El partido de palas

Oscar invita a una amiga de hace muchos años a pasar el día con él, jugando a la palas en la playa y luego pagando un alto precio por su derrota.

Cap 1

El tren llegó puntual. No tardó mucho en salir por la puerta lateral de la estación. Llevaba la bolsa de deporte en la mano derecha. Sus gafas de sol le ocultaban los ojos pero su sonrisa captaba toda la atención de Oscar.

Vestía de deporte, como a ella le gusta. Con unas mallas que le marcaban los músculos de las piernas, unas bambas negras y una sudadera gris se dirigía decidida al coche. Justo al llegar al lado de la ventanilla del pasajero se puso las gafas sobre la cabeza y se agachó preguntando:

Perdone, ¿Puede usted llevarme a la playa, por favor?

Claro, no faltaría más, suba, suba.

Con decisión abrió la puerta de atrás para dejar la bolsa y seguidamente se sentó al lado de Oscar. Un par de besos siguieron a una conversación típica de dos amigos que hace tiempo que no se ven, intentando en breves minutos contarse muchos años de andanzas por la vida que les había llevado a compartir un soleado domingo en la playa, con un reto… un partido de palas que daría un premio muy apetitoso al vencedor.

Mientras Sandra contaba alguna anécdota del viaje y preguntaba por el pueblo donde vivía Oscar, él la observaba y reconocía ese cuerpo que muchos años atrás le volvió loco. Estaba estupenda, en plena forma y radiante. Su musculoso cuerpo le ponía a 100 pero se había propuesto no caer en la tentación y comportarse como buenos amigos que eran.

Compartían una afición común: el sexo. Cuando se ponían a hablar del tema siempre tenían que frenar porqué los dos acababan cardíacos pero era algo que les encantaba y, en cierta manera, les unía.

Al cabo de unos minutos llegaron a la playa. Aparcaron frente a la arena, a varios metros de la orilla ya que la extensión de tierra era importante. Él cogió las palas y la pelota así como una toalla e iniciaron la travesía hasta cerca de la orilla. A pesar del día soleado no había nadie en las proximidades, tan sólo una pareja de gente mayor paseando a unos 100 metros alejándose y algún que otro pescador que caminaba hacia el rompeolas.

Sandra se quitó las bambas al llegar a la zona escogida para el match. Por unos instantes respiro profundamente, mirando al mar y soltó varios elogios sobre cómo le gustaba estar cerca del mar y de la envidia que le daba su amigo por vivir allí.

En pocos instantes estaban ya marcando el terreno de juego y despojándose de la ropa de abrigo. Oscar se quedó en bañador y con una camiseta blanca, sin quitarse las gafas por el sol que le molestaba. Decidió también llevar una gorra para el sol. Sandra de momento optó por no quitarse las mallas, tan sólo se quitó la sudadera y dejó ver un top de tirantes que cubría su torso. Una espalda bien formada, unos bíceps y tríceps de deportista nata impresionaron a Oscar a primera vista. Era evidente que se cuidaba y estaba en forma. Hizo algún estiramiento y se puso en posición para iniciar el partido.

Tras un breve intercambio de golpes Oscar vio que tenía a una rival de nivel frente a él. Estaba concentrado todo el tiempo menos cuando ella recogía la pelota de la arena. Cuando tensionaba esas piernas perdía un poco el mundo de vista. Los cuadriceps parecían de hierro, los gemelos se marcaban perfectamente tras la malla y, lo que era peor, el tanga que llevaba debajo se notaba perfectamente cuando estaba de frente a él dispuesta a recibir la pelota.

Tras varios minutos Sandra pidió un descanso. Él pensó que bajo esa apariencia quizá no estaba tan en forma pero ella lo hizo para quitarse las mallas. Para no mancharse con la arena lo hizo de pie, pero como le ajustaban tanto le costaba quitárselas del todo, por lo que pidió ayuda a su amigo.

Él, sin pensárselo se acercó y se arrodilló ante ella. Estaba como hipnotizado. Tenía frente a él una pierna de mujer que, a parte de destilar erotismo mostraba unas formas tan bien marcadas que su autocontrol estaba a punto de romperse como una copa de cristal. Evidentemente aprovechó para deslizar sus manos por las piernas de Sandra para quitarse primero una pierna y luego la otra. Por unos instantes se quedó de rodillas admirando a esa diosa que tenía en frente. Ella, con los brazos en jarra lo miraba y sonreía.

¿Seguimos? - Le dijo ella mientras golpeaba la planta del pie sobre la arena de forma impaciente.

Claro, claro, esto… perdona, estaba tomando un descanso.

Siguieron con el partido con la dificultad añadida de la visión constante de unas piernas que brillaban por el sudor, que marcaban cada músculo en los esfuerzos que realizaba para devolver las bolas que Oscar enviaba ajustadas a los límites del terreno.

El partido estaba con clara ventaja para Oscar, lo que provocó que Sandra fuera más allá para desconcentrar a su rival. En vistas del calor que tomaba la situación, tanto por el sol como por cómo se caldeaba el ambiente ella optó por quitarse el top y quedarse tan sólo con el tanga.

Ahí ya tuvo medio partido ganado. La erección de Oscar en su bañador era tan evidente que intentaba estar todo el rato inclinado hacia delante para que no se le notara. El cuerpo de Sandra relucía bajo el sol. Sus pechos bien plantados, bailando al son de las jugadas remataban una situación que, cuando se daba la vuelta para recoger una pelota, se volvía insoportable para el chico. Poco a poco fue dando la vuelta al marcador hasta llegar al punto decisivo. El que lo consiguiera ganaba el partido.

Tras varios intercambios dónde ninguno de los dos estaba dispuesto a perder la bola quedó dividida en lo que simulaba la red (una línea marcada en la arena). Sandra llegó con ventaja y lanzó un globo al fondo de la pista. Oscar salió disparado y lo devolvió casi de espaldas. Ella aprovechó para golpear suavemente la bola y dejarla casi sobre la línea. Él corrió como un desesperado para intentar devolver la dejada pero no llegó. Su impulso lo llevó a traspasar la línea divisoria y caer, de espaldas, en medio del terreno de Sandra. Ésta, sin cortarse un pelo se dirigió sobre el chico y mientras éste respiraba con dificultad para recuperar el aliento se sentó sobre su pecho dejando caer todo su peso. Con las rodillas le inmovilizó los brazos que tenía sobre la arena y, mostrándole la pelota le dijo:

Bien, guapo, creo que debes presentar tus respetos a la ganadora. Te he derrotado justamente. ¿Alguna cosa que decir?

Uffff… bueno….. ha… sido…. Injusto… yo….. tu has jugado… sucio….

Casi no podía hablar por el esfuerzo y por el peso que le oprimía el pecho. La vista era impresionante. Sandra le miraba de arriba abajo, sudorosa, sus fuertes piernas le impedían moverse y a escasos centímetros de su cara el tanga completamente mojado… no se si por el sudor o por otros motivos, pero se notaban el escaso vello que tenía la entrepierna de la chica. Su vientre listo contrastaba con sus pechos que tenían algo de arena pegada.

Tras unos minutos de desconcierto ella se levantó y le ayudó a él a incorporarse. Fueron cerca de la orilla a refrescarse para luego secarse en la toalla bajo el sol. La erección de Oscar no disminuyó ni un milímetro y ella lo sabía. Se tumbaron boca abajo y siguieron comentando sus últimas experiencias y vivencias para ponerse al corriente.

Finalmente ella le miró a los ojos y le dijo:

Bueno, tenemos que hablar de lo que he ganado, ¿No?

Si, no recuerdo en que quedamos cuando lo hablamos aquel día porqué yo….

Shhhhh… yo si lo recuerdo. De momento iremos a tu casa, me daré una ducha y tú me prepararás la comida. Comeremos, charlaremos y luego me harás un masaje dónde yo te diga y cómo yo te diga, ¿Está claro?

Si pero… - No le dejo terminar. Le puso el dedo en los labios y se tumbó a tomar el sol, en silencio.

Al cabo de una hora ella le dijo:

Vamos, quiero ver dónde vives… de momento el día ha empezado genial, veremos si lo mejoras.

Ella tan sólo se puso el top y nada más. Al sentarse en el coche abrió las piernas provocativamente mostrándole de nuevo su centro del placer que le hervía por el esfuerzo y la excitación. Ella gozaba observando a su amigo comiéndola con la mirada.

..

Al poco rato ya estaban en casa de Oscar. Era un apartamento pequeño pero bien distribuido. Con unas vistas preciosas al puerto tenia mucha luz y era un lugar agradable para una pareja.

Él abrió la puerta y la dejó pasar primero. Sin poder evitarlo la observaba de la cabeza a los pies a medida que ella avanzaba por el pequeño pasillo hasta llegar al comedor, admirando todos los detalles.

Oye, es una chulada este lugar, precioso, me encanta. Y las vistas… ¡Guau! Realmente es un lugar privilegiado, si señor.

Mientras Oscar se quitaba las zapatillas y cerraba la puerta con llave. Cuando se dio la vuelta y se dispuso a entrar al comedor observó sorprendido como el cuerpo desnudo de Sandra pasaba por al lado del televisor y se dirigía al baño.

Si no te importa recoge mi ropa y me la guardas en la bolsa. Yo voy a darme una ducha que con este calor me apetece refrescarme.

Oscar fue raudo hasta el lado del piso donde está la cama para poder ver de nuevo a Sandra. Ésta estaba justo delante de la pica del lavabo, mirándose al espejo. Verla de perfil le provocó de nuevo una importante erección. Desnuda se miraba el cuerpo. Sabía perfectamente que estaba siendo observada… y eso le encantaba.

Después de mostrar su cuerpo desde varios ángulos se quedó mirando a Oscar, le lanzó un beso sonriendo y cerró la puerta.

Tras unos segundos el chico reaccionó y fue a recoger la ropa. Estaba mojada por el sudor. Tuvo la tentación de olerla… e inevitablemente lo hizo. La mezcla de sudor con la excitación que había destilado durante el partido desprendía un aroma que hipnotizaba. Se apresuró a recogerlo todo y dejarlo sobre la cama, al lado de la bolsa de Sandra.

Volviendo a recuperar la compostura fue a preparar algo para picar antes de comer. Al cabo de 20 minutos Sandra salió de la ducha con la toalla alrededor de su cuerpo, cubriendo justo desde sus pechos hasta medio muslo. El pelo mojado y las mejillas enrojecidas por el sol y la ducha mostraban una imagen muy apetecible para el anfitrión.

¿Qué vas a hacer para comer? - Le dijo ella mientras picaba una patata y una aceituna del mostrador de la cocina. Era tipo office y mientras Oscar estaba en el interior ella podía pasearse por el comedor libremente a la vista del chico.

Una ensalada y pasta. Me encanta cocinar pasta los fines de semana porqué… - Y de golpe se quedó sin habla.

Sandra se había abierto la toalla de par en par y le mostraba el cuerpo desnudo a escasa distancia, tan sólo la barra americana le impedía acceder a ella.

¿Te gusta lo que ves? – Le dijo ella

Evidentemente… me estás poniendo malo

Y más que te vas a poner. – Dijo con rotundidad mientras se volvía a tapar y se iba de nuevo a la zona de la cama. Se puso una camiseta de tirantes y un tanga blanco. Unos calcetines blancos de deporte le hacían a la vez de zapatillas para moverse por el piso evitando el frío suelo de mármol.

Durante toda la comida la conversación fue muy distendida, hablando de lo que habían hecho durante todo este tiempo, recordando sus aventuras de hacía… uff!! Más de 10 años. Oscar tuvo que esforzarse en concentrarse y no desviar más de la cuenta la vista. Los dos estaban sentados en los altos taburetes de la barra, lo que ofrecía al chico una vista espectacular de las piernas de su invitada. Ella, a modo de provocación ponía su pie apoyado en el taburete de él, justo delante de su entrepierna, rozando con sus pantalones cortos que estaban en constante tensión por la erección que Sandra no permitía que disminuyera.

Él recogió los platos tras la comida y propuso tomar el postre en el sofá. Era bastante amplio y muy cómodo, con una cheslongue que era genial para ver la televisión.

Cuando tuvo la cocina más o menos recogida se dirigió con los dos yogures al sofá. Sandra se había estirado comprobando lo confortable que resultaba. El sentó en un extremo, al lado de los pies de ella. Ella le hizo que no con el dedo

No, no, amigo mío. Creo que es hora que empieces a pagar por tu derrota. Tanto jugar a las palas me dejó los pies muy cansados, tendrás que hacerme un masaje.

Él sonrió y, evidentemente, no tuvo objeción en hacerlo pero de nuevo ella protestó cuando Oscar le cogió uno de los pies.

Mejor te sientas en el suelo. Yo pasaré mis piernas por tus hombros y mientras veo la televisión tú me haces un masaje en los pies. Ah!... y mejor te desnudas, me encanta tener a un hombre en pelotas a mis pies.

Aquí el chico tardó más en reaccionar pero acató la orden y se despojó de su ropa ante la supervisión de Sandra. Parecía que le gustaba lo que estaba viendo. Especialmente la erección descomunal que ya presentaba Oscar. Sin más rodeos se sentó sobre la alfombra, apartando los pufs. Sandra se sentó en el sofá y pasó sus muslos por ambos lados de la cabeza de su masajista improvisado. Mientras que dejaba el pie derecho justo delante del pecho de Oscar, el otro se fue a apoyar justo en la entrepierna del chico, presionando su miembro sobre el muslo. De esta manera podría controlar la intensidad de su masaje si él perdía energía o motivación en su cometido.

Le quitó el calcetín y observó su bonito pie, con unas venas que le recorrían el empeine y unas uñas bien cuidadas. Sandra lo acercó al rostro del chico esperando que él le presentara sus respetos. Al no entender el mensaje ella le "ayudó" presionando con el otro pie sobre su polla tensando los músculos de su pierna. Cuando hubo entendido sus intenciones abrió la boca y lo besó en señal de sumisión y respeto. Mientras lo sujetaba con las manos sus labios recorrían cada centímetro de la piel, alternando los besos con suaves lametones.

Era evidente que esto encendía a Sandra su fuego interior por tal y como aprisionaba el miembro erecto y agarraba a Oscar del pelo para dirigirle las caricias. Tras un buen rato inició el masaje mientras ella hacía zapping viendo los diversos canales de la televisión.

Tras repetir el mismo ritual con el otro pie se levantó y se puso delante de Oscar. Apagó la TV y puso el CD de música que había traído especial para la ocasión. Volviendo ante el chico apoyando prácticamente su pubis sobre su cara se quitó la camiseta de tirantes y se quedó tan solo con el tanga. Girando sobre ella misma le puso el trasero justo delante de la nariz. Lentamente fue inclinando el torso para que su culito fuera acercándose a Oscar. Cuando lo tuvo frente a sus narices le "invitó" a repetir las caricias con sus pies pero esta vez sobre sus glúteos primero y luego centrándose en la zona más escondida de las nalgas.

De nuevo el chico descubrió otro tipo de masajes que volvía loca a Sandra. Ella cada vez se acercaba más y más provocando que Oscar fuera bajando el cuerpo y acabara apoyando la cabeza sobre el sofá. En éstas Sandra se sentó sobre su rostro, no sin apartar "sutilmente" la tira del tanga y apoyando el culo de tal forma que la cara de Oscar quedaba totalmente oculta y su boca justo en el inicio del coñito de la chica. Ésta se acomodó bien para que él pudiera lamer la vagina bien húmeda de Sandra y se apoyó sobre sus muslos para estar más cómoda. Él no se atrevía a mover ni un músculo, tan solo la lengua para satisfacerla. A ella no le motivaba especialmente que le hicieran sexo oral, pero humillar a su amigo le encantaba y esa era una buena manera.

La visión del cuerpo del chico sentado en el suelo, casi estirado, con una erección que no disminuía ni un milímetro y la experta lengua que se bañaba en los jugos de Sandra provocaba una satisfacción en la chica increible. De vez en cuando pisaba el miembro de Oscar para que no perdiera interés en lo que estaba haciendo. Notaba como él se estremecía pero no dejaba de lamer y chupar lo poco que tenía a su alcance.

Así estuvieron un buen rato hasta que ella decidió ir un poco más allá

El escenario había cambiado radicalmente. La luz del sol casi había desparecido. El piso en la penumbra estaba iluminado tan sólo por velas que Sandra había encendido por todas partes. Una música muy sensual dominada por instrumentos de viento daba un ambiente de alto nivel erótico.

Oscar estaba de rodillas en el suelo, con las manos atadas a la espalda y a su vez a sus tobillos. Un pañuelo le impedía hablar, gritar o emitir cualquier sonido inteligible. Era el espectador de lujo de Sandra, del espectáculo que le estaba preparando. Una impresionante erección apuntaba hacia el escenario, justo delante del televisor más o menos en medio del apartamento.

Delante de él la estantería. Ésta dividía el comedor de la habitación, dejando pasar la luz a través de los cuadrados que formaba. Bajaba en forma de escalera desde la pared hasta el mueble bajo que tenía la televisión rotatoria (podía verse desde el sofá o desde la cama).

De pronto vislumbró unas sombras detrás del mueble. Con movimiento rítmico a compás de la canción. Llevaba un vestido oscuro de tirantes que le cubría hasta la mitad del muslo, con un escote más que generoso. Debajo un conjunto de ropa interior negro que se intuía por las tiras del sujetador y unos zapatos de tacón que completaban la imagen de femme fatal. Los guantes hasta la mitad del brazo era el complemento ideal para el striptease.

Le miraba y sonreía. Sabía que Oscar estaba muy caliente, que no tenía más remedio que contemplar a Sandra sin poder hacer nada. Ella, a su vez, era una pura exhibicionista. Le encantaba que la miraran y la sensación de tener al frente a alguien indefenso aún la ponía más cachonda.

Se colocó de espaldas a él y le miró por encima del hombro mientras iniciaba el baile maldito que no hacía más que poner al chico más y más a tono. Sandra había tenido la precaución de atarle también a la pata del sofá para evitar que se moviera hacia delante o intentaré evitar sufrir el espectáculo.

Movía el trasero con una habilidad increíble, se le daba muy bien el baile. Había sido go-go en una discoteca y se notaba. La música le acompañaba en su ritual de seducción y poco a poco fue despojándose de su vestido. Luego los guantes cayeron sobre la cabeza de Oscar. La espalda musculosa de Sandra se contraía y estiraba al ritmo de la música. Su culo bien prieto engullía la tira del tanga negro. Sus muslos duros como el acero se tensaban a cada paso de baile. Los gemelos formaban unas curvas que perfilaban aún más sus tobillos. Sus pies calzados en los zapatos formaban el conjunto ideal para que Oscar desesperara y se volviera loco.

Acariciándose y mirando constantemente al chico por el hombro se dio la vuelta. Procedió a desabrocharse el sujetador pero no lo dejó caer, sujetándolo con las manos colocando justo la mano sobre cada uno de sus pechos. El movimiento de cintura en círculos llamó la atención del chico, especialmente el tanga que cubría ligeramente el coñito de Sandra trasparentándose todo lo que intentaba ocultar sin éxito.

La visión frontal de su cuerpo era aún más provocativa. El calor que hacía se notaba en el cuerpo de la chica que empezaba a brillar. El sujetador siguió el mismo camino que los guantes y cayó justo sobre la polla de Oscar, colgando perfectamente las copas a ambos lados del miembro. Él se retorcía para intentar que algo rozara con él pero era imposible, estaba atado a conciencia.

Sandra se acercó a él al ritmo de la música y puso uno de sus pies enfundado en el zapato de tacón sobre el muslo de Oscar. Seguía contoneándose al igual que lo hacia Salma Hayek en Abierto hasta el amanecer . Del muslo pasó a su pecho. Finalmente le puso el empeine en la boca para que oliera el pie de la chica con el aroma de la piel del zapato. Se lo restregó hasta que se cansó repitiendo con el otro pie.

Finalmente se despojó de su tanga que puso en la cara de Oscar quedando la parte más íntima de la prenda justo en su nariz. El aroma del coñito de Sandra le acabó de rematar. Dejó de hacer tensión con su cuerpo. Estaba moralmente derrotado. No podía apartar la mirada ante esa diosa del deporte. Ella, lentamente fue bajando en cuclillas acercando su vagina a la polla de Oscar. Casi sin esfuerzo se lo introdujo hasta el fondo. Un gemido de Sandra acompañado con una caída de ojos y una sonrisa delató un placer extremo al notar ese miembro duro y palpitante que ya no podía crecer más.

Agarrándolo del hombro inició un movimiento de sube y baja lento pero firme. Ver a esa hembra follándoselo provocó que Oscar recibiera con los brazos abiertos el orgasmo que ya notaba como llegaba. Ante la posible catástrofe Sandra salió rápidamente del miembro de su víctima y, usando una cuerda, le ató la base de la bolla bien fuerte para evitar que se corriera y, además, perdiera la magnífica erección que presentaba.

Tras esa ágil operación volvió a penetrarse y prosiguió la violación hasta que se cansó. Acumuló un par de orgasmos y luego, sin pausa, volvió a repetir pero esta vez de espalda, pasando las manos por su cabeza y gimiendo para llegar a un tercero.

Cuando hubo acabado se levantó, recogió sus cosas, apagó la cadena de música recogiendo su CD y se dispuso a ducharse. El chico se quedó allí, gritando tras su mordaza desesperado. Tras 20 minutos de locura ella salió del baño, vestida tal y como llegó. Se acercó a el, le dio un beso muy ardiente y le dejó un cuchillo en la mano. Sin mediar palabra se levantó y se dirigió a la puerta. Justo antes de irse y mientras él le miraba con ojos como platos le dijo:

Bueno, amigo mío, el día que quieras volver a jugar a las palas no dudes en llamarme. Tengo muchas más ideas para llevar a la práctica contigo y esto no ha hecho más que empezar. Por cierto… lávame las bragas, por favor. Cuando vuelva ya las recogeré.

Y sin más dilación se fue del apartamento dejando a Oscar atado y exhausto, más caliente que un tronco ardiente. Al cabo de 15 minutos consiguió desatarse y se masturbó desesperadamente hasta lograr un orgasmo que jamás olvidaría.

Había descubierto a una mujer que le había dominado de cabo a rabo, había hecho lo que quiso con él y sólo pensaba en el próximo día para concretar otro partido. Debería esforzarse por ganar para devolverle la pelota… o no, quien sabe ;)