El Penal de los Lamentos 28
Como prometió a sus vecinos el Cónsul Smith da una fiesta para todos en la que dos esclavas serán martirizadas en sendas cruces.
Días después una inusitada actividad se desplegaba en la propiedad del Cónsul Smith. Al parecer se estaba celebrando una fiesta.
Todo el jardín estaba engalanado y las parras que cubrían buena parte del espacio y daban una agradable sombra estaban adornadas con guirnaldas. De éstas colgaban farolillos que al anochecer se encenderían para que pudiera prolongarse el festejo.
Bajo el amplio emparrado se dispersaban filas de mesas en las cuales unos sesenta invitados disfrutaban de una agradable comida en común.
Dichos invitados eran los vecinos del viejo anfitrión que por un día habían dejado la faena diaria en sus granjas y habían sustituido sus monos raídos por elegantes trajes. El viejo cónsul era muy formal y exigía que todo el mundo se vistiera adecuadamente para la ocasión.
Por supuesto, todos aquellos que tenían esclavas las habían traído consigo pero con la condición de que todas permanecieran completamente desnudas salvo los grilletes y delicadas cadenillas doradas que el propio cónsul les proporcionó. Las reglas eran que las esclavas se encargarían de servir a todos los comensales y de someterse a sus exigencias por pervertidas que fuesen. Para todo ello quedaban a la disposición de todos los invitados y no sólo de sus respectivos amos.
Por último, estaba la víctima, la bella y joven Lana, cuya crucifixión y tortura era el objeto de que se celebrara el evento.
La muchacha compareció ante el público cuando la fiesta ya estaba avanzada y la gente se encontraba ya muy animada y un poco bebida. De hecho algunas de las esclavas habían dejado de servir mesas y habían empezado a proporcionar a los invitados otro tipo de servicios.
A la pobre Lana la traían Caracortada y sus secuaces, los convictos sicópatas a los que Mr Smith había encargado la labor de crucificar y torturar a la bella esclava del Conde Otto.
Nada más verla aparecer algunos invitados se pusieron a aplaudir mientras las esclavas miraban de reojo a la pobre muchacha que iba a ser brutalmente martirizada. Alguna esclava incluso se atrevió a levantar la cabeza durante unos instantes para verla.
Tras una larga noche de depravación y sexo forzado en manos de esos tres animales, a Lana la expusieron desnuda y maniatada a todos los invitados. Para ello le restringieron el cuello y las muñecas con un “violón de comadres”, es decir, un cepo en forma de violín que atrapaba su cuello y muñecas y del cual colgaba una corta cadena conectada a grilletes que se cerraban sobre sus tobillos. Esa manera de atarla le obligaba a caminar encorvada lo cual hacía que sus carnosos senos le colgaran obscenamente entre los brazos y temblaran como flanes de gelatina. Para aumentar su vergüenza y humillación le habían colocado en la cabeza un alto sombrero en forma de cucurucho como si fuera una rea de la Inquisición que fuera a sufrir suplicio.
Mientras la arrastraban entre las mesas a base de pinchazos en las nalgas con un tenedor de barbacoa la joven miraba aterrorizada a toda esa gente que se reía de ella, que la tocaba a placer y le pellizcaba. Otros le echaban salivazos en la cara o le pinchaban con sus propios tenedores.
- Mirad qué puta, sí que la han follado bien esta noche. Efectivamente la muchacha destilaba lefa de su sexo pelado, y su ano estaba visiblemente enrojecido de todas las veces que la habían sodomizado esos brutos.
En realidad lo que le esperaba ahora era mucho peor pues la iban a poner en el cepo en medio del jardín para que todos los invitados que quisieran la penetraran por el orificio que desearan, después iba a ser azotada como manda la tradición y tras esto la iban a crucificar en público y la iban a torturar salvajemente durante horas sólo para que todos esos depravados disfrutaran.
De todos modos antes de comenzar su violación en el cepo llevaron a Lana a la mesa de honor en la que estaba el propio Cónsul Smith, el Conde Otto y el juez. Junto al juez estaba su sobrina Rebeca.
Lana se extrañó de que Rebeca no estuviera desnuda y maniatada como ella. Por el contrario estaba bien peinada y maquillada y vestida con un vestido muy sexy y ajustado de minifalda y amplio escote. Lo único que indicaba que era una esclava era el collar de cuero con anillas que lucía en ese momento en su cuello.
Por su parte, el conde Otto y el Cónsul se solazaban gozando de las atenciones orales de Patricia y Hanna que sí que estaban desnudas y maniatadas de rodillas y comiéndoles la polla obedientemente.
- Querida Lana, dijo el Conde Otto al ver cómo se la traían, ¿qué te han hecho esos brutos?
La joven habló entre sollozos.
Me, me han violado toda la noche y me la han metido por detrás….hacía mucho daño, buaaaa.
Vamos, mi niña, no llores, le dijo cogiéndole la cara por la mandíbula. Tienes que irte acostumbrando a que te den por el culo. Una buena esclava anal tiene que aguantar por mucho que le duela.
También, también me han obligado a hacer cosas asquerosas, he tenido que limpiarles el culo con la lengua a todos ellos y se me han meado encima.
Cuántos remilgos tiene esta zorra. Se cree que por haber estudiado en la universidad es alguien. Escuchame puta en realidad todo eso te va a parecer una tontería comparado con lo que vamos a hacer luego contigo, ja, ja, dijo cruelmente el Cónsul. ¿Qué le parece esta marca, conde?
Y el viejo depravado mostró al Conde Otto un hierro de marcar reses que tenía la cabeza en forma de cruz latina.
Excelente, Mr smith.
¿Cuántas marcas quiere que lleve la bestia sobre su cuerpo?.
Por el momento me conformo con ponerle una, la llevará en el Monte de Venus a unos centímetros encima del sexo.
¿De qué están hablando? dijo Lana que sudaba de miedo y adivinando lo que iban a hacer con ese hierro.
Caracortada te va a marcar con un hierro candente preciosa, ya verás te va a quedar una marca muy bonita justo ahí debajo de tu ombliguito.
NO, NO, POR FAVOR, ESO NO, POR LO QUE MÁS QUIERA.
No protestes, al fin y al cabo esta vez es sólo una marca. Las demás te las iremos poniendo a lo largo de esta semana.
Sí pero no olvide que también hemos decidido perforarle hoy los pezones, y el clítoris con anillos de metal, …..a lo vivo…, ja, ja. Ya verá, señor Conde, con esos aditamentos podrá torturarla mucho mejor.
Lana temblaba de miedo al oír todo eso.
- Además hay que hacerle lo de las agujas. Rebeca pidió que le perforaran los senos con agujas candentes pero a ella no vamos a crucificarla así que tendremos que hacértelo a ti.
Lana contestó esta vez cabreada.
¿Sí?, ¿Y por qué esta zorra se libra de la cruz?. Al fin y al cabo era ella la que quería experimentar los “placeres de la crucifixión”. Tú puta, ven aquí y da la cara, ¿me oyes puta zorra?.
Querida Lana, dijo el Conde Otto, no te pongas nerviosa. No es culpa de Rebeca. En el último momento ha venido a buscarla su tío el juez quien ha cambiado a su sobrina por estas dos esclavas.
No es mal cambio, no, dos por una, dijo el Cónsul Smith manoseando las grandes tetas de Hanna entre sus manos huesudas.
Por favor, por favor, mi amo, no podré soportar tantas torturas, llevame a mí también contigo, por favor.
Viéndola en ese estado el Conde Otto tuvo durante un segundo la tentación de perdonarla, pero a una seca indicación del Cónsul Smith, Caracortada se llevó a Lana brutalmente y tras quitarle el gorro y el violon de comadres le obligó a meter su cabeza y sus muñecas en un cepo de madera, cerrando acto seguido el madero sobre su cabeza y asegurándolo gracias a un gancho de metal. La chica quedó inclinada e inmovilizada con toda la retaguardia expuesta para que la violara quien quisiera.
- Vean, vean qué delicia, dijo Caracortada, abriendo las nalgas con los dedos y mostrando las intimidades depiladas de Lana. Les aseguro que es un bocado jugoso y calentito, ja, ja. Yo ya lo he probado. Acérquense, acérquense y compruébenlo ustedes mismos.
De hecho, en pocos segundos se acercaron a ella varios invitados que empezaron a tocarla y sobarla por todas partes aprovechando su indefensión. La joven intentó protestar y vio aterrorizada cómo algunos se sacaban sus miembros y empezaban a masturbarse mientras discutían el orden en el que la iban a violar. Al final decidieron echárlo a suertes.
El primero en hacerlo fue un labriego gordo y salido que tenía una polla descomunal. El tipo se la sacó sin más miramientos y poniendo sus manazas en la grupa de Lana alojó su rabo entre sus mullidos glúteos apretando con toda su fuerza.
- AAAAAAYYY
Lana gritó de dolor cuando el labriego le volvió a petar el ojete de una sola embestida pero enmudeció cuando otro labriego le metió su polla por la boca. Inmediatamente los dos empezaron a bombear y los gritos de Lana se convirtieron en incomprensibles y rítmicos sonidos guturales.
Mientras tanto los demás aguardaron su turno alrededor de ella tocándola especialmente en sus tetas que ahora colgaban indefensas.
- Bien Cónsul, dijo el Conde Otto sin hacer caso de los gemidos de su esclava ¿cuál de estas dos ocupará la cruz de Rebeca?.
Hanna y Patricia levantaron la mirada al oír que se referían a ambas pero ninguna de las dos dejó de mamar la polla que le había tocado en suerte.
Hmmm, no sé. Que sea crucificada la que tarde más tiempo en exprimirnos la polla.
Pues siento decirle que va a ser la suya porque a la mía la tengo a punto, señor cónsul.
Al oír esto Hanna se apresuró a chupar más fuerte y más rápido, pero Patricia hizo lo mismo y los dos hombres se retorcieron de placer mientras las dos jóvenes aumentaban el ritmo de las felaciones.
En realidad Patricia lo tenía más fácil pues era muy difícil que el viejo tuviera un orgasmo a su edad a pesar de haberse tomado una pastillita azul. De este modo Patricia se empeñó a fondo con tal de librarse de la cruz y en pocos minutos recibió su recompensa en forma de una abundante y pastosa lefada del Conde Otto que manchó su bonita cara. La joven sonrió a su amiga que seguía chupándosela inútilmente al viejo mostrándole los pingajos de esperma pastoso y blanquecino.
Así Hanna perdió el concurso de mamadas y ella y Lana fueron destinadas a sufrir el suplicio de la flagelación y la cruz que tenía que haber correspondido a Rebeca.
Para flagelarla Hanna fue colocada en los postes del jardín con los brazos en alto y las piernas abiertas para que la chica no pudiera hacer nada cuando los latigazos le golpearan entre ellas.
Los encargados de los latigazos fueron Marco y Esteban los criados negros. Cada uno cogió un látigo y tras hacerlos bailar un rato en el aire empezaron a flagelar a Hanna sin más ceremonias
SSSSHHAAAAAACCKKK SSSSHHAAAAAACCKKK
El cuero del látigo empezó a impactar sonoramente en el indefenso cuerpo de Hanna y la chica respondió con gritos y lamentos a los golpes.
Al ver que comenzaba el martirio de las muchachas el juez se hubiera querido llevar de allí a su sobrina cuanto antes pero Rebeca insistió en verlo todo con la esperanza de formar parte de todo aquello. Viendo la tortura de Hanna, la chica se abrazaba a su adorado tío quien le había prometido que a partir de ese momento se iba a ocupar de ella como la joven quería.
¿Por qué no dejas que me flagelen a mí también tío?, estoy toda mojada de ver lo que les están haciendo a ellas.
No quiero que los demás lo vean, te quiero sólo para mí, por eso te llevo lejos.
Y ¿Qué vas a hacer ahora conmigo, tío?, ¿me vas a ingresar en el Penal de los Lamentos?...¿me visitarás allí todos los días?
No sobrina, ya te he dicho que quiero tenerte para mí solo. Te llevaré a mi casa y allí te aplicaré todos estos tormentos pero yo sólo sin ayuda de nadie.
Y al oír esto Rebeca se puso a besarse con él apasionadamente.
Tras flagelar salvajemente a Hanna, y mientras los otros convictos la descolgaban de los postes totalmente desfallecida, Caracortada fue a buscar a Lana al cepo donde aún se la estaban follando los granjeros y se la llevó a los postes para darle a su vez una manta de latigazos.
La pobre muchacha pidió piedad desesperadamente pero no se resistió mucho mientras la ataban no fuera que empeorase su castigo.
De este modo Lana fue atada en esa incómoda postura que ya había experimentado repetidas veces con las piernas exageradamente abiertas y los brazos en alto. Por último, le pusieron una mordaza entre los dientes consistente en un palo que ataron a su nuca por los dos extremos.
La gente se reía de ella señalando cómo le destilaban goterones de lefa de sus dos agujeros prácticamente sin parar. Sin embargo las risas fueron seguidas por los dolorosos estallidos de los dos látigos sobre su cuerpo desnudo. Uno de los criados la azotó por delante mientras otro lo hacía por detrás lo mismo que acababan de hacer con Hanna.
SSHHHHACCK, SSHHHHACCK
- IIIAAAAAYYY
Los látigos golpearon cada rincón de su cuerpo con una saña y cadencia diabólicas. Lana gritó y gritó como una auténtica posesa venga a pedir piedad y llamando a su señor desesperadamente mientras el fino cuero del látigo casi desollaba su delicada piel.
Finalmente tras esa dolorosa flagelación en que nadie contó los latigazos, las dos muchachas fueron crucificadas una al lado de la otra. Para ello las ataron en dos cruces bajas que no llegaban a los dos metros de alto. Las muchachas quedaron con la cabeza a la altura de los ojos de una persona de mediana altura que estuviera de pie delante de ellas. Los brazos se los ataron bien estirados y abiertos por encima de la cabeza y los pies los ataron a un metro del suelo de manera que les quedaron las piernas ligeramente flexionadas y medio en cuclillas.
Una vez en las cruces los invitados recibieron permiso para seguir follándoselas durante media hora más pero después las dejaron solas para que sufrieran en todo su significado los “placeres de la crucifixión”.
Como había ocurrido en la prisión con Lara, esa incómoda postura en que colgaban de las cruces provocó a las dos horas un efecto muy doloroso en el cuerpo de las dos muchachas. Estas tenían que hacer grandes esfuerzos por respirar y no paraban de danzar en la cruz cambiando de postura a cada momento e intentando colocarse de pie para respirar mejor.
Por si eso fuera poco las dos jóvenes estaban cosidas a latigazos y los sádicos convictos no tardaron en untarles la piel con vinagre y sal.
Lógicamente las dos condenadas se retorcían en sus cruces sin parar de llorar ni pedir piedad con todo el cuerpo ardiendo y escocido.
Entre tanto, el resto de las esclavas seguía satisfaciendo a los invitados que gozaban del espectáculo saboreando sus copas y sus puros como si aquello fuera una boda.
¿Qué os parece conde Otto?, dijo el cónsul Smith que trataba al dueño de Lana como su invitado de honor.
Estoy impresionado cónsul, mi Lana está bellísima sufriendo en la cruz, con ese cuerpo tan bonito que tiene es realmente excitante verla, en el futuro la castigaré de esta manera muy a menudo.
Celebro su decisión, contestó el Cónsul, pero creo que no debería llevársela aún de aquí, Caracortada y sus secuaces se encargarán del trabajo sucio de modo que usted puede limitarse a disfrutar.
Claro, claro señor cónsul, siga encargándose usted del castigo de Lana, aún estoy en deuda con usted por la manera tan desconsiderada en que mi esclava le agredió. Es justo que sufra.
Al de dos horas de verlas danzar y desesperarse en sus cruces Caracortada y los suyos decidieron “apiadarse” de las dos mujeres y les pusieron un apoyo para la entrepierna.
El primer apoyo consistió en una cuña de madera áspera y afilada. A Hanna se lo pusieron normal, sin más aditamentos, pero a la cuña de Lana le habían clavado unos cuantos clavos con las puntas hacia arriba.
Lógicamente apoyar la entrepierna en semejante asiento era muy doloroso así que para evitar pincharse el sexo Lana hizo lo imposible por aupar su cuerpo y mantenerlo suspendido en el aire. La pobre muchacha se mantenía así a pulso temblando y en tensión. Todos los comensales aguantaron el aliento para ver cuánto tiempo era capaz de soportar la esclava, pero finalmente ella se rindió y se dejó caer de modo que no tuvo otro remedio que cabalgar con su entrepierna sobre el doloroso asiento.
- AAAAAYYYYY, la joven se puso a soltar alaridos cuando la cuña y las puntas se le clavaron en la entrepierna, mientras todos reían. QUITÁDMELO, QUITADMELO, POR DIOS.
Y al ver que no le hacían caso la chica volvió a auparse sobre brazos y piernas y esta vez intentó aguantar algo más.
Así estuvo unos minutos hasta que no pudo más y llorando se dejó caer para volver a soltar gritos y alaridos.
- IIIIIIAAAAAAYYY, JODEEERRRRR,, DIOOOS QUITADMELO, QUITADMELO
A Lana la tuvieron sufriendo casi media hora mientras Rebeca que no se perdía detalle, se revolvía en su asiento con toda su entrepierna mojada reclamando caricias y besos de su adorado tío.
Smith comprendió que había que cambiar de tercio así que hizo una señal a Caracortada y éste se acercó a su víctima con otro tipo de sedile formado por dos consoladores de Bronce.
- Dime puta, ¿quieres que te cambie ese asiento por éste?
Lana vio el doble falo y comprendió lo que ese cerdo quería, pero en realidad no le quedaba otra así que dijo que sí.
O sea que quieres sentir los dos falos dentro de tus orificios mientras estás crucificada, serás zorra.
Sí, ponme, ponmelo por favor, pero antes quítame esta cuña infernal.
Dilo en alto, que todo el mundo te oiga.
Quiero, quiero que me cambies el asiento,…por favor.
Más claro puta, no se te entiende.
AAAYYY, QUIERO SENTIR LOS DOS FALOS EN MIS AGUJEROS MIENTRAS ESTOY CRUCIFICADA, ¿ES ESO LO QUE QUIERES QUE DIGA CERDO?
Y todos se rieron.
- Sí puta, eso era lo que quería, ahora doblemente penetrada te divertirás mucho más en la cruz.
Y desatornillando el otro sedile le puso el doble cornu a Lana. Esta al principio intentó evitar meterse los dildos pero Caracortada le obligó.
- O te los metes como has dicho o te pongo el de antes.
Y a Lana no le quedó otro remedio así que trabajosamente se introdujo los dos penes por su vagina y por su ano respectivamente entre gritos de dolor.
AAAHH, AAAYYY
Ja, ja, no creo que te duela tanto como dices, puta, ya debías de estar acostumbrada.
Y acto seguido Caracortada empezó a torturarla salvajemente.
Lo primero fue usar una picana eléctrica de las que usaban los ganaderos con las reses para administrarle descargas eléctricas por todo su cuerpo.
El efecto era devastador para la joven que aparte de gritar a pleno pulmón se agitaba espasmódicamente follándose a sí misma con los dos falos.
Tras lo de la picana el sádico convicto le puso alambre de espino en la base de sus pechos y gracias a un torniquete se los fue apretando hasta cortar parcialmente la circulación en sus tetas.
La pobre Lana aullaba de dolor mientras las espinas del alambre se clavaban intensamente en la delicada carne de sus pechos. Pronto éstos se pusieron turgentes e hinchados como dos globos azulados recorridos por delgados regueros de sangre seca.
Los pezones de Lana se pusieron también turgentes y duros como piedras y ese fue el momento de anillárselos.
Para ello Caracortada le puso unos estiradores de pezones que consistían en unas pinzas dentadas con los que mordió la carne dura de éstos. Entonces gracias a unas palomillas se los fue estirando hacia fuera. El muy sádico no se lo hizo rápido sino muy despacio disfrutando de los alaridos y lloros de la joven que no dejaba de pedir piedad.
- AAAAYYYY, NO MÁS, NO MÁS ME LOS VAS A ARRANCAR NO.
Aunque parezca mentira, gracias a esos perversos instrumentos los pezones de Lana consiguieron alargarse casi un par de centímetros y entonces fue el momento de traspasárselos por su justo medio.
Caracortada usó para eso unas agujas de costura de unos cinco centímetros de largas, pero antes las calentó en una vela.
Cuando la primera había adquirido un color rojizo se la mostró y dio a elegir a la joven si quería empezar por su seno derecho o por el izquierdo.
En lugar de contestar Lana rogó que tuvieran piedad, pero Caracortada era un sádico de la peor especie y tras apretar algo más la palomilla le traspasó el pezón derecho de parte a parte por su justo medio con el alfiler candente.
- UUUAAAAAAAA
Lana dirigió su cara hacia el cielo e incluso se desclavó los consoladores de sus agujeros gritando a pleno pulmón. Mientras le perforaban el pezón a lo vivo Lana se meó encima y estuvo a punto de perder el sentido. Entonces el verdugo le puso el anillo en el agujero que acababa de practicar.
Luego hizo lo mismo con el otro pezón y esta vez Lana puso los ojos en blanco y después de un sonoro alarido se desmayó.
El público estaba anonadado de la crueldad del verdugo y contemplaba en tensión cómo martirizaba a la pobre muchacha.
Al desmayarse Lana quedó en paz e incluso alguno se alegró de que todo hubiera acabado, pero ahí no acabó todo, pues Caracortada la despertó echándola un balde de agua helada y cuando ella recuperó la consciencia le mostró sonriendo el tercer anillo que estaba destinado a su clítoris.
- NNOOOO, NOOOO, POR FAVOOR ESO NO, gritó ella como si pudiera valerle de algo, pero Caracortada calentó la tercera aguja sobre una vela y estirando su clítoris con una pinzas se lo fue clavando en el medio entre los aullidos estentóreos de la chica. La pobre Lana golpeaba con su cabeza contra el madero de la cruz con la esperanza de perder el sentido pero no tuvo tanta suerte.
Algunas esclavas temblaban de terror sólo de ver esa tremenda sesión de tortura, pero Rebeca estaba totalmente mojada y excitada de ver el tremendo tormento que estaba soportando su amiga.
- ¿Puedo acercarme a Lana tío?, quiero consolarla, dijo Rebeca.
El juez dudó un momento y miró al Cónsul Smith.
- Oh, sí pequeña, acércate a ella sin miedo, dijo el viejo.
Rebeca se levantó de la mesa y decididamente se acercó a la cruz donde Lana sufría tormento.
El cuerpo desnudo de la joven estaba surcado de las líneas rojizas de los latigazos y su piel brillaba de su propio sudor. Ahora además tenía los pechos deformados como si fueran grandes globos violáceos y tres anillos dorados adornaban sus pezones y clítoris. Rebeca intentó imaginarse lo que en ese momento sentía su amiga y se sintió culpable por no estar sufriendo el mismo suplicio junto a ella.
Además a la pobre Lana le dolía cada centímetro de su pobre cuerpo por la postura forzada en la que colgaba del madero desde hacía varias horas. La joven no tenía otro remedio así que había vuelto a ensartar los dos dildos en sus orificios y al menor movimiento se follaba con ellos.
Fue entonces cuando Rebeca le acarició el rostro.
- ¿Qué se siente Lana?
Pero la chica apartó la cabeza bruscamente rechazando las caricias de Rebeca.
Déjame, eres tú la que tenías que estar sufriendo este martirio en mi lugar.
Vamos Lana, no me digas eso, sabes que no es mi voluntad. Me dan mucha pena tus torturas, déjame aliviarte.
Y diciendo esto Rebeca se desabrochó el vestido y sensualmente se lo quitó dejándolo caer al suelo. Luego se quitó el tanga e hizo lo mismo.
Para disgusto del juez, muchos de los comensales aplaudieron y silbaron al ver cómo se desnudaba la joven.
Hecho esto Rebeca empezó a acariciar y a besar a Lana, primero en la boca y luego en las tetas restregando las suyas con las de su amiga y entrecruzando los muslos.
Lana aún se resistió un rato pero luego dejó que su compañera de fatigas hiciera el amor con ella y aceptó el beso que Rebeca le ofrecía.
¡Qué bonitas son! exclamó el Cónsul Smith en un éxtasis de placer mientras acariciaba el culito de Patricia.
Sí, ¿lo ve? Es una pena que usted se lleve a Rebeca, añadió el Conde Otto ya ve que se han hecho muy buenas amigas.
Sí y dos excelentes ponies, no vea cómo tiran de mi rickshaw, ja, ja.
El juez contestó airado.
Entre todos han convertido a mi sobrina en un ser depravado. Me la voy a llevar inmediatamente y espero que estas perras sean duramente castigadas.
Oh, por eso no se preocupe juez, pero déjelas, déjelas un rato, no se lleve aún a su sobrina.
El juez le miró con cara de pocos amigos pero le hizo caso.
Las chicas siguieron pues haciendo el amor apasionadamente hasta el punto de que en un momento dado Rebeca se agachó entre las piernas de Lana y empezó a hacerle un largo y gustoso cunnilingus.
Al principio Lana negó con todas sus fuerzas pero tras unos minutos de lamidas dejó que Rebeca siguiera con su dulce trabajo e incluso se folló a sí misma con ambos dildos hasta el punto que estuvo a punto de correrse en la cruz.
Harto de la situación el juez se fue hasta Rebeca y recogiendo el vestido del suelo, la agarró por el brazo y le obligó a incorporarse.
- Vamos despídete de esta zorra para siempre, nos vamos a casa, le dijo.
Rebeca le dio un beso en la mejilla a Lana y siguió obedientemente a su tío.
Justo en ese momento dos de los convictos traían en angarillas un brasero lleno de carbones encendidos y hierros que sobresalían del mismo, mientras que los negros traían otro pequeño braserillo y tras colocar una chapa sobre el mismo fueron colocando radialmente varias decenas de agujas largas de acero con las puntas hacia dentro y las cabezas hacia fuera.
- Déjame, déjame un momento, dijo Rebeca soltándose de su tío.
La joven corrió hacia la cruz e interponiéndose entre Lana y el verdugo le ofreció sus senos con las dos manos.
- Lo de las agujas fue idea mía, no se lo hagáis por favor, hacédmelo a mí.
Pero su tío el juez harto de la situación la agarró bruscamente y se la llevó a la fuerza.
Caracortada se había quedado alucinado con la salida de Rebeca y le apenó mucho que se llevaran de allí a semejante masoca dispuesta a sufrir por su amiga, pero se encogió de hombros y cogiendo el hierro de marcar ganado se lo mostró a Lana acercándoselo a la cara.
Al ver en el extremo del hierro esa pequeña cruz de color entre rojo y blanquecino con la que le iban a marcar la piel Lana empezó a gritar histérica.
NO, NO TE VAYAS REBECA, AYUDAME POR FAVOR, POR FAVOR, NO DEJES QUE ME LO HAGAN NO.
Pero sin hacer caso de sus gritos el cruel convicto acercó el hierro candente al monte de venus y esbozando un rictus de sadismo se lo colocó sobre la piel apretando para que quedara una buena marca.
AAAAAYYYY
Un largo y espantoso alarido siguió a la aplicación del hierro candente sobre la piel, mientras una columna de humo y un horripilante siseo se oía por todo el jardín.
- IIAAAAAYYYY
Lana continuó temblando y gritando con el rostro dirigido a lo alto mientras todos contenían el aliento.
Al oír el alarido de dolor de su compañera, Rebeca no pudo evitar volverse unos segundos pero siguió obedientemente a su tío.
Así Rebeca no pudo asistir al resto del doloroso suplicio de la pobre Lana a la que en las siguientes horas traspasaron los pechos con agujas candentes entre gritos y berridos de dolor.
Continuará