El Pasante
Una esposa infiel cree tenerlo todo bajo control, pero alguien hará que pierda la cabeza y ponga en riesgo su matrimonio y su propia libertad.
Pasaré de presentaciones, es gracioso comprobar cómo casi todos los relatos comienzan con la típica descripción de chica "diez". Prefiero que cada cual me imagine como quiera. Sólo diré que me gusto, me gusto y mucho, para que voy a negarlo. También parece que gusto a los demás, sobre todo a los hombres, aunque tengo que decir que eso resulta bastante fácil porque aún no he encontrado un tío al que no se le vayan los ojos detrás de unas buenas tetas o un culito carnoso y bien plantado. Si además te muestras insinuante, pierde los papeles hasta el más pintado.
Las mujeres nunca me han interesado demasiado, aunque he tenido algunas experiencias muy excitantes. Salvo honrosas excepciones en que me he sentido fuertemente atraída por alguna mujer, mis contactos con ellas siempre han estado enmarcados en tríos y orgías de lo más depravado.
Estoy casada, pero siempre he hecho lo que me ha dado la gana, aunque guardando las apariencias y evitando que mi celoso maridito se diese cuenta de algo. Él es el típico macho seguro de sí mismo. Lo cierto es que eso fue lo que me atrajo de él y tengo que decir que es una fiera en la cama. Me folla a diario y sabe cómo hacerme gozar, pero para mí nada es suficiente. Soy muy puta y siempre estoy caliente. Aunque acabe de tener una intensa sesión de sexo con mi pareja, vuelvo a mojarme si salgo a la calle y alguien me mira de arriaba abajo haciéndome sentir deseada.
Por suerte soy de orgasmo fácil, basta con que me chupen el chichi o me metan una buena polla para correrme casi al instante. Mi trabajo de comercial no tiene horarios y eso siempre me ha permitido tener aventuras sin despertar las sospechas de mi marido. Además tengo un par de amantes fijos y discretos, a los que recurro en cuanto paso una semana sin sexo extramarital.
Tengo 34 años y, hasta ahora, me lo he montado muy bien y he sido enormemente feliz. Pero no estoy aquí para deciros esto, sino para contaros lo que me está pasando actualmente. Aunque os parezca mentira, amo a mi marido y no quiero perderlo por nada del mundo. Me da estabilidad tanto emocional como económicamente. Ya os he dicho que nunca se ha enterado de mis aventuras y estoy segura de que si así fuese me dejaría inmediatamente. El caso es que mi marido es abogado y hace unos meses cogió un pasante, algo así como un aprendiz. Es un joven recién licenciado, inteligente, ambicioso y muy prometedor. Le ha cogido mucho aprecio, habla continuamente de él y le está formando como si de un hijo se tratase. Como casi todas las cosas de su trabajo, hubiese pasado desapercibido para mí si no fuese porque están juntos casi todo el día y, a las pocas semanas de estar a su cargo lo llevó a cenar a casa para que lo conociese.
Por lo que me contaba mi marido, yo esperaba un pitagorín con cara de pan bajo unas gafas de pasta; enclenque y paliducho por pasar las horas muertas enfrascado en códigos y libros de leyes. El día de la cena en cuestión, llegué temprano a casa para preparar algo especial con que agasajar a nuestro invitado. Preparé la cena y me di una ducha relajante. Aunque no me apetecía arreglarme especialmente, sé que a mi hombre le gusta sentirse orgulloso de su hembra y que siempre que tenemos visitas acaba despachándolas rápidamente para follarme a sus anchas en el sofá del salón. Así que me puse una blusa escotada y una faldita corta y con vuelo que a él le encanta. Decidí no ponerme ropa interior. La blusa era negra y no traslucía nada. Mi coñito al aire nos facilitaría la tarea una vez que se hubiese marchado el pitagorín.
Cuando los oí llegar y fui hasta el salón, me quedé petrificada. El muchacho resultó ser un adonis con una planta espectacular. Lo cierto es que no tenía nada concreto que se saliese de la norma, pero el conjunto era perfecto. No estaba especialmente musculado, era más bien delgado pero fibroso. Su pelo algo descuidado, como ya me había informado mi esposo, le daba un aspecto salvaje. Vestía casual, pero todo le quedaba bien y su piel tenía un todo dorado envidiable para estar terminando el invierno. En su cara ningún rasgo destacaba a primera vista, pero sus labios carnosos enmarcaban una sonrisa cálida de dientes perfectamente alineados, y su penetrante mirada de ojos negros le hacía tremendamente atractivo para mi gusto.
Me acerqué para darle dos besos pero me sorprendió besando mi mano y saludándome de una forma inusual y respetuosa. En principio, me pareció una cursilería que hizo que mi marido se hinchase como un pavo, pero su mirada seductora y los piropos trasnochados que me dedicó hicieron que enrojeciera.
Yo tenía por norma no liarme con ningún amigo, ni tan siquiera conocido, de mi marido, así que traté de obviar las sensaciones que me había producido y de mantener bajo control mis instintos. Sin embargo, durante la cena fui sintiéndome cada vez más atraída por Alex. Su conversación era amena y amable y sus comentarios siempre certeros y sorprendentes. Demostraba una madurez inusual en un chico de 25 años y, sin darme cuenta, me quedaba embobada escuchándole sin dejar de mirarlo. Cuando él me miraba, me ruborizaba y me costaba mantenerle la mirada. Creo que él se daba cuenta y, cuando me dispuse a servirle, fijó sus ojos en mi escote y a continuación me miró a los ojos con una leve sonrisa pícara en el rostro. Tuvo que sujetar brevemente mi mano evitando que vertiera la sopa sobre el mantel, pues estaba temblando. Por suerte mi marido estaba afanado descorchando una botella de vino y no se percató de nada.
Entre plato y plato, mi marido fue al servicio y Alex aprovechó para piropearme:
.- Tu marido me había hablado mucho de ti, pero no podía imaginar que fueses a impresionarme de esta manera.
.- Creo que exageras, un chico joven y atractivo como tú seguro que tiene a muchas mujeres a sus pies.
.- Ahora sólo me importa mi carrera, aunque hay mujeres pronunció la palabra mujeres con un énfasis especial- que no pueden pasar desapercibidas.
.- Tú tampoco pasas desapercibido, ¿acaso no te lo han dicho nunca?
.- Bueno..., mentiría si dijera que no, pero me halaga especialmente escucharlo de esos labios, nunca había conocido una mujer tan..., interesante.
Por suerte, mi marido interrumpió la conversación, porque el cabrón de Alex ya estaba desplegando toda su artillería y yo estaba cayendo en sus redes. Me recompuse decidida a no dejar que aquello avanzase, pues empezaba a notar como mi rajita comenzaba a supurar sin poder evitarlo.
Cuando fui a retirar los platos, Alex se ofreció a ayudarme y me siguió hasta la cocina portando parte de la vajilla. Yo sabía que estaba observando mi culo a lo largo del pasillo y no pude dejar de moverlo ostensiblemente al caminar (mi instinto de hembra me traicionaba) Ya en la cocina, le pedí que me ayudase a preparar los vasos para tomarnos una copa mientras no dejaba de decirme cosas bonitas pero sin pasar nunca la invisible raya que podría hacer que lo pusiese en su sitio; al fin y al cabo era la mujer de su jefe y él debía andar con pies de plomo.
.- Que suerte tiene Arturo.
.- ¿Por? pregunté distraída.
.- Tiene una mujer inteligente que cocina estupendamente y que tiene un cuerpo espectacular. No he podido evitar fijarme.
.- Gracias por el cumplido, pero te advierto que soy una mujer independiente que no se dedica a cocinar.
.- Lo sé, pero la cena estaba exquisita, casi tanto como la cocinera.
.- No seas adulador y ayúdame a bajar los vasos anchos, que no alcanzo.
.- No es adulación,- dijo al tiempo que se pegaba a mi espalda estirando sus brazos por encima de mi cabeza para bajar tres de los vasos tallados que había en el último estante del mueble, - es la pura verdad.- Afirmó rodeándome con sus brazos para ofrecerme los vasos.
Me quedé unos segundos sin reaccionar, sin coger los vasos y sintiendo su pecho en mi espalda y, por qué no decirlo, su paquete en mi culo. Cogí los vasos posándolos sobre la encimera y me giré hacia él. Como no se apartó lo más mínimo, nuestros labios quedaron a medio palmo y hubo unos segundos de tensión.
.- ¿Qué te pasa? Estás temblando.
.- No..., nada, ¿puedes sacar los hielos de congelador? Dije tratando de salir del paso.
.- Claro, lo que tú pidas, Natalia. Mi nombre sonó terso y rotundo en sus labios y saliendo de su boca me gustó más que nunca.
Mientras ponía los cubitos en los vasos, traté de calmarme metiendo los platos en el lavavajillas, pero tuve que dejarlo porque me temblaban las manos. El muy cabrón me estaba seduciendo a mi pesar y ya sólo pensaba en como sería su polla, aunque sabía que debía quitármelo de la cabeza.
Sin pensarlo, me subí a un taburete para buscar en un armario unos preciosos posavasos que Arturo había traído de un viaje a Praga y, cuando estaba a punto de alcanzarlos me acordé de que no llevaba bragas y de que mi falda era un poco corta. Miré hacia abajo y allí estaba Alex, apoyado en la mesa sin dejar de admirar mis piernas. Me ruboricé y cogiendo rápidamente lo que buscaba me dispuse a bajar. La mala fortuna y mis tacones hicieron que perdiera el equilibrio. Por suerte, Alex estuvo presto para sujetarme. Abrazó mis piernas y mi cintura quedó a la altura de su cara. Me mantuvo así unos instantes hasta que me dejó deslizar por su cuerpo delicadamente y aprovechando para tocarme el culo a su antojo. No pude decirle nada porque lo hizo con mucho disimulo y tengo que reconocer que me gustó. Además, me había salvado de un buen porrazo y estuvo cortés interesándose por si estaba bien.
Antes de poner todo sobre la bandeja para volver al salón, donde mi marido estaba poniendo algo de música suave, sacó un minúsculo botecito de su bolsillo.
.- ¿Y eso? Dije al ver que se disponía a verterlo en uno de los vasos.
.- Es un somnífero, tengo problemas para conciliar el sueño y como no creo que tarde mucho en irme, aprovecho para tomármelo ya porque tarda mucho en hacer efecto.
.- ¿Ya quieres marcharte? Me dolió en el orgullo su repentina prisa.
.- No es que quiera, pero tu marido querrá quedarse a solas contigo, y no se lo reprocho, yo desearía lo mismo.
.- Bueno, no somos unos recién casados.- La verdad es que aunque por un lado prefería que se fuese cuanto antes, por otro me resistía a dejarlo marchar. - Además, podría ser peligro conducir si comienzan los efectos.
.- Ya te digo que tarda mucho en hacer efecto y yo no tengo coche, tomaré un taxi.
.- Entonces puedes tomarte la copa tranquilamente.
.- Claro, será un placer.
Ya en el salón, Arturo tenía las botellas sobre la mesa y Alex colocó cada uno de los vasos sobre el correspondiente posavasos. Mi marido sirvió las copas y brindamos por la futura y exitosa carrera de nuestro invitado. Arturo hizo algunas bromas sobre la capacidad de su pupilo, que todos reímos distendidamente, y cuando nos disponíamos a sentarnos en el sofá, le espetó:
.- Pero bueno, Alex, voy a tener que darte también algunas clases de protocolo, ¿es que no piensas sacar a bailar a la anfitriona? Me quedé tan sorprendida como el chico, pero no penséis mal, no van por ahí los tiros. Mi marido será cornudo, pero ni mucho menos consentido. Es sólo que le gusta mostrar a su mujer y dar envidia al personal. Además esa noche estaba especialmente alegre y creo que para nada veía a su aprendiz como un potencial rival. Ya os he dicho que le veía como si de un hijo se tratase.
.- Claro, que torpeza por mi parte. ¿Me permite este baile, señora? Dijo rimbombante mientras hacía una genuflexión al más puro estilo cortesano.
La música era lenta y me dejé abrazar discretamente mientras seguía el ritmo que me marcaba. Mano con mano, pasó su otro brazo por mi espalda hasta posar la mano en la parte baja de mi espalda. Arturo dio un sorbo a su copa y dijo algo de unos libros que quería prestar al muchacho, saliendo hacia su despacho. Casi al instante, Alex bajó un poco más su mano. Se movía suavemente, envolviéndome al ritmo de la música a la tenue luz de la lámpara de pie. No decía nada, sólo bailaba mirándome a los ojos de una forma que me hacía derretir. Me apretó un poco más y comencé a sentir como su paquete se hinchaba contra mi vientre. Sin poder evitarlo me puse roja como un tomate mientras él permanecía impasible retándome con su mirada. Era una situación increíble y tremendamente excitante. Sentía como su verga crecía cada vez más y sus dedos estaban cada vez más cerca de mi culo. No me apretaba bruscamente, sólo lo justo para que sintiese cada centímetro de su polla estirándose sobre mi cuerpo. Aquello crecía sin parar y cada vez estaba más duro. Yo sentía mi entrepierna cada vez más mojada y no me atrevía a hacer ningún movimiento. No podía dejar que aquello continuase, pero estaba paralizada y el placer del morbo me hacía desear que siguiese. Sus labios estaban cada vez más cerca de los míos y sus dedos jugaban con un pliegue mi falda justo a la altura donde nace el canalillo entre mis nalgas. Creo que se dio cuenta de que no llevaba bragas porque se dibujó una sonrisa lasciva en sus ojos. Su verga estaba ya totalmente erguida y me apretó un poquito más haciendo sentir sus huevos en mi pubis. Aquello terminó de excitarme y sin quererlo, apoyé mi cabeza sobre hombro soltando su mano y llevando la mía a su pecho. Esto le dio alas, y su mano libre recorrió mi espalda sutilmente hasta posarse con cierto descaro sobre mi nalga derecha. Estaba aturdida, excitada como una colegiala y tensa por la cercana presencia de mi marido. Creo que aquello lo hacía todo más excitante, porque realmente temo a mi marido y la reacción que podría tener de llegar a sorprendernos en esa actitud.
Tras acariciarme el culo suavemente, me apretó con las dos manos haciéndome sentir en todo su intensidad la dureza y el tamaño de su polla. Sus labios se acercaron peligrosamente a los míos y, cuando apenas los habían rozado provocándome un escalofrío, tuve un gramo de sensatez que me llevó a retirar la cara separándolo de mí levemente. A los pocos segundos oímos que Arturo volvía ofreciendo a su "ahijado" unos libros de los que le había hablado. Aproveché para escabullirme y encerrarme en el baño.
Diosss, debía estar realmente loca. Me mojé las mano y llevé unas gotas a mis sienes, a mi nuca y a mi frente; estaba realmente excitada. Metí la mano bajo la falda y pude comprobar que mi coñito rezumaba jugos como cuando estaba a punto de correrme. Me miré al espejo tratando de recuperar el pulso, de dejar de templar como una hoja. Respiré profundamente y me convencí de que saldría de nuevo y no dejaría que aquello siguiese adelante. No podía permitirme poner en juego mi matrimonio por un chaval, cuando tenia mi vida organizada de la forma más placentera posible.
Me sequé y volví al salón andando despacio. Ellos estaban en el sofá ojeando esos libros. Me acerqué a la mesa y bebí un trago largo de mi copa, lo necesitaba. Me quedé de pie y Arturo se levantó para coger la suya. Dio un buen trago y me beso con los labios húmedos y el aliento cargado. Me rodeó por la cintura y me susurró algo al oído:
.- Cuando se marche Alex, voy a darte lo tuyo.- Bajó su mano hacia mi culo, incluso se atrevió a meterla por debajo de la tela acariciando mis nalgas. Mientras lo hacía, yo miraba a Alex con fingida serenidad, como advirtiéndole de quién tenía el mando sobre mi cuerpo. Arturo recorrió la raja de mi culo con sus dedos y comprobando que no llevaba ni un tanga, añadió en voz baja. - Ummm, zorrita, veo que estás preparada.
Sacó su mano de allí y me abrazó balanceándose ligeramente como si quisiera bailar conmigo. Dio otro trago a su copa y, poniendo en marcha su plan, anunció en voz alta:
.- Oooooohhhh, qué sueño tengo!! Ha sido un día duro.
.- En ese caso, será mejor que siga revisando estos volúmenes en mi casa.- Se apresuró a decir nuestro invitado.
.- No, no tranquilo, tomate la copa tranquilamente, la tienes entera. No quiero parecer descortés.
.- No importa, de verdad, es lógico que quieran acostarse, se ha hecho un poco tarde.
.- Tú a callar, - dijo mi marido impidiendo que Alex se levantara del sofá, - tomémonos tranquilamente la copa y luego te pido un taxi.
Arturo se dejó caer sobre la butaca y yo me senté al otro extremo del sofá que ocupaba Alex, tratando de guardar las distancias. Enseguida comenzó a hablarme de lo estupendos que eran esos libros y de lo útiles que iban a serle, mientras mi marido, ajeno a nuestra conversación, comenzaba a dar cabezadas. Pensé que se estaba pasando echando tanto teatro al asunto, y que no hacía falta que se pusiera a roncar allí mismo para que el muchacho se diera por aludido. De hecho, había dejado claro que se marcharía rápidamente. Sin embargo, cuando apuró su copa y me sonrió de nuevo fijando en mí esa mirada felina, sentí una punzada en el estómago. Abrí los ojos como platos interrogándole sin decir una palabra y, sin decir una palabra, me respondió moviendo afirmativamente la cabeza. Miré de nuevo a mi marido y allí estaba con la barbilla clavada en el pecho y babeando por la comisura de los labios. Aún se movía de vez en cuando, pero terminó por quedarse inconsciente y totalmente espatarrado en la butaca. El muy hijo de puta había cambiado el vaso y colocado a mi marido lo que, luego supe, era una potente droga.
Apartando los libros se acercó hacia mí como un tigre se acerca a su presa. Yo me aferré al sofá sin creerme aún lo que estaba pasando, mientras un intenso hormigueo recorría mi cuerpo erizando mi piel. Casi de rodillas sobre el sofá, pasó su mano por mis muslos desnudos hasta hundirla en la oscuridad de mi entrepierna. Contuve la respiración mientras sus dedos se acercaban a mi coño palpitante. Acarició mis ingles y me estremecí. Al tiempo que rozaba los labios de mi vagina con la yema de sus dedos, puso su boca sobre la mía acariciándola.
.- Estás loco.- Susurré
.- Loco por ti.
.- Déjame, o gritaré.- Dije sin apartar su mano de mi entrepierna.
.- No vas a gritar, zorra!- Esa palabra entró en mis oídos como sus dedos entraron en mi raja, recios y sin miramientos. Sentí una oleada de calor por todo el cuerpo y abrí más mis piernas para que hiciera conmigo lo que quisiera.
Me comió la boca con descaro mientras mi lengua salía en busca de la suya. Sus manos acariciaban mis pechos haciendo que mis pezones luchasen por salir de la blusa. Mientras me besaba fue desabrochándola hasta sacarlos fuera y lamer mis puntiagudos pezones cada vez más duros. Yo, a cada instante, miraba de reojo a mi marido, temerosa de que despertase. Incluso en un arrebato de lucidez, traté de apartarlo exigiéndole que parase aquello. Me cogió del pelo y me hizo ponerme en cuatro sobre el sofá. Sujetando mi cara contra el respaldo. Levantó mi faldita y escupió en mi coño. Podía sentir su saliva escurriendo por los pliegues de mi vulva caliente. Estaba temblando, mitad atemorizada y mitad cachonda como una perra.
.- Mira putita, tu marido no se va a despertar en 10 horas y mañana no se acordará de nada, así que nosotros vamos a follar delante de él hasta que caigamos rendidos.
Una mezcla de su saliva y de mis jugos seguía escurriendo por mi coño, que palpitaba a la espera de su próximo paso. Deseaba con todas mis fuerzas que me clavase su polla y sabía que me correría apenas lo hiciese. Sin embargo, tras unos segundos, sentí algo viscoso en mis pliegues. Diosssss, era su deliciosa lengua lamiendo mi coño. Sentí corrientes eléctricas por todo mi cuerpo, la movía desde mi clítoris hasta mi ano, levantándome en vilo y abriéndome de piernas al máximo. Apenas me dio tres lengüetazos, comencé a sentir un orgasmo demoledor. Mojé mis muslos mientras gemía mordiendo el sofá por miedo a despertar a mi marido. El hijo de puta se reía animándome a gritar.
Me dejó tirada en el sofá y se dispuso a servirse otra copa. Se movía como Pedro por su casa, con toda naturalidad y completamente confiado. Yo tenía una sensación muy extraña, por una parte me repelía esa actitud chulesca, aunque me guste que me den caña cuando me follan, nunca he sido mujer sumisa y siempre establezco los límites de mis relaciones manteniendo el control en todo momento; y por otra parte sentía una atracción brutal que me empujaba a someter a sus caprichos, aún a riesgo de ser sorprendida por mi esposo.
Cuando recuperé la respiración, recompuse mis ropas y me acerqué a mi marido. Respiraba profundamente. Lo zarandeé para asegurarme de su estado. Alex reía ante mi incredulidad y mis temores. Como no reaccionaba, le di un buen meneo, ante lo que refunfuñó levemente reacomodando su postura.
.- ¡Cuidado! No está muerto, sólo está dormido.
.- Le someteré a mi prueba personal.- Dije levantándome la falda. Conozco bien a mi marido y, por muy cansado o incluso borracho que esté, si le pongo el coño en la cara se pone como una mala bestia y, aún estando grogui, se le pone la polla como una piedra y me folla hasta correrse como un campeón. Así que, poniendo los pies sobre los reposabrazos, acerqué mi rajita a su nariz y nada. Los aromas inconfundibles de mi reciente corrida no le decían nada. Incluso llegué a frotarme con su nariz y con su boca y no reaccionó.
Aquello terminó de tranquilizarme y, acercándome a mi nuevo amante, di un trago de mi copa y lo besé ardientemente. Me llevó de nuevo al sofá y se sentó tranquilamente con la copa en la mano. No hizo falta que me dijera nada. Me arrodillé entre sus piernas y comencé a desabrochar su pantalón. Saqué su polla surcada de venas, daba gloria verla. No era especialmente grande, pero era hermosa. Apenas la agité en mi mano y se puso dura como el hierro. Cuando acerqué mi lengua y comencé a jugar con mi saliva en su glande, palpitaba deseosa de mi boca. Olía a polla, limpia pero a polla, como debe de ser. A ese liquidillo que segregan los tíos cuando están calientes, parecido al semen pero mucho más suave.
Estaba deseando metérmela en la boca, quería saborear aquella verga deliciosa, pero seguí jugando unos minutos para ponerla a punto, acariciándola, lamiendo sus huevos, hasta que ya no aguanté más y me la tragué entera. La metía y la sacaba admirando su textura y relamiéndome de gusto. Cuando me la sacaba de la boca, lo pajeaba mientras lamía sus huevos cada vez más hinchados y calientes. Y cuando volvía a tragármela sopesaba con mis manos aquellas bolas repletas de leche para mí.
El hijo puta me cogió del pelo y comenzó a moverme la cabeza alante y atrás, marcando el ritmo de la mamada. La verdad es que me gustaba que me tratase como una puta. A veces me obligaba a permanecer con su polla enterrada hasta la garganta, dejándome sin respiración; entonces me la sacaba para volver a clavármela al instante. Estaba tan excitada que no necesitaba tocarme para sentir mi coño encharcado.
Cuando, tirando de mi pelo, me sacó la polla y me hizo levantar la cara hacia él para escupir en mi boca, casi me corro al instante. Nunca lo había sentido, sólo un cabrón muy seguro de sí mismo te hace algo así. Es impactante, sobre todo si no lo esperas. Más aún que escupirte en la cara, cosa que hizo al rato. Me puso como una perra en celo. Nunca había estado tan cachonda comiéndome una polla.
Metió la mano entre mis piernas y me subió al sofá haciendo que siguiese mi trabajo en esa postura. Así podía tocarme a su antojo mientras yo seguía mamando como una puta salida. Eso ya era lo que me faltaba. En cuanto comenzó a pasar sus dedos por mi rajita y a meterlos en mi coño, comencé a correrme sin remisión.
.- Aaaaaaaaaaahhhh....
.- Mira, zorrita, mira tu marido, dile lo bien que lo estás pasando
.- No seas hijo de puta, aaaaaaaaaaaaaahhhhhh, diooossssssssss...
.- Vamos puta, dile que te estás corriendo.
.- Me coorrrooooooooo..., siiii. Me estoy corriendo, joderrrr.
Todo me daba igual, sólo quería sentir su leche llenándome la boca. Quería saborear su semen y tragármelo todo. Estaba tan caliente que hubiese matado por sentir esos chorros en mi garganta. Con sus dedos, hizo que me corriese dos o tres veces antes de volver a agarrar mi cabeza con fuerza para follarme la boca como un salvaje. Con sus embestidas volvió a mandarme sobre la alfombra y, arrodillada frente a él, traté de seguir el ritmo que me marcaba.
A cada viaje, golpeaba mi cara con sus huevos; me la sacaba y me la pasaba por la cara golpeando mis carrillos. Me la volvía a meter bruscamente y seguía, me escupía en la cara y en la boca y yo amasaba sus huevos deseando que se corriera. De pronto se tensó y se incorporó sin dejar de sujetarme por el pelo. Se cogió la polla con la otra mano y, tras dos o tres apretones más, comenzó a correrse abundantemente. Un par de chorros de semen me cruzaron la cara y me abalancé sobre su polla para tragarme en resto. Me la metí en la boca y comencé a sentir el flujo de leche caliente golpear mi paladar. Él me sujetaba por la nuca y yo me sentía en la gloria con la boca repleta de carne dura y de leche espesa. Cuando creía que había terminado, me la hundió otro poco, hasta la misma garganta, y soltó tres chorros más de leche que no pude contener y rebosaron por las comisuras de mis labios escurriendo por mi cuello. Entonces, cuando ya no podía respirar, me la sacó y pude tragar todo lo que tenía en la boca. Uuuuuummmm, me relamí y volví a tragarme su verga queriendo recoger hasta la última gota de su delicioso néctar.
Os juro que volví a correrme casi sin tocarme mientras disfrutaba de su orgasmo, sólo sintiendo sus chorros en mi boca y su manera de tratarme. Y os juro que su verga seguía firme como el mástil de una bandera. Me quedé un buen rato lamiéndola, esperando que se desinflase como suele ser habitual. Mi marido, aunque me folla bien, rara vez puede hacerlo dos veces seguidas. Sin embargo Alex, seguramente por su juventud, acababa de correrse salvajemente y seguía dispuesto.
Cogió la copa que había dejado sobre el sofá, dio un buen trago y se dirigió a hacia la butaca donde estaba mi esposo. Me hizo una seña para que me acercase. Me mandó poner los pies en los reposabrazos de la butaca como había hecho antes y acuclillarme a escasos centímetros del rostro de mi marido. Según estaba, comenzó a acariciarme el culito, escupió en mi ano y lo estuvo lamiendo. Yo estaba en la gloria, super excitada con una situación así.
.- Vamos zorra, dile todo lo que sientes, dile lo que te hago y lo bien que lo estás pasando. Quiero que seas muy puta, aprovecha esta ocasión. No volverás a tener la posibilidad de decirle cuanto te gusta ser una zorra y ponerle los cuernos.
.- Ummmmm, mi amor, me están comiendo el coño.- Al principio me costaba soltarme, seguía temiendo que pudiese despertarse o que pudiera recordar algo al día siguiente, pero Alex me animaba al tiempo que me ponía cada vez más cochonda con su lengua, con sus dedos y con sus palabras.
.- Dile cómo lo tienes encharcado. Dile como te has tragado toda mi leche.
.- Aaaahhhh, siiiii..., se ha corrido en mi boquita..., ¿creías que sólo lo hacía contigo? Pues no, mi cornudito. Ooooohhhhh.- Enseguida la lengua de Alex hizo que empezara de nuevo a correrme encadenando unos orgasmos con otros. Diioooooooosssss, que lengua tienes cabrón, siiiiiii, métela en mi coño, lámelo bien, aaaaaaahhhhhh...
.- Venga puta, cuéntale quien te va a follar.
.- Alex!!, si Alex, tu pasante, ese que tanto aprecias, aaaaaaaahhhhhhhhh, aaaarggg, si ese jovencito tan prometedor está aquí metiendo la lengua en el coñito de tu mujercita. Se ha corrido en mi boca, Arturo, como te lo cuento, me ha llenado la boca de semen y me lo he tragado todo encantada porque tiene una polla preciosa. Todavía no me la ha metido, pero te aseguro que me la va a meter. Diooooossssssssss, oooohh, me estoy corriendo otra vez. Aaaaaaaaaaaaaaahhhh.... Todavía no me la ha metido y ya no sé las veces que me he corrido.
.- Así putita, así me gusta, que te oiga gritar.
.- Ooooooooooooohhhhh, jodeeeerrrrrrrrr. No dejes de chuparme, me corrrrooooo, siiiii.
Estuvimos así un buen rato y yo apenas podía sujetarme sobre mis pies. Cuando ya no creía que pudiese aguantar más, dejó de chuparme y dio un último trago a su vaso. Escupió en mi coño y sentí la cabezota de su verga apoyada en mi vulva. Dioooooosss, creo que empecé a correrme antes de que me la metiera. No podéis imaginar lo que es eso, quizás alguna lectora infiel pueda describirlo mejor que yo pero, sentir como te abren el coño en la cara de tu marido dormido, es una pasada. Y más siendo un marido celoso que nunca se pueda imaginar que su mujer se la pega. En fin, que me corrí como una loca, hasta el punto que mojé los pantalones que llevaba puestos mi marido, sobre los que cayeron chorros de mis flujos.
Alex me embestía con fuerza y yo no dejaba de correrme casi de continuo. Mientras lo hacía jugaba con mi ano, metiendo uno y dos dedos que entraban con facilidad gracias a la cantidad de líquidos que trasegaban por la zona y a la excitación que sentía. Nunca había estado tan caliente, sin embargo me dolían las piernas de estar en esa postura y tuve que parar.
Entonces mi amante volvió a sorprenderme. Me ordenó que le sacase la polla a mi marido y que se la chupase. "Vas a tener dos pollas para ti" , me dijo riendo a carcajadas. Al principio lo miré incrédula, pero la locura en la que se había convertido aquella noche, me llevó a probarlo. Le desabroché el pantalón, metí mi mano entre sus calzoncillos y comprobé que, aunque no estaba dura, si que estaba morcillona y con un tamaño considerable. Me pregunté si no estaría escuchando parte de lo que le decía o si se estaría dando cuenta de lo que pasaba aunque fuese a nivel inconsciente. El caso es que apenas tuve que masturbarle un poquito y aquello comenzó a tomar consistencia.
Era increíble, superdivertido y tremendamente excitante. Pensar que estaba poniendo los cuernos a mi marido en sus morros y lo iba a hacer participar, para mi disfrute, sin que él se enterase... (o tal vez si) Comencé al chupársela y, al poco, tenía la verga apuntando al techo. Ahora estaba de rodillas en el suelo y Alex se acomodó detrás de mí. Mientras lamía la verga de mi marido y seguía hablándole perversamente, su pupilo, el hijo de puta de su pupilo, seguía preparando mi ano.
.- Ummmmm, amorcito, no veas como tengo el culito. Alex me lo está chupando para que se me ponga bien abierto y me lo va a follar con su polla mientras yo te la chupo. Quién te iba a decir a ti, tan conservador como eres, que ibas a hacer un trío con tu mujercita y otro hombre. Aaaaaaaaahhh., que rico, ummmm, siiii... Sigue chupando, mi amo, que al cornudito parece que le gusta.
.- Relaja el culo, mi zorra, que te voy a meter la polla hasta dentro. Tranquila, lo haré despacio y verás como te gusta y me pides que te de más fuerte.
.- Hazlo como quieras, pero hazlo, que estoy deseando sentir tu polla en mi culo. ¿Has oído amorcito?, estoy deseando que follen el culo, con las pocas veces que te he dejado a ti meterla por ahí. La última vez cuando me comprastes el Golf automático. No sé si lo relacionaste, pero es que tengo que confesarte que soy muy puta... Aaaaaaaaaahhhhhhgggg..., oooohhh..., suave..., siiii, aaaaahh...
Alex me la metió sin avisar casi hasta la mitad. Sentí un dolor agudo pero paró en seco y esperó a que mi ano se dilatara bien. La verdad es que el anal no es mi fuerte, pero cuando estoy muy excitada puedo practicarlo sin problemas. De hecho, en cuanto Alex reanudó sus suaves embestidas, su verga empezó a deslizarse por mi ano con toda facilidad.
Mientras tanto, yo alternaba la mamada que le estaba dando al inconsciente de mi marido con el relato morboso que de los hechos le estaba haciendo. Pronto Alex se movía como si me estuviese follando el coño y yo lo disfrutaba como una loca. Con una mano sujetaba la polla de mi marido y con la otra magreaba mi clítoris consiguiendo cimas de placer indescriptibles. A veces, yo misma me abría las nalgas con las dos manos mientras sujetaba la polla de Arturo sólo con la boca. Mi amante no paraba de aserrucharme.
.- Diooooooooooooooooosssss, mi amor, me están follando, me están follando el culo. Cabrón, a tu mujer le están follando el culo delante de tus narices. Aaaaaaaahhhhh..., jodeeeeerrrrrr, uuuuummmmmmmmm, dame más, por favor, dame más.
.- Te dije que me ibas a pedir más, puta. Claro que te daré más.
Alex parecía incómodo en aquella postura, de rodillas en el suelo, así que se le ocurrió algo definitivamente perverso y que yo disfruté muchísimo. Hizo que me pusiera a horcajadas sobre Arturo, metiéndome su polla en el coño, y él, desde atrás y sin necesidad de arrodillarse, me la clavó de nuevo por el culo.
Aquello fue el no va más. Sólo meterme la polla de mi marido en el coño estando él inconsciente y sintiéndola tan dura como si me estuviera follando de propio intento, ya fue toda una experiencia. Pero recibir la polla de Alex por el culo al mismo tiempo, fue superior. Había practicado la doble penetración en una ocasión, pero fue más un reto que un disfrute pleno. Sin embargo ahora me encontraba en la gloria.
.- Hay maridito, que bueno eres que dejas que me den por el culo mientras me follas, mmmmm, cuanto te lo agradezco. Aunque tú no te muevas te siento igual, porque a cada embestida de Alex tu polla se me hunde más en el coño. Aaaaahhhhhh, siii.
La sensación era ciertamente extraña, Arturo tenía la poya dura, pero no se movía. Me movía yo y me movían las embestidas de Alex. Lo cierto es que aunque no me hubiese movido me hubiera corrido igualmente una infinidad de veces, pues ya dije que soy de orgasmo fácil. Lo bueno es que al rato de estar así, penetrada por los dos, mi marido se corrió, por supuesto, sin avisar. Fue muy curioso porque siempre que un hombre se corre, sea en tu coño, en tu culo o en tu boca y hasta en tu cara, lo notas previamente por la tensión o los movimientos agitados. Pero yo sólo sentí, de improviso, una cálida humedad recorriendo la paredes internas de mi vagina y, la verdad, fue muy placentero. Me arrancó un escalofrío que se convirtió en un nuevo orgasmo gracias a los movimientos de Alex.
.- Ay, mi amor, ya te corriste, que rico se siente, ummmmmm, siiiii, no me aguantaste como Alex, pero igual me voy a correr a tu salud. Diossssss, siiiii, me están llenando el culo de leche, eso si que me pone recaliente y reputa, jodeeeeeerrrr. Aaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhh, sssiiiiiiiiiii, aaa, mmmmmmmmm,, siiii, dame, dame, cabrón, dame más. mmmmmmmmmmm.
Alex me la sacó de golpe y me dejó con el ano tan dilatado que me hubiera gustado verlo, porque lo sentía como un boquete. Joder, pasé los dedos por él y parecía impresionante, podía tocarme el recto por dentro y tardó varios minutos en volver a cerrarse.
En cuanto me descabalgó, mi nuevo amante culminó su noche gloriosa metiendo su polla en la boca de mi marido. Luego se limpió en su camisa y, finalmente, hizo que yo se la chupase hasta dejarla reluciente. Era su forma de marcar el territorio, de humillarme y de tenerme definitivamente a sus pies.
Tal es así, que después de ayudarme a cargar con mi marido hasta nuestra habitación, estando yo sentada en el inodoro, entró al servicio que hay dentro del dormitorio y se puso a orinar encima de mí. Al principio me sorprendí e intenté apartarme para que no me mojara, pero cuando noté su meada caliente cayendo sobre mí, sentí un gran morbo y un cosquilleo placentero por todo el cuerpo. Cuando salí después de limpiarlo todo y ducharme, estaba esperándome sentado frente a la cama. Me cogió y me folló a cuatro patas sobre la cama y, literalmente, sobre mi marido que seguía dormido como un tronco.
Esta vez se corrió en mi coño sin preguntar y sin importarle en absoluto si yo me protegía o no. Lo hizo salvajamente, corriéndose a penas en dos minutos. Suerte que yo me corro con que me la metan y más si se trata de un semental como este. Antes de marcharse me pidió el móvil y me dijo que cuando me llamase debería estar dispuesta para él en 15 minutos.
Cuando mi marido despertó al día siguiente, tenía un dolor de cabeza tremendo y apenas recordaba nada. Yo le dije que era una pena que no se acordase de nada, porque habíamos estado toda la noche follando, que se había portado como un campeón, que me había follado tres veces y que yo, como premio, le había dado mi culo. Tuve que decírselo, porque apenas ponía sentarme y andaba con dificultad de cómo lo tenía. También le dije que, después de irse Alex, se había bebido el solito dos botellas de vino y que por eso le dolería tanto la cabeza.
El problema es que, desde ese día, voy loca por recibir la llamada mi nuevo amante. No quedo con nadie por esperar sus llamadas y el hijo de puta sólo me llama cuando se le antoja. A veces me cita en su propio despacho dentro de la oficina de mi marido. Lo hace cuando él no está pero, como es normal, la secretaria y otros compañeros sospechan. Pone la excusa de que está llevando un asunto de nuestra familia y, cómo saben que es el ojito derecho de mi marido, no se atreven a ir con el cuento. Pero el hecho es que me cita allí y me folla en el despacho para que todos los sepan. A veces no puedo reprimir los gritos y otras me rompe las medias o me alborota el pelo para que tenga que salir así y todos me vean.
Otras veces me llama a horas que ya estoy en casa y me obliga a decirle a mi marido que me salió una venta de urgencia para un cliente importante y que no puedo negarme. Como lo hace con frecuencia, mi marido está empezando a sospechar algo. Para colmo, cuando hace esto, normalmente me está esperando en el portal y me folla en la escalera con el consecuente riesgo de que nos pille algún vecino.
Lo peor de todo es que mi marido sigue absolutamente encantado con él y casi siempre están juntos. A veces lo invita a cenar a casa y otras en algún restaurante. La semana pasada cenamos en un restaurante donde nos conocen de siempre y se pasó la noche metiéndome mano por debajo de la mesa. Entre platos, se fue al servicio y me llamó al móvil, cuando respondí me dijo que fuese al baño de hombres. Tuve que decir a mi marido que se habían equivocado y que necesitaba ir al baño. Cuando llegué me pidió que le hiciera una mamada. Yo lo hago porque me encanta y porque me tiene loca, pero entraron dos hombres al baño y no se cortó en cerrar la puerta. Siempre hace estas cosas para que la gente lo vea, le gusta que luego esos tipos nos vean en la mesa y digan: "mira esa es la puta que estaba con el chaval ese en el baño y el otro debe ser el cornudo del marido" . Antes de volver a la mesa me dijo que a los postres volviese a ir al baño, en esa ocasión de mujeres. Cuando fui, apareció él y me folló dentro de uno de los urinarios. Me quitó las bragas y me hizo volver a la mesa sin ellas. Tengo que estar a cada paso dando explicaciones a mi marido por cosas así, de forma que cada vez sospecha más de mí, pero lo gracioso (si es que tiene alguna gracia) es que para nada desconfía de su pupilo.
Tiene tanta labia que una noche, estando cenando en nuestra casa, él que no fuma, convenció a mi marido de que había empezado a fumar y que se le había acabado el tabaco. Como en nuestra urbanización no hay bares, era un poco tarde y él no tiene coche, hizo que pareciera normal que yo le llevara con mi coche a buscar tabaco mientras mi marido buscaba unos discos que había prometido ponernos. Estuvimos más de una hora follando en el coche sin salir del garaje y cuando volvimos, por supuesto sin tabaco, dijo que finalmente había decidido dejar de fumar, por lo que mi marido le felicitó efusivamente. Arturo se pasó el resto de la noche pinchando los discos y nosotros bailando. Como el equipo de música está detrás de un biombo en el mismo salón, nos pasamos casi todo el rato besándonos y metiéndonos mano.
Estoy desesperada, estoy absolutamente enganchada como una drogadicta. No puedo prescindir de él. Si me llama me da un vuelco el corazón. Por las mañanas me despierto pensando en él y por las noches más aún. Cuando le veo me tiemblan las piernas y, aunque esté mi marido delante, estoy deseando que me toque, que me meta mano por debajo de la mesa o irme al servicio a que me reviente el culo. Cualquier cosa que se le ocurra hacer yo la hago sin rechistar y lo prefiero a que no me haga caso.
Yo que era feliz siendo puta, que hacía lo que me daba la gana, que me tiraba a cuantos tíos me apetecía, ni siquiera tengo vida social más allá de las salidas con Alex y mi marido. No me fijo en nadie ni nadie me interesa, soy esclava de Alex y lo peor es que pongo en un grave riesgo mi matrimonio y mi estabilidad, más ahora que por estar siempre dispuesta tengo mi trabajo abandonado. Pero no puedo evitarlo, no puedo dejar de verle, no puedo negarme a que me folle cuando y como quiera; sólo cumplo sus órdenes. Como ahora, que acaba de llamarme para que vaya a su despacho. Mi esposo está allí, así que tengo que comprar unas revistas de decoración para llevárselas con la excusa de que está decorando su nuevo apartamento. Estoy segura de que, en cuanto entre por la puerta, querrá follarme o que se la chupe. Ojalá sea esto último, porque si me la mete no podré ahogar mis gritos y mi marido puede oír mis orgasmos.