EL PASADO DE EVA -y 2. Se descubre el pastel
El segundo CD me sorpende al descubrir a la mujer de Juan contribuyendo al emputecimiento de mi esposa., en lo que parece una conspiración para separarnos.
El segundo cd me mostró a Eva debajo de la mesa de Juan, lamiendo como una perrita, las tetas al aire, rozando la punta del capullo cuando le chupaba los huevos. Mirándole a los ojos, con adoración de sumisa.
- Chupa perrita –la animó mientras descolgaba el teléfono.
No necesitaba que la estimulasen. Vi su cara de lujuria cuando se metía el glande en la boca –y recordé como se negaba a chupármela a mí, diciendo siempre que le daba asco- a Juan le lamía, con su lengua haciendo movimientos circulares.
- - Hola Javi, puedes pasarte por mi despacho?
A verme entrar recordé el día, y mis sensaciones cuando descubrí los dos tacones asomándose por debajo dela mesa. Dediqué solo u segundo a pensar en quien sería el nuevo juguete de mi amigo, sin imaginarme ni por un instante que era mi mujercita quien se amorraba al palo. Pero ahora comprendía los repentinos calentones de Eva, que me estaba dando en esa época el mejor sexo desde que nos habíamos conocido, aceptando incluso sin escandalizarse mi fantasía de meter un tercero en nuestra cama.
- Hola, Juan, ¿Qué quieres? –le pregunté con una sonrisa cómplice, haciendo un gesto para que entendiera que me había dado cuenta de lo que tenía bajo la mesa.
- Necesito que vayas al registro a recoger dos certificados. Eva no puede ir, la he mandado al banco, y necesito una persona de confianza. ¿Puedes ir ahora?
- Eva se había metido en ese momento el palo en la boca, y lo chupaba con desesperación. Se veían en la pantalla sus ojitos lagrimeando mientras se la clavaba hasta los huevos en la boca. Él tenía una mano en su cabecita, siguiendo más que marcando el ritmo de la mamada.
- Claro que puedo. I no te importa, luego iré directamente a casa. ¿Le dices a Eva cuando vuelva que la espero allí?
- Descuida, se lo diré en cuanto acabe lo que tiene entre manos.
- Hasta mañana entonces .., y que disfrutes, –añadí guiñándole un ojo.
Me sentí como un imbécil al ver la escena en la pantalla, partida una vez más mostrando mis gestos amistosos en una parte y los movimientos de Eva en la otra. Y me sentí más imbécil aún cuando él me respondió con el mismo gesto.
- Descuida. Cada vez me cuidan más mis empleadas. -Nada más cerrar la puerta la hizo incorporarse.
- Eres… –empezó a decir Eva, pero Juan le puso una mano en el coñito.
- …, un cabrón…mmmmmmm -logró terminar, pero no hizo ni un solo gesto de resistencia cuando hizo que se sentara entre sus muslos, de espaldas a él, y bufó en un jadeo incontrolable cuando sintió como la perforaba.
- Qué mojada estas, putita –la respondió cortante- ahora puedes follarte.
Eva descendió sobre ese pollón, abriéndose, dejando que se enterrara en su vagina,. Su expresión era ya mucho más que de deseo, era de entrega incondicional, de sometimiento absoluto al macho que la emputecía, sometiéndola con su polla.
El se limitó a sujetarla de las caderas, pero fue mi esposa quien hizo todo el trabajo. Le cabalgó y sus tetas se bamboleaban a un ritmo enloquecido.
- Tócate, zorra –le soltó y ella se amasó los pezones mientras subía y bajaba, cada vez más rápido. Era una perita en celo, su perrita.
- -Métemela…, másss, dame….ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
Echó la cabeza hacia atrás, y me descubrí tocándome la polla mientras miraba.
- Toma puta… Toma… Ahhhhhhhh
Le dio lengua y ella la chupó mientras se corrían al unísono. Mi esposa se movió aún unos segundos sobre él, aceptando todo lo que le daba.
La vi desmadejada y tardé unos segundos en darme cuenta de que el miserable se corrió dentro, y supuse que ya era una costumbre, me encorajinó recordar que a mí me obligaba siempre a follarla con preservativo. Pero ni siquiera esos pensamientos impidieron que se me escapara un chorro de semen, mientras veía como enrocaba su lengua en la del tipo que la emputecía. El mío fue sin embargo un orgasmo agridulce, mientras insultaba a la pantalla.
- Puta.., puta.., puta.
Aún temblando encendí de nuevo mi móvil y vi que tenía siete llamadas perdidas de Eva. Aún lo tenía en la mano cuando sonó la octava. Dudé, pero decidí aceptarla.
- ¿Qué quieres? –increpé.
- Quiero que…me perdones…por favor.
- Que te perdone, ¿por qué?
Dudó un instante antes de contestar:
- Por… Por todo. Necesito hablar contigo. ¿Puedo ir a casa?
- Ya podías haber venido. Ësta es también tu casa.
- No.., no pude, gimoteó
- Comprendo.., estabas muy entretenida con tu Amo?
- Él me obligó.., no quiero volver a verle. Quiero estar contigo. Por favor, dime que puedo ir a casa.
- - está bien, pero no te prometo estar en casa cuando llegues.
Decidí terminar el CD mientras esperaba,. Había cambiado el plano, y aparecía Eva tumbada en una cama, atada a las cuatro esquinas, con los ojos vendados con un trapo. Pero sonó el timbre de la puerta, debía estar abajo cuando me llamó.
Abrí y se me echó encima, sollozando
- Perdóname, mi amor, perdóname.
La aparté. Tenía los ojos hinchados, pero los labios también estaban hinchados y enrojecidos.
- ¿De dónde vienes? –pero entonces noté que desprendía tufo a sexo, y la mandé ducharse.
Tardó media hora en. Vino envuelta en su bata, bien tapada, con el pelo mojado, pero presentaba mejor aspecto que cuando llegó. Me fijé en un enorme moratón en su cuello, que no consiguió ocultar. Un chupón, sin duda, y la pintura de labios no disimulaba que habían sido muy usados.
La hice sentarse en un extremo del sofá y yo fui al otro, dejando la suficiente distancia entre nosotros, mientras decidía si tenía más ganas de golpearla o de besarla.
- Estaba enviciada –comenzó, con la voz quebrada- Hace meses que me usa a su antojo…
- Lo sé-la corté -he visto una película, cortesía de tu amante.
Bajó los ojos. Ofrecía una imagen lastimosa, acariciándose las manos mientras hablaba con nerviosismo, pero no estaba sorprendida.
- Ya me ha dicho que te llevaste los cd´s. ¿Los has visto?
- El segundo a medias. Tú sí, me imagino.
- El primer día pensé en dimitir, pero decidí darle una lección, demostrarle que no podía conseguir todo lo que quería.., se me fue de las manos.
- Querrás decir que se te fueron las manos a su polla -le recriminé enfurecido.
- ¿Y a ti no? –me respondió enrabietada- me ha contado que se la mamaste mientras dormía a tu lado, y que fuiste tú quien me ofreciste, desnudándome para que me usara.
Su réplica tuvo la virtud de calmarme. Me acerqué a ella, y le acaricié la cara.
- Lo sé. Lo que no pude soportar es que le dijeras que eras su puta.
- Mi amor, es que lo era. Entnces lo era.
- ¿y ya no?
- Ya no, quiero olvidar esa etapa. Yo no soy así. Pero necesito que me perdones. ¿Puedes intentarlo?
Aún dudé antes de contestarle, pero al ver su mirada suplicante me estremecí.
- Puedo intentarlo, pero quiero saberlo todo.
Ella se acercó para besarme, pero la detuve.
- Espera, antes quiero ver hasta dónde te ha llevado –la corté, y puse de nuevo el video en movimiento.
Se quedó a medio camino, y acepté que me diera la mano.
- ¿Estás seguro? , no quiero que sufras más.
Se veía una mano, que recorría su pierna izquierda, subiendo y bajando, lentamente, en círculos, acercándose cada vez más a su coñito depilado. Eva gemía suave. Cuando me fijé más, noté que la mano era demasiado delgada para ser de Juan. Cuando llegaba a milímetros, se retiraba de nuevo, bajando hasta la rodilla. Una tortura dulce, a la que Eva respondía electrizada, con toda la carne de gallina.
Luego fue a la derecha, repitiendo la misma operación: Entonces pude ver el pelo largo, que la identificaba plenamente como una mujer, aunque no pude verle la cara. En un plano largo se veía a mi mujer moviendo la cabecita de un lado a otro, toda la carne de gallina, y sus pezones de punta. Pero esta vez le abrió los labios vaginales. Para darle ligeros y muy rápidos golpecitos en el clítoris.
Mi esposa arqueó el cuerpo, movió la pelvis, buscando más, pero la mano se retiró presurosa. Juntó y separó dos dedos, mostrando a la cámara un hilillo de flujo y volvió a la carga, esta vez en su vientre, subiendo hasta la base de las tetas y descendiendo de nuevo para martirizarla.
- La vas a matar de gusto –oí a Juan- ¿ves cómo es una putita?, te dije que te la entregaría.
- Nunca lo habría imaginado –me quedé clavado a escuchar, inconfundible, la voz de Isabel, aunque con una ronquera que le desconocía.
Eva también la reconoció, y le vi formar un oh de sorpresa con los labios, pero no pudo protestar cuando le metió dos dedos, lentamente, sobándole la vagina, deteniéndose en cada milímetro, abriéndola con una destreza insuperable. Le pellizcó el botón y mi esposa jadeó en un orgasmo incontenible, su cuerpo rígido, forzando las cuerdas que la sujetaban. Entonces Isabel se amorró al coñito, lamiendo como una gata su vaso de leche.
- Qué bien sabe esta puta –le dijo a su marido, que se había acercado con el palo en la mano.
Eva miraba a la pantalla y luego a mí, espiando mi reacción por mis expresiones.
- Isabel es un perra –comentó- peor que su marido. Te lo ruego, no sigas mirando.
- ¿Cuándo ocurrió? –le inquirí.
- El sábado antes de las vacaciones. ¿Recuerdas que me llamó para irnos de compras?, pues ya ves como terminé.
- Ya veo. ¿Te gustó?
- No sabía que era ella hasta que habló, pero sí. Claro que me gustó.
Era evidente: mi esposa estuvo varios minutos jadeando, temblando, moviendo el cuerpo cómo si la hubiera acometido un calambre masivo. Isabel buceó en sus entrañas con la lengua, le amasó el clítoris en rápidos lametones con la punta endurecida y luego se lo comió, mordisqueándolo. Eva quedó exhausta, con una expresión de placer en la cara.
Pero no habían terminado con ella: Juan le colocó el rabo en la cara, encima de los labios, hurtándoselo cuando intentaba lamerlo. Lo llevó a sus pezones y los golpeó con el capullo. Eva gemía de nuevo, asaltada por el matrimonio que se había coaligado para pervertirla. Pude ver entonces que Isabel llevaba un arnés, del que se amarraba un vibrador descomunal. Lo acercó a su ano, y se lo habría destrozado si su marido no la hubiera detenido.
- No.., por ahí no. Quiero destruir a su maridito viendo como la enculo - susurró.
Miré a Eva, que abrió mucho los ojos. Me di cuenta de que ella no había podido escucharle entonces y supe que había sido solo el instrumento inocente que había usado para humillarme.
- No lo entiendo., ¿por qué te odia así?, pensé que era tu mejor amigo.
- Yo.., yo también.., hasta ayer -asentí.
Isabel le miró contrariada, pero asintió y dirigió el monstruo al coñito de Eva. Cuando la metió, entendí por qué motivo me tuvo mi mujer a dieta hasta dos días después de empezar las vacaciones. La abrió inmisericorde, perforándola lentamente.
- Nooooo, agghhhh….me duele… -suplicó
- Calla zorra, verás como acaba gustándote –pero se detuvo a medio camino, acostumbrándola, y luego la sacó, lentamente.
Solo fue una tregua. Aún amarrada, mi mujer intentaba apartarse, pero el pene le entraba, milímetro a milímetro. Esta vez si la empaló. Y noté como Eva empezaba a sudar, mordiéndose el labio, conteniendo un grito. Juan la sujetó la cabeza y le acercó de nuevo su paquete a la cara. Pero esta vez usó su boca, bombeándola como si fuera una muñeca hinchable.
Simultáneamente, Isabel inició un lento mete saca.
Abracé a mi mujer, que escondió la cabeza en mi hombro. Era una sensación extraña la de ver como la usaban mientras sentía sus temblores en mi cuerpo.
Los gemidos de Eva eran cada vez más fuertes, pese al palo que alojaba en la boca, y me di cuenta de que empezó a mover la pelvis, acompasada al ritmo del consolador. Isabel se amasaba las tetas mientras aumentaba la fuerza de las embestidas, y cuando salió de ella, para tumbarse en medio de su propio orgasmo, vi caer de la vagina de mi esposa un goteo de flujo ensangrentado.
Eva siguió mamando mientras se sacudía en un nuevo orgasmo, más fuerte aún que el anterior, hasta Juan dejó escapar un salpicón de leche en su carita.
Quedó inconsciente mientras los dos se vestían, la desataban y dejaban 20 euros en la mesilla.
- Para el taxi, zorra-escuché a Juan antes de cerrar la puerta.
Apareció entonces de nuevo la cara de Juan, fumando un cigarro, con una sonrisa gélida en la boca.
- ¿Te ha gustado, cornudo?, e insistió ¿Qué te parece que viniera luego a por más?
Supe entonces que no iba a dejar nunca a Eva, hubiera pasado lo que hubiera pasado, porque eso era lo que deseaba el cabrón que me miraba desde la pantalla.