El Penal de los Lamentos (03)

Las dos gringas aceptan la proposición del alcaide para visitar la prisión como dos presas comunes, pero antes acuden los verdugos para desnudarlas y atarlas convenientemente.

Cuando oyó la proposición del alcalde, Alina se sintió tan humillada y ofendida que se cubrió maquinalmente los pechos con las manos tras limpiarse el semen de la cara.

  • ¿Qué?, ¿desnudas y maniatadas en público como si fuéramos vulgares prisioneras?. ¡ni lo sueñe!, eso no era lo acordado, nuestro pago era esto, sólo esto.

  • ¡Que estúpida eres zorra!. Si quiero una buena mamada tengo ahí abajo decenas de esclavas para que me lo hagan y la mayoría de ellas la chupan mejor que vosotras. Os diré que en la prisión la aprendes a chupar bien o te llevas un montón de castigos extra.

  • Me da igual, se ha aprovechado de nosotras, ¡cerdo!, ese no era el trato, vamos Yulia, vámonos de aquí inmediatamente, ¿dónde está mi ropa?.

  • Vamos, vamos, no te precipites guapa, le dijo arrebatándole el sostén de las manos. Es que no podéis pasearos por la prisión así como así, comprendedlo……tendría que dar muchas explicaciones,…. Además… sólo serán veinticuatro horas. Mañana os vestís y os vais, os lo prometo.

De repente terció Yulia, a la que la situación le estaba poniendo muy caliente..

  • Yo estoy dispuesta a aceptar… pero con una condición.

  • ¿Cuál?

  • Quiero que se ocupe de mí ese gigantón

  • ¿Sánchez?

  • Sí, el verdugo, quiero que sea él personalmente el que me enseñe la prisión.

  • ¿Estas segura?, Sánchez estará encantado de tener entre sus garras un bombón como tú, pero has de saber que es uno de los tipos más sádicos que conozco.

  • Por eso mismo, dijo la rubia toda caliente.

  • Muy bien, si así lo quieres le dispensaré de todas las obligaciones y podrá dedicarse sólo a ti. ¿Y tú? ¿qué dices zorra?, tu amiga es más valiente que tú, ¿no te gustaría jugar a ser esclava durante 24 horas?.

Alina dudó aún un momento, la perspectiva también le habia puesto caliente.

  • Está bien,… pero sólo hasta mañana…. y luego nos deja ir.

  • Prometido, dijo el alcaide levantando su mano………. ¿Sánchez?, ¿eres tú? dijo cogiendo el teléfono móvil antes de que esas dos se arrepintieran. Retrasad unos minutos la flagelación, ah y traete tus juguetes a mi despacho, son para atar a las dos cerdas del patio…Ah por cierto, dijo mirando a Alina, traeme los “cuatro dragones”,….sí, te espero.

Sánchez sólo tardó unos minutos en llegarse hasta el despacho del alcalde con otros dos ayudantes. A pesar de estar más que  acostumbrado a ver tías en bolas, la visión del cuerpo semidesnudo de Yulia le impresionó agradablemente. El verdugo se quedó como alelado durante unos segundos con ese pedazo de rubia.

Por su parte la chica no dudó ni un momento y al ver a ese gigante se terminó de desnudar en un santiamén quitándose los shorts.

La joven colocó las manos en la nuca y abriendo las piernas todo lo que pudo estiró su cuerpo y puso los dos pies de puntillas. Entonces miró pícaramente al verdugo y le dijo.

  • El alcaide ha ordenado que me lleves atada y desnuda a mi celda, gigantón. Como ves ya estoy desnuda  ¿cómo vas a atarme?.

  • Con esto, contestó resueltamente el verdugo mostrándole un cepo de hierro recto y rígido de esos con huecos circulares para las muñecas y  el cuello. Esta vez fue ella la que se quedó de una pieza, pero cuando Sánchez se dispuso a ponérselo Yulia no sólo no se resistió sino que colaboró colocando las dos manos en posición. El verdugo sonrió sádicamente cuando le cerró el hierro  con un pequeño candado. A partir de ese momento la mujer quedó inmovilizada, con las dos manos en alto a ambos lados de la cara y totalmente indefensa.

  • ¿Te gusta mi cuerpo gigantón?, dijo cachonda perdida.

  • Mucho, y le dio un cachete en el trasero dejándole la mano marcada.

Hecho esto Sánchez siguió atando a su cerda como se merecía, para eso cogió unos grilletes que estaban unidos entre sí por una cadena de no más de diez eslabones y se los puso en los tobillos.

Por último y como aditamento final le quitó los zapatos que traía y en su lugar le obligó a ponerse unos zapatos de tacón más alto. Se trataba de unos zapatos muy especiales con pinchos en la parte interna del talón, de modo que si la condenada   no quería pincharse la planta de los pies tenía que andar todo el rato de puntillas.

Entre tanto  otros dos verdugos que habían venido con Sánchez se fueron hasta Alina y como ella no terminaba de decidirse le quitaron los shorts a tirones y brutalmente le esposaron. Para ello utilizaron una restricción rígida de metal que se cerraba sobre su cuello y sus dos muñecas obligando a la esclava a mantener las manos delante de la cara. También le pusieron unos grilletes en los tobillos análogos a los de Yulia.

La joven Alina estaba asustada y enmudecida por el repentino giro que habían tomado las cosas, pero también excitada por la repentina brusquedad de los verdugos y porque se propasaron con ella tocándola por todas partes ante la mirada lujuriosa del alcaide.

  • Bueno Sánchez dijo éste sin dejar de mirar el cuerpo desnudo de Alina,  la rubita es toda tuya hasta mañana para que le hagas todo lo que quieras,… ella misma lo ha pedido.

  • ¿ De verdad?, dame un beso preciosa, quiero saber como sabes antes de ponerte esto, le dijo enseñándole un gagball rojo intenso. Nuevamente Yulia le dio un largo beso con lengua tras el cual el tipo le encajó la mordaza entre los dientes y se la ató con toda la fuerza a la nuca.

  • Calladita de una vez, puta, así  no tendré que oir tus gritos cuando te haga esto, y así sin más le pellizcó los dos pezones con toda su fuerza y se los retorció en direcciones opuestas con sus dedos de hierro.

  • MMMMMMHHH

La bella Yulia gritó de dolor cerrando los ojos con fuerza hasta que ese bestia le soltó sus sensibles pezoncitos. Entonces con lágrimas en los ojos le lanzó una mirada de angustia. La pobre idiota no comprendía que ése sólo era el pálido preludio de los crueles suplicios a los que Sánchez la iba a someter durante las siguientes veinticuatro horas. Yulia se miró los pezones que ahora los tenía rojos y que dolían y quemaban a cada palpitación y no pudo ver cómo el verdugo se ponía detrás de ella con un tenedor gigante de esos de dos puntas.

El tío se lo clavó en la nalga derecha con toda su mala leche.

  • MMMMMMHHH

  • Y ahora andando puta.

Otro alarido de dolor fue acallado por la mordaza cuando el bestia de Sánchez le pinchó con el tenedor en su nalga izquierda.

  • ¡Camina esclava!, ¡vamos! ¡al patíbulo!, ¡al patíbulo!, y sin tiempo a que diera el primer paso, Sánchez le pinchó otra vez en el culo entre risotadas.

  • MMMMMMHHH

Yulia volvió a gritar y esta vez se apresuró a dar su primer paso limitado por la cortedad de la cadena de los tobillos, además la joven no pudo evitar  pincharse los talones y volvió a ponerse de puntillas entre gemidos de dolor.

Así se encaminó la esclava torpemente y dando traspiés hacia el patíbulo mientras su nuevo amo se deleitaba de las perfectas formas de su trasero y volvía a pincharle ahí sólo por el gusto de hacerlo.

En unos segundos los verdugos dejaron sólos a Alina y al alcaide mientras en el pasillo se oían los gemidos de Yulia cada vez más lejos y tenues. El alcaide cerró la puerta de su despacho sonriendo con sadismo y crueldad a su prisionera.

A su vez Alina  miró entre indignada y furiosa a R. E..

  • Otra vez nos ha traicionado, hemos aceptado ir desnudas y maniatadas como dijo, pero nadie había hablado de torturas.

  • Eso no es exacto, querida, dijo el alcaide llegándose hasta ella y acariciando su cuerpo desnudo, he dicho que las dos pasaríais por presas y hasta mañana vais a serlo con todas las consecuencias,…. torturas y violaciones incluidas.

Alina le miró entre angustiada y aterrorizada y de repente comprendió lo que significaba haberse entregado así por las buenas a semejantes sádicos.

  • Le, le he dicho que nos proteje alguien muy influyente, no nos haga daño, se lo advierto.

  • No me importa, me arriesgaré, además tengo una mala noticia para ti….

El alcaide le hablaba sin dejar de acariciarla ni lamerle la piel, en un momento dado le metió un dedo por la raja y le empezó a acariciar el clítoris. Alina se dejó hacer temblando como una hoja.

  • Puede que pienses que has tenido suerte pues tu amiga está ahora en las garras de ese bruto de Sánchez pero tú vas a estar en las mías y  puedo asegurarte que soy un experto en la práctica de la tortura.

  • No, no por favor, eso no, piedad.

  • ¿Piedad?, ¿no querías tú misma disfrutar del tormento de las prisioneras?, tú no querías tener piedad con ellas…. No, no habrá piedad, puta, ahora estás en mis manos y pienso llevarte a una mazmorra muy especial que tengo en los sótanos para mis diversiones privadas. Allí tengo mi colección, y probaré varios instrumentos en tu cuerpo, ja,ja, te gustará.

  • No, no quiero, déjeme, por favor. Alina hacía como que se escapaba de ese hombre pero de hecho también se estaba excitando y cada vez se resistía menos.

  • A mí no puedes engañarme zorra, dices que no pero cada vez estás más mojada y caliente. Seguro que eres más masoquista que tu amiga la rubia. Y al ver que la chica tenía los pezones tiesos y llenos de arrugas el tipo se los empezó a chupar mientras seguía masturbándola cada vez más fuerte.

  • AAAAAH SIII

El alcaide sonrió complacido pues en unos segundos la vagina de Alina se estremeció entre sus dedos signo evidente de que la joven había tenido un orgasmo.

  • Ya lo sabía, seguro que te corres mientras te estiro en el potro.

Alina se puso toda roja, le avergonzaba haberse corrido entre los dedos de ese sádico pero también le había gustado.

  • ¿El potro?, no será capaz, conmigo no, se lo ruego.

  • Una cosa está clara, ahora tienes el clítoris y los pezones extraordinariamente sensibles y no podemos dejar pasar esta ocasión así que te voy a poner “los cuatro dragones”. Espero que Sánchez se haya acordado de traerlos,…. a ver…. por aquí,… ajá aquí están.

El alcaide acercó a la joven un cofre ricamente ornamentado y lo abrió delante de sus ojos poniendo un indescriptible gesto de sadismo.

-¿Cónoces “los cuatro dragones” querida?, le dijo sacándolos de la caja y haciendo que oscilaran  ante sus ojos. Alina advirtió aterrorizada que de la cadena colgaban cuatro cabezas de dragón de bronce dorado con unas amenazadoras fauces formadas por dos filas de dientes largos y muy puntiagudos. En realidad las cabezas eran pinzas de tortura que se cerraban gracias a un fuerte muelle en su base y que podían “morder” una buena porción  de carne de la víctima con un dolorosísimo pellizco. .

Alina comprendió eso al momento  y los esfínteres se le aflojaron hasta el punto de que estuvo a punto de mearse encima.

Aquí el alcaide fue especialmente cruel y se lo explicó con detalle como si le estuviera dando una conferencia.

  • Se trata de un instrumento de tortura muy antiguo, del siglo XIII por lo menos, y al parecer se solía usar con mujeres lascivas como tú, ya sabes, brujas, prostitutas, lesbianas y adúlteras. Normalmente los dragones los reservaban para los días de fiesta en que las ciudades medievales se llenaban de gente. Esos días se acostumbraba  torturarlas o  ejecutarlas en público y normalmente este tipo de ejecuciones solían ser intencionadamente lentas y crueles: la hoguera, la rueda, inmersión en agua hirviendo y otras lindezas como estas. Por si eso no fuera bastante, este tipo de víctimas solían ser conducidas al cadalso a pie y completamente desnudas para que todo el mundo las viera.

Alina negaba aterrorizada en un baño de sudor.

  • Al saber lo que les esperaba esas desgraciadas se negaban  a dar un paso por su propia voluntad y por eso se necesitaba algo muy persusivo para hacerles caminar entre la multitud, por eso  se estilaba que alguien  las paseara por toda la ciudad durante horas tirando de esta cadena, ¿adivinas por qué son cuatro?.

  • ¡No, no mis pechos no!, por favor.

  • Lo has adivinado,… claro…, tus pechos, mientras me la chupábais me he fijado bien en ellos y los he acariciado repetidamente. He sentido perfectamente que se ponían duros con sólo rozarlos con los dedos,  lo que significa que los tienes my sensibles. Entonces  me he dicho que estos pechos se merecen un mordisco de los dragones,…. y esta zorra sádica también.

  • Piedad, mis pechos,no, buaaa.

  • Tendría piedad si le dejara estos protectores de plástico, pero contigo se los voy a quitar para que no olvides en tu vida el primer “mordisco” de los dragones. Y diciendo esto le acercó el primer dragón con las fauces abiertas al pezón derecho.

Alina se echó a llorar más fuerte aún mientras reculaba intentando evitar el doloroso pellizco.

  • No lo haga, por favor, por favor, no podré soportarlo, por favoooor….

  • Si mal no recuerdo tu querías gozar al ver sufrir a otras mujeres, por tanto es justo que que tú des placer a otros con tu sufrimiento, en este caso a mí.

El argumento dejó sin habla a  la bella Alina, en realidad era inútil resistirse y comprendió que nada ni nadie podía evitarle esa tortura, de manera que consiguió sobreponerse a su pánico, enjugó sus lágrimas, cerró los ojos e incluso proyectó su pechos hacia delante resignada a su suerte.

  • Está bien, espero que disfrute de mi tormento, pero no voy a gritar, al menos no le daré ese gusto.

  • ¿Qué nos vas a gritar?, mira, mira como pinchan y eso que sólo te estoy acariciando con ellos.

Alina soportó a duras penas el arañazo de los afilados dientes del dragón en su sensible pecho pero se limitó a suspirar.

  • Ja, ja se te han vuelto a poner duros como piedras, estás toda cachonda desde que sabes que te voy a poner los dragones.

  • Vamos, hágalo ya.

  • Como quieras preciosa, y el torturador cerró lentamente las fauces del dragón procurando que mordieran la base del pezón  por su justo medio.

A pesar de que la chica quiso lanzar un alarido liberador reprimió sus ganas de gritar y R.E sólo pudo percibir cómo le temblaba la cara y cómo unos gruesos lagrimones caían de su bellos ojos.

En cuanto pudo superar el pinchazo inicial la joven miró esa fuente de indecible dolor y vio que el dragón mordía profundamente la rosada carne de su pitón. ¡Dios! aquello dolía más a cada segundo que pasaba, Alina  quiso rogar a ese sádico que le quitara el dragón pero su orgullo pudo más y volvió a cerrar los ojos ofreciendo su otro pecho.

  • Al final resulta que vas a ser más valiente de lo que pensaba, pero esto no ha hecho más que empezar, además no sueñes con que voy a tener piedad de ti porque te hagas la valiente.

  • Vamos siga con lo que está haciendo…no se pare.

Efectivamente el alcaide cogió el segundo dragón y mordió con él el extremo del otro pecho de Alina. Esta vez lo hizo más despacio con cuidado de atrapar la mayor cantidad de carne posible de la aureola.

  • MMMMHHH

La segunda vez le fue imposible no gemir mientras todo su cuerpo temblaba como una hoja. Sin embargo, la chica comprobó  que la extrema sensibilidad de sus pechos se estaba trasladando a su entrepierna pues tenía tiesa la vagina y el clítoris.

Precisamente el clítoris era el destino del tercer dragón.

  • Abre las piernas.

  • Ahí no, se lo ruego.

  • Te he dicho que abras las piernas, dijo el tío jalando los pezones

  • Sí si señor,pero no tire, duele mucho

  • Una, dos y….tres.

  • AAAAAAAYYYYYY

Esta vez Alina no pudo evitar gritar como una loca cuando su torturador decidió morderle su sexo sin piedad.

  • AAAAYYYY, Dios, qué daño, quitemelo de ahí, no puedo, por favor.

  • Todas gritais cuando os castigan la pepita, dijo el alcaide palpándole el sexo. Te habrá dolido, no lo niego,  pero tienes esto como un bebedero de patos, decididamente eres una zorra masoquista de primera clase. Hmmm,….. ahora que lo pienso, eso se merece una cosa muy  especial.

El alcaide se separó unos metros de su llorosa prisionera y sacó algo muy aparatoso de una vitrina, se trataba de un enorme cucurucho blanco de cartón o así y de un metro de largo.

Sonriendo con crueldad el taimado alcaide se deleitó del bello cuerpo desnudo de Alina ahora adornado por la cadena de los dragones, la chica tenía la cara, las tetas, el ombligo y los muslos brillantes de sus propias lágrimas y babas, no obstante volvió a sobreponerse a ese insoportable dolor y miró al alcaide como un cordero degollado.

  • ¿Qué, qué es eso?, preguntó al ver el enorme cucurucho.

La Inquisición española solía vestir a los reos que iban a ser quemados en la hoguera con el sanbenito y en la cabeza les ponían un rídiculo capirote similar a éste. Sé que no es muy riguroso históricamente pero quiero que el resto de las prisioneras y los guardianes te lo vean puesto así como estás,… en pelotas, ja, ja, ja.

  • Eso es humillante, estaré ridícula.

  • Esa es precisamente la idea, querida, y de la misma se lo puso en la cabeza atándoselo a la cara gracias a una goma y a una lazada de color rojo. Hecho esto cogió un rotulador rojo y le escribió las palabras “PUTA MASOCA” sobra las dos tetas.

  • Ja, ja, ja, sí que estás ridícula, miráte tú misma y diciendo esto el alcaide le sacó una foto con su teléfono móvil   y se lo enseñó.

Al verse Alina sintió una enorme vergüenza.

  • No me muestre así en público se lo ruego.

  • ¿Por qué habría de hacerte caso?. ¿Acaso hay algo que me lo impida?

  • Por favor.

  • Vamos, puta llorona, se hace tarde y te recuerdo que hoy vamos a azotar a veinte reclusas por tu culpa, así que aún tú vas a tener suerte, además te  falta el cuarto dragón, ¿no adivinas dónde te lo voy a poner?

En realidad la chica lo adivinó al momento y sintió un espeluznante escalofrío, pero desesperadamente dijo que no con la cabeza sin atreverse a abrir la boca.

  • Saca bien la lengua, zorra y “dale un beso” al dragón.

  • No, eso sí que  no.

  • Te he dicho que saques la lengua no me hagas repetirlo, le dijo abriendo las fauces del cuarto dragón delante de la cara.

Otra vez Alina se echó a llorar a lágrima viva imaginando el tremendo dolor.

  • No, por favor, por lo que más quiera, eso no.

Y antes de que ella pudiera hacer nada, el alcaide cogió la cadena de los dragones y dio un tirón seco pero enérgico obligándola a dar un paso hacia delante.

  • AAAAAAAAYYYYY

Esta vez la chica lanzó un alarido agudo y penetrante.

  • Saca bien la lengua o vuelvo a tirar.

A Alina le costó otro tirón su empecinamiento, pues apretó los labios todo lo humanamente posible diciendo que no con la cabeza. Sin embargo tras volver a gritar y llorar tuvo que sacar la lengua todo lo humanamente posible mientras pedía piedad sin que se le entendiera nada.

  • Una, dos, y….. ¡tres!

Esta vez R. E. le cerró el dragón de golpe en pleno centro de la lengua haciendo que ella crispara el rostro y se retorciera literalmente de dolor.

Los llantos de Alina duraron unos minutos  en que ella  s epuso de rodilla incapaz d eincorporarse, pero cuando recuperó su ser la joven pudo ver al alcaide cogiendo en un puño la cadena con la que podía tirar de los cuatro dragones, en ese momento el hombre había recuperado completamente su erección   y se masturbaba lentamente con la otra mano.

  • Ahora ya entiendes por qué llaman a mi cárcel el “penal de las lamentos” y guardándose el miembro dijo, vamos abajo, quiero que todo el mundo te vea así. Primero te pasearé desnuda por el patio y luego visitarás la cámara de tortura y reviviremos sobre tu cuerpo los tormentos de la Inquisición, ja, ja, ja.

Y diciendo esto dio un tironcito de la cadena. Ante el tremendo dolor Alina no tuvo más remedio que seguir al alcaide pero, eso sí, como tenía esposados los tobillos entre sí tenía que caminar con pasos cortos y torpes como Yulia, y ese cerdo no dejaba de  dar tironcitos. Sin parar de babear y llorando de dolor la joven Alina maldecía el día  que se le ocurrió visitar el penal….

(continuará)