El padre y la poción mágica (2)

Ignacio es invadido por el deseo hacia su padre sin poder evitarlo. Contiene Video.

El padre y su hijo, segunda parte.

Ignacio se retiró a su habitación, algo confuso por la actitud de su padre. Se preguntó si él estaría bien o quizá estuviese sufriendo algún tipo de trastorno que le hubiera llevado a hacer algo así. Sea lo que fuese, se metió en su cuarto y se tumbó en la cama. Eran cerca de las cuatro de la tarde. Todo estaba en calma ya que era la hora de la siesta. Su padre seguramente ya se habría ido a dormir, como había mencionado. ¿Realmente estaría durmiendo desnudo? La imagen de su padre en bolas en medio de la cocina le asaltó de nuevo, pero enseguida la retiró de su mente. Al momento, Ignacio se dio cuenta de que estaba caliente, lo cual no le extrañó, pues casi todos los días a esa hora solía masturbarse. Eso iba a hacer, correrse una buena paja pensando en la tetuda de su clase, imaginando como se corría de gusto en su boca… en su cara. Una vez más le vino la imagen de su padre, concretamente de su pene, a la cabeza y se preguntó si su padre seguiría teniendo sexo y si a él también le gustaría hacer esas cosas con las chicas. Ignacio siguió tocándose por encima del pantalón. Estaba realmente excitado. Aún llevaba puesto el uniforme del colegio. Unos pantalones de pana azules oscuros y una camisa blanca. Estaba descalzo y sin zapatos, humedeciéndose los labios mientras pensaba en lo suaves que deberían de ser los pechos de aquella muchacha de su clase mientras se tocaba por encima de la ropa. Estaba muy excitado, se dio cuenta de que estaba misteriosamente más excitado de lo normal. Esa prometía ser una gran paja.

A él le encantaba tocarse. Se abrió la bragueta y comenzó a tocarse por encima del slip. La punta de su miembro ya asomaba por la goma de la ropa interior. Disfrutaba mucho tocándose cada tarde. ¿Se tocaría también su padre? Quizá él también se hiciera una paja a la hora de la siesta. Se lo imaginó, tan sólo por un momento, haciéndose una paja en su habitación, con ese miembro que acababa de mostrarle en medio de la cocina completamente erecto. Era extraño, pues de repente se dio cuenta de que el paquete de su padre se le hacía extrañamente bello, atractivo… ¿deseable? No, no… deseable no podía ser. Era su padre. Es más, ¡era un hombre! ¿Por qué dedicaba su paja a pensar en eso en vez de pensar en su compañera?

Siguió tocándose y descubriendo que toda su zona genital, su piel y sus piernas estaban especialmente sensibles, deseando ser tocadas. Entonces descubrió que notaba una especie de picor en la entrada de su culo. Era una sensación extraña, a la par de agradable como incómoda. Como si aquella zona le pidiera que también la tocasen. Quería ser acariciada. Un culo… Ignacio comenzó a pensar en el culo de su compañera. Realmente lo tenía muy bonito… deseaba tocarlo… tanto, que se tumbó de espaldas sobre la cama y comenzó a magrearse con fuerza los glúteos imaginando que eran los de ella. Se sentía bien. Aquella sensación lo satisfacía… El culo de Helena… sin duda alguna a ella, que parecía bien guarra, le encantaría que un hombre le diese por el culo. Un hombre… como su padre. Y de repente, se imaginó a Helena recibiendo el rabo de su padre de una forma animal, mientras ambos sudaban, ella gemía y su padre la dominaba. Aquella imagen lo excitó de sobremanera. La imagen de su padre sobre ella, penetrándola sin compasión, tratándola como a cualquier puta mientras se la cogía por el culo, y ella pidiendo que se la follase más y más. Pero entonces Ignacio descubrió con horror que en la fantasía que estaba teniendo… ¡él estaba haciendo el papel de Helena! Sentía claramente su culito arder, pidiendo con fuerza ser penetrado, pero no penetrado por alguien cualquiera, ¡¡¡sino por su padre!!! Su padre… que ahora mismo debería estar echando la siesta desnudo a pocos metros de él

Que equivocado estaba Ignacio. Arturo, deseoso por ver si la poción había tenido algún efecto había ido al cuarto de su hijo para ver si él se comportaba de manera diferente o si tal vez le insinuase algo. Cual fue su sorpresa cuando al abrir la puerta del cuarto, se encontró a su pequeño masturbándose. Parecía estar disfrutándolo mucho, tanto que ni siquiera se fijo en que su padre lo observaba a través de la puerta. Sin embargo, Arturo no se convenció de que la poción había surtido efecto hasta que vio como de repente su hijo empezaba a acariciar sus nalgas sin compasión al tiempo que se relamía. Por un momento, pensó en interrumpirle y hablar con él… ofrecérsele, pero le estaba gustando ver a su hijo en aquella actitud y quiso seguir observando, de modo que con la puerta abierta lo justo como para poder verle sin que le pillase, se quedó ahí mirando a su hijo disfrutar.

¿Qué le estaba ocurriendo? Ignacio estaba imaginándose cómo su padre se lo follaba por detrás como a una perra y le estaba gustando. Nunca se había sentido tan a gusto y tan excitado. Quiso parar, pero le dio igual todo, quería seguir, no podía refrenarse. Además, seguramente sólo sería una vez y nadie iba a enterarse. No era nada malo, y si lo era… la verdad es que no le importaba. El ahora sólo deseaba viéndose coger por su padre, en todas las posturas, recibiendo su miembro con fuerza, gritar de placer

Ignacio cambió de postura, se puso boca arriba y ya con los pantalones quitados se desabrochó la camisa y se relamió los labios. Tenía tanto calor… y la entrada de su ano le sudaba tanto, le pedía tanto que lo acariciaran que le dio igual todo, y con las piernas arriba y levantando un poco su slip comenzó a tocarse su hasta entonces intocado agujero. No sabía muy bien como hacerlo, sólo se dejaba llevar por las sensaciones que a cada momento eran mejores. Se imaginaba a si mismo, por momentos vestido con el uniforme del colegio que llevaba su compañera y con su padre follándoselo con la ropa puesta. En otros momentos, se imaginaba únicamente en braguitas, con la braga apartada lo justo como para que su padre pudiera meterle todo el palo… Y en esas estabas cuando decidió que la ropa le estorbaba y se quitó los slips y la camisa.

Arturo pudo ver como el virgen agujerito de su hijo se encontraba algo dilatado. Sin duda, el brujo chino había elegido bien los ingredientes. No lo había engañado. Su hijo se encontraba ahora como una gatita en celo, restregándose con la colcha de la cama, acariciándose el cuerpo entero. Arturo hubiera jurado que su hijo estaba a punto de ponerse a ronronear.

Ignacio seguía masturbándose con una mano mientras con la otra se tocaba el agujero del culo. Lo sentía húmedo por el sudor. No pudo más. Levantó la pierna izquierda en el aire, y pasando la mano por debajo de ella para estar más cómodo comenzó a introducir por primera vez en su vida un dedo en su agujerito. La sensación era indescriptible. Era como si de repente su culo fuera un órgano sexual deseoso de ser satisfecho. El dedo entraba y salía fácilmente, ofreciéndole una hermosa vista a su padre sin saberlo. Y así, en un momento, Ignacio se corrió como nunca antes lo había hecho. Sin poder ni querer pensar en lo que había cansado, se quedo desnudo y dormido, con el culo aún abierto y el vientre lleno de esperma sobre la cama.

Continuará

Esta es la segunda parte del relato. Espero les haya gustado. Aquí de seguido les dejo el vídeo en el que me inspire para crear la escena en la que Ignacio es invadido por un deseo carnal e irracional hacia su padre. Espero no les decepcione.

http://www.youporngay.com/watch/269948/twink-jacking/

El relato tendrá una siguiente y posiblemente única parte. No se muy bien como continuar y terminar la historia, de modo que agradecería comentarios con lo que a ustedes les gustaría que ocurriera.