El pendejo del Gimnasio
Después de mucho insistir, termine aceptando y sali con un pendejo de 23 años.
Hacía tiempo que Javier me venía persiguiendo en el gimnasio. La verdad es que siempre me gustaba el jueguito de sentirme la “veterana” deseada por el “pendejo”.
Javier tiene 23 años. Esta muy bien físicamente ya que va todos los días al gimnasio. Practica un arte marcial (no recuerdo el nombre) lo que lo mantiene entretenido. Es de contextura delgada más bien tirando a morrudo, más alto que yo y muy lindo de cara.
Siempre encontraba una excusa para acercarse a mí en el gimnasio. Al principio para corregirme en algún ejercicio y después, cuando ya entramos en confianza, para charlar de cualquier cosa.
Yo sabía desde un principio que su acercamiento iba por algo más, pero como no me molesta el histeriqueo, le seguí el juego.
Cuando ya habíamos entrado en confianza, en más de una oportunidad fue directo al grano invitándome a salir. Yo siempre le respondía lo mismo. Que era lo que iba a pensar la gente si nos veía, por nuestra diferencia de edad (para los que no saben yo tengo 37 años), y además que estaba casada y tenía un hijo.
No importo que le esquivara una y otra vez, siempre volvía a la carga.
Un día estaba en el bar del gimnasio tomando un gatorade cuando se me acerca Javier. Nos pusimos a charlar y después de un rato volvió a insistir.
En eso le pregunto qué era lo que buscaba al salir conmigo, si un chico como él podía salir con cualquiera de los chicas de su edad del gimnasio, que dicho sea de paso, están mucho mejor que yo.
Después de alagarme de arriba abajo explicándome que físicamente no tenía nada que envidiarle a las chicas, me confeso que se sentía plenamente atraído por mí. Me lo dijo con mucha sinceridad y franqueza, lo que me dio muchísima ternura. Me explico que sabía que yo estaba casada, que no quería generarme ningún problema, pero que se sentía muy atraído por mí, que le gustaba verme cuando llegaba al club con mi ropa de oficina, que le parecía una mujer muy sensual, y que después ya con la ropa del gimnasio le gustaba todavía más. Que además tenía una intriga bárbara por conocerme aún más y que si yo no quería no iba a ser nada más que un café o una cerveza.
Seguimos charlando un rato, y la verdad es que en cierto modo me estaba convenciendo. Le dije que me dejara pensarlo, y que al otro día le iba a confirmar.
Me fui para mi casa pensando en que hacer. Por un lado sabía que si aceptaba ir a tomar algo, era para terminar acostándome con él. No soy una mujer de dar muchas vueltas. La idea me atraía. Javier seguramente me daría una muy completa sesión de sexo, y un pendejo de 23 años lo garantizaba.
Al otro día, y como casi todos los días, me cruce a Javier en el gimnasio. No tardo en acercarse y nos pusimos a charlar entre serie y serie. En un momento le digo que había estado pensando en lo que me había pedido y que estaba bien. Que aceptaba ir a tomar algo con él. El tema es que tenía que quedarle en claro de que iba a ser solo una vez, y que al lugar que fuésemos tenía que ser sumamente discreto. Nadie me podía ver con él porque no tenía forma de justificarlo. Otra cosa era cuando salía con alguien de mi edad, que si me veía alguien podía dibujarlo como una reunión de trabajo, o algo similar. Pero con un pendejo de 23 no había mucho para poder explicar.
Sentí que mi respuesta lo puso muy nervioso, casi tenso. Me dio la sensación de que esperaba un no, y que me aceptación lo dejaba desconcertado.
Quedamos en que saldríamos un martes. Para mí era más fácil para justificar mi ausencia en casa, y por otro lado un martes a la noche corría mucho menos riesgos de cruzarme con alguien.
Habíamos arreglado en que cada uno iría al lugar de encuentro por su cuenta. Yo nunca salgo sin mi auto. También aprendí que es mucho más seguro.
Nos citamos en un bar de zona norte. Cerca del rio. Habíamos arreglado que yo llegaba primero, y revisaba el lugar y elegía la mesa. Si estaba segura le mandaba un mensaje y el entraba. Si no, nos encontrábamos afuera.
Entre y por suerte el lugar estaba casi vacío. Tenía una galería con mesas afuera. La verdad es que la noche estaba fresca, pero ese lugar daba mayor intimidad. Así que me senté ahí a pesar del frio.
Además en caso de querer, ahí podríamos fumar.
Enseguida le escribí a Javier quien en menos de 2´ estaba sentado conmigo. Lo primero que hizo al entrar fue elogiar mi vestimenta. Yo venía directo de la oficina, por lo que vestía un pantalón de vestir ajustado, zapatos de taco alto, una camisa entallada y el saco correspondiente.
Javier llevaba un jean, una remera que marcaba todos sus músculos y unas zapatillas. No traía abrigo, por lo que le pregunte si prefería ir a dentro, pero me dijo que estaba bien. Enseguida se percató de que la que tenía frio era yo, porque mis pezones de delataban y me lo hizo saber.
Creo que ese comentario fue el primero que me hizo de tenor sexual desde que nos conocíamos.
Empezamos con unas cervezas y una picada. La verdad es que la charla se puso muy amena y la diferencia de edad no se notaba. Charlamos de todo un poco y las cervezas empezaron a pasar.
En un momento ya bastantes desinhibidos ambos por el alcohol le pregunte qué era lo que realmente le atraía de mí. Porque estábamos ahí. Se sinceró y me dijo lo siguiente. Apenas empezaste a venir al gimnasio con los chicos te pegamos el ojo. Si bien en el gimnasio hay muchas chicas de nuestra edad muy lindas, de tu edad no las hay. Y con tu seguridad y forma de moverte y vestirte enseguida acaparaste nuestra atención. Nadie se animaba a ir a hablarte, y yo les aposte a mis amigos a que me iba a animar. Al principio te fui a hablar solo por eso, para ganarles la apuesta a mis amigos, pero después con el tiempo y a medida de que te fui conociendo me fui enganchando con vos. Nunca estuve con una mujer casada y menos con 15 años de diferencia, y la verdad es que me gustas muchísimo. Pienso más en vos que en cualquier pendeja de mi edad. Mis amigos me dicen que estoy loco, y creo que tienen razón.
Yo me quede sin palabras. No supe que responderle. Pero lo primero que se me vino a la cabeza fue que sería una especie de trofeo para él. Le pregunte quien sabía que iba a salir conmigo y me confeso que solo uno de sus amigos. El resto nada. Ni siquiera se lo imaginaban.
Ya hacia un par de horas que estábamos ahí, y si bien yo no estaba segura hasta donde quería llegar, en ese lugar sabía que no quería estar más. Tenía frio y ya estaba haciéndose tarde. Era martes y no podía llegar a mi casa a cualquier hora.
Le hice saber que me tenía que ir, y enseguida pedimos la cuenta. Quiso pagar, pero como se que no trabaja insistí y pague yo. Se debe haber sentido mal, pero la verdad es que me daba mucha ternura.
Una vez afuera aproveche y me prendí un cigarrillo. Nos quedamos charlando ahí en la puerta mientras me lo fumaba, hasta que empecé a caminar para el auto.
Una vez en el estacionamiento del bar, me acompaño hasta el auto. Como era de noche, donde estaba estacionado el auto era un lugar bastante reservado. Y supuse que Javier, si pensaba dar un paso más, lo iba a hacer ahí. No me equivoque, cuando esto abriendo la puerta dándole la espalda, aprovecho para agarrarme de la cintura y dándome vuelta me dio un beso. Obviamente lo respondí y estuvimos así unos minutos. La verdad es que el beso me dejaba sentir la pasión que había y de a poco me fue apretando más contra su cuerpo. Podía sentir su erección contra mi pelvis y lentamente empecé a excitarme.
Si bien estaba oscuro y era difícil que alguien nos viera, me aparte cortando la situación. Le pregunte donde había dejado su auto y ahí es cuando me dice que había ido viajando porque el padre todavía no había llegado y si lo esperaba iba a llegar tarde. No lo podía creer. Nunca me había pasado algo así. Me sentí mal. No lo podía dejar ahí y que él se volviera viajando y yo en auto, pero por otro lado sabía que si se subía a mi auto iba a querer algo más que unos besos.
De todos modos no dude y le pedí que se subiera, que lo alcanzaba hasta algún lugar.
Ni bien se subió volvió a besarme. Esta vez con más intensidad y lentamente sus manos comenzaron a animarse a recorrer mi cuerpo. Las mías hicieron lo mismo. Tenía unos abdominales totalmente marcados y duros. Cuando llegue a su pene, parecía querer explotar. Y si bien tenía jean, pude darme cuenta de que estaba bien dotado.
Enseguida una de sus manos estaba dentro de mi camisa tocándome las tetas. Yo ya estaba entregada y la hora empezó a dejar de ser una preocupación. Me separe un poco y arranque el auto. Mientras manejaba Javier seguía manoseándome. Se las ingenió para desabrocharme el cinturón y el pantalón, y comenzó a masturbarme. Yo estaba completamente mojada y sus dedos entraron fácilmente. Se me dificultaba manejar así, pero lo estaba disfrutando.
Enseguida me di cuenta de a donde quería ir. Así que maneje directamente a un hotel que conozco. Javier no lo podía creer.
Entre manejando, pedí una habitación y encare al estacionamiento de la misma.
Eran las 21:30hs y sabía que hiciera lo que hiciéramos, no podía llevarnos más de una hora.
Ni bien entramos a la habitación Javier me tiro sobre la cama. Empezó a besarme el cuello y a frotarse sobre mí. Yo agarraba su culo con mis manos. Era duro y firme. Con mis manos comencé a manejarle el ritmo. Enseguida me desabrocho la camisa, y de un movimiento dejo mis tetas al aire. Me las empezó a chupar con ganas y a morderme los pezones. Estuvimos así unos minutos hasta que nos reincorporamos y me termine de sacar la camisa y el me ayudo a sacarme el corpiño. Me volvió a acostar y mientras me seguía chupando las tetas comenzó a desabrocharme el pantalón. Lentamente dejo mis piernas al descubierto. Mi tanga blanca pareció gustarle porque hizo un comentario al respecto.
Con un movimiento rápido logre sacarme los zapatos y Javier me termino de sacar los pantalones.
Con fuerza me dio vuelta, dejándome de espaldas a él. Me di cuenta que se estaba desabrochando el pantalón y quitándose la remera, quedando solo en bóxer. Enseguida se acostó arriba mío, frotándome su bulto en mi cola. Con su lengua jugaba con mi cuello, orejas y espalda. Los escalofríos no paraban en mi cuerpo. Enseguida abrí las piernas, logrando que su pene encastrara mejor. Con una de sus manos comenzó a correrme la tanga, y sus dedos volvieron a estar adentro mío. No se cuánto tiempo estuvimos así, pero yo lo disfrutaba al máximo. Unos minutos después Javier se vuelve a sentar y termina de sacarme la tanga. Con ambas manos separa mis cachetes y comienza a darme sexo oral. Su lengua jugaba tanto con mi ano como con mi vagina, que en este momento ya estaba más que mojada. Cada tanto se ayudaba con sus dedos lo cual me producía aún más excitación. En un momento decido darme vuelta. Quedando boca arriba. Javier continúo haciendo lo mismo, pero ahora también podía jugar con mis tetas. Me pellizcaba los pezones bastante fuerte, lo que en algunos momentos me producía dolor. En ese momento es que tengo mi primer orgasmo. Mientras estaba por comenzar a acabar Javier levanta la cabeza como queriendo tomar una pausa, pero enseguida lo vuelvo a empujar diciéndole, “a dónde vas pendejo”. Entendió y siguió chupándome hasta que termine de acabar.
Ni bien termino de acabar, estaba decidida a ver ese pene que me había estado fregando durante minutos. Me incorporo en la cama y empujando a Javier logro que este quede acostado boca arriba. Me arrodillo encima de él y comienzo a bajarle el bóxer. Mientras hago esto le digo, “esta va a ser la diferencia entre estar con una mujer de mi edad y una pendeja de la tuya”. En ese momento aparece su pene. Era grande. No gigante pero sin duda grande. Conocía más grandes, pero este era joven. La erección que tenía era coincidente con su estado atlético. Sin dar muchas vueltas comencé a chupársela. Podía sentir como se retorcía de placer. Sabía que si mantenía ese ritmo iba a lograr que acabara en pocos minutos, por lo que empecé a jugar con los tiempos. Cuando sentía que estaba por acabar, disminuía la intensidad, y al rato volvía a arrancar.
Yo notaba que Javier estaba bastante tenso, como que no sabía muy bien cómo actuar. Esto me dio la posibilidad de tomar la iniciativa y manejar la situación.
En un momento noto que estaba por acabar nuevamente, y llevándolo al extremo le digo, “pendejo, todavía no vas a acabar, quiero que me cojas”. Los ojos se le abrieron como dos soles.
Sin dejarlo decir palabra, me incorporo y me siento de una arriba suyo. Su pija entro sin ayuda producto de mi dilatación, lubricación, y su erección. En cuclillas comencé a hacer sentadillas. Entraba y salía de adentro de él mirándolo a los ojos. Ahí nomás le dije, “haciendo estas sentadillas es que se calentaban conmigo en el gimnasio?”. Javier solo atinó a decirme que si muy tímidamente, como si tuviese miedo a que me enojara.
Sus manos comenzaron a apretar mis tetas nuevamente. Parecía torpe porque al pellizcarme los pezones siempre me hacía doler. No me importo y no dije nada.
En eso me doy cuenta de que Javier no tenía preservativo. En realidad me di cuenta al mirar la mesa de luz y ver el que estaba ahí arriba. Me estiro un poco y logro agarrarlo. Con la boca lo abro y saliendo de arriba de él se lo coloco con la mano. Javier me ayuda un poco y en eso me da vuelta dejándome en 4 patas.
Ahí es cuando me penetra por primera vez. Mientras me penetra me agarra de los hombros como para empujarme más cerca de él. Siento como no queda nada fuera lo cual me excita aún más. Yo ayudo y empujo también. Quiero acabar nuevamente. Se lo hago saber y acelero el ritmo. En eso siento como un nuevo orgasmo recorre mi cuerpo. Grito de placer me doy cuenta que dura más de lo normal. Javier parece también querer acabar, y yo lo ayudo moviéndome más rápidamente. Siento como se tensa y enseguida me doy cuenta de que está acabando. Sus gemidos son tímidos, como que los quiere reprimir.
Nos quedamos los dos tirados en la cama tratando de recuperar el aire.
“Y Javi?,” le pregunto. “Que pensas?, que se siente estar con una veterana?”. Mirándome me responde. “Sos increíble. Nunca me sentí así. No sé qué decirte, pero te aseguro que después de estar con vos no quiero saber nada con una chica de mi edad”. Esboce una sonrisa a modo de agradecimiento.
Ya era tarde y la verdad es que me tenía que ir. Me hubiese gustado quedarme pero me tenía que ir. Me levante de la cama y me fui al baño. Sabía que Javier me iba a estar mirando de arriba abajo. En el baño me di cuenta de que en cualquier momento me iba a llamar mi marido porque a esa hora ya debería haber llegado a casa. Me limpie un poco, me arregle el pelo y salí de la habitación a buscar mi celular. No tenía ningún mensaje de mi marido, lo que era buena señal. Así que decidí adelantarme y escribirle. “Hola mi amor, se me hizo tarde. Recién termino. Estoy saliendo para casa, llego en 30. Te amo”.
Cuando termino de mandar el mensaje veo que Javier había aprovechado a ir al baño y estaba volviendo. Lucia impresionante. Tenía un cuerpo hermoso y su pene estaba semi erecto de nuevo. Se me acerco como queriendo arrancar de nuevo, pero enseguida le dije que para mí era muy tarde. Que tenía unas ganas locas de quedarme con él un rato más, pero que no podía. Mientras le decía esto, y al estar sentada en la cama y el parado, su pene estaba a escasos centímetros de mi cara. La tentación fue más grande que la responsabilidad, por lo que sin dudarlo lo agarre y me lo metí en la boca. No habrán pasado más de unos segundos que comencé a sentir en mi boca como se iba agrandando y endureciendo su pene. Lo chupaba con ganas tratando de no pensar en la hora. Me lo quería coger de nuevo, pero no podía. Javier como podía me acariciaba las tetas y yo se lo seguía chupando. No habrán pasado más de 5´ que siendo como me quiere correr para acabar. Yo no lo dejo, y agarrándolo del culo le hago entender que lo quiero en mi boca. Empieza a acabar y siento como su semen llena mi boca. Mis dientes comienzan a pegotearse pero no me importa. Prefiero eso a que me quede algún resto en el pelo o en el cuerpo. No tenía tiempo para limpiarme. Sigo chupando unos segundos hasta asegurarme de que había tragado todo. Con mi mejor cara de puta lo miro a Javier, quien estaba mirándome con una cara de placer tremendo.
Se sienta al lado mío, pero ni bien se sienta yo me pongo de pie y empiezo a vestirme. Javier entiende el mensaje y pronto me sigue.
En menos de dos minutos estábamos los dos arriba del auto y yo dándole mi tarjeta de crédito al encargado para pagar.
Por suerte el hotel era cerca de mi casa, y sabía que de ahí no me llevaría más de 10´ llegar.
Le ofrecí a Javier dejarlo a unas cuadras, donde se podía tomar un taxi. En el auto le deje en claro que lo que había pasado era cosa de una sola vez. Que por favor no insistiera y que en el gimnasio tratara de hacer como si nada hubiese pasado. Que no quería ningún tipo de sospecha. Me dio su palabra de que así seria, pero me dijo que quería tener una oportunidad más. Que había estado muy nervioso y que sabía que si salíamos una vez más lo íbamos a pasar todavía mejor.
La idea me gustaba, por dentro lo puta que soy me decía que volviera a cogerme al pendejo. Pero no quise confirmarle nada. Por lo pronto le dije, “mañana nos vemos en el gimnasio”. Y con un lindo beso se bajó del auto.
Ni bien se bajó agarre uno de los caramelos que siempre tengo en el auto. A mi marido no le guste que fume, y aunque lo hago muy poco, cuando lo hago trato de comerme un caramelo. Esa es la excusa de porque tengo siempre caramelos en el auto. La realidad es que fumo poco y nada, y los caramelos están para disimular ocasiones como esta. Disimular el semen entre mis dientes.
Llegue a casa y mi marido e hijo ya habían cenado, pero me estaban esperando para hacerme compañía mientras yo comía.
Por suerte no hubo sospecha alguna, y en mi mente ya estaba planificando el próximo martes.