El pasado hay que enterrarlo 1

Isabel seguía inmóvil frente a su ventana, los ojos anegados de lagrimas, el dolor del abandono clavado muy dentro del alma y ese sentimiento extraño de que algo pasaría, algo que irremediablemente la pondría de nuevo frente a aquel pasado que deseaba se muriera, pero al que la ataban aun muchas cosas.

Ahí estaba Isabel, sentada en el escritorio de su oficina, terminando algunos pendientes para salir rumbo a la casa de sus padres para llevarlos a ellos y su pequeña de cinco años al aeropuerto, su vida había cambiado radicalmente en los últimos seis años, ya no vivía en el pequeño departamento que había ocupado por tres años y ya no era empleada, ahora tenia una microempresa en la que compartía sociedad con uno de sus profesores de la carrera, era madre soltera y, a decir verdad, a sus 29 años estaba atravesando por la mejor etapa de su vida tanto profesional como personal, o por lo menos eso era lo que parecía.

Por fin termino con sus pendientes, guardo sus cosas y salio con el maletín de la computadora el hombro no sin antes retocarse el maquillaje.

Andy nos vemos mañana, hoy ya no regreso tengo varias cosas que arreglar fuera de la oficina, si necesitas cualquier cosa me llamas por favor, el lic. Martínez llega después de comer.

Muy bien licenciada, nos vemos mañana.

Hasta mañana.

Al salir recordó que seis años atrás, también había salido de su trabajo para llevar a alguien al aeropuerto y que, como aquel día, el sol brillaba sobre la ciudad, pero a lo lejos las nubes también habían amenazado con lluvia. El sonido de su celular la saco de sus pensamientos.

Hola Federico.

Hola, oye estaba pensado en si podrías acompañarme mañana a cenar.

A si, claro, ¿donde te veo?

En el restaurante italiano que tanto te gusta, a las 9:00 PM, ¿te parece bien?

Si, ahí estaré, ¿es de trabajo o personal?

Personal, quiero verte amiga.

OK, ahí estaré puntual, cuídate, voy de salida.

OK, cuídate, no te entretengo mas, mañana te tendré un buen rato solo para mí.

Isabel condujo hasta la casa de sus padres, la melancolía la había embargado ya sin que pudiera evitarlo, era lo mismo cada año, cada día ultimo de julio no podía evitar sentir que el tiempo regresaba y ella se encontraba atrapada de nuevo en ese 31 de julio de seis años atrás, con esas ganas de creer en que el amor de su vida volvería a la semana siguiente, pero con la sensación atrapada en el pecho de que ese beso había sido el ultimo.

Cuando llego a la casa de sus padres, apenas se estaciono vio salir a una niñita corriendo por el jardín, el cabello castaño claro igual al de ella no dejaba lugar a dudas de que era su hija. Solo eso había heredado de su madre, el color del cabello, por que por lo demás, era un retrato vivo de su padre, pero en miniatura y en femenino, bueno, hasta algunas manías le había heredado, lo que le dejaba claro a Isabel que no solo es cuestión de convivencia la forma de ser de un individuo, los genes también juegan en eso.

¡Mami!

Paloma, ¿Cómo estas preciosa?

Madre e hija se fundieron en un abrazo limpio, honesto y lleno de amor, a pesar de que la pequeña Paloma se había criado la mayor parte de tiempo con sus abuelos maternos por las condiciones en las que llego al mundo, era inevitable que el amor se desbordara entre ellas.

¿Y tus abuelitos amor?

Están adentro sacando las maletas.

Vamos a ayudarlos.

Isabel no podía evitar mirar los ojos de su pequeña Paloma y encontrar en ellos la chispa luminosa que encontraba en los de su padre, la tomo de la mano y justo cuando estaban por entrar a la casa sus padres salieron con dos maletas.

Que bueno que llegaste, tu papá ya se estaba desesperando.

Aun es temprano.

Vamos apenas justos Isabel y de seguro todavía vamos a pasar por las cosas de la niña.

Su padre le grito eso, Isabel tuvo que contenerse, ¿por que siempre le tenían que hacer algún reclamo? No lo entendía, pero se contuvo una vez mas, como tantas veces en su vida.

Bueno, ya suban sus cosas a la cajuela, las cosas de Paloma ya están en ahí.

Sus padres subieron las cosas y mientras ella acomodo a la niña en la parte de atrás del auto. Le pidió a su mamá que subiera adelante con ella, no tenia intención de escuchar las advertencias de su padre sobre su forma de conducir cada cinco minutos. Al arrancar le pregunto a la niña que música quería escuchar, la busco en su reproductor y subió el volumen un poco para cantar con la niña, realmente no quería discutir con sus padres, no ese día.

Mientras manejaba, su mente se transporto a aquel pasado en el que no conducía, era copiloto en su Volkswagen sedan blanco, el conductor era Sergio, si, el hombre al que tanto amaba, ¿o había amado? La música no era la alegre melodía que cantaba con su hija, mas bien una balada romántica, el tiempo de ti de playa limbo, si, esa canción que durante seis años no había vuelto a escuchar por voluntad propia, y sus padres, por supuesto, no estaban ahí.

El aeropuerto apareció en el camino, su mente regreso a donde su cuerpo y siguió cantando con su hija.

Al llegar se estaciono lejos de la puerta, seis años atrás había hecho lo mismo, abrió la cajuela, sus padres sacaron su equipaje y ella saco la maleta de Paloma y le colgó a la niña en la espalda una mochila rosa con sus juguetes. Tomo a la pequeña de la mano y sin mediar palabra con sus padres la llevo caminando hasta las instalaciones del aeropuerto.

En tanto tiempo no había cambiado mucho el lugar, o eso le parecía a ella, que en la medida de lo posible evitaba los viajes aéreos.

Palomita por favor te portas bien y te cuidas mucho, obedeces a tus abuelos por favor en todo.

Si mami, ¿te puedo marcar cuando lleguemos?

Me puedes marcar en cualquier momento que gustes, yo te contestare sin importar la hora ni el lugar donde este.

Gracias mami.

La niña abrazo a Isabel como si en eso le fuera la vida, fue un abrazo tierno, lleno de amor verdadero.

Al final llego el momento de despedirse, los abuelos de Paloma se llevaron a la niña para realizar los tramites necesarios para abordar e Isabel se despidió de ellos desde donde estaba; de pronto, la imagen de si mi misma abrazada a Sergio se le presento frente a ella, si, era ella misma, seis años atrás, con todos esos años menos, y con todas esas desilusiones menos, abrazando al hombre de su vida , sin ganas de soltarlo, con los ojos llenos de lagrimas y la firme convicción de creer en las palabras de su hombre de que volvería en máximo quince días, solo en tenia que dejar a su madre mejorada, por lo menos fuera del hospital.

Isabel revivió la escena, se vio a si misma soltarse del pecho de Sergio, tomarlo por el cuello y besarlo frenéticamente, después vio como lo dejo ir despacio, muy lentamente, y por ultimo, la imagen de si misma paso a su lado, taciturna, llorosa, con la intención de creer la mentira de su hombre, pero con un presentimiento clavado en el corazón de que aquella seria la ultima vez que lo tendría cerca.

El ruido proveniente de un altavoz la regreso a ese día, a ese momento, y pudo ver claramente como su hija se despedía de ella mandándole besos con la mano, apenas y pudo regresarle el gesto.

Dos minutos mas tarde, Isabel salía del estacionamiento del aeropuerto con el mismo rumbo que aquella alma en pena que se le atravesó en el camino, si, tenia que ir a su viejo departamento, ese donde vivió sola desde los 18 años muy a pesar de sus padres y muy a pesar de su propio sacrificio, teniendo que pasar limitaciones y muchos mas trabajos que los necesarios para terminar su carrera con tal de no seguir bajo el yugo impositor de sus padres.

El cielo azul poco a poco iba quedando a sus espaldas, cuanto mas se aproximaba a la ciudad, mas nublado se tornaba todo, una tormenta se aproximaba. Lo que Isabel no sabia es que esa tormenta no seria solo lluvia y viento, no, las cosas se pondrían mucho peor.

Mientras conducía con rumbo a su antigua casa, no podía evitar recordar como había conocido a Sergio, no fue casualidad, fue destino, aquella noche ella subía al autobús saliendo de la universidad y después de pagar, su mirada se cruzo con aquellos ojos negros, como abismos, de los cuales ya no tuvo escapatoria. Ella caminó hasta donde el estaba y se sentó a su lado, por algunos minutos ninguno de los dos dijo palabra alguna, hasta que Sergio tomo la iniciativa.

Hola, me llamo Sergio ¿y tu?

Hola, Isabel, nunca te había visto antes, ¿no tomabas esta ruta?

No, por lo visto tu si.

Si, bueno, tengo ya algún tiempo tomando la misma ruta a la misma hora, por eso se quienes son de siempre y quienes de paso.

Bueno, pues yo ya voy a ser de siempre, y espero verte a diario, me encantara platicar contigo, si tú quieres.

De eso hacia ya diez años, tal vez un poco mas, pero a su mente las imágenes llegaban nítidas, como si apenas una horas antes se hubiese perdido en la oscuridad de los ojos de Sergio.

Por fin llego a su destino, se estaciono frente al edificio y subió por las escaleras del lugar que por tanto tiempo había sido su hogar, si, esas paredes la vieron ser muy feliz, pero también llorar lagrimas amargas de desamor y abandono, la vieron acompañada, pero también sola y cargando a cuestas un embarazo que por mas que ella quería no podía vivir con la felicidad debida. También se sentía culpable por eso, por no haber podido disfrutar de su embarazo al máximo, de haberse deprimido y no ser una futura madre feliz, pero es que ¿Cómo serlo si el padre de la criatura que llevaba en el vientre la había abandonado sin mayor explicación?

Encontró la puerta del departamento abierta, el olor a comida casera salía hasta el pasillo, Isabel toco la puerta y se asomo un poco.

Buenas tardes.

Hola, buenas tardes, pase, pase.

La chica que rentaba el departamento salio del cuarto del fondo, era una muchacha joven, vivía con su esposo, le recordaba mucho a ella unos años atrás.

Gracias, ayer hable con tu esposo, me dijo que podía pasar hoy por la renta.

Si, aquí me dejo el dinero, pero pase, siéntese, ahorita se lo traigo.

Gracias.

Isabel se sentó en el viejo sofá que había en la pequeña sala, había pertenecido ella, era de los primeros muebles que había comprado cuando se fue de la casa de sus padres, también la estufa, las mesitas y algunos otros muebles habían sido de ella. Miro a través de la ventana, cerro los ojos un momento y cuando los abrió se vio en la cocina, preparando algo de comer, y de pronto vio cruzar a Sergio por la puerta principal, llevaba un ramito de gardenias y una caja de chocolates y se asomo a la cocina por la barra que la dividía de la sala.

Feliz aniversario Isamiel.

Flaquito.

Isabel salio de la cocina y lo abrazo y beso de inmediato, irradiaban felicidad, amor, era la escena de cuando cumplieron su primer año de vivir juntos.

Aquí esta el dinero. ¿se encuentra bien?

Si, si, gracias.

Los ojos de Isabel estaban rebosantes de lágrimas y su expresión era de infinita tristeza, melancolía.

Bueno, me voy, muchas gracias, dile a tu marido que por favor me marque en estos días, quiero ponerme de acuerdo con el para darle mantenimiento general al departamento.

Si, yo le digo, gracias.

Hasta luego, que tengas una bonita tarde.

Salio del departamento atormentada por sus recuerdos, ¿Por qué? ¿Por qué la había abandonado el único hombre al que había amado de verdad en su vida? No lo entendía, si para ella no había habido mas razón de seguir que el, se convirtió en su todo, y un día sin mas, se fue, y no tuvo si quiera la delicadeza de decirle que la abandonaba, que se iba por que ya no quería estar ni un día mas con ella, se fue escudado en la mentira de una enfermedad aquejando a su madre, se fue sin saber que en el vientre de Isabel ya crecía el fruto del amor tan grande que por lo menos ella le profesaba, se fue sin siquiera llevarse todo lo suyo, se fue y nunca mas volvió.

La lluvia la sorprendió a medio camino a su departamento, una lluvia ligera que poco a poco se convirtió en una ráfaga de agua helada cayendo sobre la ciudad, empapando todo a su paso en menos de un minuto. La calidez de aquel día de verano fue sustituida por una gélida sensación provocada por la fría agua que caía sin piedad, igual que seis años antes, el cielo era cómplice silencioso de las lagrimas que surcaban las mejillas de Isabel.

Al llegar a su casa, la soledad la abrazo de nuevo, siempre había sido difícil sobrellevar los días 31 de cada julio desde aquella tarde en que se vio abandonada, pero nunca como aquel día, al llegar al edificio ni siquiera el portero se encontraba en su escritorio, tomo el ascensor y subió sola hasta el quinto piso, ahí, el pasillo solitario le dio la bienvenida, y al entrar la risueña voz de Paloma no lleno el lugar, ni siquiera el jovial saludo de Lupita, la chica que la ayudaba con las tareas del hogar, se escucho, le había dado los días libres, al final ella pensaba pasar mas tiempo en la oficina que en la casa y con la niña fuera no necesitaría mucho de sus servicios.

El lugar nada tenia que ver con el pequeño departamento que había visitado antes, este era amplio, elegante, en una zona residencial, quizá no la mas lujosa de la ciudad, pero si mucho mejor que la del otro departamento, era pues, un logro profesional y personal de Isabel, que se había puesto como meta cambiar por completo su vida al verse sola y embarazada.

Entro y se dirigió de inmediato al estudio, saco su computadora portátil del maletín que llevaba colgado al hombro y comenzó a revisar los reportes que tenia pendientes. Las horas se le fueron entre números, llamadas de la oficina y elaboración de reportes con información cruzada que les darían a ella y su socio la información pertinente de la situación de la empresa durante el mes; sin embargo, ni el trabajo, ni las constantes llamadas la hicieron pararse por completo en su realidad, los recuerdos seguían atormentándola.

No quería dejar de trabajar, no deseaba dejar de tener su mente entretenida a medias con los asuntos del negocio, pero el hambre y el frío provocado por la lluvia constante la hicieron detenerse.

Isabel dejo su trabajo y fue a su habitación a cambiar su traje sastre por algo mas cómodo y abrigador, unos pantalones deportivos y una sudadera estaba bien, se dirigió a la cocina esperando que Lupita hubiese dejado algo preparado, aunque ella le había dicho que no lo hiciera.

Al abrir el refrigerador se encontró con que, efectivamente, no había nada mas que lo necesario para cocinar, pero ningún platillo preparado, así que en automático comenzó a sacar ingredientes para preparar un pescado a la española, filete, huevos, tomates, busco en la alacena el resto de lo que necesitaba y su mente se transportó atrás de nuevo, diez años, cuando ella abrió la puerta de su departamento por primera vez para salir con Sergio.

Hola, ¿Cómo estas?

Isabel le saludo sonriente mientras le daba un beso en la mejilla, lucia hermosa con el vestido gris a medio muslo de una sola pieza y con detalles metálicos en el pecho, el cabello castaño claro suelto hasta sus hombros, el maquillaje discreto y las zapatillas negras de tacón altísimo para lo que acostumbraba.

Hola, bien, pero, me da pena contigo, no tengo mucho dinero, solo me alcanzo para comprar esta botella de vino, espero sea de tu agrado.

Sergio la veía de pies a cabeza, su expresión era de sorpresa y agrado, definitivamente el también se veía mucho mejor con aquel pantalón de gabardina negro y la camisa azul que con los jeans y las polos de todos los días, en la mano derecha sostenía una botella de vino tinto no muy fino.

No te preocupes, pasa, cenamos aquí.

Por primera vez Sergio estaba en ese departamento, pequeño, desordenado a fuerza de que Isabel pasaba la mayor parte del día en la calle y al llegar no le quedaban ganas ni fuerzas de limpiar, pero acogedor.

Siéntate, dame el vino, lo pondré en el refrigerador a que se enfríe un poco.

Gracias. Me da pena contigo, te invite a cenar y te salgo con estas cosas.

No te preocupes, ¿te gusta el pescado?

Si, y no te preocupes lo que sea esta bien, es mas si quieres pedimos una pizza.

No, déjalo, ahora preparo algo, ¿me esperas un momento? Voy a ponerme cómoda.

Isabel se perdió unos minutos dentro de una habitación con la puerta cerrada, al cabo salio con unos zapatos más bajos y con el cabello recogido.

Perdón, pero no me gusta cocinar con el cabello suelto, y la verdad me sientan mucho mejor estos zapatos, no acostumbro llevar tacones tan altos.

Esta bien, no te preocupes, como te sientas más cómoda, ¿quieres que te ayude en algo?

Si, ven, me vas a echar la mano con esto.

Isabel saco del refrigerador y alacenas los mismos ingredientes que en su departamento y en soledad sacaba diez años mas tarde,

Mientras en la cocina actual Isabel se revolvía sola con la preparación del pescado, en la de sus recuerdos Sergio la ayudaba a lavar, cortar y poner en pequeños recipientes los vegetales y después a sacar platos, copas, unas botellitas con vinagre y aceite de oliva, salero y pimentero, todo para acomodar la mesa para dos.

Espero que te guste, lo prepare con mucho cariño.

Isabel puso en la mesa dos platos con trozos de pescado a la española, lechuga escarola troceada y rebanadas de pan que a la vista parecían tostadas, pero que conservaban su suavidad. Saco el vino del refrigerador, lo descorcho y sirvió las copas; en su presente hacia lo mismo, pero con un solo plato, agua en vez de un vino barato y solitaria.

Durante la cena platicaron de todo y de nada, de cómo Isabel había recibido una herencia, nunca hubiera querido que su abuela muriera, pero con el dinero que le dejo le alcanzo para dar el enganche de ese pequeño departamento del que ahora pagaba al banco una hipoteca por el resto, de cómo Sergio había dejado su pueblo natal para buscarse un futuro mejor alejado de los problemas del divorcio de sus padres, de sus trabajos, de la carrera de Isamiel como el le comenzó a llamar, de los planes frustrados de el de ingresar a la universidad, de sus pasados, sus presentes y lo que querían para el futuro, un futuro en el que ella no se veía ni lejanamente como ahora.

Entonces termine con el, no le gustaba que viviera sola, dice que no es de una niña bien, de su casa, ya sabes, prejuicios.

A mi no me parece eso, yo creo que el hecho de que vivas sola solo demuestra que eres una mujer que se sabe valer por si misma, a mi eso me gusta.

Gracias, y tú, ¿vives solo?

No, me encantaría, pero con lo que gano apenas me alcanza, además tengo mandar dinero a mi mamá, vivo con unos tíos, me dan asilo, digamos que solo me ahorro la renta.

¿y por que dejaste tu pueblo?

Por lo de mis papás, y otras cosas mas personales.

Si no quieres contármelo no hay problema.

Fue una ex novia, me rompió el corazón, ya sabes, tenia dinero, yo nada mas era un empleado de su papá, le daba pena andar conmigo, pero no me hagas hablar de cosas tristes, esta noche no.

Se quedaron callados, mirándose, de pronto Isabel sintió que se perdía en un abismo, muy profundo y muy negro, como los ojos de Sergio, solo el calor de su mano sobre la suya la regreso a la silla donde estaba sentada, y una sonrisa tonta se dibujo en sus labios.

Los platos estaban vacíos y aún quedaba un poco de vino, Isabel levanto los platos de la mesa mientras Sergio servia el resto en las copas, brindaron por conocerse, por estar juntos, por el momento y el futuro, un futuro juntos, un futuro en el que Isabel no estaba ahora, si no que se encontraba sola, recordando esa noche vivida en su antiguo departamento, cuando había sido feliz, muy feliz.

¿bailamos?

Y antes de que Isabel pudiera contestar ya la había levantado de su silla con un ligero tirón del brazo, nada violento, más bien, seductor. La llevo hasta el pasillo, ese que llevaba a las habitaciones y que era el lugar mas despejado del pequeño departamento, la abrazo y bailaron lento al compás de la música de fondo que los había acompañado durante la cena, el tiempo de ti, de playa limbo, si, esa canción que ahora Isabel no podía ni escuchar. Sergio rodeaba su cuerpo con sus brazos y comenzó a susurrar la canción en su oído muy suavemente, acercándose hasta rozar con sus labios el lóbulo de la oreja de Isabel.

No quiero volar, sin que extiendas tus brazos y sientas la brisa en tu rostro y te mojes de mí.

La voz de Sergio dejo de llegar a los oídos de Isabel y las caricias que sus labios le proporcionaban al cantar se convirtieron en besos suaves que después se desperdigaron por su cuello, nuca y hombros, de pronto sus miradas se cruzaron y fue inevitable darse un largo, profundo y húmedo beso lleno de pasión.

Isabel recordaba aquel beso parada frente a la ventana, observando la lluvia, la ciudad vacía por su causa, el frío que el agua halda había traído consigo, y fue como si de pronto la ciudad y sus luces desaparecieran y su pequeño departamento se extendiera frente a sus ojos y ella observara todo desde atrás del cristal mientras susurraba muy quedito, sin saber si sus labios se abrían, o era solo en su mente que cantaba:

Es fácil decir, mañana vendré, no puedo fingir, que voy a estar bien, no puedo seguir, sin tu respirar, entiende que yo, solo quiero llegar.

Se fueron despacio hasta el sofá, no había palabras, solo besos, caricias, gemidos y miradas, la camisa de Sergio quedo a mitad de la sala y se estiraban todo lo que podían en el sofá.

Ven.

Isabel se levanto de improviso y dejo a Sergio en el sofá relamiéndose las ganas, lo tomo de la mano y lo encamino hasta su habitación, a donde ella no pudo llegar de pie ya que el la tomo por la cintura y la cargó hasta dejarla sobre la cama, justo en medio.

E Isabel miraba todo desde su ventana, a través de las gotas de lluvia y de sus propias lagrimas, sentada sobre sus rodillas sobre la alfombra de la sala.

¿estas segura?

Si

¿segura?

Si

Y Sergio la beso muy profundo mientras acariciaba sus piernas y subía poco a poco su vestido hasta su cintura. Besaba su cuello de una forma tan delicada que ella apenas y sentía sus labios; poco a poco fue bajando sobre su cuerpo, acariciándola y besándola, hasta que llego a sus muslos, y tomo su panty desde su cadera y la bajo despacio hasta sus tobillos.

¿segura?

Si

Y hundió entonces su cara en el sexo de Isabel, besándolo igual que había besado su boca, haciéndola agitarse en el colchón de placer, un placer que no sabia que seria igual de intenso que el amor que sentiría después y mucho menos, que el dolor que llevaría a cuestas aun diez años mas adelante.

Sus labios, su lengua y sus dedos le trajeron a Isabel su primer orgasmo, no de la noche, si no de la vida, y no por que fuera virgen, si no por que jamás había disfrutado tanto del sexo, estaba por fin, haciendo el amor. Entonces quiso regresarle el favor a su compañero, y tras recuperar el aliento con el besando sus pezones, le pidió que se la dejara chupar tantito.

Isabel seguía inmóvil frente a su ventana, los ojos anegados de lagrimas, el dolor del abandono clavado muy dentro del alma y ese sentimiento extraño de que algo pasaría, algo que irremediablemente la pondría de nuevo frente a aquel pasado que deseaba se muriera, pero al que la ataban aun muchas cosas.

Se hinco frente a él y el olor fuerte de los primeros fluidos preseminales bañando la cabeza del miembro viril le lleno la nariz, lo tomo entre sus manos, una verga grande, gorda, larga, cabezona, y sin pensarlo dos veces se metió cuanto pudo a la boca, no sabia si aquel ejemplar le cabria dentro, pero mas valía lubricarla bien antes de que el insistiera en clavársela entera. A pesar del tamaño, parecía que le venia bien a su boca, nada de arcadas, nada de ascos, no, el sabor fuerte y salado inundando su boca le parecía magnifico y al levantar la vista, podía ver como Sergio también estaba disfrutando, inmóvil, dejando que ella marcara el ritmo y la profundidad de la mamada, quizá eso era lo que mas estaba disfrutando.

De pronto la tomo por los hombros, deteniendo su ardua labor de saborearle la verga.

Ven, ven, te quiero coger bien rico, bien adentro, que seas mía ya nada mas.

E Isabel se levanto despacio y se abrazo a Sergio que la levanto tomándola de la cintura, podía sentir la cabeza de esa verga rozando la entrada chorreante de su vagina e instintivamente lo rodeo con la piernas e intento clavársela ahí mismo.

Tranquila, te puedo lastimar.

Si, despacio, por favor, pero hasta el fondo.

La callo con otro beso mientras la recostaba en la cama, y aprovechando la posición de sus piernas se la fue clavando despacito, lento, muy lento, hasta que sus huevos toparon con las nalgas de Isabel, que a cada centímetro de verga soltaba un suspirito ahogado por los besos, mezcla de dolor y placer. Diez años adelante, frente a la ventana por la que la misma Isabel se observaba disfrutar, el placer no estaba, solo el dolor.

Poco a poco Sergio le fue imprimiendo potencia a sus embestidas, pero la excitación era tal que no duro mucho antes de llenarle el vientre a Isabel con su leche caliente, esa que al sentir dentro le arranco otro orgasmo, y de pronto el peso del amante encima, su respiración en el cuello, y el sudor de ambos combinándose en su piel.

Te quiero.

Te quiero.

Fue lo ultimo que dijeron antes de quedarse dormidos por primera vez abrazados en la misma cama, fue lo ultimo que recordó Isabel antes de quedarse dormida, sollozando, frente a la ventana por la que se podía ver la ciudad salpicada de agua.