El padre de mi mejor amigo, la moto
A mi amigo le regalan un ciclomotor por sus notas. Durante las vacaciones lo usamos para buscar lugares solitarios y dar rienda suelta a nuestra lujuria. Es un precuela a dos relatos ya publicados.
Otros relatos de la misma serie:
El padre de mi amigo.
https://www.todorelatos.com/relato/154511/
El padre de mi mejor amigo, el cumpleaños.
www.todorelatos.com/relato/175246
Este es el comienzo, la precuela. Así es como se desarrolló la historia con mi mejor amigo Mario y como empezamos a follar. Y como empecé a provocar a su padre Julio que empezó a gustarme mucho en esas vacaciones. Luego una vez divorciado nos reencontramos. Tuvimos nuestros encuentros como follamigos y en un cumpleaños que terminó en orgía me presentó a algunos de sus amigos. Pero todo ello no habría pasado sin esas vacaciones, su cámara de fotos y los bañadores speedo rojos que usábamos todos.
Mi mejor amigo, Mario, había recibido un buen regalo, una moto nueva. A nuestros diez y seis años y con las hormonas revolucionadas era una maravilla tener libertad de movimientos. Me gustaba ir de paquete cojido de su cintura apretado contra su espalda. O cuando me dejaba conducir y era su pecho el que notaba detras de mí y no solo su pecho, sino su polla dura clavada en mi culo.
Somos inseparables desde que tengo memoria siempre hemos jugado juntos. Hemos hablado de todo sin secretos entre nosotros. Bueno casi, hay cosas que nunca nos habíamos atrevido a confesarnos. Hablamos de sexo sin cortarnos, de chicas, de sus cuerpos, pero no de los nuestros. A pesar de habernos visto desnudos infinidad de veces de rozarnos y tocarnos y tener estrecho contacto físico en nuestros juegos.
La moto nos permite alejarnos más, explorar más lejos y buscar nuestros refugios secretos y soledad compartida sin miedo a que nos encuentren. Dando esquinazo a nuestros padres y familia. Teníamos kilómetros de playas a nuestro alcance y aún mas de bosques y prados.
Explorábamos todo aquello y cuando encontrábamos sitios tranquilos descansamos allí, charlando medio desnudos sobre la arena caliente o la hierba fresca. Almorzando lo que hubiéramos llevado en una mochila. Llegábamos hasta la playa nudista de la que siempre habíamos oído hablar pero que nunca habíamos llegado a ver.
Los cuerpos desnudos nos llamaban la atención. Los primeros días no nos atrevíamos a desnudarnos pero por supuesto a las pocas visitas nos mostrábamos sin pudor. Al principio nos tomaban por mirones pero al ver nuestra juventud lo tomaban por curiosidad natural y nadie nos decía nada. Si volvíamos tarde o temprano nos desnudaríamos.
Ese día yo conducía sin camiseta y con un pantalón tan corto y fino que se me notaba todo. Mario llevaba un pantalón parecido al mío. Los muslos desnudos se rozaban. Sentado detrás de mí apretaba mi cintura con sus manos cruzadas justo sobre mi ombligo. Si las hubiera puesto por debajo yo estaría muy nervioso.
Su pecho pegado a mi espalda nuestras pieles desnudas en estrecho contacto frotándose en cada bache. A los lados de la carretera por la que íbamos chicas en bikini y chicos en bañador buscaban un lugar en las playas para quedarse y para pasar el día.
Nosotros pensábamos ir un poco mas lejos pero con el espectáculo y los roces la verdad es que me estaba poniendo caliente. La polla dura colocada hacia la izquierda me empezaba a apretar dentro de los pantalones. En mi culo empezaba a notar como a mi amigo le pasaba lo mismo que a mí. Empecé a notar en mis nalgas como su rabo se iba poniendo duro.
No era la primera vez que nos pasaba y no le di mas importancia. Apoyó la barbilla en mi hombro desnudo en un gesto de cariño que era habitual entre nosotros. La gente empezaba a escasear pero Mario no se separaba de mí y la sensación me gustaba así que solo acomodé mejor el culo en el sillín sintiendo aún mas la dureza de su polla.
Un poco mas lejos estaba la cala a la que íbamos. Mario se bajó primero y yo apoyé la moto en el caballete. Descolgamos la mochila y bajamos por la escalera del acantilado. Como esperábamos había poca gente y la mayoría desnudos.
Íbamos mirando el panorama buscando un sitio donde poner nuestras toallas. Debajo de nuestros pantaloncitos cortos no llevábamos nada. Al bajármelo mi polla saltó como un resorte y la de Mario hizo lo mismo. Los dos nos echamos a reír ante lo absurdo de la situación lo que atrajo algunas miradas. Así que corrimos al mar un poco para escondernos, otro para relajarnos y otro para estar juntos y solos. Muy juntos que era como mejor estábamos.
Yo entré primero y Mario tras de mí se me subió a caballito a la espalda. Era un juego pero su polla estaba cuatro dedos por encima de mi culo y mis manos sujetando sus muslos muy cerca de sus nalgas. Me adentré en el agua para ocultarnos de miradas indiscretas. Al soltarse su polla quedó atrapada justo en mi culo. Apreté las nalgas para mantenerlo ahí y eché las manos mas atrás para agarrar las suyas.
No hizo nada por separarse, mas bien sus manos acariciaron mi pecho despacio alcanzando mis pezones que estaban duros como piedras. Al darse cuenta de ello en vez de dejarme en paz empezó a pellizcármelos y a jugar con ellos lo que me excitó aún mas. Apreté el culo para no dejarle escapar y él me dio un muerdo en la nuca. Uno de mis dedos se deslizó por la raja de su culo hasta encontrar su ano y era la primera vez que lo tocaba. Al menos si el agujerito por que el culo nos lo teníamos bien sobado jugando.
No se amilanó para nada y me dejó penetrarlo hasta la primera falange antes de bajarse de mi espalda pero sin separar su cuerpo del mío. Notaba perfectamente la dureza de su polla rozando mis nalgas, mi muslo y mi propio rabo cuando se puso frente a mí. Lo tenía cogido de la cintura mientras el agua que nos llegaba a los hombros nos ocultaba de la visión desde la playa nos mirábamos a los ojos.
Nos acercamos más hasta que nuestros labios se tocaron, se abrieron y dejaron pasar las lenguas con hambre de la saliva que recogían juguetonas de la boca del otro. Nuestro primer beso. Le magreaba el culo a placer y él hacía lo mismo con el mío llegando a pasar un dedo por el ano. Nuestros penes apretados entre nuestros vientres los sentíamos duros y calientes. Una de sus manos agarró los dos pajeándolos despacio. Una de las mías acariciaba sus huevos sin dejar de sobar su cuerpo con la otra.
Tan calientes estábamos que nos corrimos enseguida dejando que el agua se llevara el semen. Jugamos un rato mas entre las olas sin atrevernos a comentar lo que había pasado. Y pensando que todo el mundo se había dado cuenta de lo que habíamos hecho. Salimos a la arena a tomar el sol y descansar fijándonos en los demás cuerpos desnudos, hombres y mujeres por igual.
A pesar de estar todo el mundo en bolas era un sitio demasiado público como para hacer nada más. Aunque cada vez que volvíamos a meternos en el mar, ocultos hasta el cuello, volvíamos a acariciarnos.
Esa noche me masturbé dos veces recordando la mano de mi amigo apretando mi polla contra la suya. Mezclándo imágenes de coños, tetas y de otras pollas sobre la arena caliente, de cuerpos desnudos. A la mañana siguiente me recogió temprano, lo único que me puse encima de mi cuerpo desnudo fue un short vaquero tan recortado que parecía un slip y Mario venía con su pantalón de deporte mas fino y pequeño.
Algo había surgido el día anterior entre los dos y parecíamos dispuestos a explorarlo. No me dejó coger el manillar así que acomodé mi pecho bien pegado a su espalda y mi pene morcillón a sus nalgas duras. Rodee su cintura con mis brazos apretándolo fuerte justo donde la tela dejaba paso a su piel bajo el ombligo y apoyé la barbilla en el hombro.
Si eso no le dejaba claro que me encantaría repetir los juegos de la playa tendría que decírselo. Por que no me iba a quedar sin ello. Pero si que lo tenía claro o al menos cierta parte de su anatomía. Al rato empecé a notar en mis dedos su polla dura queriendo salir del pantalón hacia arriba.
No sabía si podría o sabría reconocer con palabras mi bisexualidad. En vez de hacia el mar se encaminó al bosque a un rincón cubierto de de hierba fresca oculto entre arbustos. Nuestro rincón secreto en medio del monte. Sin bajarme del sillín agarré su polla por encima del pantalón descubriendo con agrado que ya estaba dura. Sin soltarla metí la otra mano por dentro de la tela y se la acaricié sin mas estorbos.
Mientras le besaba lamía y mordía suavemente el hombro y el cuello. Se giró como pudo para darme su lengua que de inmediato se cruzó con la mía. El pacto se había sellado. Nos bajamos de la moto sin dejar de sobarnos y en cuanto estuvimos frente a frente dejé caer sus pantalones al suelo. Hacía un momento los tenía bajados por debajo de la testículos y de ellos su polla asomaba. El abrió los míos dejando que la mía saltara dura. Metió la mano por dentro y saco los huevos. Se dejó caer de rodillas en la hierba.
En vez de coger mi rabo con la mano lo cogió entre los labios, las manos las metió por las perneras agarrando con fuerza mis nalgas. Su mirada mientras clavaba sus ojos en los míos era pura lujuria. Y allá abajo veía de vez en cuando su rabo duro rozándome los tobillos al ritmo de los movimientos de lamer mi polla y huevos.
Con todo eso y el calentón que llevaba de antes me corrí en su boca en muy poco tiempo. No se separó y recogió toda mi lefa en su boca. La mezclé con mi saliva cuando me incliné a besarlo y clavé mi lengua en la suya. Un beso largo morboso con el sabor del semen y sus manos librándome por fin del vaquero.
Sin levantarse se echó hacia atrás y se tumbó en la hierba con la perpendicular de su rabo tieso apuntando al cielo. No sabia donde lo quería pero tenia muy claro que lo necesitaba dentro de mí. Como hacía mucho que habíamos pasado el punto de no retorno me ensalivé bien dos dedos y me dediqué a abrirme el culo dispuesto a sentarme encima de su polla. Le veía en la cara lo que le gustaba el espectáculo.
Más cuando dejé caer mas saliva en su brillante glande y despacio doblé las rodillas hasta apoyar el ano en él. Con mas esfuerzo y dolor del que pensaba fue abriéndose camino en mi interior. Pero por nada del mundo iba a parar aquello hasta que no se corriera en mis tripas. El ayudaba poniendo más saliva en mi polla cuando levantaba el culo. Y más lubricado volvía a bajar. También me cogía la polla acariciándola. Tenía que conseguir que se corriera follándome. Y si fue, al rato su lefa llenaba mi ano.
Yo no me corrí pero para entonces mi nabo volvía a estar duro. Mario no quería quedarse sin su parte y se puso a cuatro patas para mí. No pude resistirme y cuando lo vi así de expuesto me puse a comerle ese prieto culito. A pesar la lengua por toda la raja y clavarla en el ano que aprecia abrirse pidiendo más. Y no era el su agujero el que pedía.
- ¡Vamos fóllame! Lo necesito.
Desde luego le di el gusto y segundos más tarde lo estaba penetrando a lo perrito en medio del bosque.
Pronto me di cuenta de que su padre me atraía. Mientras mi relación con Mario se afianzaba por un camino que ninguno de los dos había supuesto antes de esas vacaciones. Julio, todo un hombretón atractivo y masculino que usaba los mismos bañadores tipo slip que nosotros. El suyo rojo y minúsculo parecía que tapaba un buen rabo. Ese cuerpo me gustaba.
Se dedicaba a hacernos fotos en cuanto podía. Sus preferidas eran cuando estábamos en bañador en la playa o en el jardín del chalet alquilado y nosotros posábamos haciendo el payaso. Estoy seguro que me de una vez le enseñamos el culo bajándonos lo que lleváramos puesto en ese momento. Y si fue lo bastante rápido en alguna foto los dos estamos haciéndole un calvo a la cámara. Quiero una copia de esa foto.
Más de una vez quedaría plasmado en esas fotos más carne de la que pretendíamos. Pero aparte de provocarlo exhibiendo más piel de la necesaria o con roces y apretones nunca se me pasó por la cabeza pasar de ahí con Julio. Y joder como me gustaba. Si él hubiera pasado alguna vez de abrazarme y cogerme el culo en algún gesto cariñoso yo mismo me habría bajado los pantalones. Los míos para que me follara o los suyos para comerle ese rabo que se marcaba en el bañador tipo slip.
Ambos nos contuvimos por entonces. Esperando un momento más propicio para dar rienda suelta a nuestro deseo. También estaba mi relación con Mario por supuesto que siempre me tenía cachondo.
La continuación en:
El padre de mi amigo.