El pasado siempre vuelve II
No siempre puedes estar a salvo y él te acabará encontrando...
Despertó con la piel tirante de haber pasado casi toda la noche llorando. No entendía cómo había pasado lo del día anterior. Incluso llegaba a pensar que solo había sido una horrible pesadilla, hasta que se movía y el dolor la recordaba que no lo era.
Tenía miedo de levantarse y verse en el espejo.
"Por dios, que pensara la gente cuando me vea"
Incluso había disfrutado cuando aquel hombre la había tocado.
"Dios, esto no puede estar pasando"
Cuando la luz de los primeros rayos del sol empezó a bañar la habitación decidió era ya era el momento de levantarse.
Con miedo y las piernas temblorosas fue hacía el baño y lentamente empezó a entrar intentando atrasar todo lo posible ver su imagen en el espejo. Hasta que al fin se encontró cara a cara consigo misma.
La imagen horrorizada de una chica de veintiún años, eso fue lo que la devolvió, pero apenas pudo reconocerse a si misma.
Estaba pálida, con unas terribles orejas y el pelo revuelto producto de los tirones.
Se fijo en el cuello. Había una marca enorme de sus dientes y tenía algunos moratones por las zonas donde la había agarrado.
Respiro hondo intentando tranquilizarse. Empezaba a notar los indicios de un ataque de pánico.
Los ojos se la movían en todas direcciones sin saber adónde enfocar la vista y se había agarrado fuertemente al lavabo.
"Piensa, Helena, piensa"
Abrió el grifo del agua fría y se mojo la cara intentando recuperar el sentido de la realidad.
Cinco minutos después, ya podía observarse sin que la temblara el cuerpo.
Pensó con cierta alegría que era viernes, por lo que no tenía que ir a la universidad e intentar disimular lo que ese hombre la había hecho.
También pensó en ir a denunciar, pero el recuerdo de su disfrute la impedía hacerlo. No entendía como podía haber disfrutado mientras la forzaban.
"¿Acaso estaba loca?"
No lo sabía.
Pero no tenía ninguna intención de ir a una comisaria a explicarle a algún agente, que lo más probable es que la juzgara, lo que la había ocurrido.
Eso ni de broma.
Sería la comidilla de toda la universidad y si ya de por si no era muy popular aquello acabaría matando su vida social. Sin mencionar a su pobre madre que lo había dado todo para que ella tuviera una buena educación.
Ni hablar.
Se quedaría en casa y buscaría la forma de sobrellevarlo, aunque solo tuviera el fin de semana.
De pronto una frase la atravesó el cerebro como si fuera un puñal: “pero tranquila mañana volveré y me follare lo demás… me gusta tomarme las cosas con calma”
"Oh, dios…oh, dios"
¿Y si era cierto?
¿Y si pensaba volver ese día también para volver a violarla?
Los recuerdos del día anterior no paraban de reproducirse en su cabeza. Como la había tocado. Como la había follado. Como la había susurrado. Como había hecho con ella lo que había querido.
Sintió un cosquilleo en su entrepierna y se dio asco a si misma.
Se alejo del servicio y volvió a su cuarto donde las sabanas la continuaban recordando lo que había ocurrido.
No estaba segura de que esa amenaza fuera cierta, pero estaba segura de que no podría entrar en su casa sin tener…
Giro sobre sí misma y corrió como alma que lleva el diablo hasta la entrada. Busco por todo el recibidor, pero no encontró nada.
Volvió a su dormitorio y empezó a revolverlo todo. En un rincón vio el bolso de mano que había llevado de fiesta.
Se lanzo sobre el cómo un halcón y hecho todo su contenido encima de la cama.
"¿Dónde están? ¿Dónde están?"
Un pequeño monedero, un pintalabios, un paquete de pañuelos y el móvil.
Nada más.
Ahora estaba segura.
Se había llevado las llaves de su piso.
La angustia empezó a apoderase de ella de nuevo.
¿Qué coño iba a hacer?
Ese hombre podía entrar en su casa cuando le diera la gana, ya nada le impedía volver a violarla.
Se llevo las manos a la cabeza desesperada intentando buscar una solución hasta que vio el móvil tendido en la cama.
Pues claro.
Llamaría a alguna compañera y la diría si podía pasar la noche con ella.
Cogió el móvil y con dedos temblorosos busco el teléfono de Marta y le dio a llamar.
Un tono. Dos. Tres.
Nada.
Recordó el chico con el que estaba hablando ayer y pensó que seguramente estuviera con él o simplemente estaría durmiendo la borrachera.
Se la ocurrió llamar a Raquel, otra de sus compañeras de clase, pero a los pocos minutos la salto el buzón de voz.
"¿Es que nadie tiene el puto móvil encendido?"
Y de repente se la ocurrió.
Salto de la cama y cogió el portátil del escritorio. Busco por internet hasta que dio con el número que quería y llamo.
Diez minutos después de charla, se levantó de la cama y fue a darse una ducha.
Justo cuando estaba terminado de taparse con maquillaje las marcas de su cuerpo llamaron a la puerta. Una media hora después y cincuenta euros menos y ya podía disfrutar de su nueva cerradura.
Aún así no podía sentirse del todo segura. Su cabeza la seguía diciendo que todavía no estaba a salvo y los recientes recuerdos de lo sucedido la atormentaban cada vez más.
Se dijo que tenía que ser fuerte y superarlo.
Dedico el resto del día a arreglar su cuarto y estudiar el examen del lunes, aunque a menudo se distraía y se quedaba mirando fijamente algún punto de su dormitorio.
Cuando fijo la vista en el reloj ya eran las diez de la noche. Se levanto estirándose, fue hasta la cocina y se hizo algo de comer.
Llevaba todo el día sin probar bocado y aunque tenía el estómago revuelto se obligó a comerse un sándwich.
Entro en su cuarto bostezando. El cansancio acumulado la estaba pasando factura. No fue hasta que entro en mitad de la estancia que se dio cuenta de que no estaba sola.
De nuevo allí estaba él, dándola la espalda, contemplando sus apuntes con fijación.
El grito que dio debería haber asustado a mitad del edificio de no ser porque alguien había puesto en ese momento el fútbol y estaban vociferando por un supuesto gol.
- ¿Co-como…? ¿Cómo has logrado…?
- Me encanta tu letra, nenita. -ni siquiera se había girado -muy estilosa… ya lo creo.
Helena sintió que el corazón la iba a mil por hora, retrocedió intentando alcanzar la puerta.
- Oh, no. Ni se te ocurra.
El tono de su voz la paralizo por completo.
Por fin se giró y pareció que abarcaba por completo la habitación.
Llevaba el mismo pasamontañas del día anterior, pero esta vez un traje azul marino completaba el vestuario.
Un leve toque a jazmín volvió a inundar sus fosas nasales.
- No querrás que ocurra lo mismo que ayer, ¿verdad? -dijo aproximándose lentamente hacía ella.
- ¿Cómo has entrado? Yo… he… he cambiado las cerraduras
- Oh, lo se pequeña. -susurro ya enfrente suya -Pero no creerías que eso me iba a detener, ¿verdad? -rio. -He esperado mucho tiempo…
- Por dios… ¿Qué quieres de mí? ¡Dime! ¿No fue suficiente con violarme?
- No vi que te quejaras mucho al final
- No
- Oh, claro que sí. -la acaricio sutilmente la mejilla -Aún puedo oír esos gemidos de puta.
- ¡Basta! -grito apartándose de él
Volvió a reír, pero casi al instante se torno serio.
Se alejo hasta su cama, estiro levemente el colchón y se sentó con cierta parsimonia.
- Bien... Vamos a volver a lo de ayer. Ven aquí y cómeme la polla. Hazlo bien y te trataré bien. Hazlo mal… -sonrió de medio lado -bueno creo que ya sabes que ocurre cuando algo no me gusta.
Helena le miró. Estaba a escasos centímetros de la puerta y esta vez no le había visto esa maldita navaja. Pero algo en su forma de actuar tan tranquila y sosegada la hacía ver que no podría huir tan fácilmente de él.
Suspiro y se acerco a él.
- Espera -dijo haciéndola pararse a medio camino. -Mejor quítate la ropa y ven aquí a ganas.
- ¿Qué?
- ¡Ya me has oído!
- Oh, por dios. No… no me hagas esto.
Solo hizo falta una dura mirada para que Helena empezará a quitarse la camiseta y los pantalones, quedándose en ropa interior.
Estaba agachándose ya, cuando otra vez fue interrumpida.
- No, no. Quítatelo todo
- Pero…
- Nada de peros. ¡Vamos!
Con un suspiro de frustración volvió a elevarse y se quito la ropa interior quedándose completamente desnuda frente a él. Un calor horroroso empezó a surgir de sus mejillas.
No estaba acostumbrada a ese tipo de cosas.
¡Por Dios!
Si apenas lograba quitarse el sujetador con su último novio.
- Eso es. Y ahora ven aquí.
Trago saliva y colocándose a cuatro patas avanzo hasta a él hasta casi chocar sus pantalones.
Cogió su mandíbula y le hizo mirarle. Pudo ver una pequeña mota gris en sus ojos.
Sonreía.
Disfrutaba viéndola humillada y con ese leve toque de rubor producto de la vergüenza de mostrarse así.
- Estas deliciosa ahora mismo. -susurro acercando su cara a la de ella, oliendo ese perfume tan exquisito que desprendía y que tan loco lo volvía
La soltó y empezó a quitarse lentamente la chaqueta del traje sin dejar de mirarla, torturándola un poco más con su calma.
- Vamos, putita -la insto cogiéndola de la nuca acercándola a su cremallera.
Helena cerro los ojos y al abrirlos aún seguía ese demonio de ojos oscuros esperando a que reaccionara. Solo cuando empezó a entrecerrar los ojos llevo las manos hasta la cremallera de su pantalón.
Y ahí estaba su miembro brillante deseoso de que posara al fin sus labios sobre él.
- Venga, ábreme esa boquita -dijo claramente excitado pasándola el glande por los labios, mojándolos levemente con su fluido.
Helena volvió a cerrar los ojos y abrió levemente su boca. Lo justo para que pasará el glande y notará su sabor.
Un pequeño empujón en su nuca y ya la tenía completamente dentro.
- Eso es… eso es…
Abrió los ojos y ahí estaba otra vez sus malditos ojos brillantes de la excitación. Se pasaba lentamente la lengua por los labios disfrutando de como Helena le devoraba sin parar.
- Toda. Cómetela toda -jadeo separando su boca y volviendo a llevarla a su miembro hasta la base -Buuf… no te imaginas la de veces que he soñado con este momento, putita.
Helena seguía comiéndole, pasando la lengua a veces por el glande intentando que acabará de una vez. Pero él seguía susurrando cada vez que ella le lamía haciendo que sin quererlo empezará a notar como se iba mojando poco a poco.
Sus jadeos la perforaban los oídos y los pequeños tirones en el pelo manejándola a su antojo solo hacían que se pusiera cada vez más cachonda.
En una de esas lamidas la llevo de un empujón hacía sí y sintió como la pasaba la mano por sus muslos hasta llegar a su coño.
- Sabía que esto te iba a gustar -rio mientras la mostraba sus dedos humedecidos.
Volvió a cerrar los ojos roja como un tomate.
Oyó como se deshacía de su pantalón y lo arrastraba lejos de una patada.
Abrió los ojos y ahí estaba él. Como un dios todopoderoso abarcándolo todo a su alrededor.
De pronto la cogió por los brazos y la coloco encima de él.
- Se que no quieres, pero no lo puedes evitar ¿eh? -dijo colocándola encima de su miembro mientras no paraba de observar cada pequeño gesto que hacía -Eres demasiado puta para que esto no te guste.
- No… ¡No!
- Ya lo creo que sí. Vamos… se que lo quieres. Solo tienes que decírmelo y te lo daré
- No. No
- Vamos… aquí no hay nadie para juzgarte. Solo tu y yo. -paso levemente su glande por su coño, que se abrió impaciente
- No puedo… esto… esto no esta bien.
Rio volviendo a pasar su glande como una leve caricia que provocó más fluidos por su parte.
- ¿Y que más da lo que esta bien? -pregunto elevándola la mandíbula y mirándola fijamente -lo importante es lo que quieres. ¿Lo quieres?
- Si… -dijo con apenas un hilo de voz sucumbiendo poco a poco a esos ojos negros
- Pues dímelo
- Mmm… -jadeo sintiendo otra vez esa leve caricia por su parte -Folla…follame
No acababa casi de pronunciar la palabra y ya se estaba enterrando en ella de un solo golpe.
Sintió que la faltaba el aire y luego lo recuperaba de un golpe. Él se movía sin parar sujetando sus nalgas e impulsándose cada vez más rápido.
Sus jadeos en el oído volvían cada vez más loca a Helena que sentía como su cuerpo se estremecía intentando adaptarse a aquel extraño invasor.
- ¿Te gusta?
- Si… ¡sí!
- Ya lo creo que sí. Sabía que mi pequeña era toda una puta.
- Dioos…
- Vamos… eso es. Córrete para mí
- Si… sigue… sigue… ¡Dios!
Él no paraba de embestirla cada vez más deprisa y con más fuerza. Helena se movía como una especie de muñeca que no pesara nada.
La mordía el cuello y pasaba la lengua después para calmar el escozor. Helena ya seguía sus movimientos, sin importarla nada.
Solo quería más placer para que su cabeza dejará de aferrarse a la idea de que lo que estaban haciendo era malo. No quería pensar en nada que no fuera su polla entrando una y otra vez en su cuerpo.
Un estremecimiento por parte de él y el calor de su semen abrasándola la llevaron a un orgasmo demoledor.
Fue como si su mente se trasportará a otra parte.
Sintió como la colocaba encima de la cama y la acariciaba los pechos realizando pequeños círculos por su aureola.
- Mi pequeña…
Fue su susurro lo que la devolvió a la realidad y miro esos ojos oscuros. Por un segundo pensó que la estaba mirando con devoción e incluso amor.
Aunque duro poco.
Enseguida volvieron a ser esos ojos fríos sin una pizca de compasión que la recordaron que se había dejado follar por un hombre que había entrado ya dos veces a su piso para violarla.
- No le des tantas vueltas a las cosas, pequeña -susurro interrumpiendo sus pensamientos -Cuando estés lista sabrás la verdad
- ¿Y cuando voy a estarlo?
Sonrió y acaricio levemente su mejilla
- Cuando dejes de vivir en este mundo de arcoíris y fantasía que te has montado aquí tu solita -su voz se iba endureciendo a media que pronunciaba las palabras -y empieces a ser consciente de la realidad
Aparto de un manotazo su mano y se elevo hasta mirarle directamente la cara
- ¿Y eso que coño quiere decir?
- No seas malhablada
- ¡Me importa una mierda ser una malhablada! -grito en un acto de rebeldía -vienes a mi casa, me violas y pretendes ¿Qué?
De un rápido movimiento la cogió del cuello y la inmovilizo en la cama.
- Lo primero. Ni se te ocurra levantarme la voz -gruño apretándola el cuello -Lo segundo. Pretendo que te des cuenta de que no puedes huir del pasado. No puedes huir de mí. Por muchas amigas que te tengas. Por mucha vida de mierda que te hayas montado aquí. Por mucho que te esfuerces en aparentar algo que no eres. Seguirás siendo esa niña miedosa…
Helena sentía como apretaba cada vez más. Ya le empezaba a resultar complicado respirar y los ojos se la habían llenado rápidamente de lágrimas.
Intentaba apartarle. Deshacer ese agarre maldito, pero tenía demasiada fuerza y ella parecía una niña en comparación con él.
- Esa niña que tenía miedo de la oscuridad, pero que al mismo tiempo iba de un sitio a otro sola… -continúo acercando su cara a la suya -Mía…
La beso con fiereza. Como si ese fuera su último beso y necesitará recordar su sabor; y al igual de rápido que la había cogido, la soltó y se alejo de ella.
Helena comenzó a toser e intentar recuperar el aire mientras sacudía su cuerpo.
Cuando se recuperó volvió a mirarlo con rabia y lagrimas en los ojos.
- ¡Dime quien eres! -exclamo desesperada mientras observaba como se iba vistiendo con la misma calma habitual en él.
La ignoro y continuo con lo que estaba haciendo. Cuando termino fue hasta una Helena que le miraba con los ojos rojos y el pelo enmarañado. La acaricio con dulzura y se alejó.
Estaba ya a punto de salir de la habitación cuando paro en seco, se giró y la miro.
- Buenas noches, piccola guerriera
Helena sintió que la faltaba el aire. Sus ojos se llenaron de lagrimas y la cara antes roja se torno blanca como la cera.
**
Estaba haciendo los deberes mientras se comía un bocadillo de nocilla que la había preparado su madre con prisa antes de salir corriendo al trabajo.
Entrecerró los ojos e intento que la respuesta la apareciera en la mente como muchas veces veía en la televisión que ocurría cuando “Dexter” hacía algún experimento. Pero la respuesta siguió sin resurgir en su mente de niña y aparto con rabia los deberes.
Siempre se la habían dado mal las matemáticas.
Al único que se le daban bien era a Fran, pero ella era una negada.
Aunque tampoco es que la importará mucho. Cuando sea mayor será médica y no tendrá que saber ecuaciones, ni descifrar malditas incógnitas.
Menos mal que tenía a Fran.
En realidad, no se llamaba Fran. Sino Francesco como su padre, pero Helena desde que le conoció le llamo así.
La verdad era que solo le llamaba así ella, pero le gustaba. Era algo único y suyo.
El sonido del timbre le saco de su ensoñación y fue corriendo a abrir la puerta.
Y ahí estaba él. Con su eterna sonrisa, el pelo negro despeinado y los ojos azules más bonitos que había visto en su vida, brillantes de sabiduría.
Helena podía contemplar esos ojos durante horas, imaginando que estaba navegando en el mar o contemplando un cielo totalmente despejado.
- Oh, Fran. Menos mal que estas aquí. No entiendo nada -dijo poniendo morritos y llevándose las manos a la cabeza
- Vamos, vamos. No seas dramática -rio Fran mientras entraba.
Se dirigieron hacía la cocina y en menos de diez minutos Fran ya había terminado todos los deberes de matemáticas de Helena.
- Enserio no sé cómo lo haces -dijo Helena mientras terminaba su bocadillo
- No se… me gustan
- Por mi perfecto. Así puedes hacerme siempre los deberes
Ambos estallaron en carcajadas y tardaron un buen rato en recuperarse.
- Luego podríamos ir a mi casa. Mi madre nos ha comprado un nuevo juego de mesa que seguro que te gusta.
- ¿De verdad? -pregunto claramente interesada mientras recogía los cuadernos y el plato del bocadillo.
Su madre llegaba siempre cansada de trabajar hasta tarde y Helena intentaba dejarlo todo recogido. Ya bastante tenía con mantenerla a ella.
- Claro. Ya sabes que a mi hermano no le gustan nada esos juegos. Dice que son para niños. ¡Qué sabrá él! -exclamo Fran poniendo los ojos en blanco.
- Por mi perfecto. Así podemos jugar sin que nos mire con esa cara de “menudamierda” -puso los brazos en jarra y arrugo la nariz intentando imitarle
Fran se echo a reír. La verdad es que su hermano era muy serio, todo lo contrario que él, y casi siempre ponía cara de mala leche cuando le tocaba jugar con Helena y con él.
- Anda, anda… -dijo Fran riéndose -termina de recoger y vámonos, piccola guerriera
- Terminaría antes si me ayudarás… -dijo con una sonrisa pícara dándose la vuelta y tirándole a la cara el trapo de cocina que tenía en la mano.
**
Piccola Guerriera
Así era como la llamaba Fran.
"¿Cómo puede ser?"
Helena estaba completamente segura de que ese hombre no era Francesco. No tenía ni sus ojos ni su edad.
Fran tenía la misma edad que ella.
"Pero… ¿Cómo podía saber él que la llamaba así?"
El ruido de la puerta cerrándose la saco del shock.
Se había quedado mirando sin pestañear el sitio donde había estado y ahora la escocían los ojos.
Se llevo las piernas al pecho y volvió a recordar aquella tarde donde jugaron a “Dragones y Magmorras” durante 3 horas y tuvo que irse a casa corriendo antes de que su madre se diera cuenta que no estaba en casa.