El pasado siempre vuelve III

Helena comienza a atar cabos.

Apenas había logrado conciliar el sueño esa semana.

Creía que aparecería al día siguiente e incluso le estuvo esperando para intentar resolver ese enigma que estaba suponiendo saber su identidad y qué narices tenía que ver con Fran.

Pero no apareció.

Ni ese día ni ninguno durante toda la semana.

Helena miraba escrupulosamente su habitación cada vez que venía de clase, salía a hacerse la cena o incluso iba al baño.

Pero nada.

Sentía que el cuerpo la pesaba y las ojeras se la iban acumulando en los ojos con el paso de los días, pero aún así su mente la impedía dormirse.

Pasaba casi todas las noches en vela recordando a Fran, el pueblo en el que se crío e intentando descubrir qué conexión tenía con su acosador particular. Pero cada vez las teorías eran más absurdas e incluso llegó a pensar que había sido una casualidad o fruto de su imaginación, aunque sabía que no  era así.

Lo había oído perfectamente y ahora no podía borrarlo de su mente.

Consiguió aprobar a duras penas el examen. Pero sus compañeras sabían que la pasaba algo, aunque algo bueno tenía ser reservada. Un par de “estoy bien” sumado a “estudio por las noches” y voila dejaban de preguntar y seguían con sus temas.

Muchas veces pensaba en las palabras que la había dicho sobre su “nueva vida” e intentaba convencerse a sí misma que no era una falsa. Aunque luego situaciones como esta la hacían planteárselo.

El sábado llegó a su casa arrastrando los pies. Los párpados le pesaban, el cuerpo le dolía y la cabeza le zumbaba como si tuviera metido dentro un nido de avispas.

Tiro a un rincón el bolso y prácticamente se desmayó sobre la cama. En apenas dos segundos ya estaba dormida.

Soñó.

Soñó con su infancia. Esta vez estaba en casa de Fran. Concretamente en su habitación y habían pasado la tarde tumbados en la cama, cuidando al Tamagotchi de Helena, de nombre Burbuja.

Un ruido en la habitación de al lado les sobresaltó a ambos.

  • Creo que ya ha llegado Lemuel
  • ¿Enserio? ¿Qué te hace pensar eso? -preguntó irónicamente Helena a la vez que le miraba con las cejas alzadas
  • No seas payasa -dijo Fran riéndose

Se levantó de la cama y fue a asomarse por la puerta.

  • No entiendo porque tu hermano siempre tiene que estar de mal humor
  • No está siempre de mal humor… es solo… que es así
  • Ósea un imbécil
  • ¡Ei! -expresó Fran lanzándole una mirada furibunda - ¡Que es mi hermano!
  • Lo sé. Lo sé. No te enfades. -dijo Helena levantando las manos en son de paz -Pero es verdad. Siempre está de mala leche.
  • Eso lo dices porque no vives aquí. No está así todo el rato
  • Si tu lo dices…

Fran suspiro y volvió a cerrar la puerta.

  • ¿Ya has dado de comer a Burbuja?
  • Le he dado cinco veces de comer. Creo que si le doy más se va a morir de un infarto -dijo riéndose

Después de media hora hablando sobre la nueva película de “Ice Age” Helena decidió que ya era hora de volver a casa, así que le dio un abrazo a Fran y se despidió hasta el día siguiente en el instituto.

Estaba bajando las escaleras cuando oyó un ruido en la cocina. Se aproximó hacia allí y vio que el hermano de Fran estaba bebiendo agua directamente de la botella y con la puerta de la nevera abierta.

  • Hola… -susurró Helena entrando despacio en la estancia -Bueno… esto… yo venía a despedirme

Lemuel se dio la media vuelta y la miró sin apenas cambiar su gesto.

La verdad es que imponía bastante con su camiseta negra y sus pantalones vaqueros desgastados.

Al contrario que Fran, su hermano tenía los ojos oscuros tirando a negros al igual que su pelo y tenía la piel morena como si se hubiera estado bronceando. En cambio, su hermano poseía una blancura casi frágil que se asemejaba a la porcelana fina.

Y por supuesto donde Fran siempre tenía una sonrisa para todo el mundo. Lemuel era frío y austero.

  • No sabía ni que estabas aquí. -dijo volviéndose a dar la vuelta
  • Amm… -Helena empezó a mover los pies -Bueno… pues ya me voy
  • Ya lo has dicho

Lemuel seguía sin hacerla ni el mínimo caso. Estaba sacando comida de la nevera para empezar a hacer la cena.

Al igual que la madre de Helena, su madre trabaja hasta tarde de enferma en el centro de salud que había en el pueblo.

Helena sin saber muy bien qué más decirle y un poco cortada. Se dio la media vuelta para irse de allí.

Le ponía muy nerviosa Lemuel y apenas había cruzado con él dos palabras desde que Fran y él se mudaron allí.

Estaba a punto de salir cuando sintió una mano en el estómago y un cuerpo caliente detrás suyo.

  • ¿Por qué te vas tan rápido?
  • No… no… es que… tengo que irme a cenar a casa. -explicó Helena tartamudeando

La dio lentamente la vuelta sin soltarla de la cintura. Helena podía sentir el calor que desprendía su mano deslizándose hasta posarse en su cadena.

Se movió hasta quedar cara a cara con él.

Al ser mucho más alto que ella tenía que elevar un poco el rostro para mirar esos oscuros ojos que la observaban minuciosamente.

  • ¿Es eso cierto? ¿O es que no quieres estar sola conmigo?
  • Claro que no. -dijo Helena intentando que su voz sonara de lo más firme posible
  • En ese caso… ¿Por qué no te quedas? Estoy seguro de que nos lo pasaremos muy bien juntos

Su mano antes en su cadera fue desplazándose hasta posarse en su mejilla y acariciarla levemente.

  • No -susurró Helena con apenas un hilo de voz -Tengo que irme a casa

Lemuel con una pequeña sonrisa disfruta del nerviosismo de Helena, quien seguía con la vista cada movimiento de su mano.

  • ¡Oh, vamos! Es pronto aún. Estoy seguro de que te puedes quedar un poco más. -dijo Lemuel llevándola contra la pared e impidiendo con su cuerpo que se moviera -Además… Fran no tendría por qué enterarse. Ni de esto… ni de lo del lunes pasado.
  • Eso… eso… fue una equivocación.
  • ¿Estás segura? La puerta del baño estaba cerrada y creo que se podía oír perfectamente el agua de la ducha.
  • Fue un error

Helena se puso roja como la graña y un calor sofocante empezó a invadir todo su cuerpo.

  • Podríamos preguntarle a Francesco. -dijo Lemuel separándose de su cuerpo y acercándose a la puerta -Quizás él pueda darnos su opinión.

Apenas se había separado de ella cuando Helena le agarró fuerte del brazo impidiendo que subiera las escaleras.

No es que fuera novia de Fran ni mucho menos. Solo eran amigos.

Pero, ¿cómo explicarle que el lunes había visto desnudo a su hermano y continuar siendo amigos?

  • No. no. Por favor.

La sonrisa de Lemuel se hizo más pronunciada.

  • ¿No quieres que le preguntemos?
  • No… yo… por favor… haré lo que quieras -dijo Helena en un momento de desesperación
  • Bien. Creo que ya nos vamos entendiendo

Se despertó sobresaltada y con el cuerpo sudoroso.

Había borrado de su mente ese recuerdo o al menos lo había enterrado muy hondo de su cerebro.

Aún podía ver la sonrisa de Lemuel y sus ojos oscuros capaces de ver en su interior sus más oscuros pensamientos.

Sus ojos oscuros…

"Oh, dios mio"

No podía ser cierto. No. No. Tenía que ser un error. Una mera coincidencia.

Lemuel no.

Era hermano de Fran.

El nunca hubiera permitido algo así. Él no.

Sus ojos se habían abierto como platos y todo el cansancio acumulado durante todos esos días desapareció de golpe.

Miro la ventana. Estaba amaneciendo y los primeros rayos de sol se colaban por su habitación proporcionando a la estancia una luz anaranjada.

Quería pensar que estaba equivocada. Que simplemente había soñado con esto porque estaba asustada e incluso que su mente había distorsionado el color de sus ojos.

Pero no podía evitar ver ciertos parecidos. En su forma de acercarse a ella. Esa manera fría de hablar.

Se bajó de la cama y busco su ordenador.

Una vez en sus manos se sentó en la cama y tecleo en el buscador las palabras “Lemuel Rocca”

Enseguida apareció la imagen de un joven de no más de treinta años posando enfrente de un edificio.

El titular decía :”Nuevo complejo residencial en Altas Torres”

Al parecer Lemuel se había convertido en todo un arquitecto de prestigio.

Aparecía en diversas revistas en casi todas posando enfrente de un edificio, mirando unos planos o anotando en un cuaderno.

Apenas había cambiado de su sueño. Seguía siendo un chico guapo con el pelo negro como el carbón, aunque ahora mejor peinado y con esos ojos oscuros atravesando a la camara.

Aún no estaba segura de que fuera él, pero no podía seguir así. Tenía que averiguarlo.

En una de las fotografías aparecía el teléfono y la dirección de una oficina. Se levantó, cogió un papel y lo apunto todo.

A media mañana salió a dar una vuelta por las tiendas del centro. Aún no estaba segura de si iba a ir o no y no quería quedarse en casa dándole vueltas al asunto.

Después de dos horas recorriendo tiendas y alguna que otra compra, entró en casa mucho más relajada.

Ir de compras siempre tenía ese efecto positivo de evadirse de las situaciones y por un momento olvidarse de los problemas.

Se duchó y se vistió con una falda y una blusa. Se maquilló un poco. Aunque las marcas se habían difuminado bastante bien, aún se podía intuir pequeños moretones.

Fue hasta su cuarto y se quedó mirando el papel que yacía encima de la cama.

Seguía sin estar segura de ir. Lemuel siempre la había intimidado y hacía muchos años que no había vuelto a ver a Fran, pero tenía que quitarse esa incertidumbre de dentro.

Quizás no fuera él y podrían ponerse al día.

Se guardó el papel en su bolsillo y bajó al garaje.

Una vez dentro del coche volvió a sacar el papel y puso la dirección en el GPS. La oficina estaba a una hora de allí y se puso en marcha.

A las cinco ya estaba aparcando enfrente de un edificio enorme. A Helena la recordaban a los edificios de Nueva York, todo lleno de ventanas y con infinidad de plantas.

Lo justo para su sentido de la orientación, pensó abrumada.

Entró en una recepción bastante amplia sintiéndose mal al ver el vestuario de muchos  hombres y mujeres que iban y venían.

Justo en el centro, detrás de un mostrador estaba una mujer tecleando concentrada en un ordenador.

La mujer levantó la vista cuando Helena se acercó y la miró de arriba abajo.

  • ¿Puedo ayudarte en algo?
  • Mmm… hola. Quería ver al señor Rocca -dijo Helena intentado sonar firme
  • ¿Tiene cita?
  • Pues… pues no. Pero…
  • Me temo que sin cita no puede verle -contestó la mujer volviendo su vista al ordenador y zanjando la conversación.
  • Bueno… podría preguntarle si puedo verle

La mujer volvió a posar los ojos sobre ella.

Estaba claro que no le caía nada bien. Seguro que estaría pensando que no tenía la suficiente clase para estar allí.

  • Está bien… -dijo con voz cansada. -¿Tu nombre?
  • Helena. Puede decirle que soy amiga de su hermano
  • No sabía que el señor Rocca tuviera hermano alguno
  • Por favor… -susurró Helena mirándola con pena

La mujer cogió con desgana el teléfono al lado suyo y marcó un número.

  • Buenas tardes, señor. Aquí hay una chica que pide que puede verle -silencio -dice que se llama Helena -volvió a mirarla de arriba a abajo- también que es amiga de su hermano -silencio -Oh, claro. Por supuesto, señor. Ahora mismo.

Colgó el teléfono y la miró con una sonrisa falsa.

  • Disculpa, bonita. Segunda planta yendo por esos ascensores -dijo señalando a su derecha

Helena fue hacía allí y subió en medio de hombres y mujeres de negocios. Al llegar a la planta vio varios despachos distribuidos por toda la sala.

No tenía ni idea de a cual tenía que ir, pero supuso que debía estar por el fondo según casi todas las películas que había visto.

Y así era. Justo al final del todo había un despacho, en cuya puerta con un cartel plateado ponía: “Rocca, Lemuel”

Llamó a la puerta, pero no contestó nadie.

"Que raro. Si acaba de llamar la secretaria"

Volvió a llamar. Nada

Pensó que no pasaba nada porque entrara ya que la secretaría ya le había avisado que estaba allí.

Abrió la puerta. El despacho estaba en penumbras y apenas lograba vislumbrar un escritorio, dos sillones y una pequeña mesa de té.

Busco el interruptor, pero no logró verlo. Cerro la puerta y se acercó al escritorio achinando los ojos intentando ver más allá.

  • Vaya… pensé que tendría que hacerte otra visita para que reaccionaras

Aquella voz.

Su corazón empezó a martillear fuertemente en su pecho.

La silla enfrente del escritorio giró lentamente revelando la imagen de un Lemuel que había visto por las fotografías.

Vestía con un traje negro y tenía el brazo apoyado en el reposabrazos con estilo chulesco.

No entendía cómo no le había visto dado que su cuerpo abarcaba casi todo el sillón.

  • Eres tú -susurró Helena pálida como la cera

Lemuel la sonrió con una sonrisa siniestra mientras la contemplaba de arriba a abajo.

  • Así es, pequeña. Pensé que lo ibas a descubrir antes, pero se ve que estabas más  metida en tu pequeño mundo de cómo pensé en un principio.
  • ¿Porque… porque…?
  • ¿Que porque lo he hecho? Bueno… la respuesta es bien sencilla. -dijo ampliando la sonrisa a la vez que entrecruza sus manos en la barbilla -Ya eras mía cuando tenías quince años, Helena. Eso no iba a cambiar cuando tuvieras veintiuno, ¿verdad?

Helena comenzó a recuperar el color y ese se fue transformando poco a poco en rojizo. La rabia empezaba a sustituir al miedo. Apretó las manos a los costados.

  • ¡Maldito hijo de puta!
  • Shh… ¿Que te dije sobre ser mal educada? -preguntó sin cambiar un ápice su expresión
  • ¡Me importa una mierda lo que me dijeras o no! ¡Me violaste! ¿Cómo has podido?

Helena envalentonada avanzó varios pasos hasta quedar enfrente de él.

  • No vi que te quejaras mucho -rió

Intento darle una bofetada, pero Lemuel fue mucho más rápido y con un movimiento se encontró sentada encima de él con su mano tapándole la boca.

Le agarró la mano en un acto reflejo e intentó soltarse sin éxito. Lemuel la agarraba con fuerza.

La cogió un brazo impidiendo que se moviera.

  • Ahora me vas a escuchar atentamente. -susurró con rabia -¿Acaso creías que podías abandonarme tan fácil? ¿Qué no iba a encontrarte? -los ojos de Helena empezando a empañarse -Tu. Eres Mía. ¿Entiendes? -pregunto agitandola

Helena le clavaba las uñas en la mano, pero parecía que apenas era una caricia para Lemuel que no había aminorado su agarre.

  • Tu. Mi piccola guerriera. -pasaba su nariz por detrás de la oreja de Helena -Así te llamaba mi hermano, ¿verdad? Si… piccola guerriera. No sabes la razón que tenía. Me ha costado mucho encontrarte, pequeña. Pensé que te habías desvanecido. -su mano soltó su agarre y se posó sobre su pecho masajeandolo con fuerza. - Pero un día pasando por el centro allí estabas tú con unas amiguitas… si… dios, aun recuerdo lo dura que se me puso… mmm… te segui, ¿sabes? -pasó un dedo acariciando la aureola que a pesar de la ropa enseguida se irguió -No eres muy cuidadosa, pequeña. Quien sabe quien puede estar siguiendo a una putita como tú -rió.

Helena sin querer empezaba a notar como su cuerpo reaccionaba a las caricias de Lemuel. Intentaba retorcerse, pero su cuerpo estaba encajado con él.

Sintió como poco a poco su polla empezó a coger consistencia clavándose en su culito. Su falda se había subido con el movimiento y se la veían las bragas.

  • No debiste de irte, pequeña. Lo fastidiaste todo… -su voz sonaba ida como si estuviera recordando una época turbia de su vida y su rostro se torno serio. -Pero no te preocupes… todo volverá a ser como antes.
  • Mmmm
  • Oh, si. Mi pequeña no puede hablar -dijo volviendo a recuperar la sonrisa y soltando su agarre
  • ¿De… de qué hablas? -preguntó Helena recuperando el aire
  • Sh… ahora no es momento para eso. Quiero que seas buena, levantes más esa faldita tan mona y te bajes las braguitas.
  • ¿Qué? -Helena no podía creerse lo que estaba oyendo -¿Estas loco?

Lemuel rió, pero enseguida volvió a ponerse serio.

La mano que la acariciaba se desplazó rápidamente a su cabello tirando de él. El rostro de Helena se contrajo en una mueca de dolor. Sus manos intentaron sujetarle, pero él tiraba cada vez más.

  • Creí que ya había quedado claro lo que pasaba si me desobedecías -gruño mordiéndole el cuello
  • ¡Vete a la mierda! ¡No pienso hacerlo!
  • Vaya… parece que estos días en soledad te han vuelto más rebelde.

Se incorporó de golpe empotrandola contra el escritorio y sujetando con una mano su cabeza. La subió con brusquedad su falta dejando a la vista sus braguitas.

  • Quizás un correctivo haga que te vuelvas a pensar dos veces si me obedeces o no.

El primer palmetazo fue tan rápido y veloz que el dolor no apareció hasta el segundo. Helena intentaba revolverse, pero Lemuel la tenía bien sujeta.

No quería darle el gusto de verla gritar. Pero cada vez los golpes eran más duros y pequeños gemidos lastimeros se escapaban de su boca.

Al segundo golpe, llegó un tercero, un cuarto y así hasta que logró a perder la cuenta.

La dolía el culo horriblemente, le sentía palpitar como si tuviera un corazón en él y las lágrimas habían mojado la madera.

Cuando por fin paró de azotarla Helena empezó a llorar desconsoladamente. Nunca en su vida había recibido una azotaina por parte de sus padres y era más la humillación que el dolor que sentía lo que la hacía sentirse tan mal.

  • ¿Vas a ser buena? -pregunto Lemuel acariciando con los dedos el culo ahora rojizo de Helena.
  • Si… si…

Viendo que Helena no paraba de llorar, Lemuel la dio la vuelta sentandola lentamentamente en el escritorio. Puso un gesto de dolor al sentir la presión.

  • Shh… venga, pequeña. Ya pasó -dijo quitando las lágrimas con sus dedos.

Lemuel la beso tiernamente. Helena sin fuerzas ya para negarse se dejó hacer. Su llanto había disminuido consideradamente y ahora ya solo unas pequeñas lágrimas se resbalaban por su rostro.

Lemuel paso sus manos por sus muslos abriendo sus piernas para colarse dentro. Seguía besandola pero cada vez su beso se volvía más apasionado. Con un pequeño mordisco en el labio inferior se separó mirándola a los ojos.

  • No me harás enfadarme más, ¿verdad?

Helena miraba esos ojos negros que habían pasado de mirarla con odio a una ternura paternal.

Bajo la vista a sus labios. Estaban un poco enrojecidos por el beso y la resultaban excesivamente tentadores.

No entendía cómo podía gustarle tanto ese hombre, cuando la había violado y había entrado en su casa.

  • ¿Verdad que no? -volvió a repetir
  • No
  • Buena chica

Nada más terminar, Lemuel acarició levemente su sexo haciendo que Helena diera un respingo, pero no llegó a apartarse por miedo a un represalia.

La tocaba de una forma desquiciante, pasando de su centro a su clítoris. Ya estaba más que mojada y esa sonrisa de suficiencia no hacía mejorar la cosa.

Cerró los ojos dejándose abandonar al placer.

  • Mirame

Volvió a abrirlos ante la orden. Sus ojos ya oscuros de por sí parecían una esfera enorme de lujuria analizando cada gesto de placer de ella. Cuando entró el primer dedo no pudo evitar soltar un gemido.

  • ¿Ahora te gusta verdad?
  • Sí -gimió Helena sintiendo como entraba un segundo dedo sin dejar de presionar su clítoris.
  • Mi bella ragazza

Cada vez estaba más cerca y Lemuel no paraba de mover esos malditos dedos. La volvió a besar esta vez de manera brusca demostrando quien mandaba allí.

Helena ya completamente rendida le devolvía los besos metiendo su lengua en su boca.

  • Me estás manchando la mesa, zorrita -susurró separándose levemente de sus labios

El ritmo aumentaba cada vez más y más volviéndola loca. Sentía que iba a explotar de un momento a otro.

  • ¿Quieres correrte?
  • Si… ¡Por dios!
  • Bueno… no es que hayas sido muy buena, ¿no crees?
  • Por… favor… -la voz empezaba a fallarle
  • Mmm… no se yo…
  • Dios… te lo suplico… por favor…
  • Venga… soy bueno. Correte, pequeña -susurro con una sonrisa de medio lado mientras la mordía la boca.

Helena sin poder controlarse se corrió como una loca jadeando cerca de su boca.

Lemuel en cuanto vio como se descontrolaba se bajó los pantalones hasta las rodillas y la penetro de golpe haciendo que soltaba un pequeño grito de la impresión.

  • Joder… no sabes cómo lo echaba de menos. -jadeo moviéndose rápido en su interior.
  • No pares… no pares….

Estaba tan excitado que solo hizo falta unas cuantas embestidas para que se corriera como un loco en su interior. Helena al sentir esa presión en su interior no pudo evitar volver a correrse buscando su boca.

  • Buuff

Lemuel se separó lentamente de ella lamiendola el labio inferior como despedida.

Helena movía el pecho aceleradamente mientras veía como Lemuel volvía a subirse los pantalones y se sentaba en el sillón.

  • Supongo que estarás buscando una explicación -dijo Lemuel mirandola fijamente

Una Helena más calmada asintió.

  • Bien… Supongo que el principio para esta historia sería un Francesco está muerto.