El padre de Cristian
Desde aquella vez los encuentros fueron frecuentes. Cristian venía a mi casa y con la disculpa de enseñarle con el ordenador teníamos relaciones sexuales. A veces si la calentura nos apretaba nos lo montábamos en cualquier sitio.
Continuación de “El jovencito curioso”
Desde aquella vez los encuentros fueron frecuentes. Cristian venía a mi casa y con la disculpa de enseñarle con el ordenador teníamos relaciones sexuales. A veces si la calentura nos apretaba nos lo montábamos en cualquier sitio. En los baños del cine una vez nos masturbamos temiendo ser descubiertos. En las duchas del gimnasio se la chupé cuando nos quedamos solos. Aunque yo insistía en penetrarle el siempre se negaba. De hecho nuestros escarceos recordaban los juegos de los adolescentes. Nos frotábamos las vergas una contra otra o nos masturbamos mutuamente. Yo le daba de beber mi leche y el mamaba de la mía. Pero no había manera de sodomizarle.
Las relaciones de nuestras familias se fueron estrechando por lo cual no era extraña su presencia en mi casa o la mía en la suya. De hecho con su padre tenía una relación que más que de amistad se podría decir que era fraterna.
Ese día era Domingo y el día anterior, mientras mi mujer había ido de compras, aprovechamos la ocasión y le hice una mamada a Cristian que siempre andaba con el rabo tieso cuando estaba cerca de mi. Estaba curioseando por internet cuando sonó el teléfono. Al mirar el número que mostraba el display me di cuenta que era el teléfono de la casa de Cristian. Seguro que quiere rabo este mamoncete, pensé mientras mi polla daba un brinco.
- Si dime - dije tras descolgar el auricular.
- Buenas días Martín – dijeron en el otro extremo de la línea.
Era la voz de Rafael el padre de Cristian.
- Ah eres tú - contesté sorprendido
- Claro. ¿Quién pensabas que era? - me preguntó extrañado
- No nadie en particular - me apresuré a decir.
- Perdona que te moleste. ¿Estas ocupado?
- La verdad que no, estaba matando el tiempo en el ordenador.
- ¿Me podrías echar una mano? Estoy en el sótano de reparaciones y necesitaría que me sujetases la escalera.
- Si por supuesto. Voy para allá - dije procediendo a colgar el teléfono.
Mi vecino era un auténtico manitas y siempre estaba haciendo chapuzas. De hecho muchas de ellas en mi casa porque yo por el contrario era un manazas. Mi mujer estaba encantada con él y cada vez que había algún arreglo que hacer ya le llamaba directamente conocedora de mi incapacidad para esos asuntos.
Cuando llamé al timbre fue su mujer la que me abrió. Se limpió las manos con el delantal y me dijo.
- Está en el sótano. Le intenté ayudar yo pero acabamos discutiendo ya sabes cómo es Falo.
Me hizo gracia. La mujer le llamaba graciosamente por ese diminutivo. Nada más acertado. Le había visto desnudo en el gimnasio y era el revés de su hijo Cristian. Este era flaco y asexuado como un efebo. Sin apenas vello corporal y con una pichuela pequeña y delgada casi de adolescente. Su padre por el contrario era corpulento. Peludo como un oso y tenía un cipote entre las piernas que ya dormido asustaba por su largura y grosor. No me podía ni imaginar las proporciones que pudiera alcanzar en estado de excitación. Así pues el apodo de Falo le venía al pelo.
- No te preocupes ya le hecho yo una mano - le dije sonriente
- Ya sabes por dónde ir. A ver si se le pasa el calentón. Está insoportable.
Se volvió hacia la cocina. La oí trastear con los cacharros mientras bajaba las escaleras del sótano. Este tenía una puerta arriba y otra al finalizar la escalera. Estaba cerrada. Pique con los nudillos y escuche al vozarrón de Rafael gritar
- Pasa, pasa.
El amplio local estaba en penumbras solo iluminado por un ventanuco en lo alto a pie de calle. Mi amigo trasteaba en la mesa de herramientas alumbrándose con dificultad con una vieja linterna.
- Gracias por venir Martin. - me dijo volviéndose
- Faltaría más
- Necesito que me sujetes la escalera. Es muy vieja y esta cojitranca. A punto estuve de caer y romperme la crisma.
Mire hacia el centro de la sala y vi una desvencijada escalera de madera a punto de descuajaringarse.
- Se ha jodido la puta luz y tengo que desmontar el mecanismo. Le dije a Paula que me la sujetase pero casi me tira al suelo. Y es que las mujeres solo sirven para follar y algunas ni para eso. - me dijo malhumorado.
- Bueno, bueno. No te excites. Para eso me tienes a mi.
- Vale tío - me dijo palmeándome con fuerza un hombro.
- Hostia no tan fuerte que me vas a romper la clavícula - le dije mientras me frotaba la zona.
- Joder Martín no sabía que eras tan blandengue - dijo riendo.
- Es que eres muy burro Falete. - le contesté mordaz pues sabía que le molestaba que le llamasen por ese nombre.
- Venga dejémonos de charlas y a la faena- añadió empujándome hacia la escalera.
Trepó por la escalera que efectivamente se balanceaba ostentosamente. Cuando estuvo arriba encendió una luz de esas que se ponen en la frente. y me dijo
- Ahorra sujeta bien no se vaya a caer.
Agarré la escalera a ambos lados mirando al suelo para comprobar si estaba estable. Al alzar la vista su culo quedó ante mis ojos. Vestía un amplio y viejo mono de trabajo azul. La tela caía suelta alrededor de su pequeño trasero.
comenzó a trastear con el plafón mientras soltaba improperios.
- Puta mierda de casa. Está recién estrenada y me paso la vida con arreglos. Si es que ahora la construcción es una auténtica basura. Si me topo con el constructor te juro que le meto este destornillador por el culo. A ver si con esas aprende a trabaja bien ese pedazo de maricón.- gritaba cabreado desde lo alto
- No te sulfures - le dije tranquilizándole
- Me voy a dar la vuelta para apoyar la espalda y poder trabajar con más comodidad con las dos manos. Agarra fuerte.
Se empezó a dar la vuelta sobre uno de los travesaños y al hacerlo me pasó todo el paquete por la nariz. Cuando estuvo afianzado retorno a la tarea. Vi como la luz alumbraba el techo mientras manipulaba afanosamente el mecanismo.. Aproveché la ocasión y acercándome a él olfateé su sexo. Su entrepierna desprendía un fuerte olor. Un aroma almizclado de macho en celo. Seguro que había estado follando toda la noche y no se había duchado. La situación hizo que mi polla se pusiese tiesa.
Me aproximé hasta casi rozarle para deleitarme con esa fragancia a hombre recién deslechado. Él se movió de repente y su paquete chocó contra mi nariz. Debió notarlo porque me vi bañado por la luz del pequeño foco. Mire hacia arriba nervioso. La antorcha me deslumbraba pero podía intuir como Rafael me miraba. Con gutural voz me dijo.
- ¿Qué te gusta lo que ves?
- Pero que dices, solo intento que no te caigas. Has sido tú el que me has pasado los huevos por la cara ¡So cabrón!.
Empezó a descender la escalera yo intenté apartarme para dejarle paso.
- No la sueltes no me vaya a caer - me ordenó de forma imperativa.
Cuando llegó abajo nuestros cuerpos quedaron pegados. Apagó la luz de linterna y me dijo
- Pues parece que tu amiguito se alegra de verme.
Y frotó su paquete con el mío.
- Déjate de chorradas y arregla la luz de una puta vez- le dije enfadado.
Me apartó fue caminando hacia la pared y pulsó el interruptor. Los fluorescentes se iluminaron.
- No hay nada que arreglar - me dijo con una sonrisa de medio lado.
- ¿Entonces…? - le pregunté desconcertado.
- Quería que vinieses para hablar contigo.
- ¿Y de qué quieres hablar? - le dije sintiendo como mis manos se humedecían.
- Ayer estaba a la ventana y vi una cosa que me sorprendió. En la casa de enfrente estaba Cristian con los pantalones bajados y tú de rodillas chupándole la polla. Una escena muy picante.
Me sonrojé hasta las orejas.
- De mi hijo no me extrañó ya sé que es un auténtico mariconazo. Pero lo que no sabía era que a ti te iban las pollas. Muy calladito te lo tenías - me dijo con una sonrisa satírica.
- Fue él el que vino a mí - traté de disculparme
- Ya, y tu lo acogiste paternalmente entre tus brazos.
Miré hacia el suelo avergonzado.
- No si no me molesta. No pasa nada, también yo me tiro a tu mujer. Espero que no lo tomes a mal. La confianza ya sabes. Dicen que el roce hace el cariño. Tú lo sabes por propia experiencia.
- No te hagas el macho conmigo. Yo me lo monto con tu hijo pero tú te follas a sus amigos en tu propia cama - le contesté con rabia.
- ¿Y cómo sabes tú eso? - me preguntó mientras las venas de su cuello se hinchaban.
- Cristian me lo contó
- Así que ese mariconcete me espía.
- Te descubrió dándole por el culo a su amigo Javi. Por eso vino a mí, a experimentar con lo que había visto.
- Claro y tú de forma desinteresada le diste por el culo - me dijo con una sonrisa burlona.
- No. Nunca ha querido que le penetre. Y yo le he respetado.
- Ósea que os la chupáis y os la cascáis como dos imberbes.
- Bueno una cosa así.- le contesté.
Tras unos instantes en silencio se acercó a mí lentamente con ojos de vicio.
- A lo mejor tú prefieres poner el culo. Pues para follarte bien follado no elegiste la herramienta apropiada. Tú no necesitas la picha a medio hacer de un niñato. Lo que tú necesitas es un rabo de un macho en condiciones.
Y tras decir esto desabrochó la cremallera del mono en toda su longitud dejando al descubierto el peludo tórax de un gorila. Luego metió la mano y sacó la polla que quedó colgando semierecta.
- Ven cógela para que sepas lo que es una verga como Dios manda.
- Tú estás loco- le dije retrocediendo.
Se abalanzó sobre mí y cogió mi sexo con su poderosa zarpa apretandolo con fuerza.
- No te hagas la estrecha conmigo. No ves que tu rabo te traiciona.
- Déjame Rafael. Date cuenta tu mujer está arriba. Se va a enterar y vas a montar un escándalo.
- A ella ya la he dejado anoche bien satisfecha. Tendrá todavía el coño chorreante. Ahora quiero meterla en algo más estrechito.
- No Rafael, eso no.
- Tú te has beneficiado de mi chaval y yo te voy a follar a ti. Además ya sé que lo deseas. O crees que no me doy cuenta como se te van los ojos a mi paquete cada vez que tienes la ocasión. Tú necesitas un macho que te monte con ganas y no esos jueguecillos de pajilleros.
- No Rafael te confundes.
- Y una mierda
Me cogió la camisa y de un tirón arrancó todos los botones que cayeron tintineantes al suelo. Apartó la tela y me mordió con saña un pezón.
- ¡Quieto animal! ¡Me haces daño! - le grité furioso.
- Y más que te voy a hacer te lo aseguro - dijo mientras me estrujaba el paquete.
Le aparté de un empujón y corrí hacia la puerta. Falo me alcanzó antes de que llegase y agarrándome de un brazo me dio violentamente la vuelta para luego largarme un potente puñetazo al estómago. Caí al suelo retorciéndome. Fue a la puerta dio la vuelta a la llave y la arrojó en un rincón. Luego apagó la luz del techo. El sótano quedó en penumbras iluminado por la luz del ventanuco. De dos zancadas volvió a mi lado.
- Levántate…. O ..mejor así.
Agarrándome por el pelo hizo que me incorporase, dejándome de rodillas y enterró mi cara en su sexo.
- Huele ahora con ganas. Para que sepas cómo huele un macho de verdad.
El fuerte olor de su entrepierna me entró por las fosas nasales. Mi polla palpitó en mis pantalones
- Abre la boca. Vas a chupármela bien chupada. Como se te ocurra morderme te retuerzo el cuello como un pollo. ¡Me oyes! - me dijo furibundo.
Temblando abrí la boca y me quedé mirándole aterrado.
- Cógela con la mano y trágala de una puta vez. Ya sé que te gusta comer rabo. Así que no me vengas con remilgos.
Le agarré el tronco y acercándola a mi boca la engullí sin descapullar. Ya dentro bajé su prepucio con la lengua. Si su olor era fuerte su sabor lo era aún más. Una mezcla de semen reseco, sudor y coño lleno de matices. Paladeé con ganas debo de decir. Su polla que a media asta apenas cabía en mi boca fue creciendo y expandiendo de tal forma que a punto estuvo de descoyuntarme las mandíbulas.
Entonces empezó a culear fallándome literalmente por la boca. Su tranca traspasaba la campanilla y se enterraba profundamente en la garganta. Luego la sacaba y dejándola apoyada en mis labios me decía.
- Mámala ahora como un ternero.
Introducía el glande en la boca y lo estrujaba y sorbía como un enorme pezón. De su rabo se empezó a destilar abundante líquido que yo saboreaba con fruición.
Extrajo del mono sus musculosos brazos y dejó caer la prenda a sus pies.
- Chúpame los huevos so maricón - me dijo despectivamente.
En su bolsa escrotal dos pelotas como huevos de gallina llenas de pelos se movían autónomamente con mis lamidas. Metí una a una en la boca donde casi no cabían. Rafael me apartaba de sus cojones y arrastrándome por los pelos volvía a llevar mi boca a su cipote. Así estuvo durante interminables minutos.
- Levántate - me ordenó
Me levanté con las babas escurriéndose por las comisuras de los labios. Le miré sin atreverme a contrariarle.
- Vamos a ver ahora ese culo.
- No Rafael eso no - le dije intentando apartarle con las manos.
Me cogió de una muñeca y mientras me retorcía un brazo tras mi espalda, con la mano libre me desabrochó el cinturón, deslizó la cremallera y me bajó los pantalones que quedaron a medio muslo.
- No por Dios. Te la chupo hasta que te corras. Puedes venirte en mi boca - le dije suplicante
- Cierra esa puta boca- me dijo mirándome goloso.
Su mano se introdujo entre mis piernas y sentí su áspera piel recorriéndolas hacia arriba. Apreté con fuerza los muslos intentando impedirle el paso. Aumentó la fuerza de su presa y aflojé permitiéndole continuar. Su mano se deslizó a lo largo del perineo y sentí al fin sus dedos jugando en mi entrada A punto estuve de correrme. Él debió de percibir mi conmoción porque extrayendo la mano me agarró con fuerza el rabo estrujándolo con saña.
- La muy puta dice que no quiere y tiene la polla a punto de reventar. Martin no sabía que eras tan golfa - me dijo riéndose.
- Sí, me has puesto caliente, lo confieso. Pero no quiero que me penetres. Nunca lo he hecho y ese cipote puede destrozarme el ojete. - le dije jadeando
- Así que eres virgen. Mejor todavía mas estrechito que tendrás el agujero.
De un manotazo apartó las herramientas de la mesa de trabajo, de un aventón me empujó contra ella dándome la vuelta y me obligó a reclinarme sobre la madera. Luego se agachó y me arrancó los pantalones con calzoncillos y deportivas incluidos. Se incorporó y con su pie golpeó los míos.
- Abre bien las piernas vamos a ver ese culito que me voy a follar.
- No, No - grité
Me dio una violenta palmada en las posaderas
- No grites. Quieres asustar a mi mujer. Será mejor que te relajes y me dejes hacer. Si no para mi va ser más gustoso pero tú vas a sufrir más también.
Restregó la polla por la raja de mi culo empapándome con el líquido que manaba de ella sin cesar. Y luego apoyó la mota en mi ano y empujando intento penetrarme. Empecé a chillar como un cerdo en la matanza. Cerraba con fuerza el esfínter impidiéndole entrar.
- Me estas violando - empecé a gritar.
Cogió una guata encima de la mesa y me la introdujo en la boca para acallar mis gritos.
- Te juro por mi madre que te voy a follar. Te voy a dar por el culo hasta que te lo reviente. Así que calla y colabora o te destrozo el ojete.
Las lágrimas se escurrían por mis mejillas. Me estaba sodomizando a la fuerza..
Persistió con sus pollazos en la entrada pero aquello era enorme y mi culo sin estrenar muy estrecho. Alargó una mano y vi como cogía un bote. Vaselina Industrial pude leer. Luego una mano untuosa me embadurnó todo el ano mientras metía sin piedad sus rugosos dedos para lubricar el interior. Sin detenerse apoyo de nuevo la tranca y de un puntazo me enterró el glande. Un dolor lacerante me desgarró el ano. Como si me hubieran empalado con una estaca.
Yo, con los ojos desorbitados por tan brutal agresión, apenas podía respirar destrozado por el dolor de mis entrañas. Sin dejar ni siquiera acostumbrarme a tenerlo dentro, de otro empellón enterró hasta la mitad la verga y sin pausa de un último pollazo me la clavó hasta que sus huevos chocaron con mi trasero.
Sin detenerse comenzó a follarme salvajemente. Me estaba destrozando. Sentía mi culo palpitante arder con el roce de tan monstruosa tranca. Como si de una escofina se tratase, su verga raspaba mi sensible piel. Yo sollozaba desconsolado. Me estaba violando brutalmente.
Aquello era un suplicio insoportable. Desmadejado aguantaba sus violentas arremetidas que hacían moverse la mesa y con ella todas las herramientas que sobre ella estaban entrechocándose con sonido un metálico. El dolor fue inenarrable pero tras largos minutos fue cesando en su intensidad y transformándose de soportable a placentero. Cada vez que la sacaba por completo y me la clavaba de nuevo de una potente estocada gemía, pero ahora no de dolor si no de placer. Aquel macho que me estaba violando, follando brutalmente, me estaba a su vez y de forma inexplicable aportándome un placer nuevo e intenso.
Mi polla empezó a endurecerse y mi ano palpitante estrujaba su tronco buscando su roce con intensidad.
- Sabía que te iba a gustar. Pedias a gritos que te la metieran por el culo sin contemplaciones. Ahora ya puedes dejar los jueguecitos infantiles y venir a que te monte un macho de verdad - me decía pletórico.
- Te gusta que te folle como lo hago ¿Verdad? Sentirla bien dentro a que ti. La próxima vez serás tú el que me suplique que te dé por el culo. Se percibía el vicio que guardabas escondido entre las piernas. ¡Pedazo de maricón! - proseguía exaltado.
Y seguía taladrándome sin misericordia. Me sacó la mordaza de la boca y me dijo.
- Quiero oírte como disfrutas. Quiero ver como gritas de placer.
Tras recuperar la respiración empecé a jadear como una perra. Para mi vergüenza estaba gozando como una hembra con el rabo de aquel macho que me había desflorado por la fuerza. A pesar de tener el culo roto, lo podría asegurar, y del dolor que aquel cipote me seguía causando, este se mezclaba con el morboso goce de su polla clavándose en mi culo.
- Te voy a preñar. Después de romperte el virgo voy a dejar la prueba de que fuiste mío dentro de ti. Ya verás cómo dejas a Cristian en paz. A partir de ahora yo soy tu macho y seré yo el único que te posea. Eres mi zorra y te vas a abrir de patas cada vez que te quiera dar por el culo. ¿Lo entiendes?
Yo afirmaba con la cabeza mientras ponía los ojos en blanco con cada arremetida.
- Ay ay ay - salía continuamente de mi boca mientras mi violador bufaba mientras me cubría como un toro bravo.
- Me corro. ME CORRO. - empezó a gritar entre bufidos.
Estábamos a punto de alcanzar el clímax. Su penetración se hizo más violenta si cabe y más profunda. Su cipote se hinchó estirando mi piel hasta desgarrarla. Los últimos pollazos se enterraron en lo más hondo de mi ser y empezó a descargar trallazos y trallazos de su tibia leche que yo acogía como un ardiente bálsamo. Mi culo palpitó al unísono de su polla y mi rabo escupió con fuerza sin tocarme.
En pleno orgasmo gire la cabeza y al mirar el ventanuco. Mis ojos se abrieron sorprendidos con lo que observé.
A través del cristal vi a Cristian de cuclillas mirando la lujuriosa escena. Mientras, con su mano se masturbaba desaforadamente, hasta que los trallazos de su leche salpicaron los cristales. Con la boca abierta y jadeante me miraba a los ojos mientras alcanzaba el orgasmo entre espasmos.