El pastor

Visitando un pueblo casi abandonado me encontré con un pastor muy hospitalario.

Si le preguntas a alguien que te diga un trabajo en el que hay que viajar mucho, seguramente te responderá que camionero, azafata, piloto, comercial... pero lo cierto es que somos muchos los que nos encontramos en esa situación y nadie repara en nosotros los técnicos, que nos dedicamos a arreglar e instalar maquinaria industrial y que debemos ir allí donde se nos necesita, a menudo de un día para otro.

En una ocasión tuve que acudir a reparar una máquina en una fábrica que estaba en una zona rural. Me gusta ir a esos sitios alejados de las grandes ciudades, donde uno respira tranquilidad y suele encontrar buena comida y gente muy acogedora.

Cuando llegué di pronto con el problema, el desgaste de una pieza había provocado la avería. En seguida me puse en contacto con el suministrador para que mandara la pieza urgentemente.

Era Lunes, pero la pieza no llegaría hasta el Miércoles así que me puse en contacto con mi jefe para ver que debía hacer. Estaba a mucha distancia de casa para volver y regresar al día siguiente y no había ningún otro asunto que debía atender así que mi jefe me sugirió que lo mejor era esperar allí para recibir la pieza y reparar la máquina lo antes posible.

Así que me encontraba de repente con dos días libres para hacer lo que yo quisiera. Busqué alojamiento y dediqué el resto de la mañana a dar un paseo por el pueblo. No era muy grande, por lo que al poco tiempo ya me había recorrido todas las calles de la localidad. Era la una y media, así que habría que comer algo. Entré en un bar donde daban comidas y donde me sirvieron un guisado que casi hizo que se me saltaran las lágrimas de lo sabroso que estaba.

Allí le pregunté a la mujer que estaba atendiendo sobre qué lugares merecía la pena visitar por los alrededores. Me habló entonces de un pueblo que aunque estaba deshabitado, conservaba intacta la arquitectura típica de la región y desde donde había unas vistas inmejorables del valle. Me contó que era como un viaje al pasado.

Luego añadió que no estaba realmente deshabitado, allí pernoctaba un pastor que aunque teniendo casa en el pueblo prefería quedarse allí la mayoría del año por que los pastos allí arriba eran mucho mejores. "Muy buena persona, pero es un poco raro, solo baja por aquí para comprar de cuando en cuando". Nicolás era su nombre. Luego añadió que en el pueblo eran antes casi todos pastores y que si tal se fue a Argentina y el otro a Barcelona, bla, bla, bla. A la gente de los pueblos les gusta mucho hablar de su historia y a mí me gusta escucharles, son historias humanas de las que siempre se puede aprender.

Como no tenía nada mejor que hacer, o me iba a pasar la tarde a la ciudad más cercana, o le hacía caso a la señora y visitaba ese pueblo. Me gustó más la segunda opción así que me puse de camino.

Enseguida empecé a arrepentirme ya que el camino era más apropiado para un todo terreno que para la pequeña furgoneta que conducía. Pero la curiosidad hizo que decidiera seguir hacia adelante. Eran ocho kilómetros, casi todos de subida y tardé en recorrerlos lo mismo que si hubiesen sido ochenta.

Finalmente, tras una larga curva se mostró ante mí el pueblo. Entonces fue cuando me alegré de no haber dado la vuelta. La estampa era maravillosa, rodeado de amplios prados verdes y a los pies de una gran montaña. Aunque muchas casas estaban ya en ruinas y otras muchas ya no conservaban el tejado, la impresión general fue como me adelantó la mujer del bar, de un viaje al pasado. El único camino que se adentraba en el pueblo era de tierra y no se apreciaba ningún signo de modernidad.

Dejé la furgoneta a la entrada del pueblo y me dediqué a visitar sus calles y a tomar fotos de todo. El entorno era cautivador y el silencio tan solo se rompía por el ruido del viento y el canto de los pájaros. Casas de piedra y tejados de negra pizarra cortada en trozos irregulares contrastaban con los verdes prados el magnífico cielo azul decorado con tenues nubes blancas.

Decidí tumbarme en la hierba para disfrutar plenamente de ese momento de paz. Esa paz unida al hecho de haberme levantado a las cinco de la mañana propició que sin darme cuenta me quedara dormido allí mismo.

No sé cuánto tiempo estuve durmiendo, me desperté repentinamente cuando una mano me zarandeaba mientras una voz me decía "¡Señor!, oiga, oiga, ¿Se encuentra usted bien?"

Abrí los ojos y ante mí apareció una figura humana. Un hombre, de complexión fuerte, con la piel morena por el sol, con barba de varios días, ojos oscuros como su piel y su negro pelo. Llevaba una gorra con propaganda de un bar, camisa a cuadros y pantalón azul, de los que se usan para trabajar. Sin duda era el pastor, tras él un numeroso rebaño de ovejas y varios perros observaban curiosos la escena.

Me levanté y tendiéndole la mano le dije: "Disculpe, me he quedado dormido, ¿Es usted Nicolás?"

Me miró con cara de asombro y por su modo de mirarme imaginé que le estaría dando vueltas a sus pensamientos para averiguar de qué diantres me conocía.

"Perdón, me llamo Pedro, la mujer del bar me habló de este pueblo y que usted vivía aquí, me dijo que merecía la pena venir así que aquí estoy".

Me dijo entonces aceptando mi saludo y estrechando mi mano: "Ah, vaya, encantado, no viene por aquí mucha gente y me extrañó verle tirado en el suelo al lado de su furgoneta, pensé que le había pasado algo".

Me reí y le conté lo que había pasado. Me ofreció entonces un café que yo acepté gustoso, seguro que si llevaba tanto tiempo solo le apetecería tener un rato de compañía.

Me llevó hasta su casa, en un extremo del pueblo. Encerró a los animales en el corral anexo a la casa y me hizo pasar. Me enseñó entonces su casa. El interior guardaba total armonía con el resto del pueblo. Una gran cocina con muebles viejos una cocina de gas y otra de carbón, un frigorífico que parecía sacado de una película de los años 60 y varios utensilios colgados por las paredes. Un salón presidido por una gran chimenea rodeado por dos viejos sofás, sillas de madera y una vieja mesa. En las paredes había viejas fotos, seguramente de su familia. Había tres habitaciones, pero dos de ellas estaban vacías y en la tercera había una cama de matrimonio con una cabecera al estilo del resto de la casa y una imagen de una virgen sobre la cama. Finalmente el baño, que tampoco me defraudó, una vieja bañera, lavabo y el váter con la cisterna elevada y una cadena colgando, acabada en un tirador que en su día debió ser blanco. También tenía una pequeña cochera en la que guardaba un viejo todoterreno que utilizaba para ir al pueblo.

Sacó una cafetera italiana y me preparó un café mientras me hablaba de lo dura que era su vida, levantándose temprano, todo el tiempo sólo con sus animales. De que a veces en invierno habían venido a traerle provisiones con motos de nieve cuando llevaba varios días incomunicado. También me habló de su familia y de la gente que antes vivía en el pueblo.

Tuvimos una conversación muy animada. Y no me di cuenta de la hora que era hasta que me ofreció quedarme a cenar. Era verano y la luz del día me engañó, eran ya las ocho y media de la tarde. Le agradecí su ofrecimiento, y aunque me había apetecido seguir hablando con él, no quería volver de noche por aquella carretera. El insistió tanto que me dio pena dejarle de nuevo sólo y acabé aceptando.

Preparó una ensalada y luego sacó fiambre, queso y fruta. Y seguimos hablando animadamente mientras acabábamos una botella de vino. Finalmente me ofreció otro café y me sirvió una copa de orujo que quemaba la garganta cuando lo tomabas.

Me iba a ofrecer otra cuando le dije que no, ya había bebido suficiente, estaba empezando a oscurecer y el camino de vuelta iba a ser terrible.

El seguía insistiendo, incluso me ofreció quedarme allí esa noche. Le dije que ya tenía una habitación en el otro pueblo, y para colmo no había cobertura en mi teléfono móvil. Pero era muy obstinado, continuó insistiendo y sacándome de la casa, incluso del pueblo me llevó hasta un alto donde me aseguró que recibiría señal. E increíblemente así era. No sé como dejé convencerme, pero llamé a la pensión y les conté que me quedaría aquí arriba. Me dieron recuerdos para Nicolás y me desearon buenas noches.

Volvimos hacia la casa, Nicolás encendió un generador que alimentaba las bombillas desnudas que colgaban de cada una de las habitaciones de la casa. Ya no tuve ningún reparo en tomar más licor. Seguimos hablando y como no, pronto empezamos a tratar el tema de las mujeres. Me dijo que no había tenido nunca pareja y me confesó que había visitado en alguna ocasión un club cercano, luego no sé porque no me sorprendió cuando me acabó diciendo que eran más baratas las ovejas. A la vez que me hacía estas confesiones íntimas, sin ningún pudor, se levantó y metiendo la mano bajo su pantalón se colocó su verga, luego se volvió a sentar y me llenó de nuevo el vaso. Imaginé que debido a la conversación había tenido una erección y le estaba molestando bajo el pantalón.

El imaginarme su polla empalmada bajo sus pantalones me dio tal morbo que no pude evitar tener yo también otra erección. Sería por empatía, pero también a mi me empezó a molestar la erección. Aunque yo no me atreví a hacer lo mismo que el, me disculpé y me fui al baño.

Allí, de pié frente al lavabo, desabroché mis pantalones y los dejé medio caer, y justo en el momento en el saqué mi polla totalmente en erección fuera del slip para colocármela mejor, la puerta del baño se abrió y apareció Nicolás con un rollo de papel higiénico en la mano.

De repente mis mejillas se tornaron de color rojo y un calor sofocante me subió por la cara. Inmediatamente me la guardé como pude y me subí los pantalones inmediatamente.

Nicolás, que se había quedado paralizado en la puerta, con el papel en la mano, sin poder articular palabra, empezó a reír de repente a carcajadas.

"Vaya, si quieres podemos hacer una visita a la cuadra" Me dijo

Me empezó a hablar de una oveja muy dócil que ya estaba acostumbrada. Yo negaba constantemente con la cabeza.

"Te advierto que dejar esa hinchazón ahí es muy malo, ja, ja, ja"

El seguía riendo mientras yo no sabía ni que decir. Ni por asomo se me ocurriría follarme a una oveja. Pero el sin hacerme ningún caso me agarró del brazo y me sacó de allí.

Me llevó al corral, Encendió la luz y se internó entre las ovejas con una cuerda en la mano. Pronto vino con la victima arrastrándola con la cuerda. La sacó del corral y la ató a una viga junto a la puerta.

"Venga, es toda tuya"

Yo volví a negar con la cabeza, "No, Gracias" fue lo único que salió por mi boca.

"Tú te lo pierdes, ya, ya verás que buena es"

Dicho esto desabrochó la correa del pantalón y agarrándolo por ambos lados bajó pantalón y calzoncillos a un tiempo. Bajo su camisa entonces apareció una verga grande y oscura, totalmente empalmada, bajo la que asomaban dos grandes huevos que imaginé llenos de leche de muchos días.

Me quedé tan absorto mirando aquello que no me percaté de que él se había dado cuenta.

"Vaya, vaya", me dijo "Creo que a ti te gusta más el carnero que la oveja"

No me atreví a decir nada, pero por el cara que debí poner si hubiese dicho que si, no hubiese descubierto nada nuevo. Y de todas las reacciones que hubiese imaginado la de Nicolás no estaría en la lista.

Se acercó hacia a mí y me dijo

"¿Quieres tocarla?"

Entonces me agarró la mano y se la llevó a su polla. Yo como un pelele me dejé hacer y mis dedos rodearon entonces aquél miembro.

El dirigiéndose a la oveja que estaba atada junto a nosotros dijo:

"Lo siento guapa, pero hoy tengo otra oveja"

Yo seguía allí agarrándole aquel miembro erecto y sólo reaccioné cuando me dijo

"Venga, desnúdate ovejita que aquí tienes tu macho"

Yo estaba excitadísimo con lo que estaba pasando y sin pensarlo dos veces me empecé a quitar la ropa ante la sonrisa burlona de Nicolás que se había agarrado su verga con la mano y se la pajeaba suavemente mientras poco a poco me iba desnudando.

Dejé para el final el slip, que al retirarlo dejó de nuevo al descubierto una gran erección.

Puso su fuerte mano sobre mi hombro y me hizo arrodillarme diciendo.

"Venga ovejita, a cuatro patas"

El rollo sumisión no me había nunca atraído demasiado, pero debo reconocer que la situación me ponía como una moto y estaba excitado como nunca. Me puse a cuatro patas e incluso, bromeando, balé diciendo "Beeeee"

Me hubiese girado para ver qué efecto había causado mi pequeña broma, pero Nicolás no me dio tiempo. Se había situado ya tras de mí con la punta de su verga apuntando hacia mi ano. De pronto un dolor intenso me hizo lanzar un grito de dolor.

"¿Ya no balas ovejita?"

Cogiéndome de las caderas me había penetrado sin ningún miramiento y empezó a follarme, esta vez sí con algo más de delicadeza. Poco a poco su polla entraba y salía de mi culo mientras su respiración se hacía cada vez más fuerte. El dolor inicial empezó a disiparse y mi culo empezó a acostumbrarse a su miembro. Al tiempo que el aumentaba el ritmo sus jadeos eran cada vez más sonoros y se acompasaban con los míos, mientras sus huevos una y otra vez chocaban contra mi cuerpo.

Sus jadeos se transformaron en aullidos de placer a la vez que tras fuertes embestidas eyaculaba dentro de mí.

Allí, permanecimos unos segundos, mientras Nicolás recuperaba el aliento. Entonces se levantó, se subió calzoncillos y pantalones y me dijo:

"Bueno, ahora hay que ir a dormir"

Desató la oveja y la metió junto a las otras, luego salió por la puerta del corral diciendo.

"Vamos, que mañana tengo que madrugar"

Recogí rápidamente mi ropa y aún desnudo le seguí hacia la casa.

Fue entonces cuando caí en la cuenta que sólo había una cama y le pregunté: "¿Duermo yo en el sillón?"

Me respondió "De eso nada, ovejita, tu duermes en mi cama"

"Y tú", ¿Pregunté?

"También en la cama, cojones, ja, ja, ja" Respondió soltando otra carcajada.

Yo, por supuesto, no tenía nada que objetar, así que ya en su habitación me metía en su cama al tiempo que él se quitaba la ropa.

Al quitarse la camisa pude ver su fuerte cuerpo, unos amplios brazos y un poco de barriga que sobresalía ligeramente de su pecho ligeramente velludo. Se quitó también pantalones y calzoncillos y se metió también desnudo en la cama.

Apagó la luz y dijo "Que descanses"

Yo esperaba algo mas, pero acepté la situación y no hice pregunta alguna "Hasta mañana" respondí y cerré los ojos pensando en lo que había pasado.

Debieron pasar unos quince minutos y yo andaba casi ya dormido cuando la voz de Nicolás rompió el silencio.

"¿Ovejita, te has dormido?"

"No, respondí"

No dijo nada, y debió pasar un minuto en silencio hasta que apoyó su mano en mi brazo, luego lo recorrió hasta llegar a mi mano. La agarró y la llevó hasta su miembro que de nuevo estaba erecto.

"No se me duerme" me dijo, "ayúdame a dormirlo"

Sin decir nada lo agarré y empecé a pajearle suavemente. Al tiempo que su respiración se volvía hacer de nuevo más intensa.

En principio no me atrevía, pero me armé de valor y decidí acercar mi cabeza hacia aquel miembro despierto con ganas de dormir. Primero, comencé a chuparle ligeramente el capullo y como no obtuve ninguna objeción, me lo metí completamente en la boca y comencé a comérselo. Su sabor me recordó dónde había estado recientemente su polla metida, y me dio algo de asco sobre todo cuando me dio por pensar que también había estado follando con ella a sus ovejas, y no sé si me leyó el pensamiento, pero sus manos agarraron mi cabeza evitando que me separara de su polla y acompañando mis movimientos, más aún dirigiéndolos.

Aumenté (o me hizo aumentar) la intensidad de mis mamadas, mientras el jadeaba fuertemente. Sentía que de un momento a otro se iba a correr. Pero el haberme follado recientemente hizo retardarla aún un tiempo. Pero finalmente, junto con un suspiro muy sonoro mi boca se llenó de semen y no pude evitar tragarme parte.

Sus manos soltaron entonces mi cabeza. Tras unos instantes mi boca entonces liberó su ya flácido pene. Me incorporé y me fui a tientas hacia el baño para soltar el semen restante y enjuagarme la boca. Aproveché entonces y me masturbé para liberar la presión a la que mi sangre llevaba tiempo sometiendo a mi polla. No tardé en correrme. Me limpié y volví a la cama. Nicolás ya estaba entonces profundamente dormido.

Aunque tardé en conciliar el sueño pero finalmente acabé yo también en los brazos de Morfeo.

Cuando desperté a la mañana siguiente, Nicolás ya no estaba. Tal y como siempre hacía se levantó temprano para sacar sus animales. En la cocina me había dejado hecho café y me había sacado unas galletas.

Tras vestirme y desayunar, cogí mi furgoneta y volví a recorrer el tortuoso camino de vuelta.

Tenía aún otro día libre, y como el día anterior fui a comer al mismo bar. La dueña inmediatamente me interrogó acerca de que me había parecido el pueblo y sobre Nicolás.

"Ha sido una visita que nunca olvidaré" Le dije.

Ella mostró su satisfacción por la respuesta con una amplia sonrisa, y me habló de varios sitios que también podría visitar en mi segunda tarde libre.

Pero en esta ocasión no la hice caso. Pensé que Nicolás igual echaba de menos a su ovejita. Y volví a subir. Pensé que a lo mejor se molestaba al verme allí de nuevo. Llegué a propósito más tarde, el ya estaba en casa, cuando me abrió la puerta me recibió con una amplia sonrisa.

La oveja volvía de nuevo al redil...

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Espero que os haya gustado mi relato, agradeceré enormemente cualquier comentario, bueno o malo para mejorar en siguientes relatos.

Muchas gracias por vuestro tiempo