El paseo de promoción de dos adolescentes

Dos muñequitas de 18 años, pagan caro el hecho de fumar marihuana en un lugar público.

Era el último año de secundaria, los chicos ya están inquietos por salir al fin del colegio, y lograr, la mayoría, su libertad al ir a estudiar a una universidad lejos de la presencia de sus padres.

Angelita y Almendra, eras dos de las alumnas de ese salón. Ambas de 18 añitos, de cabellos largos castaños y ojos acaramelados, con unas piernas contorneadas que subían hasta unos culitos apretaditos y redondeados, con un par de tetas cada una de un tamaño normal, eran las más populares en el colegio, tanto por su físico como por su hiperactividad extrema.

Como todas adolescentes, la rebeldía estaba a flor del día, sin embargo, sus travesuras no implicaban connotación sexual alguna, aunque para los ojos de alumnos y profesores, fueran unos manjares listos para devorar.

Sucedió pues que se organizó un paseo de promoción, para lo cual entusiasmados todos los alumnos de ese salón, preparaban sus mejores provisiones para dicho acontecimiento.

Las nenas, traviesas como siempre, habían conseguido unos pitillos de marihuana.

  • Por si acaso se presente la oportunidad, dijo Angelita a Almendra, guardándolos en su maleta lo más oculto posible para no ser descubiertas, dado que de lo contrario, podría hacerse acreedora inclusive de la expulsión del colegio, lo cual hubiera sido catastrófico para su familia, que era del estilo conservador.

Salieron corriendo las nenas, vestidas con las falditas de porristas y un polito que apenas si tapaba sus crecientes senitos. Ambas, como toda adolescente coqueta, se habían vestido idénticas con dichos uniformes.

  • ¿Pero que es esto? Dijo Gabriel, el profesor responsable del viaje. Ustedes donde creen que van. No pueden salir así.

  • Por favor, Don Gabriel, déjenos ir así, es que tenemos mucho calor, por fa… ¿siii?, dijo Almendra, poniéndole su cara de niña inocente y acercándose lo más que podía a Don Gabriel, quién, por no ser de piedra, ante la coquetería de la niña, accedió.

Pasaron así la tarde conociendo sitios turísticos de la zona, hasta que llegó la hora de la cena. El punto de reunión: un lugar de comida rápida que quedaba en el centro de la ciudad.

Los muchachos y muchachas procedieron a tomar sus respectivos asientos, menos Almendra y Angelita, quienes piden permiso para ir al baño.

  • Mira lo que he traído, le dice ya, en el baño, Angelita a Almendra, enseñándole la marihuana.

  • Huy, pero no se, no debiste traerla aquí, hay mucha luz, y si nos descubren, podemos ser expulsadas.

  • No te preocupes tontita, que por aquí no hay nadie, los vigilantes están en la zona de comidas, aquí no pasa nada, dijo Angelita, procediendo a prender uno de los pitillos.

  • ¿Qué se siente? Le pregunta Almendra a Angelita, ya que ella nunca había probado uno de esos.

  • Excelente, parece como si estuvieras en las nubes, replicó Angelita.

  • A ver, déjame probar, dice Almendra, procediendo a aspirar un poco.

Así es como ambas nenas empiezan a disfrutar del pitillo en el baño, sin ser descubiertas por nadie, hasta que….

  • Edgardo, ¿hueles? Le dice Julio a su compañero.

Ambos eran dos muchachos que realizaban la limpieza del centro comercial, específicamente del lugar de comida rápida.

  • Sí, claro que huelo, es marihuana, replica Julio, y viene de acá, del baño de mujeres.

  • Abre la puerta, quizás sean esas turistas extranjeras que siempre vienen a hacer alboroto al centro comercial.

Inmediatamente, abren la puerta y se encuentran con las dos nenas, quiénes están tiradas en el suelo, disfrutando de los pitillos en mención. Por la cara que tenían, parece que su vuelo ya estaba en lo más alto.

  • ¿Qué es esto, niñas? No pueden estar haciendo esto en este sitio, señala enfadado Edgardo, quitándoles los pitillos.

  • Esto queda decomisado, párense inmediatamente, que tenemos que reportar esto a su profesor, replica Julio guardando lo que queda de los pitillos en una bolsita transparente.

  • No, por favor, no nos delaten, dice Almendra, intentando pararse, siendo inútil ello dado que vuelve a caer al piso, provocando que sus piernas queden a la vista de los muchachos, por lo pequeño de su vestido.

  • Haremos lo que ustedes quieran, dice Angelita, con la intención normal de evitar ser expulsada del colegio, no presagiando que su promesa daría ideas de otro calibre a los muchachos.

  • Bueno, van a tener que pagar caro nuestro silencio, dice Edgardo.

  • ¿Cuánto quieren? en estos momentos les pago, pero por favor no nos delaten, dice Angelita cogiendo rápidamente su bolso, pensando que Edgardo quería dinero de ella.

-Guarda tu dinero, nenita, que eso no es lo que estaba pensando, le dice Edgardo a Angelita, ya agachado y acariciando las piernas de Angelita.

  • No se que quieren hacer entonces, dice Almendra un poco asustada.

Edgardo sin responder, sube su mano que estaba por la rodilla de Angelita, llegando raudamente a su calzoncito, rozando en un rápido movimiento, la telita que cubría su vagina.

Angelita, quién por los efectos de la marihuana no puede reprimir el ataque de Edgardo, lanza un suspiro, al primer contacto de una mano masculina sobre su conchita, aunque sea por encima de su calzoncito.

  • Angelita, tenemos que irnos, dijo Almendra, quién aún se conservaba lúcida por no haber consumido mucha marihuana.

  • ¿Adonde crees que vas, nena? Le dice Julio a Almendra, quien al voltear la cara para replicarle se encuentra con el pene de Julio apuntándole directamente.

  • No querrás repetir año, siendo expulsada por marihuanera, continuaba diciéndole Julio. Así que calla y paga mi silencio.

  • Almendra mira el pene de Julio, el cual estaba hinchado de la excitación que le causaba ver las piernas contorneadas de aquellas nenitas.

  • Chúpamela, muñequita, que luego de esto soy una tumba.

Almendra continuaba mirando el pene de Julio, absorta por sus dimensiones, pero se repone del susto y voltea hacia su compañera:

  • Vamos Angeli….., y no completa la palabra, al encontrarse con que su compañera estaba tirada en el piso cogiendo de la cabeza a Edgardo, quién le estaba lamiendo el coño de una manera brutal, provocando los retorcijones de Angelita.

  • Tu amiguita ya esta gozando, Almendra, le dice Julio, volteándole la cara con sus manos nuevamente hacia su pene, el cual ya está como roca al ver a Angelita retorciéndose de placer.

Con cierto temor, Almendra coge la verga de Julio, empezando a lamer poco a poco su capullo, detalle que es interrumpido por julio, quién coge de la cabeza a Almendra e introduce medio pene en su boquita, poniéndose a entrar y salir suavemente de su boquita.

Para esto, Angelita estaba siendo colocada de a cuatro por Edgardo, quien viendo su coñito dilatado fruto de las lamidas que le ha dado, coloca su pene en plena entrada.

  • No, dijeron que con el comienzo era suficiente, reaccionó Angelita, viendo que su virginidad iba a ser mancillada.

No duró mucha su reacción, dado que Edgardo ya había metido la mitad de su pene en el coñito de Angelita, rompiendo su preciada virginidad.

  • Pero que coñito tan apretadito, gritó Edgardo, metiendo con dificultad centímetro por centímetro su verga en el estrecho agujerito de Angelita.

  • Por favor, no quiero perder mi virginidad, le suplicaba Almendra a Julio, quien ya la estaba colocando en la misma posición que su compañera.

  • Te doy lo que sea, pero por favor, quiero conservarme virgen.

Los ojos de Julio se abrieron ante tal ofrecimiento, dado que la posición en la cual había cuadrado a Almendra hacía resaltar sus dos grandes nalgas, las cuales se unían en un hoyito coquetón, que se avizoraba como un orificio profundo y delicioso.

  • En serio me darías cualquier cosa por mantenerte virgen, preguntó Julio a Almendra.

  • Sí, cualquier cosa, le contestó la niña.

  • Pero mira como jadea tu amiguita, le dijo Julio, señalándole a Angelita, quien se había montado sobre Edgardo, cabalgándolo y gimiendo como poseída.

  • Almedra miraba la escena atentamente, cuando siente una lengua caliente que recorre desde su coñito hasta su anito. Era Julio, quién la había agarrado de las nalgas, paseando su lengua por los dos orificios aún vírgenes de Almendra.

  • Nooo, por favor, nooo, decía Almendra. Pero era un no acompañado de gemidos, por lo que Julio entendió que la nena se estaba comenzando a calentar.

Aprovecho esto para meter su dedo meñique en el esfínter de la nena, quién gemía levemente, pidiéndole a Julio que no siga.

Julio seguía lamiéndole el coñito, lo cual provocó el primer orgasmo de Almendra, quién al verse atacada por la lengua y el dedo de Julio en ambos orificios, se entregó totalmente al placer.

  • Ahhhh, ahhhh, mmmmm, gemía Almendra, lo que le indicó a Julio que la mesa estaba servida.

  • Tu me ofreciste todo por no desvirgarte y, como soy buen chico, cumpliré tus deseos, le dijo Julio a Almendra, mientras le mordía suavemente la oreja.

  • ¿De verdad?, gracias, que bueno que er…ayyyyyy….

No pudo seguir nuevamente, dado Julio le había ensartado el pene por el culito, sin previo aviso.

  • Tranquila nenita, relájate y disfruta, recuerda que me dijiste que me darías todo por dejarte virgen. Simplemente estoy cobrándome ese todo, le dijo Julio, empujándole un poco más de verga en el estrecho agujerito a Almendra, que por su estado virgen no cedía fácilmente.

  • Por favor, sácalo, me duele, suplicaba Almendra.

  • No nenita, tranquila, que ahorita empieza lo bueno. Julio acto seguido empieza a menearle el clítoris, provocando que Almendra se tranquilice y dilate su orificio anal, permitiendo que el grueso pene haga su ingreso triunfal hasta el fondo, llegando a chocar las bolas con las tiernas nalgas de Almendra.

  • Ahhhhh, ahhhh, solo se oía en ese baño, ambas nenas disfrutaban de sus respectivos penes, una penetraba vaginalmente, cabalgando y gozando como una golfa, y otra recibiendo las embestidas anales del pene de Julio.

Ambas cruzaron sus miradas por primera vez, sonriéndose entre sí, fruto de la excitación.

Ellos seguían disfrutando de las adolescentes, quienes aún conservaban su vestidito azul de porristas, aunque sus calzoncitos estén tirados en el piso.

Finalmente, Julio lanza un gemido anunciando su vaciada, inundando el culito de Almendra con su líquido seminal, hundiendo un poco su dedo en la conchita de la nenita, comprobando su estado virginal.

Por su parte Edgardo separa a Angelita, y parándose, vacía todo su semen en la carita de la muñequita, el cual cayó lentamente por las preciosas y delicadas tetas de la nenita.

Tomen sus pitillos, y no se preocupen, somos una tumba, les dijo Julio a las chicas, devolviéndoles su marihuana y saliendo raudamente del baño de mujeres.

Las chicas, exhaustas, recogieron sus calzoncitos y luego de unos minutos, se reunieron con sus respectivos compañeros de colegio, como si nada hubiera pasado.