El pastor y el chico de ciudad

Hola, mi nombre es Javier, tengo 19 años. Lo que hoy les cuento sucedió este verano. Me tuve que ir unos días con mis padres al pueblo de donde son ellos. A mi no me gusta mucho el pueblo, lo encuentro aburrido, pero esta vez algo inesperado me iba a ocurrir.

Hola, mi nombre es Javier, tengo 19 años, soy de una ciudad de Andalucía, soy gay desde que tengo uso de razón. Lo que hoy les cuento sucedió este verano. Me tuve que ir unos días con mis padres al pueblo de donde son ellos. A mi no me gusta mucho el pueblo, lo encuentro aburrido, y por allí no tengo muchos amigos, además, en casa de mis abuelo no había wifi y la cobertura era escasa, por lo que se hacía aún más aburrido la estancia.

Mis ratos pasaban como si nada. Me levantaba tarde, veía la tele un rato y me volvía a acostar, chateaba un poco con los amigos de la ciudad y poco más. Apenas tenía intimidad, por lo que tampoco podía desahogarme con aluna paja. Y mucho menos podía quedar con nadie del pueblo para tener algo, por el qué dirán. En ese pueblo no eran muchos y todos se conocían, y al final todo se acaba sabiendo.

Me única actividad fuera de lo normal era ir a correr por los caminos que rodeaban el pueblo, adentrándose por los campos y granjas que por allí había.

Me gustaba salir a correr sobre las 7 de la tarde, cuando el sol picaba menos, casi siempre hacía el mismo recorrido. Solía llevar unos short cortos por encima de los muslos y una camiseta de tirantas y mis cascos para ir escuchando algo de música.

No es que sea un adonis, pero creo que tengo un cuerpo bonito, me suelo cuidar y hago algo de deporte, mido 1.68 m, delgado y atlético, piel clara, ojos café y el pelo algo larguito y revuelto. Tengo un buen culo con algo de vello a igual que mi abdomen, que lo recorre una leve linea de vello desde el pecho hasta el pubis. Mi polla mide unos 16 cm. Tengo que decir que mis gustos hacía los hombre han variado últimamente, me decanto más por un buen hombre mayor que yo, adoro su virilidad.

En algunas de estas escapadas diarias aprovechaba y me detenía unos instantes en la rivera de un riachuelo para descansar y aliviarme un poco. Era el único momento que estaba a solas y podía hacerlo. Me recostaba sobre una piedra grande, me sacaba la polla y me pajeaba hasta correrme sobre el suelo. Era una sensación muy agradable poder hacerlo al aire libre y esparcirlo por el suelo sin tener que limpiarlo después. Algunos días me recreaba más y otros menos, depende del calentón que llevase. Unos días me metía un par de dedos por el culo mientras me la machacaba y otros tan solo me pellizcaba los pezones y me la sobaba un rato. Todo esto pensando que estaba yo solo por aquel lugar y nadie me veía.

Una tarde como otra cualquiera fui a mi rutina, cogí el camino de costumbre, llevaba los cascos puestos y buen ritmo, casi nunca me encontraba con nadie. Iba dirección al río para pajearme un rato, de pensarlo y con el vaivén de correr se me estaba empezando a poner algo morcillona. Iba bajando la cuesta que da a la rivera cuando vi a los lejos un rebaño de ovejas refrescándose donde yo solía ponerme. Vaya que faena, pensé, me han quitado mi rincón. Continué corriendo para ver si podía adelantarme y buscar otro sitio, pero al coger el camino que bordeaba el río me topé con un señor meando a la sombra de un árbol. Era el pastor.

Me asusté al principio, no me lo esperaba. Pero lo que no me esperaba es que él apenas se inmutó de mi presencia mientras seguía meando, pude ver como le salía de la bragueta del pantalón un buen trozo de carne flácido, el cual me quedé mirando unos segundos, antes de tropezarme con una rama y caer al suelo.

  • Chico estás bien?, preguntó el pastor, levantándome del suelo.

  • Si si, contesté, mientras me recuperaba del batacazo.

  • Menuda leche te has dao, siguió diciendo el pastor con cierto acento cerrado.

  • Si, me distraje. Le contesté.

  • Tú eres nuevo por aquí verdad?, me pregunto.

  • Bueno si, soy el nieto del panadero.

  • Aahh si si lo conozco....es que llevo viéndote unos días por aquí y no te ubicaba.

  • Es que salgo a correr por esta zona, le dije, pensando en que me podía haber visto masturbándome.

  • Quieres un poco de agua chico. Me dijo acercándome una botella.

  • No gracias estoy bien, voy a seguir.

La verdad es que no me apetecía seguir, allí tenía a aquel hombre, de unos 50 años pendiente de mi. Llevaba una camisa abierta hasta la barriga, se le podía ver todo el torso velludo y fuerte. Aquel hombre debía de pesar lo menos 100 kilos pensé, tenía las piernas y los brazos fuertes a igual que una barriga y pecho  que se intuía dura y fuerte del esfuerzo de su trabajo. Tenía barba de varios días y sus brazos llenos de vello quemados por el sol, y un moreno de estar todo el día tirado en el campo. Por no hablar del paquetón que se le marcaba en los típicos pantalones verdes de trabajo, cosa que ya había visto antes y motivo por el cual me había caído.

  • Oye chico, siento haberte quitado el sito, es que las ovejas tenían que beber.

  • ¿Qué sito a que se refiere?

  • Bueno, la otra tarde te vi allí solo, en aquella piedra...ya sabes.

Que vergüenza, aquel señor me había pillado vete tu a saber haciendo qué.

  • No se que vio usted, pero no era yo. Fue lo primero que se me ocurrió decir.

  • Si hombre eras tú, no hay muchos chicos como tú por aquí. Y no me hables de usted, me llamo Manuel.

  • Bien Manuel  pero no se exactamente que vio.

  • Bueno, te vi a ti, con tus pantaloncitos bajados y hurgándote en el culito.

Madre mía, pensé, encima me ha visto follándome el culo, ahora todo el pueblo sabrá que soy maricón.

  • Por favor, no se lo digas a nadie, en el pueblo todos conocen a mi familia.

  • No no tranquilo, yo te entiendo perfectamente chico, no diré nada, yo también me tengo que apañar solo, no tengo mujer.

Aquellas palabras me tranquilizaron un poco, quería salir de aquella situación tan embarazosa, pero algo llamó mi atención. Manuel el pastor, tenía un bulto considerable en su entrepierna, no era como lo había visto antes.

-Verás chico, he de decirte que todas estas tardes te espiaba detrás de un árbol, mientras tu te tocabas, yo también. Como ya te he dicho llevo mucho tiempo sin mujer que me satisfaga y ver tu culito me gustó.

No podía creer lo que estaba diciendo, aquel hombre se había estado masturbando pensando en mi culo. Y allí lo tenía delante con la polla queriendo salir de su pantalón. Si jugaba bien mis cartas aquella sería la solución a aquellos días aburridos en el pueblo. Pero no sabía hasta donde sería capaz de llegar Manuel.

  • Manuel, me alegra que te guste mi culo, pero no se si te has dado cuenta que a mi lo que me gustan son los hombre.

  • Bueno y qué?, eso no quita que tengas un culo como una buena moza.

Mientras me agarraba el culo con fuerza con sus bastas manos.

  • Si quieres puedes pajearte ahora, no me molesta, y así ves mi culo más cerca.

Le decía yo, bajándome el short y los boxer, dejando solo a la vista mis nalgas.

-Uuf nenee! es que es tremendo tu culo.

No se lo pensó, se desabrochó el cinturón, se bajo la bragueta y se sacó la polla tiesa con un tronco. Yo me quedé boquiabierto a ver semejante monstruo. Era una polla ruda de por lo menos 23cm. ancha y marcada por las venas, que se erguía sobre una basta mata de bello negro.  Se la descapulló y empezó a manosearsela liberando sus huevos de los calzoncillos, unos huevos gordos y colgones.

Yo sin decir palabra miraba de reojo aquellos movimientos de muñeca que se estaba dando el pastor, muy bruscos, jadeando mientras le mostraba mi trasero.

-Oye Manuel, y no prefieres que lo haga yo?

  • Que dices! eso no me va.

  • Verás como te gusta. Insistí.

  • Bueno venga, pero si me dejas que te lo agarre.

Accedí y rápidamente Manuel me echó mano a una de mis nalgas, casi rozándome mi ano por las manazas que tenía. Yo me apresuré colocándome a su lado y cogiendo aquel tronco, apenas con una mano abarcaba su diámetro, lo pajeaba como podía, le agarré los huevos por debajo y soltó un gemido. Aquello le estaba gustando más a él que a mi. Pero lo mejor para el pastor aún estaba por llegar.

  • Joder, que bien lo haces chico, os enseñan bien en la ciudad o qué?

  • Jaja algunos años de experiencia, también nos enseñan a chuparla.

Manuel se quedó muy serio mirándome, me soltó el culo, pero para mi sorpresa no se había enfadado. Me agarró de la cabeza y me llevó hasta su polla. Me restregó contra ella, noté su fuerte olor a macho y a orina. Se la agarré como pude y me metí la punta en la boca. Apenas cabía de ancha en mi boca.

  • Ahora eres tú el que no puede decir nada de esto, ¿entendido?

  • Descuidaa. Dije mientras me volvía a meter su polla dura en la boca.

La lamía por todos lados, le chupaba el capullo grande y rosado, me la metía hasta la garganta, hasta que me daban arcadas. Él se retorcía de placer, gemía mientras me agarraba la cabeza y me cogía el culo con la otra.

  • Joder que bien lo haces nene. Me voy a correr, no querrás que te pringue.

Al oír eso aumenté mi chupada, quería probar la leche del pastor, quería darle una buena mamada.

  • Arrrggggggg me corroooo

Él me soltó pero yo no me despegué de su polla, el primer trallazo de semen se salió de mi boca llenándome toda la mejilla, los demás chorros los fui recibiendo en mi boca y tragándomelos. Tenía un sabor fuerte y áspero mezclado con meado, cosa que me puso a mil.

  • Vaya, no me esperaba eso chico. Que gustazo me ha dao.

Yo mientras me limpiaba lo que quedaba de su corrida en mi cara y me incorporaba.

  • En la ciudad nos enseñan muchas más cosas, si quieres te las puedo enseñar, pero en algún sitio más discreto.

Me miró con una sonrisa pícara, subiéndose los pantalones y guardándose el rabo aún morcillote en los calzoncillos.

  • Vamos a mi casa, está cerca y allí nadie nos verá.

Continuará.