El patinador (II)

Un domingo por la mañana con la familia que acaba con una tarde de sexo desenfrenado, de sorpresas y casualidades. Todo lo que puede ocurrir en un lugar discreto de un parque urbano.

Como algunos domingos me uní al aperitivo con la familia. Nos sentamos en una terraza porque aquella mañana el sol lucía como pocas veces ese otoño.

Justo en frente nosotros había una pista de patinaje donde varios niños intentaban patinar con la consecuente mueca de susto de sus padres cada vez que se tambaleaban. En el otro extremo de la pista tres chavales hacen virguerías saltando y frenando bruscamente.

Uno de ellos me llama la atención. Subido en su patines resulta alto y con buena figura. Lleva unos pantalones anchos y caídos y una camiseta caqui húmeda de sudor por media espalda. Llevaba el pelo largo y descuidado o quizá estaba comenzando a dejarse rastas. El caso es que tenía una pinta de guarrillo considerable.

Seguimos hablando un rato aunque mi cabeza estaba ya más pendiente del patinador que de la conversación. Por fin avanzó en mi dirección y pude verle la cara. Era el muchacho que conocí una noche de calentón hacía cosa de un mes.

Mis tíos seguían con sus chistes habituales mientras yo repasaba la anatomía del patinador. Con discreción cogí mi móvil y le mandé un mensaje.

  • Acabo de verte por el parque. Cuando quieras repetimos- Dudé si tenía bien su teléfono porque no tuve respuesta. Después de un rato le vi mirar el teléfono y al momento llegó su mensaje.

  • Pues si quieres por aquí hay sitios…-  Yo no me lo esperaba pero el calentón pudo más.

Me despedí de la familia y caminé hacia el punto de encuentro. Al verme me dijo que ya me recordaba con lo que supongo que cuando me invitó a quedar no sabía quién era. Menudo golfo que debía estar hecho el patinador.

Fue patinando delante para buscar un sitio. Cuando llegué a su altura salí de la acera y caminé entre los arbustos. Por fin le vi escondido en medio de unos árboles. Se había quitado la camiseta y se secaba con ella el sudor del pecho y las axilas. Esa imagen me puso palote mientras avanzaba hacia él.

No nos dijimos nada. Sólo me acerqué a su pezón y comencé a lamerlo. Sabía más salado a medida que bajaba por su pecho peludo hasta el ombligo.

Al estar sobre los patines su paquete quedaba a la altura de mi cara cuando estaba de rodillas. Me acerqué a su pantalón y pude notar un ligero aroma a macho sudado. Me restregué el paquete por la cara mientras recordaba la noche en que le conocí. Venía sin calzoncillos y notaba su polla fría y encogida en mi boca hasta que empezó a alegrarse. Hoy era muy distinto. Notaba que llevaba calzoncillos y además a esa hora hacía bastante calor.

Le bajé los pantalones y me encontré con un bóxer gris que marcaba su rabo y pelotas. Tenía alguna sombra de humedad del sudor de sus cojones.

Su contacto me puso a mil y saqué la lengua para humedecer su calzoncillo.

Él miraba arriba dejándose hacer como la otra vez en mi sofá. Metí la mano por la parte trasera y encontré sus cachetes duros y su interior velludo y húmedo.

Me había quedado con ganas de su culo así que le bordeé y me arrodillé detrás del él. Bese su culo, lo lamí y bajé la tela. Por fin pude ver su culito más blanco que el resto del cuerpo. Al contacto con mis labios gimió y eso me animó a seguir. Abrí sus cachetes con las manos y le di un beso, dos y tres en su hoyito húmedo. El olor intenso a macho me animó y mis besos comenzaron a ser con lengua. El chaval apretaba mi cabeza contra su culo. Metí la lengua y poco a poco sentí menos resistencia. Se estaba abriendo para mí.

A ciegas bajé su bóxer por la parte delantera y cogí su polla que estaba como una piedra y ya mojada.

Se la meneé mientras seguía comiendo culo como un poseso. Su aroma a macho no disminuía y yo estaba comenzando a entrar en trance.

Le rodeé de nuevo y ya delante de su polla me la tragué entera. No era excesivamente grande pero estaba hinchada al máximo y me llenaba la boca. El me cogió la cabeza y comenzó a follar. Primero me la metía entera. Después la mantenía dentro y me follaba solo con su capullo rojo.

De nuevo me vino a la cabeza la noche que le conocí. Le metí un dedo para probar y el cabrón se derretía. Sabiendo eso le seguí mamando la polla con las manos agarradas a sus cachetes. Llevé un dedo a su agujero. Lo noté lleno de baba espesa y gotas de sudor que caían desde su espalda.

Abrió las piernas dejándome espacio para maniobrar. Introduje en dedo, despacio pero con firmeza. Sin parar hasta la última falange. Su cuerpo se tensó pero no dijo nada.

Me saque la polla, le miré y me concentré en su culo. Moví el dedo aumentando la velocidad. Después un segundo dedo se hizo su sitio. El patinador suspiraba, miraba al cielo y después al suelo. Lo estaba pasando como los indios.

Separé mis dedos dejando espacio entre ellos y el culo respondía. Metí unos más y dio un pequeño respingo. Creo que por la sorpresa.

Su nabo se desinfló algo y comenzó e echar gotas transparentes. Me acerqué y me pasé la raja de su cipote por los labios. Notaba cómo mojaba toda mi boca seguro que dejándola brillante.

Mis tres dedos podían entrar y salir con rapidez y por completo. Me moría por comérsela pero tener aquel culo abierto pidiendo guerra también me apetecía.

Le volví a rodear pero con los patines su culo me quedaba demasiado alto. No tuvo problema en ponerse a cuatro patas siguiendo las indicaciones de  mi mano. No hubo ni una palabra.

Las vistas de su culo mojado y sus pelotas colgando me pusieron más cachondo y con la polla como el hierro.

Mientras me la meneaba me monté la película de que el chaval tenía un culo muy tragón pero no se atrevía a pedir que me lo follara.

Acerqué mi estoque y la carne se abrió como mantequilla ante un cuchillo caliente. Ya tenía la punta dentro cuando di otro empujón que le sacó un alarido. Le puse la mano tapando su boca y poco a poco fui clavándosela entera, muy despacio.

Estaba ya dentro por completo. Su espalda estaba llena de sudor que se pegaba a mi pecho. Le acaricié los pezones, los pellizqué y acerté porque sus gemidos aumentaban.

Mientras le castigaba los pezones comencé a follarlo a fondo. Metía y sacaba el rabo entero. Se la clavaba y hacia giros a un lado y otro. Él hijo de puta se estaba poniendo fino de rabo.

Su soltó un mano para pajearse y perdimos el equilibrio.  Caímos juntos y unidos y al llegar al suelo se la clavé con todo el peso de mi cuerpo. Su culo se contrajo y noté como se estaba corriendo sin tocarse.

Me salí de él mientras se ponía de nuevo a cuatro patas. Le rodeé y se la enchufé en la boca. Le apoyé las manos sombre mis muslos y las sujeté. Le clavaba la polla hasta el fondo mientras emitía sonidos guturales. Seguí follando un rato hasta que me entraron ganas de correrme.

Me pajeé ante su cara sudorosa y llena de lágrimas. Le dejaba el cipote cerca y él intentaba llegar con la punta de su lengua pero sin conseguirlo.

Me corrí en su cara echando varios chorros que corrían por las mejillas y la nariz. Le di un par de pollazos haciendo saltar la leche a mis piernas y su pecho.

Cuando lo solté se dejó caer en el suelo. La verdad es que estaba muy guapo todo sudado, sin camiseta, con los pantalones por los tobillos sobre los patines que no se había quitado en ningún momento.

  • Tío, me has dejado muerto. No venía preparado para esto- Y me miraba con una sonrisa cansada.

Eché un vistazo a los lejos y no se veía a nadie. Tampoco llegaba el ruido lejano de los niños jugando. Serían las tres de la tarde y la gente se había ido a comer.

No sé porque me dio el punto. Supongo que porque seguía caliente. Le comencé a quitar los patines y me miró con cara de sorpresa. Le dije que le iba a hacer un regalo. Se acomodó boca arriba y apoyó los pies en mi cara enfundados en calcetines blancos.

El olor me estaba poniendo palote otra vez. Le masajeé haciendo fuerza algunos puntos. Le estaba gustando y su rabo todavía con leche colgando es estaba empezando a empinar.

Esa mañana le había visto patinar bajo el sol y ahora estaba a sus pies. Ese pensamiento me puso más cerdo y mordí despacio los laterales de las plantas.

Él tenía los ojos cerrados y parecía que disfrutaba mucho. Le quité los calcetines y por fin tuve contacto con sus pies. Les pasé la lengua por toda la planta y tuvo un espasmo de placer con el que me dio con todo el pie en la cara.

Mi polla apuntaba al cielo y no podía estar más dura. Dejé sus pies sobre mi cara, me puse de rodillas y me acerqué a su culo. Seguí caliente, abierto y húmedo.

Me miró con estupor pero en cuanto le metí el rabo se abandonó dejando caer la cabeza.

Con sus piernas apuntando al cielo le lamí todos sus dedos. Mamé su dedo gordo, mordí de nuevo su planta y a la vez le fui follando despacio. Su culo estaba receptivo y me atrapaba la polla con sus contracciones.

Aquel machito que me folló la boca sin miramientos ahora me empujaba de las caderas para que entrada dentro de él bien a fondo. Sus quejidos eran escandalosos así que le metí uno de sus calcetines en la boca y le follé sin miramientos con sus rodillas sobre mis hombros.

  • ¿Oye porque no nos vamos a casa y pasamos  la tarde?-

  • No tío, tengo que irme a casa y ya es tarde- Capté la indirecta y comprendí que quería acabar.

Tenía los ojos cerrados quizá para sentir más mi polla. Yo sin embargo lo quería ver todo. Su cara, su pecho con los pezones erectos y mi polla entrando y saliendo. Volví a darle caña con los ojos cerrados moviendo la cadera como un loco. Al abrirlos veía borroso por el exceso de luz pero distinguí unas zapatillas de deporte detrás de un arbusto. Teníamos un mirón.

El patinador se apretaba contra mí con sus piernas. Y yo seguí dando estocadas que le hacían gritar aún con el calcetín metido en la boca. Íbamos a darle un poco de espectáculo al mirón.

Noté una presencia. El mirón se había acercado. Era otro chaval como de veinte años. Llevaba todos los complementos de un runner. A pocos metros de nosotros nos miraba sin pestañear y con el rabo marcando en su malla negra.

Cogí los pies del patinador y los puse sobre mi frente sintiendo sus piernas a lo largo de mi cuerpo y finalmente su culo unido a mi polla en un mete-saca bestial. Mientras le daba estopa el mirón se sacó  el rabo duro y se acercó un poco más. No era especialmente guapo pero vestido de deportista y con su pollón en la mano resultaba de lo más atractivo.

Se acercó tanto que el patinador lo pudo ver cuando mi empalamiento se lo permitía. Puso mirada de sorpresa y se intentó levantar.  Le lancé de nuevo al suelo y se la saqué entera para clavársela a fondo dos veces. Ya se quedó tranquilito.

El mirón siguió mi señal y se colocó de rodillas sobre su cabeza. Exhibía su rabo rasurado y sus pelotas también sin vello. Su olor me llegó y supongo que también al patinador que miraba el falo fijamente desde el suelo dejando su boca entreabierta.

Se quedó con las ganas porque me apoyé sus rodillas y me llevé a la boca su rabo. Ya había estado a punto de correrme varias veces pero está vez me faltó muy, muy poco.

Me salí del patinador y le hice sitio al runner que estaba indeciso. Le cogí por la polla y le puse a mi lado de rodillas frente al culo abierto del patinador.  Éste tampoco parecía muy hablador pero se dejaba hacer. Se la ensalivé bien, metiéndomela a fondo y después le dirigí el misil al ojete abierto. Como era de imaginar no le costó nada entrar en el patinador que no se cansaba de recibir.

El runner se puso a hacer planchas sobre su culo entrando y saliendo entero. Todos estábamos como enloquecidos. Yo le planté el nabo en la boca y me la limpió como un poseso. Cómo se le notaban los veinte años al chaval porque no paraba de joder el culo del otro en ningún momento.

Me agaché para ver el primer plano de la follada. La verdad es aquella experiencia me estaba volviendo loco. Ya que la tenía allí me metí en la boca la polla endurecida del patinador que simplemente se dejaba follar sin hacer ningún movimiento.

Sabía a sexo a macho, a sudor, a leche. La engullí hasta el fondo con tanta pasión que no presté atención a los bufidos que resultaron ser del patinador llenándome la boca. Rápidamente me aparté pero me llenó la boca, los labios y la frente de leche. El runner me miraba con cara de hijo de puta vicioso, se la sacó al otro y tiró de mi cabeza para que dejará caer la leche sobre su rabo ya de por sí mojado.

La leche calló sobre su nabo y sus pelotas y sin más se la clavó usando como lubricante su propia lefa. El runner era una máquina de joder. No paraba pero era mecánico. Pero vamos que al patinador en aquel momento le parecía gloria bendita.

Comenzó a ponerse tenso. Mi miraba fijamente mientras follaba hasta que se levantó y me puso el nardo delante de la cara. Se la agitó y noté su jugo caliente sobre mí.

Me resbalaba por la cara cayendo desde mi barbilla sobre el patinador que se estaba empezando a llenar de leche sin mover un músculo. El runner me dio varios pollazos en la cara, se la metió en la malla y moviendo la mano se sacudió la leche sobre el pechodel patinador.

Me dio cosa verlo tirado en el suelo con las piernas abiertas y lleno de leche y babas desde el pecho hacia arriba. Me acerqué y le di un beso que iba a ser casto pero acabó siendo apasionado mientras ambos sentíamos el sabor de la leche en la boca del otro. Cuando me incorporé el runner se había esfumado.

Nos recompusimos como pudimos. Mal. Teníamos sólo dos kleenex así que el patinador iba lleno de hierba por el pelo, con la camiseta completamente arrugada y con machas oscuras.

Por último se puso los patines, se despidió y se fue.

Yo me quedé apoyado en un árbol un poco absorto en lo que estaba pasando. Repasé mi ropa y comencé a caminar. De no sé dónde sale un chaval con aspecto de macarrita urbano. Chándal, oro y zapatillas de muelles. Pero de todo lo más cañero era la cara de cabrón que tenía. Tanto que mientras se acercaba me dio un poco de miedo. Hasta que empezó a hablar.

  • Hola. espero no haber molestado. ¿Todavía tienes ganas?- Y me miró con ternura como si comérsela fuera una acción social. Su acento me hizo pensar que igual era un morito de veinticinco años. Marcaba un paquetón increíble sobre el chándal blanco.

Me sonreía esperando respuesta.

  • ¿Cuánto llevas ahí?-

  • Antes que el que corría- El muy cabrón lo había visto todo.

  • Pues ya has visto la tarde que llevo necesito irme a casa- Con la mirada le pedí comprensión para que no insistiera. Pero claro, él no tenía los mismos planes.

Se bajó el pantalón y el slip azul y se sacó un enorme rabazo moreno,  venoso y brillante sobre todo por el capullo.

Pues en esa encrucijada me encontraba. ¿Y tú qué harías?. Claro, es muy fácil desde tu atalaya de lector calentón pero yo llevaba una hora follando.

Seamos razonables, por buena que sea una comida no conviene empacharse. Es cierto que días de suerte como este hay pocos. Qué digo poco casi, ninguno. Además el olor del chaval me estaba llegando y huele a macho salido que son los que más me gustan. Estaba a punto de invitarle a casa cuando me dijo: - ¿Supongo no importa yo un poco sudado?- Puso cara de morboso recordándome que había follado con dos deportistas delante de él.

  • ¿Quieres venir a casa y nos ponemos cómodos, me ducho y me recupero?- Saqué fuerzas para ofrecer mis sonrisa más conquistadora.

  • Vale, yo también puedo duchar- Pero seguía apuntándome con su polla.

  • Pero antes mejor pruebas- La verdad es que ver su rabo tan duro y lleno de una capa transparente de la paja que se habría echo mientras nos veía follar me planteó la duda.

Me agaché y le lamí el capullo con varios lengüetazos juguetones. Noté como se tensionó. Su sabor era intenso y su olor muy sensual. Mi polla se estaba poniendo firme otra vez.

  • Venga pues entonces nos vamos. Tengo el coche por allí.-  Parecía un tío majo y hablador a pesar de sus limitaciones con el idioma. En el coche comenzó a preguntarme cerdadas consiguiendo empalmarme.

En el ascensor sentí su aroma y me fijé en sus axilas levemente peludas que sobre salían de su camiseta de tirantes.

Cuando llegamos a casa me puso contra una mesa y se restregó el paquete por mi culo. Aquello prometía. Vi un mensaje que resultó ser del patinador.

  • Sigo cachondo. Si quieres que pasemos un rato, voy-  Por respuesta le recordé la dirección en un mensaje en el que no dije nada de la sorpresa de tenía pegada a mi culo.