El pasado de Eva-1 El descubrimiento

Veo en uno de los cd's la primera vez que Juan sometió a mi mujer, en su despacho

EL PASADO DE EVA-1: el descubrimiento

Cuando salió de Eva escuché un plof, y a mi esposa se le escapó un nuevo gemido. Me miró sonriente y sin previo aviso, se sujetó la polla, aún dura, y empezó a orinar sobre ella, propiedades.

-          Esta perra es mía –me espetó.

Mi mujer solo gemía, temblando en medio de un orgasmo incontenible, aceptando la lluvia dorada en su cuerpo y eso me rompió el alma. Me incorporé, me vestí y salí de la casa sin despedirme.

Cuando llegué al apartamento me destrozó ver sus cosas en cada rincón. Notaba su presencia en la colocación de los vasos, en la doblez de las sábanas. Fui a nuestra cama y olí, buscando su aroma. No cogí el teléfono durante horas. Dormí algo, pero las pesadillas eran continuas: sueños en los que Juan la enculaba, le follaba la boca, la hacía cabalgar, la montaba. Siempre asistido por Frank, que la usaba todo lo que mi “mejor amigo” le permitía.

Me desperté sobresaltado, recordando los CD’s , los cogí y estuve un buen rato mirándolos sin atreverme a meterlos en el ordenador.  Enchufé el primero y me senté en el sofá. Un primer plano de la cara de Juan, en su piscina.

-          Hola cornudo. Quería que supieras, que pase lo que pase estos días, hace meses que tu mujercita es mía. Compruébalo. Ésta es la primera vez que me sintió

La siguiente escena era antigua, estaba en despacho, a escasos metros del mío y vi como cogía el teléfono.

-          Eva, ¿te puedes pasar por mi despacho?

Mi mujer llevaba un traje de chaqueta pantalón, y una blusa de seda, beige,. Estaba preciosa, con la carita radiante. Recordé el día, fue en el mes de abril. La noche anterior habíamos salido  a cenar y tomar unas copas. Luego hicimos el amor, fue una noche perfecta.

-          Vamos a revisar los informes –le dijo Juan, sujetándola por la cintura para conducirla a la mesa ovalada que presidía su despacho. Más de una vez habíamos fantaseado con hacer el amor encima de ella.

Juan no apartaba los ojos de sus tetas. Eva había ido sin sujetador, ya comenté que casi nunca los usa. Se sonrojó al notar la intensidad de su mirada, pero decidió no decirle nada. Comprobé entonces que había una cámara instalada debajo de la mesa, mientras otra mostraba la cara ruborizada de mi niña.

Eva señalaba los datos con su pluma, pero el parecía más atento a observar cómo se le marcaban los peones en la blusa.

-          Juan, ¿qué miras? –le dijo ella, risueña.

-          Nada que no estés enseñando tú, bonita. Has venido hoy como para distraerse con otra cosa….

Pero guardó la compostura un rato en el que pareció que se concentraba en los papeles. Pero a los dos minutos ya estaba de nuevo engolfado en los pezones de mi esposa, que no dejaban de crecer, amenazando con salirse de la blusa.

Entonces vi que metía una mano debajo de la mesa, y la pantalla se dividió, una cámara fija en  la cara y las tetas de Eva, y la otra mostrando el movimiento de los dedos de Juan, acercándose lentamente al muslo de mi mujer. Eva abrió mucho lo ojos al sentir el roce, y apartó la pierna.

Siguieron así unos minutos más, y la respiración de mi esposa se aceleró en el momento en que puso su manaza descaradamente en el muslo. Deseé que se hubiera levantado en ese momento, pero no lo hizo. Se limitó a bajar su manita y apartar la del jefe, sin dejar de puntear el papel.

-          Anda, Juan, no seas tonto, concéntrate.

-          Si no pasa nada.., bonita.

Su mano ya se conocía el camino, y la siguiente vez que se acercó fue para apoyarse en el interior de los muslos de Eva, que se mordió los labios, colorada como un tomate. Puso la mano sobre la muñeca de Juan, sin duda para apartarle, pero, incomprensiblemente la dejó allí, muy quieta. El aprovechó la evidente admisión y movió sus dedos, oprimiéndola el muslo, subiendo hasta rozarle el coñito, por encima del pantalón.

A Eva se le escapó un gemidito, pero entonces sí se levantó.

-          Perdona, Juan, tengo que ir al baño.

-          ¿Quieres usar el mío? – la invitó

-          - No.., mejor voy al otro.

Juan la llamó de nuevo por teléfono.

-          Mañana, mejor, ven con faldita.

La pantalla se puso en blanco unos instantes: En la siguiente escena, Eva entraba en el despacho de Juan. Debía ser al día siguiente, y me alegró ver que no le había hecho caso. Se presentó con un jersey grueso y vaqueros. Evidentemente dispuesta a retarle.

-          ¿Continuamos con lo de ayer? – le sugirió.

El se incorporó de su butacón y se acercó a ella con una sonrisa socarrona.

-          Sí, claro, exactamente donde lo habíamos dejado.

Sonó entonces l teléfono y decidí cogerlo.

-          ¿Quién es?, - pregunté, aunque sabía que era ella.

-          Ja, ja –la contesté con una carcajada amarga- pues tienes una manera muy extraña de demostrarlo. Te recuerdo que me fui cuando vi cómo te corrías, mientras ese cerdo te orinaba encima..

Quedó unos segundos en silencio.

-          Perdóname, por favor.., no pude evitarlo.

-          Ya, ya, ese es el problema –y colgué.

Apagué el móvil, descolgué el teléfono de casa y puse de nuevo la película. Tenía que saberlo todo antes de hablar de nuevo con ella.

Juan la acercaba a la mesa, pero su mano estaba apoyada más en el culito que en la espalda de mi esposa. Se dejó conducir de esa manera y se sentó, en la misma silla del día anterior. Él colocó de nuevo la mano en su muslo sin esperar siquiera a que abriera la carpeta. Le miró muy seria. Juan, por favor, mi marido está a cinco metros. Y es tu mejor amigo.

-          Claro, y los buenos amigos lo compartimos todo.

Supe a qué se refería: hace unos años tuve una novia. Mari. Estaba enamorado de ella hasta las cachas. Era muy parecida a Eva en tamaño y en proporciones, aunque sus ojos eran verdes. Me embobaba cuando la miraba y apenas conseguí sacarle algún beso y un sobeteo clandestino.

Una noche salimos de juerga con Juan. Recuerdo que fui al baño, había una cola interminable, y cuando regresé, a los veinte minutos ya no estaban en la barra. Los busqué por toda la disco hasta que les ví, apenas ocultos en un reservado. Mari estaba enganchada al pollón y comía desesperada la boca de Juan, suspirando mientras él tenía una mano escondida debajo de su mini. Me fui, como había hecho antes, y le dejé campo libre, consumido por la excitación y los celos.

No volví a verla y durante años me pajeé recordando esa escena. Pensé entonces que había ocurrido lo mismo con Eva, y decidí que no iba a volver a dejar el campo libre a ese mal nacido.

Mientas recordaba, no atendí al CD y al mirar de nuevo vi la mano de Juan entre las piernas de mi esposa, magreándola por encima de los vaqueros. La otra estaba escondida dentro del jersey, pero sus movimientos indicaban que estaba sometiendo a un magreo salvaje a las tetas Eva mujer, que gemía, la mirada perdida, con una de sus manitas tapándose la boca y la otra inerte en la muñeca de su acosador.

-          Por favor.., por favor –articulaba, pero Juan empezó a desabrocharle el cinturón.

-          Por favor.., por favor –siguió cuando el cerdo desabrochó el botón del pantalón.

Juan se ladeó e hizo lo mismo con la silla de Eva, y solo pude intuir como su mano se deslizaba dentro del vaquero, sometiendo a mi esposa a su magreo. Sí pude ver con toda claridad como levantaba el jersey, para y como se inclinaba a mamarle uno de los pezones, succionándolo con vicio.

-          Por favor, por favor.., - siguió gimiendo mi esposa, que ya había dejado de mostrar resistencia.

Entonces todo su cuerpo se convulsionó en espasmos. La espalda arqueada, la boca abierta en un jadeo mudo. Supe que se estaba corriendo de forma salvaje. El sacó los dedos del coñito y los llevó a su boca, y mi mujer los mamó, como si fuesen una polla.

-          Ahora me toca a mi, putita –le dijo mientras se incorporaba y le ponía la polla a la altura de los labios. Eva negó con la cabeza, pero los entreabrió cuando notó el roce de un capullo enorme,  violáceo por el flujo de sangre. Vi como la engullía, como a cámara lenta, entre sollozos, que pronto se transformaron en nuevos gemidos.

Se le caía la saliva por la comisura de la boca mientras chupaba. Pero Juan no tenía suficiente: la sujetó de la nuca y se la clavó entera. Mi niña puso las manos en sus muslos, como para intentar parar la embestida,pero la vi atragantarse por el severo pinchazo.

Cuando la sacó le caía una gota de babas de la punta. Levantó entonces a mi mujer y con brusquedad la puso de espaldas contra la mesa, sus tetas aplastadas en la madera. Se sujetó el rabo y se lo paseó por la vagina. Mi mujer jadeaba, mordiéndose el canto de la mano. Los ojos muy abiertos al sentir como le entraba, con increíble facilidad dado su tamaño.

-          Estas mojada, zorra. Ya veo que te gusta. No sabes las ganas que tenía de comerme este culito desde que te vi con Javi.

-          No..por favor…ahhhmmmmmmmmmm –gimió ella- Nommm…nommmm…, ohhhhmmmmm…síiiii

El la bombeaba desde atrás, y cada vez que la llenaba golpeaba los huevos contra el cuerpo. La perforó durante unos minutos interminables, dándole todo, y ella gemía, incapaz de reprimir sus orgasmos continuados. Cuando le metió dos dedos en la boca, ella los mamó, en actitud de entrega, sometida completamente por una polla mucho más grande que la mía.

  • Me corró, -bramo- ¿La quieres dentro, puta?

-          No…ahhmmm…pr favor… no he tomado…la píldora.

La sacó entonces y le hizo darse la vuelta para soltarle la lefada en la cara. Vi cómo le pringaba los labios, las tetas, el vientre, y como la obligaba a chupársela de nuevo.

-          Limpia, golfa –le ordenó, con mirada dura, y Eva le obedeció, mirándole a los ojos, como buscando su aprobación, con una expresión sumisa que nunca le había visto (hasta estos días, claro).