El pasado siempre vuelve

Un encuentro casual con un antiguo compañero de trabajo y objeto de deseo hace que la pasión se desate en el servicio de un tren.

EL PASADO SIEMPRE VUELVE

Madrugar por un viaje de trabajo siempre le alteraba un poco. Aparcó rápidamente y encontró a su colega en el andén. Tras intercambiar los saludos de rigor subieron al primer vagón. La luz era suave y el espacio entre asientos amplio. Olía a café recién hecho. Se ubicaron a la izquierda de la puerta. Colocaron los abrigos en las bandejas sobre la venta y dejaron sus maletines junto a las butacas listas para centrarse en el trabajo rápidamente. El tren dejó la estación 10 minutos después y una azafata ofreció, diligente, la prensa local y nacional. Cada uno tomó un ejemplar nacional para, minutos después, intercambiarlo sin mediar palabra.

Comenzaba a amanecer. Las líneas de la electricidad cruzaban raudas la ventanilla y los campos escarchados con manchas marrones apagadas se difuminaban en la lejanía.

Sirvieron el desayuno y mientras daban buena cuenta de la bollería y el panecillo con mermelada comentaron algunos aspectos de la reunión prevista para después. Ella aceptó el segundo ofrecimiento de la azafata y bebió el café con deleite. Echaba de menos el cigarrillo habitual. Inquieta, se levantó y caminó hasta el servicio. Estaba ocupado. Esperó mirando por la ventanilla y haciendo equilibrio en las solapas del suelo que unían dos vagones.

Oyó el correr de un pestillo y la puerta se abrió. Un hombre alto empujaba la puerta, ella la sostuvo y le dejó pasar. Cruzaron las miradas unos segundos y ella se quedó clavada, delante, a unos centímetros de él.

-Hola, qué casualidad! Vas a Madrid?

-Hola, sí, tengo unas citas con unos clientes

-He venido con un colega a una reunión pero volvemos a la noche

-Qué tal te va? Cuánto tiempo sin verte!...2 años

-todo en orden, como siempre, y tú?

-Bien, cambié de empresa pero sigo en el mismo sector

Se sonrieron, cómplices, clavándose los ojos y mirando más allá de sus pupilas. Reconociéndose el rostro y valorando el paso del tiempo. Más arrugas alrededor de los ojos, el mismo brillo en la mirada.

-Bueno, me alegro de verte!

-Y yo, cuídate!

Ella había engordado un poco, pero seguía con su estilo elegante y personal. Él tenía más canas, pero la sonrisa y su cuerpo transmitieron la misma energía de siempre.

Ella volvió a su asiento, caminando lenta y erguida, segura de que la mirada de él recorría su cuerpo detenidamente.

Su colega había desplegado varios informes en su asiento y tuvo que apilarlos para poder sentarse. Tras repasar minuciosamente los argumentos y repartirse los papeles para afrontar el encuentro ante sus máximos responsables, se quedaron unos minutos en silencio

Él atravesó el pasillo dando grandes zancadas, pasando a su lado sin mirarla y dejando un suave olor a su colonia.

-Perdona- dijo a su colega- voy al servicio

Tocó la puerta suavemente con los nudillos y se abrió. Él cerró el pestillo, mientras ella le rodeaba la cintura y buscaba sus labios entreabiertos. Él la sostuvo fuerte de los hombros, mientras envolvía su lengua en un beso apasionado. Mezclaban su saliva y chocaban sus bocas hambrientas.

Las manos femeninas desataron su cinturón y bajaron su cremallera dejando al descubierto un slip abultado y caliente. Subieron por debajo de su camisa reconociendo su cuerpo delgado y sin apenas vello. Acarició sus pezones y bajó de nuevo hasta sus glúteos, apretó su trasero pequeño y duro.

Él había subido su jersey y su sujetador, apretando con deleite sus pechos pequeños. Dejó de besarla para lamer sus grandes y oscuros pezones que respondieron al estímulo endureciéndose.

Segundos después, ella misma bajó sus medias y levantó su falda. Él la sujetó del trasero y se apoyó contra la puerta, la levantó a pulso y sacó su pene enhiesto. Lo introdujo despacio hasta el final de la vagina sin necesidad de juegos preliminares. Ella gimió y refugió su rostro en el cuello de él. Tras varias embestidas, alguien golpeó la puerta.

Él la soltó precipitadamente y mientras trataban de recuperar su ropa y volver a la apariencia inicial, ella arrancó su tanga y la deslizó en el bolsillo de la americana de él.

Salió alisándose la media melena.

La voz de aviso de llegada anunció el fin del viaje.

Tras esperar unos minutos en la fila, subió al taxo y se encaminó al despacho de abogados donde firmaría un acuerdo con sus clientes.

El contrato parecía satisfactorio para ambas partes y se dispusieron a firmarlo. Un picor en la nariz le obligó a dejar la pluma sobre la mesa de cristal y a sacar su pañuelo del bolsillo.

-Lo siento, he debido resfriarme en el tren

Los clientes le miraron sorprendidos y él se fijó en la prenda que sostenía su mano derecha.

-Ah, esta es una muestra especial de la colección de lencería que acabamos de lanzar para la próxima temporada. Se llama "el pasado siempre vuelve"