El papel higiénico más ecológico
Cerdita es colocada en el cuarto de baño para que limpie con la lengua los culos de sus dueñas. Sus arcadas incontroladas hacen que se gane un castigo que deja la lamida anal en una delicattessen. ¿Cuál será?
Por la noche Cerdita fue colocada en el cuarto de baño de las señoras. Se le introdujo un consolador inflable no muy largo para evitar ventosidades y aguas mayores y aunque mientras lamía las botas nuevas de Doña Milagros suplicó diciendo: “Por favor, señora, no hace falta que me metáis nada, que yo puedo resistir”, el comentario del ama diciendo que sí olía una ventosidad se tendría que comer las heces que estuvieran saliendo del culo en ese instante hizo que no le pareciera tan mal estar penetrada toda la noche.
Doña Milagros dijo que como el esfuerzo de defecar era vergonzante la gorda tendría puesto un antifaz, además de recibir una lavativa generosa de 3 litros antes de empezar la noche, para que sus tripas estuvieran continuamente con el espasmo defecador y así no sentirse superior a sus señoras cuando hicieran fuerza para hacer sus necesidades. Para que tuviera mayor movilidad se le puso un mallot rosa, unas medias blancas y unas bailarinas del mismo color. Se le hizo una trenza larga para poder agarrarla y se le ataron las manos al collar de perro, para evitar la tentación de usarlas en las tareas de limpieza. También se le colocaron unos grilletes en los pies que iban enganchados al collar y que sólo le permitían estar de rodillas o sentada, así se evitaba que pudiera tumbarse o estirarse completamente.
Además el consolador inflable tenía un vibrador muy potente que se encendía por control remoto para despertar a la lameculos si llegaba a dormirse, cosa poco probable debido a la postura incómoda y a la lavativa que se removía por sus intestinos.
Antes de colocarle el antifaz pusieron en el cuarto de baño una silla sin asiento y debajo un orinal. La esclava tendría que colocar a ciegas el orinal debajo del culo del ama y sujetarlo mientras hacía sus necesidades. Como las manos estaban pegadas al cuello, eso obligaría a tener la nariz muy cerca de las heces de sus señoras, para que no se perdiera ninguno de los aromas. Si fallaba colocando el orinal y algún mocordo caía al suelo tendría que comérselo antes de recibir un castigo adecuado como diez gomazos en la lengua o frotarle el ano y sus partes con ortigas.
La primera señora que entró en el cuarto de baño fue doña Olga. La gorda lo supo porque activó el vibrador mientras decía:”Como no me limpies bien te corto la lengua”. Y la esclava sabía que decía la verdad.
Aunque parezca mentira la zorrona nunca había limpiado el culo de doña Olga de restos de heces. Lo había chupado muchas veces, a través de las medias, de las mallas, como muestra de sumisión o para suplicar con el fin de detener un castigo. Como cuando la encerraron en una jaula con forma cúbica de medio metro de lado durante dos días seguidos.
La esclava se agachó y sus tripas volvieron a gemir por los litros de agua que no dejaban de moverse. Tanteó en busca del orinal y lo cogió con la mano derecha. Luego busco las patas de la silla para hacer las necesidades y colocó el orinal en el sitio adecuado mientras oía como el ama bajaba sus medias y sus bragas y se sentaba plácidamente.
La orina golpeando contra el plástico tranquilizó a la gorda, pero no por mucho tiempo, porque empezó a oler las heces calientes del ama que caían en la orina con un chapoteo que salpicó su cara.
El fustazo le golpeó el muslo y sobresaltó tanto a la esclava que casi deja caer el orinal.
–Venga, gorda, limpia, que no tengo toda la noche.
Mientras se movía para colocar su cabeza debajo de las nalgas de Doña Olga escuchaba los retortijones de sus propias tripas, que emitían un gorgoteo lastimero para suplicar por su vaciado, pero el consolador infable y vibrante impedía cualquier opción liberadora.
El olor era muy fuerte y cuando acercó la lengua notó varios grumos sólidos, así que sacó la lengua timídamente y la paso por la raja del ama.
–Te recuerdo que si queda algún resto te cortó la lengua, foca estúpida.
Ese recordatorio sirvió de acicate a la gorda putona que empezó a lamer con fruición, devorando pelotas fecales que tragaba tan rápido como podía para no saborearlas.
Al meter la lengua el ama gimió y la esclava se pringó la lengua de una capa de heces semisólidas con un sabor ácido y vomitivo que explotó en su paladar, haciendo que tuviera una arcada.
–¿Te doy asco, guarra? –exclamó la dueña.
–No, Señora, perdón.
–Si vuelves a tener otra falta de respeto te castigaré adecuadamente.
La esclava absorbió las heces todo la rápido que pudo, trago la saliva llena de mierda y volvió a la carga. Pero al meter la lengua en el ano y volver a pringarla completamente de materia fecal la pobre limpiaculos tuvo otra arcada y eso ya fue demasiado para Doña Olga que ordenó: “Descálzate, que cuando termine voy a bastinarte”. La esclava suplicó mientras exploraba el ano lleno de heces blandas y vomitivas: “Señora, por favor, que ya no lo haré más.” Como respuesta Doña Olga comenzó a fustigar las gónadas de la gorda, que al final comprendió que debía obedecer, así que utilizó el pie izquierdo para quitarse la bailarina derecha y luego al contrario.
–Mientras más tardes en terminar más azotes en las plantas de los pies –concluyó la señora.
La esclava removió la lengua dentro del culo de doña Olga y saco la punta llena de una repugnante película fecal, que deglutió seguida de otra arcada.
–Eso son veinte con el vergajo en los dedos de los pies, puerca asquerosa.
La chupaculos gimió, pero siguió limpiando intentando acabar lo antes posible, pero prefiría ser azotada en los pies que perder la lengua por no hacer bien su labor.
Al minuto de lamer todo el ano y la raja del culo la esclava pensaba que había terminado su trabajo, así que paró.
Doña Olga se movió con rapidez, desenganchó los grilletes de las correas que obligaban a la postura de rodillas o sentada a la esclava, unió los grilletes y luego obligó a la esclava a tumbarse boca abajo. Cogió una de las correas y la ató a los grilletes de la mano izquierda, obligando a la gorda a estar tumbada con los pies expuestos para un castigo más cómodo por parte del ama.
Los fustazos sobre las plantas de los pies comenzaron a caer a toda prisa y a los veinte zurriagazos la esclava comenzó a gemir y a suplicar:”Pare, señora, pare, por favor, que no lo haré más”. Como respuesta el ama empezó a golpear los dedos de los pies con saña, haciendo que la gorda dejara de suplicar y empezara a dar gritos de dolor.
Doña Milagros entró de repente en el cuarto de baño dando un portazo y diciendo con voz sonmolienta: “Gorda, eres una gritona y me has despertado”. Mientras le colocaba una mordaza de bola enorme en la boca concluyó: “Mañana te vas a pasar todo el día con el enema puesto encerrada en la jaula pequeña y con la boca bien abierta. Si emites algún sonido molesto te golpeáremos las gónadas para que grites con razón o lo que se nos ocurra”.
–Podemos poner la jaula encima de un brasero a ver cuanto tarda en berrear –sugirió Doña Olga mientras volvía a bastinar a la gorda, que siguió revolviéndose y aullando a través de la enorme bola de látex.
–No está mal y que las criaditas lo hagan en su boca. A ver cuántos litros de pis le caben antes de ponerse a vomitar.
La esclava se retorcía, porque los dedos de los pies parecían romperse a cada golpe, pero lo que hizo que empezara a llorar fue cuando Doña Milagros siguió pensando.
–No, mejor, hacemos un par de lavativas a las criadas y que se alivien en la boca de la putona.
–Sí, sí –contestó Doña Olga mientras seguía fustigando los dedos de los pies de la esclava-- Y si se derrama demasiado la untamos de grasa y la asamos viva en la barbacoa.
–A mí no me parece mal, empiezo a estar harta de la gorda.
Y entonces el mallot y las medias de la esclava se oscurecieron por la parte de la ingle y un poco del culo debido a la orina, dejando un pequeño charco. Al verla mearse de miedo las dos señoras se rieron y Doña Milagros, que estaba despierta, empezó a ayudar en el bastinamiento a Doña Olga, golpeando las plantas de los pies de la gorda, qué sólo berreaba y aullaba a través de la mordaza, sin intentar decir ya nada inteligible.