El pasado siempre vuelve IV

Rindete...

Helena le miro deseando que fuera una especie de broma macabra para hacerla sentirse mal, pero Lemuel seguía observándola imperturbable.

Le acababa de soltar que Fran estaba muerto y apenas había cambiado la expresión de su rostro, aunque sus ojos se habían vuelto vacíos y falta de sentimiento.

Pasó el tiempo y Helena seguía esperando que se echara a reír o incluso que mostrará una pequeña sonrisa que la dijera que todo estaba bien, que Fran estaba en otro sitio,  que estaba bien. Pero seguía sin pasar nada.

Sin más Helena se levantó, se colocó la ropa y se fue hacia la puerta alejándose de él.

  • ¿Dónde vas? -pregunto Lemuel sin levantarse

Helena no contestó. Tenía la mirada perdida y el rostro antes sofocado había pasado a un pálido casi transparente.

Abrió la puerta y salió de allí sin girarse siquiera.

Al llegar a casa fue como si hubiera estado conteniendo el aire desde que se había marchado de allí y ahora una fuerte presión en el pecho amenazada con derribarla.

Las lágrimas resbalaron por su rostro y un gemido escapó de sus labios.

No entendía nada.

¿Cómo podía estar Fran muerto?

¡No!

¡No podía ser!

Fue a su dormitorio y se sentó en la cama. Se puso las manos en la cabeza y lloró desconsoladamente.

Miles de imágenes de Fran atormentaban su cabeza. Fran sonriéndole. Fran haciendo sus deberes con esa cara tan graciosa que ponía cuando estaba realmente concentrado en algo. Fran tumbado en su cama con el pelo alborotado riendo por alguna tontería que había dicho.

¡No podía soportarlo!

El aire la faltaba y el pecho le dolía como si algo le estuviera presionando desde dentro.

Se tumbo y miro el techo sin ver realmente nada. Se fijó en una pequeña mancha negra al lado de la lámpara de techo.

Se centró en ella intentando calmarse. El rostro de Fran volvió a aparecerse ante sus ojos.

Piccola guerriera… -susurro una voz fantasma

Aún recordaba cuando la había empezado a llamar así.

**

Estaban en el recreo y habían salido al pasillo que poco a poco se iba llenando de chicos de todas las edades que salían de clase para comerse la merienda.

  • ¡Por fin! Pensaba que no se iba a callar nunca -exclamó Helena mientras se estiraba
  • Eso es imposible. Si se callara le daría algo

Ambos rieron.

Se sentaron en un banco cerca del aula.

  • ¿Te fijaste que tenía la bragueta abierta? -pregunto Fran mirándola con una expresión divertida
  • Como para no. Parecía que tenía una especie de cartel neón que pusiera “Mirar aquí abajo”

Volvieron a reír a carcajadas

  • Me alegro que ya estes bien…
  • ¿Por qué iba a estar mal? -preguntó Helena mirándole confusa
  • No se… Antes me ha dado la sensación que estabas un poco rara
  • Ammm… bueno… sería porque estaba cansada
  • ¿Seguro? -insistió Fran mirándola a los ojos
  • Claro

Helena apartó la mirada. Había pasado casi toda la clase pensando en lo sucedido con Lemuel.

  • Ah bueno. ¿Entonces lo de esta tarde sigue en pie?
  • ¡Por supuesto! Sabes que no me lo perdería por nada en el mundo

Habían quedado para la inauguración de “Templo”. La primera tienda de comics del pueblo. Decían que tenía dos plantas y había comics de todo el mundo, así que claramente Fran y Helena estaban deseando ir.

Habían intentado hacer una buena colección de comics, pero solo tenían los que a veces venían con el periódico, que no era siempre.

En cuanto se enteraron de que iban a abrir “Templo” habían contando los días deseosos de poder entrar allí los primeros.

Estaban hablando de los comics que estaban deseando comprarse cuando aparecieron por el pasillo Dani y su pandilla. Eran unos chicos dos años mayores que ellos, pero estaban en su clase repitiendo.

Dani, un chico moreno no muy alto, pero de ancho como un armario, se colocó enfrente de Fran.

No les habían visto venir, pero al ver a Dani sus rostros cambiaron.

  • ¿Que pasa, marica? Te habrá puesto mogollón que “El manchas” tuviera la bragueta abierta ¿eh? Seguro que ya habrás ido al baño a hacerte una buena pajita -dijo mientras subía y bajaba la mano imitando el movimiento de una paja

En realidad el profesor, se llamaba Juan Jose. Pero desde un día que apareció en clase con una mancha de café para muchos  ahora era “el manchas”.

Sus amigos. Igual de imbéciles que él le rieron la gracia.

  • No te pongas celoso, Dani. Algún día me la haré por ti. -dijo Fran mirándole con odio y una sonrisa en los labios -Quizás cuando dejes de tomar anabolizantes y parezcas más un hombre y no el monstruo del lago Ness

Por supuesto Dani no tenía ni idea de que le estaba hablando, pero el insulto le sentó igual de mal.

  • ¿Qué coño me has llamado, marica? -gruño con los dientes apretados
  • Te lo explicaría, pero me llevaría demasiado tiempo y dentro de poco va a empezar la clase.

Helena bastante tensa les miraba como si estuviera contemplando  un partido de tenis.

Los amigos de Dani, detrás de él, sonreían sabiendo que se aproximaba un buena bronca.

  • ¿Quieres que te parta la cara, gilipollas?
  • ¡Uy! No sabía que tenía derecho a elegir -rió Fran

Dani estaba ya poniéndose  rojo de rabia y apretaba fuertemente las manos a los costados.

Cogió de la camiseta a Fran, lo levantó y lo empujó en medio del pasillo.

Muchos chicos que se encontraban por allí se apartaron asustados al ver la potencia del empujón temiendo que les pegaran a ellos también.

  • Chicos, vale ya -dijo Helena levantándose rápidamente poniéndose en medio de Fran y Dani
  • ¡Quítate del medio, guarra! -grito Dani intentando apartarla de un manotazo

Helena mucho más rápida dio un paso atrás impidiendo que Dani la tocara.

  • ¡No me da la gana! Como no pareis voy a llamar a  Juan Jose
  • ¡Menuda chivata! -gritó uno de los amigos de Dani
  • Helena, quítate. No pasa nada -dijo Fran encogiéndose de hombros.

Helena sabía que lo único que había querido Fran era devolverle los insultos, harto de que todos los días Dani se metiera con él.

Pero no iba a dejar que Dani le diera una paliza solo por intentar defenderse de ese matón.

  • No voy a moverme -dijo Helena mirando a Fran con firmeza
  • ¿Es que no has oído, guarra? ¡Quítate de en medio!
  • Tu no me mandas, maldito gorila -replicó Helena volviendo la vista hacía Dani

Los amigos de Dani le miraron esperando que su compinche se decidiera a empezar la pelea, pero este seguía mirando a Helena con odio.

El rostro de Dani cambio de repente mostrando una pequeña sonrisa.

  • ¿Qué pasa que sois novios? No te preocupes, nena. Si acabamos con él siempre puedes tener esta. -dijo Dani agarrándose el paquete.
  • Ya te gustaría -dijo Helena mirandole con repulsión
  • Seguro. Con esa cara de chupapollas que tienes lo debes de hacer de lujo.

Esa fue la gota que colmó el vaso. Con una mueca de rabia, Helena de un rápido movimiento le dio una patada con todas sus fuerzas en su entrepierna.

Dani al no verlo venir ni siquiera tuvo tiempo de apartarse. Su cara se torno blanca en milésimas de segundo y se derrumbó en el suelo.

  • Vuelve a llamarme eso y te dejo sin huevos, cabrón -gritó Helena mirando como se retorcia en el suelo
  • Joder… -susurro Fran impresionado detrás suya

Los amigos de Dani no sabían qué hacer. Observaban como su jefe estaba en el suelo sollozando como un crío mientras se agarraba en la entrepierna intentando recuperar el aire que había expulsado de golpe al sentir la patada.

Uno de ellos quiso adelantarse para hacerle cara a Helena, pero antes de que lo hiciera otro lo agarró del brazo.

  • No, tío -dijo el que le había agarrado
  • ¿Se puede saber que esta pasando aqui?

Todos se giraron en dirección al grito. Juan José se dirigía rápido a donde estaban ellos.

  • ¡Mierda, “El manchas”! -dijo uno de los amigos de Dani
  • ¡Larguémonos! -gruño otro

Con rapidez levantaron como pudieron a Dani que ya estaba empezando a recuperar el color en su rostro, pero seguía sollozando y se fueron de allí.

Fran se colocó delante de Helena que estaba respirando con rapidez con las manos apretadas a los costados.

  • ¡Madre mía, Helena!

Helena le devolvió la mirada y se fue calmando poco a poco.

  • No… no sé lo que me ha pasado… mierda, joder. Yo… no me he podido controlar -dijo Helena hablando rápidamente.
  • ¿Estas loca? ¡Ha sido una puta pasada! -grito Fran alargando las manos- ¡Dios mío! Aún puedo ver la cara que ha puesto cuando le has dado. ¡Eres mi heroína enserio!

Helena mucho más relajada, le sonrió en confianza.

  • No ha sido para tanto, hombre
  • ¿Que no? ¡Eres… eres… una piccola guerriera! -expresó Fran fuera de sí -¡Mi piccola guerriera!

Helena rió sin saber muy bien qué significaba eso.

Giró la cabeza viendo como Juan José estaba cada vez más cerca de ellos.

  • Vámonos anda -dijo cogiendole del brazo -que al final nos vamos a meter en un lío.
  • Lo que tu digas, piccola guerriera

Fran la cogió de la mano y se fueron hacia el aula.

**

Se despertó sobresaltada y con el cuerpo sudoroso. Había vuelto a soñar con Fran.

Apenas había hecho nada ese día. Después de levantarse de la cama comió algo, se ducho y se dispuso a pasar apuntes, pero la concentración se la iba cada dos por tres a ese día.

Al final a media tarde había decidido dormirse por el dolor tan horrible de cabeza que se la estaba formando.

Achino los ojos intentando adaptarse a la luz hasta que se dio cuenta de que no estaba sola.

Ni siquiera se giró para comprobarlo. Ya sabía perfectamente quién era.

  • ¿Por eso lo has hecho?
  • En parte. -contestó una voz detrás suya -Una de ellas ya la sabes. Creo que no he parado de decirtelo.

Helena se giró observando a un Lemuel sentado en la silla de escritorio.

  • ¿Que paso?
  • Siempre era el primero en coger una gripe y el último en recuperarse. Su salud era bastante delicada…
  • No lo sabía
  • Por supuesto no iba contandolo a todo el mundo. Ya sabes como era Francesco. Se hacía el fuerte -dijo Lemuel con una pequeña sonrisa, quizás pensando en algún buen recuerdo de Fran -Cuando te fuiste se puso mucho peor. Le llevamos al hospital donde estuvo un par de meses ingresado, pero el doctor no pudo hacer mucho por él. Era como ver una vela apagarse poco a poco.

Helena seguía mirandole, pero no pudo evitar que las lágrimas comenzaran de nuevo a derramarse por su rostro.

  • Aunque me hubiera quedado no habría cambiado nada… -susurro con un hilo de voz.
  • Cierto. Pero sus ojos no se hubieran apagado tan fácilmente.

Oír esas palabras fue como si un puñal atravesara su corazón.

Quería a Fran con locura, pero no soportaba más estar en ese maldito pueblo y ver como su madre intentaba sacarla adelante aunque apenas durmiera un par de horas. ¡No podía!

Era insostenible.

  • No puedo cambiar el pasado -dijo Helena apartando la mirada y limpiándose con la mano el rostro.
  • Puedes cambiar el presente y el futuro
  • ¿Acostándome contigo? -preguntó irónicamente mientras volvía a posar sus ojos sobre él

Lemuel se inclinó levemente en la silla y dibujó una sonrisa de medio lado.

  • No pretenderás decirme que no te gusto, ¿verdad? -se levanto y lentamente fue acercandose a Helena, quien seguía cada uno de sus movimientos -No lo hagas
  • ¿El qué?

Lemuel cada vez estaba más cerca. Helena no paraba de contemplarlo. Era tan grande que parecía que se comía toda la atmósfera del lugar.

Sus pezones se erizaron al instante.

No podía comprender cómo un hombre que tanto daño la había hecho conseguía descontrolarla de ese modo. Era como si su cuerpo y su mente fueran en sentidos opuestos.

Lemuel se agachó apoyando una mano en la cama. Helena entendió el mensaje y con cierta reticencia se apartó dejando que se sentara a su lado.

Se inclinó hacía ella rozando su nariz detrás de su oreja provocando que su piel se pusiera de gallina.

  • Mentirme -susurro -pero lo más importante, mentirte a ti misma.
  • No... no me miento
  • ¿Estás segura? -pregunto mordiendo su lóbulo

Un gemido casi imperceptible escapó de sus labios.

Helena no podía soportar más ese tono tan calmado. Era como si fuera el mismo demonio susurrandola para pecar.

Aunque no estaba del todo equivocada.

  • Eres cruel…
  • La vida es cruel, pequeña
  • Eres su hermano…
  • Ya lo era antes. O es que se te ha olvidado todo lo que hicimos… ¿eh?
  • No…

Sintió su mano acariciarla el estómago. Apenas lleva un pijama corto que no dejaba mucho a la imaginación, con lo que su tacto dejaba una huella caliente allí donde se posaba.

  • No… esto no está bien
  • ¿Y que está bien? Vamos, pequeña… lo estas deseando -otro mordisco en la nuca la activo -deja que te enseñe… deja que te posea…
  • Dioos…

Sus susurros se metían en su cabeza excitandola de una manera indescriptible.

  • Deja que te castigue…

La agarro los dos pechos con ambas manos apretandolos con fuerza.

  • Mía…

Volvió a morderla la nuca pasando a continuación la lengua calmando el pequeño escozor.

Helena no podía ocultar más su excitación. Estaba agotada física y psicológicamente. Esos días la habían pasado más factura de lo que ella creía y aunque su mente se negaba a rendirse tan fácilmente, su cuerpo iba por libre respondiendo a cada caricia de Lemuel.

  • Venga… no te resistas más. -dijo acariciándola y pellizcando sus aureolas - Dimelo
  • ¿El… el qué?
  • Ya lo sabes…
  • Jodeer….

Daba la sensación que Helena estaba apunto de recibir un cortocircuito en su cerebro. Ni siquiera había separado las manos de la cama desde que había empezado.

"¿Y si es esto lo que realmente quiero?"

Sentía la tela de su camisa acariciarle la espalda y su olor la envolvía embotando sus sentidos.

  • Dímelo… -susurró de nuevo

Quería pensar que todo eso estaba mal. Que Fran no se merecía eso, pero su excitación estaba llegando a niveles extremos.

  • Si… vale… si…
  • ¿Serás mía?
  • Si… lo seré… pero por favor…. no pares…
  • ¡Esta es mi chica!

Apenas había pronunciado las palabras que ya la estaba tumbando en la cama y colocándose encima suyo.

Sus ojos oscuros la traspasaron y su acelerada respiración la confirmo que estaba igual o más excitado que ella.

La beso. Un beso lleno de pasión. Helena le rodeó el cuello invitandole a devorarla por completo. Su lengua juguetona, se metía en su lengua compartiendo su saliva que, gustosa le correspondía con la suya.

Solo cuando notaron que el aire empezaba a fallarles se separaron.

Aunque el descanso duró poco. De un solo tirón Lemuel le arrancó la parte de arriba del pijama dejando sus pechos al aire, que saltaron inflamados deseosos de caricias.

Lemuel al verlos se agacho rodeando sus pezones con la boca, lamiendo, mordiendo y succionando.

Helena ya gemía sin ningún tipo de control. Apenas recordaba ya todo lo sucedido durante el día. Solo podía sentir placer por cada poro de su piel y su mente agotada ya había dejado de luchar.

Un pequeño dolor en la parte baja la hizo mirar hacia allí.

Lemuel en un acto de frenesí, también le había arrancado los pantalones y el pequeño tanga dejando un raspón en su pierna derecha. Ni siquiera le importo, simplemente abrió sus piernas para que se acomodara en el medio.

Al ver la rendición de Helena solo pudo sonreir mientras volvía a devorarla por completo.

Se desabrocho apresuradamente los pantalones y se introdujo en ella con un gemido de satisfacción.

  • Creo que no me voy a cansar de esto nunca. -gimió dando una gran embestida

Helena estaba tan excitada que Lemuel resbalaba en su interior como un pez en el agua.

  • No pares… no pares…
  • Por dios… como estas…

Helena no quería que fuera delicado. Estaba enfadada con él, consigo misma por ser tan débil y con el mundo entero.

Así se lo hizo saber con arañandole con rabia el pecho. Lemuel puso un gesto de dolor, pero enseguida fue sustituido por uno lleno de rabia.

  • Vamos… vamos… -jadeo Helena rodeando su cuerpo con las piernas
  • ¡Esa es mi puta! Pero te olvidas de algo muy importante…
  • Mmm…
  • Aquí mando yo…

Sin darla tiempo a reaccionar le dio la vuelta sujetandola la cabeza contra el colchón.

  • ¿Que… vas a hacer?
  • Ya lo verás…

En cuanto sintió un dedo en el ano, Helena empezó a revolverse como loca, pero Lemuel la sujetaba con tal fuerza que apenas había logrado moverse unos centímetros.

  • No… no… por favor…. eso no -gritó Helena agarrandole la mano que la sujetaba - por favor… soy virgen de ahí
  • Pero eso lo hace más interesante, pequeña
  • No… no…

Empezó a notar como ese dedo se introducía lentamente en ella. Helena intentaba con todas sus fuerzas cerrar las piernas, pero Lemuel se había colocado de tal forma que no conseguía  parar esa invasión.

Un pequeño dolor la hizo dar un grito angustiada.

  • Venga… si sabes que vas a acabar pidiéndome más…
  • No… ¡Suéltame!
  • No has dicho las palabras mágicas -rió

Ya había conseguido introducirla por completo el dedo y lo movia en circulos ensanchando su interior.

Después de unos minutos saco el dedo y colocó la punta de su polla.

  • No… no…

Un grito gutural escapó de sus labios. Lemuel esperando esa negativa empujo con todas sus fuerzas logrando introducirse hasta la mitad.

Un dolor lacerante la perforaba, pudiendo sentir como si la hubieran metido un hierro al rojo vivo. Empezó a llorar desconsoladamente.

  • Joder… que estrecha… dioos…

Otro empujón y otro grito por su parte y ya estaba completamente dentro de ella.

Era tal el dolor que la costaba respirar con normalidad.

  • Basta… basta… -susurro ahogadamente
  • Shh…. ya paso, nena.

Lamió su espalda sin moverse, esperando que se adaptara a su tamaño, pero Helena no hacía más que llorar.

Separó la mano que la sujetaba y cogiéndola del brazo la levantó sin apenas esfuerzo chocando su espalda contra su pecho.

Un gemido lastimero escapó de Helena.

  • Shh… venga… que tu puedes con esto y más, mi pequeña piccola guerriera -susurro lamiendo su cuello.

Empezó a moverse despacio. Al principio Helena soltaba algún que otro grito cuando llegaba a introducirse hasta el fondo.

El dolor no era tan fuerte como al principio, pero seguía resquemandola cada vez que Lemuel salía y entraba.

Un pellizco en su pezón la hizo dar un pequeño grito.

  • Mirame…

Ni siquiera se había dado cuenta que había cerrado los ojos.

Giró la cabeza y se encontró con los ojos de Lemuel que la miraban con una mezcla de lujuria y pasión que hizo que inmediatamente se volviera a  mojar.

  • ¿De quién eres? -pregunto lamiendo su labio superior
  • Tuya…
  • ¿A quién obedeces? -lamió su labio inferior
  • A… a ti…

Se separó observando a una Helena completamente desatada que se relamía allí donde había pasado su lengua. Sonrió, pero al instante su rostro se volvió serio.

  • Que no se te olvide

Y con esas empezó a moverse con una brutalidad que parecía que Helena era una muñeca.

Se agarró al cabecero de la cama para no caerse. Sintió como una mano la sujetaba la cintura moviéndola a su antojo mientras la otra se colaba por su entrepierna acariciando su clítoris con la misma velocidad con la que él la embestía.

  • Diooos….
  • Eso es… eso es… damelo

Sentía como sus flujos bajaban por sus muslos mojando todo a su alrededor. Lemuel no paraba de susurrarla en el oído y morderla.

No creía que fuera a aguantar mucho más con ese ritmo. Ya empezaba a ver pequeñas luces a su alrededor.

Un golpe en su entrepierna la hizo jadear como una loca.

  • Venga… correte para mi.

Otro golpe y una fuerte embestida la impulsaron contra el cabecero. El placer la abrumaba y sentía como iba a explotar de un segundo a otro.

Sintió como Lemuel se derramaba en su interior y no la hizo falta nada más. Gritó con todas sus fuerzas corriendose de tal manera que pensaba que se iba a quedar afónica.

Se retiró jadeando y dándole la vuelta, la dejo en la cama.

Helena respiraba entrecortadamente intentando recuperar todo el aire que había perdido gritando. Estaba sudorosa y tenía la vista perdida en algún punto del techo.

Lemuel se colocó a su lado y empezó a acariciarla lentamente el estómago.

Cuando pensó que ya podía volver a respirar con normalidad, miró la mano que la acariciaba y luego a él.

  • ¿Y ahora qué?
  • Ahora a dormir… -dijo sin dejar de acariciarla -mañana… ya veremos…

Y con esas cerró los ojos dejándose vencer por el sueño.