El patinador (I)

Una noche de insomnio contacto con un chaval que anda vagando por las calles buscando relajarse. Con los patines puestos mi cara queda a la altura de su...

Era un viernes noche y tras dos películas aún no tenía ganas de dormir. Me sentí cachondo perdido así que entré en el chat por si coincidía con alguien.

Pronto di con un Nick que buscaba una mamada discreta. Como no disponía de cam quedamos en la calle cerca de mi casa para vernos sin compromiso. Me dijo que era un tío muy normal: 180 de alto, 70 kilos, castaño y con pelo largo. Y efectivamente cuando llegó no había nada en él que me llamara la atención.

La calentura que llevaba encima me animó a invitarle a casa aunque solo fuera para comerle la polla mientras me pajeaba.

La verdad que el tío resultó ser muy majo y fuimos charlando hasta casa. Cuando llegamos se quedó inmóvil subido en sus patines de línea así que me arrodillé delante y comencé a restregarme su paquete por la cara. Se notaba fría la tela del pantalón pero poco a poco algo en su interior se movía.

Le quité el cinturón y abrí la cremallera pudiendo ver un pubis castaño y frondoso.

Le bajé el pantalón hasta las rodillas. Sus huevos peludos y grandes, contrastaban con su polla encogida. De nuevo me metí entre sus piernas para sentir su olor a machote y estimularle los cojones con mi cara. Él seguía sobre sus patines y aunque buscara algo rápido me pareció más cómodo pedirle que se descalzara y se sentara en el sofá.

Aprovechó para quitarse del todo el pantalón, la sudadera y la camiseta quedando en pelotas sólo con los calcetines puestos, uno blanco y otro gris.

Se sentó en el sofá con las manos tras la nuca enseñando así unos sobacos llenos de pelos largos. Tenía también vello en el pecho que llegaba atravesando su ombligo hasta su polla dormida.

Verle espatarrado en el sofá me puso muy cachondo y me lancé a lamerle las pelotas que estaban algo húmedas por la zona de la ingle. El cabroncete comenzó a resoplar a cada lengüetazo. Yo seguía lamiendo despacio saboreando por todas partes aquellos cojones gordos.

Por el contraste de la fría temperatura exterior con el calorcito de mi casa y al venir patinando varios kilómetros, el chaval empezó a sudar. Tanto que de reojo vi como con su camiseta negra se limpiaba los goterones de sudor del pecho y las axilas.

Abandonó su cabeza sobre el respaldo del sofá dejándose hacer. Eso me puso más cachondo y di otro paso metiendo su polla todavía pequeña en la boca. Al revés que sus cojones, el nabo estaba frio y apenas respondía a las caricias de mi lengua. Me la metí del todo en la boca para jugar con mi lengua. El tío ni se inmutaba, su polla tampoco. Creo que era consciente de que necesitaba entrar en calor así que sin atisbo de preocupación seguía con los ojos cerrados dejándose mamar. Poco a poco su rabo se calentó y se puso morcillón en mi boca

.

Nos cruzamos la miraba y me sonrío complaciente de verme con su nabo enterrado en mi boca. Volvió a dejar caer su cabeza y se abrió algo más de piernas. Me puse a acariciarlas desde sus velludos muslos hasta los pies. Cuando toqué sus calcetines pude notar el calor  y la humedad, eso me volvió a poner cerdo. Me metí el rabo hasta la garganta agarrado a sus pies y masajeándolos. Cada vez bufaba más alto mientras yo me la sacaba y metía entera mirándole a los ojos.

Poco a poco fui haciendo una mamada más profunda hasta atragantarme. Me miró con cara burlona y me dio varios pollazos en la cara. Su nabo había mutado. Estaba caliente, chorreante, duro como una piedra y era el doble de grande que al principio.

Nunca me había pasado, preferir tocarle con mis manos que pajearme. Sus pelotas estaban brillantes por el sudor y la baba que caía de mi boca. Las aplasté, los lamí y mientras seguía tragando toda la polla que podía mis dedos bajaron hasta su culo presionando pero sin amenaza de querer entrar.

El muy cabrón se lo estaba pasando pipa  con la polla a reventar cuando me cogió de la cabeza y presionando, me la clavo aún más de lo que yo podía. Conté hasta siete segundos sin respirar y me la saqué para respirar.

Me miraba divertido mientras yo volvía respirar y otra vez empujaba mi nuca hasta chocar con su pubis. Su olor a macho en celo procedente de su mata de pelo me ponía cachondo así que cada vez aguantaba más tiempo con su nabo llenando mi boca. Diez segundos, quince, veinte…

Poco a poco descendí a su culo que aunque no se abría, tampoco se quejaba de sentir mi dedo estimulándolo.

Por algún motivo me estaba encantando estar de rodillas con su polla clavada hasta la garganta mientras mis manos indagaban en las plantas de sus pies enfundadas en los calcetines de deporte.

Por un momento estuve tentando de quitárselos y ponerme a darles placer, lamiendo aquellos pies por los menos de un cuarenta y tres.

No me decidí por si se le cortaba el rollo pero me hubiera gustado ver sus pies de patinador delante de mi cara.

  • No sé qué me estabas haciendo por ahí abajo pero me estaba molando, sigue.- Y cerró de nuevo los ojos.

Con esa invitación me ensalivé un dedo y lo pasé por su raja húmeda centrándome en su ojete que poco a poco empezó a abrirse. Sus gemidos evidenciaban que un masaje dentro de su culo le ponía muy perro.

Mi rabo explotaba bajó los bóxer. Me cogió la cabeza y la dejó inmóvil mientras movía sus caderas follando mi boca. Me dijo que dejara la boca abierta y comenzó a meterla entera y sacarla. Yo lloraba, suspiraba y gemía todo a la vez. Mi garganta hacia ruidos para encontrarle sitio a aquel pollón palpitante.

Cuando se cansó, liberó mi cabeza y tuve opción de seguir mamando ahora a mi ritmo. Sus gemidos ya no paraban y supuse que estaba próximo a correrse Entonces humedecí la palma de mi mano  y comencé a pasársela por su rojo y brillante cipote. Eso le ponía como loco así que bramaba y se retorcía. Yo seguí pajeando cuando me empujó de nuevo la nuca hasta clavarme  su nabo con sabor salado.

Mamé hasta el fondo todo lo que pude para ayudarle a correrse. Sin avisar y sin gemir más que antes me lleno la boca de leche. Me pilló por sorpresa así que no pude respirar: lancé babas y leche hasta la altura de su pecho. Él seguía con los ojos cerrados y la cara todavía agarrotada

Quise cagarme en su madre por no avisar pero como no me había corrido seguía caliente y me puse a pajearme con una mano y con la otra a repartir la leche por su barriga y pecho.

Abrió los ojos y me pidió ir al baño sin darme la oportunidad de terminar mi pajote. Me quedé de rodillas, con la mano llena de su leche y los patines delante de mí. En un acto reflejo cogí uno y me limpié los dedos en su interior. Después lo llevé a mi nariz recibiendo una buena hostia de olor concentrado de muchas horas patinando por la ciudad. No me gustó en especial el olor pero sí la sensación de acceder a él sin que el chaval notase nada.

Cuando oí cerrarse el grifo del agua, dejé el patín en el suelo pero ya era tarde. El tío me miraba sonriendo  - ¿Te  mola como huelen o qué?- Y acto seguido comenzó a vestirse. Yo no supe responder y también me vestí.

Nos despedimos con un – Ya hablamos-