El peluquero árabe de mi barrio
Las vacaciones de mi peluquero hicieron que apareciera un sustituto que hizo bastante más que cortarme el pelo.
El peluquero árabe de mi barrio
Hoy voy a contaros lo que me pasó en la peluquería que regenta un chico árabe de mi barrio. Como comenté en el primer relato, todas las historias son hechos reales.
Cuando regresé a València de currar unos años fuera tuve que buscar un sitio para cortarme el pelo. Unos amigos me dijeron que había una peluquería que llevaba un chico árabe en mi barrio y que era muy económica. Lo cierto es que siempre me han puesto muy cachondo los árabes y, aunque fui sin ninguna idea de nada, estar rodeado de machos (árabes y de por aquí) me puso muy burraco desde el primer día.
El chico que regenta la peluquería, de unos 40 y pocos, fue muy educado y el primer día estuvimos hablando de cosas del barrio y tal. Fueron pasando los meses y yo seguía yendo a cortarme el pelo allí. Incluso, en verano, solía ir con un pantalón corto ajustado sin gayumbos, pero el tío no tenía el más mínimo interés.
Un día de verano fui a cortarme el pelo y me quedé muy sorprendido al ver que no estaba el dueño y en su lugar había un ejemplar de macho árabe que me dejó sin habla.
Ibrahim, que así se llamaba, tendría 30 años aproximadamente, me atendió enseguida pues esa tarde no había nadie en la peluquería y fue muy agradable. Me explicó que venía de otra ciudad y que sustituía a su amigo mientras este había ido a Marruecos a ver a la familia, para no tener que cerrar la peluquería.
Reconozco que estuve todo el rato embobado mirándolo porque estaba muy potente el tío. Cuando terminó, pagué y al despedirme me dio la mano. Al estrechársela vi como me hacía un gesto con su dedo en la palma de mi mano, como rascándose, me guiñó un ojo, dejándome completamente helado.
Ahí quedó la cosa y yo no podía quitarme de la cabeza a Ibrahim. De vez en cuando pasaba por la calle de la peluquería como si fuera a hacer un recado y nos saludábamos con una sonrisa.
La verdad es que yo estaba súper excitado con él pero al mismo tiempo, aterrorizado por mostrar algo y que lo pudiera tomar a mal, o que me dijera que todo habían sido imaginaciones mías.
En esas andaba yo, debatiéndome entre sí entrarle al árabe o quedarme con las ganas de saber si en realidad quería algo, cuando vi que tenía el pelo paea cortar otra vez. Bueno, seguramente no, pero yo fui a la peluquería a ver qué pasaba. Era un sábado por la tarde del mes de agosto y la gente estaba en la playa o descansando.
Él me recibió de nuevo muy amable y mientras me cortaba el pelo, saqué más de lo normal los brazos de los respaldos para que al acercarse, su paquete me rozara. Alguna vez he hecho eso con otros peluqueros y son muy sutiles a la hora de apartarse en plan, no me he dado cuenta o habrá sido sin querer...
Pero Ibrahim me miró a través del espejo y no sólo no se retiró sino que noté un cierto movimiento de su paquete por mi brazo. ¡Estaba poniéndome a 1000 y además estaba súper nervioso!
Al poco rato de esos movimientos ya vi claramente que el tío quería tema y además, noté como su polla iba creciendo dentro del vaquero de los roces.
Terminó de cortarme el pelo y cuando bajé del sillón vi como se cogía descaradamente el paquete.
-¿Quieres?, me dijo.
-Claro, le respondí yo. ¿Pero cómo hacemos?
La peluquería era un local pequeño pero había una cortina. La abrió y detrás había una puerta con un baño.
-Entra ahí, dijo, que voy a cerrar con llave la puerta.
Yo me asusté pero las ganas de disfrutar de él me pudieron más. Me metí en el baño y escuché como cerraba con llave.
Enseguida vino al baño con una sonrisa y empezó a desabrocjarse el pantalón.
-Déjame a mi, le comenté yo.
-Vale, pero no tenemos mucho tiempo porque puede venir alguien en cualquier momento.
Aún así, empecé a sobarle el paquete por encima del pantalón que ya evidenciaba un rabo considerable y a pasar por encima mi boca. Le desabroché el pantalón, se lo bajé y me quedé mirando fijamente el paquete que le marcaban los bóxer negros que llevaba.
Ufff. No pude aguantar más y le bajé los bóxer de golpe, acerqué mi cara a su paquete y pude oler ese olor a macho de los árabes. Me estaba reoamoejto y me empecé a meter en la boca su polla circuncidada, disfrutando de cada centímetro de carne que me estaba regalando.
Con la mano le fui masajeando unos huevos enormes que tenía y le miré para ver en su cara que estaba disfrutando. ¡Yo sí que disfrutaba con ese rabo en mi boca! Sabía que no teníamos mucho tiempo pero aún así quise disfrutar de una mamada sin prisas, poco a poco para que la disfrutáramos al máximo.
Estaríamos unos 5 minutos con el mete saca y me cogió de la cabeza y empezó a follar se mi boca en un mete saca rápido. Apenas podía tragar ese rabo pero mi boca quería abarcarlo todo entero así que abrí un poco más la boca y la metió hasta la garganta, dejándola unos segundos ahí hasta que me dio una pequeña arcada.
-No te preocupes y sigue, le dije.
-Estoy a punto de correrme.
-Pues fóllame bien la boca que quiero toda tu leche.
No hizo falta más. Me volvió a coger de la cabeza y a metermela sin piedad hasta que al poco noté como se le agitaba la respiración y de su rabo salieron varios trallazos de leche espesa que recogí en mi boca hasta que casi se me sale por los labios. Abrí el water y la escupí (sí, me encanta la leche pero si es alguien de absoluta confianza).
Se limpió con papel y salió deprisa a volver a abrir la peluquería. Afortunadamente no había nadie.
Yo me limpié también y salí. Me dio la mano y me preguntó si había disfrutado. Mucho, le dije. Pues ya sabes, cuando quieras.. Y me dio una pasada en el culo.
Yo salí de la peluquería sin terminar de creerme lo que me acababa de pasar. Llegué a casa y me hice un pajote y me corrí como hacía tiempo.
A la semana siguiente volví a pasar por la peluquería pero tenía gente. Así que disimulé como pude, saludé al pasar y me quedé con las ganas.
Unos días más tarde iba con el coche y pasé por la peluquería. Vi que estaba en la puerta, sin gente, así que pasé con el coche por la puerta y paré, disimuladamente porque era mediodía y los comercios y locales de alrededor estaban también abiertos.
-¿Cómo vas?
-Aquí aburrido, me contestó. Muy poca faena hoy. ¿Y tú? ¿A dar una vuelta?
-Bueno, a ver si hay algo interesante por ahí. ¿Quieres que aparque?
-casi no, que hay mucha gente ahora y no es plan de cerrar la puerta con los dos dentro. ¿Conoces algún sitio y vamos con tu coche?
-Claro! Podemos ir a unos huertos que hay apartados.
-Espera que cierro y nos vamos.
El corazón me iba a mil por hora.
Subió al coche y arranqué enseguida porque tenía muchas ganas de llegar a la zona de huertos. Fuimos hablando de cosas sin importancia y llegamos en 5 minutos.
Bajamos del coche y me dijo que venía muy, muy caliente y que hacía muchos días que no se corría.
Yo le dije que no se preocupara y me arrodillé en el suelo esperando el manjar. Esta vez dejé que fuera él quien se desabrochara el pantalón. Lo hizo poco a poco mirándome a la cara y sobándose. Me ponía a mil la cara de vicioso con la que me miraba.
Si él estaba caliente a mi me había puesto en un momento a tope. Sin tocarle con las manos empecé a pasar la lengua por los huevos y fui subiendo poco a poco desde la base de su rabo hasta llegar al capullo. Lo lamí suavemente y me metí de golpe su polla en la boca.
Empecé a disfrutar de la mamada cuando escuché que gimiendo me decía "lo siento" y Empezaba a correrse. No dije nada y aguanté su corrida espesa en la boca mientras mi polla no podía estar más dura.
Lo miré y le dije que tranquilo y que no, pasaba nada.
-Vale, me dijo. Pero espera un momento y vuelves a chuparla.
¿Cómo??? Acabas de correrte!
-hazme caso y espera un momento, me dijo con un guiño.
Yo aproveché para bajarme el pantalón y liberar a mi polla que pedía a gritos salir de donde estaba.
Él no me dirigió ni una mirada a mi rabo pero enseguida me dijo:
-Ven. Chupa otra vez.
Y no lo dudé. Volví a metermela en la boca y a disfrutar, esta vez sí, de una mamada en condiciones.
Él también estaba disfrutando porque no dejaba de jadear y de repetir muy suave: Chupa, Chupa...
Estuvimos un buen rato yo disfrutando de su rabo y él de mi boca. Empezó a acelerar su respiración y sus movimientos y volvió a correrse abundantemente en mi boca. Yo estaba flipando porque no hacía ni 15 minutos que se había pegado una pedazo de corrida.
Con la leche en la boca cogí mi polla y apenas aguanté un momento hasta que empecé a gemir y a correrme.
-Eres una fábrica de leche, le dije.
-jajajaja. Eso es porque tú chulas muy bien.
Nos vestimos y subimos al coche. Al volver me preguntó si tenía pareja y le dije que en ese momento no. Él tampoco tenía, me comentó, y vivía solo. Que si quería un día podíamos ir a su piso... Se ofreció a darme su móvil para tenerlo más localizado. Un gesto de confianza que agradecí y le di también el mío.
Pasaron las semanas y un día recibí un mensaje suyo.
-Ven después de comer a mi casa, y así tenemos tiempo antes de que vuelva a abrir la peluquería.
Ni lo dudé.
-OK, pásame la ubicación.
A la hora convenida llamé al timbre y me abrió sin preguntar. Subí al piso y lo encontré con solo unos bóxer.
Se sentó en un viejo sofá que tenía en el comedor con las piernacas abiertas y sobando su paquete y con el dedo me hizo un gesto para que me acercara.
Me arrodillé y fui hasta donde estaba y empecé a lamer sus boxer. Enseguida se le puso dura como una piedra y le quité los calzoncillos. Me metí entre sus piernas dispuesto a disfrutar de su polla hasta sacarle la leche.
Pero cuando llevaba unos minutos lamiendo con ansia y dedicando más atención a las cosas que sabía que le gustaban me apartó suavemente y me cogió de un brazo para que lo siguiera.
Fuimos a su habitación y me dijo que quería follarme. No diré que no había fantaseado con ese momento pero al verme allí me dio un poco de miedo. Él no debió notar y me dijo que iría con cuidado.
Tengo que reconocer que fue muy cuidadoso. Le comí el rabo un rato más hasta que él consideró que estaba ya a punto. Le di un condón y aunque no le pareció bien al principio, terminó poniéndoselo. Mientas lo hacía me apresuré a sacar el lubricante y a ponerme en el culo y en su polla.
Me puso a 4 patas y sentí como acercaba su polla a mi ojete.
-por favor, ve con cuidado, le dije.
Y así lo hizo. Empezó a empujar y cuando metió el capullo pensaba que no podría soportar todo su rabo.
-espera un poco, por favor.
-Tranquilo, que tenemos tiempo.
Respiré hondo y enseguida vi cómo iba empujando más hacia el fondo de mi culo mientras yo ahogaba un grito.
Cuando la tuvo toda dentro, esperó un momento y empezó a follarme. Primero suavemente y poco a poco fue cogiendo ritmo hasta que terminó como un auténtico macho empotrador. Fue aumentando las embestidas hasta que noté que iba a correrse y empecé yo también a pajearme. Apenas un momento después de que él se corriera y con su rabo todavía dentro, me corrí yo jadeando de la follada que me había dado.
Nos tiramos en la cama a recuperar fuerzas pero enseguida se levantó a vestirse. No me dijo nada pero hice lo mismo.
Cuando me iba a despedir me dijo:
-ha estado muy bien.
-Sí, le contesté tomándolo como un halago..
Pasó el verano y volvió el titular de la peluquería. Pensaba que él se marcharía a otra ciudad a volver a empezar pero me escribió y me dijo que iba a empezar en otra peluquería que el mismo dueño tenía en otro barrio.
No hace falta que os diga que encontré mil excusas para ir a esa peluquería, claro...
Durante varios meses estuve yendo allí y cada vez que iba nos metíamos en el baño a sacarle la leche. Se mudó de piso para estar más cerca del trabajo pero vivía con más gente así que teníamos que conformarnos con quedar un poco antes de la hora de apertura de la peluquería para poder meternos tranquilos en el baño.
Pasado un tiempo me comentó que estaba saliendo con una chica y tal y poco a poco la cosa se fue enfriando.
Volví a mi peluquería y alguna vez lo veo y nos preguntamos cómo andamos y esas cosas.
Tuve claro en todo momento que era un follamigo con quien pasar buenos ratos pero lo cierto es que nunca me tocó ni me hizo ningún gesto cariñoso. No lo digo como reproche porque yo sabía lo que había.
Los dos aceptamos las reglas que nunca tuvimos que decir y casa uno disfrutó, y mucho, a su manera.