El Pasado de Pamela

Precuela de "Mi mejor amiga" desde la perspectiva de Pamela. Los sucesos de esta historia sucedieron un par de años antes de que Lisa y Pamela se conocieran.

Para los que no me conocen, me llamo Pamela, me considero una mujer atractiva y llamativa, soy estatura promedio (1.60) y a pesar de no ejercitarme, pienso que tengo buen cuerpo pues soy delgada, tengo pechos de buen tamaño y un trasero bien formado, sin embrago, mis atributos que suelen llamar más la atención, son mi cabello rubio y ojos azul turquesa, los cuales provocan que atraiga el interés de ambos sexos.

De joven salí tanto con hombres como mujeres, pero en el fondo siempre supe que prefería estar con mujeres, su delicadeza y belleza superaba por mucho la masculinidad y fuerza que cualquier hombre pudiera tener.

Podrá sonar creído o narcisista, pero siempre estuve acostumbrada a tener a muchas personas tras de mí, especialmente hombres, lo cual provocó que desde una temprana edad, declarara abiertamente mi homosexualidad.

Eso no fue muy efectivo para mantener alejados a los chicos, pero en lo que si me benefició, fue el que las chicas comenzaran a acercarse a mí. Comencé a ir a citas y a vivir mi sexualidad con ellas, sin embargo, nunca entablé una relación sentimental profunda con ninguna.

Mis padres se divorciaron cuando yo era pequeña y fue algo muy doloroso para mí, especialmente cuando al separarse, cada uno buscó seguir con su vida y de alguna manera, yo pasé a un segundo plano.

Mi madre y yo somos físicamente muy similares y veía que ella también llamaba la atención de muchos hombres y después de divorciarse, la mayoría de los hombres que se le acercaban buscaban usarla y llevarse el “título” de haber conquistado a una mujer bella, para luego botarla.

Entre el fracaso de su matrimonio y ver cómo trataban a mi mamá por su apariencia, yo pensaba que ése era el futuro que me deparaba y eso generó que no creyera en las relaciones amorosas y que no me involucrara emocionalmente con nadie, con la intención de protegerme de algo similar.

Pero todo cambió, cuando a mis 23 años, conocí a Sara. Sin demeritar mi apariencia, sentí que conocí a alguien que llamaba la atención más que yo. A pesar de ser muy bella, en un sentido algo andrógino, lo más impactante era su actitud, la cual era hipnotizante para mí y todos los que le rodeaban.

Todo comenzó en una fiesta a la que me invitó un amigo de la universidad, yo me encontraba en una mesa bebiendo y platicando con mis amigas y amigos, cuando de pronto, entró una chica de cabello rubio corto, unos ojos cafés penetrantes, nariz respingada y unos labios delgados que delineaban una sonrisa engreída.

Vestía un pantalón gris ajustado, una camisa blanca fajada con todos los botones abrochados y una blazer negro que combinaba con los zapatos tipo Oxford del mismo color. Sin duda tenía un estilo muy particular.

Al llegar, escaneó el lugar y por un segundo nuestras miradas se cruzaron, me volteé avergonzada y seguí conviviendo con mis amigos. Después de un momento, la chica se acercó a mi mesa y saludó a una de mis amigas.

S: ¿Les molesta si me siento con ustedes?

: Adelante. Dijimos varias al unísono y Sara se sentó junto a mí.*

S: Sara, mucho gusto. Estrechó su mano.

P:Pamela. Dije con una sonrisa.

S: Tienes una bella sonrisa. Dijo con galantería.

P: Gracias. Me sonrojé.

Sara y yo nos pusimos a conversar y era como si no hubiera nadie más, su atención me hacía sentir como el centro del universo. De repente, llegó un chico a interrumpirnos y Sara se fue con él a saludar a otras personas.

Mientras conversábamos, noté a la lejanía que una muchacha estaba hablando con Sara, se veía molesta y discutían por algo.

Alrededor de una hora después, Sara se volvió a acercar a mí.

S: Lamento haberme marchado hace un momento.

P: No te preocupes, se ve que conoces a mucha gente aquí.

S: Así es, lo que me sorprende es nunca haberte visto antes, definitivamente me acordaría de ti.

P: No suelo venir a estas fiestas, pero mi amigo Joaquín me invitó.

S: Claro, sé a quién te refieres, me aseguraré de agradecerle por haberte traído. Ambas reímos. ¿Fumas? Me ofreció un cigarrillo.

P: No, muchas gracias.

S: ¿Te puedo ofrecer algo más de tomar?

P: Le mostré mi vaso lleno. Estoy bien por ahora.

S: Me estoy quedando sin excusas para invitarte a ir a algún lado más privado. Rio.

P: Oh. Dije apenada por no captar sus indirectas. No fumo, pero te puedo acompañar a fumar.

S: Eso está mejor. Apareció nuevamente esa sonrisa engreída .

Tomó mi mano, me llevó hacia la entrada de la casa y nos sentamos sobre una barda de ladrillos.

Mientras hablábamos sobre trivialidades, Sara se había acercado mucho a mí y nuestros hombros se tocaban, volteó a verme y nuestros rostros quedaron muy cerca uno del otro. Estábamos a punto de besarnos, cuando se abrió la puerta de la entrada y salió la mujer con la que Sara había discutido momentos atrás.

: ¡Eres increíble, Sara! Gritó reclamándole. Yo que tu tengo cuidado con ella, rubia. Me lanzó una advertencia y yo me quedé sin saber cómo reaccionar.*

Se fue caminando molesta hacia la calle, vimos que se subió a un auto y se marchó.

P: ¿Qué fue eso? Pregunté extrañada.

S: Un malentendido. Hizo una pausa . Será mejor que lo sepas de una vez, no tengo relaciones, no me gusta el drama que viene con ellas.

P: Yo tampoco creo en las relaciones. Dije rápidamente.

Al decir esto,  el rostro de Sara se iluminó y rápidamente me besó con mucha intensidad. Después de besarnos por un par de minutos, Sara se detuvo.

S: ¿Quieres ir a mi departamento? Asentí.

P: Solo debo ir por mi bolsa.

Al regresar por mi bolsa, me despedí de todos los de mi mesa y varios de ellos me lanzaron miradas interrogantes. Mi amiga que la conocía, me susurró al oído:

*: ¿Estás segura de que te vas a ir con ella?

P: Si, no te preocupes. Se encogió de hombros ante mi respuesta.

Al parecer la reputación de Sara le precedía, pero no me importó, al igual que ella, esto sería para mí únicamente una noche de sexo, o al menos eso creí.

Llegamos a su departamento, el cual estaba un poco desordenado, había platos y vasos en la sala, algunas cajas de pizza vacías, en el pasillo había un cesto de ropa sucia y algunas prendas de ropa distribuidas por todo el lugar.

S: Disculpa el desastre, mis roomies son algo desordenados.

P: No hay problema.

Me llevó a su habitación, la cual desentonaba con el resto del departamento, pues estaba muy ordenada y limpia. Tan pronto entramos, cerró la puerta y sin decir una palabra, se acercó con determinación a besarme.

Rápidamente retiró mi blusa, seguimos besándonos y mientras ella desabrochaba mi sostén, yo le quité el blazer y comencé a desabotonar los botones de su camisa, al terminar, me encontré con sus pechos, pues no estaba usando brasier.

Me tumbó sobre su cama y retiró mi ropa interior junto con mis pantalones, ella se quitó los suyos y antes de irse a la cama conmigo, abrió un cajón de dónde sacó un arnés con un consolador. Le aplicó un poco de lubricante y rápidamente se posicionó sobre de mí, quien la estaba esperando con las piernas abiertas.

Sin penetrarme, frotaba la punta del dildo a lo largo de mi rajita, me provocaba y preparaba para recibir el gran falo que tenía entre las piernas. Después de unos segundos, sentí como se introducía en mí y sus caderas se movían en un lento vaivén.

Comencé a gemir, la mirada penetrante de Sara estaba fija en la mía y sin romper el contacto visual, aceleró sus movimientos. Me cogía con fuerza y velocidad, cuando mi cuerpo no pudo más, estalló un fuerte orgasmo en mi interior.

Mientras estabilizaba mi respiración, Sara se recostó a mi lado, fatigada por su magnífico esfuerzo. Después de unos segundos, llevé mi boca a uno de sus senos y succioné su pezón. Descendí hasta su coño y comencé a lamerla con empeño, Sara empezó a exhalar con fuerza y soltaba pequeños gemidos.

S: Trae ese trasero para acá. Dijo entre suspiros.

Sin despegar mi boca de su coño, me di la vuelta y nos posicionamos en un 69. Mientras nos comíamos con lujuria, yo podía sentir la nariz de Sara oprimiendo mi ano, la sensación era muy placentera, lo que me hacía presionarme contra su cara con más fuerza.

Con su dedo índice lo estimulaba delicadamente, mientras seguía comiéndome con gran habilidad. Al parecer Sara también estaba disfrutando, pues sus suspiros aceleraron y se volvieron más fuertes, finalmente arqueó su espalda y liberó un fuerte gemido, anunciando que había llegado al clímax. Sus jugos comenzaron a brotar y yo los lamí hasta dejarla limpia.

Se quedó en posición devorando mi sexo y la punta de uno de sus dedos se presionaba en mi recto sin penetrarme. Momentos después, llegué a mi segundo orgasmo y caí rendida a su lado, ambas agotadas, nos quedamos dormidas.

A la mañana siguiente, me desperté y Sara seguía dormida a mi lado, la observé por un instante y admiré su belleza. Su estilo andrógino de vestir le daba una apariencia algo masculina, pero al verla acostada desnuda junto a mí, era toda mujer. Su bello rostro con facciones delicadas y su cuerpo femenino, eran una combinación perfecta.

Vi el reloj y eran casi las ocho de la mañana, me quedé sentada sobre la cama sin saber qué hacer, ¿debía vestirme e irme o esperar a que despertara y despedirme? Opté por la primer opción, me puse a recoger mi ropa del suelo y mientras me vestía, Sara comenzó a moverse, lentamente abrió sus ojos y me vio parada junto a su cama.

S: ¿Ya te vas? Dijo adormilada.

P: Si, debo regresar a mi casa a arreglarme pues tengo un compromiso. Mentí para tener una excusa por la cual irme.

S: Te acompaño a la puerta.

Se puso de pie y aun desnuda, me acompañaba hacia la salida, de pronto, escuchamos ruidos en la sala.

S: Creo que uno de mis roomies está afuera, deja me pongo algo de ropa.

P: No te preocupes, puedo salir sola. Le di un beso en la mejilla. Fue una gran noche.

S: Sí que lo fue, nos vemos, preciosa.

Cerró la puerta y yo me dirigí a la salida, al llegar a la sala, vi a un muchacho, evidentemente ebrio, hurgando en las cajas de pizza. Al verme, se detuvo y se acercó a mí, destilaba alcohol y su aliento era terrible.

*: Vaya, yo acabo de llegar y tú ya te vas, qué lástima. ¿No quieres pizza? Estoy seguro de que sobró algo.

P: No, gracias, debo irme.

Me alejé de donde estaba el chico y salí del edificio, llamé un taxi para que me recogiera y me fui a casa. Al llegar, me fui directamente a bañar, al salir vi a Mónica, una amiga con la que comparto el departamento.

Mónica es una chica chaparrita (1.50 aprox.), complexión delgada, cabello castaño, ojos café claro enmarcados por unos lentes de armazón negro.

M: Otra vez no llegaste a dormir, ¿quién fue la afortunada esta vez? Dijo en tono burlón.

P: Una chica que conocí en la fiesta de ayer.

M: ¿Y…? ¿Qué tal estuvo?

P: Bastante bien. Reí con picardía. Además, es muy guapa y tiene un “algo” que llama la atención de cualquiera.

M: Suena como que ese “algo” también atrapó tu atención. ¿La verás de nuevo?

P: No creo, ni siquiera intercambiamos nuestros celulares.

M: ¿Por qué, Pamela?  Y no me vengas con tu “no creo en las relaciones”.

P: Esa es la razón, no creo en ellas y a ella tampoco le interesa tener pareja.

M: Algún día tendrás que darte la oportunidad de dejar entrar a alguien en tu vida.

P: Algún día…

M: ¡No me des el avión!

P: Ya, ya, mejor vamos a desayunar.

La historia que yo daba por terminada, me sorprendió al demostrarme lo contrario, ya que el siguiente fin de semana, me topé de nuevamente con Sara. Estaba en un antro gay con mis amigas, alguien tocó mi hombro y al voltear, vi a Sara detrás de mí.

S: Qué suerte la mía de volverte a ver, es como si el destino quisiera que nos encontráramos. Rio.

P: ¡Ya sé, qué coincidencia!

Al igual que la noche que nos conocimos, estuvimos un tiempo juntas, se desaparecía por unos momentos y después de un rato, regresaba a bailar y beber conmigo. Cuando fue hora de marcharnos, volvió a invitarme a su departamento. A diferencia de la vez anterior, al día siguiente al levantarme, sí me pidió mi número.

Únicamente nos hablábamos los fines de semana, con intención de ver qué plan tenía la otra y vernos en alguna fiesta, reunión o antro. Lo que empezó como una aventura de una noche, se había convertido en una rutina de fines de semana de fiesta y sexo desenfrenado.

Mantuvimos esa dinámica por unos 2 o 3 meses, ambas parecíamos estar felices con ese acuerdo, hasta que un día, ya no lo estuve.

Estábamos de vuelta en el antro gay donde nos habíamos reencontrado y en uno de los momentos en los que Sara se desapareció, fui al baño, al llegar, la vi besándose y manoseándose con otra. Me llené de celos y en vez de hablar con ella y decirle lo que sentía, lo que hice fue regresar a mi mesa y me ponerme a bailar con la primer chica más o menos atractiva que encontré.

Para cuando Sara regresó, ya estábamos bailando muy pegadas y compartiendo un par de besos. Pude observarla por el rabillo de mi ojo y vi que Sara se iba molesta.

Pensando en que le había demostrado a Sara, que dos podían jugar ese juego y que yo iba ganando, a los pocos minutos llegó a demostrarme que estaba equivocada. Venía tomada de la mano de la chica con la que se había estado besando, se acercó a mí y me habló al oído.

S: Sólo veía a despedirme, me dio gusto verte, nos hablamos el próximo fin. Besó mi mejilla.

No le respondí nada pues estaba furiosa, me di la vuelta y dejé que se fuera. ¿Cómo es que podía ser tan descarada para restregarme a su conquista de la noche y todavía esperar que el próximo fin de semana saliéramos?

El siguiente viernes, me rehusé a contactarla, sin embargo, el sábado ella me llamó para invitarme a una fiesta. Decidí aceptar su invitación para demostrarle que no me había afectado su comportamiento de la semana anterior.

Una vez en la fiesta, conforme avanzaba la noche, Sara se había ido de nuevo y estaba coqueteando con una chica. Esta ocasión, me rehusé a seguir su juego y decidí irme de la fiesta. Cuando estaba por salir, Sara me interceptó.

S: ¡Hey! ¿a dónde vas? Me tomó por el brazo para detenerme.

P: Me voy a casa.

S: ¿Por qué? Pregunto extrañada.

P: No le veo sentido venir a una fiesta contigo y que estés ligando con otras chicas frente a mis narices. Dije algo molesta.

S: Pensé que ambas estábamos de acuerdo en que sólo nos estamos divirtiendo, no somos nada, Pamela.

P: Yo sé que no somos nada, pero eso no quiere decir que me agrade verte coqueteando con otras.

S: Tú también lo hiciste el fin de semana pasado.

P: Sólo porque tú lo hiciste primero.

S: ¿Así que te estabas vengando?

P: Me quedé un momento en silencio. No me atreví a decirte algo, pues sé que no somos nada, pero sentí muy feo cuando te vi con esa chica.

S: A mí tampoco me agradó verte con alguien más esa noche. Agachó su mirada.

P: ¿Qué hacemos entonces?

S: No lo sé, no soy buena para estar en pareja, pero tampoco quiero verte con alguien más.

P: Me encuentro en la misma situación. Hice una pausa. ¿Qué dices si nos damos la oportunidad de estar juntas y ver cómo se van dando las cosas?

S: No sé si sepa cómo estar en una relación.

P: Aprenderemos juntas.

S: De acuerdo. Dijo con una sonrisa.

A partir de ese momento, las cosas con Sara cambiaron drásticamente, comenzamos a hablar y a salir más y en las fiestas y reuniones estábamos todo el tiempo juntas.

La mayoría de las veces discutíamos porque ambas al ser atractivas, éramos buscadas por muchas chicas que intentaban coquetear con nosotras y en ocasiones era difícil rechazar la atención que nos brindaban. También era complicado integrar en nuestros planes a la otra, pues siempre habíamos estado acostumbradas a hacer lo que quisiéramos, sin responder a nadie.

No puedo decir que las cosas eran perfectas, pero el hecho de que ambas nos esforzáramos por hacer funcionar algo que ninguna de las dos había intentado anteriormente, hacía que todo valiera la pena.

Pasamos 6 meses así y yo era realmente feliz por haber permitido entrar a alguien a mi vida y a mi corazón.

Hubo una noche en la que íbamos a salir de antro, pero yo me sentí mal, así que me quedé en el casa y Sara salió con sus amigas y amigos. Ya era pasada la media noche y yo estaba terminando de ver una película antes de dormir, cuando me llegó un mensaje de una amiga.

“¿Sigues con Sara?”

“Si, ¿por?”

El siguiente mensaje que recibí, era una fotografía en la que Sara salía bailando muy pegada a una chica. Entre la cámara y las luces del antro, no podía estar segura, pero parecía que se estaban besando.

Había recibido un golpe directo al corazón, no podía creer que Sara me estuviera haciendo eso, pensaba que todo en nuestra relación iba bien.

Al día siguiente, decidí ignorar sus llamadas y mensajes durante el día, estaba realmente triste por lo que había sucedido la noche anterior y necesitaba pensar las cosas.

En la noche la llamé y no contestó. Pensé en dejarle un mensaje, pero no sabía cómo explicarle que sabía de la chica y lo que sentía, así que decidí contactarla al día siguiente.

Cuando por fin me contestó, se escuchaba muy molesta.

S: ¿Hola?

P: Hola… Intenté llamarte ayer en la noche.

S: Yo también te llamé varias veces durante el día, no estoy a tu disposición. Dijo molesta.

P: ¿Qué te pasa? ¿Por qué me hablas así? Dije herida.

S: Olvídalo, Pamela. ¿Qué quieres?

P: Quería decirte que sé que estuviste con alguien más ayer en el antro, ¡así que deja de hacerte la víctima conmigo! Dije enojada y alzando la voz.

S: ¿De qué hablas?

P: No te hagas la ingenua, me enviaron una foto tuya bailando con una chica.

S: ¿Me mandaste a espiar o qué? Solamente estábamos bailando. Dijo indignada.

P: Por favor, no mientas, están prácticamente besándose.

S: ¿Sabes qué? Si no me vas a creer, no le veo caso seguir hablando contigo. Adiós. Colgó el teléfono.

Todo el día me la pasé pensando en la discusión que habíamos tenido y de tantas vueltas que le di al asunto, llegué a considerar que tal vez y yo estaba equivocada al reclamarle. Tal vez Sara estaba diciendo la verdad y la foto no mostraba las cosas como eran en realidad, esas situaciones siempre se pueden llegar a malinterpretar.

De manera inconsciente, buscaba defender el comportamiento de Sara pues no quería que ese problema se interpusiera entre nosotras. Le mandé un mensaje:

“Te creo, por favor, perdóname. No quise desconfiar de ti, ¿podemos vernos?”

En ese momento no lo vi, pero ese fue el principio de las manipulaciones de Sara para salirse con la suya. Mi miedo a perderla era mayor a la razón, por lo que llegue a permitirle y hasta justificarle sus conductas y ella se aprovechó de eso.

En varias ocasiones, hubo problemas similares, en los que ella bailaba y coqueteaba con otras chicas y cuando le reclamaba, me echaba en cara que “no confiaba en ella” y que todo era producto de mi imaginación.

Normalmente, nuestra relación entre semana era bastante tranquila. No todo era malo, cuando estábamos bien, pasábamos momentos muy agradables, me hacía sentir especial y además de todo, el sexo era muy bueno.

Sin embrago, cada fin de semana, surgían los mismos problemas de desconfianza, celos y abuso del alcohol. Sara estaba tomando demasiado y a mis ojos, eso era lo que provocaba que Sara no estuviera consciente de sus límites con otras chicas.

Intenté pedirle en varias ocasiones que moderara su consumo, pero me decía que no tenía un problema y se negaba a dejar de tomar.

Una noche que salimos a una fiesta, aunque Sara había bebido demasiado, no se había presentado ningún problema con otra chica. Estuvimos juntas bailando y divirtiéndonos y al llegar a su departamento, estaba lista para pasar una excelente noche con ella.

Mientras nos besábamos en la cama, comencé a desvestirla, besé su cuerpo y cuando estaba por comer su coño, me di cuenta de que se había quedado dormida por lo borracha que estaba.

Mi excitación seguía presente, así que me recosté en la cama, metí mi mano dentro de mi ropa interior y comencé a tocarme. Mi mano izquierda jugaba con uno de mis pechos, lo apretaba y pellizcaba mi pezón. La otra formaba círculos y estimulaba mi clítoris.

Comencé a suspirar profundamente, no limité mis sonidos pues Sara estaba inconsciente a mi lado y era improbable que se despertara. Después de tocarme un momento, mi coño se había humedecido y pude introducir dos de mis dedos en mi interior.

Mis dedos me penetraban con rapidez y en cuestión de segundos estaba llegando a un sólo y triste orgasmo. Miré a Sara acostada junto a mí y no pude evitar derramar unas lágrimas, pues a pesar de estar con alguien, no podía evitar sentirme sumamente solitaria.

El tiempo continuaba transcurriendo y mi relación con Sara se mantenía igual, a excepción de que yo ya no justificaba y perdonaba sus acciones, de alguna manera me había insensibilizado a sus conductas y ya no parecía importarme lo que hacía.

De hecho, comencé a actuar como ella y a pesar de que nunca le fui infiel, coqueteaba con otras chicas a sus espaldas, castigaba sus errores con indiferencia y cuando quería disfrutar de ella, lo hacía.

Nuestra relación se había vuelto una constante lucha de poder, en el que “La mejor defensa, es una buena ofensa” se había convertido nuestro lema. Cuando una hacía algo que lastimaba a la otra, en vez de hablarlo y solucionarlo, buscábamos la manera de regresar el golpe con el doble de fuerza.

En una ocasión, le había pedido a Sara que no tomara pues habíamos conducido hasta ahí y yo no sabía manejar estándar, ignoró mi petición y al poco tiempo ya estaba borracha.

Lo que hice fue: acercarme a platicar con una chica que también sabía manejar con velocidades y le pedí que me llevara a casa, dejando a Sara, sola y borracha, en el lugar de la fiesta.

Le invité unas copas a la chica que me llevó, le pedí su celular para no parecer demasiado desinteresada y la mandé a casa. Pensé que Sara llegaría un par de horas después en un taxi, sin embargo, no llegó hasta la mañana siguiente.

Me enteré que se había ido a casa de una chica y se había acostado con ella, esa fue la gota que derramó el vaso y decidí ponerle un fin a nuestra relación.

Desde que formalizamos nuestra relación, Sara y yo salíamos juntas a todos lados, lo que ocasionó que compartiéramos gran parte de nuestro círculo social y eso hizo que nos encontráramos constantemente.

Al no estar juntas, cada una coqueteaba y ligaba descaradamente para que la otra lo viera, aun separadas, la lucha de poder se mantenía. En ocasiones, la atracción que teníamos era innegable y en momentos de debilidad, inevitablemente terminábamos pasando la noche juntas.

Después de unos 4 meses separadas, decidimos volver a intentarlo, a pesar de los problemas, ninguna de las dos encontraba a nadie que provocara los sentimientos y conexión que la otra provocaba.

Sin embargo, la base de desconfianza y celos, únicamente provocó que al regresar fuéramos sumamente controladoras. Sara revisaba mi celular para ver con quién me escribía y se molestaba cuando salía sola con mis amigas. Cuando salíamos, yo no me le separaba y si la veía hablando con alguien más, le hacía una escena.

Seguimos así por varios meses más, hasta que ya no aguanté más, las peleas se habían vuelto violentas con gritos e insultos. En una de esas discusiones, aceptó haberme sido infiel en varias ocasiones y ese fue mi límite, detestaba a la persona con la que estaba y a la persona que yo era con ella.

P: ¡Ya no puedo más! ¡Si lo que quieres es estar acostándote con cuantas quieras, adelante! Ya no puedo estar contigo, no merezco que me trates así.

S: Lo dices como si fueras una blanca paloma, tú te la vives de ofrecida con cualquier mujer para darme celos.

P: Seré una ofrecida, pero no soy una desgraciada como tú, tal vez para ti no signifique nada, pero nunca te fui infiel.

S: Nunca te acostaste con nadie porque no tuviste los pantalones, pero ganas no te faltaban. Dijo con hostilidad.

P: Al parecer a ti se sobraban los pantalones y qué bueno que lo hiciste, porque gracias a eso, nunca regresaré contigo.

S: Rio burlándose. Di lo que quieras, en cualquier momento vas a estar de vuelta a mis pies.

P: ¡Ya quisieras! ¿Por qué crees que regresaría contigo, después de lo que hiciste?

S: Porque ya lo hiciste antes. Dijo con saña. Sé que no soy un ser humano ejemplar, pero tú tampoco lo eres y soy lo mejor podrás encontrar.

P: Prefiero quedarme sola, a estar algún día de nuevo contigo.

S: Eso dices, pero cuando vuelvas a estar sola o caliente, ya te veo arrastrándote de vuelta… y no te preocupes, si mi cama no está ocupada, te daré lo que necesitas. Dijo engreídamente.

P: ¡Te odio, de verdad de odio! Lloraba de coraje. Te juro que ésta es la última vez que sabrás de mí.

Salí de su casa y cumplí mi palabra, no volví a contactarla. Borré su celular, la eliminé de mis redes sociales y por un tiempo, deje de salir para evitar encontrármela. Hoy en día, no logro entender por qué seguía en esa relación, supongo que por algo se llama dependencia.

A partir de ese momento, volví a endurecer mi corazón y regresé a mis antiguas andadas. Salía con mis amigas, conocía chicas, teníamos aventuras de una noche y seguía con mi vida.

Mil amigas cumplieron un papel fundamental en esos momentos de mi vida. Mónica siempre estuvo ahí para mí, cada vez que regresaba llorando de una pelea con Sara, sin importar la hora, me escuchaba.

Una amiga, llamada Fátima, se encargaba de sacarme una sonrisa cada vez que lo necesitaba. Lamentablemente, al poco tiempo de todo, se fue a vivir a otro estado de la república y únicamente nos hablábamos por mensajes.

Por otro lado estaban Tere y Olivia, unas conocidas de Mónica con las que hicimos un nuevo grupo de amigas y que me ayudaron a ampliar mi círculo social y así no toparme con Sara.

Olivia desempeñaba un rol muy particular, además de ser una buena amiga, en ocasiones teníamos un par de encuentros acalorados. Cuando ninguna de las dos conseguía a una chica con quién pasar la noche, sabíamos que podíamos contar con la otra. Irónicamente, todo era de una manera muy amistosa, era nuestra manera de estar con la otra, sin esperar ningún tipo de relación de por medio.

Julieta, una compañera del trabajo, siempre me escuchaba y ayudaba en lo que necesitaba. Tenía la habilidad de detectar cuando algo había sucedido y aprovechábamos nuestros recesos y horas de comida para platicar.

Y así como ellas, un par de amigas y amigos más, fueron los que me ayudaron a salir adelante. Definitivamente, mis amigas y amigos son mi mayor apoyo, pues al no tener una relación cercana con mis familia, son las únicas personas con las que podía contar.

Afortunadamente, comencé a estabilizar de nuevo mi vida. Me iba bien en el trabajo, salía los fines de semana, me divertía y aunque no tenía pareja, estaba tranquila pues no me la pasaba constantemente sufriendo y peleando.

Mónica se la pasaba diciendo que debía darme la oportunidad de conocer a alguien nuevo, que no todas las personas eran como Sara y que había gente buena en el mundo.

Una parte de mi sabía que era cierto, pero otra parte, aseguraba que esas personas no estaban destinadas para mí. Tal vez y esas últimas palabras de Sara, generaron una marca muy profunda y me era difícil pensar lo contrario.

Unas semanas después, mientras estaba en la oficina, Julieta se acercó a mi área de trabajo.

J: ¡Hola, Pam!

P: Hola, Julie. ¿Qué tal va tu día?

J: Bastante tranquilo, ¿el tuyo?

P: También. Dije amablemente

J: Oye, vengo a avisarte que este viernes festejaré mi cumpleaños, ¡tienes que ir!

P: Claro, no me lo pierdo por nada. ¿Irá alguien más de la oficina?

J: Le dije a un par más, pero me dijeron que no pueden ir.

P: ¿Podría llevar a una amiga para que me acompañe?

J: ¿Amiga? Preguntó con intriga.

P: Si, amiga. Reí. Ya sabes cómo soy. Ambas reímos.

J: Claro, puedes llevar a quién quieras.

P: Perfecto, ahí estaré.

J: Luego te paso los detalles, de todos modos nos vemos al rato para comer.

P: Claro.

Esa misma tarde, al llegar a mi casa, le hablé a Olivia.

P: Hola, Liv.

O: Hola, Pame. ¿Cómo estás?

P: Todo bien. Hice una pausa. ¿Tienes planes para el viernes?

O: No lo creo, ¿a dónde vamos?

P: Una fiesta de una amiga de la oficina, no quiero ir sola porque probablemente no conozca a nadie. Podemos hacer acto de presencia y luego divertirnos. Dije de manera seductora.

O: Me parece excelente.

P: Nos vemos el viernes.

O: Claro, Pame. Besos.

Llegó el viernes de la fiesta y faltando poco tiempo para ir, Olivia me llamó para cancelar, pues habían hospitalizado a su prima y debía ir al hospital a ayudar a cuidar de sus pequeños sobrinos.

No sabía qué hacer, por una parte ya estaba vestida y maquillada y por otra no quería ir sola a la fiesta. Después de considerarlo seriamente, me terminé animado a ir.

Cómo me alegro de haber tomado esa decisión.


Mis queridos lectores y comentaristas, espero esta precuela de “Mi mejor amiga”, haya sido de su agrado y los mantenga enganchados e interesados en la historia.

Los siguientes relatos serán llamados: “A través de los ojos azules” haciendo referencia a que veremos todo desde la visión de Pamela.

Quiero creer que los nuevos elementos que conocerán a través de esta perspectiva, les harán ver las cosas diferentes y mantendrán su interés, sin embargo, ahora más que nunca, me interesa saber sus opiniones pues temo caer en lo repetitivo, de ser así, por favor háganmelo saber. ¡Besos a todos!


Querido HombreFX, me dio gusto saber que te emocionaba esta entrega, espero haya sido de tu agrado y te siga manteniendo interesado. Te mando besos y abrazos. Estoy atenta a tus comentarios.

Estimadísimo Sasia, gracias por tu lindo comentario anterior. Espero mantenerte atrapado en esta historia y que hayas disfrutado de este relato. Te saludos con mucho cariño. Espero tus opiniones.

Animapersa, espero que este inicio de la perspectiva 360 (como dijiste en el comentario) haya sido de tu agrado. No sabes lo mucho que me alegró saber que mis relatos te han inspirado a probar una nueva aventura, espero la hayas disfrutado muchísimo. ¡Besos, linda!

Querida Angiehot, ojala esta nueva entrega haya sido de tu agrado y te mantenga atrapada. Espero con mucha emoción tus comentarios. Te mando besos y abrazos.

Fabiola11, Gracias por tu comentario, linda. Será un gusto para mí el seguirles relatando esta historia tanto como ustedes lo desee. Espero te haya gustado esta entrega. Te mando abrazos con mucho cariño.

Carmen, espero que con esta primera entrega puedas ir conociendo más a Pamela y te lleve a comprender el porqué de sus acciones, aunque creo que falta saber más para eso. Espero estés bien y te mando besos.

Jessica, espero mantenerte atrapada con esta nueva perspectiva de la historia y que la sigas disfrutando como siempre. Estaré atenta a tus comentarios. Besos y abrazos.

Mi estimada Eva, con estas nuevas entregas conocerás más de Pamela y podrás confirmar si está siendo sincera o no. Espero tus opiniones. Saludos con mucho cariño.

Querida Julia, espero esta nueva entrega te haya gustado. Ya leí tu relato pero al haberlo hecho en el celular no pude comentar, me gustó mucho. Espero seguirte leyendo tanto en los relatos como en los comentarios. Te mando muchos abrazos.