El Penal de los Lamentos (10)

Las dos gringas son sometidas a una larga y cruel sesión de tortura para que confiesen sus "crímenes".

Justo cuando dejaba a Rebeca en las letrinas de la prisión avisaron  al alcaide que acababan de llegar el juez y el tribunal para participar en el interrogatorio de las dos periodistas y que en ese momento le esperaban en su despacho.

Con el juez acudió un fiscal,  un escribiente o secretario que daría fe de las confesiones de las prisioneras y un abogado defensor. Los tres habían sido cuidadosamente elegidos por el propio juez entre sus hombres de confianza. Además todos ellos, incluido el abogado eran asiduos clientes del penal. De hecho y para evitar posibles dificultades el alcaide les prometió acceso gratis a las prisioneras durante todo un año.

Los miembros de ese peculiar tribunal pasaron un par de horas diseñando la estrategia a seguir en el interrogatorio preliminar. De hecho, el presunto juicio se iba a convertir en una pantomima hasta tal punto que ya llevaban preparada la sentencia de las dos periodistas,…. a muerte, por supuesto.

A esta sentencia  se deberían ajustar las pruebas, que en realidad eran documentos y declaraciones falsificadas así como las propias confesiones de las reas que serían obtenidas por cualquier medio. De hecho las confesiones inculpatorias también estaban ya escritas con todo detalle y sólo las tendrían que firmar,….. peor para ellas si no lo hacían.

El abogado defensor aseguró que permanecería callado durante todo el proceso pues la culpabilidad de sus defendidas estaba más que demostrada y no había mucho que añadir excepto que ellas se declararan culpables.

  • Estoy muy interesado en ésta, añadió el  abogado esgrimiento una foto en la que Yulia se mostraba completamente desnuda. Espero que una vez condenada pueda tener un acceso completo a ella. Tengan en cuenta que seguiré siendo su abogado y que ante todo me debo a mis clientes, ja, ja.

Al fiscal en cambio, lo que más le interesaba era el tipo de instrumentos que se iban a usar con las acusadas y un tanto alterado apostó por utilizar directamente el potro de tortura pues según sus propias palabras “era el método más efectivo para arrancar confesiones” .

  • Comprendo su celo, señor fiscal pero tenga en cuenta que los interrogatorios se pueden alargar días o semanas, dijo el alcaide, es mejor ir poco a poco con ellas.

  • Pero señor juez.

  • Nada, nada, el juez respaldó la opinión del alcaide…. de todos modos no se preocupe,…. si confiesan antes de tiempo le prometo que les haremos probar  el potro sólo como entretenimiento, no nos vamos a quedar con las ganas, ja, ja..

Todos respondieron con risas a la salida del juez

Tras estas largas deliberaciones, los miembros del tribunal se reunieron con Sánchez y los otros verdugos y todos juntos bajaron hacia las mazmorras donde se iba a efectuar el interrogatorio. El carcelero Matías les abrió la puerta e iluminando bien los escalones les guió hasta la cámara de tortura.

Antes de entrar en ésta, el carcelero indicó al alcaide y los demás que observaran el estado de las acusadas para comprobar que estaban listas para el previsible tormento, por ello les hizo mirar dentro de las mazmorras a través de una mirilla.

En la primera mazmorra estaba Alina que tras cabalgar buena parte de la noche sobre el pony había sido encerrada allí mismo.  Matías la había colocado en una “cigüeña”, un cepo rígido de hierro triangular con grilletes en cuello, muñecas y tobillos de manera que la muchacha tenía que permanecer sentada en el suelo con la espalda doblada mientras la cadena  del collar que llevaba al cuello estaba solidamente unida a la pared. Al ver que ya venían a torturarla Alina miró desfiante hacia el ventanuco

El alcaide sonrió al ver lo que el carcelero había hecho con ella esa noche y dio su visto bueno y lo propio hizo el juez al ver que la joven estaba en perfecto estado a pesar de mostrar algunas huellas de latigazos.

En la segunda mazmorra estaba Yulia que en realidad se encontraba  libre dentro de su celda pues la habían traído poco antes y Matías no había tenido tiempo de ponerle restricciones más sólidas. No obstante y para evitar que se masturbara le había atado las manos a la espalda.

Cuando la muchacha advirtió que la miraban desde el ventanuco se dio la vuelta dando la espalda a los curiosos y luego se arrodilló en el suelo para enseñar les lo menos posible. Yulia también mostraba sobre su espalda las señales del flagelo pero igualmente se consideró que estaba preparada para afrontar el interrogatorio.

Tras esto el tribunal entró finalmente en la cámara de tortura. Ninguno menos el juez conocía ese lugar así que comentaron jocosamente la cita de la Divina Comedia y luego se quedaron de una pieza al ver la cámara de tortura en sí.

  • Le felicito, señor alcaide, dijo el fiscal. Nunca había visto nada igual.

  • Muchas gracias, siéntense allí, señores y ud. secretario puede colocarse en esa mesa.

Mientras el tribunal se preparaba, los verdugos ayudaron a Matías a traer a las acusadas.

Yulia y Alina comparecieron finalmente ante aquellos hombres crueles y despiadados. A las acusadas les quitaron esposas y grilletes pero hubieron de mostrarse ante sus jueces así como estaban, completamente desnudas como signo de acatamiento y sumisión a las decisiones del tribunal. Además y como les explicó el alcaide, era previsible que se les tuviera que aplicar tormento y para eso lo mejor es que estuvieran desnudas como cuando nacieron.

Al principio los hombres no les hicieron mucho caso, así que las dos muchachas temblaban encogidas tratando de resguardar sus vergüenzas con los brazos  mientras los miembros del tribunal hablaban entre sí entre cuchicheos y se pasaban una infinidad de papeles. Entre tanto, y a la vista de ellas los verdugos terminaban de preparar los instrumentos de tortura.

Así estuvieron unos diez minutos hasta que por fin se abrió la sesión.

  • Yulia y Alina, dijo ceremoniosamente el juez tras dar un mazazo en una mesa, comparecéis ante este tribunal para responder de cargos terribles que ya han sido ampliamente demostrados. Sólo necesitamos pues vuestra confesión que esperamos sea franca y sincera. Se os conmina pues a decir la verdad si queréis escapar a los rigores del tormento.

Las muchachas no bajaron la mirada esta vez, en su lugar la fijaron con odio en ese alcaide que las había traicionado tantas veces.

  • Lea el primer cargo secretario.

  • Las reas están acusadas de haber engañado a un honrado hombre de negocios y al alcaide de esta prisión prostituyendo su cuerpo con el fin de acceder ilícitamente a estas dependencias y extorsionar así a diversos empresarios, cargos políticos y jueces.

  • ¿Cómo es declaráis de este primer cargo? ¿Reconocéis el delito? Lo único que tenéis que hacer es firmar las dos esa declaración y escaparéis de la tortura.

  • Eso no es cierto, contestó con vehemencia Alina, mirando el papel que le ofrecían, somos inocentes. Lo único que es verdad es que somos periodistas y que queríamos entrar en la prisión para verla.

  • Y ¿para qué queriais visitar la prisión exactamente?

  • Queríamos ver lo que ocurría en ella y cerciorarnos de los rumores que se oían. Nuestra intención era obtener información y denunciar así cómo se abusaba de las prisioneras,….. os lo juro señoría.

  • Y para convencer al alcaide le sedujisteis con vuestros cuerpos.

Las dos muchachas se miraron confundidas.

  • ¿Y qué?, nadie le obligó

Alina insistía en taparse con los brazos y en defenderse de las acusaciones pero no se hacía ilusiones sobre lo que les esperaba. Eso sí, se prometió a sí misma que soportaría la tortura por dura que fuese.

  • Secretario, anote que la acusada Alina reconoce haberse prostituido para entrar en el penal.

  • No, no me ha entendido, eso no es prostituirse, yo no soy ninguna puta.

  • Lo acabas de decir, ¿es que además vas a burlarte del tribunal?.

  • No es cierto, yo no he dicho eso, ¿es que está usted loco?

  • Ese insulto es desacato al tribunal y no pienso permitirlo. Verdugo, cuélgala en estrapado y dale veinte fustazos como castigo.

  • No, no, ¿Qué clase de juicio es este? dejadme

Dos verdugos cogieron bruscamente a Alina y la sometieron a pesar de que ella luchó como una fiera. Le  ataron los brazos a la espalda y tiraron de ellos para arriba gracias a una soga de manera que ella quedó en estrapado, con la espalda doblada y los pies de puntillas.

  • Procede verdugo, veinte fustazos.

  • ZAAS, ZAAASS

  • AYYY, AAYYY, no tienen derecho, no he hecho nada, aaayyy

Los fustazos fueron cayendo sobre el trasero de la muchacha sin ninguna misericordia marcándole las nalgas y haciendo que sus protestas se convirtieran en agudos gritos de dolor.

Mientras azotaban a su compañera, prosiguió el interrogatorio de Yulia. Está miraba de reojo el tormento de Alina mientras intentaba cubrir su castigados pechos con los brazos sobre todo porque ese abogado rijoso no apartaba ni un momento sus ojos de ella.

  • Espero que tú seas más razonable dijo el fiscal con severidad. ¿Reconoces que os prostituistéis y que pretendiáis extorsionar a esta lista de personas?. El fiscal le mostró una lista bastante larga.

  • No, Alina tiene razón, somos inocentes, no practicamos la prostitución en ningún momento. Además no sé qué pinta aquí ese abogado que no mueve un dedo para defendernos.

  • Callate y no faltes al tribunal si no quieres sufrir la misma suerte que tu compañera por desacato. ¿Acaso no prestasteis favores sexuales a un rico empresario para poder tener acceso al penal?, ¿serás tan vil para negar la evidencia?

  • No, señor juez, es cierto que nos acostamos con él pero no nos pagó, eso no es prostitución.

  • Limítate a los hechos, déjame a mi las valoraciones. Por última vez…¿Os acostáteis con él sí o no?....

Yulia miró hacia otro lado como gesto de desprecio.

  • Así no adelantaremos nada señor juez, interrumpió  entonces el fiscal un poco impaciente, estas dos criminales nunca dirán la verdad de buen grado. Es evidente su mala fe, tergiversan los hechos a su antojo y no reconocen nada por propia voluntad. Reconozco que sois hombre piadoso pero en este caso propongo que mientras se les realizan las preguntas se les tenga colgadas de los pechos y a cada respuesta insatisfactoria se les de un varazo en las nalgas.

El fiscal no pudo disimular un rictus de sadismo al decir esto.

  • Um no sé fingió el juez, no soy muy partidario de cosas así ¿Qué opinas abogado?

El despreciable letrado dijo hipócritamente sin dejar de mirar a Yulia lascivamente.

  • Me repugnan estos métodos, pero si es por aclarar la verdad, sea, lo permito.

  • Muy bien verdugo, el abogado está de acuerdo, proceded.

  • Esto no es un juicio, ni ustedes son un tribunal, ¡criminales!, pero nadie hizo caso de las protestas de Yulia que luchó para evitar que los verdugos hicieran con ella lo que se les antojara.

A pesar de que mostraron una gran resistencia a las dos chicas las prepararon rápidamente para el tormento propuesto por el fiscal. Para ello les ataron las manos a la espalda, y los tobillos y rodillas entre sí, luego rodearon la base de los pechos con unos cinturones de cuero y tras cerrarlos bien en sus correspondientes hebillas y atarlos a unas cuerdas del techo, los verdugos empezaron a tirar hacia arriba con todas sus fuerzas.

  • AAYYYYY.

  • AAYYYY Socorro, mis pechos, me los van a reventar, por favor.

Los verdugos colgaron de los pechos a las dos acusadas, una enfrente de la otra hasta que sus pies sólo tocaban el suelo malamente con las puntas de los dedos. Entonces les ataron las cinturas entre sí de manera que quedaron pegadas una contra la otra.

  • AYY, AAAGGGH

Las dos sintieron que les arrancaban los senos de cuajo y siguieron gritando y sollozando. Al de unos minutos los pechos estaban deformados y tirantes, además se pusieron morados por la falta de circulación. Las chicas estaban brillantes de sudor con sus redondos traseros expuestos a los fustazos.

  • Muy bien, dijo el juez con una potente erección,  repita el interrogatorio fiscal.

  • La acusada Alina reconocerá que las dos se prostituían o si no ambas recibirán sendos fustazos en las nalgas.

  • No, no hemos hecho nada de eso, bajadnos por favor.

  • Shaaackk AAYYYY.

Repita la pregunta a la otra.

  • La acusada Yulia reconocerá que las dos se prostituyeron o ambas recibirán sendos fustazos en las nalgas. …..vamos contesta

  • Somos, somos inocentes, por favor, creednos.

  • Shaaackk AAYYYY.

  • La acusada Alina reconocerá…

El procedimiento se repitió lento y monótono, con una crueldad sin límites. Los miembros del tribunal sonreían con sadismo a cada golpe que recibían esas dos en el culo. Los varazos sonaban como chasquidos secos contra las nalgas de las dos y eran respondidos por sus amargos lamentos que reverberaban entre las bóvedas de la sala. En un momento dado, viendo la marca de la fusta en los tiesos traseros de esas mujeres, el abogado empezó incluso a masturbarse signo de que le importaba poco su dignidad de letrado.

Las dos acusadas recibieron 40 fustazos cada una pues no contestaron lo que se esperaba de manera que acabaron con el trasero en carne viva lleno de verdugones rojos, morados e incluso sangrantes en algunos puntos.

Luego se les izó hasta que colgaron de sus tetas con todo su peso de manera que las reas se desmayaron de dolor. Entonces las bajaron hasta el suelo y les echaron agua helada.

  • La acusada Yulia reconocerá que las dos se prostituyeron o ambas recibirán sendos fustazos en las nalgas…..

El interrogatorió continuó así pero ellas se negaban  a hablar, por ello cada tantos fustazos los verdugos volvían a izarlas para que colgaran de sus tetas hasta que volvían a perder el sentido.

La tortura duró horas pues cada vez que perdían la consciencia, los verdugos las descolgaban y les echaban agua fría para espabilarlas y vuelta a empezar.

Como vieron que así no conseguían nada les colocaron una parrilla bajo los pies y a unos centímetros bajo ésta una cama de brasas. Ahora eran las propias mujeres las que levantaban las piernas hacia atrás para no quemarse colgando ellas mismas de las tetas.

Sus gritos y quejas empezaron a hacerse más evidentes, por experiencia de torturador Sánchez sabía que el fuego o el miedo al fuego consigue doblegar férreas voluntades.

Finalmente, el dolor de sus pechos, traseros y pies era tan fuerte que las dos jóvenes no pudieron resistir más y terminaron reconociendo que habían vendido sus cuerpos sólo para que dejaran de torturarlas un momento.

Entonces se les descolgó, se les desató y se les dio la declaración que ambas firmaron con lágrimas en los ojos. Sólo por eso podían ser condenadas ya a dos años de cárcel.

  • Muy bien, dijo satisfecho el juez, pareciais muy duras pero ya vais reconociendo la verdad. Ahora seguid siendo sinceras y confesad a este tribunal que pretendíais  extorsionar a importantes cargos políticos y altos funcionarios del país. Os advierto que la condena por eso oscila entre 10 y 15 años de prisión sin beneficios carcelarios de ningún tipo.

Las dos muchachas se miraron aterrorizadas.

  • ¿Está loco?..... No,…. no he querido decir eso,….. perdóneme señoría, dijo Alina llorando con rabia por haber firmado el papel. No, no podemos confesar tal cosa…… Eso es mentira y usted lo sabe, sólo queríamos denunciar en los medios de comunicación los métodos brutales de esta cárcel, no pretendíamos extorsionar a nadie.

  • Sí, esa era la excusa perfecta, pero aquí tenemos un  listado de personalidades que fue hallado en su equipaje en un registro realizado por los inspectores de policía, expuso el fiscal como si eso fuera suficiente.

  • Teníamos que investigar si esas personas eran clientes, lo sospechábamos pero no teníamos pruebas.

  • ¿Negaréis que era para exigirles dinero a cambio de vuestro silencio….. o algo peor?

  • Por supuesto que no, sólo queríamos denunciar su proceder delictivo, ya se lo he dicho.

  • Lo único que veo es que sólo  sois unas criminales tozudas y que negaréis la verdad cuando ésta es clara y evidente para todos. Soy un juez clemente y normalmente  reacio a estos procedimientos pero veo que habrá que recurrir nuevamente al tormento. No obstante voy a dejaros que lo penséis unas horas. Así pues suspendemos la vista hasta esta tarde, y después de que el tribunal coma y descanse volveremos a haceros las mismas preguntas. Reflexionad bien pues si vuestras respuestas no satisfacen a los miembros del tribunal se procederá otra vez con el tormento.

El juez dio un mazazo en la mesa y el tribunal se levantó mientras Matías se encargaba de las dos condenadas. Primero las lavó echándoles encima más cubos de agua y después se las llevó a una mazmorra y les dio de comer la bazofia que acostumbraba.

Las dos jovenes tuvieron que comer y beber en el suelo de la mazmorra arrodilladas frente a una misma escudilla sucia y mugrienta y con las manos esposadas a la espalda. Por supuesto, Matías y el resto de los verdugos les exigieron antes una mamada y los muy cerdos eyacularon el esperma en la escudilla según sus propias palabras “para que la comida les supiera más sabrosa”. A pesar de todo, las dos se lo tuvieron que comer todo si no querían que los verdugos la tomaran a fustazos y patadas con ellas.

Mientras tanto, los miembros del tribunal comieron a todo lo grande a cuenta del penal y al final de la comida unas prisioneras desnudas, que les habían servido la comida,  les amenizaron los postres. El alcaide quería tener contentos a esos  cuatro hombres, sin embargo, el juez renunció a la chica que le habían preparado y en su lugar pidió ver a su sobrina.

El alcaide mandó a buscarla a las letrinas pero antes de presentársela al juez le dieron un manguerazo para quitarle de encima todos los meados.

Tras varios minutos trajeron a Rebeca atada tal y como la había dejado el alcaide caminando a pasos cortos y ridículamente encorvada.

  • ¿Qué es esto, señor alcaide?, dijo indignado el juez, ¿dónde han tenido así a mi sobrina?

  • Ha estado limpiando las letrinas de la cárcel, mintió de nuevo el alcaide.

  • ¿Cómo? Yo no la he traido aquí para que sirva como criada.

  • Vamos,  era para demostrarle lo que significa ser prisionera, limpiar  las letrinas es una de las obligaciones de las presas del penal.

  • Pues me parece denigrante que lo tenga que hacer disfrazada de cerda y en esa postura de esclava, que le quiten inmediatamente ese capuchón y esa cola….¿por qué? ¿por qué han tenido que meterle eso en el trasero?

  • Pero, señor juez, le recuerdo que había que ocultar su identidad.

  • Eso ya me importa poco, ahora quiero hablar con ella.

  • De acuerdo, y a una señal del alcaide le quitaron todo, capucha, grilletes, mordaza, etc.

El alcaide tenía miedo de que la chica le contara a su tío todo lo que había hecho con ella, pero Rebeca no dijo nada. En su lugar, ya libre de sus ataduras se colocó delante de su tío en postura de sumisión.

  • ¿Qué haces Rebeca?, le dijo éste sintiendo una involuntaria erección al ver a su bella sobrina desnuda y disponible. Por favor, señor alcaide, dele unas ropas para que se cubra.

  • No, tío, dijo ella resueltamente, mientras esté en el penal soy una presa más y debo estar desnuda para tu placer y el de los demás.

  • Rebeca, ya has visto lo que les hacen a las otras. ¿No crees que es hora ya de que abandones tu locura y vengas conmigo a casa?

  • Aún no he visto bastante tío, además creo que para sentirme como una prisionera de verdad debería vivir sus mismas experiencias y sufrir tormentos y violaciones como ellas.

  • Eso nunca, ¿me oyes? Nunca.

  • Entonces haré lo que sea para que me condenen y me traigan aquí, lo sabes muy bien.

Viendo la escena el alcaide intervino.

  • Quizá deberíamos llevarla a  ver el interrogatorio de esas dos, eso sí que no podrá soportarlo.

  • Buena idea, tiene razón, dijo el juez a la desesperada, pero que no la vistan otra vez de cerda y que no la aten.

Tras descansar un rato, el tribunal volvió a los sótanos esta vez llevando a Rebeca que sería testigo por segunda vez de una dolorosa sesión de tortura. Mientras caminaban hacia allí, el juez no podía quitar lo ojos de su sobrina que caminaba delante de él completamente desnuda muy derecha y con las manos en la nuca.

Verla vestida de cerda  y atada de una manera tan humillante produjo en él un efecto ambivalente. Por un lado se indignó de que su sobrina estuviera siendo tratada de esa manera,  sin embargo no pudo evitar que le gustara y se la puso muy dura. Ahora podía contemplar su precioso  cuerpo a placer y  sin arrepentimientos. Evidentemente el juez se debatía entre sus deseos de esclavizar a Rebeca y sus propios escrúpulos.

En cuanto llegaron a la mazmorra el alcaide recordó a todos las normas respecto a las presas y ordenó al carcelero que atara a Rebeca a una Cruz de San Andrés  para que fuera testigo de los tormentos de las gringas.

  • Sí señor, dijo Matías obedientemente y  gracias a unos grilletes dispuestos al efecto, ató a Rebeca justo enfrente del Juez de pie en una enorme cruz en aspa completamente expuesta  y luego le puso una mordaza de bola.

La joven mostraba así una visión frontal de su bello cuerpo desnudo en un sensual contraposto. Rebeca miraba lascivamente a su tío babeando a causa de su mordaza. Estaba visiblemente excitada pues equivocadamente pensaba que por fin la habían llevado allí para empezar a castigarla.

El juez estaba un tanto azorado e intentaba disimular su erección delante de su sobrina, entonces dio por reanudado el proceso y las dos acusadas tuvieron que comparecer nuevamente ante el tribunal.

Matías fue el encargado de traerlas atadas entre sí por unos pesados grilletes.

Las dos jóvenes comparecían esta vez derrotadas y humilladas debido a las continuas torturas y abusos del despreciable carcelero y de los verdugos. No obstante éste les reanimó y les limpió de orines y de semen echándoles un cubo de agua.

Las dos gritaron ante el impacto del agua helada y luego se pusieron a sollozar.

Muy bien, dijo el juez satisfecho de su aparente cambio de actitud. Espero que hayáis recapacitado y que estéis dispuestas a firmar vuestra confesión  ¿lo haréis?. Si no ya sabéis lo que os espera, y al decir esto señalaba con un gesto hacia los instrumentos de tortura.

Las dos negaron mirando al suelo y con lágrimas en los ojos pues ya sabían lo que significaba eso.

  • Está bien, vosotras mismas lo habéis querido, Sánchez.

Los miembros del tribunal casi se alegraron de que se reanudara la diversión, por eso el juez no insistió mucho y procedió a dar las instrucciones a los verdugos para que se reiniciara el tormento.

  • Que Alina se siente en la silla de las brujas  y que a Yulia se le coloque sobre la cama de Judas, dijo mirando de reojo al alcaide que le dio el visto bueno. Ambas sufrirán este tormento durante dos horas al cabo de las cuales se reanudará el interrogatorio. Espero que entonces estén más dispuestas a cooperar.

Eso rompió la aparente resignación de las chicas.

  • No, no, por favor, no nos sigan torturando, por favor, dijo Alina arrodillándose en el suelo y obligando a su compañera a arrodillarse con ella.

  • Pues reconoced los hechos y acabemos de una vez.

  • No, esos hechos son falsos, todo es falso no podemos reconocer eso, son quince años de infierno…..piedad.

  • No habrá piedad para vosotras, teníais que haberlo pensado mejor antes de venir aquí a meter las narices en lo que no os importaba, ahora cargad con las consecuencias.

  • Tened misericordia por lo que más queráis.

El juez les respondió con un gesto imperativo.

  • Son tuyas, verdugo, hazles sufrir todo lo que puedas

Sonriendo sádicamente Sánchez y sus secuaces les quitaron los grilletes que las hacían permanecer unidas y arrastraron a las dos reas hacia los terribles instrumentos de tortura contra su voluntad.

Como había dictaminado el juez, a la morena la obligaron a sentarse en la silla de las brujas de manera que cuando se sentó decenas de puntas de madera romas se le hincaron por las piernas, el culo, la espalda, los brazos, etc.  La joven Alina gritó de dolor e hizo lo indecible por escapar pero la tenían bien agarrada entre tres verdugos y le fue imposible impedir que la ataran al trono.

Una vez dominada y sentada sobre el doloroso asiento, le  inmovilizaron sobre el mismo  con cintas de cuero en piernas, vientre  y torso y lo mismo hicieron con argollas en muñecas y tobillos .

Mientras Alina sufría la tortura del trono como  muchas brujas en la Edad Media y Moderna, fueron a buscar a Yulia y le colocaron sobre la cuna de Judas, una pirámide de metal que descansaba sobre cuatro patas de madera. El tormento consistía en hacer que todo el peso de la mujer recayera sobre su ano una vez encajado en la cúspide de pirámide. Para eso la colgaron de las axilas y de las piernas abiertas sobre su cabeza en forma de “v” y le dejaron caer sobre la pirámide de golpe.

  • AAAAAAHHHHH

Yulia lanzó un tremendo grito cuando la punta de la pirámide se encajó en su ano y de la misma perdió el conocimiento.

  • ¡Brutos!, dijo Sánchez enfadado, hoy no lo vamos a usar así, no volváis a hacerlo si no queréis matarla tan pronto y echándole un cubo con agua fría le hizo recuperar la consciencia.

Así tuvieron a las dos reas durante cerca de dos horas y las amordazaron para que sus protestas no molestaran a nadie. Tras unos minutos de observar los efectos de ese tormento, los miembros del tribunal parecieron desentenderse de ellas y siguieron discutiendo los pormenores del interrogatorio.

Entre tanto, Rebeca seguía atada a su cruz. La joven estaba muy caliente al ver cómo torturaban a las dos reas  y perseguía con la mirada a su tío. La aprendiza de masoquista quería seducirle para que la tomara de una vez como esclava. La joven pensó que el hombre terminaría rindiéndose al verla tanto tiempo desnuda y atada a la cruz como una puta dispuesta a recibir su castigo.

En cierto modo así fue, pues el juez no podía dejar de mirarla loco de deseo y a la primera oportunidad y aprovechando que todos los demás estaban ocupados se acercó hasta ella.

Rebeca le siguió a su vez con la mirada comprobando maravillada que él estaba empalmado. De hecho y sin decirle absolutamente nada, el juez empezó a acariciar su dulce cuerpo haciendo que ella se estremeciera de placer. Era la primera vez que la tocaba así. Muy cachonda al sentir  sus caricias, la joven pidió a su tío que le hiciera el amor allí mismo, pero con la mordaza no le pudo entender nada. De todos modos tras sobarla y acariciarla por todas partes, casi inconscientemente el juez llevó su mano a la entrepierna y empezó a masajearle los labia y el clítoris haciendo que Rebeca se retorciera de gusto.

  • MMMMMHHHH

El juez estuvo masturbándola  unos eternos minutos durante los cuales la joven Rebeca no llegó al orgasmo aunque estuvo a punto. Entonces su tío hizo algo que le sorprendió. La dejó un momento sola, cogió unas pinzas para pezones situadas en los extremos de una cadena y se las puso a su sobrina pellizcando la punta de ambos senos.

Rebeca se estremeció soportando perfectamente el dolor y tras sonreir, su tío colgó una bola de plomo del centro de la cadena y la dejó que sufriera esa pequeña tortura. Hecho esto, el juez volvió a la mesa del tribunal. Así pasó el tiempo hasta que  ordenó que se les volviera a quitar la mordaza a las acusadas.

Una vez con la boca libre, la pobre Alina pidió a gritos una y otra vez que le soltaran de la silla  pues ya no podía más, pero por toda respuesta el fiscal le conminó a confesar las acusaciones y firmar el papel.

  • Confiesa que querías aprovecharte de todas esas personas para sacarles dinero, o ¿era algo peor?, ¿pretendías chantajearles para influir en sus decisiones como políticos y funcionarios?.

  • No, no, no es cierto, por favor me duele mucho, dejad que me levante, por favor.

  • Vamos, habla y tendremos misericordia de ti.

  • No, no, sé nada de eso…… piedad.

  • Verdugo, dijo entonces el cruel fiscal, colocale un brasero bajo el trono, así hablará.

  • NOOOOO

Así lo hicieron y Alina sintió pronto un insoportable calor bajo su trasero, la chica quería levantarse del trono y huir de ese insoportable infierno pero con esas cintas tan fuertes era del todo imposible.

  • Piedad, quitad el brasero, me quemo, por favor. Aaaaaaahh

  • Vamos, confiesa ya y acabemos de una vez, confiesa que querías chantajear a los miembros de esa lista y quitaremos ese brasero.

La joven siguió negando desesperada y debido a su tozudez siguieron empeorando las torturas. Así, sin quitarle el brasero le colocaron una prensa de madera para aprisionar sus senos y apretaron las dos maderas entre sí gracias a unos pernos. Ahora los bonitos pechos de Alina estaban completamente aplastados como dos filetes de carne y su rostro estaba crispado de un indecible dolor…..

Entre tanto y como Yulia se negaba a confesar, le empezaron a arañar la cara interna de los muslos con una garra de gato y después le administraron vinagre sobre las heridas con un pincel.

La chica gritaba a pleno pulmón afirmando una y otra vez que eran inocentes y que la bajaran de allí.

A pesar de que tampoco dejaron en paz a la rubia, los verdugos se ensañaron más con Alina pensando que si la forzaban a ceder, la otra sería presa fácil. De este modo recurrieron a torturarle en las uñas de manos y pies. Así le fueron metiendo alfileres bajo las uñas de las cuatro extremidades y acto seguido las fueron calentando con unas tenazas al rojo.

La chica gritó y suplico  que dejaran de hacer eso echando lagrimones y babas. Estaba en un tris de confesar pero la perspectiva de sufrir esa espantosa condena le hacía mantenerse en su resistencia. No obstante Sánchez continuaba calentando las alfileres una tras otra acercándoles unas tenazas incandescentes y haciendo  que Alina enloqueciera de dolor. Finalmente la chica perdió el sentido tras media hora más de tormento en sus uñas.

Debido al desmayo de su compañera se volvieron contra Yulia de modo que le introdujeron un consolador por la vagina que previamente habían embadurnado bien de vinagre y cuando lo sacaron se pusieron a darle latigazos en medio del coño. Esta vez Yulia no tuvo la suerte de desmayarse y se debatía poniendo los ojos en blanco y gritando que tuvieran piedad a cada latigazo.

  • Firma el papel, zorra, firma el papel o te arrancamos la piel a tiras.

Estaban en este doloroso trance cuando Yulia empezó a ceder y pedir piedad. En medio del tormento rogó que le dejaran firmar el papel que la condenaba. A pesar de eso el juez recomendó a los verdugos que se asegurasen no sea que fueran a echarse atrás. De este modo le pusieron dos braseros a treinta centímetros bajo los pies.

  • UUAAAAAH,  Dejadme firmar, firmaré lo que sea pero sacadme esos braseros, por lo que más queráis, gritaba la rubia a pleno pulmón.

Tras veinte minutos más de torturas las dos muchachas agotadas y sin fuerzas aceptaron firmar lo que fuese con tal de que parase el tormento. Sin embargo, una vez soltadas de sus ataduras, se echaron atrás y se negaron a firmar las falsas declaraciones que las condenaban a más de 10 años de cárcel.  El secretario afirmó que de todos modos habían confesado y poco imporataba que firmaran o no, pero el juez hizo ver a todos que lo único legalmente válido era el documento debidamente firmado.

Mientras esos leguleyos se eternizaban en disquisiciones legales las dos muchachas se acurrucaron en una esquina abrazadas una a la otra llorando desconsoladamente. Mientras lo hacían Alina siguió insisitiendo a su amiga que tenían que ser fuertes pues las protegía un personaje muy influyente que no tardaría en intervenir.

  • Esta bien, dijo el juez. Por hoy ha sido suficiente pero insisto en que sus confesiones no valen mientras no las firmen ellas mismas. Esta noche se dejará descansar a las acusadas para que mañana puedan afrontar los rigores del próximo interrogatorio, que el carcelero se encargue de ellas.

Matías se alegró de que finalmente le tocara a él el turno y separando sin piedad a Yulia y Alina  agarró a esta última por el brazo  y tras amordazarla y atarle las manos a la espalda la encerró en una jaula antropomorfa. Riendo excitado, el carcelero izó la jaula hasta dos metros del suelo y ahí dejó a Alina para que viera bien lo que el muy cerdo le hacía a su compañera Yulia.

(continuará)