El paquete sin remitente
Recibo un paquete sin remitente que me lleva al orgasmo entre cientos de personas.
Vivo a las afueras y normalmente cuando compro algo por Internet los repartidores no saben dónde está la casa así que siempre me llaman para que les explique donde es.
Aquella tarde me llamó un nuevo repartidor, le di las explicaciones pertinentes y nos vimos en la puerta. Un tío fuerte, alto, con los ojos claros, el pelo castaño, con tatuajes y un septum. Era simpático y me hizo reír explicandome las vueltas que dio antes de llamarme perdido. No me pareció guapo pero era atractivo.
En los meses siguientes siempre que venía hablábamos unos minutos con cualquier excusa. Yo empecé a comprar más por Internet y rezaba para que fuera él el repartidor que me tocara el timbre.
Se llamaba Hugo y teníamos algunos gustos en común pero no habíamos coincidido nunca porque acababa de mudarse a un pueblo cercano.
Una tarde llamaron a la puerta y era él.
Hola, te traigo un paquete, pasé ayer por la tarde pero no estabas. No te llamé porque de todas formas tenía esta ruta hoy.
Que raro, yo no he pedido nada.
(Él sonrió y encogió los hombros) Pues no se. Bueno, te dejo que llevo prisa.
Hasta luego.
Entré dentro, no tenía remitente, abrí el paquete, ¡eran unas bragas vibradoras! Volví a mirar bien la caja, la dirección era correcta. Encontré una nota. “¿Te apetece jugar? Si te las pones en el concierto del sábado de la Sala Magna te digo quien soy. PD. Tranquila, es solo un juego, nadie lo sabrá y que te las pongas no implica nada entre nosotros”
¿Quién sería? A ese concierto iba casi toda mi gente conocida, era un conciertazo.
El sábado me duché y empecé a arreglarme para el concierto, dudé unos minutos con la ropa interior, por curiosidad me puse las bragas vibradoras, eran más cómodas de lo que pensaba y me sentí sexy con el encaje negro, me di cuenta que se podía desarmar el vibrador, así que pensé que en un momento dado si me molestaba o la persona que me las envió no me gustaba siempre podía decir que no las llevaba montadas.
Me puse el sujetador que mejor le quedaba a las bragas, me enfundé mi vestido preferido, uno de tirantes pegado, con poco escote por delante pero con la espalda muy abierta y corto. Mis Vans, un poco de maquillaje y la melena suelta. Lista.
Cuando llegué a la sala con mis amig@s ya estaba casi llena. Nadie dio señales de ser el dueño de mi ropa interior. Cada vez tenía más curiosidad por lo que iba a pasar.
Empezaron a tocar los primeros teloneros y cuando la segunda canción estaba sonando en su momento cumbre, entre saltos y empujones, noté una suave vibración entre mis piernas, paré de saltar y mire a mi alrededor, nadie me pareció sospechoso, todos estaban saltando con las manos en el aire o con una cerveza.
A partir de ese momento el juego empezó y fue increíble, estaba claro que el que llevaba el mando era un experto. Una delicia para los sentidos sentir las vibraciones al compás de la música y poder saltar y moverme, incluso suspirar, sin que nadie se diese cuenta de lo que estaba pasando. Cada vez estaba más caliente, sentía la entrepierna mojada, aquella situación me ponía mucho, estabas siendo masturbada entre una multitud.
Estaba sedienta, así decidí ir a la barra a pedir algo y en cuanto empecé a moverme en esa dirección la intensidad del vibrador aumentó. Vi que en la esquina había un taburete vacío y corriendo me moví entre la gente hasta que al final me senté. El placer empezaba a apoderarse de mi, disimuladamente comencé a mover las caderas al son de la música, del juguete y del placer, buscando sensaciones más profundas contra el banco. Nadie se daba cuenta. Casi me corro cuando las bragas pararon en seco, levanté la cabeza y vi como el camarero se acercaba. Me preguntó que quería tomar y pedí una cerveza enorme. Me la sirvió y además me invitó a un chupito “invitación de la casa” dijo. Mire alrededor, deseando que siguiera el juego y buscando al artífice de tal invento. No veía a nadie, nadie me dijo nada. Bebí y note como el móvil me vibraba. Tenía dos mensajes de un número que no conocía. El primero me llegó al principio del concierto pero no me había dado cuenta “Me alegro que estés aquí y que las lleves puestas”. El segundo acababa de llegar “Te lo estás pasando bien o quieres que pare?” Lo llamé pero me colgó así que que le escribí “Dime quien eres, me encantaría saberlo. Me está encantando, sigue”. Entonces contestó “Primero voy a terminar lo que he empezado y después sabrás quién soy. Si estás de acuerdo bébete el chupito que te he invitado. Por cierto estás preciosa hoy”
Sonreí, bebí el chupito y con la última canción las bragas comenzaron a vibrar de nuevo. Crucé las piernas y mi cuerpo empezó a moverse. Se me puso toda la piel de gallina, los pezones se endurecieron. No podía más, empecé a gemir intentando que no se me escuchara. Nadie a mi alrededor parecía darse cuenta. Notaba mis muslos empapados y el vestido también. Y con el último acorde de la canción dio una subida más de potencia y me corrí gimiendo por todo lo alto mientras el público aplaudía y gritaba al grupo.
Esperé un rato recomponiéndome y esperando descubrir quién era la persona que me tenía chorreado y agotada. Nadie apareció así que volví donde estaban mis amig@s. Cristina me dijo:
¿Donde has estado? ¡Te los has perdido!
He ido a pedir y me he entretenido.
Tía te han tirado una copa y llevas el vestido empapado por atrás.
Lo se.
Anda dame un trago.
Cuando salieron los segundos teloneros yo estaba de espaldas al escenario hablando con Cristina cuando escuché por el micrófono:
- Este es nuestro primer concierto aquí y nos gustaría dedicar esta canción a la chica del paquete sin remitente, se tu secreto.
Me quedé blanca, con los ojos como platos me di la vuelta y lo vi, era Hugo.