El pajar
Un pajar es un buen sitio para un polvo. También lo es para dominar a un hombre...
Se había puesto a llover...
Lo que al principio fueron cuatro gotas de primavera, pronto fue un aguacero.
Necesitábamos cobijarnos y mi esclavo recordó que allí cerca había un cobertizo. Eso era mejor que nada...
Corrimos hacia allí en busca de refugio. Al principio pensé en hacer que mi perro me llevase montada en su espalda, pero me pareció que no era momento para juegos, sobre todo cuando vimos caer el primer rayo; así que me resigné y fui a pie. Aunque evidentemente él en ningún momento se atrevió a correr por delante mío. Ya sabía él que su obligación era ir tras mis pasos.
Por fin llegamos al cobertizo. La puerta de madera estaba cerrada, pero no trancada. Él la empujó y me cedió el pasó. Entré rápidamente y él lo hizo detrás mío cerrando la puerta.
No hizo falta que le dijera nada, para que el se pusiera detrás de mi, cogiera mi cabello con sus manos e intentara escurrirlo. Después intentó retirar de mi cara las gotas de agua. No podía hacer mucho más para secarme, el cobertizo, no había mantas, ni ropas, ni nada parecido. Lo único que había eran montones de paja apilados, cuerdas, instrumentos de labranza, cosas así...
Era un sitio bastante reducido, pero había bastante luz gracias a dos ventanales.
La tormenta, en vez de amainar, se estaba haciendo cada vez más violenta, lo cual me hizo comprender que íbamos a pasar allí un rato bastante largo, así que habría que encontrar algo con que entretenerse. Además, la visión de mi perro con la camisa y el pantalón pegados al cuerpo, completamente mojado, y las gotas de agua deslizándose desde su pelo por su cara, me estaba excitando. Y por el bulto de su entrepierna, pude notar que a él le pasaba lo mismo...
Coge unos cuantos fajos de paja y haz una cama con ellos
Se apresuró a cumplir la orden. La paja estaba atada en paquetes grandes lo cual hacía que fuesen pesados aunque cómodos de mover.
Me fascinaba ver su cuerpo en movimiento...
Me quedé esperando mientras, acababa su tarea. Cuando finalizó, se puso a cuatro patas con la cabeza gacha en lo que se suponía que eran los pies de aquella cama improvisada. Así me gustaba, el perro a los pies de la cama...
Me tumbé sobre los montones de paja. Estaba cubiertos por unas fundas de plástico que los preservaban de la humedad y gracias a eso no pinchaban.
Ponte de pie y d esnúdate perro.
Se levantó, y se quitó los zapatos y los calcetines. Menos mal que parecía que los dueños de aquel lugar se preocupaban de que todo estuviese bastante limpio.
Tras eso se desabrochó los botones la camisa dejando ver la piel mojada de su torso. Dejó la camisa en otro de los paquetes de paja y procedió a quitarse el pantalón. Le costó un poco porque lo tenía pegado al cuerpo. No llevaba boxer, por orden mía...
Quítame la ropa...
Si, mi Señora
Yo no cambié de postura y no le facilité el trabajo. Era el quien tenía que ir moviéndome a cada prenda que quería quitarme. Cuando quedé completamente desnuda le ordené...
Ven aquí y quédate de pie pero de espaldas a mi.
Así lo hizo. Me recosté sobre un lado de forma que su culo quedara por abajo desde donde yo estaba. Así pude ver la base del cono de jelly que mi esclavo llevaba penetrándole. Le había entrenado para ser capaz de llevar si que se salieran, objetos en su ano. Además el hecho de que tuviese que llevar pantalones que ajustaran bien sus nalgas, le ayudaba a poder ir por la calle con ellos.
Inclínate hacia delante, abre las piernas y con las manos ábrete el culo, pero ya sabes, que no se escape tu juguetito...
Si Ama...
Echó el cuerpo hacia delante formando con su espalda y su piernas un perfecto ángulo de noventa grados y tal como y le había indicado, abrió las piernas y con las manos separó sus nalgas, ofreciendo su duro y redondo culo y su dilatado y penetrado agujero.
Cogí el cono por la base y lo saqué de un tirón. Noté que su cuerpo se estremecía un poco, seguramente por una mezcla de placer y dolor, pero no profirió ni un sonido...
Su ano estaba abierto debido a haber estado con el cono durante varias horas, así que sin más preámbulos metí tres dedos en el que entraron perfectamente. Podía deslizarlos sin dificultad, así que metí un cuarto. Este costó un poco más. El cono que le había metido era pequeño, pero le había preparado para no sentir dolor ante la resistencia del cuarto dedo. Y yo quería que le doliese, así que, me senté en el borde de la cama para tener mejor postura y junto los que ya tenía dentro, metí el dedo índice de la otra mano.
Ante esto, emitió un leve sonido de queja...eso ya me gustaba más...
Me dediqué durante un rato a follarle con los dedos. Lo hice bastante fuerte para que le doliera, aunque con cuidado de no herirle...
Cuando metí otro dedo más, no pudo evitar el sonido entrecortado que salió de su boca...
Saqué todos los dedos de golpe, lo cual casi hizo que cayese al suelo y le azoté fuertemente cuatro o cinco veces...
No te he dado permiso para que te quejes, perro....
Perdón mi Ama...
En el fondo me gustaba oírle quejarse y aquello solo era una excusa darle unos azotes y él lo sabía...
Volví a meter los cuatro dedos de la mano derecha, de una sola vez. Entraron sin problemas, así que metí los otros dos dedos para que volviese a estar como antes, pero también los metí de golpe. Le dolió, pero no se quejó.
Le follé, esta vez lentamente porque su culito estaba al límite. Los esfuerzos que el estaba haciendo por no quejarse eran admirables, pero no iba a decírselo...
No sirves ni para esto. Solo seis dedos y no aguantas, como para hacértelo con el puño...vaya un potro llorón que tengo...
Lo siento Ama, intento aguantar...
Cállate, no quiero oírte, si no eres capaz de aguantar sin quejarte esto por ti, no mereces que escuche tu voz...
No dijo, nada más. Bajó la cabeza totalmente, como para pedirme perdón, pero no le hice caso y seguí follándole hasta que me aburrí. O más bien hasta que conseguí los dedos entraban y salían sin dificultad y noté que ya empezaba a sentir más placer que dolor.
Volví a recostarme de lado y le ordené a él ponerse de cuclillas con las piernas todo lo abiertas que pudiera en aquella postura...
Su polla apuntaba desde abajo llegando casi hasta el borde de los montones de paja que hacía de cama. Se le veía muy excitado, su polla estaba al límite de su tamaño...
Alargué la mano y la empecé a masturbar, con movimientos lentos, para después ir subiendo el ritmo...
Ni se te ocurra correrte cerdo, no quiero que manches esto. Porque como lo hagas juro que lamerás el semen del suelo.
Yo sonreía malévolamente, viendo sus esfuerzo por evitar un orgasmo...Me hubiera gustado saber que pasaba por su mente en ese momento...Pero en vez de preguntárselo, empecé a masturbarle con más brio...
Estaba segura de que no aguantaría ni un minuto más cuando pasó algo que no me esperaba. Perdió el pie y calló al suelo de culo.
Perdón por caerme ama... Se disculpó
No me creí ni por un momento que se hubiese caído por falta de resistencia ante la postura. Lo había hecho adrede para evitar correrse y tener que lamer el semen del suelo. Y al ver mi cara de enfado el se dio cuenta de que no me había engañado.
Te hubiese valido más haber pedido clemencia que hacer este número ridículo, cerdo...
Fue gateando rápidamente hasta mis pies y comenzó a besarlos pidiendo perdón. Pero los retiré, despreciando su petición y golpeando su cara ligeramente con ellos.
Me levanté y me dirigí a donde había visto las cuerdas, las había de varios tamaños y grosores, pero rebuscando un poco entre ellas, encontré algo mucho más interesante. Había unas bridas de caballos. Para azotar, tal y como estaban era largas, pero recogiéndolas y juntándolas se formaba una especie de látigo de cuatro colas, que resultaría interesante...
Volví a donde estaba el, esperando a los pies de la cama, con la cabeza muy gacha.
Ponte de rodillas apoyando el cuerpo sobre la cama y con el culo en pompa, cerdo...
El lo hizo rápidamente.
Me puse detrás de el y contemplé la visión de su culo, aun ligeramente abierto. Pensar que ese delicioso culito era mío, me excitaba sobremanera...y allí estaba ofrecido y dispuesto a que yo lo azotara hasta que me hartara...y eso es lo que hice. Aunque más por placer que por enfado...
Los golpes del cuero hacía que su piel se enrojeciera. Le azotaba fuerte, pero no lo suficiente como para provocarle marcas o heridas. Sólo unas nalgas calientes y enrojecidas.
Cuando decidí cesar la lluvia de azotes, su cara estaba un poco roja también. No es que el dolor hubiese sido horrible, pero el esfuerzo por no gemir había hecho que se pusiera así...
Todo aquello había hecho que mi coño chorrease y quería sentir la polla de mi perro dentro de mi, así que me acosté boca arriba en la cama, le cogí por el pelo y le obligué a subirse sobre mi...
El no dudó ni un momento sobre lo que tenía que hacer. Se puso entre mi piernas y poco a poco metió su polla en mi coño. Yo estaba muy mojada y se deslizó muy bien, asi k le dije ke me follara con todas sus ganas...
Pero no te corras cerdo, tal vez si me follas bien, permita luego que lo hagas...
Desde luego puso todo su empeño en el acto. Sentía su polla perforando mis entrañas, con fuerza y con rapidez, hasta que casi no distinguía cuando entraba y cuando salía de mi.
Estaba tan excitada, que mi orgasmo era inminente y era evidente que el hacía grandes esfuerzos por evitar el suyo...
Me corrí largamente mientras el me follaba casi con brutalidad tratando de mantenerme en ese estado el máximo tiempo posible.
Me dejé caer relajada sobre la cama y puse una mano sobre su hombro para indicarle que yo había acabado y que saliese de mi.
Lo hizo y se puso a 4 patas sobre la cama, a mi lado, a la expectativa...
Había sido un buen orgasmo, así que merecía su premio...
Cuando descansé un poco, me incliné hacia el, cogí su polla con la mano y empecé a masturbarle. El estaba al límite así que no hizo falta mucho para que las convulsiones que provocaba el orgasmo comenzaran a aparecer.
En ese momento llevé mi boca a su polla y me metí la punta en ella lamiéndola, mientras seguía masturbándole con la mano.
Se corrió en mi boca, me gustaba que lo hiciese...Fue un buen chorro, pero conseguí retenerlo todo sin tragar nada...
Dejé que se estirara en la cama, entonces, me volvií sobre el, junté mis labios sobre los suyos y abriéndolos deje caer sobre su boca su propio semen, que el tragó.
Me tumbé a su lado, recostando mi cabeza sobre su pecho y allí nos quedamos un rato intentando relajarnos...
Después de un rato, me di cuenta de que había dejado de llover...
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