El párroco de mi pueblo

No pude evitar besar su cuello y lejos de evitarme, metió una mano debajo de mi traje y comenzó a acariciarme el clítoris.

Hace como un mes que llegó un nuevo párroco al pueblo. Un chico joven, apuesto, amable y muy inteligente de unos 28 años. Ante la insistencia de mi madre en ir a verle acabé acompañándola y así aproveché para conocer al famoso párroco.

Dio una misa muy diferente a todas las que había visto y me quedé perpleja cuando bajo del altar para saludar a cada una de las personas que allí nos encontrábamos.

Cuando llegó hasta mi, me observó toda por completo para luego darme un beso en la mejilla que permitió dejarme oler la colonia que llevaba puesta. Desde ese día me volví loca por él e iba todos los días a verlo sólo para que me besase en la mejilla y así poder oler su aroma.

Hace unos días mis amigas me invitaron a salir a tomar unas copas. Nos reímos mucho de todos los chicos que se acercaban a invitarnos a tomar algo sólo con la intención de llevarnos a la cama. Cuando estábamos a punto de irnos, una de ellas quiso entra en un último local. En él habían muchos chicos que a medida que avanzábamos por él iban intercambiando sus miradas conmigo.

Al fondo un chico con un buen trasero bailaba con unas cuantas niñas. Al oírnos cuchichear detrás de él, se dio la vuelta y cual fue mi sorpresa que me encontré con el párroco de mi pueblo.

-Hola- aún estoy esperando que me digas tu nombre.

Me quedé perpleja y a duras penas pude contestarle – María-.

Nos sentamos todos juntos, charlamos sin que apartara su vista de mí y al cabo de un rato me cogió de la mano y dijo –Sígueme-.

Caminé detrás de él hasta que llegamos a los baños – Entra - dijo. No sabia que hacer puesto que me estaba invitando a entrar en el baño de hombres. Aun así, me decidí a entrar.

Una vez dentro me empujó contra la puerta sin ni siquiera observar si había alguien mirándonos, me besó la mejilla y pude oler de nuevo esa colonia que me volvía loca una y otra vez.

No pude evitar besar su cuello y lejos de evitarme, metió una mano debajo de mi traje y comenzó a acariciarme el clítoris. Me aparto de la puerta para dejar pasar a la gente que quería entrar en el baño

Cuatro hombres entraron y mientras hacían sus necesidades miraban como atontados lo que me hacia el párroco.

Me empujo contra el lavabo, abrió mis piernas, bajo mis tangas y tras haberse abierto la cremallera me penetró allí por detrás. Su ritmo era rápido y cada vez me gustaba más. Tuve un orgasmo ante la mirada atónita de algunos chicos que se encontraban allí.

De repente, sacó su pene y lo acercó a mi rostro para esparcir su semen por él.

-Trágatela toda- gritaban los chicos que allí habían. Y yo lo hice.

Le pregunté su nombre – Ignacio - dijo.

Cuando salí del baño, mis amigas, cansadas de esperar, se habían marchado hacía unos minutos así que me marché a mi casa. Llegué exhausta y soñé durante toda la noche con lo que había vivido.

Al día siguiente, fui a la iglesia a ver a Ignacio. Cuando llegó el momento de que me besara en la mejilla muy nerviosa le dije –Hola Ignacio.

  • Perdona, pero te has confundido. Ignacio es mi hermano, yo me llamo Ismael.

Antes de que terminase la misa, salí de allí y volví a casa.