El padre de Gonzalo
Una red social conecta a Nico con un hombre misterioso. Sin saber que ese hombre pronto se convertirá en alguien que será muy cercano pasados unos meses...
Hace tiempo, cuando tenía 18 años, aún vivía en mi tierra. Era joven y desconocía muchas cosas sobre el sexo. Estaba todo el día cachondo, siempre me hacía alrededor de 5 pajas, mínimo. Este relato es un secreto entre Diego, el padre de mi amigo Gonzalo y yo.
A día de hoy, cuando voy a visitar a mis padres, suelo quedar con él si no está muy ocupado o no tiene planes con su mujer o sus hijos.
Os preguntaréis quién es Gonzalo, Lalo para los amigos; os explico: estudiábamos juntos en la misma clase y nos llevábamos muy mal. Pero comenzamos a hablar un día esperando en Secretaría y comenzamos a ser amigos hasta día de hoy.
Todo comenzó en octubre, un amigo me habló de las redes de ligoteo por internet y cree un perfil en una red. Días más tarde, recibo un mensaje de un chico sin foto de perfil. Me cuenta que está casado y demás, que quiere discreción.
Quedamos en un sitio apartado y nos vimos. Al principio no estaba muy seguro de quedar, era mi primera vez quedando con un chico desconocido, tenía miedo por si no me iba a gustar, pero eso hizo que la curiosidad me picara y con ello las ganas de echar un polvo, que accedí a conocerle.
Era un hombre alto, de unos 42 años, tenía unos pectorales bastante desarrollados y unos brazos fuertes. De abdomen tenía un poco de barriga, pero eso le daba su morbo y a la vez lo hacía bastante sexy. Sus ojos eran verdes y su pelo negro, así como una barba poblada. Llevaba un cigarro en la boca, un jersey verde y unos pantalones vaqueros. Su voz era grave, tanto, que cuando me saludó me impuso bastante respeto.
Estuvimos conversando cerca de un bosquecillo que hay a las afueras del vecindario. Al principio manteníamos un poco las distancias, pero poco a poco fuimos acercándonos más, hasta que hubo un momento que le dije:
–¿Me das fuego? Se me ha jodido el mechero. –
–Claro, te lo puedes quedar como recuerdo, toma– Dijo cogiéndome la mano y llevándola a su miembro.
Me quedé un poco descolocado al principio, porque no esperaba que pasase tan rápido. Le doy un beso mientras le froto el rabo por encima del pantalón con la mano, tímidamente y muy nervioso, tanto que apenas pillaba el ritmo y noto como comienza a ponerse rígido.
En ese momento, su respiración comienza a agitarse más y más, hasta que comienza a sacar su verga. Lo notaba preocupado por si alguien nos veía, yo también lo estaba, pero, me daba todo tan igual... En ese momento, me agarra el rabo y me dice:
–Nunca he hecho esto, me abrí la página porque quería experimentar, la única experiencia gay que he tenido ha sido en el servicio militar, en el que un compañero se “prestaba” para mamarnos la polla a todo el regimiento y así aliviarnos la abstinencia sexual. Desde entonces nadie me ha comido el rabo, ni mi mujer.
Comencé a reírme de los nervios, y le dije:
–Entonces, ¿quieres que te coma el rabo para volver a tener esa experiencia?
A lo que me responde con una seriedad y muy firme y seguro:
–Quiero que me coman el rabo y quiero follar a un tío hasta reventarle, porque nunca he probado a meterla por un culo y quiero saber qué se siente.
Le confesé que solo me habían follado un par de veces y que, no quería que tuviera una mala experiencia conmigo, que quizás debía buscar a alguien más experimentado que yo.
Me miró y empezó a morderse el labio y me contestó:
–Mucho mejor, así podemos descubrir cosas nuevas, te propongo algo, podemos irnos de aquí, tengo una casa de campo y podemos ir en mi coche. Nadie nos va a molestar, vamos a estar más cómodos y tengo cerveza y vino para relajarnos.
Accedí a irme con él de ese bosquecillo, y nos montamos en su coche. Cuando estábamos en la periferia de mi ciudad, puso la mano en mi pierna y comenzó a acariciármela, me sonrió y con una mirada sentí que intentaba calmarme un poco los nervios.
Al llegar a su casa de campo, nos sentamos en el sofá y me dio una cerveza, me ofreció un cigarro y se sentó a mi lado. Mientras le daba una calada a su cigarro, se frotaba su miembro, colocándoselo de vez en cuando. Notaba como se marcaba por el pantalón, entonces le pongo la mano sobre el rabo y le digo:
–¿Soltamos la cerveza ya?
De repente, con una fuerza brutal, me sube encima de él y me comienza a besar. Noto como su lengua comienza a abrirse paso por mi boca, en círculos, buscando mi lengua, mordiéndome el labio.
Sus manos comenzaban a meterse dentro de mi camiseta. Me la quité rápidamente y la tiré. Le quité su jersey y le dejé puesta la camiseta de tirantes que llevaba de interior. Dejó al descubierto un pecho marcado y musculoso, bastante peludito y se podía ver un tatuaje en la parte izquierda del pectoral. Sus brazos bien definidos, me rodeaban la cintura mientras sus manos se metían por mi pantalón y me apretaba los muslos con tanta fuerza, que hacía que me excitase aún más.
Comienzo a besar su cuello, a lamerlo de arriba abajo, a hacer fuerza con mi lengua, llevándome el perfume de su cuello con mi boca. Comienza a empujar su pantalón con fuerza sobre el mío, Diego la tenía tan dura que, aunque la tuviera aun en el pantalón, la notaba entre mis nalgas. Cada vez la presionaba más y más fuerte, hasta que le quité la camiseta y entonces pude admirar todo su torso, peludo y todos sus pectorales y hombros trabajados y su abdomen con un caminito de pelo que me guiaba hasta su calzoncillo.
Comenzó a desabrocharse el botón del pantalón y, a través de su calzoncillo se podía ver un poco el bulto de su rabo por el calzoncillo. Desabrochó mi pantalón y comenzó a meter sus manos con comodidad dentro de mi calzoncillo, acariciando y apretando a la misma vez mis nalgas, redondeando con sus manos la forma de mis glúteos mientras resoplaba de excitación. Mientras yo le besaba, iba moviendo mis caderas como si lo estuviera cabalgando, y a la misma vez sentía una excitación que me estaba haciendo sudar.
Entonces, me dice con una mirada tímida, pero a la vez excitada:
–¿Estas nervioso? Yo no sé por dónde empezar…
–Un poco si lo estoy, pero si es tu primera vez en mucho tiempo, entonces déjame llevar las riendas hasta que te sueltes un poco.
Asintió con la cabeza y comenzamos a besarnos nuevamente. Me quitó la camiseta rápidamente y comenzó a besarme los pectorales, pasando sus manos por mi cintura, acariciándola suavemente, me pongo de rodillas y comienzo a bajarle poco a poco el calzoncillo, sacando un poco la punta de su rabo.
Entonces nos miramos fijamente, sin apartar la vista comienzo a pasar mi lengua por la punta, mientras Diego se mordía los labios. Le bajé el calzoncillo un poco más, sacando del todo su verga. Comienzo a masturbarle un poco para meterla en mi boca; comienzo por chuparle la cabeza poco a cuando noto que comienzo a saborear un poco de líquido pre-seminal.
Me acaricia un poco la cabeza, tímidamente y entonces comienzo a chupársela hasta el fondo, lubricándola con mi saliva mezclada con su pre-seminal. Comienzo a excitarme aún más y sigo chupándosela con más rapidez y succionando un poco más en cada pasada, notando la dureza de su rabo y cómo se iba amoldando a mis labios.
–Ponte de pie– le digo mientras le masturbaba.
Entonces, meto su polla hasta el fondo de mi garganta, presionando mi boca con sus testículos y, mientras Diego soltaba un gran gemido, tomó mi cabeza y siguió presionando. Fue cuestión de unos segundos hasta que lo saqué de mi boca y veía cómo mi saliva caía por su rabo, yo seguía masturbándome y volví a comérsela hasta el fondo.
Así estuvimos un buen rato, jugamos a ver cuánto aguantaba la respiración con su polla en la garganta. Si no recuerdo mal, llegamos a 40 segundos. Entonces, me tumbé boca arriba en el sofá y le dije que me follara la garganta.
–¡Joder, joder! Vas a hacer que me corra si seguimos así y quiero follarte el culo– Exclamó Diego mientras me agarraba el cuello.
–Dime que tienes lubricante o crema, aunque con lo que lubricas y mi saliva no sé si hará falta. – Le respondí
–Lubricante no, pero crema tengo–
Cuando Diego trae la crema, le digo:
–Ven, voy a enseñarte a jugar un poco con mi culo, ponte detrás de mí–
Se sentó y yo me puse de espaldas a él con las piernas abiertas, mientras pasaba sus brazos por mi torso y me iba acariciando los muslos.
Puse un poco de crema en sus dedos y le dije que comenzara extendiéndola por el exterior, con movimientos circulares, metiendo poco a poco los dedos; primero uno y después el otro y cuando sintiera que está abierto, comenzara con los dos.
Así lo hizo mientras me masturbaba con la otra mano y me besaba entre gemidos. Cada vez iba excitándose más hasta que en un momento paró de masturbarme y me dijo:
–Déjame probar una cosa, aguanta– me dijo entre susurros
Y antes de que pudiera preguntar qué iba a hacer, con la mano que estaba masturbándome, metió los dedos en mi boca y suavemente comenzó a entrarme dos dedos hasta que, de repente, metió los dos de golpe.
Chupé sus dedos con fuerza mientras me retorcía de placer entre su pecho, mientras el me susurraba que aguantara que quería probar a meter un tercero. Sentía como entraba, pero no llegué a soportarlo, porque no estaba tan acostumbrado y tenía unos dedos muy anchos. Cuando entró los dos de golpe sentí como si fuera su polla entera.
Aprovechando que estaba sentado, me subí encima de él y comencé a meterme su rabo poco a poco. No hizo falta mucho lubricante, pues ya estaba mi culo con la crema y su rabo lubricado. Mientras entraba dentro, me agarraba a su pecho mientras él agarraba mi culo y empujaba hacia abajo.
Cuando entró entera comencé a cabalgarle, primero despacio mientras le besaba y luego más y más rápido. Follamos tan fuerte que, nuestros gemidos se mezclaron con el ruido del sofá chocando contra la pared.
Entonces, se levanta con su rabo dentro de mi culo y, sobre la mesa del comedor me tumba y comienza a dominarme. Más y más fuerte mientras sus gotas de sudor caían sobre mi abdomen.
–Quiero que me folles a cuatro y te corras así, porque con la follada que me estás dando estoy a punto de correrme sin tocarme. – Le dije mientras me seguía dando como si quisiera entrar dentro de mí.
Me coloqué a cuatro patas en el sofá y, sin avisarme me la metió hasta el fondo, embistiéndome con la misma fuerza que antes. Esta vez, se mezclaban nuestros gemidos, el sofá chocando contra la pared, el sonido de su cuerpo sudado contra mi culo y las cachetadas que me daba.
En un momento, toda esa atmósfera hizo que, sin previo aviso comenzara a correrme, expulsé bastante, estaba muy excitado y quería que siguiera y no parara.
–Podrías haberme esperado, pero yo también estoy apunto– me dijo Diego mientras me agarraba del cuello
–Lléname el culo o la boca de leche, donde prefieras, pero la quiero– Dije entre jadeos
Cuando le dije eso, comenzó a ser más brusco y, soltó un grito mientras seguía follándome. Durante un rato no sacó su rabo de mi culo mientras yo iba expulsando su leche; parecía que no acabara de expulsarla toda.
–Llevo varios días sin correrme, te he dejado bien lleno– jadeó
Se sentó a mi lado y con una cara de relajado me dijo:
–Joder, de los mejores polvos de mi vida, follarte mientras salía mi leche por tu culo ha sido toda una experiencia y lo bien que la chupas tío…– Dijo Diego mientras encendía un cigarro.
–Gracias, espero haber cumplido las expectativas– le dije entre risas.
–Ya lo creo, me gustaría repetir algún día–
Nos vestimos y compartimos el número, me llevó a casa y, cuando me duché recibí un mensaje con una foto de su rabo que decía: Me ha encantado tanto que voy a hacerme una paja pensando en la follada de hace un rato
Pasados unos meses, salía del instituto con Gonzalo, llovía demasiado y me dijo que su padre venía a buscarlo y, como Lalo era vecino, su padre nos llevaba a casa que seguro no le importaba.
Como no conocía al padre de Gonzalo, me daba un poco de corte, pero accedí porque no quería mojarme. Mi sorpresa fue, ver de lejos un coche y una matrícula que me resultaba familiar.
Cuando me monté en el coche y veo a Diego, nos quedamos con cara de sorprendidos, pero mantuvimos la compostura y nos presentamos como si no nos conociéramos. En ese momento, me dio más morbo, era el padre de un colega y el miedo a ser descubiertos.
Puesto que Diego y yo nunca hablábamos del tema familiar y ya habíamos quedado varias veces, pero nunca se dio la conversación, ese momento para nosotros fue muy desconcertante pero esa noche cuando volvimos a vernos, hablamos del tema entre risas.
A día de hoy, Diego y yo seguimos manteniendo el contacto y nos vemos de vez en cuando. Su hijo es un gran amigo mío, pero no sabe del secreto de su padre.
Un día casi nos pilla en su fiesta de cumpleaños. Lo celebró en el chalet a las afueras, donde iba con Diego por las noches. Su padre y yo estábamos borrachos y nos fuimos al baño juntos, cuestión de unos minutos para poder besarlo y tocarle un poco el rabo.
Pero en ese momento Lalo tocó la puerta porque se estaba meando y salimos los dos del baño con la excusa de que yo había entrado mientras su padre se lavaba las manos y nos quedamos conversando en el baño sin darnos cuenta.
Salimos del cuarto de baño como si no pasara nada y continuamos con la fiesta, pero cuando me quería ir para casa, Diego accedió a llevarme a casa porque era muy tarde para caminar por el campo…
Pero ese es otro relato…
Continuará…