su tazón de cereal y me sentaba junto a él.
- Gracias compa.
- De naad –Respondí con la boca llena de cereal y sin despegar la mirada de la muy físicamente poco explicable bola de energía que salía de las manos de Gokū… -Por cierto, ¿Dónde están todos? –Pregunte cuando los comerciales interrumpieron el momento justo en el que el kame kame ha estaba por golpear a Piccolo…
- Mis papas están en casa de una tía para un bautizo, un cumpleaños o alguna mierda de esas. -Leo callo, refunfuño e hizo una pausa para llevarse una cucharada de cereal a la boca y mascarla con desgano. En las mañanas podía ser algo irritable… -Creo que mi hermano salió en bicicleta a la cancha, la verdad no sé. No espero ni quiero que ninguno de ellos llegue pronto, este es el único televisor grande de esta choza. –Dijo, haciéndome fruncir el ceño por oírlo referirse así de su hermosa casa, que era muchas tantas veces más bonita que mi “choza”…
- ¿Y qué vamos a hacer hoy? –Le pregunte al cabo de un rato.
- Tengo planeado ver tele y tal vez, solo tal vez. hagamos algunas cosas más. –Dijo, aunque sin percatarse de lo enigmático que había parecido.
- ¿Qué tipo de cosas? –pregunte ansioso.
- Nada muy interesante. Pero luego te cuento –respondió sin mucho interés y seguidamente esbozo una mueca de disgusto –Podías, por lo menos, haberle puesto azúcar a la leche ¿no crees? –Se quejo.
Mire a Leo con reproche, aquella mañana estaba más irritable de lo usual, seguramente por no haber dormido bien.
- ¡Solo comételos y ya! –Y Leo así lo hizo, procurando mostrarme su cara de descontento al llevarse la cuchara llena con cereal a la boca… fue entonces que caí en cuenta de algo… –Sabes, ahora que recuerdo… Creo les puse azúcar.
- No parece, no está dulce. –Continúo quejándose.
- No me lave las manos. -dije sonriendo maliciosamente y como Leo parecía no captar la indirecta, agregue –Y resulta cuando toque mi verga mientras orinaba, las manos se me llenaron de azúcar… –Dije, guiñándole un ojo un instante antes de que Leo comenzara a escupir cereal…
- ¡Qué cerdo eres! –Exclamo, dejando el tazón de cereal en la mesilla junto al sofá y mirándome con una mueca de extremo asco que me causo carcajadas.
- Te los estabas comiendo, quejándote pero comiendo -Señale entre risas, mirando como Leo se limpiaba la lengua con las mangas del pijama…
- ¡Qué asco! Creo que hasta me comí tus pelos… -Exclamo mientras me reía de él.
Parte 2:
Eran casi las 12 del día para cuando Leo abrió la puerta de la habitación de Damián y entramos en ella dando pasos cautelosos y recatados, como si de un templo antiguo se tratara aquello.
- Trata de no tocar nada, si mi hermano se da cuenta de que entramos nos mata –Me advirtió Leo, mientras que se movía de puntillas entre un montón de ropa sucia tirada en el suelo y una patineta fuera de lugar.
La habitación de Damián era un poco más grande que la de Leo, sin embargo lucia más angosta por estar pintada de un verde muy oscuro y también por el espacio consumido por la ropa y cachivaches que había por todas partes. En ella, olía a una inusual mezcla de humedad y a ropa sucia bañada en perfume masculino. Había una cama desordenada, un mueble de televisión, una cómoda, unas mesitas de noche y un gigantesco equipo de sonido.
Una vez que hubo alcanzado el centro de la habitación, Leo miro indeciso a su alrededor y tras un par de segundos se dirigió hacia una mesita de noche junto a la cama de su hermano y con mucho cuidado abrió la primera de sus 3 gavetas y comenzó a hurgar en ella.
- ¿Qué haces? Tu mismo dijiste que no tocáramos nada. –Le recordé
- Dije que TÚ no tocaras nada. entramos acá para encontrar algo y no lo encontraremos sin buscar. –Dijo con seriedad sin dejar de remover los objetos en la gaveta.
Cuidadosamente me acerque a donde estaba para mirar lo que hacía: Las gavetas estaban llenas con toda clase de cosas, desde crema para lustrar zapatos y libretas, hasta baterías oxidadas y radios de bolsillo envueltos en cables sueltos; aun así, Leo, hurgaba entre todo eso con asombrosa sutiliza y minuciosidad.
- ¿Y que buscamos? –Pregunte por primera vez desde que Leo me dijera que lo acompañara a la habitación de su hermano mayor.
- Algo… -Respondió simplemente, antes de pasar a la segunda gaveta.
La respuesta por supuesto no me satisfacía en lo absoluto, pero Leo parecía muy concentrado en lo que hacía como para querer ponerse a dar explicaciones, por lo que simplemente me quede de pie junto a él, sin hacer otra cosa que observar y dejar posada la mirada en cualquier rincón. Haciendo esto note que sobre esa misma mesita de noche, escondido entre ropa y cachivaches, había un bonito portarretrato con una fotografía de la familia de Leo que había sido tomada en las navidades pasadas: Todos vestían sus mejores galas y ambos hermanos lucían ciertamente muy atractivos, en especial Damián, a quien veía por primera vez peinado y vestido de traje y corbata. Damián era un joven bastante alto y relativamente delgado, de piel blanca pero ligeramente bronceada y, al igual que su hermano, tenía el cabello negro y rulado, sin embargo Damián se lo dejaba crecer de manera que este formaba una melena rebelde que le iba muy bien con su estilo de vestir callejero.
- ¡Tiene que estar en alguna parte! –Exclamo Leo luego de terminar de revisar la tercera gaveta, para entonces dirigirse hacia la cómoda.
Yo seguí observando el lugar sin decir ni una palabra, mientras Leo buscaba sin césar. Deslice la mirada desde la cama hasta el closet, que quedaba abierto por las gavetas mal cerradas, comencé a detallarlo y fue entonces que vi un objeto de color que crema llamo por completo mi atención. (Que por cierto tarde varios segundos en notar, pues se encontraba incrustado en lo más hondo de una rendija que había entre las gavetas y los bordes internos de la pared)
- ¡Wou! En verdad era grande –Exclame mientras me dirigía hacia el armario para extraer el tan controvertido pene de goma.
- ¿Qué cosa? –Pregunto Leo, sin dejar de buscar entre las gavetas y cajones de la cómoda.
- Esto –Dije, mostrándole el consolador.
- ¡¿Dónde lo conseguiste?! –Pregunto, no sin dejar de mirarlo con asombro y recelo.
- Estaba en el closet, lo vi por casualidad. –Dije, sonriendo anecdóticamente.
Leo y yo nos quedamos mirando el inusual objeto, admirándolo como un trofeo. Al principio nos pareció intrigante y hasta graciosa la extravagancia de lo que sería un consolador de más o menos 20cm, muy grueso y de color crema; pero, a medida que el efecto de la fascinación iba pasando fueron apareciendo las preguntas.
- ¿Qué crees que haga Damián con esto en su cuarto? –Pregunte curioso.
- No lo sé, espero con sinceridad que no mucho. –Contesto preocupado.
- No puedo imaginar que esto le quepa a…
- ¡El que lo tenga no quiere decir que se lo meta por ninguna parte! –Me interrumpió Leo tajantemente, haciéndome caer en cuenta de lo irrespetuoso que estuve a punto de ser.
- …A alguien. Iba a decir, a alguien –Corregí. –Es que, esa cosa es muy grande…
Leo me arrebato el consolador de las manos y comenzó a analizarle en profundidad: lo tocaba, lo apretaba, lo observaba minuciosamente. El objeto era muy realista, incluso se parecía muchísimo a mi pene en cuanto a forma se refiere. No sé por qué, pero por alguna extraña razón ver a Leo tocando ese pene ficticio comenzó a excitarme.
Era muy extraño, al principio fue poco más que una leve sensación de morbo sin ninguna importante. Sin embargo, aquella leve excitación serviría para recordarme lo que había sucedido el día anterior y que imágenes de Leo pasando sus delgadas y suaves manos por mi pene me abordaran. Mi pene comenzó a ponerse duro y una incontrolable sensación de pánico se apodero de mí. Estaba teniendo una maldita erección espontanea, que por más que quise no pude detener.
Decidí quedarme quieto, esperando a que las escenas eróticas en mi cabeza se dispersaran y deseando que la erección pasara por si sola sin que Leo se percatara de ella, pero mi suerte no fue tanta, pues luego de un repentino movimiento de cabeza, Leo la noto…
- Se te paro… -Indico con voz queda.
Me sonroje tan rápidamente que literalmente pude sentir el calor de la sangre inundando mis mejillas. No supe que decir, no sabía cómo explicar lo que sucedía y para colmo la erección no disminuía; quise salir de ahí, pero Leo se interpuso en el camino.
- Se… ¿se te paro por… -Y su mirada me evadió por completo mientras que alzaba el consolador –Esto?...
Permanecí callado, inmóvil, avergonzado y sinceramente aterrado. Aunque muchas habían sido las veces en que una erección espontanea me había sucedido junto a Leo, nunca ninguna había sido tan evidente y bochornosa como ahora que vestía un pantaloncillo de dormir…
Intente abrir la boca para explicarme, pero creo que ninguna frase coherente se encontraba en mi cabeza. Estaba a punto de pedir disculpas cuando un escuchamos el súbito sonido de la puerta abriéndose. No solo la biología, incluso la arquitectura estaba en mi contra, porque la habitación de Damián quedaba en frente de la puerta principal y fui yo, el primero en percatarse de la figura alta y delgada que estaba observándonos silenciosamente bajo el umbral de la puerta. Damián, había llegado a casa...
- ¡¿Qué hacen ahí cabrones?! –vocifero, luego de haber entrando a la habitación, cerrando la puerta tras de él. –Saben que no me gusta que entren a menos que…. –Y sus alharacas se vieron drásticamente frenadas al percatarse del consolador que su hermano menor tenía en la mano.
La situación se había tornado drásticamente incomoda; hay estábamos, pues, un Leo atónito por los nervios sosteniendo en sus manos un consolador que se presuponía de Damián, quien recién llegaba a la escena para no saber que decir al respecto y en mitad de todo ello estaba yo con una erección que apenas comenzaba a bajar pero que aun era muy evidente… los tres callados, mirándonos los unos a los otros, esperando que alguno hablara para afincar sobre ese las intrigas y criticas meritorias. Solo un verdadero genio de la mediación y el descaro podría romper aquel silencio sin salir amedrentado, precisamente eso era Damián.
- ¿Dónde encontraron eso par de maricas? –Pregunto finalmente, y su voz sonó inesperadamente autoría y amenazadora, carente de toda culpa o vacilación.
- ¿Qué… que… que cosa? –Tartamudeo Leo.
- El consolador de Gabriela. ¿De qué otra cosa crees que hablo, pendejisimo? –Respondió Damián, cuya voz había adquirido un tono asombrosamente intimidante.
En ese momento todo se derrumbo para nosotros. El consolador no era de él sino de una tal Gabriela, alguien a quien no conocíamos pero de la que no podríamos negar su existencia. Ahora, éramos nosotros quienes estábamos indefensos y a merced del ridículo, incapaces de explicar nada sobre porque teníamos algo como eso entre las manos y ante la intimidación que instintivamente Damián nos causaba, la confrontación era un absurdo inconcebible. Todos los planes de Leo se habían ido por drenaje…
Había incongruencia en la explicación de Damián, como porque era él y no ella quien lo guardaba el consolador; pero tal incongruencia no importaba de todos modos, Damián portaría la razón sin importar cuán ridículas fueran sus explicaciones, pues él era el mayor, la figura de autoridad inequívoca. Estábamos condenados a aceptar todo lo que dijera y solo aquel con la mente más veloz podría intentar salir librado de tal situación, esa mente era la de Leo.
- Es que… es que… -tartamudeo Leo -¡Encontré a Manuel masturbándose aquí!... mientras veía esta cosa –Dijo Leo, cuya voz se quebraba y sus manos temblaban mientras escribía el consolador.
- ¡Eso no es cierto! –Exclame indignado. Leo me miro sutil y velozmente, como queriendo decir que le siguiera la corriente; pero yo no lo haría, todo eso había sido demasiado, y cuando estuve a punto de objetar, Leo reacciono adelantándose a mis alegatos.
- ¡Mira! –Exclamo, señalando la erección incipiente que, por increíble que parezca, aun podía notarse en mis pantalones.
¡Me sentí tan indignado e impotente ante tal acusación! Aquella era tal vez la cuchillada trasera más visceral que jamás me hubieran dado. Tal fue mi indignación que me dejo mudo del enojo, sonrojado de ira y finalmente, sin erección delatante…
- ¡¿A, si?!... –Inquirió Damián al cabo de un segundo de estar considerando las implicaciones. -Con que tu amigo Manu resulto ser todo un hombrecito… –Señalo Damián, y su voz sonaba burlesca, despectiva, humillante en extremo.
Quede en silencio, soportando la mirada juzgadora de Damián que caía como un yunque sobre mí y la mirada eximente que Leo me dedicaba. Ambas parecían tan falsas como realmente lo eran, ambas se sentían tan horribles como lo descaradas que eran.
- Pero a ver… ustedes dos son inseparables, no creo que haya estado en esto él solo ¿o sí?... –Nos Inquirió Damián, quien rápidamente había sobrentendido la situación. -¿Quién de los dos es el más marico? –Inquirió Damián de forma divertida, a la vez que hacía parecer que la pregunta era muy seria.
- No… No Damián nada de eso… Nosotros… es decir, él solo estaba masturbándose y de casualidad lo encontró, sin nada de mariconadas –Dijo Leo para intentar corregir el desastre que había dicho por mero a las represalias.
- ¿Es cierto Manuel? ¡Dime la verdad! -Dijo Damián, quien no perdía pista de todas mis reacciones. El muy bastardo intuía perfectamente el trasfondo de toda la situación y para colmo se divertía con ello…
En ese momento mire a Leo con indescriptible desprecio. Este respondió nuevamente con una mirada de complicidad que me sentí muy capaz de ignorar.
Fue entonces, que llevado por la indignación, me decidí por hacer lo que creo que fue la acción más arriesgada e intrépida que jamás haya tomado en mi vida: aceptar por completo mi curiosidad sexual.
- ¿La verdad? –Pregunte irritado. –Si quieres saber la verdad, te la diré...
Di un par de pasos hacia a Damián, todo mientras veía los ojos de Leo abrirse de par en par y su cuerpo tornarse rígido. Parecía como si le costara tolerar el ya no poder usarme como una simple marioneta…
- Tu hermano se la paso haciéndome esto todo el día de ayer… -Y diciendo esto, dirigí una mano hacia la entrepierna de Damián y comencé a apretarle el paquete de forma muy sugerente. Dejando a todos estupefactos… -A él le encanta como se siente mi verga en su mano… ¿No es verdad Leo? –Dije, mirándole a los ojos sin dejar de apretar la entrepierna de Damián, quien no parecía muy dispuesto a separarse de mí. – ¡Vamos! cuéntale lo que me hiciste ayer, dile a Damián que sentiste cuando te llene de leche las manos…
Apenas podía reconocer mi tono voz o comprender racionalmente mis actos, lo que hacía no era más que el fruto de un ferviente deseo de desquitarme por la traición de alguien que se suponía era mi mejor amigo. Estaba seguro de que iba a recibir una buena paliza por tal atrevimiento, pero me lleve no menos que una gran sorpresa al notar que el volumen de la entrepierna de Damián estaba comenzando a crecer bajo mi mano y que este no hacia ninguna acción para repelerme; sino que de hecho, parecía gustarle y mucho…
- ¿Qué pasa Leo?... ¿No quieres decirle a tu hermano mayor cuanto te encanto ver mi verga?... –Continúe, alentado por la inacción de todos. -¿Qué fue lo que dijiste cuando la viste? Que era enorme ¿verdad?… más grande incluso que la de él… -Y diciendo esto, apreté con mucha fuerza el paquete de Damián. Indudablemente tenía que haber una erección dentro de este...
- ¡Manuel! –Exclamo Leo, quien lucía notablemente consternado por lo que sucedía.
- ¿Qué pasa?... –Conteste desafiante, y al ver que Leo no respondía, eleve de tono la situación aun más, agarrando una de las manos de Damián y llevándola a mi entrepierna. No sin dejar de sorprenderme por la docilidad con que esta se posiciono sobre mi paquete y comenzó a masajearlo, ¡y por si sola!... -¿No te gusta lo que le hago a tu hermano?
Leo y yo nos dedicamos profundas miradas en ese instante, eran difíciles de describir, pero con solo verlas podía saberse lo que pensábamos: para nosotros, todo se reducía a saber quien cediera primero; si yo dejaría de toquetear a su hermano o si el confesaría la verdad. Sin embargo, no contábamos con que Damián tenía ya una buena tajada de participación en todo eso y que bien podía poner las cosas a su favor.
- De verdad se nota algo bueno aquí –Dijo Damián, acercándose a mí e interrumpiéndose en mitad de Leo y yo.
Leo y yo nos quedamos incrédulos viendo como Damián estrujaba con gusto mi paquete. Dé la impresión, incluso quite mi mano del suyo; pero a este pareció no importarle, pues continúo apretando sin pudor.
- Da-da-damián –Tartamudeo Leo -¿Qué haces?
Damián no respondió; en su lugar, con una mano aferrada a mi entrepierna y la otra puesta sobre mi hombro, me arrincono contra la pared que había entre su cama y la televisión, poniéndose así frente a mí y dándole la espalda a su hermano. A continuación, Damián retiro la mano que mantenía sobre mi hombro y se la llevo a su paquete, mientras que aquella que mantenía sobre el mío la coló por entre los bordes de mi pantaloncillo y con un par de deslices los tiro al suelo, quedando mis trusas al descubierto. Yo no podía ver el rostro de Leo ya que tenía a Damián frente a mí tapándome la vista, pero suponía que debía tener una cara de impacto tan remarcada como la tenía yo.
- Se nota que te está gustando. –Argumento Damián, riendo levemente mientras devolvía su mano a mi paquete, esta vez acariciándolo con más suavidad, masajeando el contorno y deslizando la mano sobre la tela sin ejercer precio. Eso se sentía muy agradable y reforzó aun más mi erección, que para entonces ya era total. -¿Te gusta verdad?... –pregunto.
Yo le mire sin saber que decir, su cara evidenciaba lujuria y éxtasis, no parecía estar haciendo algo que le molestara ni que fuera extraño para él. Eso me dio muchísima confianza, suficiente para decir entonces:
- Me encanta… sigue. –Dije con total desinhibición. Damián sonrió y como recompensa por mi respuesta masajeo con gran pasión mi paquete, fue esa sonrisa, la confirmación inequívoca de que las sospechas de Leo eran ciertas...
Lo siguiente que hizo fue algo tan repentino como bizarro: se agacho, quedando su cara a nivel de mi entrepierna y entonces, con ambas manos, me bajo la trusa y atrapo mi verga entre sus labios tan velozmente que ni siquiera le dio tiempo a esta para saltarle en la cara y darle esos típicos golpes de verga que dejan las mejillas de tu pareja llenas de precum…
- Aggggg… -Gemí en susurros. –¡Qué bien!… -Exclame a viva voz al sentir la punta de la lengua de Damián conectarse con la punta de mi verga; eso fue sencillamente magnifico, tanto que sin darme cuenta puse mis dos manos sobre la cabeza de Damián y le hundí levemente en mi verga. Sobra decir que Damián no opuso ni mínima resistencia, por el contrario, de volada se trago media pija…
- ¡Baja la voz, mis papas podrían llegar y oírte! –Objeto Leo, a quien finalmente podía ver. Parecía consternado e incomodo, no se había movido de su posición y nos miraba a Damián y a mí con sumo reproche.
Entonces, Damián se saco el trozo de mi vega que tenía en la boca, volteo la cabeza hacia Leo y dijo:
- ¡Tú solo cállate y no molestes!... ¡Vete! –Exclamo Damián intimidantemente, y el rostro de Leo ser torno sombrío y con una expresión frustrada. –Bien, ¿en qué íbamos?...
Puedo decirles una cosa: Y es que solo la deliciosa presión de unos húmedos, gruesos y cálidos labios rodeando tu verga, sumada a la magistral sensación de estar en el interior de una boca suave, cálida y llena de saliva; podía superar la satisfacción de ver la cara de Leo mientras contemplaba como su hermano mayor, el rebelde, el anárquico, el ser indomable por defecto, estaba de rodillas entre mis piernas con la cabeza de mi verga metida en su boca; una boca que, además de ser exquisita, guardaba en su interior una lengua con experiencia capaz de recorrer toda mi verga en las poquísimas fracciones de segundo que le permitía el veloz ritmo de mete-saca, que el mismo inicio. No había duda de que Damián tenía experiencia en lo que hacía, se movía con soltura, con pasión, hasta sabía exactamente cuánto se debía apretar con los labios cada vez que se estaba sacando mi verga y cuanto fruncirlos al momento de metérsela nuevamente. Resumidamente, sabía y aplicaba todo lo necesario para maximizar mi placer ¡Y vaya que placer que me dio!... Estuvo mamándome sin descanso por varios minutos, durante los cuales estuve tratando, con mucho esfuerzo, de retener mi orgasmo.
Llegado un momento, cuando sentí que de continuar así ya no podría aguantar más sin correrme, Damián se saco de golpe mi verga y llevo una mano a mis testículos y otra al troco de mi verga, apretando firmemente ambas partes con ellas por un par de segundos, logrando así que el orgasmo no se produjera.
- ¿Ya se te paso? –Me pregunto entonces. De alguna, manera había adivinado mi estado…
- Sssssi… -musite extasiado.
Damián me dedico una sonrisa cómplice y a continuación, poso sus manos sobre mis pies descalzos, arqueo el torso de manera que su cara quedaba por debajo de mis ingles; entonces, con la punta de su lengua recorrió mis testículos, lamiéndolos con una suavidad y maestría que hizo que hasta me temblaran las piernas de puro placer. Luego, subió con su lengua hasta la base de mi pene y un gemido largo y sonoro escapo de mi garganta cuando, nuevamente, se lo metió a la boca y comenzó a mamármelo a buen ritmo.
Leo me miro enojado al oírme gemir de nuevo, pero yo no le preste la menor atención y me abandone al placer. Era difícil entender porque Leo no se marchaba o hacia algo para detener lo que sucedía, pero por cualquiera que fuera la razón, agradecía que no hiciera ninguna de las dos cosas, pues fue sublime la sensación de superioridad psicológica que sentí al responder a esa mirada de reproche con una sonrisa anormalmente chula...
Fue tal la reacción de Leo, que me vi obligado a condimentar todavía más el asunto: aferre con fuerza los cabellos de Damián y de golpe le hundí toda mi verga en la boca (Hasta entonces, no había avanzado más allá de la mitad) Haciendo que mi amigo se estremeciera, algo asustado incluso. Damián sufrió entonces una leve arcada que se esforzó en sobrellevar lo mejor que pudo. Eventualmente se saco mi verga de la boca, derramando espesos hilos de una mezcla de saliva y presuma y se tumbo de rodillas, dejando la mirada puesta en el suelo mientras tosía con disimulo. Yo no tenía idea lo que sucedía cuando le clavabas tan hondo a alguien por la boca y Damián trato de evitar que ese día lo supiera...
- ¿Estás bien? –Le pregunte preocupado al ver que no retomaba a la mamada. Entonces me recline para ver su rostro y repentinamente me tomo del brazo y me hizo arrodillar a su lado. él, acerco sus labios a mi oído y después de algunos segundos de respiración entrecortada, me susurro.
- ¿Quieres cogerme?...
No supe que decirle, me quede sin palabras y me separe un poco de él para poder mirarle incrédulo. Era plenamente consciente que, de aceptar, esa sería mi primera vez, aquella cosa tan famosa y cliché que todo chico de 13 quiere hacer penetrando la vagina de una chica, yo la perdería con el ano del hermano mayor de mi traicionero mejor amigo. Era una decisión complicada no solo por lo repentino y también por la edad, sino porque además; para ese momento, yo ni siquiera sabía si me gustaban los hombres, las mujeres o una mezcla extraña de ambas cosas; solo sabía algo: me iba gustando lo que venía pasando.
- ¡¿Qué?!... –Fue lo único que alcance a responder, casi en un susurro.
Damián guindo ambas manos de mis hombros y se afinco sobre ellos para levantarse hasta tener nuevamente su boca junto a mi oído izquierdo. Su cuerpo era pesado y él se afincaba completamente sobre mí, a duras penas pude sostenerlo el tiempo suficiente para oírle decir:
- Cógeme, méteme tu verga por el culo y dame duro… -Me susurro lujuriante. Y sin detenerse en esas palabras, prosiguió -Te prometo que te va a gustar, tanto o más que lo que llevo haciéndote chico –Su voz sonaba en extremo libidinosa y sus labios rozaban intencionadamente los pómulos de mis orejas, besándolos delicadamente.
Confieso que ni siquiera recuerdo lo que pensé en ese momento, no sé decir si sentí temor, si estaba convencido, si lo hacía por voluntad consiente o por puro libido, realmente no sé si lo pensé si quiera; solo sé, que cuando mi verga comenzó a dar tumbos de arriba abajo, implorando por más de cariño, algo dentro de mi me impulso a tomar a Damián por lo cabellos (suavemente) y hacer que esta vez fuera su oído el que quedara junto a mi boca.
- Ponte en cuatro –Le susurre y sin decir más, le solté y me puse de pie.
Desde el suelo, Damián me dedico una sonrisa tan puerca que casi me corro en ese instante… hay, encima de él… Entonces se levanto y comenzó a quitarse la ropa rápidamente mientras que iba caminando provocativamente en dirección hacia su cama.
Leo miro inquisitivo a su hermano y entonces le pregunto qué hacía, pero este le ignoro por completo y siguió desvistiéndose como si nada pasara; en consecuencia, Leo me miro a mi y yo, por no saber que responderle, sencillamente le esquive la mirada y comencé a quitarme la camiseta, (única prenda que me quedaba) para luego ir hasta Damián, que ya se encontraba desnudo sobre su cama puesto en 4 patas, o de perrito como prefieran llamarle. Me subí a la cama y me posicione justo detrás de él, quien de inmediato comenzó a restregar su trasero contra mi pubis, verga y partes del estomago. Yo, en respuesta le tome por la cintura y deje que sus movimientos guiaran mis brazos, al tiempo que sonreía alegremente por causa de tan agradable sensación.
- Vamos, mételo ya. Aprovecha que aun esta mojadito –Dijo Damián, empujando su trasero contra mi pubis tan fuertemente, que sentí mi verga colocarse justo entre sus nalgas y ser apretada por ellas.
Fue entonces, cuando me propuse a “metérselo” que caí en cuenta de que no tenía idea alguna de lo que estaba a punto de hacer… Entonces, vi por primera vez el ano de Damián: un asterisco rosado, pulcro y fruncido que considere que, en definitiva, era demasiado chico como para que fuera posible meter mi pene en el (no lo sabía en ese momento, pero aquel ano no era virgen para nada, no estaba abusado pero tampoco, era nuevo… por decirlo así). A todo ello, se sumaba el hecho de que no tenía ninguna experiencia penetrando, solo sabía lo que los chicos de mi edad solían decir entre ellos, y en aquel tiempo esto era algo tan vago como saber que había meter el pene por algún hueco, moverlo de “atrás pa’ lante” y disfrutarlo... Todo eso basto para hacerme quedar inmóvil de los nervios, con el corazón latiendo a máxima capacidad.
- Qu… que... ¿Qué está pasando Damián?... ¿Damián? –Dijo Leo repentinamente, pero su hermano no se molestaba en contestarle; él solo se ocupaba de rosar mi verga con sus nalgas para intentar provocarme… -¿Manuel?... ¡Coño! Manuel dime… dime que no lo harás –Suplico Leo. Su voz parecía preocupada, al igual que su rostro.
Mire a Leo a los ojos y la expresión de angustia en su rostro solo sirvió para paralizarme aun mas. Por un momento, pensé en lo ridículo de toda la situación y comencé a arrepentirme de todo ello. No había motivos para hacer algo que no me sentía confiado de hacer, y menos si eso angustiaba tanto a Leo; quien, pese a haber sido todo un bastardo hacia un rato, bien o mal había sido un leal y querido amigo hasta esos días.
Los segundos pasaban y yo seguía sin hacer o decir nada… Damián, seguía apretándome con las nalgas, yo continuaba con los brazos en sus caderas y Leo parecía en shock total.
- Yo… -Musite al cabo de un rato, llevando mis manos a las nalgas de Damián para detener su constante restregar de sobre mi pene (Aquellas nalgas blancas, firmes, tersas y sin un solo bellos eran maravillosas; de hecho, estaban tan ricas que mientras estuvo restregándomelas mi pene no había perdido su erección ni había dejado de emitir precum en ningún momento) –Yo… -repetí indeciso.
- ¡No lo hagas! –Interrumpió Leo, pasando así, de un lastimero tono de suplica a un apasionado tono imperativo.
- ¡Cállate Leo!... –Grito Damián. Luego volteo la mirada para dirigirse a mi dirigirse a mi y con una voz muy dulce, dijo -No le hagas caso. te gustara, hazlo –Y a continuación, retomo sus movimientos y dirigió una mano hacia mí, acariciando con ella mi pecho y pubis.
- ¡No! –Repitió Leo.
- No le hagas caso, yo quiero y tú quieres. ¡CLAVAMELA! –Ordeno Damián, en tono intimidante al tiempo que libidinoso.
Nuevamente quede inmóvil y en silencio, sin saber que hacer o decir, por lo que entonces ambos hermanos tomaron el asunto por iniciativa propia. Leo, se aproximó a mí y me tomo de los hombros para intentar alejarme de su hermano; quien, por su parte, aferro mi pene con una mano y lo sujeto tan fuertemente que logro retenerme pese a los tirones de Leo.
- ¡Me lastiman!... –Me queje inútilmente.
- ¡Leo basta! –Exclamo Damián, soltando entonces mi pene e irguiéndose para lograr empujar a su hermano, quien callo violenta y estrepitosamente al suelo e intento levantarse, con evidentes intenciones de devolver la agresión, solo para ser devuelto al suelo de otro empujón. –¡Lárgate ya! –Le grito.
Y dicho esto, Damián retomo su anterior posición, volvió a agarrar mi pene y él mismo comenzó a metérselo; solo, sin que yo hiciera nada. Tanto Leo como yo presenciamos inmóviles como su cuerpo se contorneo, sus bellos se erizaron y un gemido apenas audible escapo de su garganta cuando, luego de un certero empujón hacia atrás, la cabeza de mi verga le entro de golpe… Se lo había metido él solito, sin más lubricación que las babas de mi precum y de una forma tan brusca que hasta para mí fue doloroso; aun así, Damián no demostró más dolor que el que dejo entrever con ese primer gemido, y de inmediato comenzó a hacer círculos con la cadera, aumentando deliciosamente la fricción que su ano hacia sobre mi pene. Aquello era una sensación diferente a toda cosa que hubiera sentido antes, y vaya que se sentía bien. Los primeros anillos del ano de Damián apretaban mi glande con consistencia, haciéndome sentir en toda su superficie una agradable sensación de calidez y presión que me sentí motivado a querer aumentar, por lo que lleve mis manos nuevamente a su cadera, proponiéndome a meter aun más.
- ¡Manuel no!... detente. –Grito Leo, entre angustiado y lloroso.
En mi mente, aquella petición, tan sincera, tan esperanzada, tan deseada; tan correcta y humana, se veía enfrentada al gozo del sexo y la expectativa de placer. Yo quería mucho a mi amigo, poco o nada me importaba realmente lo que él había hecho; Si bien, había dejado fluir la situación motivado por el deseo de desquitarme, nunca fue mi intención que todo terminara en forma tan traumática para él. Pero; por otro lado, también me era totalmente inesperado el hecho de que tenia entre mis piernas a una persona de carne y hueso; que respiraba, que sentía, que pensaba y hablaba, una persona que se había entregado a mí. La elección ya no estaba en decidir si follarme a su hermano por venganza o no, sino en decidir entre la amistad de Leo y el sexo con Damián; siendo esta ultima la opción con mas ventaja, ya que con toda la cabeza metida adentro, parecía ilógico querer parar…
No me sentí capaz de confesar mi decisión frente al rostro de Leo, simplemente deje la mirada puesta en el trasero de Damián y comencé meterle un poco mas de verga. Fui algo brusco ya que no deslizaba y costaba meterla, (evidentemente nos faltaba lubricación, dilatación, juego previo y otro montón de cosas que yo desconocía y que Damián no se preocupo en decirme) pero aun con todo eso, logre introducirle un buen par de centímetros que nos hicieron chichar de placer y dolor.
Leo se tapo la cara con las manos y vi su cuerpo temblar con nuestros gemidos, tal vez por rabia, por impotencia, por asco, por incomprensión o por una suma de todas estas cosas; cosas que él quería enfrentar porque, sin lugar a dudas, quería hacer algo para detener lo que ahora sucedía. Esa, había sido su motivación para quedarse a observar a su hermano mayor demostrando su homosexualidad: una tenaz esperanza por poder frenar algo que él no quería aceptar y que tampoco soportar, algo quedo demostrado cuando; finalmente, salió en silencio de la habitación y cerró la puerta tras de él.
Una parte de mi quiso detenerse e ir a disculparse pero la verdad es que era una parte muy pequeña… Ya solos en la habitación las cosas solo pudieron mejorar entre Damián y yo.
- Escúpete la verga para que entre bien –Sugirió Damián entre jadeos. Yo así lo hice, solté unos buenos buches de saliva que fueron a parar a todas partes de la cama, de mi pene y de sus nalgas y repetí el acto hasta quedárseme seca la boca. Entonces, con su dedo índice Damián comenzó a esparcir la saliva a lo largo de mi pene y al término de esto se separo las nalgas con ambas manos y dijo –Listo, clávamela duro y hasta el fondo nene.
Si bien, esto último no lo entendí con la intención obvia, si comprendí que Damián me pedía que continuara entrando. Algo que le agradecí, ya que sentía una profunda curiosidad por saber cómo podría sentirse hacer eso.
Aquella fracción de segundo, en la que luego de impulsar hacia adelante mi cadera y escuchar el bizarro gemido que Damián soltó al sentir mi verga entrando, lenta pero imparablemente, en su ano; se quedara para siempre en mi memoria. Cada sensación, cada sonido, cada imagen y sentimiento los recuerdo, aun hoy, con una asombrosa precisión: penetrarle dolió un poco en principio, así como duele una jalada muy pronunciada y lenta, fue así hasta haber superado la primera parte del tallo, entonces el dolor menguo y penetrar aquel ano se sintió como un apretón con la mano, una mano suave, cilíndrica, cálida y flexible; que a partir de entonces no ofreció ninguna otra dificultad. Mi pene se mantuvo suficientemente duro para vencer las poquísimas resistencias restantes y lo mejor fue que lo hice sin que Damián se quejara (Al principio si pareció dolerle un poco, pero fue cosa de segundos) Literalmente, logre penetrarle sin necesidad de esperas, retrocesos, quejas o dolores por ninguna de las partes.
Una vez completada la penetración, tome con fuerza las nalgas de Damián y con cierta torpeza comencé a restregarlas contra mi pubis, penetrándole más profundo; si era posible, logrando con esto que Damián se estremeciera de placer y gimiera al sentirme adentro, al sentir mis manos controlando sus caderas y experimentar cosquillas cuando mis risueños bellos púbicos rosaban contra sus suaves nalgas. Esto, y absolutamente nada mas, era suficiente para hacernos exclamar y suspirar de gusto…
Contiene con ese acto durante tal vez un minuto, o tal vez solo segundos, no lo sé. Solo sé que realmente no me preocupe por apurar las cosas. Para mí era más importante experimentar cada sensación al máximo. Estaba disfrutando, como nunca lo había hecho en mi vida; la suma de estímulos me transportaban a una deliciosa dimensión de gozo en la que todas mis emociones e impulsos eran totalmente complacidas; misma condición experimentaba Damián, quien sin duda alguna estaba más que satisfecho con lo que le hacía ya que no paraba de suspirar y mascullar exclamaciones de placer. Pasado ese tiempo, de forma natural y espontanea empecé a agarrar ritmo; no era muy experto en ello, pero un suave movimiento de cadera es algo que todo el mundo puede hacer y de hecho, al ser lento resultaba notablemente agradable para los dos; eso sí, Damián movía su trasero con una pasión de película: A veces de atrás a adelante, casi siempre en círculos, algunas veces de costado… Que rico era su culo!... de verdad que era una maravilla, no lo digo porque fuera el primero que probaba, sino porque su dueño sabia usarlo demasiado bien…
Con el tiempo comencé a ir más y más rápido, por fin había logrado encontrar los movimientos correctos y ahora podía darle a Damián como se lo merecía. Le daba penetraciones menos profundas pero mucho más frecuentes y veloces y restregaba mi pubis contra el de vez en cuando, solo para reiterar mi total ocupación en su culo. Damián lo disfrutaba del todo, tal era su placer, que no paro de decirme que siguiera, que le gustaba un montón, que mi verga estaba riquísima, que le gustaba lo dura que estaba, lo suavecita, lo divina, lo grandota y un sin fin de elogios mas al respecto. Todo mientras gemía y se removía en la cama, extasiado y yo, avivado por estas palabras, comencé a desenvolverme aun mejor. En un principio tenía recelo, mantenía mis embestidas a un ritmo constante, pero de vez en cuando se la sacaba casi toda y luego se la metía toda. Al notar que esto solo hacía que Damián gimiera y gozara más, decidí que era momento de darle con todo lo que podía.
Con mis manos tome sus caderas más firmemente que nunca y me ñique sobre ellas, obligando a que Damián se tumbara bocabajo sobre la cama y que mi pene saliera de su culo. Seguidamente, me posicione detrás de él y con fuerza, velocidad y sin consideración le clave la verga de principio a fin: Damián arqueo la espalda y gimió como no lo había hecho hasta entonces, no sabría decir si por dolor o placer ya que no veía su cara, no era la primera vez que se la clavaba entera de golpe pero en esa posición la penetración se siente más profunda. No me detuve ahí, sino todo lo contrario, acelere el ritmo hasta hacerlo frenético y descontrolado: primero le daba ferozmente, impulsando mi cadera hacia arriba para sacar levemente mi pene para entonces volverlo a meter muy deprisa, entonces la fisión se hacía máxima y Damián suspiraba y apretaba los puños contra la cama; pero luego descansaba, dándole con profundidad, sacando el pene en su totalidad y luego metiéndolo entero, para entonces removerme en su interior con movimientos circulares, logrando que Damián sentí era mi totalidad y que gimiera de gusto y se relajara.
Estuve dándole así por varios minutos. Me sorprendía mi capacidad para no correrme, sinceramente esperaba haberme vaciado muchísimo antes; pero por alguna maravillosa razón mi cuerpo me permitió obtener mucho más. Seguí dándole y dándole, cada vez más veloz, cada vez con más pasión Hasta que repentinamente Damián se impulso con las piernas, tratando de soltarse. Yo me separe de él y note que apretaba las nalgas y tensaba los músculos de los brazos y el cuello.
- ¿Qué paso? –Le pregunte mientras que con mis manos acariciaba sus nalgas.
Damián no respondió de inmediato, permaneció un par de segundos respirando jadeantemente y en todo este tiempo la tención en su cuerpo no desapareció.
- Es que me duele un poco. –admitió finalmente y fue entonces que se permitió relajar los músculos de nuevo.
- Discúlpame, no quise, yo… ¿te lastime? –Pregunte preocupado, mi voz era entrecortada por la respiración tan agitada que cargaba.
- No, descuida. Es normal por la fricción. –Dijo el –A ver, cambiemos de pose.
Entonces se dio vuelta, quedándonos cara con cara. Él abrió las piernas hasta rodearme con ellas y en esa posición comenzó a masturbarse mientras, haciéndome guiños para que lo penetrara de nuevo. En ese momento pude verle de frente y en detalle por primera vez en todo el acto sexual: Damián era verdaderamente guapo, su cara era masculina pero de rasgos delicados y elegantes, su torso estaba marcados abdominales muy bien definidos y sus brazos tenían la tonificación justa para su delgado cuerpo. Me sorprendió ver que efectivamente su pene era más pequeño que el mio, era muy similar al de Leo tanto en forma como en tamaño pero tal vez unos centímetros más grueso y estaba acompañado por unas hermosas bolas y una maraña risada y esponjosa de vello púbico. Tener aquel galán, un hombre totalmente adulto, abierto de piernas para mi, un puerto quien hacía apenas un año había comenzado a masturbarse, fue sencillamente demasiado excitante como para hacerme esperar. Tenía que metérselo de nuevo, y así lo hice. Lance un escupitajo sobre mi verga y luego lenta, pero firmemente se la volví a meter toda y de nuevo comencé a cogerlo, esta vez con más pasión que antes.
Damián gemía, y lo hacía con intensidad, se notaba que me estaba sintiendo al máximo porque se estremecía, apretaba su pene, se restregaba contra la cama y me comía con la mirada cada vez que me mentía en su interior. Al cabo de unos minutos en esta situación, comencé a sentir que la eyaculación era ya inevitable, así que me desate, literalmente me deje llevar y le di con todo lo que pude. No le di tiempo para nada, ahora era yo quien llevaba el control total y aunque él incluso gimió y se quejo varias veces, yo seguí dándole sin reparos, en todo momento aferrando con firmeza sus muslos y penetrándole sin descansar mientras que él se masturbaba con frenesí. Todos los músculos me dolían y la verga me ardía pero no me importaba, sentía deseos de seguir y así lo hice. Yo sudaba a chorros, él también; nuestra piel brillaba, podía sentir su olor a sudor, a sudor de hombre; sentir sus músculos tensionándose al ritmo de sus gemidos; sentía como su ano se fruncía cuando intentaba sentirme más y como sus piernas se estremecían a mis costados con cada estocada que le daba. Era como si su cuerpo ya no fuera del todo él, como si cada vez que mi pene entraba, una parte de este escapaba de su poder y llegaba a mí y eso me fascinaba. A esa edad no entendía de que se trababa muy bien dominar, pero sin dudas era un detalle que me gustaba de aquello y me impulsaba a darle más, a seguir fuera de sus límites y obligarlo a ir a los míos, unos que apenas estaba descubriendo pero que no estaban decepcionándome para nada.
Finalmente, un hormigueo recorrió desde la parte baja de mi espalda hasta mis hombros, los músculos se me tensaron y apreté con mucha fuerza los muslos de Damián, cerré los ojos y exhale cuando una masiva cantidad de esperma salió liberada de mi pene hacia el interior de sus entrañas. Jamás en mi vida me había corrido tan a gusto, no lo digo por la cantidad (que luego comprobaría que también fue bastante, al ver como esta se derramaba del ano de Damián cuando este caminaba), sino por la asombrosa duración del orgasmo. Literalmente estuve casi un minuto alucinando de placer, balbuceando incoherencias y pasando las manos por todo su cuerpo. Él eventualmente eyacularía sobre si mismo mientras mi pene, ya un poco flácido, aun descansaba en su interior…
Ambos nos quedamos muy quietos, respirando profundamente, viéndonos a los ojos y acariciándonos sin decir nada, sin siquiera permitirnos la más leve expresión en el rostro. Para cuando nuestra respiración se hubo calmado, comencé a notar que Damián se sentía incomodo y fue cuando entonces dijo.
- Sácamelo –Jadeo, al sentir que se me estaba parando levemente de nuevo, y sus manos descansaban sobre su cuerpo, el cual era aparentemente incapaz de mover.
Intente sin mucho entusiasmo jalar mi verga para que se saliera, pero moverme era tan difícil como indeseado y además su culo apretaba muy rico y hacia difícil salir. La verdad era que yo lo único que quería era quedarme así, en la misma posición en la que todo había acabado, al menos por un rato; era muy agradable la verdad.
Damián me miro con reproche al ver que no hacía nada para sacarla y me repitió su petición, pero yo en lugar de obedecerle le mire sonriente y me deje caer sobre él, abrazándolo tiernamente. Su pecho lleno de su semen embarro el mío y en esa posición no hice más que volver a meterle lo poco que ya había sacado.
- Te coja –Le indique sonriendo, mirándole embobado y con dulzura.
- Y de maravilla –Señalo Damián, devolviéndome la sonrisa y rodeándome con sus brazos y sus piernas.
Fue entonces que él me beso por primera vez; exhaustos uno sobre el otro, parecía ser ese el momento perfecto para ello. Fue un beso ligero, casual, sin apasionamientos, pero suficientemente tierno y sensual como para hacerme lograr una erección instantánea que me obligo a iniciar nuevamente un suavísimo movimiento de caderas.
Damián me dejo ver una leve mueca de incomodidad, pero no tardo mucho para que pudiera sentir como su pene comenzaba a erguirse nuevamente y entonces le sonreí con picardía. Él me dedico una mirada cómplice y con un poco de vergüenza dijo:
- Mi hermano no sabe lo que se perdió, cabron…