El Penal de los Lamentos 30

Termina la historia pero el Penal de los Lamentos sigue ahí esperando a sus futuras víctimas

Al día siguiente muy temprano todo estaba preparado para la siniestra ordalía. Tres altas cruces de madera descansaban en el suelo del patio y delante ellas habían preparado varias decenas de sillas y carpas para los invitados pues se preveía un día muy caluroso y un sol de justicia cuyos efectos se añadirían a los sufrimientos que deberían padecer las mujeres  crucificadas.

Asimismo, el resto de las reclusas tuvo que formar en filas para ser testigos de la ejecución.

Por su parte, Jane, la directora de cine, había dispuesto las cámaras estratégicamente por las torres de la fortaleza y en el patio para captar diferentes planos y documentar el tormento de las condenadas con todo detalle.

Cuando estaba todo preparado los guardias sacaron por fin a las reas maniatadas en una sola recua y atadas a una gruesa soga.

Las tres venían desnudas, maniatadas y con el cuerpo cubierto de restos de esperma pues varias decenas de guardias se habían estado entreteniendo con ellas toda la noche.

Antes de la crucifixión era preceptivo que las tres jóvenes fueran flageladas a conciencia por lo que fueron llevadas hacia el patíbulo que se destinaba para estos menesteres.

Yulia y Rebeca fueron atadas por el momento a dos postes situados al pie del patíbulo con los brazos en alto mientras los guardias subían a Alina a éste.

Allí sin hacer caso de sus ruegos la ataron al potro y gracias a unas manivelas estiraron sus miembros al extremo hasta dejarla como una piel tendida al sol.

Entonces Sánchez procedió a la flagelación que consistiría en 50 azotes administrados por un bullwhip y la propia víctima tendría que contar los azotes.

  • Cuenta bien zorra, si te equivocas volveremos a empezar le dijo  Sánchez esgrimiendo el látigo y haciéndolo zumbar contra el aire, y de la misma le dio el primer latigazo.

SSSSHHAAAACK

  • AAAYYYYY, UNOOOOOO

SSSSHHAAAACK

  • AAAYYYYY, DOOOOOS

SSSSHHAAAACK

  • AAAYYYYY, TRESSSSS, PIEDAD; POR FAVOR

SSSSHHAAAA

  • CUATROOOOO AAAYYYY

Berreando como una cerda Alina recibió un latigazo tras otro contándolos en alto lo mejor que podía mientras el bestia de Sánchez le desollaba la piel con el látigo.

Tras el latigazo número treinta y cinco Alina dejó de contar pues se había desmayado, entonces la despertaron echándole un cubo de agua y cuando volvió en sí reanudaron la flagelación pero como habían perdido la cuenta volvieron a contar desde el latigazo veinte.

Cuando por fin terminaron de darle los azotes, los verdugos soltaron las cuerdas del potro y Alina cayó desfallecida en el suelo con el cuerpo lleno de marcas de latigazos. Dos guardias la cogieron entonces en volandas y la bajaron del patíbulo conduciéndola hasta la cruz.

La siguiente en ocupar su sitio fue Rebeca que sufrió una flagelación análoga. Y tras ella le tocó el turno a Yulia.

Las sádicas flagelaciones fueron grabadas por las cámaras del equipo de Jane  que enfocaban desde las torres captando múltiples ángulos de la tremenda escena y lo mismo ocurrió cuando llevaron a las tres condenadas hacia las cruces.

Las pobres muchachas usaron sus manos ahora libres para taparse delante del público que sonreía sádicamente ante el tremendo espectáculo que estaba  a  punto de llevarse a cabo. Sin embargo ninguna trató de escapar pues no les hubiera servido de nada.

Mientras los verdugos lo preparaban todo, y el médico de la prisión les inyectaba el suero de la tortura, las tres muchachas vieron consternadas los instrumentos que habían preparado cuidadosamente dispuestos sobre una mesa. Por sí solos esos instrumentos de dolor daban a entender la cruel ejecución a la que iban a ser sometidas. Entre ellos había varias tenazas, algunas de ellas muy grandes, garras de gato y rastrillos con puntas afiladas para desollar la piel, dildos metálicos erizados de pinchos  y desgarradores de senos. Asimismo, habían colocado un gran brasero lleno de brasas incandescentes  donde habían introducido otras tenazas y hierros de marcar para que se fueran calentando y otro brasero más pequeño con una plancha encima sobre el que en ese momento se calentaban a su vez decenas de agujas. Por supuesto también estaba el infernal sujetador metálico inventado por Sánchez.

Yulia ya conocía esa tortura así que se agarró sus mamas ya heridas y doloridas a la vez con sus manos mientras miraba a Sánchez que sonreía sádicamente.

En ese momento llegó otro verdugo con un cesto y dejó caer junto a las cruces un par de docenas de clavos negros como de quince centímetros de largos.

Al verlos Alina casi se desmayó de la impresión  y se arrodilló delante de las autoridades.

  • Por favor, por favor, piedad, rogó. No me crucifiquéis, dadme una muerte rápida os lo ruego.

  • Ja, ja, dijo el general divertido, empieza por ésta Sánchez.

Y cogiéndola entre cuatro verdugos, la llevaron a rastras hasta la cruz.

La chica pataleaba histérica así que otros dos guardias tuvieron que ayudarles a acostarla en la cruz y mantenerla inmovilizada de manos y piernas.

Mientras hacían esto Sánchez clavó un par de clavos a unos tacos de madera de poco grosor para sujetar bien las muñecas al madero de la cruz e impedir que las mujeres se las desclavaran.

Hecho esto les dio los clavos a dos de los verdugos que ya estaban armados de mazos y éstos colocaron las puntas de los clavos en las muñecas de la chica en la entrada del tunel carpiano tal y como el Cónsul Smith les había enseñado.

Totalmente inmovilizada Alina estaba en un baño de sudor completamente histérica y  respirando agitada y profundamente. La joven quería gritar que tuvieran piedad de ella pero simplemente estaba paralizada de miedo y no le salían las palabras.

A una señal de Sánchez los dos guardias levantaron a la vez los mazos.

  • Una, dos y TRES

Alina cerró los ojos esperando el relámpago de dolor y de repente estallaron dos impactos casi a la vez.

La joven no sintió ningún dolor aunque un chorro de sangre manchó su cuerpo desnudo. Para su sorpresa ambos guardias cayeron al suelo a su lado dejando caer los mazos con estrépito.

Entonces empezaron todos aquellos tiros y alguien gritó que les estaban disparando. Todo el mundo empezó a correr y a gritar.

En cuestión de segundos otros guardias cayeron al suelo alcanzados por las balas y los pocos sorprendidos que acertaron a responder con sus armas fueron abatidos en poco tiempo.

De pronto fue Jane la que acudió a ayudar a las muchachas. Alina la miró sonriendo.

  • Pensé que ibas a dejar que me crucificaran, hija de puta, menudo susto me he llevado, dijo la chica incorporándose.

  • Vamos deja eso ahora, hay que correr, está todo dispuesto.

Mientras corrían hacia la puerta de la prisión cubiertas por los rifles y metralletas,  Alina se fue dando cuenta de lo que había pasado.

Jane había distribuido estratégicamente a sus hombres en las alturas y las torres con la excusa de colocar allí las cámaras. Tras liquidar discretamente a los centinelas todos ellos habían sacado sus armas disimuladas dentro de sus equipos y habían empezado a disparar contra los del patio mientras otros acababan con los de las puertas y les dejaban el paso franco.

El cónsul Smith y el general fueron también alcanzados pero Sánchez se libró haciéndose el muerto mientras el alcaide se escudaba tras algunas de las reclusas que también cayeron en la refriega. Cuando disminuyó la cadencia de los tiros se deslizó inadvertidamente por los corredores de la fortaleza y consiguió organizar a algunos de sus hombres.

  • ¿Cómo huiremos?, dijo de pronto Alina mientras cruzaba corriendo las puertas exteriores, no podemos echarnos al agua, esto está plagado de tiburones.

La respuesta la tuvo nada más salir de la fortaleza, pues una serie de pequeños fuera-borda llegaron en ese momento hasta el embarcadero.

  • Vamos deprisa, y las chicas se subieron al primero de ellos. Jane, Yulia, Alina y Rebeca a la que habían cogido para escaparse con ellas saltaron al bote y éste arrancó. El resto de los miembros del equipo de rodaje siguió protegiendo la huida con sus armas de manera que se montaron en los siguientes.

El primer fuera borda salió a toda velocidad de la isla  saltando sobre las olas y empezó a alejarse rápida y seguramente. Entonces se produjo una inesperada fatalidad. Como decimos el alcaide había organizado a algunos de los hombres que habían conseguido hacerse con armas y éstos empezaron a disparar desde los muros y troneras de la prisión. A pesar de que ya estaban lejos dio la casualidad de que una bala perdida impactó en el motor del fueraborda que se llevaba a las jóvenes y éste estalló con una violenta explosión que se llevó por delante toda la popa de la embarcación, piloto incluido.

La fuerza expansiva echó a las mujeres al agua pero no las mató.

Todo esto lo vio el barquero que en ese momento se dirigía hacia el penal en su lento vaporcito y miraba anonadado la ensalada de tiros que se había producido en la prisión.

  • Joder, ¿qué diablos?

La embarcación que llevaba a las mujeres explotó con un violento estrépito y se hundió en pocos segundos, el hombre pudo ver entonces a las jóvenes caer al agua y todo lo deprisa que pudo dirigió su lenta barca hacia el lugar. De hecho, al llegar también reparó en las aletas de los tiburones que ya rodeaban a las pobres muchachas atraídos por la sangre del cuerpo destrozado del piloto. Las chicas se habían mantenido nadando con la esperanza de que las recogiera otro fuera borda pero los tiburones llegaron primero. De hecho una de ellas empezó a gritar de pronto cuando uno de los escualos la atrapó entre sus fauces y de un mordisco cortó su cuerpo en dos limpiamente por la cintura. Los desesperados alaridos de la chica le pusieron los pelos de punta al barquero. El agua se tiñó de rojo y los restos de la muchacha desaparecieron bajo el agua.

Pronto los gritos y peticiones de auxilio de otra de las mujeres indicaba que un segundo tiburón se había cobrado su presa. La mujer dejó de gritar cuando el monstruo la arrastró hacia las profundidades para devorarla,

El barquero sólo pudo salvar a una de ellas, instintivamente la agarró del pelo y tirando consiguió subirla a la barca justo en el momento que uno de esos animales de cuatro metros de largo estuvo a punto de engullirla.

………….

Una vez recogidos los cadáveres que se desparramaban por el patio de la prisión, el alcaide consiguió que el Penal de los Lamentos volviera a la normalidad y al día siguiente  inició una investigación.

Al parecer la tal Jane no era productora de cine sino colega de las dos periodistas y había contratado a todos esos mercenarios para salvar a sus amigas de la muerte. Lo de la película snuff era un engaño, muy bien urdido, por cierto.  Si no hubiera sido por esa bala providencial las mujeres se hubieran salido con la suya y habrían contado todo lo que sabían sobre su prisión fuera del país. Ahora los providenciales tiburones habían hecho desaparecer todas las pruebas  con lo que a pesar de la pérdida del General y del Cónsul Smith en realidad no había ocurrido nada grave para su negocio.

De este modo decidió darle carpetazo y siguió con sus asuntos de siempre.

  • Veamos el último juguete de Sánchez, y abriendo una caja sacó el sostén de metal que el verdugo había utilizado con Yulia. El alcaide lo miró y al momento  comprendió su funcionamiento esbozando un rictus de sadismo. Ja, ja, ese Sánchez es una joya, dijo.

  • Señor alcaide, señor alcaide, golpeó alguien a su puerta.

  • ¿Sí?, pasa, dijo dejando el sostén en la caja.

  • Señor alcaide, perdone que le moleste pero ya han traído a esa profesora del colegio, la que ha denunciado el director.

  • Ah sí. ¿Han cumplimentado el protocolo de ingreso?

-Sí.

  • Pues que me la traigan aquí.

  • Sí señor.

  • Ah, dile a Sánchez que prepare una de las cámaras de tortura y llévale esto, le dijo dándole la caja, quiero ver cómo lo utiliza con la profesora esa.

  • Le recuerdo que Sánchez está ocupado ahora mismo

  • Ah, es verdad, bueno pues ocúpate tú de preparar la cámara, y que me traigan a esa profesora, haré tiempo mientras la examino.

  • A sus órdenes

Al de unos minutos le trajeron al despacho a la profesora  y como era norma en el penal se la traían ya desnuda, atada y amordazada.

Nada más verla el alcaide comprendió el capricho del director del colegio y por qué había insistido en llevarla al Penal. La mujer tenía el pelo corto y unos preciosos ojos azules ligermente rasgados. Alguien comentó que era francesa.

  • Muy bien, salid y dejadme solo con ella, dijo ya empalmado.

Los guardias cerraron la puerta y el alcaide se dirigió hacia la mujer que le miraba aterrorizada y venga a babear por su mordaza.

  • De modo que tú eres la profesora. Ane Marie, ¿no?

Ella afirmó muy nerviosa.

Entonces el alcaide le desató la ballgag y se la sacó de la boca.

-Por favor, por favor, no me hagan daño, dijo ella en cuanto pudo articular palabra con un ligero acento francés.

  • Tranquila muchacha, soy el alcaide de la prisión no tienes nada que temer. ¿Qué edad tienes?

  • Veintidós

  • ¿Sólo?, eres muy joven para ser profesora, y ¿de qué eres profesora si puede saberse?

Mientras le hablaba el alcaide estaba admirado del pedazo de hembra que tenía delante, la tal Ane Marie aparte de tener una cara muy bonita y un cuerpo delgado y proporcionado tenía unas ubres tiesas y grandes coronadas por unos pezones rosados y gruesos como los pulgares de un gorila.

  • Soy profesora de religión, ya sabe, historia sagrada.

  • Huuum qué interesante, por tanto conocerás la época de las persecuciones contra los cristianos en la Antigua Roma.

Ella le miró extrañada.

  • Sí.

  • Y los martirios que sufrieron las cristianas.

  • Sí claro.

  • A ver, por ejemplo, ¿sabes cómo martirizaron a Santa Potamina?

  • No, no lo recuerdo.

  • La sumergieron en una olla de agua hirviendo, pero lo hicieron poco a poco para que sufriera más.

  • ¡Qué horror!

  • ¿Y Santa Catalina de Alejandría?

  • Sí, eso lo sé, en una rueda.

  • Sí en una rueda, pero los artistas no sabían representar bien el tormento pues no lo tenían muy claro, lo más seguro es que quisieran acostarla en una rueda de carro y romperle todos los huesos con una barra de hierro como  se hacía en la Edad Media.

Ane Marie puso gesto de terror.

  • Sin embargo algo debió salir mal pues la rueda se rompió.

  • Sí, ese fue el milagro, pero ¿por qué me cuenta todo eso? preguntó temblando de miedo.

El alcaide esbozó una sonrisa cruel pero no contestó. Desde el tiroteo las autoridades habían dado permiso para que se realizaran ejecuciones en el Penal y él simplemente se estaba imaginando diferentes y crueles procedimientos.

  • Ven, ven aquí a la ventana, dijo sin que su pene cediera un milímetro ¿ves eso?.

Ane Marie vio el patíbulo de los latigazos y al pie de él las cruces.

  • Dios mío, ¡han crucificado a una mujer!.

Efectivamente una de las reclusas se retorcía de dolor en la cruz en ese momento, la mujer no era otra que Jane, la supuesta directora de cine  que se había salvado de los tiburones pero no de los hombres del alcaide. Lógicamente tras su rescate la mujer iba a ser juzgada como terrorista pero hasta que empezara el juicio la estaban torturando de diferentes maneras por orden expresa del alcaide. Ella había sido la responsable de que las tres condenadas hubieran escapado a una muerte cruel aunque no a los tiburones y también era la causante de la muerte del general del Cónsul Smith y de una decena de guardias. El propio alcaide y Sánchez se habían salvado por los pelos. Ahora pagaría por todos sufriendo mil y un torturas.

Precisamente en ese momento Sánchez sacó un hierro candente de un brasero y se lo aplicó en uno de sus pechos.

-AAAAAAYYYY

Sánchez presionó el pequeño hierro para que dejara una buena marca sobre el pecho de la condenada, ésta estuvo gritando y berreando durante unos interminables segundos mientras se retorcía de dolor, pero Sánchez no apartó el hierro hasta que se enfrió, entonces ella  dejó de gritar y se desmayó.

  • Ah no, ni lo sueñes, así no te vas a escapar y cogiendo un cubo de agua fría el verdugo se lo echó por encima para despertarla.

Entonces Sánchez metió el hierro otra vez en el brasero y cogiendo unas pequeñas tenacillas también candentes le agarró un pellizco de carne de la parte interna del muslo izquierdo y apretó con cara de sádico.

  • IIIIIAAAAAA

El alarido de la presunta directora de cine se oyó por todo el patio   e hizo que Ane Marie se estremeciera entre los brazos del alcaide

  • Ja, ja, ¿lo ves?, lleva horas haciéndole eso,…. a ti te crucificaremos mañana o pasado y Sánchez te hará lo mismo.

Ane Marie respiró con violencia muerta de terror.

  • ¿Por qué? ¿por qué? Yo no he hecho nada.

  • Eso importa poco, tampoco las santas cristianas hicieron nada y sin embargo sufrieron su martirizo con entereza. Bueno,….pensándolo bien, si te portas bien conmigo quizá podamos dejarlo para más adelante, quizá incluso te perdone.

  • IIIAAAAYYY

Jane lanzó otro espeluznante alarido cuando Sánchez le quemó con otro hierro al rojo. La exuberante mujer estaba ahora enhiesta en la cruz y retorcía su cuerpo con las piernas derechas intentando escapar inútilmente de las tenazas humeantes con las que le amenazaba Sánchez

  • ¿Portarme bien?, ¿qué quiere decir?

Ane Marie no podía quitar la mirada de la mujer crucificada.

  • Pues eso, le dijo mientras le acariciaba el pecho.

Ella retiró instintivamente su generoso seno de los dedos del alcaide, pero entonces comprendió y sin resistirse más se dejó hacer. Por supuesto el alcaide continuó acariciándole sus mamas.

  • Dime preciosa, gastas 92 o 93 de pecho ¿no?

  • 95 contestó ella humillada mientras los pezones se le erizaban por los tocamientos.

  • Ja, ja, quién lo diría y el muy cerdo empezó a lamerle los pezones, mientras le ponía las dos manos en el culo.

  • Hágame, hágame lo que quiera pero no me hagan daño por favor.

  • Veo que eres razonable profesora, venga dame un beso con lengua.

Y ella se lo dio aguantándose el asco.

  • Muy bien preciosa, besas muy bien, y ahora vamos al sofá, pero antes. Y el alcaide se fue hasta su mesa y de un cajón sacó los dragones.

  • ¿Qué, qué es eso?

  • Es por si le haces asquitos a mi polla preciosa.

El alcaide se bajó los pantalones y tras sentarse en el sofá indicó a Ane Marie que debía arrodillarse y lamerle el miembro.

Esta dudó un momento pero entonces se oyó a lo lejos otro de los alaridos de dolor de la mujer crucificada y venciendo nuevamente su aprensión empezó a pasarle la lengua por el prepucio delicadamente.

  • Eso es, muy bien zorra, dijo el alcaide abriendo y cerrando uno de los dragones, hazlo bien y no me obligues a ponerte esto en los pezones.

Y la profesora siguió lamiendo aterrorizada…..

Epilogo

El barquero terminó otro largo día de trabajo. Su último viaje ese día había sido para llevar a la profesora tetona a ese infierno en la tierra que es el Penal de los Lamentos. Como de costumbre el hombre farfulló entre dientes y escupió cuando los guardias la hicieron desembarcar y se la llevaron a la prisión.

  • Putas, ahí dentro sólo tienen putas. Ahí os darán vuestro merecido.

De vuelta en el muelle de la ciudad,  amarró su barca tanto por proa como por popa, y pesadamente se encaminó a su pobre vivienda como hacía todos los días. Una vez en ella cerró con doble vuelta de llave. Esa era una nueva costumbre que nunca había tenido pues en su casa no había nada que mereciera la pena robar, sin embargo desde hacía unos días todo había cambiado….

Una vez segura la puerta de la calle el hombre se fue hasta una cocina medio desvencijada y allí  abrió un portón que había en el suelo.  Cogió una vela con una palmatoria y una manzana y tras encaminarse escaleras abajo cerró la portezuela tras de sí.

El sótano estaba oscuro como boca de lobo sólo iluminado por la tenue vela. Medio a tientas encontró una pequeña puerta en una pared  y con otra llave abrió el candado.

  • MMMMMMHH, MMMMHHHH

Dentro había una chica muy joven, casi una niña atada con cuerdas en posición fetal y amordazada con un sucio trapo. La chica estaba completamente desnuda.

  • Ven preciosa, ven, mira lo que te he traído, le dijo mostrándole una jugosa manzana al tiempo que le quitaba la mordaza.

Rebeca la cogió con sus manos y ávidamente empezó a devorarla.

  • Despacio, despacio, pequeña, luego te voy a dar otra cosa para te la metas en la boca, ji, ji.

Y el viejo barquero acarició lentamente su precioso pececillo que había salvado de los tiburones aquel día de los tiros. Efectivamente era Rebeca la que había sobrevivido mientras las dos periodistas habían sido pasto de los tiburones. Seguramente todo el mundo creyó que ella también había muerto por lo que el barquero no tenía nada que temer. No obstante quería asegurarse de ahí que la tuviera prisionera en su cubil y bajo llave.

  • ¿También va a flagelarme hoy?, dijo ella una vez se terminó la manzana.

  • Sí pequeña, pero antes…..

Y el hombre se sacó su pequeño y patético pene para que ella se ocupara de él.

  • No olvide las ratoneras dijo ella y puso su torso derecho para que él le pusiera las trampas de ratones atrapando sus pezones.

Rebeca aguantó cerrando los ojos el dolor y cuando le puso ambas ratoneras se puso de rodillas e inició la felación.

El barquero se recostó en la silla y cerró los ojos para disfrutar más de la lengua y la boca de seda de esa preciosa y complaciente jovencita salvada de las aguas. Ahora  ya no tendría que echar mano a las revistas para vencer su soledad.

Fin…….. ¿o no?