El Penal de los Lamentos (13)

El alcaide informa al juez de que el compatriota de las periodistas, el cónsul Smith, quiere extorsionarles. Sin querer Rebeca da al alcaide un información muy interesante. Al final la propia Rebeca es usada como moneda de cambio con el cónsul.

Tras el segundo día del interrogatorio de Yulia y Alina y mientras  los miembros del tribunal descansaban, el alcaide  y el juez se fueron a su despacho para tomar café y hablar de un asunto importante.

La encargada de servirles el café fue la bella Rebeca a la que el alcaide puso unos elegantes grilletes dorados en tobillos y muñecas. Dichos grilletes estaban  unidos entre sí por cadenas muy finas que realzaban su belleza y que hacían un agradable sonido cuando ella se movía. Las marcas de los latigazos del día anterior aún se notaban pero eran muy tenues. Sin duda la juventud de la muchacha permitía que su piel se recuperara con mucha rapidez.

El juez se quedó nuevamente maravillado de la belleza natural de su sobrina. La chica se había depilado la entrepierna y había recogido su larga cabellera en una coleta que dejaba aún más a la vista su preciosa anatomía, además sabía moverse con delicadeza y sumisión encantada de ver cómo la miraban esos dos hombres maduros.

Rebeca les llevó el café hasta el tresillo y luego mientras se lo tomaban, puso una pierna encima del brazo del mismo para que su tío inspeccionara y toqueteara su sexo depilado.

  • Así estás más bonita, Rebeca, prefiero que lo mantengas siempre depilado.

  • Lo que tú digas tío.

Luego se arrodilló delante de los dos hombres y con toda naturalidad les desabrochó las braguetas y les sacó al aire sus respectivos miembros para hacerles una fellatio y masturbarles alternativamente.  Los hombres hablaban con toda tranquilidad mientras la sumisa muchacha manipulaba sus penes con delicadeza y les amenizaba el café gracias a sus habilidades orales recientemente adquiridas.

  • Por cierto ¿Sabe con quién hablé ayer?, dijo el alcaide mientras observaba la larga cadena de la muchacha… con el cónsul Smith

  • ¿Ah sí? ¿y qué quería ese viejo pervertido?

  • Pues nada menos que un pase gratis a la prisión

  • Ese es un muerto de hambre además de un rácano, siempre lo he dicho.  Lleva años intentando  acceder al penal para hacer realidad sus sórdidas obsesiones, pero el caso es que no se lo puede permitir o no está dispuesto a gastarse esa cantidad, no sé. Que yo sepa sólo tiene una casa de campo perdida en un pueblo de mala muerte, igual hasta la tiene hipotecada.

  • Ya sabe que es un obseso de la crucifixión de mujeres. De hecho quiere practicarla con las prisioneras del penal a toda costa, pero como dice usted no tiene dinero o no quiere gastarlo.

Repentinamente Rebeca dejó lo que estaba haciendo y miró fijamente al alcaide al oir esa revelación.

-Vamos pequeña, le dijo el juez, no te pares, lo estás haciendo muy  bien, y ella obedeció de la misma aunque el corazón le empezó a latir más rápido.

  • Imagino que las tarifas por permitir algo tan aparatoso como una crucifixión en el penal estarán fuera de su alcance

  • Totalmente, por eso nunca se lo he permitido, pero ahora nos pide que le dejemos hacer lo que él quiera completamente gratis.

El juez reía divertido al oir sobre los patéticos intentos del tacaño personaje.

  • ¿Y cómo pretende obtenerlo sin pagar?

Aquí el alcaide se puso más serio.

  • Señor juez, no se ría, la cosa es más grave de lo que parece.  No sé cómo pero el cónsul se ha enterado de lo de las periodistas.

El juez iba a tomar un sorbo de café pero se quedó a medias.

  • Precisamente lo que pide es  a cambio de su silencio. Si no accedemos denunciará ante las autoridades de su país el juicio que usted está llevando a cabo contra ellas y entonces nos veremos en un grave aprieto.

  • ¿Qué me está contando? Dijo el juez sin salir de su asombro.

El hombre se quedó pensativo, la revelación del alcaide le había cogido de sorpresa y le hizo cambiar drásticamente su actitud, ya no reía precisamente. Aún tardó unos segundos en hablar.

  • Tiene razón alcaide, tiene usted que acceder a lo que le pida, no hay más remedio, si no, nos veremos en un grave problema. Lo único que tenemos a nuestro favor es precisamente que se trata de  un hombre lo suficientemente corrompido como para que se le pueda comprar.

  • Me temo que habrá que concederle muchas cosas para que no hable, incluido lo de la crucifixión. Precisamente mañana vendrá aquí a tratar conmigo el asunto.

El juez terminó su taza con gesto preocupado.

  • Cambiando de tema ¿ha decidido qué vamos a hacer con su sobrina?, lo de ayer fue muy desagradable.

  • Aún no lo sé señor alcaide. Creo que por el momento la voy a seguir dejando a su cuidado en la prisión, téngala con usted en sus aposentos y cuide de ella.

  • Descuide, señor juez, dijo el alcaide que cruzó una furtiva mirada con la esclava.

Los hombres siguieron y siguieron hablando hasta que la dulce Rebeca consiguió que los dos le eyacularan entro de su boca. La chica se lo tragó discretamente y tras limpiar los restos de esperma con la lengua, recogió el servicio de mesa.

…………………………

Esa noche Rebeca volvió a dormir con el alcaide, pero esta vez el hombre folló con ella salvaje e intensamente en todas las posturas  y sólo respetó su ano por petición expresa de su tío. Después de la tercera vez que hicieron el amor, el alcaide estaba agotado aunque la insaciable adolescente hubiera deseado un polvo más.

Estaba el alcaide reposando cuando ella se le acostó al lado y mientras acariciaba su torso le dijo.

  • Señor alcaide, he oído lo que hablaba con mi tío y quería hacerle una proposición que puede solucionar sus problemas y los míos.

El alcaide le miró extrañado.

  • Adelante pequeña, di lo que tengas que decir.

  • Se me ha ocurrido algo pero me da un poco de reparo….

Rebeca jugueteaba con sus dedos en la pelambrera del pecho del hombre.

  • Vamos termina lo que has empezado

  • Está bien, ese viejo con el que ha hablado por teléfono y al que tiene que contentar o pagar una deuda,………… la verdad es que no lo he entendido muy bien….

  • El cónsul Smith.

  • Sí, ese,….. ha dicho usted que le gustaría practicar la crucifixión con las prisioneras.

El alcaide la miró tratando de adivinar.

  • ¿Por qué no me regala usted como esclava a ese hombre?

Esa salida no se la esperaba el alcaide.

  • ¿Qué ocurre? ¿Ya no quieres ser esclava de tu tío?

  • Sí, aún le quiero, le quiero mucho, pero ya ve que él no está preparado para tratarme realmente como a una esclava…..además lo del cónsul sólo sería algo temporal, me podría ofrecer a él por un tiempo, no sé una o dos semanas, eso decídalo usted.

  • Tu tío no querrá.

  • Olvida que soy mayor de edad y que ahora mismo podría ir donde ese cónsul y entregarme a mí misma a él, pero así no podría ayudarles a ustedes, creo que sería mejor que me usase como moneda de cambio.

  • Pero ¿por qué quieres ser la esclava de ese individuo?, pensaba que querías permanecer en la prisión.

  • Ya pero ya le ha oído a mi tío, aquí no seré una verdadera esclava, además….. dicen ustedes que ese hombre está obsesionado con crucificar mujeres y ese es uno de mis sueños.

Rebeca dijo eso muy sonrojada y sin atreverse a mirarle al alcaide a los ojos.

  • Rebeca, ¿sabes acaso en qué consiste el suplicio de la cruz?.

  • Sí, he leido mucho sobre él  y me pone muy cachonda pensar que me crucifican en público, siempre y cuando no llegue a la muerte claro.

  • No, no por supuesto, el cónsul no es un asesino, sólo quiere jugar, pero aunque no te sujeten a la cruz con clavos sino con cuerdas debe ser un terrible sufrimiento.

  • Estoy dispuesta a probar, señor alcaide, entrégueme a él a cambio de su silencio, así al menos les prestaré un servicio a mis verdaderos amos.

Y según le dijo esto empezó  a besarse con el alcaide reclamándole otro polvo.

  • Desde luego, eres insaciable pequeña, pero yo tengo una edad ¿sabes?, ahora déjame que te lo haga yo, y tumbándole a ella en la cama le abrió las piernas y le empezó a lamer el sexo y a masturbarle  alternativamente.

Esta vez fue el alcaide el que comenzó la conversación mientras seguía jugueteando con su coño.

  • Hay una cosa que me ronda la cabeza desde que te conozco Rebeca. Dices que te iniciaste en el colegio ¿tú sola?.

  • …….Pues,…pues,….

  • ¿Y bien?

  • Sí, fui yo sola…ya se lo conté..me masturbaba.

  • Rebeca, la primera vez has dudado al contestar, eso significa que no me dices la verdad.

Rebeca se quedó callada mientras hacía que gozaba del cunnilingus..

  • Lo he adivinado, en realidad no te iniciaste tu sola, alguien lo hizo….. ¿algún profesor?

Rebeca negó con la cabeza.

  • ¿Profesora entonces?

Nuevamente la chica negó sin darse cuenta de que se estaba metiendo en una trampa, bastante tenía con el orgasmo que iba progresando lentamente en su entrepierna..

  • Entonces lo hacías con otra compañera ¿verdad?

Rebeca tardó en contestar calculando lo que podía contar.

  • Sí,…. .pero no…….no le diré nombres,…..

  • No te preocupes Rebeca, no quiero saber quién era, es que me da morbo saber lo que haciáis , ¿dime Rebeca  qué cosas haciais?

  • Era, era….era solo un juego

  • ¿Un juego? ¿Qué clase de juego?

  • Ya sabe…..torturas,…..sado. Siga por favor, no pare.

  • O sea que  sado y ¿Haciais el amor entre vosotras?

  • Sí….sí….y nos atabamos,….. la mayor parte de las veces…. yo era la esclava… y ellas me torturaban.

  • ¿Ellas Rebeca?, ¿eran más de una?

  • Sí…. Eran dos..

  • ¿Y cómo te torturaban Rebeca?

Mientras le preguntaba el alcaide seguía masturbandola delicadamente mientras con la otra mano le acariciaba todo el cuerpo. Entre tanto la chica hilaba las palabras  malamente y se pellizcaba y tiraba de los pezones.

  • Con,….  con  pinzas de la ropa…… o  clips de papel……. Con eso me torturaban los pezones y me los retorcían. Siga, creo  que me voy  a….

  • ¿Y tú te dejabas?

  • Sí,…..sí….. pero les insistía que me ataran a la cama y me amordazaran,…. estábamos en mi habitación ¿sabe?..... Y claro,……. no podíamos hacer ruido.

-  ¿Y qué más?

El alcaide seguía jugando con el sexo de Rebeca y ella estaba muy cerca del orgasmo.

  • También usaban un cepillo del pelo…… para…. para arañarme la piel, …..entre los muslos,…… en el sexo…, luego me chupaban ahí….. siga por favor siga, no pare.

  • Me imagino que tendrías muchos orgasmos con tus amiguitas.

  • Siii, Siii.

  • ¿Y sólo te gustaba hacer de esclava?

  • Nooo…..otras veces …..hacía de verdugo…..me gustaba sacarles fotos con el móvil……atadas, sí….aahhhha

En ese momento Rebeca tuvo un orgasmo y se retorció de placer mientras el alcaide seguía  acariciándola

Los dos se besaron y se abrazaron para quedarse dormidos así.

Sin embargo el alcaide no dormía sino que sonreía perversamente por la interesante indiscrección de la muchacha…..

  • De modo que les hacías fotos con el móvil, ¡qué interesante!, pensó para sí.

………………..

El cónsul Smith llegó pronto a la prisión a eso de las  9h., era un viejo decrépito, de más de 70 años, bastante repulsivo y con un poco de parkinson. A su edad tenía que andar con ayuda de un bastón pero eso sí, el tipo iba impecablemente trajeado.

El viejo venía acompañado por dos negrazos enormes que le hacían de guardaespaldas y de criados a un tiempo. Ambos se quedaron de pie flanqueando la puerta del despacho.

  • Buenos días señor alcaide, gracias por recibirme.

  • Gracias a usted por venir, venga, sentémonos en el tresillo, estaremos más cómodos. ¿Quiere tomar algo?. ¿Un café quizá?

  • Sí, me vendría bien un café.

  • Me he tomado la libertad  de mandar prepararlo,…. ahora mismo nos lo traerán, y diciendo esto el alcaide dio dos palmadas.

  • ¡Oh!

La expresión del cónsul  fue de sorpresa pero estaba totalmente justificada, pues la que les traía el café no era otra sino Rebeca. La muchacha traía una bandeja con las tazas y todo lo necesario, leche, azúcar y unas galletas,  por lo demás la chica llevaba unos zapatos de tacón de aguja, una minifalda de vuelo y el top de un bikini.

La falda era tan corta que cuando se agachó para colocar la bandeja en una mesita la chica enseñó el culo desnudo y depilado a los dos hombres pues no llevaba ropa interior. Por su parte los triángulos del bikini eran  también muy pequeños y sólo daban para tapar malamente la aureola de los pezones..

Cuando terminó de servir el café, Rebeca se puso firme y quieta como una estatua, a pocos centímetros del cónsul pues eso era lo que el alcaide le había ordenado

  • Que niña tan bonita, dijo el  viejo mirándole las piernas cuando pudo recuperarse de la sorpresa.

  • Le he dicho que se tape un poco en consideración a usted, ¿le gusta la chica?

  • Pues claro, claro que me gusta, es una deliciosa criatura, ¿cuántos años tiene? ¿ha cumplido ya los 16?.

  • Me han dicho que acaba de cumplir los dieciocho pero no lo parece ¿verdad?.... ¿le gustaría tocarla?

  • ¿Puedo?

  • Por supuesto que puede, desde hoy es suya.

  • ¿Cómo dice?

  • Que es completamente suya, es un regalo que yo le hago,…. por supuesto temporal, ja, ja.

El cónsul no daba crédito.

  • ¿Me va a regalar una prisionera?

  • No es una prisionera, es una esclava.

  • Ah, una esclava suya, y ¿me la puedo llevar a mi casa?

  • Claro que sí y allí podrá hacerle lo que quiera, es muy complaciente, ¿verdad Rebeca?

  • Sí, mi amo.

  • ¿Y por cuantos días me la deja?, dijo el viejo acariciándole las piernas sin creerse lo que le estaba pasando.

  • Bueno, no hay por qué decidirlo ahora mismo, pueden ser días o semanas, ya lo veremos, de todos modos cada vez que venga aquí podrá tenerla a su disposición… completamente gratis.

  • Muchas gracias señor alcaide no podía haberme hecho un regalo mejor, y diciendo esto el viejo se puso a acariciarle el culo por debajo de la falda. Tiene un culito de niña, suave y tierno, dan ganas de chuparlo.

  • Chupelo si quiere.

  • ¿Ahora?

  • Sí, a ella le gusta mucho que la usen

Y el cerdo del cónsul le levantó la faldita y se puso a lamerle las nalgas.

Huelga decir que Rebeca se dejó hacer sin moverse e incluso sonrió al viejo al notar su lengua denterosa lamiéndole el trasero. Por supuesto le daba asco ese hombre pero ante todo ella era una esclava y no podía hacer otra cosa que obedecer.

  • Vamos a ver lo que tienes por aquí, dijo entonces el viejo y con sus manos temblorosas le apartó los dos mofletes del culo para ver en su interior. Hmmm ¡que tesoro!, un coñito de labios tiesos y jugosos y un culito sin estrenar, qué maravilla.

  • Toquela entre los labia, apuesto que está muy mojada.

El viejo le pasó el dedo por toda la raja.

  • Sí es cierto  está muy cachonda, je, je que guarrilla, date la vuelta que te coma un poco la pocha, pequeña, me encantan los coñitos jóvenes. Rebeca le obedeció y el viejo metió la cabeza bajo la falda para lamerle el clítoris y dentro del sexo.

  • Ahhhhhh, a Rebeca le gustó la lamida pero además hizo un poco de teatro para agradar al viejo.

  • Ja,ja, qué suerte tengo, es una adolescente calentorra, muchas gracias señor alcaide voy a disfrutar mucho de mi regalo. ¿Podría…?

  • Diga, diga lo que quiera, ¿qué desea?.

  • Quisiera verla completamente desnuda, bueno que se deje los zapatos de tacón.

  • ¿Desnuda?, por supuesto, ya has oído Rebeca quítatelo todo para que te vea el señor.

  • Sí mi amo, y sin dudar un momento la bella Rebeca se quitó el sostén y se soltó la falda con mucho encanto mirando lascivamente al cónsul.  Hecho esto se puso en postura de sumisión con las manos en la nuca y las piernas abiertas con tal naturalidad que parecía que llevaba toda la vida haciéndolo.

  • Date la vuelta Rebeca, qué el cónsul te vea bien.

Ella lo hizo al momento, rotando lentamente sobre sí misma. Entonces se dio cuenta de que los dos criados negros la miraban con deseo y eso le puso más cachonda.

  • Qué tetitas, y qué guapa es, tiene cara de niña. Ahora me gustaría que le ataran las manos a la espalda..

  • Qué prefiere, ¿esposas, grilletes?

  • No, mejor una soga pero que le aten mis guardaespaldas que lo hacen muy bien.

El alcaide les pasó una soga a los guardaespaldas y éstos le ataron los brazos a la espalda con varios nudos muy prietos que le dejaron totalmente inmovilizada.

  • Así, así, preciosa, todo el tiempo que estés en mi casa de campo estarás así, desnuda y con los brazos atados a la espalda, así te tocaré y te follaré  y te haré lo que quiera cuando se me antoje, bueno,….. yo  y mis criados.

La chica cruzó una fugaz mirada con esos dos que ya la miraban como dos lobos hambrientos . A Rebeca le podía dar grima el viejo pero le encantaba la perspectiva de estar en poder de esos dos fortachones. Sólo imaginárselo estaba toda mojada.

  • Espero que la disfrute señor cónsul, aunque es un poco inexperta hace muy bien el amor.

  • Qué pena estar tan lejos de casa, esta preciosidad me la ha puesto dura y ahora tengo que esperar varias horas antes de….

  • Oh, no hay por qué esperar tanto, si le parece mientras hablamos la chica se la puede chupar, lo hace muy bien.

  • Bien, si a usted no le importa,…….. ven aquí pequeña y hazme una mamada, y diciendo esto el viejo se sacó el miembro al aire.

El tío tenía una picha patética, pequeña y arrugada, desde luego muy poco atractiva para la muchacha, sin embargo Rebeca se comportó otra vez como una buena esclava y se acercó a él fingiendo deseo. Tras arrodillarse entre sus piernas le dio las gracias por dejarle felársela y se la empezó a chupar sin prisa pero sin pausa.

  • Oh qué gusto, así pequeña muy despacio, así, no hay ninguna prisa preciosa.

  • Ja, ja, me parece que después de usted va a tener que chupársela a sus criados, están totalmente entrampados.

  • Oh claro que sí, pequeña, cuando acabes conmigo se la chupas a ellos ¿de acuerdo?

  • Sí mi amo, dijo ella mirando de reojo a los dos negrazos.

  • Muy bien, y ahora hablemos del asunto, como sabe esas dos gringas entrometidas han venido a estropearnos el negocio y a denunciar a todos los clientes de este establecimiento, incluido usted, de modo que tenemos que conseguir que sean condenadas a la pena de muerte.

  • Sí, sí,  para conseguir la perpetua, estoy enterado. Muy bien, después del regalo que me ha hecho crea que no tengo ninguna objección, además estoy de acuerdo que son un peligro para nosotros. El viejo hilaba las palabras con dificultad, hacía mucho que no le hacían una mamada.

  • Aquí es donde su papel es decisivo. Como cónsul de su país debería hacer un informe favorable para que esas dos  cumplan su condena en esta prisión y evitar que puedan ser extraditadas,  así nunca podrán divulgar lo que saben.

  • Ya y serían condenadas a esclavitud perpetua entre estos muros llenos de sádicos, ja, ja, no me gustaría estar en su piel, la verdad…..Ahora métetela entera en la boca, querida,…así, asiiiii……  Por cierto, ¿cómo son las acusadas?, hablé con Alina por teléfono pero no las he visto, ¿Tiene alguna foto?.

  • Tengo varios videos en que puede verlas completamente desnudas y en pleno tormento.

  • ¿Cómo no  lo ha dicho antes?, ponga ese video por favor, quítele el sonido y así podremos seguir hablando mientras lo vemos.

El alcaide encendió la televisión mientras el viejo se recostaba para gozar más de la felación de Rebeca. La chica ya había conseguido que al cónsul se le pusiera tiesa y el hombre tenía que reprimirse para no ponerse a suspirar de placer. Entre tanto, en la pantalla aparecían las excitantes escenas de la cámara de tortura.

  • Aquí están sobre el potro de tortura las dos juntas, la escena es de ayer mismo.

  • Dios mío qué belleza, las dos tienen unos cuerpos muy bellos. Teniéndolas aquí condenadas sacará usted una fortuna con ellas teniendo en cuenta  la cantidad de sádicos que querrán ponerles la mano encima.

  • Por supuesto cuando sean condenadas ellas también estarán a disposición de los clientes, incluyéndole a usted, sólo que en su caso será completamente gratis ¿nos ayudará?

El cónsul se dio cuenta de que estaba en una posición de fuerza, estaba encantado con el regalo que le habían hecho, esa pequeña zorra mamoma que le estaba chupando tan bien su viejo pene, pero sabía que eso era temporal  y ahora quería algo más permanente.

  • Cómo sabe, señor alcaide, soy un hombre completamente pervertido, a mi edad estoy obsesionado con la crucifixión de mujeres y siempre he querido hacerla realidad. Su prisión era el lugar idóneo para hacerla y por eso vengo acudiendo a ella desde hace años, pero el caso es que sus tarifas son muy  caras para mí. Quizá ahora podría cederme dos o tres prisioneras gratuitamente para crucificarlas, digamos una vez por semana….. Así haría feliz a un viejo, señor alcaide.

  • Imagino que cuando habla de crucifixión no está hablando de usar clavos, quiero decir que no quiere llegar a la muerte.

  • Por supuesto que no, señor alcaide sólo usaría cuerdas, pero no sé si sabe que por lo demás el suplicio es casi igual de terrible, sobre todo si dura muchas horas. Además una vez estén en la cruz se les puede hacer casi de todo.

Sin que los hombres lo advirtieran Rebeca se estaba poniendo cachonda perdida con la conversación, sin embargo, siguió chupandosela al cónsul sin alterarse.

  • Bien, lo que pide es razonable, además yo también tengo curiosidad y seguramente todos disfrutaremos de la experiencia de crucificar prisioneras en el patio del penal…… ¿Sabe lo que se me está ocurriendo en este momento?. Le puedo ceder precisamente las dos gringas para que sean crucificadas….. De hecho, sí…. vaya preparándolo todo pues podrá crucificarlas en el patio del penal en cuanto sean condenadas…. y no una vez sino todas las que quiera.

  • ¿De verdad?, ¿haría eso por mí?  Aaaahh, ahhh, sí sigue bonita sigue me cooorrrooo!

Efectivamente sólo imaginarse que iba a poder crucificar a esas dos bellezas y las insistentes lamidas de Rebeca terminaron de provocarle un intenso orgasmo como hacía muchísimos años que no experimentaba. El viejo se convulsionó en el tresillo y eyaculó cuatro veces sobre Rebeca.

  • A qué bien, qué bien lo has hecho preciosa le dijo a Rebeca que tenía la cara manchada de semen.

  • Espero que haya disfrutado mi amo, ¿puedo hacerle una pregunta?

  • Adelante pequeña.

  • ¿Me va a crucificar a mí también?

  • ¿Te refieres aquí en la prisión?

  • Y también en su casa si así lo desea, ¿podría crucificarme hoy mismo?

El viejo se quedó parado, no se lo podía creer.

  • ¿Acaso deseas pasar por eso?, como he dicho el alcaide es una tortura muy cruel.

  • Lo sé pero lo soportaré si mi amo disfruta con mi sufrimiento.

  • Se me olvidaba decírselo señor cónsul, su nueva esclava es una auténtica masoquista, disfruta con el dolor y cuando se enteró que estaba obsesionado con la crucifixión me pidió expresamente que se la entregara a ud. Se decepcionaría mucho si no la sometiera a semejante castigo.

El cónsul miró con incredulidad y deseo a Rebeca

  • Ja, ja, claro que te voy a crucificar, pero hoy no puedo, antes tendré que mandar al carpintero que haga una cruz digna de ti.

La joven siguió como si nada.

  • ¿Estaré desnuda cuando esté en la cruz?.

  • Por supuesto, completamente desnuda, ni siquiera llevarás un paño que oculte tu sexo.

  • ¿Será usted el encargado de hacerlo?

  • No pequeña, soy demasiado viejo para eso, ellos se encargarán de hacerlo, dijo señalando a los dos criados negros. Por cierto, hemos dicho que después de mi se la ibas a mamar a ellos, hazlo ahora, a juzgar por el bulto de sus pantalones les va a reventar si no lo haces.

  • Sí mi amo.

Rebeca se fue hasta los dos negrazos muy excitada al saber que ellos iban a ser sus nuevos verdugos y para cuando se arrodilló ya se habían sacado sus trancas.

  • Muy bien, dijo el alcaide, entonces estamos de acuerdo ¿no?

  • Sí señor alcaide, estoy muy satisfecho de nuestro acuerdo, pero ahora me vendría muy bien un poco de dinero, estoy un poco escaso.

El alcaide ya se imaginaba eso.

  • ¿Con cuanto se conformaría?

  • 10.000,…… dólares por supuesto.

  • Creo que ya le he compensado bastante, ¿no le parece?.

  • Sí, sí por supuesto, estaba bromeando dijo el muy rácano, me conformo con 5.000.

  • Está bien, 5.000 pues, ¿algo más?, el alcaide quería zanjar ya el asunto pues si no el viejo podría seguir abusando y ya le parecía que le había concedido demasiado..

  • Señor alcaide, es usted muy generoso ¿me la puedo llevar cuando quiera?, a la chica digo.

  • Claro que sí, pero me imagino que sus criados preferirán que antes les termine el trabajito. Rebeca estaba disfrutando de verdad comiéndose dos mangueras negras enormes, la chica no daba abasto y estaba muy caliente felando dos penes de un tamaño como nunca se hubiera imaginado. Tras mucho insistir lame que te lame, la pequeña Rebeca consiguió que los dos hombretones le echaran en la cara toda su carga dejándosela perdida de lefa.

La joven se levantó y sin siquiera limpiarse la cara y las tetas se acercó a su nuevo amo, goteando esperma del mentón. La bella Rebeca miró al horizonte y puso la postura de sumisión en espera de la orden del viejo.

  • Muy bien, preciosa, veo que no soy el único que va a disfrutar de tu compañía. Venga desatadla y tú  lávate la cara y ponte algo que tengo prisa por llevarte a mi casa.

  • Si quiere podemos darle otras ropas, con eso estará medio desnuda, no sé si es lo más adecuado para pasearla por ahí.

  • Así está perfecta, cuanto menos ropa lleve mejor.

Rebeca no tardó ni un minuto en ponerse encima los dos trapos que llevaba y el cónsul se la llevó lo más aprisa posible no sin antes darle una orden.

  • Bueno esclava, cuando vayas por la calle quiero que camines cinco metros por delante de mí, quiero verte bien.

  • Sí mi amo.

  • Adios señor alcaide, ya me llamará con lo que sea.

  • Adiós cónsul y cuideme a Rebeca.

  • Descuide.

El cónsul salió al patio para encaminarse a la salida de la prisión  y la joven le obedeció desde el primer momento caminando varios metros por delante de él. De hecho viéndola caminar por el patio de la prisión hacia la salida, al viejo Smith se le ocurrió que quizá podría cumplir con la pequeña Rebeca  otro de sus sueños depravados.

(continuará)