El pasado hay que enterrarlo 3
Se quedo con los ojos cerrados un momento, respirando profundo, tratando de recuperar el ánimo de seguir con la tarea que se había propuesto.
Se despertó y vio a Federico a su lado, dormido tranquilamente, se levanto despacio para no despertarlo y se puso su camisa. Era temprano, quizá las 7:30 AM, se asomo por la ventana, poca gente en las calles, en parte por que era sábado y temprano, en parte por que parecía que la lluvia no pensaba irse en todo el fin de semana. Cerró los ojos por un momento para escuchar los sonidos de la mañana, cuando de pronto sintió el cuerpo de Federico detrás de ella, abrazándola.
- Buenos días hermosa.
- Buenos días corazón.
Se besaron tiernamente mientras se fundían en un abrazo calido del que se separaron lentamente.
- ¿Llevas mucho tiempo despierta?
- No, prácticamente me voy levantando, no quería despertarte.
- Tu ausencia en la cama fue lo que me despertó, te busque para abrazarte y ya no estabas.
- ¿Quieres regresar ahí un rato?
- Me encantaría, pero quede de verme con Jorge en un rato más.
- Bueno, entonces voy a bañarme para prepararte el desayuno.
- OK
Isabel camino hasta la puerta del baño acompañada por Federico, antes de entrar se quito la camisa dejándola nuevamente en el piso, entraron juntos al cuarto de baño, pero solo ella entro a la regadera, el la observaba como quien admira una obra de arte.
El agua resbalaba por su piel enjabonada, el vapor llenaba el cuarto y Federico observaba atento, sin intervenir, parado junto al lavabo.
- ¿me pasas una toalla?
- Con gusto.
Federico seguía observándola, las pequeñas gotas perlando su piel, el cabello mojado y revuelto, nada de maquillaje, le parecía hermosa.
- Báñate, mientras yo me arreglo y preparo el desayuno.
Le dio un pequeño beso en los labios y salio envuelta en la toalla, Federico salio de la habitación para ir por ropa a la otra, a la suya, mientras regresaba Isabel recogió la ropa sucia y saco lo que se pondría, cuando el llego ella ya estaba vestida únicamente con la lencería, un conjunto de cachetero y camiseta en color rosa en algodón.
- Bellísima, me dan ganas de quitarte eso tan despacio.
- Se te va a hacer tarde y aun tenemos cosas de que hablar, recuerda tu cita de trabajo con Jorge.
- Ah si, Jorge, tendré que esperar.
Isabel termino de vestirse mientras Federico se bañaba, unos jeans azul claro, un suéter ligero rosa, zapatos de piso y el cabello recogido en una cola de caballo, nada de maquillaje, termino de arreglarse el pelo y se fue a preparar el desayuno.
Café, leche, fruta, pan y omelet con champiñones fue lo que sirvió para dos esa mañana fría de sábado, le gustaba cocinar, y mas le gustaba hacerlo para alguien a quien quería tanto. Arreglo la mesa, y cuando estaba sirviendo el huevo en los platos llego Federico ya vestido, pero aun sin la corbata y el saco.
- Huele delicioso, por eso me encanta despertar en tu casa, el desayuno es genial.
- ¿Solo por eso?
- Y la compañía, el calor de una familia, aunque no este Paloma, aquí se siente ese calor especial… y por supuesto, amanecer contigo.
Isabel contesto con una sonrisa y una mirada calida, sirvió y se sentaron uno frente al otro, a disfrutar del desayuno. Una plática amena, alejada de los acontecimientos de la noche anterior, de amigos, pero sobre todo, los silencios largos y las miradas cómplices, eso que tanto disfrutaban los dos.
Federico tomaba un vaso de leche acompañando un plato con papaya y mango, Isabel solo bebía café, se había quitado los zapatos y tenia los pies apoyados en las rodillas de su amigo, mirándolo fijamente, sin decir palabra alguna, hasta que Federico se decidió a terminar la platica de la noche anterior.
- Voy a divorciarme.
Al terminar la frase Federico se quito el anillo de casado y lo coloco en medio de la mesa. Isabel siguió sin decir nada, con la mirada fija en los ojos de su amigo, solo bajo los pies y se acomodo en la silla dejando su taza sobre la mesa.
- Es precisamente lo de mi divorcio lo que voy a revisar con Jorge, bueno, en realidad vamos a ir a León a dejarle los papeles a Sandra.
- ¿Estas seguro?
- Completamente
- Entonces, cuentas con todo mi apoyo.
Isabel tomo con las suyas la mano derecha de Federico, apretándola fuertemente en señal de apoyo, su mirada seguía firme, el la observaba dándole las gracias en silencio, en ese código mudo de miradas y silencios compartidos.
- Hay otra cosa Isa, voy a dejarle la casa a Sandra, ya sabes, es mi esposa, no tenemos hijos, pero prefiero cedérsela de una vez a tener que enfrentar una demanda y complicar esto, por eso quiero pedirte un favor muy grande.
- Dime.
- Quisiera quedarme aquí con ustedes un tiempo.
- ¿No seria un problema? Lo digo por lo del curso legal del divorcio.
- No, bueno, espero firmemos de común acuerdo, y pues pienso quedarme aquí ocupando mi habitación, por lo que pudiera pasar.
- Siendo así, no hay problema, sabes que no lo hay nunca, pero no quiero que se complique el asunto por que estés aquí.
- Gracias.
Isabel seguia sosteniendo su mano entre las suyas, mirándolo a los ojos, sintiendo los acelerados latidos del corazón en el pulso de la muñeca de Federico, una emoción constante que se le notaba también en la mirada.
- Hay otra cosa que quiero decirte.
Isabel soltó su mano, se acomodo en la silla de nuevo y tomo un poco de café mientras Federico respiraba profundo antes de continuar sus declaraciones.
- Isabel… Isa…cásate conmigo. Te amo, se que contigo tendría todo lo que siempre soñé, una amiga, una esposa, una amante, sobre todo una familia, sabes que quiero a Paloma como una hija, tu eres mi verdadera compañera de vida y sin necesidad de firmar papel alguno, lo eres por convicción propia, Isa, te amo.
La cara de Isabel era de completa sorpresa, intentaba aparentar calma absoluta, pero Federico la conocía demasiado bien como para no darse cuenta de que ella fingía esa tranquilidad, el silencio largo ahora era incomodo para ambos, pero ni ella sabia que contestar ni el que mas decir, hasta que por fin, la voz de Isabel se escucho, aunque sin mucha convicción.
- Fede…no se que decir, no me esperaba esto. No se… perdón… no te puedo dar una respuesta ahora… ¿me comprendes verdad?
- Si, no esperaba que me dijeras que si de inmediato, pero tenia que decirlo, pedírtelo.
- Te entiendo.
- ¿Lo pensaras?
- Lo prometo.
Y de nuevo el silencio y las miradas largas y cómplices, cada uno en su lado de la mesa, sin sonrisas, con sorpresa y con inquietud hacia el futuro.
El celular de Federico los regreso a la realidad, era Jorge, quería saber si ya no tardaría en llegar, sin decirle donde estaba Federico le aseguro llegar en poco tiempo a su encuentro.
Fue a la habitación que era suya y salio con el saco, la corbata y cargando su laptop y su portafolios. Isabel lo esperaba en el comedor, aun bebiendo café.
Se miraban muy fijo, con incertidumbre.
- Me voy, regreso a mas tardar mañana temprano, espero no se complique esto de mas.
- Cuídate.
Isabel se había puesto de pie y estaban frente a la puerta.
- ¿Lo pensaras?
- Lo pensare.
Se abrazaron fuertemente como despedida, no querían soltarse, pero tenían que hacerlo, se separaron un poco por un momento, pero fue solo para besarse tiernamente.
- Maneja con cuidado, esta lloviendo, cuídate por favor.
- Lo haré corazón, gracias.
Federico se puso el abrigo y salio del departamento. Isabel se quedo parada junto a la puerta un rato, sin saber bien que hacer, se fue a la ventana y todavía alcanzo a ver el coche de Federico en la calle antes de perderse en la distancia. No sabia que pensar, ni que hacer, su cabeza era un mar de dudas.
Se quede un rato ahí, de pie, viendo hacia la calle por la ventana, la lluvia cayendo y golpeando el cristal con suavidad y constancia, no pensaba en nada, solo en la lluvia cayendo sobre la ciudad.
Al rato se puso a recoger la mesa, sin tocar el anillo de matrimonio de Federico, lavó los trastes y tendió la cama, en su mente daban vueltas una y otra vez las palabras de su amigo, te amo, cásate conmigo, contigo tendría todo lo que siempre soñé…se sirvió otro café y se sentó en el comedor, en la silla que había ocupado Federico, observaba la ventana, el anillo, sin tocarlo, sin pensar seriamente, estaba tan confundida.
Dejo la taza sobre la mesa y tomo el anillo, con los dedos índice y pulgar de la mano derecha, con cuidado, como si aquella pequeña argolla de oro fuera a quemarla, la observo detenidamente, nada del otro mundo, un anillo de casado como cualquier otro, gastado y un poco sucio por el uso, por dentro tenia grabadas las iniciales F y S en una tipografía muy gariboleada y una fecha, en un par de meses cumplirían tres años de casados, en la misma fecha en que Sandra cumpliría un año mas de vida, bastante cursi todo aquello para los gusto de ella. Después de examinarlo un rato lo puso de nuevo sobre la mesa, como si no lo hubiera tocado nunca y retomo su café. Parecía cansada, preocupada, se levanto mecánicamente y se fue para su habitación.
Se miro en el espejo del tocador, realmente se veía agotada, nada que ver con su versión del día anterior, abrió una cajita de música que tenia ahí encima, las notas de el lago de los cisnes lleno la habitación, busco entre el contenido una llave dorada de regular tamaño atada a una cadena del mismo color, la colgó en su cuello y enmudeció la habitación al cerrar la caja.
Al otro extremo de la habitación, dentro de la cajonera que la noche anterior le había servido de apoyo en su platica con Federico, había un baúl de madera, lo saco con cuidado, era un poco pesado, a un lado varios álbumes fotográficos etiquetados en los lomos, saco el que rezaba “Federico”, lo puso sobre el baúl y llevo su cargamento hasta la sala, frente a la ventana a la que la lluvia no dejaba de sodomizar.
Miro hacia la calle un rato, podía arrepentirse de lo que estaba por hacer, podía arrepentirse y guardar todo de nuevo y darle a Federico una respuesta pronta y sin pensarlo tanto, lo que primero viniera a su mente y punto, que el destino hiciera el resto, o podía sentarse ahí, con sus recuerdos, a desenterrar sentimientos y encontrar en su memoria la respuesta que buscaba, un si o un no, con los cimientos del pasado, ahí, entre esas fotos y entre los recuerdos encerrados en el baúl estaba la respuesta, ¿A quien amaba en realidad? ¿Sergio? ¿Federico? ¿A ninguno de los dos?
Fue a la cocina por un café, lo necesitaba, se sentó en la alfombra y tomo el álbum, una carpeta muy gruesa en la que los folios se habían ido sumando poco a poco, en la portada se veían dos niños de unos diez años en uniforme escolar, un niño con porte de galán de cine de ojos color miel abrazaba a una niña de cabello largo, revuelto y de un castaño muy claro, ambos miraban a la cámara algo apenados sosteniendo papeletas en las que se alcazaba a leer “reporte de mala conducta”.
- ¡Jorge! ¡Jorge!
- ¿Qué?
- No te vayas, Federico nos necesita.
- Yo no voy a pelearme por algo que ni siquiera se que es, tu deberías hacer lo mismo, vamos, te acompaño hasta tu casa.
Isabel, con diez años, veía a su amigo en la otra acera desde la orilla del parque, llevaba el cabello suelto revuelto, un suéter amarrado en la cintura, otro puesto, la mochila en la espalda y otra descansando a sus pies, después de mirar a Jorge un par de segundos, tomo la mochila del suelo y se hecho a correr hacia dentro del parque hasta donde un montón de niños hacían rueda para ver la pelea de la que Federico era protagonista. Isabel se metió entre todos para llegar hasta adelante justo cuando el otro niño le daba un golpe a su amigo en la barbilla que lo dejo en el suelo. Cuando Isabel vio que el otro niño estaba a punto de patear a su amigo en el suelo aventó las mochilas y se puso en medio, el otro el jaloneo y la aventó, entonce Federico se levanto y le dio un fuerte golpe con el puño cerrado en la nariz.
- ¡No!
- ¡Quítate!
¡Imbecil a mi amiga nadie le pone un dedo encima!
¿Estas bien?
- Si
- ¡El directo!
Los tres terminaron en la dirección de la escuela esperando a sus padres, sentados formando un amplio círculo en la dirección, el otro niño con la nariz sangrando, y Federico e Isabel intercambiando miradas y sonrisas de cariñosa complicidad. Ahí fue donde nació ese lazo tan fuerte que los unía, y donde rompieron un poco con Jorge.
Se quedo observando la foto largo rato, una lagrima cayo justo en la mejilla de la niña de la foto, no se atrevió a abrir el álbum, lo apretó contra su pecho como queriendo atrapar en el todos esos recuerdos, esos recuerdos que eran los que le impedían decirle si al ofrecimiento de Federico.
Y entonces miro la caja, ese baúl que tenía frente a ella y que encerraba aun más recuerdos que los que aquel álbum podía contener, recuerdos tristes, dolorosos, recuerdos de su pasado que había guardado quizá para llegar a este momento y enfrentarlo al fin. Soltó despacio el albúm, muy despacio, como si se le fuera la vida entre esos recuerdos, y se quedo con los ojos cerrados un momento, respirando profundo, tratando de recuperar el ánimo de seguir con la tarea que se había propuesto.
Se quito la cadena del cuello y antes de poder abrir el cofre, se quedo mirando hacia la calle donde la lluvia se había intensificado, las gotas golpeaban de nuevo fuertemente la ventana y un escalofrío le recorrió la espalda, quizá producto del frío clima, quizá de la tensión del momento. Por fin la llave entro en la cerradura y se abrió, Isabel respiro profundo y levanto la tapa con los ojos cerrados, la lluvia golpeo con rabia la ventana y ella, al abrir los ojos, se reencontró con aquellos objetos que hacia ya casi cinco años había encerrado en ese baúl. Objetos que se salvaron de la limpieza que ella y Federico realizaron buscando tranquilizar el alma de Isabel y sacar de su casa todo aquello que le recordara a Sergio.
Una foto donde aparecían Isabel y Sergio abrazados, en una reunión con sus amigos, que lejanos parecían esos días en los que se divertían juntos y el estaba ahí para protegerla, lejos de verdad, observo la foto un rato, sus ojos no tenían el brillo que lucían en la foto de la portada del álbum, pero se le notaba contenta a pesar de eso, esa alegría que el se llevo en su maleta el día que la abandono y que poco a poco y con mucho esfuerzo había recuperado. Una cajita de cartón llena de pétalos de gardenias, ella había juntado los pétalos de una flor cada que Sergio le llevaba un ramito y lo guardaba ahí, para recordar todos los días que el le había comprado sus flores favoritas. También había una camisa, esa no tenia tanto tiempo ahí, durmió durante casi todo su embarazo con ella, y durante algún tiempo la puso entre las cobijas de la cuna de Paloma, hasta que perdió toda esperanza de que volviera. Un frasco de loción casi vacío y una cadenita de oro con una cruz que el le regalo en el ultimo aniversario que festejaron, pocos meses antes de su partida, y era todo, pocos objetos de un pasado muy lejano, de un pasado que, sin embargo, no podía olvidar. Pocos objetos, pero miles de recuerdos.
Los pétalos estaban muertos y ya ni siquiera tenían aroma, la camisa ya no parecía ofrecer ningún tipo de refugio y consuelo y la loción ya no le recordaba nada, la foto estaba ahí, pero Isabel no se reconocía en ella, parecía que observaba a otra mujer, a otra cualquiera, menos a ella, y entonces volteo a ver el álbum que estaba en el piso y lo abrió buscando algo, una foto, pero no de las de su infancia o juventud temprana, no, buscaba una foto que se habían tomado hacia pocos meses, la encontró en los últimos folios, un parque como fondo, y Federico abrazando a Isabel por la cintura y cargando en un brazo a Paloma, los tres sonriendo, como una verdadera familia, así como un día soñó verse con Sergio, y jamás pudo ser. ¿Entonces por que no podía decirle si a Federico sin necesidad de pensarlo tanto? quizá por que a pesar de todo, jamás sintió por el la necesidad de tenerlo cerca como a Sergio, la amistad, la certeza de su presencia, la seguridad de que no lo perdería, quizá todo eso había influido en que esa necesidad no aflorara en su corazón. O quizá era que no lo amaba.
Se quedo mirando la ventana, la lluvia golpeaba con fuerza, le pareció ver a lo lejos a Federico, llegando a ese mismo departamento, hacia ya un poco más de cuatro años, se le veía triste, cabizbajo, la abrazo de inmediato y no pudo contener las lágrimas.
- ¿Qué pasa?
- Abrázame, por favor.
No dijeron mas por un buen rato, Paloma dormía en su cuna y no había nadie mas en la casa, Federico hablo de nuevo.
- Ya se acabo, y ahora si para siempre, es que no puedo, no puedo con ella.
Isabel lo escuchaba en silencio, sin dejar de abrazarlo.
- Si tan solo fuera un poco como tu.
Entonces la miro a los ojos, y la beso sin darle oportunidad de reaccionar. Isabel no sabia que hacer, pero a los pocos segundos se dejo llevar por los deseos de su amigo, y le correspondió el beso. Entonces, ¿Cómo podía pensar que no lo amaba?
Las manos de Federico recorrían su cuerpo como nunca antes lo habían hecho, acariciaban sus senos y su cadera de una forma tan excitante, y de pronto sintió como poco a poco le iba desabrochando su blusa, acariciando cada centímetro de piel que quedaba expuesta, mientras besaba su cuello. La despojo de la blusa y después de su sostén, abalanzándose sobre los senos de Isabel en una desenfrenada carrera, los besaba y acariciaba con dulzura, y a la vez con pasión.
La tomo entre sus brazos y la llevo cargando hasta la recamara, donde termino de despojarla de sus prendas, acariciando sus caderas cuando le bajo la falda, sus muslos al deshacerse del cachetero y besando sus pies cuando por fin la descalzo, ella no decía nada, se dejaba hacer, tenia mas de dos años sin estar con algún hombre, y jamás pensó que su cuerpo respondiera tan bien a aquellas caricias, su cuerpo, el cual pensó que se había resignado a no ser amado por el resto de la vida.
Se quedo mirándola así, completamente desnuda, mientras se desnudaba el también, Isabel le sonreía algo confundida, pero feliz, y en el ya no había rastro del llanto con el que llego. Tomo entre sus manos su verga y con unos cuantos movimientos firmes de sus manos logro ponerla del todo lista, abrazo de nuevo a su amiga y la llevo hasta la cama, recostándola con cuidado mientras la besaba.
La acaricio y la beso por un largo rato, hasta que se coloco del todo sobre ella y la penetro, sin prisas, suavemente, muy despacio hasta estar por completo en su interior. Sus miradas se cruzaron de nuevo, Federico le sonreía en un gesto entre el agradecimiento y el amor, ella le sonreía también, lo sentía palpitar en su interior, se besaron con pasión y el comenzó a bombearla suave pero constantemente, hasta que termino vaciándose en su interior.
- Gracias, ¿sabes que te adoro Isa?
Pero ella no contesto nada, solo lo abrazo y se durmió en su pecho algunas horas.
Un par de semanas después, Federico le anunciaba que había regresado con Sandra, y que se casarían en mas o menos un año.
Una lagrima corrió por su mejilla al recordar aquella tarde en que por primera vez se entregaron al amor, la lluvia golpeo con mas fuerza la ventana, Isabel se aferraba al álbum y no podía contener el llanto, cuando de pronto sonó el timbre. No esperaba a nadie, por un momento la idea de ignorar el llamado le cruzo por la mente, sin embargo insistieron en dos ocasiones más. Guardo todo lo mas rápido que pudo en baúl mientras insistían con el timbre, la cadena con la cruz de oro se quedo afuera con las prisas, la lluvia cada vez era mas intensa, se seco las lagrimas e intento aparentar que ahí no pasaba nada.
Cuando abrió la puerta, su cara de sorpresa no se debió al tremendo relámpago que ilumino de forma espeluznante el lugar, si no por que se encontró de frente con aquellos ojos negros en cuyo interior se había perdido años atrás, era Sergio, su pasado, quien estaba en la puerta empapado y con esa sonrisa en los labios de quien no debe nada.